Wolas! este fic esta basado en una historia de DIANA PALMER, una excelente escritora...com la historia me gustó mucho decidí hacer este fic, pero repito...la idea es de Hielo y Fuego, de Diana Palmer.

Los personajes le pertenecen a la genial Rumiko Takashi!


Catorce

Cenaron en el restaurante del hotel y Kagome se dio cuenta de que tenía mucho apetito, favorecido por la felicidad que sentía de estar con Sesshomaru. Éste se mostraba especialmente atento. No dejaba de mirarla y sus ojos se desli­zaban continuamente hacia el escote, bas­tante pronunciado, de su vestido plateado. Él también estaba muy guapo con su traje oscuro y algunas mujeres lo miraba desca­radamente.

—Si esa pelirroja no deja de devorarte con la mirada —murmuró Kagome a la hora del postre—, voy a levantarme y a tirarle el vino por la cabeza.

Él se rió.

—Sería desperdiciar este vino tan bueno.

Tomó la botella y le llenó la copa. Era un Borgoña reserva muy suave y ella ya había bebido demasiado pero no hizo caso a las advertencias de su propia con­ciencia. Tal vez fuera la última cena que compartiría con él, porque esa noche iba a contarle la verdad, a qué se dedicaba en realidad, aunque eso acabara con ella.

—¿Tratas de emborracharme? —murmuró.

—Nada más lejos de mi intención —re­plicó él, mirándola por encima del borde de la copa que en ese momento se había llevado a los labios—. Sólo pretendo... que te relajes.

—No estás borracha de verdad¿no? —preguntó él cuando subieron a la suite. Sin dejar de mirarla, se despojó de la cha­queta y la corbata y se desabrochó los bo­tones superiores de la camisa.

—No, sólo relajada —prometió ella. Se sentía burbujeante y provocativa y le ro­deó el cuello con los brazos—. Muy, muy relajada —se le nubló la vista. Su sonrisa se desvaneció cuando lo miró a los ojos—. Y muy, muy enamorada —suspiró. Las pala­bras salieron de su boca con tanta suavi­dad que apenas se dio cuenta de lo que ha­bía dicho.

—Dios, preciosa —murmuró él mientras se inclinaba. Atrapó la boca de Kagome de un modo nuevo, diferente. Ella se acercó más a él, lo necesitaba, lo amaba, lo deseaba...

Sesshomaru llevó las manos a los tirantes del vestido y los deslizó hacia abajo para que su boca pudiera tener libre acceso a la piel suave y perfumada de hombros, cue­llo, escote... y más abajo, a las curvas re­dondeadas de los senos. Dejó escapar un gemido profundo y Kagome notó el frío de la habitación en su carne desnuda cuando el vestido cayó arrugado alrededor de sus sandalias plateadas.

Abrió los ojos e intentó protestar pero la boca de Sesshomaru había tomado posesión de las zonas de su cuerpo que habían que­dado al descubierto y la lengua de éste se movía provocativamente sobre sus pezo­nes rosados y los volvía duros, sensitivos. Las manos de Sesshomaru, expertas y cuida­dosas, la tocaban, la acariciaban, eran fue­go sobre la piel...

Ella gimió y se arqueó contra él ani­mándolo a continuar, desoyendo la voce­cita que en el fondo de su mente le adver­tía que tuviera cuidado y se moderara. Se hallaba tan abandonada a las sensaciones que estaba experimentando que apenas podía respirar. Su cuerpo se había entrega­do a Sesshomaru y todas sus células y sus ner­vios trataban de decírselo. Notó que él la levantaba del suelo con brazos firmes y seguros y ponía su boca sobre la de ella.

—Ya soy mayor para relaciones esporá­dicas —susurró junto a la boca de Kagome—, y tú también. Si hacemos el amor, signifi­ca que nos comprometemos a algo. ¿Me oyes? No quiero sólo sexo.

—Te quiero —murmuró ella a modo de respuesta—. Te quiero...

—No dejaré que te alejes de mí, Kagome —prometió mientras avanzaba con ella en brazos por el vestíbulo de la suite—. No mientras viva.

—No me hagas daño —susurró ella mien­tras la recorría un débil estremecimiento.

—Tesoro —murmuró él con voz ronca—, eso es lo único que no voy a hacerte...

Ella se abrazó con fuerza a su cuello y besó con adoración su cara mientras él la llevaba al dormitorio y cerraba la puerta tras ellos. La espalda de Kagome pronto reposó so­bre el blando colchón y él se tumbó sobre ella con suavidad.

—La luz, Sesshomaru —susurró.

—¿No quieres ver? —murmuró él sobre sus labios—. Yo sí.

