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Tokio
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El ruido de la estación le hacía eco en sus oídos, sentía la sien retumbar, y no sabía si se debía al estrés por el que estaba pasando o por la pérdida de sangre, tal vez ambos. Kasumi suspiraba más seguido que de costumbre, miró la hora en su móvil, pero su mirada se centró en su fondo de pantalla, sus hermanos. A esa hora seguramente ya se habían comunicado con ellos, o tal vez en su presente no había transcurrido mucho tiempo, esperaba que fuese así, imaginar a sus hermanos solos le partía el alma, se secó un par de lágrimas que se le escaparon, había llorado todo el camino a la estación, no podía seguir así. El panorama no pintaba bien, no estaba segura de qué hacer, necesitaba ayuda y no tenía a quién recurrir. Ir al colegio de magia de Kioto era peligroso, no sabía si el poder de la maldición había creado una línea temporal alternativa o si sus decisiones e intervenciones pudiesen afectar su presente. Debía evitar a toda costa la escuela de Kioto, y la única opción que le quedaba era la escuela hermana de Tokio, quería creer que allí podrían ayudarla, al menos que trataran su herida. No podía ir a un hospital, su ficha de salud indicaría que tenía 6 años y podía meterse en un lío mayor por suplantación de identidad.
Un tren bala Shinkansen Hikari de la estación central de Kioto a la estación central de Tokio tardaría aproximadamente 2 horas y cuarenta minutos, si tomaba un tren Kodama tardaría cerca de 4 horas, su herida no resistiría un viaje en un tren Kodama que se detenía en todas las estaciones, debía ser un Hikari. Normalmente no haría un gasto así, pero temía desmayarse ahí mismo.
—Funciona por favor —susurró para sí misma cuando puso su tarjeta en un cajero automático, siempre la llevaba consigo en el bolsillo de su blusa. Presionó los botones rápidamente, el aparato no le puso resistencia y le dejó retirar dinero. Suspiró aliviada y giró 20.000 yenes. El boleto sin reservar del tren Shinkansen Hikari de Kioto a Tokio salía 13.080 yenes, usaría el resto para tomar locomoción colectiva de la estación al colegio, al menos hasta la calle principal.
Pagó el boleto sin inconvenientes y esperó por el siguiente tren con los ojos cerrados apoyada en la pared, con su mano derecha en su costado herido, con la otra sujetando la empuñadura de su espada. Los trenes bala salían cada treinta minutos, por suerte para ella en 17 minutos llegaría el siguiente, solo esperaba poder resistir el viaje. Había concentrado energía maldita alrededor de su herida, pero no sabía cómo sanarla, solo conseguía que la sangre saliera más lentamente, sus energías iban disminuyendo con cada minuto que pasaba, solo rogaba poder aguantar hasta llegar a Tokio.
(...)
Caminaba lentamente esperando que la página cargara en su móvil. Una corriente de aire frío le sacudió el mechón de la frente, pero no le prestó atención, iba atento observando la pantalla, leyendo la poca información que ya había cargado de su manga favorito. Había salido a comprar algunos snack y bocadillos para él y su compañero, ya habían almorzado pero a Satoru se le habían acabado los dulces. Y lo más importante, querían compartir con Nanami un buen rato para animarlo. Sería difícil, pero al menos intentarían acompañarlo, aunque no demostrara del todo cómo se sentía por lo sucedido con Yu, sabía que estaba afectado y era más que comprensible. Cuando pasó lo de Rico, y pensó que Satoru había sido asesinado, perdió la calma por completo, Nanami debía sentirse mucho peor, pues al final del día, Yu no volvió. Ya nada sería igual, todo lo que habían vivido en el último año los había cambiado a todos, algunos más que a otros, pensó. Suguru miró la punta de sus zapatos mientras subía por la calle camino al colegio, definitivamente necesitaban relajarse. Suspiró y levantó la vista, sus ojos afilados se abrieron de par en par cuando vio una persona en el suelo cerca de la entrada del colegio. Apresuró el paso, trotó suave y llegó junto al cuerpo inerte.
