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Capítulo 14
Débil
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Las suelas de sus zapatos apenas hacían ruido mientras avanzaba por la vereda. Gracias a su altura, no necesitaba estirar el cuello para poder ver del otro lado de la cerca metálica. La venda en sus ojos no impedía que su habilidad se desenvolviera, por lo que no se la quitó para corroborar que no había rastros de energía maldita en aquel hospital psiquiátrico.
Se paró frente al edificio abandonado, con las manos en los bolsillos y soltó un profundo suspiro. No había encontrado nada inusual, tampoco sabía a ciencia cierta qué había ido a buscar, nuevamente no había pensado demasiado esa mañana. Simplemente se levantó e hizo su rutina matutina, para luego obligar a Ijichi a que lo llevara a Kioto a pesar de que tenía trabajos pendientes, pero ya había pensado distribuir sus misiones con sus estudiantes, una tarea menos pensó.
— ¿Qué es lo que está buscando, Gojou-san? —la voz de Ijichi no le sorprendió, tampoco respondió a su pregunta.
Se quedó viendo el edificio, la hierba alta sin podar, algunas enredaderas que se habían pegado a las paredes, oyendo el ruido que hacía el viento al mover plásticos y hojas en el interior del inmueble. Intentó imaginar a la joven Kasumi defendiéndose de una maldición que no lograba visualizar porque no la había visto, en su mente, la expresión de la joven era de ferocidad al mismo tiempo que lucía preocupada ¿habría estado asustada cuando recibió el ataque que la envío al pasado? Seguramente. Ya no lograba recordarla como una adorable joven que le había pedido una fotografía, ahora sentía que la conocía y por lo mismo podía darse el pase libre de visualizar o creer qué y cómo había pasado aquel encuentro desafortunado para ella, conveniente para él, para su versión adolescente al menos.
«¿Qué es lo que estás buscando?» se preguntó, hizo una mueca con sus labios y levantó la vista al cielo nublado. Quizás el visitar el lugar que había sido el escenario de aquella misión le ayudaría de alguna manera, pero ¿a qué? Sus ojos viraban por todo el lugar, sin ningún pensamiento coherente en su cabeza, inquieto, no queriendo reconocer que lo que lo había empujado esa mañana a visitar el hospital psiquiátrico era la necesidad de estar cerca de alguna forma de Kasumi. Empezaba a comprender la confusión y negación de su versión joven, pero para su defensa, le costaba creer que sintiera algo por la muchacha con la que había cruzado unas cuantas palabras.
Estaba convencido de que ese "algo", se trataba de cariño como por cualquier otra persona cercana en su vida. Porque con el tiempo que la joven llevaba en el pasado, había aprendido a conocerla un poco y tenía muchos recuerdos con ella, ya no era una estudiante de Kioto como cualquier otra.
Mordió su mejilla interna derecha, la inquietud no se iba, sentía que algo se le estaba escapando y no entendía qué. Infló ambas mejillas mientras miraba pensativo el edificio, a los segundos dejó salir el aire mientras movía nervioso su pie derecho. No había nada fuera de lo normal en aquel lugar, estaba seguro que no se formaría una nueva maldición, y que, por su parte, no tenía nada que hacer en ese sitio. No había forma de saber ni entender el suceso por el que estaba pasando Kasumi.
En el fondo no quería saberlo, no del todo al menos. Porque al entender qué pasaba, podría buscar alguna solución y no quería que las cosas cambiaran, no ahora, no tan pronto. Frunció el ceño, la joven debía volver a su época, no pertenecía al 2007 y su presencia en ese tiempo podría tener consecuencias, hasta el momento solo había provocado algunos sueños húmedos y fantasías sexuales que satisfacía en solitario, pero si el tiempo seguía avanzando ¿qué más podría suceder? ¿Qué consecuencias podría tener para Kasumi?
«¿Y para mí? ¿Qué consecuencias podría tener el seguir compartiendo con ella?» pensó sombrío.
— ¿Gojou-san? —la voz de Ijichi lo trajo al presente, volteó a verlo con una sonrisa simple en sus labios—se pondrá a llover en cualquier momento…
—Sí —volvió a mirar el edificio y contuvo el suspiro.
Era difícil acostumbrarse a la contradicción que se instalaba en su pecho. Por una parte, quería ayudar a que la joven regresara, pero no porque fuera una buena persona. Su sonrisa se torció un poco, era consciente de que no era la mejor persona, pero el querer que ella volviera solo para averiguar cómo sería la relación entre ambos era demasiado egoísta como para incluso notarlo. Pero a la vez, quería seguir creando recuerdos con ella, quería seguir así, viviendo de sus memorias y eso estaba mal, un poco retorcido de hecho.
