R18
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Capítulo 13
Su nombre
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Los movimientos de Nanami eran más rápidos que lo usual, o tal vez los suyos eran más lentos o decadentes. No podía culpar a su anemia, pues la estaba tratando y no se sentía mal por ello. Le costaba trabajo seguirle el ritmo, más que otras veces y no lograba encontrar la diferencia, si él estaba animado o ella decaída, o ambos.
Cayó al suelo por quinta vez en media hora de lo que llevaban entrenando. Hace ya un par de días que habían comenzado a incluir rutinas de enfrentamientos de cuerpo a cuerpo —lo que le entusiasmó apenas Nanami le dijo que la ayudaría— y pasaba más en el suelo que defendiéndose. Era quizás igual de ágil y fuerte que Maki Zen'in, tal vez más pues con Maki consiguió defenderse un poco —algo mediocre, pero lo intentó— en cambio Nanami no la dejaba acercarse, y apenas podía defenderse. Mientras se esforzada en detener su espada de madera, le atacaba los pies haciéndola caer. No lograba sincronizar sus extremidades, mientras que para el rubio hechicero era pan comido.
—Estás más lenta —le regañó Nanami mirándola serio.
Kasumi frunció sus delgadas cejas, respiró agitada mientras apoyaba sus manos en sus rodillas, encorvada y sin mirarlo. Relamió su labio inferior al mismo tiempo que secó el sudor de su frente con el dorso de su mano derecha, soltó un suspiro y se reincorporó a verlo. Sus ojos pardos estaban fijos en ella, incómoda desvió la mirada, como si estuviera siendo regañada por un adulto y en cierto aspecto era de ese modo. A veces lo olvidaba, —pues con quien más compartía era con Satoru Gojou y no se comportaba muy serio nunca lo era— que, en el fondo, aunque parecieran de las mismas edades, eran sus superiores.
—Lo siento, Nanami-senpai —dijo apenada agachando la mirada. No pasaron más de cinco segundos cuando vio por el rabillo del ojo acercarse un destello café, su instinto le hizo reaccionar cerrando los ojos abruptamente, pero apenas sintió un toque suave sobre sus mejillas los abrió para descubrir qué la tocaba.
Abrió los ojos de par en par, la punta de la espada de madera que usaba Nanami reposaba suavemente bajo sus ojos, él la miraba serio, pero no molesto o irritado, creía que incluso no parecía cansado o aburrido como de costumbre.
—Estas ojerosa —le dijo en un tono de voz masculino y sereno a la vez— ¿estás tomando tu medicina?
—Ah… —logró decir presa del asombro. Y es que aquella pregunta acompañada de su gesto, para Kasumi fue como si Nanami la estuviera tocando con su propia mano y no pudo evitar ponerse nerviosa. Sintió sus mejillas sonrojarse, pero podía culpar al esfuerzo físico del entrenamiento—sí, las he tomado.
—Entonces ¿no estás durmiendo bien? —Kasumi alzó ambas cejas, no alcanzó a pensar en una respuesta cuando la voz ruidosa de Satoru los interrumpió con un fuerte grito.
— ¡Nos levantaron el castigo! —ambos voltearon hacia Satoru y Suguru que se acercaban bajando por la escalinata. Nanami bajó la espada lentamente, y Kasumi sintió que, por un momento, el ambiente entre ambos había cambiado a uno más íntimo, no de la misma connotación que con Gojou, pero sí a uno diferente.
—Lo había olvidado —murmuró Kasumi cuando llegaron junto a ellos.
—Iremos al centro comercial ¿quieren ir? —preguntó Suguru sonriéndoles con amabilidad. Kasumi miró de soslayo a Nanami, esperando su respuesta para decidir.
—No —negó—tengo cosas que hacer, puedes ir Miwa-san, dejamos hasta aquí el entrenamiento.
—Pero ¿tú seguirás entrenando? —preguntó.
—Tal vez —se encogió de hombros—no lo sé.
—Me quedo contigo —dijo sonriendo sin mirar a los recién llegados—iré a tomar agua y vuelvo.
—Vamos Satoru, nos rechazaron —sonrió Suguru mirándolo por el rabillo del ojo mientras se metía las manos a los bolsillos del pantalón.
—Bueno, esos mangas no se comprarán solos. —Respondió encogiéndose de hombros—ah, iré a buscar mi billetera —dijo y antes de esperar una respuesta, se alejó del par de hechiceros en un trote suave.
Apenas entró al colegio, se apresuró y salió por la primera ventana que encontró y rodeó el edificio para llegar al bebedero, donde Kasumi estaba inclinada bebiendo de un chorro de agua fría. Frunció el entrecejo y se acercó sigiloso, lo primero que pasó por su mente fue darle una nalgada por su posición, pero su idea murió cuando recordó la escena en la que sorprendió a Nanami con la joven de Kioto.
— ¿Qué estabas conversando con Nanami? —preguntó cuándo llegó a su lado. Kasumi pegó un brinco, el agua le mojó el rostro y flequillo por el movimiento.
— ¡Gojou-kun! Me asustaste —le reprochó secándose el agua de la barbilla con la manga de su sudadera.
—Sí, sí —murmuró en un tono aburrido, no disimuló su ansiedad por saber su respuesta— ¿qué estabas conversando con Nanami?
