"Mierda" pensó Max para sí misma, mientras trataba de asimilar que estaba reviviendo por enésima vez la clase que Jefferson impartió el 7 de octubre de 2013. "No puede ser verdad. ¿Puedo pasar por lo mismo una y otra vez sin volverme loca?"
La idea de volver a permitir el asesinato de Chloe le hacía tener ganas de vomitar. Recurriendo a toda su fuerza de voluntad, reprimió una náusea mientras intentaba leer el mensaje de texto enviado por Kate. Entre ellas hubo la siguiente conversación, afortunadamente sin que Jefferson se diese cuenta:
KATE: No te derrumbes ahora. Tenemos q salir d aquí. ¿Puedes rebobinar?
Max intentó, sin mucha esperanza, hacer retroceder el tiempo un segundo. Para su sorpresa, funcionó: seguía teniendo los poderes que había perdido. Rápidamente, miró su diario: la fotografía de la mariposa azul, que había dejado en el suelo tras el asesinato de Chloe, continuaba pegada a una de sus páginas.
"Claro. La foto original viajó conmigo siempre. Entonces, ¿por qué no he podido rebobinar hasta ahora?" Pensó Max. Pero ya resolvería acertijos cuánticos luego. Ahora ambas tenían problemas más importantes. Sin que Jefferson se diera cuenta, contestó a Kate bajo la mesa:
MAX: Si, pero no podemos salir del marco de la foto!
KATE: La foto ha cambiado.
MAX: WTF?
KATE: No hay tiempo. Confía en mí, nos vamos de aquí AHORA.
MAX: Si sólo nos levantamos y nos vamos Jefferson nos retendrá.
KATE: Me desmayaré. Sígueme la corriente. Rebobina si sale mal. LLÉVATE LA CÁMARA Y EL DIARIO.
Max cruzó una última mirada con su amiga, preguntándose si sería buena idea fingir un desmayo. Probablemente el propio Jefferson se ofrecería para llevarla a la enfermería o encargaría hacerlo a algún alumno que estuviera en mejor forma. De una forma u otra, Kate no podría mostrarle por qué aquella fotografía merecía el riesgo de improvisar un plan de fuga.
Un sonoro ¡CRASH! cerca de ella hizo a Max olvidarse de sus dudas. Sobresaltada, contempló cómo Kate se ponía en pie delante de la clase tras hacer volar por los aires su mesa de una sonora patada.
-¡NOOOO! - chilló Kate, en pie, cerrando los ojos como poseída.
La sorpresa dejó a todos incapaces de mover un músculo durante unos segundos. Kate, tambaleante, empezó a caminar hacia Victoria Chase dando tumbos y hablando con la lengua trabada fingiendo a la perfección una borrachera nivel veinte.
-¡NO vuelvash a INSHINUARTE aaaa mi HOM-BRE deee esa manera, ZORRRRA! - exclamó mientras trastabillaba y señalaba hacia Jefferson - ¡NO-TIENESH-DERECHO!
Antes de que nadie pudiese reaccionar, Kate pareció tropezar con su propia pierna y, sin dejar de dar tumbos, acabó por caer encima de Victoria. Ésta, instintivamente, puso cara de asco e intentó quitársela de encima. Pero antes de que Victoria siquiera pudiese hacer el gesto de empujar, Kate se incorporó ante ella como levantada por un resorte y le soltó una potentísima bofetada en la mejilla.
El bofetón fue tan sonoro que Max creyó sentir en su pelo la onda expansiva.
-¡JEFFERSsHON-ESH-MIO-PERRASSSH! - gritó Kate, girándose hacia Jefferson mientras Victoria, en shock, se llevaba la mano a la cara -Shóoolo mío, mi tessshoroooo… ¡dísshelo a eshtas guarrass, pashtelito… sholo tú me com… pren… ehhh ohh ¿quién ha… apagadolashluuuuuu…?
Incluso sabiendo que se trataba de una farsa, Max estaba tan paralizada como el resto de la clase ante la soberbia actuación de Kate. De hecho, tuvo que forzarse a sí misma para reaccionar antes que nadie cuando ésta dejó de hablar en seco cayendo redonda al suelo, fingiendo un desmayo digno de un Oscar. Antes que Jefferson valorase la situación, Max se lanzó al lado de su amiga intentando no sobreactuar.