No le gustaba la rutina, pero la incertidumbre tampoco era su mejor amiga. Y no saber qué le deparaba con ella en el pasado lo tenía incómodo e inquieto. Soltó un profundo suspiro y giró sobre su talón para regresar al auto, Ijichi le siguió de cerca, lo oyó carraspear su garganta y disimuló su sonrisa al prepararse para su pregunta.
— ¿A qué vinimos a Kioto?
—A turistear —respondió alargando las palabras en un tono juguetón.
—Ehm… pero no tenemos tiempo, se acerca el 31 de octubre, habrá mucho trabajo… —Satoru hizo una mueca por unos segundos, para finalmente ampliar su sonrisa. Le dio una palmada en la espalda que sorprendió al administrativo.
— ¡Por eso mismo! Debemos aprovechar antes de que Yaga se dé cuenta que salimos.
—Y-ya lo sabe —Satoru resopló fastidiado y le miró indignado, aunque no pudiera ver sus ojos.
—Eres un aguafiestas ¿lo sabías?
—S-sí —asintió con culpa, al mismo tiempo que lo reverenciaba a modo de disculpa.
Satoru no respondió, después de todo lo del turismo solo fue una excusa para desviar la atención de sus acciones, pues ni él mismo le encontraba sentido ¿cómo iba a explicar algo que no comprendía del todo? Empezaba a cansarle la inquietud que lo asaltaba cada vez que pensaba en Kasumi, y a diferencia de su versión adolescente, él no podía desquitarse con ella por lo que le provocaba.
—Que injusto —murmuró en voz alta.
— ¿Cómo? ¿Qué cosa? —preguntó Ijichi ajustándose los lentes anticuados.
—No tener lo que deseas —respondió, dejándolo más confundido.
(…)
Kasumi parpadeó un par de veces cuando vio al personal uniformado con trajes negros salir del hospital. Tragó saliva, algo curiosa y volteó a ver a Satoru que miraba todo con semblante aburrido.
— ¿Qué estará pasando? —murmuró para que solo él lo oyera—no creo que nos den información.
—Podríamos colarnos otra vez de noche —responde medio sonriendo—pasar la noche fuera del colegio, los dos solos… aceptaría cualquier castigo —Kasumi se tensó al imaginarlo, al mismo tiempo que sus mejillas se sonrojaron tan abruptamente que le sudó el cuerpo por el calor que Satoru le provocaba.
—N-no podemos —prefirió decir, un "no quiero" habría sido mejor, pero no podía negar que la idea le era atractiva.
—Que aburrida —se quejó haciendo un mohín—pero bueno, nos levantaron el castigo hace poco —murmuró y se echó una paleta a la boca, acomodó el dulce en su mejilla interna y continuó hablando—intentemos averiguar, las cosas empiezan a ponerse interesantes.
Kasumi asintió y le siguió trotando suave cuando el hechicero comenzó a caminar. Si Satoru caminaba rápido, inevitablemente debía trotar para seguirle el ritmo. En momentos como ese odiaba ser tan baja en comparación a su compañero. Aun no salía de su aturdimiento por estar los dos solos a plena luz del día. Era diferente a cuando estaban a oscuras en una habitación y era lo que le hacía emocionarse. No podía quitarse la sonrisa de los labios al recordar sus palabras, "Vamos solos, no invites a Suguru ni a los demás", le había dicho cuando le contó que iría a echar un vistazo al hospital. Pero la necesidad de saber por qué quería estar a solas con ella—como si fuera una cita—, empezaba a hacerle mal. Tragó saliva, lo miró de soslayo mientras caminaban hacia la corta escalinata de la entrada del edificio, carraspeó su garganta, y con timidez le murmuró.
— ¿P-por qué no querías que le dijera a los demás que veníamos? —sentía sus mejillas sonrojarse con cada segundo que pasaba, el corazón le latía desenfrenado como si la respuesta que le fuese a dar Satoru fuera una confesión. Su cuerpo se estaba adelantando, quizás inconscientemente lo estaba pensando y se ilusionaba sin poder controlarlo.
—Porque quería estar a solas contigo —respondió él, calmado y sin titubear. La joven entreabrió los labios para hablar, para preguntarle si lo que quería era tener una cita con ella, sin embargo, las palabras no le salían. Le sorprendía la actitud desinteresada y directa con la que decía lo que quería o pensaba, lo admiraba por ello y en el fondo, incluso lo envidiaba. Iba a responder cuando chocó con el primer escalón de concreto, soltó un jadeo que silenció rápido cuando la mano de Satoru agarró su chaqueta por la espalda para evitar que cayera— ¿qué harías sin mí? —preguntó con una sonrisa socarrona.
— ¿Eh? —ambos giraron hacia el frente al oír la voz femenina. Kasumi alzó ambas cejas al ver a la recepcionista de pie al final de la escalera, con una carpeta en sus manos— ¿ustedes de nuevo por aquí?