— ¿Eh? —la joven lo miró confundida, y el ceño de Satoru se frunció otra vez, a esas alturas, Kasumi lograría que se le formara su primera arruga. Resopló cansado esperando por su respuesta y se acercó un poco más, atrapándola entre su cuerpo y el soporte del bebedero — ¿Qué estás haciendo, Gojou-kun? —preguntó escandalizada mirando a su alrededor—alguien puede venir.
—Responde —exigió posando una mano en cada costado cerca de su cadera— ¿de qué hablaban?
— ¿Por qué lo preguntas? —Kasumi lo miró extrañada, el gesto anormalmente serio en el rostro de Gojou le confundió, tal vez le jugaba una broma o había algo que se le estaba escapando, en ese momento los nervios por ser sorprendidos tan cerca no le ayudaban a pensar.
—Parecía que tenían un momento —dijo en tono acusador—y no me gusta mucho la idea de compartir mis dulces —entreabrió los labios buscando la pregunta precisa, en su mente se mezclaron muchas ideas que no conseguía coordinar con su lengua.
—U-un momento —murmuró frunciendo el ceño— ¿con dulces te refieres a mí? —Satoru blanqueó los ojos, pero ella no pudo verlo gracias a sus lentes oscuros.
—Mira, no me molesta que tengas algo con alguien más, pero después de que ya no nos involucremos. Al mismo tiempo se me hace incómodo —terminó diciendo alejándose mientras se rascaba la cabeza.
—No lo puedo creer —susurró Kasumi mirando el botón con el remolino sobre el pecho del hechicero. Tragó saliva, respiró profundamente y levantó la barbilla—quítate los lentes, necesito verte a lo ojos. —Exigió sintiendo como la sangre se le calentaba.
Satoru alzó una ceja en respuesta, resopló aburrido. Ya podía suponer qué le diría, y al pensarlo, se reprochó mentalmente por decirle eso último. No tenía planeado soltar todo eso, solo había pensado en buscarla para averiguar qué conversaba con Nanami, pero apenas la vio, vomitó todo lo que tenía en mente sin siquiera meditarlo. Se bajó los lentes para que pudiera ver sus ojos, pero no le dio en el gusto de quitárselos. La joven tenía el ceño fruncido, en sus mejillas había un tinte rojo, más intenso que cuando tenían sexo —cosa que se había repetido toda la semana— algunas hebras de su cabello sobresalían de su peinado, y tenía el flequillo desordenado.
— ¿De verdad piensas que haré con otras personas, lo mismo que hago contigo? —preguntó seria y se felicitó mentalmente por no tartamudear.
—No lo sé, no te conozco lo suficiente —se encogió de hombros—y no me molestaría si lo haces, solo que preferiría que me lo dijeras. Aunque si lo haces, tampoco te pediría que no lo hicieras… ¿Sabes qué? Olvídalo —terminó diciendo, él mismo estaba confundido y sentía que sus palabras no tenían sentido. Sonrió sin ganas y se acomodó los lentes, iba a voltear cuando Kasumi lo detuvo sosteniendo su muñeca. Volteó ligeramente hacia ella, esperó verla enojada, pero parecía seria y serena a la vez.
—B-bueno —dijo y soltó un suspiro—pero antes que te vayas quiero aclarar algo contigo. No soy tu dulce —y frunció el ceño—y es extraño que me digas todas estas cosas, cuando fuiste tú el que dijo que esto… era algo pasajero, que querías repetir un par de veces —susurró soltando su muñeca mientras desviaba la mirada. —No te entiendo.
—No hay nada que entender —se apresuró en responder—solo me pareció curioso que Nanami se te acercara así, pero bueno. Es cosa tuya lo que haces, no lo pienses demasiado ¿quieres que te traiga algo del centro comercial? —preguntó cambiando de tema, sonriéndole como siempre y Kasumi lo miró perpleja.
—N-no, estoy bien —logró decir, más confundida que antes. Lo vio asentir y darle la espalda, soltó un suspiro y cerró la llave. No alcanzó a voltearse cuando Satoru regresó y se le acercó rápido, inclinando su rostro sobre el de ella para darle un beso fugaz. Kasumi se tensó apenas sus labios se tocaron, reaccionó cinco segundos tarde y se inclinó hacia atrás para romper el beso— ¡¿Qué haces?! ¡alguien pudo vernos!
—Me fijé que no hubiera nadie primero —respondió sonriéndole ampliamente, mostrándole su perfecta dentadura—nos vemos.
Kasumi se quedó varios segundos en su sitio, con el ceño fruncido y los labios entreabiertos ¿qué había sido todo eso? Sentía el corazón latirle deprisa, aun no procesaba la pregunta de Gojou, cuando le terminó diciendo esas tonterías que, al recordarlas, la sangre le volvía a hervir. Se sentía idiota, debió regañarlo e incluso exigirle una disculpa por lo que le había insinuado, sin embargo, no dejaba de pensar en sus palabras, no por el significado textual, sino más bien por el trasfondo de lo que acababa de pasar. Su ingenuo e inexperto corazón le hacía ilusionarse, le gritaba que tal vez lo que habían presenciado era un Satoru Gojou celoso, pero apenas lo pensaba, su cable a tierra le obligaba a pensar objetivamente. Si ese hubiera sido el caso, no le habría dicho que le daba igual que estuviera con otras personas. Soltó un suspiro cargado de cansancio, estaba confundida. Porque por una parte entendía que estaba pensando más de la cuenta, que lo que había pasado no era importante, sin embargo, todo se le hacía tan extraño.