-¿Kate? – preguntó, dándole unas pequeñas bofetadas - ¿KATE? Mierda Kate, ¿has bebido?
-Max, apártate – dijo Jefferson, lanzando una mirada canina al resto de estudiantes – Es obvio que la presión a la que se ha visto sometida por parte de… ciertas personas, ha resultado excesiva. La llevaré a la enfermería.
"Hipócrita, falso hijo de puta" Pensó Max mientras fingía ayudar a levantarse a Kate. Su actuación era tan precisa que incluso dio la impresión que Max hacía algún esfuerzo para ponerla en pie, cuando en realidad era todo lo contrario. Mientras tanto, pasando un brazo por encima de los hombros de Max, Kate gesticuló bruscamente hacia Jefferson.
-¡Ssshi me tocassh antes de cassharnos GRITARÉ! ¡TU Y YO HEMOSSH TERMINADO! ¡ONANISSHTA, FORNICADOR DE BESSHTIASH, MORADORRR DESSHODOMA!
-Señor Jefferson, por favor, deje que la acompañe yo. Soy lo bastante fuerte y conmigo parece más calmada. Wells tal vez sea flexible con ella por esta vez, pero seguro la expulsarán si añade la agresión a un profesor a su currículum- dijo Max, confiando en que Jefferson optase por mantener su máscara de docente ejemplar.
-¿DISCULPA? – exclamó Victoria, con la mano de Kate aún marcada en la cara – Señor Jefferson, ¡exijo que…!
Jefferson la hizo callar en seco con un gesto de su mano y miró a su alrededor. Max se dio cuenta de lo pícara que había sido su amiga: Le gustara o no a Jefferson, ninguno de los presentes, excepto Max, se atrevería ahora a acercarse a Kate. Y si dejaba sola a Victoria sin antes calmar la situación, se arriesgaba a que montase un escándalo que suscitara preguntas incómodas en el futuro.
-No podría confiar en otra persona para esto, Max- dijo Jefferson –Por favor, cuídala bien. Después de clase me pasaré a interesarme por su estado. ¡Y al resto, os debo pedir que nada salga de aquí por el momento! ¡Esta desagradable situación no puede agravarse alimentando más rumores como los que ya…
Max fingió llevar a Kate con su brazo por encima de sus hombros hacia el exterior y cerró la puerta de la clase tras ellas, alegrándose de no tener que escuchar más la voz de aquel gusano. Al salir al pasillo, respiró aliviada. De alguna manera, la barrera invisible del marco de la foto anterior ya no tenía efecto. Nada más salir del campo de visión del resto de la clase, Kate se incorporó, cogiendo de la mano a Max. Ambas corrieron hasta los lavabos del final del pasillo, cerrando la puerta tras ellas.
-Aquí Mr. Madsen no nos encontrará. Tenemos… trece minutos antes de que Nathan entre por esta puerta- dijo Kate, jadeando con el corazón a punto de salirse de su pecho.
-¿Dónde has aprendido a actuar así? - preguntó Max, respirando también agitadamente - ¡Ha sido increíble!
-Luego, si sobrevivimos. Mira esto – respondió Kate, mostrando la fotografía.
Tal como había texteado, Kate ya no aparecía en la foto. En su lugar aparecía el "Tobanga", el famoso tótem situado en el exterior de la Academia. Justo a su lado, Samuel, el conserje, se tapaba la cara con las manos.
-¿Qué? ¿SAMUEL? - dijo Max, incrédula - ¿Imitando a un ángel lloroso?
-¿Qué es un "ángel lloroso"? - preguntó a su vez Kate.
-Es… olvídalo, me ha venido de repente. Un monstruo de la serie Doctor Who. Pero ¿por qué? ¡No lo entiendo!
-Max… he pensado… esta fotografía, ésta en concreto- dijo Kate, agitándola en su mano -Aún no la has tomado, ¿no? Quiero decir, en la otra línea temporal me hiciste esta foto al acabar la clase de Jefferson, dentro de ocho minutos. Por eso aún no ha desaparecido físicamente, aunque ya no la lleves encima contigo. Naturalmente en la foto no puedo salir yo si no vuelvo a entrar a clase, pero tal vez sea algo que vayas a fotografiar dentro de ocho minutos.