—H-hola —saludó Kasumi mientras se reincorporaba—queríamos preguntar si ya podíamos venir a hacer la entrevista al director… —desvió la mirada por su mentira.
—No es un buen momento, ¿y el otro joven no está con ustedes? —ambos fruncieron el ceño al entender que se refería a Suguru, Kasumi porque lo encontró inapropiado, mientras que para Satoru, afectó su ego que estuviera más interesada en su amigo que en él.
—Está ocupado averiguando en otros hospitales —respondió Satoru— ¿podemos pasar a sacar fotos al menos?
—No —respondió tajante mientras apretaba la carpeta contra su pecho—no es un parque de diversiones, y ahora estamos algo ocupados. Vuelvan otro día ¿sí?
— ¿Quiénes son esas personas? —preguntó Kasumi mientras miraba a los hombres uniformados anotar cada cosa que veían.
—Ah… son del departamento de salud gubernamental, estamos en período de renovar los permisos estatales para seguir funcionando —Satoru y Kasumi se miraron al mismo tiempo, los lentes oscuros del joven estaban a medio puente de su nariz por lo que pudo observar por segundos sus ojos color cielo.
—Ya veo, volvemos otro día. Gracias —respondió Kasumi y le reverenció.
Ambos caminaron en silencio a la salida del recinto, una vez que pusieron un pie en la vereda, voltearon a verse al mismo tiempo. Una corriente fría le sacudió algunos mechones de cabello a Kasumi, intentó atajar unos cuantos y dejarlos detrás de su oreja.
—Tengo la ligera sospecha, de que esto no saldrá bien. —Comentó Satoru, sin dejar de mirar como la joven luchaba con las hebras de su cabello que seguían la brisa otoñal.
—El principio del fin ¿eh? —murmuró pensativa—bien… vamos al colegio.
— ¡¿Eh?! No —respondió frunciéndole el ceño, se sacó el dulce de la boca y exclamó sonriéndole—vamos a dar un paseo.
— ¿Q-qué? ¿C-como en una cita? —preguntó sonrojada.
— ¡Claro! —exclamó sonriendo mientras le tomaba la mano y la empujaba para que caminara. Kasumi sintió su pulso acelerarse por ese simple toque, era curioso que los nervios la asaltaran cuando por las noches lo que menos hacían era tomarse de las manos. Tragó saliva al mismo tiempo que posó una de sus manos frías sobre su mejilla para aliviar el calor—tendrás el honor de tener una cita con Satoru Gojou —y el entusiasmo que sintió murió tan rápido como vino.
—G-gracias, supongo —murmuró desanimada. Esperaba que él estuviera igual de entusiasmado por salir con ella, y no que lo viera como una forma más de lucirse. Pero estaba pidiendo demasiado, no le molestaba que fuera de ese modo, le gustaba tal cual era, pero el estar en diferentes sintonías y darse cuenta a diario, le hacía mal.
— ¿Qué quieres hacer, Kasumi? —preguntó cuándo soltó su mano al detenerse frente a un semáforo—haremos lo que quieras.
— ¿Eh? —sus mejillas parecían un juego de luces navideñas, y no podía controlarse después de cada expresión que Satoru le regalaba. Tragó nerviosa y sonriéndole murmuró curiosa— ¿Por qué?
—En las noches hacemos lo que yo quiero, te devuelvo el favor de alguna manera —se encogió de hombros y Kasumi se congeló por unos segundos.
—Regresemos —logró decir después de unos segundos, cuando salió de su ensoñación y volvió a su realidad.
— ¿C-cómo? Quedémonos un rato —dijo sonriéndole.
—Me quiero ir, dijiste que haríamos lo que yo quería. Me quiero ir —la voz y semblante serio de Kasumi le hizo guardar silencio. Asintió mudo y le siguió de cerca, con las manos en los bolsillos, preguntándose porqué la joven no quería salir a una cita con él.
Creyó que se ganaría créditos extras con la joven si paseaban y hacían cosas divertidas, a las chicas les gustaba eso ¿no? Y para Kasumi, una chica que estaba muy interesada en él, pensó que sería una buena apuesta. Contuvo el suspiro y la miró de soslayo, la joven iba mirando el suelo, con los hombros caídos y un semblante depresivo que no se atrevió a interrumpir con alguna de sus bromas.
(…)
Iba mirando la hora en su móvil —que había recuperado la noche anterior, aunque ya le habían advertido que debía devolverlo—, apresuró el paso por los pasillos de la escuela de Tokio, se había quedado dormida y estaba algo justa de tiempo para llegar a la primera clase. Trotó más rápido al doblar por el pasillo, no alcanzó a cruzar la puerta de la sala cuando aparecieron de repente dos siluetas en la entrada, pegó un brinco por la sorpresa y cuando vio las máscaras horribles, aun sabiendo que eran eso, máscaras, terminó pegando un grito.
