La idea de volver a dormir bajo el techo de la que alguna vez fue su jaula decorada cuál orfanato, como un hogar feliz, no le hacía gracia.
Pero debía soportarlo por esta noche, una vez más. Y tal vez, venir nuevamente, pero en solitario y prenderle fuego; para así poder sentirse satisfecho, y de paso, poder cerrar este ciclo.
Porque ya no estaba solo. Y ya no eran más, comida de nadie ni nada.
Aunque... A veces, podía sentir como los fantasmas de sus hermanos jalaban sus ropas y le susurraban reclamos. Le cuestionaban sobre haberlos dejado morir o escuchaba sus risas.
Cerró sus ojos, suspirando profundamente. Recordándose otra vez, que ya no estaba solo. Y que el pasado, era pasado.
Estaba por despojarse de su vestimenta como Minerva, cuando sintió como era abrazado por detrás. Sabía que era Emma, aunque sinceramente, no esperaba este gesto de su parte.
Ni siquiera tenía palabras para decirle algo en este momento. Pero de lo que estaba seguro era que, no estaba incómodo con su tacto; era reconfortante, le daba esa sensación de tranquilidad, de paz a su desgastada alma.
Y quería un poco más.
Emma deshizo un poco el abrazo al verlo voltearse a su dirección, pensando que tal vez quería decirle algo. Cómo por qué tardó ella y Leo en ir al comedor o tal vez, quería quitarse su ropa y ponerse cómodo.
Ingenuamente creyó que era eso, por lo que no esperó que Ray tras quitarse la capa y el chaleco, la tumbara a la cama en un abrazo. Sorprendiéndola y haciéndola sonrojar.
No se sentía capaz de pronunciar palabra, preguntándose si era por lo repentino de sus acciones o porque podía sentir su respiración en su cuello al tener él escondido su rostro ahí.
Era demasiado para su corazón. Y... Ray era tan injusto.
— Ray...
— Me quiero quedar aquí — murmuró, refiriéndose a la posición en la que estaban. Aumentando más su rubor y los latidos de su corazón.
Emma cerró los ojos, avergonzada, emocionada, tímida, de todo —. ¿Q-Qué pensarán Edward y Leo si...?
— Están dormidos, todos en esta casa — le aseguró, sin apartarse o moverse. Sintiéndose cómodo por la calidez que ella emanaba, y arrullado por sus latidos acelerados que le sacaban una sonrisita.
— Pero...
— Somos esposos. Y, no estamos haciendo nada indecente.
Emma suspiró, rindiéndose.
— Eres injusto, Ray.
Él sonrió un poco más, cerrando los ojos lentamente, dejándose llevar por el sueño —. Lo sé...
Sin embargo, Emma todavía no quería dormir. No sin antes escuchar una respuesta a su pregunta; una muy importante.
— Ray.
— ¿Mmm?
—... ¿Podemos ser una familia? — Tragó saliva, nerviosa —, ¿...Podemos ser tu familia?
Mis hijos y yo, ¿Podemos?
Hubo un pequeño silencio, el cual Emma cortó con una risilla casi silenciosa.
— No es necesario que me des una respuesta ahora, así como a mis sentimientos — aclaró, con una sonrisa suave, que él no pudo ver —... Sólo... Me siento feliz de haber podido encontrar a mis hijos... Pero si no quieres lo entenderé, no te preocupes.
—... Me parece extraño que... Aceptes a un hombre roto y manchado tan fácilmente, Emma.
— Bueno... Siempre he sido rara.
— Eres muy rara... Pero eso me gusta — susurró, sintiéndose cada vez más dormido que despierto —... Emma...
— ¿...Sí?
Quédate, un poco más, por favor.
—... No es nada.
Al final Ray terminó cediendo al sueño, dejando con la duda a Emma sobre lo que quería decir. Pero como no se sentía capaz de despertarlo por eso, decidió dormir también.
—... Ray... La verdad es que, tú también ya eres mi familia — le confesó en un susurro con una sonrisa, antes de caer en brazos de Morfeo.
