.
.
.
.
.
.
Capítulo 7
Indiferencia
El sol apenas se había colado por las cortinas cuando Satoru abrió los ojos. Podía ver la punta de sus largas pestañas, por la intensidad de la iluminación supuso que estaba amaneciendo, no quiso corroborar la hora en su celular, lo único que tenía en mente era el azul de sus ojos que no lograba sacar de su cabeza. Relamió sus labios, sintió su garganta seca cuando tragó, pero sentía demasiada pereza para levantarse e ir por un vaso con agua. Se acomodó de costado, anormalmente pensativo y sin energías, y es que no podía sentirse de otro modo después de lo que había soñado. Levantó las sábanas para corroborar lo que ya sabía, su pantalón parecía tener una tienda de campaña, frunció el entrecejo y soltó un suspiro, ya no era un adolescente para tener sueños húmedos.
Lo que más le incomodaba no era tener sueños así, sino con quién había compartido el sueño. Volvió a levantar las sábanas para corroborar que su erección seguía allí, se tapó nuevamente y se acomodó de espaldas a la colchoneta. Miró el techo de su habitación por unos minutos, intentando no pensar en el sueño que había tenido, porque estaba mal, muy mal. Pero el intentar no pensarlo, era recordarlo y con ello, las imágenes de la estudiante de Kioto se le repetían en la cabeza una y otra vez. La reconoció enseguida, era una alumna de Utahime, y era fácil de recordarla pues era una rareza entre todos los hechiceros en formación, era la única que tenía aspecto de ser una buena persona, su flequillo y el color de su pelo también sobresalían. Aun así ¿por qué había soñado que se acostaba con ella?
—Eres de lo peor. —Se dijo sonriendo. Se sentó sin dejar de mirar la tela estirada de su pantalón. No recordaba cuando fue la última vez que había tenido un sueño de esa índole, estaba seguro que fue hace mucho tiempo, y tenerlo ahora, y encima con lo que parecía ser una fantasía de acostarse con una estudiante, se le hacía incómodo incluso a alguien como él. —Miwa ¿eh? —susurró al recordar su nombre.
Y claro que la recordaría, era la única que le había pedido una selfie y lo miraba con profunda admiración. Bueno, Yuji también le miraba con admiración, sin embargo, la mirada de la joven Miwa era diferente a la de su alumno. Soltó un suspiro, no podía seguir pensando en ello, estaba mal, aunque Miwa no fuera directamente su estudiante.
—Es mayor que los chicos —murmuró sin pensarlo demasiado, y cuando se oyó, frunció el ceño y negó meciendo su flequillo desordenado. Era como pensar en estar con Maki, hizo una mueca de desagrado al pensarlo.
Prefirió levantarse. Ignorando su erección, caminó hasta la ducha. Apenas sintió el agua tibia recorrer su cuerpo, cerró sus ojos y se quedó unos minutos sin hacer nada bajo el chorro. Pero los abrió apenas el rostro de la joven de Kioto le asaltó nuevamente, con las mejillas sonrojadas, casi podía oírla gemir mientras se movía sobre ella. Sacudió la cabeza, algo desesperado, como si con eso pudiera sacarse el sueño de la cabeza. Frunció el ceño cuando notó un detalle, su sueño era demasiado vivido, normalmente se le olvidaban a los minutos y las escenas se hacían complicadas de entender, en cambio, su sueño con Miwa estaba claro en su cabeza.
Después de su ducha que normalmente hubiera sido de 10 minutos, y resultó en 20, puso agua a hervir para prepararse un té. Se vistió rápido con su uniforme, los muchachos tenían clases a esa hora, quizás ir a verlos le haría olvidar todo ese asunto con su sueño. Después de tomar desayuno con calma, un té caliente con cinco cucharadas de azúcar acompañado de dos trozos de cheesecake de fresa que había comprado la tarde anterior, se cepilló los dientes, se puso su banda y miró en el espejo que ningún cabello quedara mal acomodado, asintió a su reflejo y salió de su habitación mirando las notificaciones de su celular.
No tardó en llegar al edificio donde dictaban las clases normales para los estudiantes. Donde pasó tres años de su adolescencia riendo entre esas salas. Sonrió nostálgico al recordarlo, pero prefirió no seguir pensándolo, pues pronto aquellos recuerdos se bañaban de momentos confusos, cargados de resentimientos y llenos de ira. Silbó una melodía pegajosa, se detuvo al asomarse a la sala de clases de los de segundo, pero no encontró a nadie. Frunció el ceño extrañado, se encogió de hombros y continuó hasta llegar al aula de los de primero, apenas entró saludó con una mano en alto y exclamando con energía.
—¡Buenos días! —dijo risueño, miró hacia el primer pupitre y notó que estaban los de segundo de pie rodeando a Nobara y a Megumi—¿eh?
—¡Sensei! —saludó Yuji cuando lo vio, el resto continuó conversando ignorándolo por completo. Se acercó al grupo algo confundido al ver sus semblantes.
—¿Pasó algo? —preguntó a Maki, la joven lo miró de soslayo y negó, luego asintió—¿eh?
—No exactamente, idiota —respondió de mal humor la joven.