—Tonta —terminó susurrando.
Se había propuesto disfrutar lo que pasaba entre ambos el tiempo que durara, sin pensar demasiado en cuando terminaría y no esperar algo más de él, que a pesar de que los encuentros sexuales se habían repetido más de dos veces —según las palabras de él, era lo que bastaría para que se aburriera—, tarde o temprano perdería el interés y lo de ellos terminaría, así como empezó. Pero era difícil, más cuando la sorprendía con situaciones así. Prefirió pensar que no había mucho que darle vueltas y que no tenía mayor importancia, como él le había dicho.
(…)
Estaba avergonzado, y ni con todo lo que había comprado lograba distraerse de pensar en el ridículo que había hecho frente a Kasumi. No debió ir a preguntarle nada, una y otra vez se repetía que había sido una estupidez, pero se justificaba rápido con que no lo había planeado, y se lamentaba aún más por no pensar las cosas. Lo cierto era que incluso a él le confundía, así como le había dicho, no le molestaba si la joven de Kioto tenía algo con otra persona, después de todo ellos solo se estaban acostando, sin embargo, cuando la vio con Nanami, algo inusual y desconocido para él, despertó. Como cuando la vio llevarle los dulces que le había comprado, una inseguridad absurda nacía en su pecho que se esforzaba en controlar u olvidar.
Quería creer que tenía que ver con que era primera vez que se involucraba con una compañera, una chica que veía a diario y que compartía con los demás, era fácil confundirse. Suspiró con pesadez, tal vez había sido una mala idea acostarse con la joven, pero no quería arrepentirse tampoco de lo que había —y estaba— haciendo, pues lo disfrutaba, y todavía no tenía suficiente de ella. Frunció el ceño al recordar las palabras de Kasumi; él también recordaba a la perfección que le había dicho que con un par de veces se aburriría, sin embargo, ni él mismo se fiaba de sus palabras, las cambiaba según su conveniencia y por el momento, quería seguir follándose a la joven de Kioto. Solo esperaba que Kasumi no pensara más de la cuenta en el espectáculo que había hecho, que no se confundiera. Tal vez tendría que repetirle que lo de ellos solo era algo casual, temía que la joven se ilusionara y lo entendía si pasaba, después de todo era fácil querer algo más con él, pensó.
— ¿Vamos por un helado o nos vamos al colegio? —la pregunta de Suguru lo sacó de sus pensamientos, volteó ligeramente a verlo y asintió— ¿si qué, idiota? ¿crees que leo tu mente?
—Un helado primero —respondió en un tono arisco, pero ambos sabían que era solo una actuación, que lo llamara "idiota" no era suficiente para hacerlo enojar.
—Uhm —Suguru lo miró por unos segundos, estudiando sus gestos aparentemente relajados, frunció sus cejas y murmuró mirándolo con sospecha— ¿por qué estás tan silencioso? Y tranquilo, después de estar dos semanas sin venir al centro comercial, ya me había preparado mentalmente para lidiar con tu locura.
—Los días nublados me dejan así —respondió, soltó un bostezo ruidoso que apenas alcanzó a cubrir con su mano—recién empezó el otoño y está bastante helado.
—Nunca te había visto desanimado porque hace frío ¿crees que soy tonto? —preguntó en tono acusador—algo te molesta.
Satoru no respondió, hizo una mueca infantil curvando los labios hacia abajo y se detuvo en una tienda de tecnología a mirar desde la vitrina, buscando cambiar el tema. Porque no podía decirle que, si andaba callado y calmado, se debía a que estaba pensando en su extraña relación con Kasumi. Normalmente no le molestaría contarle alguna tontería así, sin embargo, la situación cambiaba por ser Kasumi la protagonista.
No solían conversar de sus relaciones con el sexo opuesto, su amistad trataba más de compañerismo y confianza en su rol como hechiceros, divertirse leyendo mangas y discutiendo, no hablaban de chicas ni de sus familias. Se retaban en juegos a veces, pero nada importante. Decirle que se estaba follando a Kasumi podía complicar el ambiente por muchos motivos. Tenía la ligera sospecha de que sería criticado, y odiaba que le juzgaran, no porque le importara, sino que más bien porque le aburría escuchar reproches y perder el tiempo en tonterías. Era más que nada para evitarse problemas. No le preocupaba la reputación de su compañera, mucho menos la suya, pero sentía que era algo tan pasajero que no valía la pena comentarlo.
— ¿No tienes a nadie más para molestar con tus preguntas tontas? —dijo con burla medio sonriendo, y lo miró de soslayo. Su compañero alzó una ceja en respuesta y soltó un suspiro, caminó hacia él y se paró a ver los artículos detrás del vidrio.
—Nanami no quiso venir —respondió encogiéndose de hombros—no me queda más opción que molestarte.
—Uhm —dijo pensativo al recordar al rubio, frunció el ceño y con disimulo, murmuró en un tono indiferente—. Nanami prefiere la compañía de Kasumi.
—No lo culpo —soltó una carcajada breve—también hubiera preferido la compañía de Kasumi-chan.
—Uhm —frunció el ceño por unos segundos, incómodo con su comentario, pero prefirió fingir normalidad, lo acompañó riéndose por unos segundos—sí, entre una chica linda y un par de idiotas, se entiende su elección.
