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Bienvenida

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Desde que era una niña que podía ver maldiciones. Al principio no sabía detectar lo real de lo espiritual, a veces recordaba fragmentos de su niñez y comprendía que muchas situaciones que vivió habían sido paranormales y no lo supo en el momento. Cuando se introdujo en el mundo de la hechicería, en secundaria, emprendió un viaje sin retorno. El mundo de las maldiciones y hechiceros explicaba muchas situaciones cotidianas que la mayoría de la población pasaba por alto, pero ella se movía entre ambos mundos, y lo que podía sonar a fantasía para una persona normal, era una realidad del día a día para ella y sus compañeros hechiceros. Supo entonces que muchas mitologías japonesas eran en realidad maldiciones, y un mundo de posibilidades se abrió, pero aun con saber todo eso, jamás pensó algún día estar viviendo una experiencia tan peculiar. Lo único que la convencía de que todo era real, era que no tenía la suficiente imaginación como para crear un escenario así.

Sus ojos azules viraban desde el rostro del joven Gojou Satoru hasta el usuario de maldiciones Geto Suguru y no sabía a quién prestarle real atención. La curiosidad de conocer al hechicero de grado especial que había provocado tanto daño en el año 2017 la obligaba a estudiarlo cuidadosamente, pero la presencia del chamán más fuerte le distraía. No podía evitarlo, el Satoru Gojou que tenía en frente era diferente al que conoció unos meses atrás, aparte de su notoria juventud, había algo en su personalidad que le hacía pensar que eran dos personas completamente diferentes. Quizás solo era su imaginación, pero sentía que el chico que tenía en frente era una persona muy distinta al sensei que admiraba. «claro que son diferentes, Gojou-sensei es un adulto» pensó mientras observaba reír al joven Satoru.

― ¿Y bien? ―la voz de Satoru la sacó de su trance, sacudió la cabeza por microsegundos como si con eso pudiera despertar. Se quedó viéndolo, intentando pensar qué le estaba preguntando, hasta que el chico frunció sus cejas y resopló estirando sus labios al mismo tiempo― ¿la pérdida de sangre te dejó tonta?

―Satoru ―le reprendió Suguru― ¿cómo te llamas? ―preguntó sonriéndole, y la joven abrió la boca por el asombro ¿realmente era la misma persona que desertaría en un par de años? El chico que le sonreía parecía ser una de las personas más amables que había conocido, no coincidía con la descripción del chaman que había asesinado a todo un pueblo.

―M-Miwa ―respondió con la lengua adormecida, como si estuviera recién despertando.

― ¿Tú nombre? ―insistió Suguru alzando una ceja.

―Kasumi ―asintió inclinando la cabeza―Kasumi Miwa ―Suguru asintió y volteó hacia Satoru que parecía más entretenido mirando su móvil, no atento a las presentaciones―usted es… Geto Suguru ¿verdad? ―dijo lo último en un hilo de voz, como si pronunciar su nombre en voz alta estuviera prohibido. Suguru alzó ambas cejas al escucharla y sonrió ampliamente, mostrando su perfecta dentadura.

―Parece que no eres el único famoso, Satoru ―dijo mirando a su compañero, el joven Gojou se encogió de hombros y le regaló una sonrisa torcida en respuesta― ¿también soy sensei en el futuro? O ¿soy conocido por algo más? ―y Kasumi abrió los ojos de par en par.

― ¡Maldición! ―exclamó y cubrió su boca con ambas manos―no debí decir nada ―dijo en voz baja― ¡tonta! ―siguió lamentándose sin mirar a los hechiceros. Era normal para Kasumi sentirse inútil, pero siempre pensó que era sobresaliente en estudios y demás, ahora empezaba a dudarlo.

―Oye, tranquila ―habló Suguru―el mundo de la hechicería es pequeño, es normal que seamos conocidos ―dijo intentando calmarla―no has dicho nada comprometedor aún.