Lo observó unos segundos y tecleó rápido en su móvil 'hay un vagabundo tirado afuera del colegio' y se lo envió a su compañero. Miró nuevamente el cuerpo y volvió a escribirle 'parece que es un punk, tiene el pelo pintado'. No alcanzó a acercarse al vagabundo cuando Satoru llegó corriendo a su lado.
—Eres un chismoso —le reclamó con las cejas fruncidas—no quisiste salir a comprar, y ahora llegaste en un minuto ¿Usaste tu teletransportación para esto? Que irresponsable —reprochó metiendo su celular a su bolsillo.
—¡Cállate! —exclamó emocionado, como si el evento fuera de lo más entretenido—le enviaré fotos a Shoko y Nanami —dijo y abrió la cámara de su celular, esperó que cargara y fotografió desde distintos ángulos—por correo se demora… —dijo pensativo.
—¿Estará borracho? —se preguntó Suguru, miró de soslayo como Satoru se acercaba con una rama y le picoteaba la cabeza riéndose, como si fuera un bicho por descubrir. Resopló, no se acostumbraba a la forma de ver las cosas que tenía su amigo, era claro que Satoru Gojou estaba en un peldaño superior, pero no lograba comprender esa facilidad que tenía para menospreciar a todos. Más bien, no quería comprenderlo. Frunció el ceño y le quitó la rama de las manos mirándolo cansado.
—¡Oye, oye! —se quejó Satoru, pero guardó silencio cuando vio el semblante serio de Suguru. Su amigo se quedó viendo fijamente el cuerpo boca abajo, pasaron unos segundos en silencio que Satoru necesitó romper—¿Llámanos al sensei?
—Es una chica —respondió Suguru y Satoru alzó ambas cejas cuando lo oyó, su amigo apuntó a su trasero, y obediente, él miró. Entonces notó la figura curvilínea del vagabundo, que a pesar de su vestimenta se podía notar, el cabello largo no era extraño en los hechiceros, por lo que no le prestó atención cuando lo vio. Vio a Suguru agacharse y voltearla, el cabello que antes caía sobre sus hombros se deslizó por el costado, dejando ver el rostro de una joven de su edad.
—Es hechicera —dijo al concentrarse y ver la energía maldita desbordando débilmente de su cuerpo.
—Su ropa… se parece al uniforme del colegio de Kioto —Suguru le pasó la bolsa en silencio, Satoru lo miró pasar un brazo por debajo de su espalda y el otro debajo de sus piernas, apoyándose en una rodilla se reincorporó lentamente con la joven en brazos. Satoru miró de soslayo el rostro de la desconocida, tal vez era menor que ellos, se quedó unos segundos viéndole el flequillo y luego volteó hacia el suelo nuevamente, viendo la mancha de sangre donde antes estaba la chica
—Está herida. Llamaré a Shoko —dice serio y marca el número de su compañera.
(...)
La calidez que invadió su cuerpo le devolvió poco a poco el sentido. Aún dormida podía sentir como recuperaba las fuerzas, el frío que le acompañó por horas se esfumó así como vino. De pronto, se percató de la suavidad que le rodeaba, el cambio radical de su entorno le hizo fruncir las cejas, sabía que algo era diferente pero no exactamente qué, a pesar de la curiosidad no conseguía despertar. Estaba como en un limbo, oía murmullos en la lejanía que no lograba comprender, si bien estaba recuperándose, aún no podía siquiera abrir un ojo. Fue consciente de su propia respiración, su pecho subía y bajaba a ritmo constante, estaba segura y fuera de riesgo, su cuerpo se relajó casi al instante al comprenderlo, el peligro ya había pasado.