Max chasqueó los dedos, intentando pensar.
-Kate, ¡tienes razón! - exclamó Max - Estamos en un momento anterior y hemos cambiado el curso de los acontecimientos. Y al no llevar la fotografía conmigo, podría ser sensible al tiempo... esa foto ya no muestra el pasado, ¡sino el futuro! ¡Es un sentido del tiempo circular, como en el capítulo de la serie donde salen los ángeles llorosos!
-Dios mío– musitó Kate, pensativa – Si eso es correcto, en el futuro podrás haber escogido fotografiar cualquier otra cosa, pero te dejarás un guiño friki a ti misma justo en ese lugar.
-¡No puede ser casualidad! ¡Tenemos que llegar allí y hacer la foto dentro de siete minutos o crearemos otra paradoja!
-Si nos quedamos sin tiempo, puedes rebobinar, ¿verdad?
-A veces me quedo sin fuerzas- suspiró Max, recordando cómo estuvo a punto de ver morir a Kate- No podemos arriesgarnos ahora. Básicamente, ¡corre!
Max y Kate salieron al pasillo y se dirigieron lo más rápida y silenciosamente que pudieron hacia la puerta más cercana al Tobanga, el tótem que desde tiempo precolonial había estado en el mismo lugar que ocupaba ahora, frente a la entrada de los dormitorios femeninos de la Academia Blackwell. Según el personal académico, nadie sabía de su origen ni de la tribu o nación nativa que lo levantó allí. Y por alguna razón, allí continuaba.
Nada más salir corriendo por la puerta principal, la casualidad quiso que Max se diera de narices, a toda velocidad, con un enorme jugador de fútbol tan corpulento como idiota. Teniendo la impresión de que había chocado contra un muro de hormigón, Max vio las estrellas y fue al suelo medio atontada por el golpe. Kate, desequilibrada a su vez, cayó al suelo de culo junto a Max. Notando que su moño se había deshecho parcialmente, reprimió un escalofrío mientras a su alrededor se aproximaban otros tres jóvenes igual de corpulentos que el primero. Éste, por desgracia, pareció reconocer a Kate.
-Eh, ¡mira por dónde vas, beata! – dijo el jugador con el que habían chocado, mientras se sacudía el polvo de la chaqueta.
-¿A dónde vas tan deprisa? ¿Has quedado para chupar unas cuantas pollas? - apuntó otro, riendo.
-Seguro que va a grabar otro video. Como a todas las monjas, le van los tríos- siguió diciendo un tercero, mientras daba vueltas como un buitre alrededor de Kate -Si quieres que te dejemos pasar, nos vas a tener que dar un besito a cada uno.
-Adivina dónde voy a querer el mío, guarrilla- dijo el primero, cogiéndola del brazo y poniéndose la mano en la entrepierna.
Kate sintió un terror como nunca lo había sentido en la vida. Miró a Max, aún medio mareada y sangrando por la nariz. Cerró los ojos mientras apretaba los dientes y cerraba los puños. Quería gritar, pero sabía que si lo hacía no llegarían a tiempo al Tobanga. Desesperada, decidió intentar golpear al gigante con todas sus fuerzas, pero el miedo la paralizaba. Sólo alcanzó a abrir los ojos, mirar a aquellos cuatro cerdos y a decir, con voz temblorosa:
-Vete. Para y vete. Ahora. TODOS.
Avergonzada, cerró fuertemente los ojos, maldiciéndose por no atreverse a lanzar un golpe y estar temblando como una hoja. Y entonces lo escuchó.
Nada. El silencio.
Kate abrió los ojos un segundo después, para ver cómo aquellos cuatro idiotas, sin decir palabra, se habían dado la vuelta y marchado cada uno por su lado. En aquel momento sintió la mano de Max sobre su hombro. Kate respiró aliviada al ver que parecía recuperada del golpetazo.
-Max, ¿lo has visto? ¿Me han hecho caso sin más?
-Sin más, no – contestó Max – Kate, tus ojos… se han vuelto verdes.
-¿QUÉ?
Para sorpresa de Max, los ojos color avellana de su amiga tenían ahora un tono verde brillante.