―S-sí es cierto ―murmuró cabizbaja―estoy nerviosa ―reconoció apretando las manos en las sábanas. Al reconocer cómo se sentía, la vergüenza le invadió, estaba siendo interrogada por los dos chamanes más fuertes, a uno lo admiraba profundamente y conocerlo como un chico de su edad no ayudaba a que se calmara.

―Creo que mejor te dejamos descansar ―dijo Suguru poniéndose de pie―Satoru ―le llamó al ver que su compañero no se movía.

―Quiero saber de mi futuro ―murmuró sin mirar a su amigo, atento a la pantalla de su móvil―adelántate.

― ¿Eh? ―soltó Miwa al oírlo, al comprender que se quedaría sola con Gojou-sensei, su rostro palideció, el corazón le latió deprisa y se apresuró en hablar― ¡No debo decir nada! Por favor no me pida que hable ―suplicó mirándolo con angustia.

Satoru apartó la vista del aparato y le miró por encima de sus lentes negros. La joven estaba inclinada hacia delante, con las manos sobre las mantas y su cabello desordenado sobresalía por sus hombros. Sus mejillas tenían un leve rubor rosa decorándolas, pero fueron sus grandes ojos azules los que le llamaron su atención, parecía que en cualquier momento se ponía a llorar y aquello le causó gracia. Le parecía algo estricta para ser una chica de su edad, él y Suguru, incluso Shoko, eran más espontáneos e infantiles que ella.

―Si me lo pides llorando, lo consideraré ―dijo sonriéndole y Kasumi parpadeó confundida al oírlo.

―Deja tu fetiche con el llanto para otro momento ―habló Suguru―dejémosla descansar.

― ¿Acaso no te interesa saber de tu futuro? ―preguntó frunciéndole el ceño―no le diremos a Yaga-sensei, anda ¿Kasumi? ―repitió mirándola y Kasumi se sonrojó, mientras lo miraba con los ojos bien abiertos, en su mente se repetía una y otra vez "me llamó por mi nombre". ― ¿Kasumi es su nombre? ―preguntó mirando a Suguru al no tener respuesta de la recién llegada. ―Miwa Kasumi… Miwa ¿ingresaste por reclutamiento? Tu apellido no me suena a ninguna familia de hechiceros.

― ¡S-sí! ―logró asentir cuando salió de su ensoñación. Tener la atención del chaman que admiraba la tenía tensa y nerviosa a la vez―me reclutaron porque podía ver maldiciones y por mi pelo… ―murmuró pensativa.

Suguru y Satoru se quedaron viendo al oírla, pero no dijeron nada. Kasumi los miró confundida, ellos parecían comprenderse a un nivel que no conocía. No tenía amigos cercanos aparte de sus compañeros hechiceros, y recién empezaban a llevarse mejor. En cambio, la relación de amistad que parecían tener ambos hechiceros era especial, no necesitaban palabras, se entendían al mirarse, se preguntó si en su presente Gojou-sensei tenía a alguien con quien se llevara de la misma forma que como lo hizo con Geto-san. Su semblante se ensombreció, era muy probable que no tuviera a nadie y al pensarlo, se llenó de melancolía. Debía sentirse triste o haber sufrido mucho cuando su amigo desertó y luego, tener que enfrentarse a él. No saberlo con seguridad le llenó de curiosidad, quería saber más de Gojou-sensei, y ahora tenía una oportunidad única para entenderlo, o al menos para intentar comprender al Gojou de su presente «¿para qué quiero saberlo? ¿qué gano con comprenderlo?» se preguntó al pensarlo, y sus mejillas se incendiaron antes de responderse.

―Por esta vez, paso ―habló Suguru―vamos a comer, ella necesita descansar ―Kasumi lo miró al oírlo referirse a ella, vio a Gojou-sensei bufar mientras sacaba la lengua en descontento, pero le hizo caso y caminó hacia la salida―descansa, Kasumi.

―G-gracias ―murmuró y los vio salir con pasos relajados.