Las voces fueron acercándose a medida que se recuperaba. Entonces frunció el ceño al desconocer cada una de ellas. Entró en alerta al instante, a pesar de que se sentía mejor y cómoda, el rodearse de desconocidos encendió su modo precavido, no podía dormir plácidamente sin saber dónde y con quién estaba, pues ahora no estaba bajo los efectos del discurso maldito de Inumaki, dormir despreocupadamente podría resultar en un grave error. Kasumi volvió a fruncir el entrecejo, esta vez intentó abrir sus ojos, pero los cerró apenas la iluminación le nubló la vista. Volvió a intentarlo por segunda vez, lo primero que vio fue el techo blanco con focos fluorescentes, por suerte para ella, la luz blanca no le golpeó tan fuerte en los ojos resentidos por su reciente despertar. Tardó unos segundos en comprender su situación, recordó que se había desmayado antes de llegar al colegio de magia Metropolitana de Tokio, su entrecejo se arrugó, no había alcanzado a entrar, entonces ¿Dónde estaba? Se estremeció al sentir un escalofrío, el calor que sintió antes se había ido dando paso a un ambiente más fresquillo que no había notado. Intentó sentarse, sintió como si su cuerpo hubiera doblado su peso de repente, dificultando la simple tarea de sentarse, un costado de su torso no quería despegarse del colchón, soltó un quejido bajito que le extrañó incluso a ella al romper el silencio.
—No te levantes aún —escuchó desde algún rincón de la habitación. Una voz masculina que no recordaba haber oído antes, pero que se le hizo sumamente familiar. Volvió a fruncir el ceño, un poco desconcertada de sus propios pensamientos—perdiste mucha sangre.
Lo conocía. Kasumi ignoró su sugerencia, lo más importante era saber quién le hablaba, de pronto le nació la urgencia por conocer al dueño de esa voz, le ganó a su necesidad de saber dónde estaba. Algo en su interior se lo exigía, como si su ansiedad supiera de quién se trataba y solo necesitara la confirmación de sus sospechas. Intentó sentarse otra vez, se apoyó de sus codos y dejó que su torso se inclinara lo suficiente para poder ver a su alrededor. La habitación era bastante simple, las paredes eran lisas de color blanco invierno, parecía un cuarto de enfermería, podía oler aún un poco de antiséptico en el aire. Pero sus ojos no se tomaron mucho tiempo para investigar su entorno, buscaron rápidamente hacia la dirección que habían oído la voz y entonces lo vio.
Lo primero de lo que fue consciente Kasumi, fue de sus latidos acelerados pero no lograba comprender el porqué tanto alboroto. Había un chico sentado con las piernas cruzadas en una silla cerca de la ventana. Parecía de su edad, vestía uniforme similar al del colegio de Tokio, y eso era algo bueno, pues todo indicaba que estaba en la escuela hermana, sin embargo, no podía apartar la vista del chico que parecía mirarla, no podía asegurarlo pues sus lentes oscuros escondían sus ojos. Entonces algo en su cabeza hizo 'clic', reconoció su cabello blanco y forma de rostro, y sobretodo, el que escondiera sus ojos de miradas curiosas como la suya, era Satoru Gojou, un joven Satoru Gojou.
—Gojou-sensei… —murmuró en voz alta, como si con eso pudiera convencerse de que era real, de que definitivamente estaba viendo a un joven Gojou-sensei. De pronto todo empezó a girar para Kasumi, se sintió débil y sus codos no pudieron seguir sosteniéndola. Fue un arduo trabajo el no desplomarse, su cuerpo temblaba ligeramente y no sabía si era por las bajas temperaturas o por estar frente al chamán que admiraba.
—¿Eh? —soltó Satoru, mirándola a través de sus lentes. La joven seguía muy pálida, su cabello estaba enredado y su flequillo revuelto. Frunció el ceño, era normal para él ser una figura 'pública', desde que tenía conciencia había sido así. No solo era la cabeza del clan Gojou, era quién había heredado los seis ojos y por ser un Gojou, la técnica de maldición ilimitada, era casi una celebridad en el mundo de la hechicería, sin embargo, la joven que parecía conocerlo le causó curiosidad. Había algo en su tono de voz, entre añoranza y confusión, que llamó su atención. Iba a preguntar cuando la puerta se abrió lentamente, y Suguru entraba con calma.
—Viene Yaga-sensei —informó mirando a Satoru, giró hacia la cama y alzó las cejas al ver a la joven despierta—qué bien, estás despierta ¿Cómo te sientes? —le preguntó sonriendo con amabilidad.