El corazón de Kagome latía con fuerza. Estaba tumbada sobre las almohadas, mi­rándolo mientras él se sentaba y recorría con una mirada cargada de intensidad, sin prisa, su cuerpo, cubierto tan sólo por las medias. Ella sabía que se estaba rubori­zando pero no lo podía evitar. A Kouga, el único hombre que la había visto desnuda hasta entonces, nunca le había interesado su «cuerpo flacucho», como solía decir.

—Si no fuera celoso —dijo Sesshomaru con voz vacilante—, te pediría que te hicieras un retrato así. Pero no podría soportar que el pintor te viera como yo te estoy viendo ahora —se inclinó y depositó en sus labios un beso lleno de ternura mientras con los dedos trazaba una caricia dulce y abrasa­dora alrededor de uno de sus pechos con una habilidad innegable.

—¿Quieres ser mía, Kagome? —preguntó.

—Sí —contestó ella sin vacilar y se in­corporó para atraerlo hacia sí—. Siempre.

El deslizó las manos por detrás de su espalda desnuda, la abrazó y la besó. Kagome notaba las palmas calientes en la piel de la espalda. Sessshomaru dejó caer su peso sobre ella para que pudiera sentir todos los rincones de su cuerpo. La tela rozaba con aspereza la piel desnuda de Kagome. Ésta gimió suavemente.

—¿Ves lo agradable que puede llegar a ser? —susurró él. Su boca rozó la de ella y sus dientes atraparon el labio inferior de Kagome y tiraron de él—. Ven, cariño —murmuró, y llevó una de las manos de Kagome hasta los botones de la camisa—. Quítamela.

Con una destreza que era nueva para ella, sus dedos desabrocharon los botones y le echaron hacia atrás la camisa para de­jar al descubierto los hombros, anchos y morenos. Puso las manos sobre ellos con admiración y sintió su calor. Le gustaba el tacto de la piel de Sesshomaru, la dureza de sus músculos, el vello plateado, masculino y sensual, que cubría su amplio pecho. Lo acarició, enredó los dedos en él y tiró con suavidad. Sonrió cuando oyó que un ge­mido ronco escapaba de la garganta de Sesshomaru.

—Eres una bruja —dijo él, incorporándo­se para mirar la cara sonriente de Kagome, cuyos ojos ardían de excitación—. Lo has hecho a propósito.

—Ha sido sin querer —murmuró. Deslizó las manos por sus hombros, por su cuello—. A Kouga no le gustaba que lo tocara —reme­moró, y su sonrisa se desvaneció—. Tampo­co le gustaba tocarme, ni mirarme...

—Deja de volver la vista atrás —contestó él mirándola a los ojos mientras acariciaba con destreza su cuerpo y hacía que el de­seo lo dominara—. Ahora estás conmigo, y yo quiero tocar cada centímetro de tu piel.

—Tal vez resulte una decepción...

—Imposible —respondió tranquilamen­te—. Tú haces que me sienta completo. Eres lo que siempre he querido en una mujer, cumples todos mis sueños. No pue­des decepcionarme.

Las lagrimas nublaron la vista de Kagome y la imagen de Sesshomaru se volvió bo­rrosa. Alargó un brazo para tocar el con­torno masculino de su boca.

—¡Te quiero tanto!

Él se movió para que los cuerpos de ambos se tocaran completamente. Los se­nos suaves de Kagome se aplastaron contra el vello que cubría su pecho; las piernas de ella se entrelazaron con las suyas.

—Vamos a hacerlo —susurró temblorosa­mente mientras se besaban con más inti­midad. El deseo que sentían el uno por el otro era demasiado poderoso—. No puedo parar.

—No quiero que pares —gimió ella ar­queándose—. Ámame. Quiero que me ames y alivies este deseo. Casi me duele.

—Dios, qué dolor tan dulce —suspiró él. Su boca se mostraba tan cuidadosa, tan tierna, que a ella le habría gustado gritar. Sus manos dibujaban caricias en la piel de Kagome, preparándola para él.

—Nunca había deseado a nadie antes de este modo —confesó ella mientras él la de­jaba descansar sobre las almohadas—. Nunca había estado enamorada, hasta ahora.

—Estate quieta, cariño —susurró él—. Quédate tumbada y haz lo que te diga...

—Qué perverso... —dijo ella temblando deseando que él la tomara, la llenara...

—Ni la mitad de lo que voy a hacerte ahora... —prometió con una sonrisa triun­fante cuando sus manos se movieron y ella gritó—. Sí —dijo sin aliento, mirándola—. Así, cariño, así quiero que me recibas...

Se llevó una mano al cinturón para de­sabrochárselo, pero se quedó helado al oír el repentino sonido del timbre de la puer­ta que irrumpió como una bomba en el si­lencio del dormitorio, hizo saltar en peda­zos la intimidad de los dos cuerpos e introdujo de nuevo la lógica y la razón. Sesshomaru empezó a soltar palabrotas dignas de un marinero borracho.