—Tú ni lo hubieras pensado —le dijo medio sonriendo, casi en tono acusador. Satoru rio por lo bajo, un poco burlesco, era incluso irónico su comentario. Claro que no lo habría pensado, porque si él se hubiera quedado solo con Kasumi, a esa hora ya la tendría desnuda en la cama, y definitivamente prefería eso a estar en un centro comercial. Sin embargo, Suguru se refería a otro punto el cual también era cierto y no se molestó en negar. —Bien, vamos por helado antes que se haga más tarde.
No demoraron mucho en comer, en lo que más tardaron fue en elegir la tienda y los sabores de helado. Después de una hora, caminaban de regreso a la estación de metro que los acercaba al colegio, donde luego pedirían un aventón a algún asistente que estuviera de turno. Satoru silbaba una melodía que había escuchado en la radio esa mañana, una mano la tenía en el bolsillo de su pantalón y con la otra cargaba un par de bolsas llenas de mangas y dulces. Suguru también había comprado bastante, pero a diferencia suya, no pudo aguantar y se fue leyendo la revista de esa semana mientras caminaba.
El sol estaba por esconderse, se preguntó vagamente qué estaría haciendo Kasumi a esa hora. No creía que siguiera entrenando, aunque la cancha tenía alumbrado eléctrico, a esa hora corría bastante viento y Nanami era muy estructurado para quedarse hasta tan tarde. Soltó un suspiro y volteó hacia su izquierda, mirando las tiendas que dejaba atrás. Entonces se quedó viendo una farmacia, y en su mente se encendió la alerta. La noche anterior había usado el último preservativo, y estaba seguro que la joven no se arriesgaría con él otra vez —pues ya había intentado que lo hicieran de ese modo y no pudo convencerla con ninguna excusa— debía comprar ahora o ella no le dejaría acercarse.
—Ya vengo —dijo sin mirar a Suguru y se adelantó para entrar a la tienda.
Una campanita sonó cuando abrió la puerta. El guardia de la entrada lo quedó viendo, pero lo ignoró. Continuó su camino a paso rápido entre los pasillos, no alcanzó a avanzar demasiado cuando la campana volvió a sonar. Volteó por inercia y se congeló en su sitio cuando vio a Suguru entrar. Su compañero echó un vistazo rápido a la tienda hasta que lo vio, alzó ambas cejas y sonrió, caminó lento hacia él y Satoru pensó en salir, no podía permitir que lo viera comprando preservativos.
— ¿Qué tienes que comprar? —preguntó mirando los productos en una repisa.
—Eh… —en blanco, su mente privilegiada lo traicionó en el momento en que más la necesitaba y no pudo pensar en ninguna mentira que fuera creíble—cosas. —Terminó diciendo y Suguru alzó una ceja—espera afuera, no necesitas acompañarme.
—También tengo que comprar algunas, cosas —dijo con burla la última palabra. Satoru resopló y se alejó rápido pensando qué hacer.
No podía irse sin comprar, si lo hacía, se quedaría sin sexo esa noche y ya estaba dentro de sus planes el pasar a la habitación de la joven antes de dormir. Tampoco podía permitir que Suguru se diera cuenta lo que iba a comprar porque podía hacer preguntas. Claro que las haría, después de todo ¿en qué momento los usaría si pasaba todo el día en el colegio y en misiones? Las alternativas se reducían a dos, y estaba seguro que deduciría rápidamente que con quien se acostaba era Kasumi. No estaba listo para enfrentarlo, y no quería que algo pasajero terminara en la burla de Suguru o peor, en un regaño.
La primera vez que compró preservativos no había sido tan difícil, al contrario, estaba emocionado por la experiencia y le pareció hasta divertido ver las caras de los vendedores mojigatos, pero ahora era diferente, ahora era él el avergonzado. Miró los productos dándole un vistazo rápido, pensando qué más podía comprar para disimular lo que realmente quería y nada se le ocurrió. Volteó hacia el mostrador, donde las cajitas se exhibían detrás de los trabajadores y palideció. Ni siquiera iba a poder camuflar su compra con cosas que sacara de las repisas, tendría que pedirlo claramente y Suguru lo notaría.
Se rascó la nuca, algo nervioso, contuvo el suspiro y miró de soslayo hacia su compañero que leía las etiquetas de dos enjuagues bucales. Tragó saliva, volteó hacia el mostrador y contó mentalmente los vendedores. Su única opción era esperar a que Suguru se acercara a pagar, y elegir al vendedor que estuviera más lejos y comprar rápido.
—Maldición —susurró entre dientes.
Continuó avanzando entre los pasillos, miraba con sospecha cada producto, ninguno le convencía para llevar y disimular su compra. Levantó la vista hasta el guardia al pasar por su lado, quien estaba sobre un banco para poder mirar desde la altura todo lo que ocurría. Le frunció el ceño cuando notó su mirada fija en él, tal vez pensaba que era un pandillero que buscaba robar, y en el momento se indignó, pero lo dejó pasar rápido. Entendía su reacción, seguramente parecía un ladronzuelo al actuar como un idiota nervioso. Suspiró, él no era así. Era Satoru Gojou y nada ni nadie le podía hacer frente, no podía ser tan complicado comprar un par de cajas de preservativos, pensó.