— ¡Sabía que caería! —exclamó orgulloso Satoru quitándose la máscara de un monstruo tenebroso de la película de terror del momento.
—Kasumi-chan… luchamos con maldiciones más horrendas ¿cómo pudiste caer en la broma absurda de Satoru? —dijo entre risas Suguru sin quitarse la máscara llena de sangre falsa.
—F-fue por la sorpresa —se defendió con la mano en su pecho.
—Estos idiotas por fin tienen a quién caiga en sus bromas de Halloween, los maestros ya no caen en ninguna —dijo Shoko mientras la miraba caminar hasta su pupitre.
—Ah… es 31 —murmuró pensativa—llevo casi dos meses acá… se siente extraño —susurró para sí misma. Muchas cosas habían pasado en su vida, al menos en el ámbito personal. Sentía que llevaba más tiempo junto a los hechiceros de Tokio.
— ¡Hagamos algo esta noche! —dijo entusiasmado—podríamos ver algunas películas de terror y quedarnos hasta tarde.
—Dudo que tengamos energías —murmuró Suguru no muy convencido—estaremos llenos de misiones hoy—Satoru frunció el ceño y resopló dejándose caer en la mesa de su escritorio—creo que serás el más ocupado…
—Ni me lo digas, al menos Kasumi me acompañara —dijo sonriéndole. La estudiante de Kioto sonrió en respuesta, al mismo tiempo que sus mejillas se sonrojaban en un tono rosáceo palido.
—Lo dudo —todos voltearon al mismo tiempo hacia la entrada al ver al director Yaga entrar—esta noche irán ustedes dos solos —dijo apuntando a Suguru y Satoru, éste último hizo una mueca de molestia al escucharlo—Miwa-chan irás con Nanami.
—Entiendo —dijo asintiendo, sintió sus tripas revolverse por la ansiedad, pero intentó mostrarse seria y responsable.
—No tendrán clases hoy, las maldiciones están desbordándose. No se confíen —dijo apuntando a ambos chicos.
—Nunca tendremos un Halloween normal —se quejó Satoru poniéndose de pie—quiero vacaciones.
—Si terminan rápido, tendrán su noche de películas —dijo el director antes de salir.
Satoru blanqueó los ojos y miró hacia Kasumi, tragó con disimulo y apretó sus manos dentro de sus bolsillos, algo incómodo y preocupado con la idea de que la joven no iba a estar con él. Y no es que tuviera celos porque ahora iría con Nanami, simplemente estaba algo preocupado, después de más de un mes la joven volvería a hacer compañera del rubio, sabía que Nanami podía cuidarla bien, pero no podía evitar sentirse inquieto por no ser él quien la protegería si algo salía mal.
(…)
Kasumi evitó ver la hora en su móvil nuevo —cortesía de Satoru, un aparato de la época para que pudiera comunicarse con los demás, pues si tenía cobertura, y así no tenía "motivos" para pedirle el suyo y él jugaba tranquilo—, llevaban varias horas exterminando maldiciones de grad dentro de un colegio público en la zona rural de Tokio. Era el quinto colegio que visitaban en lo que llevaba la noche, estaba cansada, pero no se había quejado. Sabía que las noches de 31 de octubre eran más movidas que de costumbre, sobre todo en colegios y cementerios, donde se reunían adolescentes a hacer tonterías como invocar demonios o fantasmas con tableros de Ouija. Se había encontrado escenarios en donde incluso intentaban hacer rituales satánicos, cargando el lugar con energía maldita muy intensa haciendo que maldiciones se reunieran o formaran casi al instante.
La vida del hechicero no era sencilla, sobre todo porque era una realidad con mucho secretismo, donde la gente normal era inconsciente de muchas cosas y, por ende, provocaban más desastres, dificultándoles la tarea. A veces pensaba que sería más fácil si el mundo de la hechicería fuera de dominio público, sin embargo, las masas solían empeorarlo todo, estaba segura que un resultado así tampoco sería muy bueno.
Soltó un profundo suspiro, se secó el sudor en su frente y caminó detrás de Nanami con su mano sobre la empuñadura de su espada, alerta a cualquier movimiento. Sabía que todavía quedaban maldiciones dentro del colegio, la energía se concentraba en el interior de la escuela, en los pisos más cercanos a la azotea.
— ¿Deberíamos separarnos? —preguntó hacia Nanami—abarcaríamos más espacio, podríamos volver al colegio… si es que no nos dan otra misión en el último minuto.
—No —contestó mirando hacia arriba—hay algo que no anda bien aquí —murmuró pensativo.