-Kate, les has… mirado con esos ojos inyectados en verde y tu voz… wowser, ¡tu voz ha sonado tan diferente! Era tu misma voz, baja, tranquila, pero había algo en ella que no les ha dejado otra opción más que… irse. ¡Kate, ¿también tienes poderes!? ¡Parecías Obi-wan!
Mientras Max decía esto, los ojos de Kate pasaron a ser de nuevo de color avellana. Aun temblando por la adrenalina, Kate alcanzó a decir, medio sonriendo:
-Obi-wan Kenobi no habría tenido tantísimo miedo. Habría dicho que era el camino al Lado Oscuro, igual que Yoda.
Max quedó boquiabierta. Kate no sólo había manifestado poderes de persuasión, sino que ahora la tenía frente a ella citando Star Wars. Antes de que pudiera decir nada, ésta continuó, adivinando sus pensamientos:
-Conozco todas las películas de Harrison Ford- aclaró Kate, dejando de temblar poco a poco mientras cogía a Max de la mano – Me tiene enamorada desde que de niña vi "Único Testigo". ¿Cuánto tiempo nos queda?
-Tres minutos para que suene el timbre. ¿Puedes correr?
Por toda respuesta, en medio segundo Kate acabó de deshacer su recogido dejando suelto su pelo y se lanzó hacia la puerta de los dormitorios femeninos a toda velocidad que le permitían sus piernas. De alguna manera, se sentía diferente, pero no tuvo tiempo de pensar en sí misma; justo a tiempo, vislumbró a Samuel al lado del tótem, como si ambos fueran un par de viejos amigos pasando la tarde en el campus. Sabiendo que Max llegaba justo detrás de ella, Kate se plantó delante de Samuel e hizo lo primero que le vino a la cabeza.
-¡Eh, Samuel! - exclamó.
-Hola, Kate – contestó el misterioso conserje, con su voz tranquila y aflautada.
"¿Y ahora qué?" pensó Kate "Sólo quedan segundos. ¿Cómo hago que se tape la cara con las manos?"
En aquel momento, Kate escuchó a Max gritar detrás de ella: "¡Simón dice!"
-¡Simón dice nos escondemos la cara! - dijo Kate, a falta de una idea mejor, al tiempo que escondía su propia cara entre las manos.
"¿Qué estoy haciendo?" pensó Kate medio segundo después. Se sintió un poco tonta al haber recurrido a ese juego infantil, pero en ese momento oyó el flash de la Polaroid de Max justo a su lado. Apartando las manos de su cara, vio que Max acababa de sacar la foto de Samuel tapándose la cara imitándola, junto al Tobanga.
-¡Lo hicimos! ¡Lo hicimos, Kate! - dijo Max, que por alguna razón no cabía en sí de contenta.
Max sacudió la foto que acababa de sacar. Justo en aquel momento, la otra fotografía que hasta el momento había tenido Kate en su mano izquierda se desintegró como si la hubiesen acercado a un fuego.
-Max – dijo Kate, notando como un hilo de sangre empezaba a salir de la nariz de su amiga – Antes he visto de reojo tu mano extendida un momento. ¿Has rebobinado antes de gritar "Simón dice?"
-Um, sí. Unos segundos- contestó Max.
-¿Qué ha salido mal?
-Nada - contestó Max, roja como un tomate.
-Max…
-Olvídalo, Kate. Por suerte a Samuel le gusta el juego de Simón dice.
-¿Cuántas veces?
-No te preocupes, estoy bien.
-Max, ¡por favor! ¿qué ha pasado y cuántas veces?
Samuel se aproximó a Kate, con una expresión divertida en el rostro. Y por primera vez, para su doble sorpresa, Max le escuchó hablar sin acertijos.
-Cuatro veces. Ha retrocedido cuatro veces- dijo el conserje – A la cuarta, con su grito, ha podido impedir que te levantaras por tercera vez la blusa delante de mí como si fueses una groupie de los años ochenta. Si querías que me tapara la cara ¿por qué no me lo pedías sin más?
Aquellas palabras dejaron a Kate tan petrificada que casi se olvidó de que Samuel había admitido recordar que Max había rebobinado el tiempo.