—Espero que quienquiera que esté lla­mando a esa maldita puerta esté al co­rriente de pago de su seguro de vida —dijo entre dientes mientras se sentaba en la cama y se esforzaba por tranquilizar su respiración agitada y calmarse—. ¡Dios...! —gimió. Le temblaban los hombros y ente­rró la cara entre las manos un momento. Su cuerpo estaba rígido.

—No te habría parado —susurró ella—. Lo siento.

Él respiró hondo y enderezó los hom­bros. Bajó la vista hacia ella con pesar y la cubrió con la sábana.

—Qué vergüenza —dijo dulcemente—, te­ner que tapar tanta belleza.

Ella acertó a esbozar una sonrisa para él.

—Ahora empiezo a darme cuenta de dónde estoy, y por qué —confesó con un brillo malicioso en la mirada—. Eres un se­ductor sin corazón...

—¿Yo? —le espetó él fingiéndose ofendi­do. Se levantó en busca de su camisa y se la puso—. De eso nada. Tú eres la que me ha arrastrado hasta aquí y ha intentado se­ducirme.

—¡No he hecho nada parecido! —replicó ella. Se sentó en cama y se echó hacia atrás el pelo, negro y despeinado—. Un ca­ballero... —empezó a decir enfatizando esa palabra.

—No soy ningún caballero —le recordó mientras miraba hacia el vestíbulo donde el timbre de la puerta seguía sonando—. Y tú sabes muy bien que no me querrías si lo fuera¿a que sí? —añadió con una sonrisa. Ella lo miró con los ojos entrecerrados, a través de las pestañas.

—Te responderé cuando haya tenido va­rias horas para pensarlo. Ahora será mejor que vayas a ver quién es. Quizá algún huésped haya llamado a la policía al ver que metías en tu guarida a una jovencita encantadora.

—Eres encantadora, lo reconozco —mur­muró camino de la puerta del dormitorio—. Si te quedas donde estás hasta que me haya librado de nuestro visitante, te lo de­mostraré también físicamente.

—Eh, bueno, por esta noche ya he tenido bastantes emociones —dijo—. Creo que... me gustaría tener tiempo para pensar.

Él le devolvió la mirada pero no estaba enfadado, ni siquiera impaciente. Sonreía.

—Iremos a tu ritmo, preciosa. Te deseo pero no quiero forzarte a nada. Hasta ma­ñana.

Ella asintió con la cabeza.

—Buenas noches.

Él le guiñó un ojo y salió.

El inoportuno visitante era un socio de Sesshomaru que quería aclarar algunos pun­tos del contrato en el que habían estado trabajando todo el día. Kagome estaba se­cretamente agradecida por la oportunidad de escapar a su propio dormitorio y ence­rrarse en él. El vino la había ayudado a mostrarse desinhibida momentáneamen­te, pero la interrupción los había devuelto a la normalidad de un modo abrupto. No sólo había estado a punto de dejar de lado todos sus principios, sino que ¡incluso había reconocido delante de él que lo amaba!

Se puso el camisón y se tumbó en la cama con la mente todavía puesta en las caricias de Sesshomaru, en la presión de su cuerpo sobre el de ella, en la trampa dolo­rosamente dulce que era su boca. Lo ama­ba, eso era cierto. Lo anhelaba de un modo que nunca habría imaginado. Y aunque él no había dicho que com­partiera aquellos sentimientos, había reco­nocido que era todo lo que deseaba en una mujer.

Claro que, se recordó Kagome, los hom­bres estaban dispuestos a decir cualquier cosa cuando deseaban a una mujer, inde­pendientemente de que fuera o no verdad. Y una cosa era cierta, que Sesshomaru la dese­aba, se recordó mientras se ruborizaba.

Apagó la luz y se cubrió con la manta. Por la mañana, con la mente despejada, volvería a pensar en todo aquello. En ese momento no podía resolver rompecabezas emocionales, sólo podía dormir.


Wenas! Muahahahaha os habeis quedado con ganas de más ehhh! A veces pienso que soy demasiado mala...pero bueno así esta más interesante!...

Por cierto, sintiéndolo muchísimo no podré actualizar en 2 semanas, la escusa es que la samana que viene la tengo a petar de exámenes y la próxima me voy al ral·li a hacer de monitora cuidado de que no se pierdan los chicos y chicas de 1ro de la E.S.O, de todas maneras si puedo subiré el 15 el fin de semanaviniente,...con un poco de suerte puede que suba el 16 también...bueno de todas maneras muchas gracias por leer el fic

Gracias a todos/as los/as que me dejais reviews! y a quien lea el fic pero dejad reviews que son mi salario y motivación!