—Una misión de los estudiantes de Kioto salió muy mal —respondió Panda antes de que preguntara, y apenas oyó la palabra "Kioto", su cuerpo se tensó por segundos. Tragó saliva con disimulo y silbó sorprendido.
—Bueno… esas cosas pasan —murmuró no muy seguro, sin saber qué más decir. —¿Quién…?
—Una chica de segundo —respondió Megumi antes de que terminara de preguntar.
—Ah —soltó asintiendo, miró los semblantes de sus estudiantes, todos silenciosos y serios. Sonrió al pensar que después de todo, sus alumnos eran bastante empáticos incluso con los hechiceros de la otra escuela, y eso le gustaba. Hablaba bien de ellos, y de él como maestro, después de todo, no dejaban de pertenecer a una sola profesión y debían ser solidarios entre ellos.
—Nishimiya cree que ella está viva —continuó contando Maki—dice que la maldición que los atacó nunca había matado a ninguna víctima antes.
—¿Una maldición que no mata? —preguntó Yuji—y entonces ¿por qué los enviaron a la misión si la maldición no hacía daño?
—Bueno, ahora saben que sí era peligrosa —murmuró Nobara, fingiendo desinterés.
—Uhm —murmuró Megumi—y ¿por qué creen que sigue viva?
—Shake Shake —Satoru miró a Toge y luego a Maki, esperando por una respuesta. No todos los días tenían novedades como esa, y no podía negar que sentía curiosidad por el relato de Maki.
—Bueno, según cuenta Nishimiya, la maldición podía teletransportar a sus víctimas dentro de la misma cuadra en donde estaba el edificio, aunque la teoría de Kamo es que podía detener o adelantar el tiempo de lo que maldecía. —Murmuró Maki mientras se sostenía su barbilla con dos de sus dedos, se encogió de hombros y continuó—así que el grupo de Mai se quedó ahora con dos integrantes solamente.
—¿Una maldición que altera el tiempo? —preguntó extrañada Nobara—no había oído nunca algo así, supongo que puede pasar.
—Hay todo tipo de maldiciones —habló Satoru—algunas distorsionan el paso del tiempo dentro del lugar en donde se formaron, en su barrera por llamarlo de alguna manera, como si fuera otra dimensión. —Dijo recordando la maldición que mantuvo dos días a Utahime y Mei Mei en un edificio abandonado. Aun recordaba ese evento porque había destruido el edificio sin levantar la cortina y se había ganado un golpe de Yaga.
—Que pareja más desagradable quedó —dijo Nobara haciendo una mueca de asco—Pepper-kun y tu hermana ¡no podría soportarlo! Imposible, imposible —dijo moviendo su mano de lado a lado.
—¿Eh? —soltó Satoru, frunció el ceño pensativo, sabía que Aoi y Kamo estaban en tercero, y Mechamaru y la gemela de Maki en segundo, tragó saliva al atar los cabos sueltos en su cabeza, y sin siquiera pensarlo, preguntó—¿la chica que falleció… es Miwa?
—¿Miwa? —preguntó Panda, algo sorprendido de que Gojou supiera el nombre del estudiante—la chica que luchó con Maki, a la que le quebró la espada.
—La bonita de pelo celeste —dijo Megumi mirando su móvil. Y al no oír ningún comentario, levantó la vista encontrándose con todos los ojos puestos en él—¿qué? Solo repetí lo que dijo Itadori hace un rato.
—Pongan atención en clases, nos vemos luego —respondió Satoru sin mirarlos y salió rápido de la sala.
Apenas puso un pie en el pasillo, sacó su móvil. Buscó el contacto de Utahime y lo marcó sin siquiera pensar qué le diría cuando le contestara, pero es que no podía dejar pasar la situación así como así, esa mañana estaba siendo demasiado extraña, había muchas dudas que le inquietaban y no se quedaría tranquilo hasta resolverlas. No podía ser una coincidencia el haber soñado que se acostaba con esa estudiante y luego enterarse que era una baja más en el mundo de la hechicería. Algo no encajaba. Utahime le contestó al tercer tono.
—Es muy temprano para escucharte, Gojou —la voz de su colega se escuchó anormalmente cansada, Satoru carraspeó su garganta antes de hablarle, pensó en decirle alguna broma, pero no se le ocurrió nada.
—Supe lo de tu estudiante —dijo serio.
— ¿Y llamabas para burlarte? No estoy de humor, adiós.
—Hey, Hey —se apuró en decir—¿Qué clase de persona crees que soy como para reírme de algo así?
—La peor —respondió a los segundos. —¿Qué quieres?
—Omitiré que piensas que soy un mal tipo… ¿podrías contarme sobre la muerte de tu estudiante? —el silencio se prolongó por unos segundos, Satoru hizo una mueca antes de soltar un suspiro—necesito confirmar algo.
— ¿Qué quieres saber? —Utahime estaba más hostil que otros días, supuso que cuando le dijo que no estaba de humor era cierto.
—Los muchachos dijeron que la maldición tenía una habilidad relacionada al tiempo, cuéntame sobre eso. —Exigió mientras caminaba por los pasillos, con una mano en el bolsillo de su chaqueta y la otra sosteniendo su móvil.
