El verlos, pese a que ellos tal vez no fuesen sus hijos, provocó que su corazón latiese más rápido y de sus ojos empezaran a salir lágrimas.
No, ellos definitivamente eran sus hijos. Suyos y de nadie más; eran ese pedacito de ella que le fue arrebatado apenas nacieron.
Pero, ¿Ellos la perdonarían? ¿La aceptarían?
- Ve - susurró Ray, soltando su mano, haciendo que volteara a verlo, dudosa -. Eres su mamá y ellos tus hijos, ¿No?
Y secando sus lágrimas con la manga de su blusa, le sonrió y fue hacia donde ellos estaban.
Edward y Leo miraban atentos las acciones de aquella persona que sentían familiar. Pese a que nunca se habían visto antes... Pero sentían que, anteriormente, se habían conocido.
Lo que resultaba extraño e intrigante a la vez.
Leo tomó por reflejo la mano su hermano mayor por unos minutos, mirando con cierto miedo a Emma. Aún si su corazón latiese acelerado, como añorando algo.
Los mellizos no sabían explicarlo.
Emma se acercó a ellos, con una sonrisa temblorosa en sus labios. Aunque en sí, sentía que todo su ser temblaba.
De miedo, de emoción.
Y cuando estuvo a un metro cerca de ellos, paró sus pasos, y los miró en silencio. Leo se escondió detrás de Edward, quién miraba con el entrecejo fruncido, en señal de desconfianza, a Emma. Aún sí sentía que su corazón le decía que ella, era la persona a quién inconscientemente, buscaba y quería.
—... ¿Quién eres?
—... Me llamo Emma — se agachó a su altura, y pasó saliva —... Y soy... Soy su mamá.
Su mamá biológica.
Edward y Leo seguían desconfiando, también se sentía inseguros. Y su comportamiento, lentamente, desmotivaba a Emma; que aunque no quería rendirse, porque deseaba tenerlos entre sus brazos y acercarse a ellos, ser una verdadera madre, tener sus ojos mirándola con desconfianza y temor, le dolía.
Y las palabras que pensó decirles, no lograban salir como ella quería. Consternándola.
Ray notó que Emma estaba teniendo problemas, pues la veía angustiada, por lo que poniéndose la capucha de aquella capa hecha por Vincent, se acercó. Haciendo uso de su posición como William Minerva: El niño ganado que le daba esperanza a los niños ganado.
Leo desvió la mirada de Emma, enfocándola en el hombre que se acercaba a donde estaban, sorprendiéndolo al igual que a Edward. Pues al tenerlo en frente, se notaba lo majestuoso e imponente que era; Emma entonces fue consciente de la presencia de Ray, como William Minerva.
Recordándole ese día en que ella fue salvada por él. Produciéndole un Déjà vu.
— ¿…Usted es William Minerva? — preguntó Leo, luego de salir de su ensoñación. Mirándolo con la típica admiración y asombro de un niño pequeño, lo que él era. Ray se quitó la capucha, sonriéndole de medio lado.
— Sí. Hemos venido a sacarlos de aquí — puso una de sus enguantadas manos en la cabeza de Emma, haciéndola parpadear un poco aturdida —. Su madre y yo.
Aquella frase hizo que Leo se hiciese una idea errónea, la cual externó en una pregunta inocente —. Entonces, ¿Usted es nuestro papá?
Emma y Ray miraron al pelirrojo perplejos, ruborizándolos y dejándolos mudos. Edward miró con el ceño fruncido a su hermano menor.
— ¡No digas tonterías, Leo! — lo regañó —. William Minerva no podría ser nuestro padre porque no tenemos la misma sangre — miró de reojo a Emma, escrutándola con su mirada esmeralda —. Además… ¿Por qué mamá sería esposa de William Minerva?
Oh, si tan sólo supieran, pensó Ray con una sonrisa perversa, luego de salir de su estupor. A lo que Emma solamente atinó a ruborizarse todavía más, apartando la mirada; Leo y Edward los miraron con distintas reacciones.
Edward con estupefacción y Leo, con fascinación, brillando en sus orbes esmeraldas.
— ¡Tenemos papá, Edward! ¡Tenemos un papá!
— ¿Y cómo estás tan seguro de eso, Leo? — inquirió Edward con seriedad, algo que siempre lo caracterizó —. Todavía no estamos seguros de que la señora Emma sea nuestra verdadera mamá — aquello, no hizo más que darle una punzada en el corazón a la mencionada, algo que no pasó desapercibido por Leo y Ray.
— Pero Edward…
— Si ella no fuese su madre, ¿Entonces con qué propósito habría venido aquí conmigo? — Ray miró a ambos hermanos con seriedad, aunque fue Edward quien le sostuvo la mirada con la misma seriedad.
Y antes de que Edward pudiera proferir palabra alguna, Emma, atrajo a ambos hacia ella en un abrazo, sobresaltándolos. Edward estaba sin palabras, no comprendiendo por qué el abrazo que Emma le daba se sentía tan natural y más cálido de los que él solía recibir de su cuidadora.
…Porque ella, sí era su mamá. La auténtica.
— Todas las noches… Todos los días… Soñé con tenerlos entre mis brazos, abrazarlos — dijo, con un pequeño nudo en su garganta que ignoraba al sonreír entre lágrimas —. Nunca pude olvidar y perdonarme el que me los hubieran arrebatado de mí. Me arrepentí por nunca haberlos sostenido cuando nacieron, aunque sea, por una vez. Teniendo miedo de nunca poderlos ver más… Pero ahora, puedo hacerlo — quiso reír, pero no pudo, y en cambio, un sollozo salió de sus labios —. Finalmente, ustedes están aquí, conmigo.
El antes ceño fruncido de Edward se suavizó, y ya no ocultando más sus sentimientos, comenzó a llorar en su pecho, abrazándola. Leo lloraba en silencio, con una pequeña sonrisa, sintiéndose feliz de saberse amado.
Realmente amado por su madre.
Ray los contempló, sonriendo levemente.
Me pregunto si… En verdad, mamá me amó. Tanto como Emma ama a sus hijos.
Se preguntó en silencio, suspirando, levantándose y adentrándose más a su antiguo hogar. No pudiendo evitar sonreír con amargura en el camino y decir: — Estoy en casa.