Kasumi se pegó a la pared en segundos buscando refugio, ni siquiera lo procesó, su cuerpo se movió solo ante la amenaza. Respiró agitada, nunca ni en sus peores pesadillas pensó ver a Suguru Geto, el usuario de maldiciones. El terrible hechicero que había invocado miles de maldiciones en Shinjuku «debería estar muerto» pensó afligida, estaba paralizada viendo como el chamán la miraba confundido. No podía quedarse paralizada, debía defenderse aunque no tuviera posibilidades contra un hechicero de grado especial «muévete inútil» se dijo con los ojos al borde de las lágrimas, «muévete, muévete, muévete» se repetía, su mano lentamente se movió por las orillas del colchón buscando su espada, sentía que apenas podía respirar ante la presencia de Suguru, le costaba trabajo por su estado físico y emocional, pensar en alguna conclusión coherente de lo que estaba presenciando.
—Oye —habló Satoru conteniendo la risa—es primera vez que una chica reacciona así contigo, creo que perdiste tu toque —y se carcajeó burlesco. Suguru frunció el entrecejo, y aunque tenía mucho que decir para defenderse o ridiculizar a su amigo, guardó silencio. Él mismo estaba confundido, la chica estaba temblando y lo miraba horrorizada, como si hubiera visto al mismísimo demonio.
—Tranquila —habló sin acercarse. Kasumi frunció el ceño y tanteó con desesperación por la cama—¿Buscas la espada? —le preguntó y ella detuvo sus movimientos volteando a verlo—la tiene Satoru, no la perdiste.
—Ahora es mía —bromeó Satoru sonriendo mientras la movía con facilidad—aunque es bastante simple… imagino que es barata.— Dijo pensativo y le quitó la vaina para mirar el filo—Yep, es barata.
—Gojou-sensei… —susurró aun incrédula por estar viéndolo. Era él, estaba convencida. Su rostro era el de un muchacho joven, era un poco más bajo de lo que recordaba, centímetros quizá, y su voz no era tan ronca, además, el usuario de maldiciones lo había llamado Satoru, no había espacio para la duda. Era Satoru Gojou y su corazón no dejaba de latir con fuerza ¡Algo bueno entre tanta tragedia! Poder conocer al chamán más fuerte de joven era fortuito, era lo único positivo que encontró a su situación.
—¿Me conoces de algún lado? —preguntó Satoru guardando la espada.
—Todos en el mundo de la hechicería te conocen —murmuró Suguru blanqueando los ojos—¿Eres una hechicera verdad?
Kasumi contuvo el aliento por unos segundos. Cuando pensó en ir por ayuda al colegio de magia de Tokio, no previó la posibilidad de encontrarse con hechiceros de renombre como ellos, con la urgencia por tratar su herida no pensó en las consecuencias «que tonta» pensó. De por sí tenía poca autoestima, pero con todos los errores de ese día, se sentía peor que otras veces. Llamarse inútil no era suficiente. Miró afligida al par de estudiantes ¿Qué podía decir y que no? No tenía claro el poder de la maldición, solo sabía que la había enviado once años atrás, en el 2007 Satoru Gojou seguía siendo estudiante, y Suguru Geto su compañero. Aun no desertaba, intentó hacer memoria, según los archivos, en el 2009 Suguru Geto masacraría a un pueblo y abandonaría la escuela de magia. El Suguru que tenía enfrente no era el mismo que había hecho tanto mal. Tragó saliva, tenía la garganta seca, miró hacia las sábanas evitando ver a los ojos al usuario de maldiciones, tenía mucho que procesar, sentía que la cabeza le iba a estallar en cualquier momento.
—Bien —la voz masculina y autoritaria la sobresaltó. Volteó hacia la puerta, un joven director Yaga entró con el ceño arrugado—ustedes dos, largo —dijo apuntando con su pulgar hacia la salida.
—¡Nosotros la encontramos! —exclamó Satoru—es nuestra, váyase usted… —no alcanzó a terminar cuando el director le dio un manotazo a su cabeza. Kasumi alzó ambas cejas cuando lo vio, recordó enseguida cuando el director le hizo una llave al chamán más fuerte mientras les daba las indicaciones en el torneo de las escuelas. En ese momento le sorprendió que Satoru Gojou permitiera que lo tratara así cuando podía vencerlo fácilmente, pensó por un momento que lo había permitido para divertirlos un poco, ahora entendía que era cuestión de confianza.
