Después de aquella confesión, Emma fue mandada a llamar para ayudar en la preparación de los alimentos, siendo en sí, una salida ante el silencio incómodo que se formó sobre ambos.

Ray cayó rendido en el sofá dónde Emma estaba sentada anteriormente, suspirando mientras se revolvía los cabellos entre risas y sonrisas histéricas.

¿Qué le estaba comenzando a gustar a Emma? ¡Dios, en serio?

Es cierto que había aceptado ser su esposo, y que se le hacía única... Y linda. No obstante, ¿Qué ella comenzara a desarrollar algo por él? No, simplemente... ¡No!

Ray era un ser irremediablemente roto, manchado y sombrío. Él lo sabía mejor que nadie.

Y por ello, no quería que Emma sufriera estando con él; siempre pensó que luego de ayudarla a buscar a sus hijos, le permitiría quedarse, y únicamente sería buenos amigos. Diciéndole que no es necesario que sea su esposa, que mientras ella esté en paz y feliz, él estaría complacido.

Luego de un muy largo suspiro, encorvó su postura hacia adelante, con la vista al suelo y cubrió con ambas manos su rostro, cerrando los ojos. Cansado.

— No Emma, no te enamores. No de mí, por favor, no lo merezco. Mereces alguien mucho mejor que yo... — murmuró para sí.

Se odiaba, bastante por lo que había hecho. Tenía tantos arrepentimientos y pecados encima, que le asfixiaban y...

— Niño, no te ahogues en tus pensamientos — habló Yuugo, parado frente a él, con semblante serio pero calmo. Ray se negó a verlo —. Escuché lo que acaba de pasar, y de paso, las tonterías que acabas de farfullar — puso una mano en su cabello, despeinándolo con cariño —. Por más que te odies y te culpes a ti mismo, sigues siendo un mocoso. Un mocoso que sólo quiere amor y protección.

—... Ya no soy un niño, Yuugo.

— Sí, sí lo eres porque te estás comportando como uno. Porque tienes miedo, Ray.

Porque siempre has tendido a huir de las cosas y las situaciones con las que no puedes lidiar.

— Ella no puede enamorarse de mí.

— Claro que puede, sólo tú te niegas a ser amado. Y no está mal ser amado — sonrió de medio lado, recordando brevemente su propia y agridulce niñez. A Dina —. Y no te hará daño si también llegas a amarla.

Sonrió de medio lado, melancólico.

— Todo lo que amé, pereció. ¿Cómo sabré que ella no perecerá estando conmigo?

— Nadie tiene esa respuesta, Ray. Y con el tiempo, puede que tengas una... También, no la subestimes, que ella es fuerte — revolvió sus cabellos una vez más, para después dirigirse a la puerta, no sin antes voltear a verlo con una pequeña sonrisa, esa que sólo él sabía hacer —. Sólo hablen como los adultos que son.

Y sin más, se retiró de ahí.


— Tienes gustos extraños — dijo sin tapujos Ayshe, cortando con maestría unas zanahorias para el estofado. Emma sonrió nerviosa.

— Bueno... No estoy realmente segura de sí en verdad me gusta... Tal vez sea admiración.

— Emma-san no es muy buena mintiendo — añadió Hayato, pelando una papa, sonriendo. Emma hizo una mueca derrotada.

— No sé cuándo empezó todo esto de que me gusta... Además... Él no se veía muy feliz con mi repentina confesión — hizo ahora una mueca triste, sus orbes esmeraldas brillando igualmente de tristeza.

— El jefe puede ser demasiado serio o lúgubre, pero, es una buena persona.

— Tal vez, lo tomaste por sorpresa — añadió Ayshe, tirando los restos que no servirían en la comida, a la basura —. Dale tiempo al tiempo.

— No te preocupes, Emma-san. Todo estará bien — le sonrió Hayato, tranquilizándola.

Emma les sonrió a ambos.

— Gracias, Hayato, Ayshe.


— Dentro de 3 días partiremos a Grace Field House y las demás plantaciones — anunció Ray, una vez ya entrada la noche, recostado en la cama, a su lado. Emma parpadeó, casi no creyendo lo que escuchó.

— ¿De verdad? Pero...

— Es cierto que no estuviste cuando se estaba trazando una estrategia, porque casi todas fueron en la noche o madrugada. Una disculpa por eso — suspiró, acomodándose mejor —. Aun así, vas a ir.

— ¿Y por qué no habría de hacerlo? Después de todo, soy yo la que pidió ayuda. Y no pienso quedarme aquí a esperarte.

— Lo sé... Emma... — la llamó, mirándola un momento —, ¿Qué harás si tus hijos ya no están en este mundo?

Sabía que no era válido responder un: Claro que están vivos, lo sé.

Ray le estaba pidiendo una respuesta sincera, realista.

—... No habría más que hacer. No podría simplemente negar que ellos no están muertos... Supongo que, debería aceptarlo si eso pasara — apretó sus manos en puño en su regazo. Frunció el ceño, sonriendo con tristeza —. Lloraría, gritaría y me dolería... Pero, tendría que aceptarlo para poder luego seguir adelante.

— No tienes que cargar con esto sola — apoyó su mano sobre los puños de ella, haciendo que lo mirase con cierta sorpresa —. Te dije que no estabas sola, no te tomes tan a la ligera mis palabras. Sabes que odio las mentiras.

Emma tomó su mano entre las suyas, con una pequeña sonrisa.

— Gracias, Ray — finalmente se acostó, siendo que en ningún momento soltara su mano. Y lo miró, acostándose de lado hacia él —. Ray...

— ¿Hm?

— ¿Podrías pensar en mi confesión?

Él la miró con un deje de sorpresa, mirando lo brillosos que sus ojos esmeraldas se habían puesto. ¿No iba a llorar, cierto?

— Emma...

— Sé que fue todo tan abrupto, pero aun así, quiero que no me tomes a la ligera.

—... ¿Por qué quieres estar a mi lado?

— ¿Y por qué no?

— ¿Por qué querrías a un ser roto, manchado y oscuro como yo?

Emma soltó su mano para tomarlo de las mejillas, acercándose peligrosamente a él. Haciéndolo abrir los ojos más de la cuenta.

— Porque soy egoísta e infantil... Y yo en serio, quiero caminar a tu lado y no detrás ni delante de ti. Quiero aceptar todo de ti por tantos años que sean posibles, y también... ¡Quiero que aceptes todo de mí por muchos años!

—... Eres irremediablemente egoísta, e infantil — sonrió de medio lado, tomando también las mejillas de ella, estrujándolas, haciéndola quejarse —. Tomaré en cuenta tu confesión apresurada, ¿De acuerdo?

Y el brillo emocionado y esperanzado en los ojos de ella, fue más que suficiente.