Kasumi frunció el ceño, preocupada sintió como su vientre se volvió pesado de repente, contagiándose de la actitud precavida de su compañero, entonces se dio cuenta que no era una preocupación producida por la paranoia. Su intuición también lo sintió y alertó, así como Nanami, que algo más había en el colegio que no se había mostrado y eso podía significar que se trataba de una maldición de grado 2 o 1, más difíciles de encontrar e incluso podían ser pensantes, y eso no auguraba nada bueno. Volteó a ver a Nanami, alzó ambas cejas cuando vio sus ojos abiertos de par en par, sus puños apretados y la expresión de espanto.
— ¿N-Nanami-senpai? —susurró temerosa, el rubio volteó hacia ella y negó, lo vio carraspear su garganta y acomodar su flequillo detrás de su oreja.
—Hay que salir del velo —dijo mirándola serio—lo que está acá no lo podemos manejar… hay que llamar a Yaga-sensei.
—C-claro —tragó con dificultad y volteó hacia el edificio, la energía maldita se desbordó de repente, entendió de inmediato las palabras de Nanami, no era algo que pudieran exorcizar. —Salgamos a… —no alcanzó a terminar cuando un fuerte grito infantil se oyó. Ambos abrieron los ojos de par en par y se quedaron viendo por unos segundos. Voltearon hacia el colegio, tensos, en silencio esperando oír algo más y el grito se repitió a los segundos después—hay… alguien… —sus pies temblaron, todo su cuerpo lo hizo, pero no fue consciente de ello. El pensar en entrar al colegio con esa energía envolviéndolo le estremeció el espinazo, su respiración se aceleró de repente. Su pecho subía y bajaba y el miedo a esas alturas había controlado todo su cuerpo.
— ¡Vete! —le gritó Nanami haciéndola brincar en su sitio—iré a buscar sobrevivientes, quédate afuera del velo y llama a alguien. —Kasumi no alcanzó a responder, solo vio la espalda de Nanami mientras corría hacia el interior del edificio.
Sus pies no se movían, estaban pegados en el suelo. No se dio cuenta cuando comenzó a llorar, sintió su corazón latir deprisa, pero lo ignoró. Sus manos temblaban sobre la empuñadura de su espada, mordió su labio inferior y pensó en las palabras de Nanami, sabía que era la mejor opción, sin embargo, su cuerpo no reaccionaba. Y no sabía si era por el miedo, o por la indignación de dejar solo a su compañero. Recordó las palabras de Suguru, se imaginó siendo ella la que perdía un compañero esta vez, pero no pudo ver a Nanami derrotado, solo pudo pensar en qué sentiría o qué haría si algo así llegase a pasar. Entonces lo supo.
Prefería hundirse junto a Nanami, aunque temblara sin parar, antes de dejarlo solo luchando con esa maldición o buscando sobrevivientes. Soltó un profundo suspiro y antes de terminar de exhalar, se puso a correr lo más rápido que pudo para alcanzar a Nanami. El joven se detuvo a mitad de la escalera hacia la segunda planta cuando oyó sus pasos, la miró sorprendido por unos segundos, para luego fruncir el ceño.
— ¡¿Qué estás haciendo?! —exclamó molesto—te dije que te fueras ¡vete!
— ¡No lo haré! —respondió frunciendo el ceño, sin dejar de temblar y con las manos apretadas en su falda—no te dejaré solo. Sea lo que sea que vamos a encontrar allá arriba, lo haremos juntos… no seré una carga para ti, lo prometo —susurró al borde del llanto.
Nanami guardó silencio, la miró serio. Los segundos pasaban y sabía debía tomar una decisión, y lo mejor era que ella se fuera, pero su determinación lo persuadió, y decidió en ese momento asumir las consecuencias. Mordió su labio inferior y asintió, la joven tragó saliva y corrió hasta alcanzarlo en la escalera.
—Debemos ser cautelosos —susurró—el grito que oímos no se ha vuelto a repetir, llama a Yaga-sensei mientras avanzamos —le ordenó. La joven asintió y tomó su aparato, aun con las manos temblorosas, encendió la pantalla y lo primero que vio fue un mensaje de Satoru, diciéndole que ya había terminado todas las misiones y se había ido al colegio. Sonrió al imaginarlo descansando en su cama, esperándolo. Respiró profundamente y buscó el número del director.