Se quedó sentada viendo el sitio en que antes estuvo Satoru Gojou, aún no podía creer lo que estaba viviendo. Parecía todo tan irreal. Se recostó con cuidado de no tocarse demasiado en la zona en que se había herido, ni siquiera había mirado la gravedad de su herida. Se levantó la blusa con el ceño fruncido al sentir la tela tiesa y áspera por la sangre seca, tragó saliva al pensar en que definitivamente había perdido bastante sangre, agradeció que Kamo-san usara solo su escama roja fluyente y no una técnica más avanzada, seguramente no habría resistido hasta llegar a Tokio si hubiera usado otra habilidad. Observó fijamente la zona en donde estuvo su herida, ahora no tenía más que una pequeña cruz de color rosada que sobresalía en su costado izquierdo y que con el pasar de los días, seguramente se borraría. Suspiró y se recostó nuevamente, si no fuera por el dolor, el frío y los nervios que hacían latir su corazón tan deprisa, podría llegar a pensar que era un extraño sueño, pero ni siquiera podía dudar que lo que estaba viviendo era una fantasía, seguía pensando que no tenía la suficiente imaginación para crear todo esto, y aunque la tuviera ¿por qué imaginaría conocer a Satoru Gojou de joven? Sus mejillas volvieron a sonrojarse al preguntárselo.

―Gojou-sensei es tan genial―susurró antes de cerrar sus ojos.


(…)


Llegó un punto en que no pudo seguir durmiendo, su cuerpo ya había tenido las horas suficientes para descansar. Cuando abrió los ojos, sentía los párpados pesados y los ojos arderle, pero lo más importante, su herida no dolía como antes, solo sentía un pequeño malestar. Se sentó lentamente, la cabeza le dio vueltas al reincorporarse tan bruscamente, pero nada que no pudiera soportar. Sintió la garganta seca, no había bebido ni comido nada desde la mañana, al pensarlo el hambre le revolvió las tripas. Buscó su móvil, vio su chaqueta colgada en su silla junto a su espada. Frunció el ceño, no recordaba que estuvieran allí antes, quizá lo pasó por alto al estar atenta a los famosos hechiceros.

Según la hora en su móvil, pronto serían las seis de la tarde, había dormido bastante. La luz que se colaba por la ventana le daba un aspecto rojizo a la habitación, las tardes otoñales le deprimían al igual que el invierno. Prefería la primavera y el verano, el día duraba más y había muchas opciones para pasar el rato con sus hermanos. Su garganta se cerró de repente al pensar en ellos, relamió sus labios y soltó un profundo suspiro.

―Esto es real ―dijo en voz alta, intentando convencerse a pesar de que lo estaba viendo. Despertar en aquella habitación de la escuela de Magia metropolitana de Tokio, con su blusa manchada de sangre, su móvil sin cobertura y el cuerpo pesado, era la evidencia perfecta que no dejaba espacio para la duda. Volvió a suspirar mientras se ataba su espada en la correa de su pantalón, tomó su chaqueta con una mano y en la otra llevaba su móvil, como si quisiera estar alerta a cualquier mensaje o llamada, cuando sabía que eso no pasaría, pero por costumbre prefería tenerlo a mano.

Salió de la habitación un poco tímida, mirando el pasillo con atención, intentando recordar dónde quedaba el comedor principal. Avanzó lentamente, midiendo cada paso que daba, un poco nerviosa pensando qué explicación daría si se encontraba con alguien más. Continuó avanzando pensando en cómo sería el lugar si fuera el colegio de Kioto, no tardó en llegar a un pasillo donde los ruidos de voces rompían el sepulcral silencio que le acompañaba desde que despertó. Atrás dejó el temor de encontrarse con personas que no conocía, porque reconoció de inmediato su risa, y una voz familiar le bastó para animarse a acercarse.