—No hay nada confirmado, Kamo-san dice que cuando atacó a Miwa-chan, primero se la llevó al hospital, retrocediendo el tiempo de ella, pero el de ellos no. No entendí demasiado… cuando volvió a atacarla, al parecer desarrolló un dominio incompleto, y la… bueno, después de atacarla ya no estaba. Kamo-san exorcizó la maldición y no tenemos más información.
—Retrocedió el tiempo de Miwa… —repitió pensativo—retrocedió el tiempo…
— ¿Qué estás pensando Gojou Satoru? —no respondió, no podía decirle su teoría que se basaba en la ausencia de la joven y en su sueño húmedo con ella, y creía que lo mejor era omitir esa última parte.
—Nada —sonrió, aunque no la viera—si tienes más información, me dices.
— ¿Eh? ¿qué estás tramando? ¿crees que Miwa-chan es…?
—No —se apuró en responder antes de que dijera algo innecesario, pues aun no daban con el traidor—es solo que… creo que no está muerta, pero no tengo nada confirmado. Cuando sepa detalles, te aviso. Adiós.
— ¡Espera, Gojou! no me cuel…—y colgó. Se quedó viendo la pantalla que aun brillaba, bloqueó el aparato y lo guardó en su bolsillo.
—Distorsiona el tiempo ¿eh? —repitió pensativo. Necesitaba más información, y al pensarlo, recordó su sueño. Frunció el ceño, en ese momento no sabía si aquel fenómeno podía aportarle algo, o solo estaba buscando excusas para justificar su mente maliciosa que había formado esa fantasía. Pero seguía siendo raro—las coincidencias no existen… —sonrió divertido y volvió a silbar, a pesar de que no solía dormir demasiado, ahora tenía una peculiar motivación, tal vez era una teoría descabellada, pero tenía la ligera sospecha de que solo así tendría más detalles para explicar la desaparición de Miwa.
(…)
Despertó antes que sonara la alarma de su celular. Tenía una sonrisa de satisfacción en el rostro que no podía borrar, y es que él no se amargaba por nada, había ido por sexo a la habitación de Kasumi y eso consiguió, el resto no le sumaba por lo que lo ignoraba. Después de semanas pudo deshacerse de gran parte del estrés que sentía por esos días llenos de misiones y nada de diversión. Prefirió levantarse antes de seguir procrastinando en la cama, se rascó la cabeza mientras caminaba hacia el cuarto de baño, bostezó sin cubrir su boca y se metió a la ducha.
Estaba con energía, más que de costumbre, mientras se tomaba un baño no dejó de tararear, mientras se secaba y vestía no dejaba de sonreír. Se cepilló los dientes y peinó con cuidado, asegurándose de que su cabello no se viera muy desordenado ni muy formal, que quedara en el punto intermedio para lucir bien, como de costumbre. Tomó sus anteojos y se los puso con cuidado de no engrasar los lentes.
No se sentía preocupado por ver a la joven de Kioto después de lo que habían hecho, no estaba acostumbrado a ver más de una vez a una chica con la que había salido, pero el tener que enfrentarse a su compañera lo tenía sin cuidado, es más, estaba seguro que sería bastante divertido. La situación le causaba gracia, ella se había molestado con él porque no había sido muy gentil-cosa que le advirtió, pero así eran la mayoría de las chicas-pero estaba seguro que pronto se le pasaría, después de todo ella estaba interesada en él, y estaba seguro que sus palabras se las llevaría el viento si nuevamente intentaba acostarse con Kasumi, porque ella volvería a decirle que sí. Se sentía con el control absoluto de la situación, y es que no cualquier chica se acostaba con un tipo que apenas conocía hace tres días, y con ello no creía que Kasumi fuera una chica fácil de abordar, lo que le había ayudado a conseguir sexo fácil era que ella estaba interesada en él, y eso no se borraba de la noche a la mañana. Y eso le hacía sonreír, le subía el ánimo y el ego, estaba ansioso por ver cómo reaccionaría ella.
No le quitaba el sueño si no volvía a acostarse con ella, por otra parte, si lo conseguía y tenía sexo fácil seguido, sería bastante agradable y beneficioso para ambos a su parecer, era una muy buena forma de liberar tensiones. Sonrió al pensarlo, quizás se lo podría sugerir, pensó.
Al salir de su dormitorio se encontró con su amigo que cerraba la puerta de su cuarto. Suguru alzó la barbilla en modo de saludo, y él le imitó.
—Te sentí llegar tarde a tu cuarto —le dijo Suguru después de unos minutos en silencio mientras caminaban a paso lento por los pasillos del edificio. Satoru frunció el entrecejo, estaba seguro que había sido silencioso en su paseo nocturno, volteó hacia su compañero y bufó a la defensiva.
—¿Eh? ¿estás controlándome? —preguntó con indignación falsa—métete en tus asuntos.
—Nadie te controla, idiota —respondió Suguru—es raro que un holgazán como tu salga a pasear a media noche.