(…)
Estiró sus brazos hacia el cielo nocturno haciendo crujir sus articulaciones, dobló su cuello de lado a lado, dio un par de golpecitos en sus hombros y terminó estirando sus largas piernas. El trabajo había terminado y estaba un poco cansado, pero no por agotamiento, sino más bien aburrido de tanto exorcizar y lo único que quería era llegar al colegio e ir al cuarto de Kasumi, refugiarse entre sus brazos y piernas y luego dormir. Era un panorama mucho mejor que la noche de películas, sonreía con solo pensarlo. Sacó su móvil del bolsillo esperando ver algún mensaje de la joven, frunció el entrecejo algo desilusionado por no encontrar nada ¿ya habría llegado al colegio? Seguramente estaba dormida. O tal vez seguía en sus misiones, hizo una mueca al pensar que ella tardaría, entonces pensó en preguntarle al director si necesitaban su ayuda, con su presencia sus compañeros terminarían rápidamente y todos podrían ir a descansar. Pero desistió a los segundos de pensarlo, al imaginar la conversación incómoda que tendría con su sensei.
Suspiró y caminó hacia el auto que lo esperaba, se puso sus anteojos y bostezó ruidosamente, no alcanzó a subirse al vehículo cuando su móvil vibró por un par de segundos acompañado de una melodía escandalosa. Lo sacó rápido, al leer el nombre del director estiró los labios hacia afuera con desagrado, blanqueó los ojos ya previendo que le encargarían otra misión de último minuto, pero contestó de todos modos.
—Satoru —la voz del director se oía más seria que de costumbre, no le dio tiempo para pensar en algún comentario burlón— ¿terminaste?
—Sí, ¿qué ocurre? —preguntó preocupado al pensar que alguno de sus compañeros tenía problemas.
—La misión de Nanami y Miwa se complicó, ¿Dónde estás? —Satoru se quedó en silencio por unos segundos, tragó saliva con dificultad al pensar en Kasumi— ¡¿Satoru?! No hay tiempo.
—S-sí —asintió aturdido— ¿Qué pasó y dónde están?
—Una maldición de grado 1, hay civiles involucrados. Están en el distrito Nishitama, en un colegio en Okutama, lo encontrarás fácilmente por la energía maldita que desprende el lugar. No alcanzarás a llegar en auto, tendrás que usar tus técnicas… —alcanzó a oírlo carraspear la garganta.
—Bien, voy para allá —dijo y cortó.
(…)
Kasumi estaba apoyada en la muralla de un laboratorio de ciencias. Su respiración era entrecortada, la adrenalina le sacudía internamente y a pesar de que tenía miedo, estaba alerta a cualquier movimiento, del más mínimo detalle que le advirtiera de que la maldición los había encontrado. Miró de soslayo al grupo de niños, estudiantes de primaria, quizás tenían la edad de su hermano y frunció el ceño al pensarlo. Por estúpidas pruebas de valentía, se habían reunido en el colegio de noche con un tablero de Ouija, el lugar ya estaba lo suficientemente cargado por estar cerca de un bosque en el que habían pasado muchos accidentes, fue inevitable que una maldición más importante se formara o llegara allí, no podían saberlo con exactitud.
—Tranquilos, todo estará bien —dijo sonriendo al niño que no paraba de temblar. Lo cierto era que no podía estar segura de esa afirmación. Nanami se había ofrecido de carnada, y podía escuchar la persecución que se llevaba a cabo entre los pasillos y escaleras mientras ella estaba custodiando a los niños.
—Makoto está… Makoto está —Kasumi mordió su labio inferior, apretó sus manos en puños y evitó llorar al hablar.
—Para que podamos salir de esto, deben ser fuertes… no tenemos tiempo para llorar ahora ¿pueden ser fuertes? —preguntó sonriéndoles sin ganas. Los cuatro niños asintieron sin dejar de temblar y la joven se puso de pie.
No sabía de dónde estaba sacando fuerzas para levantarse y moverse sin temblar, tal vez intentaba mostrarse segura en frente de los niños para poder inspirarles confianza. Se acercó a la puerta y miró por la ventanilla, ya no oía a Nanami en ese piso, y por un momento el pánico se apoderó de su cuerpo al pensar que estaba herido, sin embargo, recuperó la calma rápido, él había sido muy enfático en que la prioridad era sacar a los niños del establecimiento. Debía enfocarse en eso, abrió la puerta lentamente y asomó su rostro, y pudo oír los golpes y pisadas en la planta de arriba. Suspiró aliviada y volteó hacia atrás, para hacerle señales a los niños para que la siguieran.
Minutos más tarde, caminaban a paso rápido sin meter ruido por los pasillos. A diferencia de otras veces, no llevaba su espada en su vaina, la sujetaba fuertemente con su mano derecha mientras guiaba a los niños. Por un momento sintió que incluso sus pisadas eran ruidosas, su propia respiración le distraía de poder estar completamente alerta. Al pasar junto a la escalera, el grito de Nanami los hizo sobresaltar. Kasumi abrió los ojos de par en par al mismo tiempo que su corazón se detuvo por microsegundos.