Suspiró para calmarse, se acomodó sus lentes y avanzó con más seguridad entre los pasillos. Tragó saliva y tomó un champú costoso para pelo sedoso, siguió caminando y sacó un set de afeitadoras y crema para afeitar. Caminó un poco más, pensando, analizando sus opciones y estirando el cuello para ver en qué estaba su amigo. Suguru iba por el pasillo de los hisopos, donde los productos de bebé en su mayoría se exhibían. Relamió su labio inferior y sacó lo primero con lo que se encontró en el estante, una esponja y sales de baño. Resopló y miró hacia su compañero, lo vio caminar hacia el mostrador y se apresuró en caminar hacia el otro extremo, donde un vendedor miraba con aburrimiento a la clientela.
Frunció el ceño cuando notó que una anciana caminaba hacia el mismo sujeto con delantal blanco, si dejaba que pasara primero —lo que una persona respetuosa debería hacer— Suguru terminaría de comprar y le iría a hacer compañía y se daría cuenta lo que estaba comprando, así que sin importarle la opinión que podían hacerse de él —nunca le importaba— adelantó a la mujer de tercera edad y llegó primero con el vendedor. La vieja soltó una exclamación, el tipo que atendía lo quedó viendo con desprecio y asombro, pero lo ignoró.
—Dame píldoras para el dolor de cabeza y para aliviar la gripe —dijo serio y tamborileó sus dedos en el mostrador, ansioso, debía pedirle más cosas para disimular su compra—y cuatro cajas de preservativos sensibles —murmuró al mismo tiempo que dejaba las cosas que había sacado de los estantes sobre la superficie para llamar la atención.
El tipo de mediana edad alzó una ceja al escucharlo, dejó las cajas de remedios sobre el mostrador junto al champú y se volteó rápido para sacar las cuatro cajas de preservativos, donde cada una incluía 3 sobres.
—Tenemos una edición en donde vienen 12, así llevas una sola —dijo mientras dejaba las cajitas al lado de la esponja y sales de baño.
—Eh… bien, dámela igual —respondió. Miró hacia el otro extremo, donde Suguru estaba pagando y el pulso se le aceleró—solo eso, toma —dijo y extendió su tarjeta.
El hombre alzó una ceja al ver el plástico dorado, lo miró por unos segundos y se encogió de hombros. Pasó los productos por la máquina registradora a ritmo constante, ni rápido ni lento, pero para Satoru fue desesperadamente lento. Se rascó la cabeza y miró por el rabillo del ojo a su amigo, que guardaba sus compras en una bolsita de papel que le habían entregado, volteó hacia el vendedor y esperó que pasara la última caja de condones por la máquina y empezó a echar los productos a su bolsa de chucherías. Empezó por los condones. El tipo alzó una ceja al notar su prisa, seguramente pensaba que eran nervios de primerizo, pero no importaba.
— ¿Me das una bolsa para el champú y la esponja? No entran en esta —dijo levantando la vista. El vendedor sonrió con disimulo al ver que solo había guardado las cajas de preservativos y las píldoras, lo vio asentir y frunció el ceño.
— ¿Qué compraste? —pegó un brinco al oír la voz de Suguru. Volteó rápido a verlo, tragó saliva y se encogió de hombros.
—Nada en particular —dijo sonriendo y volteó hacia el vendedor quien le extendía su bolsa y la boleta, junto a su tarjeta.
—Déjame ver —murmuró estirando el cuello para ver lo que había en su bolsa de papel.
—¡Quítate! —se quejó escondiendo la bolsa, que, aunque no guardaba los preservativos, prefirió actuar como normalmente lo habría hecho.
—Vuelva pronto —dijo el vendedor, Satoru asintió y se apresuró en salir.
— ¡La juventud de hoy en día! —escuchó al pasar junto a la anciana, en tono de cansancio y reproche, e imaginó que se debía a él. Medio sonrió y continuó avanzando, con Suguru siguiéndole de cerca.
(…)
Casi no había luz del sol cuando llegaron a la escuela, la corriente de viento helado les sacudía el cabello, pero iban tan ensimismados discutiendo por tonterías que no le prestaron atención. Llegaron cansados a sus habitaciones, Satoru entró rápido y dejó las bolsas sobre su cama, se quitó su chaqueta con movimientos perezosos y fue directo al cuarto de baño para darse una ducha.
Después de 10 minutos más o menos, salió desnudo mientras se secaba el cuello y el pecho con una toalla blanca. Se vistió rápido, un pantalón holgado de color gris y una remera con mangas del mismo color. Volvió al baño a cepillarse los dientes, y mirarse en el espejo, a asegurarse de que todo estaba en orden y salió para echarse desodorante y ponerse zapatos, porque, aunque estaba cansado por el recorrido en el centro comercial, tenía ánimos para ir al cuarto de Kasumi. Sacó una cajita con tres sobres en su interior y se la echó al bolsillo, las otras las guardó en su velador junto a la cama, iba a irse cuando vio las demás bolsas. Inquieto, prefirió guardar todo antes de salir, lo más probable era que volviera durante la madrugada y le daría pereza guardarlas a esa hora.
Se llevó un par de paletas para compartir con la joven y salió sigiloso de su dormitorio. Caminó a paso rápido hacia el cuarto de Kasumi, al llegar no golpeó la puerta. Posó su mano en la manija y la giró lentamente, apenas la puerta cedió, entró rápido y cerró detrás de sí. Frunció el ceño cuando se encontró con la habitación a oscuras, seguramente ella dormía a pesar de que era temprano. No le importó demasiado y encendió la luz, su entrecejo se acentúo cuando no la vio por ningún lado.