—Pff —no le miró, prefirió evitar su rostro en todo momento, temía que terminara contándole lo que había hecho solo para presumir, pero prefería omitirlo con Suguru, no porque quisiera ser discreto o cuidar la reputación de su compañerita nueva, simplemente creía que su amigo terminaría juzgándolo, porque tenía un mejor sentido de la moral que él, y no quería escuchar su discurso.
Llegaron al salón en silencio, antes de que Suguru entrara, supo que Kasumi ya estaba sentada en su escritorio. Reconoció rápido su energía maldita, pues era diferente a la de Shoko y su amiga nunca llegaba temprano a clases. Al entrar, la joven volteó hacia ellos y luego agachó la mirada al libro que tenía sobre la mesa.
—Buenos días —dijo sin mirarlos. Satoru sonrió malicioso, era lo típico, la vergüenza le impedía mirarlo a la cara, estaba seguro. Intentó no reírse, mordió su labio inferior y se sentó en su puesto.
—Buenos días, Kasumi-chan —saludó Suguru— ¿Qué lees? —preguntó estirando el cuello para ver un poco, pero no alcanzó a leer el título del libro.
—¿Hay examen? —preguntó asustado Satoru—no, Suguru, préstame tus apuntes ¡rápido! —su amigo frunció el ceño al oírlo, negó sacudiendo su mechón de cabello que le cubría parte de la frente.
—No hay examen, idiota —resopló molesto, y Satoru suspiró aliviado al oírlo—deberías saber esas cosas. —Le reprochó mientras lo miraba con decepción.
Satoru soltó un bufido y sacó la lengua en respuesta. Volteó a ver a Kasumi, esperando encontrarse con sus ojos azules y que, al verse sorprendida, la joven desviara la mirada apenada, pero nada de eso ocurrió. La chica de Kioto seguía atenta a su lectura, parecía concentrada, sin embargo, su arrogancia natural le hizo suponer que lo ignoraba a propósito porque seguía molesta y buscaba llamar su atención. Sonrió al pensarlo y se balanceó en su silla, jugando mientras la miraba.
—¿Qué lees? —repitió Suguru al no oír respuesta. Kasumi detuvo su lectura y volteó a verlo.
—Es solo un libro de maldiciones —dijo seria—tiene algunas clasificadas por ubicación, pensé que tal vez podría encontrar algo sobre la maldición que me atacó —murmuró pensativa y luego volvió su atención al libro— ¿sabes de alguna maldición que controle el tiempo, Suguru-san?
—Algunas distorsionan el tiempo dentro de sus barreras, como la que tuvo a Mei Mei y a Utahime dos días ¿recuerdas? —dijo volteando a ver a Satoru, quien asintió mirándolos aburrido—pero nada como lo que te ocurrió, te habría dicho.
—Sí —susurró pensativa—gracias —soltó un suspiro y continuó leyendo.
Suguru parpadeó confundido, no era el mismo ánimo que había visto en la joven en los días anteriores. Volteó a ver a Satoru, comprobando si él lo había notado también, en cambio lo vio sonreír malicioso en dirección de la joven, lo que le hizo fruncir el ceño mientras lo miraba con sospecha. Apenas Satoru notó la mirada de su amigo, borró su sonrisa y fingió mirar el celular de su compañera, que aún tenía en su poder.
—¿Es el celular de Kasumi-chan? ¿me lo prestas? —dijo Suguru estirando el cuello para ver lo que hacía, pero apenas preguntó, Satoru frunció el ceño y escondió el aparato en su bolsillo—¡no seas egoísta!
—¡Me lo prestó a mí! Y aun no termino de revisarlo —se quejó—ve a molestar a alguien más.
—Pff —resopló Suguru y volteó a ver a Kasumi, la joven parecía algo sombría esa mañana, pensó en preguntarle, pero prefirió guardar silencio, al menos por un rato. No la conocía lo suficiente como para molestarla con preguntas incómodas.
Shoko llegó diez minutos tarde, bostezando y refregándose los dedos en los ojos somnolientos, se sentó entre Suguru y Kasumi, ignorando al maestro de álgebra que les hablaba sobre problemas con letras y números.
En el primer receso, Suguru y Satoru se levantaron de sus asientos para estirar sus largas piernas. Shoko estaba media dormida en el mesón, Kasumi aprovechó para continuar leyendo el libro que había pedido en la biblioteca esa mañana antes de empezar las clases.
—Iremos a comprar a las máquinas ¿quieren algo? —preguntó Suguru a ambas chicas.
—Una leche de chocolate —respondió Shoko sin abrir los ojos—y unas galletas de vainilla, si no hay, de limón —Suguru asintió repitiendo su petición en su mente, para no olvidarlo.
—¿Y tú, Kasumi-chan? —preguntó Satoru mirándola divertido, no podía dejar de sonreír al verla, pensaba en lo que había debajo de su uniforme y se reía solo, pues era el único en esa habitación que lo conocía, era un secreto que le gustaba guardar y más porque lo compartía con ella. La joven levantó la vista de su libro y le miró por unos segundos, negó meciendo su flequillo y volvió su atención a la lectura. Y Satoru quedó estático.