Volteó a ver a los niños, dudó, luego hacia la escalera. Mordió su labio inferior y miró hacia la sala de donde habían salido hace unos minutos.
—B-bien —a esas alturas ya no podía mantener la fachada de tranquilidad—vuelvan al laboratorio, iré a ver a mi compañero —dijo apretando la empuñadura con ambas manos—regresen.
— ¡No nos dejes solos! —gritó uno entre llantos y Kasumi se desesperó, volteó hacia atrás esperando que la maldición que atacaba a Nanami no los hubiera oído y levantó una mano para pedirle silencio.
—No grites —pidió con pánico camuflado—por favor no grites.
—Makoto está, Makoto está —repitió uno de los niños y Kasumi frunció el ceño, volteó hacia atrás justo a tiempo para ver a Nanami correr hacia ellos y abrió los ojos con sorpresa al verlos allí.
— ¡¿Qué diablos están haciendo aquí?! —gritó alarmado— ¡Corran!
Kasumi contuvo la respiración al ver su brazo derecho herido, no iba a poder defenderse en ese estado. Tragó saliva y agarró al primer niño que encontró y lo jaló para que corriera. Al mismo tiempo, los otros tres les siguieron torpemente, detrás de ellos corría Nanami que miraba hacia atrás a cada segundo. La joven empujó al niño hacia el laboratorio, y los demás entraron rápido, pero ella se quedó en la puerta y la cerró.
— ¿Qué estás haciendo? —preguntó Nanami con el ceño fruncido, estaba sudando, Kasumi alcanzó a ver que su brazo no paraba de sangrar. Sin responderle se quitó la chaqueta quedando solo con su blusa, y se apresuró en hacerle un torniquete arriba de la herida.
—N-no puedes tú solo —dijo sin mirarlo, mientras sus dedos temblaban anudando la tela—lo distraeré por unos minutos, guía a los niños afuera.
— ¡Estás loca! —frunció el ceño cuando le oyó, relamió su labio inferior y negó.
—Sé que no soy capaz de vencerlo, pero debemos hacer tiempo. Tú no estás en las condiciones para defenderte, yo sí —respiró profundamente y antes de continuar, la puerta del laboratorio se abrió de golpe y dos niños se apresuraron en salir empujándolos entre gritos y llantos. — ¡¿Qué está…?! —no alcanzó a terminar cuando vio al ser amorfo en medio de la sala con uno de los niños en sus garras.
Había atravesado el suelo, tenía la forma de un gran saco lleno de protuberancias que estallaban una tras otra, sus extremidades eran largas y gruesas. Emanaba un fuerte olor a putrefacción, y a medida que se movía, se podía ver debajo de toda esa tela negruzca y viscosa, una forma humanoide.
Nanami fue el primero en reaccionar, empujó fuerte a los niños que se amontonaban por salir, a Kasumi en el proceso cayendo de espaldas al suelo. Vio asombrada como se abalanzó hacia la maldición y le cortó el brazo que tenía agarrado al niño. Iba a ponerse de pie para poder recoger al chico cuando la maldición corrió hacia la salida. Aun en el suelo, sujetó firme su espada y la cubrió de su energía maldita y mientras atravesaba la puerta, aprovechó para cortarle una pierna.
El ser gritó fuerte, haciendo vibrar varios vidrios en el proceso e incluso rompiendo un par de ventanas. Kasumi se cubrió los oídos por unos segundos, alcanzó a ver como el ser se escondía entre el suelo y bajaba a la siguiente planta. Iba a respirar tranquila cuando recordó que dos de los niños habían corrido en esa dirección. Levantó la vista hacia Nanami, el joven hechicero examinaba a dos de los niños que se habían quedado allí, el que repetía constantemente el nombre de su compañero y el que le pidió que no la dejara sola. Tenía marcas de las garras en su abdomen y salía mucha sangre de sus heridas. Se puso de pie rápido, tropezó antes de poder agarrar velocidad, intentó levantarse con torpeza, cuando escuchó un grito ensordecedor.
Se puso de pie de un brinco, la adrenalina la obligó a correr rápido, se resbalaba con el azulejo sucio por la sangre derramada y no sabía si era de Nanami o Makoto.
— ¡Miwa-chan no vayas! —alcanzó a escuchar desde el laboratorio, pero no volteó a verlo.
Bajó como pudo por la escalera, casi se dobló el pie en un par de ocasiones y apenas llegó al pasillo, se congeló al ver charco escarlata que decoraba el azulejo. Afirmó su espada, se movió en modo ausente, evitó pisar la sangre y caminó lentamente por los pasillos. El silencio era abismal, debía prepararse para lo peor. Empezó a temblar otra vez, el abdomen se le volvió pesado, su entorno empezó a nublarse y supuso que estaba mareada. Respiró profundamente, hizo una mueca de desagrado al olfatear el hierro en el aire y cuando ya dejó atrás el charco, se animó a correr.