Para su suerte, la habitación de donde provenían las voces era el comedor del colegio. La puerta estaba abierta, y dentro la luz blanca iluminaba toda la habitación, dándole un ambiente complemente diferente al del pasillo que seguía iluminándose con la luz del crepúsculo. Asomó su cabeza por el marco de la puerta, no tardó en encontrar al grupo en el fondo de la habitación, estaban ambos hechiceros y una joven que no reconoció. Dejó de espiar y se apoyó en la pared, pensando qué decir o qué hacer. No se sentía en confianza como para simplemente entrar a saludarlos, hace tiempo que no entablaba conversación con desconocidos, estaba oxidada en eso de socializar, la última vez que se presentó con alguien fue cuando ingresó al colegio de Kioto. Torció los labios hacia su mejilla izquierda, pensando, entrar allí o seguir su camino. Pero tenía apetito, necesitaba comer algo antes de decidir.

― ¿Qué haces allí parada? ―pegó un brinco y soltó un chillido agudo cuando oyó la voz de Satoru Gojou. Volteó perpleja hacia la entrada, el chamán no llevaba sus lentes puestos y Kasumi se congeló en su sitio.

Quizás el motivo por el que escondía sus ojos se debía a algo relacionado con su habilidad de los 6 ojos, tal vez eran más sensibles, no lo sabía, pero el primer pensamiento que vino a su mente fue que los escondía porque eran demasiado hermosos. Kasumi lo miró boquiabierta, él frunció el ceño y con ello rompió el hechizo, la joven sacudió la cabeza para reaccionar, tragó saliva y rio nerviosa, con las mejillas sonrojadas.

―No sabía si entrar… ―reconoció apenada.

―No has comido ―dijo él en respuesta y se volvió hacia el comedor. Kasumi posó su mano sobre su mejilla, tratando que la palma fría aliviara el calor de su rostro. Tenía que acostumbrarse a verlo, no sabía cuánto tiempo duraría el efecto de la maldición o si tenía alguna manera de volver a su tiempo, hasta el momento lo único seguro era que estaría en la escuela de Tokio por tiempo indefinido, por ende, lo vería a diario. Su corazón latió deprisa ante la revelación, si bien, su situación era complicada, lo único positivo que podía verle a su problema era que conocería a Satoru Gojou. Sonrió para sí misma al pensarlo, con más ánimo le siguió de cerca.

―Kasumi ―saludó Suguru cuando la vio acercarse. La joven le sonrió tímida cuando le vio, miró hacia la joven que compartía con ellos y borró su sonrisa al ver las manchas violáceas debajo de sus ojos―ella es Shoko.

― ¿Shoko Ieiri? ―preguntó Kasumi― ¿La usuaria de Técnica de maldición inversa? ―dijo asombrada, entonces entendió que quién le había salvado había sido ella. Sus ojos se iluminaron, realmente estaba presenciando un sueño conociendo a hechiceros tan hábiles en su juventud― ¡muchas gracias por sanarme! ―exclamó alegre y le reverenció con entusiasmo.

―Vaya ―murmuró con un tono de voz relajado―de verdad vienes del futuro ¿no? ―Kasumi se reincorporó rápido para asentir, a pesar de verse de la misma edad que ellos, no podía tratarlos como a iguales. En parte porque sabía que en su realidad eran mayores que ella, pero sobre todo por la profunda admiración que sentía por cada uno.

―Eh ―titubeó al recordar que no estaba allí por voluntad propia―del 2018…

―¡Seré un sensei! Como Yaga-sensei ¡cuéntale, Kasumi! ¡cuéntale! ―exclamó entusiasmado Satoru, mirándola animado. La joven tragó saliva y rio nerviosa, aún era extraño oírle llamarla por su nombre, ni siquiera sus compañeros la llamaban así, sus mejillas se sonrojaron nuevamente por él.

―No puedo decir mucho, el director Yaga lo dijo ―les recordó sonriendo a modo de disculpa. Satoru bufó por su respuesta y sacó la lengua, Kasumi grabó en su memoria aquel gesto infantil que no había visto hacer a Gojou-sensei.