Por mucho que intentara ignorarlo, aquel gesto de la joven no había sido el que esperaba. Estaba preparado para ver sus mejillas sonrojadas, sus ojos nerviosos y sus labios fruncidos en pudor, pero nada de eso estaba presenciando. Frunció el ceño y miró a Suguru, quién al no ver nada extraño en la situación, pues no conocía los detalles que Satoru sí, se encogió de hombros y salió de la sala para ir a comprar. El joven hechicero salió detrás de Suguru, pensativo y algo confundido, olvidando el entusiasmo con el que había despertado.
(…)
Salió de la sala dando pasos firmes, su cabello suelto se meneaba de lado a lado al ritmo de su andar, y aunque le dolía la entrepierna, caminó con naturalidad. Sentía toda la cadera y pelvis adolorida, como si fuera un castigo por lo que había hecho la noche anterior, el karma por ceder a sus deseos con alguien que no la estimaba. Se había levantado más temprano para lavar sus sábanas y que nadie la viera, se sentía más inútil que de costumbre, pero no quería perder sus ánimos por un chico que no valía la pena, y a esa conclusión había llegado, el adolescente con el que se había acostado era como cualquier otro, un egoísta inmaduro con el que era mejor no perder el tiempo. Lo único que lamentaba era haberle entregado su primera vez a un sujeto desagradable como él. Prefería pensar que después de todo, igual había sido con Gojou Satoru, aunque no fuera el que le gustaba, seguía siendo en esencia la misma persona, quería creerlo al menos, para no sentirse tan tonta.
Suspiró con pesadez, volteó hacia una sala abierta, iba a continuar caminando cuando vio a Nanami-senpai sentado en el primer pupitre. Su rostro se iluminó al verlo, regresó rápido al salón y entró entusiasmada.
—¡Nanami-senpai! —saludó al verlo, el joven levantó la vista al oír su chillona voz, asintió en su dirección y se quitó un audífono para escucharla—¿estás en el receso?
—Sí ¿ustedes también? —preguntó aburrido. La joven echó un rápido vistazo al salón al verlo completamente vacío, sin señales de que tuviera algún compañero—solo estoy yo. —Respondió Nanami antes de que le preguntara. Kasumi alzó ambas cejas y sonrió asintiendo.
—Ya veo —dijo pensativa—debe ser aburrido.
—No —mintió—¿a dónde ibas con ese libro? —preguntó mirando la tapa del libro que tenía abrazado—¿es de la biblioteca del colegio?
—Sí —dijo sonriendo—quería averiguar algo, pero no encontré nada. Veré si puedo regresarlo y buscar algún otro ¿quieres venir? —le preguntó sin dejar de sonreírle. Nanami desvió la mirada, considerando su invitación, y antes de responder, se oyeron pasos ruidosos entrar al salón.
—¡Nanami! —exclamó Satoru en un tono melódico, pero apenas vio a Kasumi de pie junto al hechicero rubio, su sonrisa se borró y los miró con sospecha.
—Te trajimos unas galletas —dijo Suguru, sonriendo tranquilo como de costumbre. Al ver a Kasumi alzó ambas cejas y sonrió—Satoru te trajo unos chocolates Kasumi-chan, ¿te gustan los chocolates?
Kasumi abrió la boca al oírlo, volteó hacia Satoru mirándolo seria, intentando no conmoverse con su gesto. Pero fue fácil no hacerlo, el chico bufó haciendo una mueca de disgusto cuando su compañero habló, y sin mirarla contestó con altivez.
—Yo no le compré nada, fuiste tú —dijo desviando la mirada.
—¿Cómo puedes mentir tan fácil? —preguntó Suguru con diversión, buscando ridiculizarlo en frente de la joven, solo para molestarlo.
—Gracias, a cualquiera que lo compró —respondió Kasumi, sonriendo sin ánimos—pero no me gustan los chocolates.
—¡¿Qué clase de persona no le gustan los chocolates?! —preguntó indignado Satoru, no porque a la joven no le gustaran los caramelos que le había traído, sino porque rechazara un regalo de él, aunque había negado que era de su parte.
—Alguien diferente a ti —respondió la joven, encogiéndose de hombros—los veo luego.
Los tres chicos no dijeron ninguna palabra. Esperaron en silencio mientras la joven caminaba hacia la salida, y una vez que no oyeron sus pasos, Suguru rompió el silencio.
—Tendrás que esforzarte más, Satoru —dijo encogiéndose de hombros.
—¿Estás interesado en Miwa-chan, Gojou-senpai? —preguntó extrañado.
—¡Ella no me interesa! —exclamó molesto—solo le traje un chocolate para que no se quedara sin comer algo.
—No sabía que fueras tan amable, Gojou-sensei —dijo lo último en un tono burlón, y no tardó en reírse cuando vio las mejillas levemente sonrojadas de su compañero.
—Soy muy amable —dijo apuntándose—que ustedes no lo noten, es otro asunto —resopló molesto y caminó rápido hacia la salida, como si huyera del escrutinio de sus compañeros.