— ¿Dónde estás a esta hora? —se preguntó en voz alta. Extrañado, pensó en regresar a su dormitorio, pero luego decidió esperarla.
Cinco minutos logró esperar, inquieto se paseó por el cuarto pensando. Salió del dormitorio y caminó hacia el comedor, pero se devolvió por donde vino al ver la luz apagada, «quizás Nanami sabe dónde está» pensó, pero apenas la idea pasó por su mente, descartó a los segundos el ir a preguntarle por Kasumi. En parte, porque se vería demasiado obvio su interés, y no tenía ánimos de ver el semblante aburrido del rubio. Suspiró y continuó caminando hasta llegar al patio de la escuela, se sentó en la escalera y se estremeció al sentir la brisa fría. Una mueca decoró sus labios y sacó su móvil, frunció el ceño al ver la hora, eran casi las 8 de la noche y no había señales de la joven de Kioto.
Sus ojos se quedaron fijos en el suelo de la entrada, mirando no muy concentrado su entorno. Empezó a preocuparse cuando se oscureció por completo y las luces del patio se encendieron. Se puso de pie y caminó hacia la salida del establecimiento, nervioso pensando qué podría haberle pasado o dónde estaba. No era normal en Satoru el preocuparse por alguien más que no fuera él mismo, y por lo general no debía hacerlo, ni siquiera por él. La sensación se le hizo molesta, nunca le gustó tener que defender a los débiles, y el preocuparse por Kasumi era bastante parecido, pues la joven era —para él al menos— lo mismo que un no hechicero por su nivel de fuerza si la comparaba con él o Suguru.
Se dio una que otra vuelta en la entrada, paseándose como un león enjaulado mientras pensaba en sus opciones. Sacaba su móvil cada tres o dos minutos, cuando se hicieron las 8:15 pm, escuchó pisadas suaves acercarse. Su corazón latió deprisa, al mismo tiempo que se apresuró en asomarse para ver de quién se trataba. Suspiró aliviado cuando vio a la joven caminar lentamente por la vereda. Kasumi vestía un pantalón corto y una sudadera holgada, llevaba unas bolsas que parecían pesadas.
— ¿Dónde estabas a esta hora? —preguntó al acercarse, encontrándola a mitad de camino. No esperó por una respuesta y le quitó las bolsas—y vestida así, estamos en otoño —le regañó mirándole las piernas blancas.
—Hacía calor cuando salí —dijo mirándolo sorprendida por verlo—quedé acalorada por el entrenamiento, incluso después de ducharme ¿estabas esperando por mí? —preguntó sonrojándose, pero desvió la mirada rápido al temer por su respuesta.
— ¡Por supuesto! —exclamó molesto—aunque seas una hechicera, es peligroso que estés sola a esta hora —se quejó y miró el interior de las bolsas — ¿Frutas?
—¡Sí! —asintió entusiasmada—encontré una tienda muy económica.
—Pero no hay fruterías ni verdulerías cerca —murmuró pensativo.
—Lo sé, por eso me demoré. Estuve buscando una tienda barata ¡encontré muchas ofertas!
— ¡Te pregunté si necesitabas algo! —exclamó frunciéndole el ceño— ¿cómo te expones así por frutas?
—Pero es más cara en el centro de Tokio —respondió sonriendo.
—Kasumi, ni siquiera está en buen estado —se quejó sacando una manzana que tenía un golpe, la dejó en la bolsa y sacó un mango duro y frunció el ceño— ¡te estafaron! Esto está verde.
—La fruta verde y machucada es más barata —respondió orgullosa— ¿qué hicieron en el centro comercial? ¿se divirtieron? —preguntó sonriéndole, ignorando los reproches del hechicero y Satoru soltó un suspiro. Era mejor así, pensó, después de todo estaba siendo un poco paranoico.
—Sí —se encogió de hombros—lo de siempre, comprar y comer ¿y tú con Nanami? —preguntó fingiendo desinterés.
—No nos quedamos mucho rato —Kasumi miró la punta de sus zapatos a medida que avanzaban por la entrada del colegio. Se secó el sudor de las palmas en la tela de su pantalón, estaba nerviosa, el ir con él caminando a esa hora le hizo pensar que parecían una pareja, él esperándola y regañándola porque se preocupaba. Trató de no pensar demasiado en ello, constantemente se repetía que no se ilusionara, pero era demasiado difícil. —Tuvo que salir a una misión.
—Ah, ya veo —celebró mentalmente su respuesta, pero casi al mismo tiempo se molestó por alegrarse de que no se hubieran quedado tanto tiempo a solas.
Al llegar al edificio, Satoru se quedó de pie frente a la escalera. La vio subir dando pasitos cortos, sus ojos se perdieron en la forma de sus muslos y se obligó a desviar la mirada, últimamente se sentía como un pervertido todo el tiempo por culpa de Kasumi.
—Daré la vuelta, me abres la ventana cuando llegues —dijo y sin esperar una respuesta, se fue rápido por el costado del edificio.
Kasumi alzó ambas cejas y negó sonriendo. Era curioso que tomara esas precauciones cuando en plena luz del día le había besado. Animada, entró y se apresuró en ir a su habitación. Tardó entre cinco minutos o menos, lo vio parado afuera de su ventana apenas ingresó y encendió la luz. No dejó de sonreír, cerró la puerta detrás de sí y trotó suave hacia la ventana para quitarle el seguro.