―Tranquila ―habló Suguru al mismo tiempo que le hacía un gesto para que se sentara―es probable que todo vuelva a la normalidad cuando exorcices a la maldición que te atacó, creo que la única reserva que deberías tener es no acercarte al colegio de Kioto.

―Es probable ―murmuró pensativa mientras se sentaba, no alcanzó a hablar cuando le acercaron una bandeja de alimentos, levantó la vista a la persona que le había entregado la cena, Shoko le sonrió por unos segundos para luego tomar los anteojos de Satoru y ponérselos por un rato―gracias.

― ¿Ves? Anda, dime ¿quién es mejor sensei? ¿Utahime o yo? ―preguntó impaciente―seguro que yo, no hay punto de comparación ―dijo y soltó una carcajada.

―La verdad es que no eres mi sensei ―murmuró Kasumi al mismo tiempo que probaba el estofado que le habían servido, tuvo suerte de que sirvieran su plato preferido, estaba tibio, pero al menos el sabor era agradable. Encorvó las cejas cuando sintió la comida deslizarse por su garganta, había pasado muchas horas sin probar nada. ―Por lo que no lo conozco demasiado.

―Pero debes saber algo más ―dijo Satoru con el ceño fruncido―dame detalles ―exigió y sacó una paleta de su bolsillo.

―R-realmente no sé nada ―murmuró nerviosa y apenas lo dijo, volteó hacia Suguru, como si su cuerpo la delatase, sabía algo importante y no podía decirlo. De repente se le quitó el apetito, alcanzó a probar dos cucharadas del estofado y dejó la cuchara en la orilla de su plato, agachó la vista con culpa ¿realmente no podía decir nada? Encorvó las cejas mientras pensaba en una respuesta.

―Déjala en paz, Satoru ―la voz de Suguru la sacó de sus pensamientos, levantó la vista al escucharlo. El joven sonreía tranquilo hacia su compañero―seguro tu futuro será brillante ¿de qué te preocupas? ―preguntó con sarcasmo. Satoru fue rápido en entender su tono de voz, lo miró de soslayo medio sonriéndole, se sacó el dulce de la boca y le respondió con la barbilla en alto, desprendiendo altanería.

―Y tú estás muy tranquilo con tu futuro ―murmuró y miró a Kasumi―por cómo reaccionó la chica cuando te vio, no creo que sea muy agradable ―contuvo la respiración cuando le oyó, abrió los ojos de par en par y volteó hacia Suguru, el chamán sonreía con calma, pero aun así sintió la necesidad de explicarse, no podía dejar que se hicieran siquiera una idea de lo que les deparaba.

―S-simplemente me asusté porque no lo conocía ―explicó nerviosa, sintiendo sus latidos acelerarse por tantas mentiras.

―Descuida ―respondió Suguru―a diferencia de Satoru, no tengo la necesidad de saber de mi futuro. Estoy seguro de mis convicciones ―Kasumi no pudo responder. Había algo en su voz que le hacía creerle, pero a la vez, esa convicción de la que hablaba era el real peligro a su parecer, o tal vez, desde la perspectiva de Suguru, aquello estaba bien. Tenía que ser así, pensó, de otra forma no se habría atrevido a hacer todo lo que había hecho, tuvo que tener una convicción muy fuerte para seguir aquel camino.

― ¿No comerás más, Kasumi-chan? ―interrumpió Shoko al ver que la conversación se había vuelto aburrida por culpa de sus compañeros. Kasumi miró su plato y asintió, se obligó a comer un poco más, pero las emociones contradictorias que se arremolinaban en su interior se sentían pesadas en su vientre, no pudo comer más que un par de cucharadas. Bebió un vaso de agua y alejó la bandeja, sin mirar a nadie en la mesa, sentía que si lo hacía terminaría diciendo algo que la metería en más problemas.

―Le quitaste el apetito ―dijo Suguru mirando a Satoru.