(…)
Los libros de maldiciones que tenía la escuela de Tokio eran muy similares a los que tenía la escuela de Kioto, tal vez eran copias de las mismas ediciones. Había leído muchos libros de su escuela, en parte porque le gustaba aprender, y a la vez, quería saber lo que más pudiera del mundo de la hechicería y maldiciones. A diferencia de sus compañeros, ella no había nacido en una familia de hechiceros, era la única que veía maldiciones de sus hermanos, y recién desde la secundaria que se había iniciado en todo el mundo de la hechicería, aun le faltaba mucho por saber, por lo que cada vez que tenía algo de tiempo, lo usaba para estudiar o entrenar.
Suspiró mientras dejaba el libro que había tomado esa mañana, buscó con la mirada algún título que le llamara la atención.
—No te creo que no te gusten los chocolates —pegó un brinco al oír su voz, volteó rápido a verlo. Gojou Satoru estaba a unos centímetros de su espalda, algo encorvado para mirarla de cerca. —¿No quieres aceptarlos porque los compré yo?
—Gojou-kun —murmuró confundida mirando a su alrededor, buscando a Suguru que siempre le acompañaba—¿qué estás haciendo aquí?
—¿Eh? ¿ya no soy Gojou-sensei? ¡que lastima! Me gustaba oírte llamarme así —dijo con burla. Tenía las manos en sus bolsillos, sus lentes se habían deslizado un poco por su nariz, haciendo que sus ojos celestes pudieran verla en su totalidad.
—No —dijo tranquila, le dio la espalda nuevamente y continuó mirando los libros—eres un compañero más.
—Ah ¿sí? —soltó asintiendo, mientras sonreía mostrando sus caninos. Observó su cabello liso, agarró un mechón y lo acercó a su nariz, lo olfateó con detenimiento y murmuró—un compañero con el que te acostaste.
—Un compañero con el que cometí un error —dijo ella después de unos segundos. Sintió su corazón latir deprisa al oírle decir aquello. Rogaba no ruborizarse, porque a pesar de que tenía claras sus conclusiones respecto al joven, no dejaba de inquietarle su presencia. Era Gojou Satoru después de todo, si el chico no soltara pesadeces, podía perfectamente imaginar que era Gojou-sensei y al hacerlo, su sistema nervioso se alteraba.
—Un error divertido —respondió él acercando sus labios a su oreja derecha—estaba pensando… podríamos repetir ese error esta noche ¿no crees? —Kasumi frunció el ceño al oírlo y giró su rostro para encararlo, al hacerlo, se topó frente a frente con el perfil de su compañero. Tragó saliva por su cercanía, retrocedió un paso, luego otro, pero no alcanzó a llegar muy lejos cuando chocó con el estante.
—Dijiste que no cometerías un error dos veces —le recordó Kasumi. Gojou sacó su lengua en respuesta y se encogió de hombros.
—Me olvido rápido de las cosas —dijo restándole importancia.
—Yo no —dijo ella, mirándolo a los ojos. Esforzándose por no caer rendida ante su mirada, ni dudar en su respuesta—y anoche tuve la peor noche de mi vida, así que no pienso volver a repetir ese error contigo, Gojou-kun.
Satoru alzó ambas cejas al oírla, se rio nervioso y negó incrédulo con lo que acababa de oír, relamió sus labios y la miró con el rostro inclinado ligeramente, se subió los lentes y sonrió soberbio, pero era una fachada. Por dentro no dejaba de pensar, de dudar, de buscar en su rostro alguna señal de que le mentía, de que solo estaba molesta y buscaba herirle el orgullo.
—No te creo, yo te gusto —dijo orgulloso, sin una pizca de pudor. Kasumi soltó un suspiro largo y profundo, levantó la vista y aunque sentía el calor en sus mejillas, no le importó.
—Sí —reconoció—me gusta Gojou-sensei, pero tú no eres Gojou-sensei. Eres un adolescente aún. —Dio por finalizada la plática y le dio la espalda—por favor olvida lo que pasó, para no hacer incómoda la situación cuando estén todos.
Satoru alzó ambas cejas al oírla ¿lo estaba rechazando? ¿le estaba pidiendo discreción y que dieran vuelta la página? ¿A él, a Gojou Satoru? Abrió la boca para decirle algo, pero nada se le ocurrió. Se repitió el discurso de la joven una y otra vez, y en lo único que podía pensar era en que le había hecho pasar la peor noche de su vida, y con ello, era asumir que su desempeño en las artes amatorias no había sido bueno, y la vergüenza se le subió al rostro.
—Parecía que disfrutabas lo que te hice, no creo que haya sido tu peor noche —murmuró entre dientes, aun incrédulo con sus respuestas y rechazo.
—Olvídalo, por favor —repitió Kasumi sin mirarlo—hagamos como que la noche anterior no sucedió ¿sí? —contuvo el suspiro y se puso de puntitas para poder alcanzar un libro que estaba en la última repisa. Satoru estiró el brazo y lo sacó con facilidad, volteó a verlo expectante, esperando encontrar su expresión burlesca o molesto incluso, pero solo parecía aburrido—gracias —dijo estirando su mano para que le entregara el libro.