—Eso sonó terriblemente mal —susurró Suguru. Kasumi mordió su labio inferior, mirándolos interactuar, se sentía como un testigo incapaz de interferir, vio como Satoru Gojou se acariciaba la cabeza y refunfuñaba mientras salía, Suguru volteó a verla y se despidió levantando la mano mientras le sonreía. Kasumi abrió la boca por el asombro, pero no fue capaz de decir nada.
—Bien —comenzó diciendo el director, se sentó donde antes estuvo Satoru Gojou, se cruzó de brazos y piernas y habló—¿Cómo te llamas y porque viniste a la escuela de Tokio?
Kasumi respiró profundamente, no estaba segura de si debía hablar, pero nadie la ayudaría sin dar alguna explicación, además, era la única oportunidad que tenía para conseguir apoyo de algún tipo. Relamió su labio inferior y levantó la barbilla para mirarlo, tragó saliva y contestó algo tímida.
—Y-yo… me llamo Kasumi Miwa —dijo y reverenció, cuando se inclinó sintió su costado herido doler ligeramente, recordándole que estaba allí, que había sido herida por su torpeza, volvió a tragar y continuó—soy estudiante de segundo año del colegio técnico de magia metropolitano de Kioto. —Hizo una mueca cuando lo vio alzar una ceja.
—Las únicas estudiantes de Kioto son Mei Mei y Utahime Iori —respondió rápidamente—dime la verdad, ¿Quién eres?
—¡Es la verdad! —exclamó apretando las sábanas con sus manos hasta que sus nudillos se volvieron blancos—soy estudiante de Kioto… pero no aún —susurró insegura. Yaga frunció el ceño y dejó de cruzarse de brazos para inclinarse hacia delante, juntó sus manos y esperó. Kasumi suspiró y murmuró sin mirarlo—esta mañana tuve una misión con mis compañeros en un psiquiátrico de Kioto… fui atacada por una maldición y me envió 11 años al pasado.
El director no respondió. Kasumi se quedó muda viéndolo, parecía no reaccionar, o tal vez estaba estudiando su versión, cualquiera fuera el motivo, le llenó de inseguridad. Pensó en disculparse y levantarse para irse, pero su lado racional le obligaba a quedarse allí, la única manera de solucionar algo, si es que se podía, era con la ayuda del colegio de Tokio, no tenía más alternativas, no en el 2007.
—Vengo del 2018… créame por favor —dijo suplicante. El director Yaga soltó un profundo suspiro y llevó sus manos a su rostro, apoyándolas en su nariz y labios. Kasumi iba a hablar cuando la puerta se abrió de golpe, ambos giraron para ver el rostro de Satoru Gojou y por el costado, el de Suguru Geto, ambos apoyados entre el umbral y la puerta.
—¡Como en el Terminator! —exclamó sorprendido—¿Viniste a impedir que domine el mundo? —preguntó, y Kasumi quedó perpleja, no sabía si le estaba tomando el pelo, pero su rostro serio le hacía pensar que hablaba muy en serio—¿debes exterminarme de joven para que no procree a un John Connor?
—¿Por qué se trata de ti? —preguntó Suguru—seguramente es como Marty Mcfly, y vino por error ¿No escuchaste lo de la maldición? —Satoru le dio un codazo para que se hiciera a un lado, entró a la habitación ignorando los argumentos de Suguru y se sentó a los pies de la cama, esperando escuchar un cuento fantástico. Kasumi intentó esconder el asombro, y calmar su efusividad por estar tan cerca del mismísimo Satoru Gojou.
—O es como Trunks del futuro y vienes a advertirnos que en una isla al Sur, el 12 de mayo en tres años, aparecerán los androides —Satoru se inclinó un poco, pudo ver destellos de sus ojos celestes y tuvo que concentrarse para no comportarse como la fangirl que era.
—¿No les dije que salieran? —preguntó Yaga fingiendo enojo—no que se quedaran escuchando detrás de la puerta—Suguru sonrió en respuesta y Satoru sacó la lengua, Kasumi no supo si era una burla o una disculpa.