-¿Que yo he… mi blusa? - acertó a preguntar, ruborizada hasta el tuétano.
-¿Tal vez esperabas que me tapara los ojos? Tal vez en tu comunidad sea vuestro reflejo ante la desnudez ajena, pero temo que a mí no me provoca rechazo alguno- dijo Samuel.
Viendo la expresión de Kate, la cual deseaba en aquel momento que se la tragara la tierra, el misterioso conserje se llevó la mano al lado del rostro y susurró con una sonrisa: "Si te sirve de consuelo, técnicamente no ha sucedido"
-Samuel… ¿cómo es posible que lo recuerdes? - preguntó Max, tan sorprendida como Kate.
-Al igual que los objetos que llevas contigo retroceden, mi espíritu está conectado contigo, Max- respondió Samuel, volviendo a su clásico discurso críptico – Ya que tú estás conectada con el Universo, en general. Todos tienen el potencial para hacer lo que yo, pero sus espíritus están demasiado encerrados en las prisiones que ellos mismos han construido.
-Samuel, ¡por favor! - dijo Max- ¡Si recuerdas lo que acaba de pasar también recuerdas que todos morirán en el tornado! ¡Necesitamos que nos digas cómo evitarlo, si lo sabes!
-Primero hay que disipar el huracán en tu interior, Max- respondió Samuel – El mismo que no te deja ver más allá.
Max, rendida, no pudo más. Se dejó caer a la hierba, sentada con las piernas cruzadas y la cara entre las manos. Ya no tenía fuerzas para pelear contra acertijos. Se sentía agotada y superada.
Viendo a Max derrotada, el primer impulso de Kate fue arrodillarse a su lado y poner una mano en su hombro. Nada más tocar a su amiga, notó que se encontraba al borde del precipicio. Max la miró un momento con ojos casi desesperados, y en ese instante Kate supo lo que tenía que hacer. Si Dios le había otorgado el poder de la palabra, lo usaría para levantar a su amiga.
-Max, escucha- dijo Kate, mientras sus ojos se encendían de color verde y su voz se volvía suave y poderosa- No has llegado hasta aquí para fracasar. Si tú y Samuel estáis conectados como dice, mira en tu interior y encuentra las palabras que necesitas para hacer la pregunta correcta.
Max no recordaría nunca el discurso de Kate; más tarde diría que en aquel momento le pareció que Kate no le hablaba con palabras, sino con un viento que le hacía llegar una música que nunca había escuchado. En cualquier caso, ese viento barrió en segundos la niebla que cubría la mente de Max. Era evidente que Samuel y el tótem estaban conectados. Tótem, espíritus animales, nativos americanos… Max se lamentó de no haber prestado más atención a su cultura cuando tuvo la oportunidad. Lo único que recordaba eran unos cuantos documentales del National Geographic y un comic de Batman que Warren le había prestado, donde un chamán curaba a Bruce Wayne mediante el poder de las historias ancestrales de su pueblo. Un momento, ¿y si…?
Max abrió los ojos. Sacando una sonrisa de no sabía dónde, invitó a Samuel a sentarse. Este aceptó y se acomodó al lado del Tobanga.
-Samuel- dijo Max- Por favor, cuéntanos una historia.
-¿Qué historia deseas escuchar? – preguntó Samuel.
-Cuéntanos la historia del Tobanga- dijo Max, confiando en que la pista de la fotografía no mostrara al tótem por casualidad.
-¿Cuántos espíritus escucharán la historia? - volvió a preguntar él.
Max dudó. ¿Cuántos espíritus? ¿Qué querría decir aquel hombre?
-Seis espíritus escucharán- dijo de repente Kate, sentándose junto a Max – y tres espíritus aprenderán.
Antes de que Max pudiera preguntarse de dónde se había sacado Kate aquella respuesta, Samuel, entonó un breve cántico tribal. El tiempo pareció detenerse a su alrededor, aunque esta vez no parecía que tuviese nada que ver con sus poderes. Acto seguido, Samuel pareció crecer de tamaño pese a encontrarse sentado y su voz cambió. Ya no era aflautada, sino que se volvió grave como surgida de la tierra, mientras decía:
-Escuchad entonces la historia de las Tres Tribus.