—Sigo sin creerte —le respondió y le entregó el libro. Kasumi lo sostuvo sin mirarlo, intentando controlar los latidos de su corazón, tragó con disimulo—sé que te gusto.
—Como digas, Gojou-kun —contestó, le quitó el libro con cuidado y se alejó rápido de él, necesitaba respirar algo más que su aroma.
(…)
Después de clases, Satoru se sentó en una banca en el patio, aun sin creer lo que su compañerita le había dicho. Ninguna chica con la que había pasado el rato se había quejado como Kasumi, incluso muchas lo continuaron llamando y era él quién no contestaba los mensajes y llamadas. Ahora no se sentía seguro de nada, a momentos pensaba que la opinión de una no podía enterrar las otras, pero le seguía pareciendo una excusa barata. Analizó una y otra vez la noche, lo que había hecho y lo que no con ella, cada reacción, cada caricia y beso y no encontraba el error. Necesitaba hablarlo con alguien, o al menos buscar asesoría en alguna parte, porque solo no encontraba las respuestas. Soltó un profundo suspiro y miró el celular de la joven que aún tenía en su poder, lo desbloqueó rápido y buscó la galería, quedándose un buen rato viendo la fotografía de él adulto junto a la joven, ambos sonriendo como si fueran buenos amigos. Bufó molesto y bloqueó el aparato, lo guardó en su bolsillo y sacó el suyo, aunque era mucho más lento, prefirió buscar la información que necesitaba en su aparato.
Lo pensó unos segundos, como plantear la interrogante en el navegador, o que encabezado buscar para obtener las respuestas que le urgían, hizo un mohín con sus labios y terminó escribiendo "cómo complacer a una mujer en la cama", si comparaba sus movimientos con los que le aparecerían en algún artículo, podría verificar si realmente era un desastre en el sexo, como empezaba a pensar. Se mordió el labio inferior esperando a que cargara el navegador, cuando finalmente lo consiguió, fue lentamente bajando por la pestaña hasta encontrar una página que llamara su atención. Lo que descubrió fue que había muy poca información sobre lo que a las mujeres les gustaba, y mucho sobre lo que a los hombres les gustaba ¿cómo iba a saber si lo que hacía estaba bien si no encontraba nada que le sirviera?
Suspiró frustrado, pero no se rindió. Al final, por la tercera página encontró un enlace interesante, se quedó unos minutos esperando que el artículo cargara por completo, y aunque no era exactamente su caso, le servía para entender los conceptos generales, o eso pensó. Necesitaba instruirse en el tema, tanto en ámbito general como particular, cualquier información era importante, pensó. Sonrió cuando se dio cuenta que en los estudios no ponía el mismo entusiasmo, pero después de todo, las clases de matemáticas o químicas no las pondría en práctica, el sexo sí.
Frunció el ceño cuando comenzó la lectura, había términos que no conocía del todo, sus ojos se estrecharon cuando leyó la palabra "lubricación femenina", intentó recordar si en algún momento se fijó que ella estuviera más o menos lubricada, y su semblante se ensombreció al mismo tiempo que sus mejillas se sonrojaron al comprender que no lo había hecho, y que, según la información del artículo, aquél término sería su mejor amigo en cada encuentro, pues le ayudaría a que la penetración se diera con facilidad, alzó ambas cejas cuando lo entendió. Iba a bajar el artículo cuando una sombra por detrás se asomó.
—¿Qué lees tan concentrado? —como primera reacción, intentó alejar la pantalla lo que más pudo de los ojos de Suguru. Su compañero se apoyó en su hombro y estiró el cuello, frunciendo el ceño al mismo tiempo que forzaba la vista— "¿Qué hacer en tu primer encuentro sexual?" —dijo leyendo el título del artículo—¡oh por dios! ¡¿Qué estás leyendo Satoru?! —exclamó fuerte y en alto soltando una carcajada.
—¡Cállate! —respondió avergonzado, sintiendo como el calor se le subía al rostro y no lo podía controlar. El peor escenario había sucedido, ahora Suguru no dejaría de molestarlo con el asunto—¡no es lo que piensas! ¡deja de leer! —gritó mientras trataba de salirse de la página, pero los nervios lo traicionaron, sus dedos no se coordinaban. En ese momento entendió que después de todo, solo era un adolescente hormonal. De nada le servía ser el hechicero más fuerte si cuando más lo necesitaba, bajaba la guardia. Si hubiera sido cuidadoso, se habría dado cuenta que Suguru estaba cerca, pero no, estaba tan concentrado en su investigación, que pudo estar leyendo Yaga-sensei a su lado y no se habría dado cuenta.
—¡¿Qué estás tramando, Satoru?! —preguntó casi gritando mientras intentaba alcanzar el móvil de su amigo—¡déjame leer! —exigió entre risas.
—¡Cállate! —se quejó poniéndose de pie, y antes de poder guardar el celular, Suguru estiró el brazo y se lo quitó—¡oye! ¡regrésamelo ahora mismo! —exigió en tono amenazante, al mismo tiempo que levantaba su dedo índice y medio para hacer uso de alguna técnica. Suguru alzó una ceja, sin dejar de reír y murmuró encogiéndose de hombros.