—No es nada de eso… —respondió Kasumi, mirando a Satoru. El joven resopló decepcionado y se puso de pie metiendo las manos en los bolsillos con actitud relajada—solo… fui atacada por la maldición y me desperté en el 2007.
—¿Cómo podemos saber que es verdad y que no eres una bruja? —Kasumi alzó ambas cejas, asintió comprensiva, no le extrañó su desconfianza y es más, debía ser así, no era fácil de creer incluso para ellos que se manejaban en el mundo de la hechicería.
—Actualmente soy estudiante de Utahime-sensei —murmuró pensando qué más podía decir que no tuviera consecuencias—el director es Gakuganji-sama… no quise ir a Kioto porque… pensé que podía traer alguna consecuencia involucrarme con ellos.
—¿¡Utahime es maestra!? —exclamó Satoru interrumpiendo lo que iba a decir Yaga. Suguru se apoyó en el umbral de la puerta y se cruzó de brazos, escuchando atento—pero si es tan débil… ¡Por eso perdiste con esa maldición! Si esa es tu maestra… —dijo encogiéndose de hombros, Suguru se rio al escucharlo, y Satoru le imitó, era agradable burlarse de los débiles, más cuando no lo regañaba por eso.
Kasumi curvó las cejas al escucharlo, si bien era cierto que comparada a Satoru Gojou, Utahime-sensei era débil, no le pareció correcto que se burlara de ella «tal vez por eso no le agrada Gojou-sensei...» pensó, y medio sonrió al imaginar a su maestra alterada por los comentarios de Satoru Gojou.
—Bueno… Tengen-sama te permitió entrar —murmuró pensativo, sus estudiantes dejaron de burlarse y lo escucharon atentos—no debes ser un peligro.
—¡Oye, oye! —habló Satoru ignorando la seriedad de su sensei, se acercó a la cama y se encorvó para quedar a su altura. Kasumi alejó un poco el torso cuando invadió su espacio personal, sintió el calor subírsele al rostro y esperaba no estar muy ruborizada—hace un momento me llamaste 'Gojou-sensei' ¿Soy maestro en el futuro?
Kasumi soltó un quejido bajito, casi pidiendo ayuda divina que la iluminara para saber qué hacer, qué podía decir y qué no. Suguru se acercó también para escuchar, y la joven pensó en esconderse bajo las sábanas, pero no sería muy maduro de su parte.
—No le respondas a estos idiotas —habló el director Yaga, salvándola en el proceso.—No digas nada sobre el futuro, no sabemos qué puede provocar.
—Entiendo —dijo asintiendo, miró a Satoru justo cuando él resopló haciendo una mueca infantil, sonrió al verlo y volteó hacia el director.
—Puedes quedarte, reportaré este incidente con el director Gakuganji, pero es mejor que te quedes acá y que no te relaciones con el colegio de Kioto. —Kasumi asiente y le reverenció antes de que se marchara—y ustedes dos —dijo apuntando a sus estudiantes. Satoru y Suguru lo miraron expectantes, pero no preocupados, estaban acostumbrados a los regaños de su sensei después de todo—dejenla dormir y vayan por Shoko para que la lleve a un dormitorio.
Kasumi miró como el director pasaba junto a Suguru y soltó un suspiro. Al menos le habían creído y dormiría bajo techo esa noche. Aliviada, volteó hacia Satoru que la miraba con una sonrisa maliciosa en los labios, luego miró a Suguru, y se espantó al ver que se reía de la misma forma, y fue en ese momento que comprendió que ambos eran una combinación peligrosa, en muchos sentidos. Soltó una sonrisa nerviosa al verse sola con ellos, Suguru acercó la silla hasta la cama y se sentó, Satoru volvió a instalarse en la cama, comprendió de inmediato lo que querían.
Saber de su futuro. Kasumi desvío la mirada y rogó que su voluntad no le fallara, no podía caer en los encantos de Satoru Gojou y decirle todo, debía ser fuerte.
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N/A: holii, gracias por leer y comentar c: me costó escribir el cap por la tablet, pero al menos terminé.
Espero no tenga muchos errores ortográficos y de redacción,
Nos leemos!