― ¿Yo? ¡Tú con tus comentarios sombríos! ¿Quieres pelear? ―dijo con el ceño fruncido al mismo tiempo que le quitaba los lentes a Shoko y se los ponía con rapidez. Kasumi miró angustiada la escena, levantó sus manos preparándose para intervenir, aunque fuera una estupidez, no tenía lo suficiente para detener alguna pelea de chamanes con el calibre de Gojou Satoru y Geto Suguru.

―Vamos, Kasumi-chan ―dijo Shoko, ignorando la escena que comenzaron sus compañeros―te mostraré tu habitación.

―P-pero ellos… ―respondió preocupada mirando a Suguru y a Satoru que se observaban como dos gatos que se gruñían advirtiéndose que, con cualquier movimiento del otro, se lanzarían a pelear.

―Es lo de siempre ―respondió restándole importancia―muchas palabras, poca acción ―Kasumi miró a ambos hechiceros, que al oír a Shoko la miraron con el ceño fruncido, y los ojos estrechados, pero ninguno la contradijo. ―Recojan las bandejas después que terminen.

A pesar de que no estaba convencida de dejarlos solos-por si había que separarlos si llegaban a pelear-había algo en el tono de voz de Shoko que le hizo obedecer. Tal vez se debía a que la veía como la adulta que había conocido antes, la amiga de Utahime-sensei. A diferencia de Gojou-sensei, Shoko no había cambiado demasiado aparte de su cabello corto, seguía siendo distraída y un poco seria en comparación al chamán más fuerte, pero en el grupo que se había formado ahora, parecía ser la más madura.

Les dio una última mirada antes de salir del comedor, ambos hechiceros parecían discutir en voz baja, no vio los mismos ánimos de pelea, se contagió con la calma de Shoko y la siguió obediente.

El hospedaje en el colegio de Tokio no era muy diferente al de su colegio en Kioto. Shoko la guío hacia la zona donde dormía ella, por lo que supuso era donde las chicas se quedaban. Se detuvieron en una puerta café, la madera parecía antigua, pero era de buena calidad pues se veía resistente. Vio a la joven insertar una llave en la cerradura, se apartó un poco para que abriera la puerta y cuando lo hizo, le pareció ver un destello blanco en el pasillo de dónde venían. Volteó justo para ver como Gojou-sensei y Suguru se escondían detrás de un pilar, si Gojou no hubiera empujado a Suguru y éste a Gojou, habrían pasado desapercibidos. Frunció el ceño, algo confundida volteó hacia Shoko para preguntarle, pero la joven miraba lo mismo que ella, solo que sonreía divertida al ver a sus compañeros.

―Discúlpalos ―dijo, suspiró cansada―no solo eres la chica nueva, vienes del futuro. Serás la novedad por varios días ―se encogió de hombros y le mostró su habitación desde el umbral de la habitación.

―Luce acogedor ―dijo mirando el lugar. La habitación era bastante amplia, en una esquina tenía un espacio para una cocina individual y en el otro extremo, una puerta cerrada que supuso era el sanitario. Las puertas del armario eran amplias, por lo que imaginó que su interior también lo era.

―Sí, Yaga-sensei ordenó que lo limpiaran. Dejaron abiertas las ventanas para que se aireara un poco ―explicó cuando vio a la joven abrazarse a sí misma― ¿Qué edad tienes Kasumi?

―17 ―respondió con una sonrisa― ¿Y usted? ―preguntó tímida.

―No me trates así ―dijo sonriendo―tenemos la misma edad, cumplo 18 en noviembre. Satoru en diciembre y Suguru en febrero―dijo sonriéndole. Kasumi sonrió en respuesta―… ¿Tienes novio? ―Kasumi borró su sonrisa y la miró confundida―ese par quiere saber ―dijo señalando a sus compañeros con su pulgar.

― ¡La idea es que no dijeras esa parte! ―gritó Gojou desde la distancia y Kasumi quedó en blanco. Su inexperiencia no le ayudaba a comprender lo que estaba pasando, el por qué querrían saber aquello.

― ¡Entonces debiste preguntar por ti mismo! ―respondió Shoko con cansancio, miró a Kasumi y le sonrió encogiéndose de hombros, mientras la joven la miraba confundida.

