Nota: Parece que me voy a tardar años en terminar esta historia, send help. Si no gusta, está bien (?).


– ¿Tienes algo que decirme? – preguntó Ray luego de un largo rato de mutismo entre ambos, mientras sostenía las riendas del caballo con Emma sentada y abrazada a él.

No era que le molestara que ella lo mirara pero después de un tiempo, en el que Emma solamente estaba mirándolo sin decirle nada, empezó a incomodarle.

–… No realmente – murmuró, apoyando su mejilla en su espalda con leve puchero –. ¿Te molesta que te miré?

Ray miró unos segundos al cielo, como pensándolo antes de volver su mirada al frente –. Más que molestarme, me incomoda.

– Oh… lo siento, no era mi intención – se disculpó, sonriendo apenada –… Es sólo que… estaba pensando. Pensando profundamente sobre lo que soñé… Por cierto, ¿fuiste capaz de dormir Ray?

Ray pensó por un momento que Emma no quiso seguir hablando sobre su sueño y como él respetaba la privacidad de su esposa, lo dejaría por lo sano. En cambio, cuando le preguntó sobre si fue capaz de dormir, suspiró ligeramente.

– Sinceramente… creí que no sería capaz de conciliar el sueño pero, me sentí tan cómodo que al final terminé haciéndolo… Aunque creo que al final, no te dejé dormir, una disculpa por eso.

– No te disculpes por eso, yo me alegro haberte ayudado, aunque fuese un poco – le sonrió, aunque él no fuese capaz de verlo –. La verdad es que, no he sido de mucha ayuda desde que llegué y, he sido muy egoísta…

– El hecho de que te hubieras ofrecido a ser mi esposa fue bastante extremo, y me atrevo a decir que hasta absurdo – las mejillas de Emma enrojecieron de tan sólo recordar ese día, sintiéndose avergonzada –. Pero tenías una razón para hacerlo, y también, fui yo quien al final accedió… y aunque no lo creas, sí me has ayudado – volteó a ver a la pelirroja y con un mano despeinó sus cabellos, sonriendo levemente –. Así que no te preocupes, eres libre de hacer lo que quieras.

Libre, una palabra tan ligera y con la cual antes sólo podía soñar y añorar como una fantasía. Palabra que se había convertido en una realidad para ella, sus hijos, Ray y todos.

– ¿De verdad puedo hacer lo que quiera, Ray?

– Mientras no sea perjudicial, está bien – mencionó, volviendo a enderezarse y mirar al frente.

–… Entonces… se mi familia, Ray. Conmigo, Leo y Edward.

Ray se pasmó, abriendo los ojos más de la cuenta ante su pedido. Ante lo segura y firme que sonaba al pronunciar «Se mi familia, Ray».

– ¿…Tu familia?

– Sé que dije que sería tu esposa hasta que encontrara a mis hijos, y también sé que no tenemos mucho tiempo de conocernos pero… pero yo ya te considero parte de mi pequeña familia. Independientemente de lo que siento por ti… yo, yo quiero seguir a tu lado y que tú sigas a mi lado – pasó saliva, aclarando su reseca garganta ante la exposición de sus verdaderos sentimientos y pensamientos, de su segundo nuevo sueño y deseo –. ¿Está mal esto, Ray? ¿Querer que seas mi familia?

Se quedaron en silencio luego de esa breve conversación, cada uno perdido en sus pensamientos.

Donde Emma se preguntaba si habría sido lo correcto haberle confesado lo que sentía y si no había sido más egoísta. Y donde Ray sentía miedo de volver a tener una familia tras haber perdido la suya cuando era un niño aterrado de la realidad que le tocó vivir.

(¿Avanzar o retroceder? Esa era la cuestión).

¿Dudando otra vez, Ray? Tienes un mal hábito que cambiar.

– Quédate – murmuró como un secreto, como una suave confesión –… quédate por favor, Emma.

Emma no se movió o dijo nada, sólo permaneció en silencio con una expresión de sorpresa. La cual prontamente se tornó en una sonrisa repleta de calidez.

– Sí.


– Parece que siempre sí tendremos papá, Edward – mencionó Leo, con una sonrisa y mirada ilusionada. Edward lo miró de reojo, bufando para luego sonreír tenuemente, rendido pero satisfecho al final.

– Así parece, Leo. Así parece…