—Está helado —dijo Satoru cuando metió la mitad del cuerpo dentro, le entregó las bolsas a la joven y pasó las piernas por el marco de la ventana.
Kasumi se acercó al mesón donde le habían instalado la estufa hace unos días. Dejó las compras y abrió las bolsas para sacar las frutas. Escuchó el seguro de la ventana, pero no volteó, estaba concentrada organizando los mangos cuando sintió las manos de Satoru rodear su cintura. Se estremeció al sentir la respiración del hechicero chocar en el lóbulo de su oreja. Volteó ligeramente hacia atrás, él se había inclinado lo suficiente para poder apoyar su mentón sobre su hombro, la joven le sonrió tímida y volvió a mirar las frutas.
—Estás ojerosa —le murmuró él cerca de su oreja, la sintió temblar entre sus brazos y sonrió por su reacción.
— ¿Sí? Entonces Nanami-senpai tenía razón —dijo sin mirarlo. Satoru guardó silencio por unos segundos, en su cabeza cada pieza encajó y no tuvo necesidad de preguntar más para entender que lo que había pasado en el entrenamiento tenía que ver con eso. Más tranquilo consigo mismo, buscó el borde de su sudadera para meter las manos debajo de su ropa— ¿quieres un cóctel de frutas? —preguntó volteando a verlo.
—Luego —le susurró en un tono grave y tragó saliva. La miró a los ojos por unos segundos, luego su boca y antes de siquiera pensarlo, se inclinó para besarla. Kasumi respondió con su dulzura habitual, mientras que él movía los labios más apasionado e intenso—tengo otra cosa en mente ahora.
—Creo saber qué es —respondió ella igualando su tono bajito de voz.
No hubo más palabras entre ambos. Kasumi giró hacia él para poder quedar frente a frente, rodeó su cuello y lo acercó a su cuerpo para poder besarlo, mientras que el hechicero no dejaba sus manos quietas en ninguna parte de su cuerpo. No podía evitar sentirse diminuta cuando estaba con él, tanto literal como figurativamente. Satoru Gojou tenía una energía avasalladora difícil de equiparar, su personalidad extravagante opacaba a cualquiera que hubiera conocido antes. A menudo se recordaba lo diferente que eran cuando él la tocaba, sus manos grandes abarcaban sin problema su cintura o rostro, le gustaba. Él la tomaba en brazos de la nada, sin esfuerzo y cada vez que lo hacía se sentía como una princesa de un cuento, claro, el joven hechicero la llevaba en brazos hacia la cama con otros fines, los que solían omitir en los cuentos de hadas.
Por eso, cuando él la levantó del suelo acercándola a su torso, no se sorprendió y se abrazó a él con más fuerzas. Segundos después la tenía sobre la cama, él encima de su cuerpo, besándola y desnudándola. El sexo con Satoru Gojou era completamente diferente ahora, ya no protestaba, ni siquiera pensaba en negarse cuando la tocaba buscando hacerlo, porque ella también lo quería y ansiaba. Quizás en lo único que empezaba a pensar era que debía ponerle una pausa a las veces en que lo hacían, él siempre terminaba yéndose muy en la madrugada y terminaba durmiendo tres o cuatro horas, estaba pasándole la cuenta el desvelo continuo, seguramente por eso estaba tan ojerosa.
Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando Satoru besó sus pechos, soltó un profundo suspiro al mismo tiempo que él se llevó un pezón a su boca, succionándolo mientras amasaba el otro. Arqueó su espalda contra el colchón, entregándose por completo al hechicero más fuerte. Mordió su labio inferior cuando él bajó hasta su vientre haciendo un camino de besos, enredó sus dedos en la melena blanca de Satoru, gimiendo despacio de pura ansiedad.
El momento no necesitaba mucho preámbulo, a ambos le urgía concretar el encuentro. Satoru llevó su mano derecha a su entrepierna, tanteando si era el momento de invadirla o si debía esperar, para su sorpresa, Kasumi estaba igual de ansiosa que él. Sonrió triunfante mientras se bajaba los pantalones junto con su bóxer, se puso el preservativo rápido y antes de instalarse sobre su cuerpo, ella se acercó para besarlo. La abrazó con fuerza pegándola a su torso, sonrió sin dejar de besarla cuando sintió sus pechos aplastarse con sus pectorales, le encantaba esa sensación, era algo que había descubierto con ella.
—No aguanto más —le susurró al separarse de su boca y la empujó contra la colchoneta. Ella jadeó por la sorpresa, pero antes de que pudiera decir algo, Satoru se subió a su cintura, tomó su muslo derecho desde abajo y jaló hacia el cuerpo de la joven, para finalmente hacer que su pantorrilla se apoyara en su hombro—voy a follarte. —Anunció, y guio su pene hacia su interior.
Kasumi tuvo que cubrir su boca al sentir la primera embestida, y prefirió quedarse así al notar el entusiasmo con el que era penetrada por Satoru. Cerró sus ojos con fuerza, como si eso le ayudara a controlarse para no chillar mientras él empujaba rápido sus caderas. Su respiración se agitó, oía como sus cuerpos chocaban en un ritmo constante y con su pierna sobre el hombro del hechicero, él podía penetrarla más fácilmente. Con un poco de timidez, comenzó a moverse a su ritmo, y el goce fue mucho mejor. Sintió sus labios besar su cuello mientras se inclinaba más hacia su torso, haciendo que su pierna se estirara aún más por la posición, pero no le molestó. Pronto sus besos pasaron a mordiscos suaves, succionando su piel por unos segundos para después morderla fuerte y no pudo contenerse.