—No tienes que avergonzarte, pequeño Satoru. —Dijo en tono burlesco— Todos pasamos por esto en algún momento de nuestra vida, aunque… siempre creí que ya estabas en esas andanzas —murmuró pensativo.
—¡Regrésamelo! No estoy jugando, Suguru —advirtió molesto, aun con sus mejillas sonrojadas.
—¿Qué están haciendo? —la voz de Kasumi lo hizo brincar. Volteó a verla con los ojos bien abiertos, entendió entonces, que ése era el peor escenario. Miró a Suguru quien le sonrió malicioso, y antes de que su amigo hablara, lanzó un manotazo fuerte a la mano de Suguru, quien, por la sorpresa, terminó lanzando el celular al suelo en menos de dos segundos.
El aparato rebotó en el pavimento, la batería salió volando a medio metro de distancia y la pantalla se apagó al instante. Pudo respirar con calma cuando vio que la evidencia había sido eliminada con éxito. Vio como Kasumi se agachaba sin afirmar su falda y recogía las partes del celular. Por un momento se tensó, pero se calmó rápido cuando se recordó que estaba apagado, era imposible que la joven leyera lo mismo que Suguru.
—Oh… que pena, está roto —dijo mostrando la pantalla trizada.
—Satoru, si querías cambiar el celular, debiste solo venderlo o regalarlo —dijo Suguru, apenas conteniendo la risa.
—Da igual —dijo encogiéndose de hombros, suspiró con pesadez y volteó hacia la joven, alzó ambas cejas al notar su espada en su cintura—¿te dieron una misión?
—¿Eh? —levantó la vista del aparato y le miró por unos segundos, negó y le entregó lo que quedaba del celular—no, iré a Kioto. Al hospital psiquiátrico donde se formó la maldición en mi época.
—¡Oh! ¡irás a investigar! —exclamó Satoru—te acompaño. —Dijo sonriéndole. Kasumi desvió la mirada, pensativa, considerando su propuesta y su sonrisa se ensanchó, pensando ingenuamente que la joven quería pasar tiempo con él.
—No hace falta, solo quiero ir a dar una ronda —dijo encogiéndose de hombros—nos vemos luego.
—¡Espera! —la voz de Satoru la hizo detener sus pasos, volteó ligeramente a verlo, al mismo tiempo que la corriente fría de aire le sacudió el cabello, y él la miró boquiabierto por unos segundos. Tragó saliva y carraspeó la garganta, le pegó un codazo a Suguru, buscando su ayuda sin decirlo en voz alta—no tenemos nada que hacer, podemos ser tus escoltas ¿verdad, Suguru?
—Oh… sí, claro —dijo entendiendo rápido las intenciones de Satoru, o eso creyó—debemos aprovechar que Yaga-sensei no nos ha dado misiones esta semana. Anda, queremos acompañarte y así Satoru compra otro celular.
—Pueden comprarlo en Tokio —respondió Kasumi, mirándolos seria. Pero cuando los vio a ambos alzar las cejas, comprendió que estaba siendo descortés y se apenó. Sus mejillas se sonrosaron y agachó la mirada—lo siento… es que realmente no es necesario que me acompañen, puedo arreglármelas sola.
—No estarías aquí si pudieras —respondió Satoru. Kasumi se tensó al oírlo, normalmente le daría la razón y se avergonzaría por ser tan débil y que él entre todas las personas le dijera aquello, pero solo se molestó. —Anda, déjanos acompañarte y te invito un helado.
—No parará hasta que digas que sí —le recomendó Suguru, sonriéndole.
—Está bien —dijo, soltó un suspiro y adelantó sus pasos.
Satoru sonrió victorioso mientras miraba su falda moverse, fijándose en cada espacio de sus piernas que la tela le permitía ver. Iba a avanzar cuando recibió un golpe de Suguru en su cabeza, frunció el ceño y volteó rápido a verlo, ese día estaba más desconcentrado que de costumbre, antes de poder quejarse, notó la mirada de advertencia de su compañero, quien señaló a Kasumi con su barbilla y luego negó moviendo la cabeza.
—Deja de mirarla así —le susurró—das miedo.
Satoru resopló y se apuró en llegar junto a la joven, Suguru blanqueó los ojos y se apresuró, tenía la ligera sospecha que su compañero solo buscaba divertirse, y la forma en que éste se divertía la mayoría de las veces era reprochable. Soltó un suspiro sin ánimos, iba a tener que vigilarlo de cerca, no podían asustar a su nueva compañera tan pronto.
.
.
.
.
.
.
N/A: Holiii, hice este cap en unas horiitas, necesitaba sacarlo de mi cabeza hahaha espero les guste, y que los disfruten tanto como yo escribiéndolo. Espero que se entienda, pronto indagaré con lo de Satoru adulto.
Gracias a quiénes comentan, me alegro que les guste el fic :3
De aquí en adelante se vienen muchas escenas R18 xDD Miwa es débil, solo eso diré.
PD: me divertí mucho escribiendo de Gojou investigando sobre sexo hahah seamos serios, la mayoría solo se educa por el porno, y el porno miente. Quise darle ese toque un poco más real.
Nos leemos!
