Soltó un suspiro mentalizándose para lo que se venía. Guardó los guantes que se había quitado con anterioridad al cargar y mimar a los niños felices del refugio, en su capa negruzca, y finalmente entró a su oficina.

En uno de los sillones que había frente a su escritorio estaba él, a quién consideraba un padre. Y de paso, a quién salvó en antaño, mientras su imagen como William Minerva crecía.

Ignorando su presencia, fue a sentarse a su escritorio, sacando uno de los papeles de una pequeña pila de ahí, y entintando la pluma, se dispuso a escribir.

— Sabes bien por qué estoy aquí — inició la plática el mayor de los dos. Ray definitivamente supo, que no había escapatoria, ni aunque quisiera —. ¿Quién es la nueva aspirante a Mamá que vino?

— Su nombre es Emma, y casualmente la encontré en una de las plantaciones que había ahí cerca.

— ¿Qué piensas hacer con ella, Ray?

Supo que estaba siendo serio cuando no lo llamó "Cíclope somnoliento".

— Ella aceptó venir conmigo con la condición de ayudarla a buscar a sus hijos, y de paso, me ofreció tomarla como mi esposa — Yuugo lo miraba totalmente incrédulo. Y de haber estado bebiendo té, lo hubiese escupido sin duda.

— ¿Qué? — maldición, este niño siempre le salía con cada cosa y sorpresa. Bueno, al menos, no era asexual u homosexual como pensó algún tiempo, aunque tampoco es como si fuese un problema en realidad —. Ray, tú no sabes si los hijos de ella siguen vivos o no. Además, ¿Cómo está eso de que ella es tu esposa ahora? Creí que no estabas interesado en eso.

Porque sí, Ray, William Minerva, tenía bastantes pretendientes. Si lo decimos, vulgarmente, tenía dónde escoger.

— Eso mismo le dije, pero ella insistía con que están vivos por ahí en alguna plantación. Y sobre lo de ser mi esposa... Fue lo único que pudo ofrecerme con tal de ayudarla, y la acepté. En cualquier caso, si ella decide ya no seguir con nuestro trato, no me afecta en absoluto — terminó de escribir algo, dejando la pluma a un lado, recargándose en su silla.

— Bueno, también puedes reponerle los hijos... Ya sabes, cuando dos personas se aman o quieren mucho...

— Muy gracioso, Yuugo — lo fulminó con la mirada, disgustado por aquella sugerencia —. Y en cualquier caso, aquí necesitamos esos métodos anticonceptivos.

— No es su culpa que ellos tenga vida sexual y tú no.

— No es de tú incumbencia lo que pase en ella o no — respondió molesto y algo avergonzado. Yuugo lo miró burlesco.

— Aunque con la llegada de Emma...

— ¡Ya basta, anciano pervertido!

— ¿A quién le dices pervertido, emo virgen!

Y una pelea se desató ahí. Sin llegar a los golpes, pues así era como ambos se llevaban.

Y es que, lo había salvado cuando Hayato le había reportado que el enemigo, había hallado uno de los refugios del difunto William Minerva, el verdadero. Así fue como levantando escombros, logró salvar a Yuugo, lastimosamente, el amigo de este no había logrado sobrevivir.

Dándole más tarde, un entierro adecuado.

Y en esos 9 años, Yuugo había adoptado a Ray como su hijo. Y pese a ser Ray bastante huraño y cerrado, le había acogido cariño al excéntrico, estricto pero amable adulto.

Si no fuese por Yuugo, Ray en verdad hubiera perdido la cordura.

El sonido de la puerta siendo golpeada y después abierta alertó a ambos, para ser vistos con extrañeza por Vincent, quién se ajustó los lentes, presenciando como su jefe le estiraba las mejillas al adulto mayor y viceversa.

— Jefe, es hora de la cena... ¿Va a ir a comer con los demás o prefiere comerla aquí?

Ambos pelinegros se dejaron en paz, siendo Ray quién se aclarara la garganta antes de hablar. Había sido visto en un acto vergonzoso y que únicamente sus más cercanos conocían.

— Bajaré en un instante, gracias por avisarme, Vincent — con una reverencia breve, salió y se fue. Ray suspiró.

— Mocoso, ¿Al final qué harás si no encuentran a esos niños?

— Dudo mucho que se dé rápidamente por vencida. Se veía muy determinada a encontrarlos... Pero, si realmente ellos ya no existen en este mundo — su ceño se frunció, mientras se sujetaba el mentón, pensativo —… Ella definitivamente caería en una depresión, por no decir locura.

Palmeó su hombro, en señal de apoyo.

— Vete con cuidado con eso... Después de todo, una madre que ama a sus hijos, enloquece si estos sufren.

Si tan sólo su madre hubiera sido como Emma...

— Lo tendré en cuenta. Además, ella ya sabe en qué se está metiendo.

— Sólo te aviso, Ray.

Y con esa última frase, salió de la habitación, dejando al adulto sumido en sus pensamientos, una vez más.

Debía pensar que es lo que harían si de verdad, no los encontraban. También, lo que le diría... A él no se le daban las palabras suaves.

Suspiró.

— Norman, tú sí sabrías qué decir en estos casos.

Y con ese pensamiento al aire, salió de su oficina y se encaminó directamente a dónde todos estaban cenando, saludando algunos niños o personas que se encontraba; ser líder realmente, resultaba agotador.

Al llegar, su mirada se centró en Emma, quién hablaba con uno de los refugiados de ahí, compartiendo una que otra risa o sonrisa en medio de la conversación; resultaba encantadora, si lo pensaba.

Se acercó a la mesa, tomando asiento a su lado, dónde ya estaba servida su cena. Y aunque trató de ser lo más discreto posible, los demás notaron su presencia, comenzando a saludarlo o elogiarlo.

Ya quisiera él tener una cena tranquila. Por eso casi siempre pedía la cena en su oficina.

Emma al notarlo a su lado, le saludó, sonriéndole levemente.

— Este lugar es bastante grande y animado.

— Básicamente esto es un refugio, aunque comienza a tornarse en una ciudad. Sin contar que casi cada día, hay un nuevo nacimiento o embarazos — se llevó un bocado, masticándolo mientras miraba a sus alrededores, desinteresado.

— ¿Quieres decir que la tasa de natalidad es alta?

— Bueno, todavía no tenemos métodos anticonceptivos, por lo que sí, en efecto, es alto el que hayan más niños de lo estipulado... Aunque también, hay partos donde la madre no sobrevive. Nuestra tecnología no es tan avanzada como quisiera, y únicamente, en el mundo humano hay eso.

— Oh...

— Supongo que ya viste los alrededores con Hayato.

— Sí, me mostró casi todo. Y también me dio este vestido café, aunque, preferiría una blusa y pantalones.

— Tal vez te consiga esas prendas que pides... Por cierto, vas a dormir en mi habitación, y mañana veremos lo del plan para buscar a tus hijos.

Sus mejillas se tornaron carmín cuando mencionó tan casual dormir juntos, aunque se puso seria cuando nombró el tema de sus hijos.

— Le pediré a Vincent que me busque los planos de las plantaciones que hay todavía, y con Hayato y Ayshe, las iremos a ver.

—... Muchas gracias, Ray. De verdad.

— Es lo menos que puedo hacer, por ahora.

Y con eso, la plática dio fin. Mañana, sería otro día.

O también, otro dolor de cabeza para Ray.