— ¡G-Gojou-sensei! —gimió completamente rendida, y él aceleró el ritmo, ganándose más gemidos de Kasumi. La sintió temblar a los minutos, mientras respiraba agitada y se cubría los ojos apenada, él la embistió un par de veces más y consiguió su orgasmo, pero le supo a una victoria vacía.
Respiró agitado, la miró con el ceño fruncido y saliendo lentamente para no esparramar nada dentro de la joven, la encaró.
— ¿Cómo me llamaste? —preguntó en un tono golpeado, haciéndola brincar. Kasumi cerró sus piernas apenas él se alejó, volteó a verlo confundida—me dijiste "Gojou-sensei" ¿estabas pensando en mi versión adulta mientras te follaba?
— ¡N-no es así! —se apresuró en contestar—p-pero son la misma persona —dijo no muy convencida al ver su semblante sombrío.
—No —dijo tajante—no es lo mismo. Me llamarás Satoru a partir de ahora —exigió inclinándose hacia su rostro. Kasumi se tensó cuando sus narices se rozaron—y no escucharé excusas.
— ¡No puedo llamarte por tu nombre! —dijo avergonzada—no me pidas eso… por favor.
—No me interesa —respondió mirándola con recelo, le hizo un nudo al preservativo y continuó—cada vez que me llames "Gojou-kun" —imitó su tono de voz cuando dijo su apellido—creeré que estás pensando en él.
—Pero son la misma persona —se quejó apenada—está bien… S-Satoru-kun —susurró con las mejillas rojas.
—Bien… así está mejor —refunfuñó, aunque aún se sentía indignado. Soltó un suspiro y miró hacia el mueble con las frutas— ¿me harás ese coctel con tu fruta barata? —preguntó sonriéndole.
—Te darás cuenta que saben igual —respondió haciendo un mohín infantil. Kasumi buscó su playera y se la puso rápido—compré crema de leche para mezclarla ¿habías comido antes? —preguntó girando hacia él, pero él solo le sonrió. La joven desvió la mirada apenada y antes de decir algo más, él se acercó a besarla.
(…)
Pensó que cuando consiguiera follarla, su interés por descubrir sus nuevos recuerdos se iría, como solía pasarle cuando las cosas dejaban de ser novedades. Pero se equivocó. Se encontraba a sí mismo continuamente pensando en sus momentos con la joven de Kioto, intentaba no cuestionarse, se la pasaba añorando momentos con ella sin dejar de sonreír. A menudo se burlaba de sí mismo cuando pensaba en su comportamiento ¡era un crío desagradable! No entendía como la adorable Kasumi permitía que la follara cada noche, sin negarse, siempre dispuesta y entregada. No tenía tacto para decir las cosas —eso no había cambiado mucho—, era muy rudo en la cama y a veces no se daba cuenta, pero no podía negar que extrañaba esa energía juvenil. Si bien no estaba viejo, a veces después de las misiones solo tenía ganas de comer algo y ver una película, pero su versión adolescente tenía tiempo para su trabajo, escuela y follarse a su compañerita, le daba créditos por eso.
Tuvo que abrir las ventanas temprano para que el calor que sentía bajara un poco. Bebió de su té azucarado mientras miraba hacia el patio, sonrió al imaginar a la joven entrenando con Nanami, pero apenas lo hizo, su sonrisa se fue apagando. Lo que para su versión adolescente eran momentos vergonzosos llenos de confusión, para él eran claramente escenas de celos y eso era nuevo para él. No alcanzó a beber otro sorbo cuando su móvil vibró en la superficie de la mesita. Se acercó con curiosidad, pero hizo un gesto de cansancio al leer el nombre de la sensei de Kioto.
—Utahime —dijo fingiendo una sonrisa— ¿me extrañas tan temprano?
— ¡No seas idiota! —sonrió al oírla, supuso estaría gritándole al aparato— ¿Has recordado algo más, de Miwa-chan?
—Ah… —claro que recordaba, pero estaba seguro que se ganaría un grito que lo dejaría sordo si decía algo—sí, está bien… —murmuró no muy convincente—no hay muchas novedades —tosió nervioso y frunció el ceño por su actuación deplorable.
—Ah… ya veo —el silencio se prolongó por unos minutos, la oyó suspirar—bueno, me llamas si pasa algo.
—Descuida, no debes buscar excusas si quieres que te llame —dijo en un tono burlón y ella colgó. Era la mejor forma de cortar la comunicación con la maestra de Kioto. Sonrió y dejó el celular sobre el mesón. —Debí decirle que la estoy cuidando bien —susurró para sí mismo, aunque no sabía si aquello era del todo cierto.
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N/A: Holii, otra vez por acá! y es que en este fic soy feliz hahahah me gusta mucho escribirlos y estoy pensando todo el día en escenas para el fic, gracias por leer y comentar, espero que no se esté volviendo muy tedioso. Cada cap me sale más largo que el anterior, no tenía pensado escribir de Gojou adulto en este cap, por eso escribí poquito de él (espero baste Nade, aunque lo dudo),
Espero leernos pronto! gracias por sus rw!
Lo siento si hay muchos errores, edité rápido hahaha