―¡Suguru quería saber! Yo no ―gritó rápido aun escondido, pero el empujón que le dio su compañero lo hizo salir detrás del pilar― ¡Oye!

― ¡Mentiroso! ¡Tú querías saber! ―respondió indignado Suguru y antes de que pudiera decir algo más, Satoru se le lanzó encima e iniciaron un extraño intercambio de puñetazos y patadas.

―Hombres ―dijo Shoko mirándolos aburrida―son un dolor de cabeza, más estos dos… ¿tus compañeros son iguales? ―preguntó restándole importancia a la pelea de los hechiceros. Kasumi alzó ambas cejas al recordar a sus amigos, sonrió nostálgica y negó, meciendo los mechones que le tocaban la mejilla.

―Mis compañeros son fuertes y confiables ―respondió sonriendo, entonces recordó el grito de Kamo-san, su sonrisa titubeó un poco al pensar que, si en su presente seguía corriendo el tiempo, tanto Momo como él debían estar lidiando con su fracaso.

―Este parcito también ―respondió―pero son problemáticos, en fin ―volvió a suspirar― ¿Qué talla usas? Iré a comprarte ropa interior y un par de atuendos para que te cambies y estés cómoda. ―Kasumi alzó ambas cejas y se miró la ropa, vio su blusa manchada y recordó que dejó su chaqueta en el comedor.

―Gracias ―dijo sonriendo y antes de poder responder algo más, unos pasos acercándose la distrajeron. Satoru y Suguru caminaban hacia ellas como si nada hubiera pasado, Suguru tenía su peinado algo caído y unos mechones sueltos, mientras que Satoru se acomodaba los lentes y sacudía la chaqueta.

―Te puedo prestar alguna remera que no use mientras ―dijo Satoru y Kasumi se congeló. Sus mejillas se sonrojaron y tuvo que concentrarse para no tartamudear, sentía el corazón latir deprisa, se limpió las manos con disimulo en sus pantalones al sentir las palmas sudadas.

―G-gracias, es muy amable Gojou-sensei ―respondió sonriéndole con timidez.

― "Gojou-sensei", me gusta cómo suena ―murmuró sonriendo arrogante―acompáñame ―exigió mirando a Suguru.

Su compañero no respondió, en cambio se quedó viendo a Kasumi por unos segundos, estudiando su postura, notando su nerviosismo y su rubor. Asintió sin mirar a Satoru y lo siguió de cerca, cuando estuvieron lejos de las jóvenes, murmuró casi en un susurro como si aún pudieran oírlos.

―Parece que le gustas a Kasumi.

―Es normal, soy muy guapo. Eso provoco en todas las mujeres ―Suguru sonrió divertido por la arrogancia innata de su amigo, negó sin dejar de reír y le interrumpió antes de que siguiera hablando más de sí mismo.

―Pareciera que le gustas en serio, no solo por conocerte ahora ―explicó. Satoru frunció el ceño y le miró confundido, no necesitaba sacarse los lentes para que Suguru se diera cuenta―me refiero a que tal vez le gustas de antes, desde su presente quizás. ―Vio como el semblante de su amigo cambiaba de confusión a sorpresa, para luego cambiar a su gesto habitual. Pero había algo en su sonrisa torcida que parecía diferente, Suguru lo miró con sospecha, soltó un profundo suspiro y murmuró más para sí mismo que para su amigo―no debí decirte nada.

Satoru no respondió, no dejó de sonreír mientras caminaba hacia su habitación, pensando en cómo comprobar o descartar la teoría de Suguru, porque debía saberlo, su ego necesitaba la respuesta.

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N/A: Muchas gracias por leer y comentar! en serio me da mucho ánimo que les guste. Ya quiero escribir de Kasumi interactuando más con todos xDDD las dudas sobre el cómo funcionará el tema del "viaje en el tiempo", se irán respondiendo dentro del mismo fic, son solo teorías mías xD

Nos leemos!