Iba a doblar por el pasillo cuando oyó los dientes de la maldición del otro lado, tragó saliva y dio un paso hacia delante, pero todo se volvió negro de repente. A pesar de la sorpresa, y que estaba en desventaja por no contar con su visión, no se sintió asustada. Frunció el ceño extrañada consigo misma, intentando comprender qué estaba pasando. Entonces su aroma le embriagó. Oyó su respiración calmada, y temblando, subió su mano lentamente hasta sus ojos para sentir la mano de Satoru cubriéndole los ojos.
—No mires —le susurró y Kasumi frunció el ceño. El hechicero le quitó la mano del rostro, pero antes de poder abrir sus ojos, él le puso sus lentes y quedó inmovilizada en su sitio viendo el negro de los vidrios. No podía ver absolutamente nada, ni siquiera su propia mano. —Haz causado muchos problemas. —Le escuchó decir, y aunque estuvo tentada a levantarse los lentes, no lo hizo. Sintió plena confianza en que Satoru iba a poder contra la maldición, no necesitaba asegurarse de ello. Se quedó de pie escuchando, sin dejar de temblar, como el hechicero más fuerte exorcizaba en minutos la maldición de grado 1 que hirió a Nanami, y había matado a quizás, más de un niño.
— ¿Satoru-kun? —dijo una vez que el silencio se prolongó. Oyó sus pasos acercarse, iba a levantarse los lentes cuando él la abrazó contra su cuerpo para evitar que mirara lo que estaba detrás de él—los niños… ¿qué pasó con ellos?
—Es mejor que no mires —dijo y frunció el ceño, molesta por su consideración. Lo empujó con fuerzas, y él se lo permitió. La joven le entregó los lentes y se asomó ligeramente para ver qué había detrás del hechicero, solo vio un par de extremidades desmembradas y abrió la boca sin emitir un sonido, fueron segundos que se quedaron para siempre en su retina, Satoru volvió a cubrir sus ojos con su mano y la guío hacia su pecho, entonces se derrumbó. Lo abrazó fuerte, segundos después rompió en llanto, las lágrimas que intentó contener durante todo el encuentro.
En el vehículo, los tres estudiantes estaban fatigados. Nanami miraba en silencio a la joven que estaba en medio de ambos, parecía dormida, pero sus temblores le indicaban lo contrario. Miró de soslayo a Gojou, recordando la escena con la que se había encontrado al bajar la escalera con los dos niños a cuestas. No era de su incumbencia, pero tenía la ligera sospecha de que algo estaba pasando entre ambos chicos.
Las luces de la ambulancia y policía alumbraban el vidrio de las ventanas del automóvil, el conductor terminó de dar las indicaciones a un policía y encendió el motor. Un viaje de casi dos horas los esperaba.
(…)
Seguía sentada en el borde de la cama mirando sus pies desnudos. La toalla que tenía sobre la cabeza le quedaba como si fuera una capucha o un velo, pero no le importaba. En su mente solo había espacio para los rostros llenos de espanto y lágrimas de los niños que no había podido proteger. Sentía un nudo en la garganta, había llorado mucho en los brazos de Satoru y en la ducha mientras se bañaba, sentía los ojos arderles, las pestañas aun las tenía mojadas y el calor en sus mejillas por el esfuerzo en su llanto no se iba. Se quedó varios minutos así sentada sin hacer nada, soltó un suspiro con pesadez y comenzó a mover la toalla sobre su pelo. Se puso de pie y fue al sanitario, tendió la tela mojada sobre el tubo de la cortina, cepilló sus dientes y se dio un vistazo rápido en el espejo. Tenía los parpados hinchados, y el rubor en sus mejillas acentuaba las marcas violáceas debajo de sus ojos, desvió la mirada y buscó el secador de pelo.
A esa hora seguramente Shoko seguía en el aula médica con Nanami. Habían llegado hace media hora más o menos, Suguru venía viajando de regreso después de sus misiones, al menos él venía ileso. Solo Nanami había resultado herido. Se preguntó por unos segundos si el rubio hechicero habría recordado a su antiguo compañero con la misión que habían sobrevivido. Había escuchado de Suguru que les había pasado algo parecido, habían ido a una misión como cualquier otra de grado 2, donde encontraron una maldición de clase especial que terminó con la vida del joven Haibara Yu.
No sabía si la maldición que se habían encontrado era de clase especial, seguramente era grado 1. Intentaba no pensar demasiado en lo que había pasado, porque hacerlo era recordar las expresiones de pánico de los niños. Se sentía impotente, más inútil que nunca. Ni siquiera se sentía aliviada por haber salido ilesa de la misión y que ninguno haya terminado con alguna herida de gravedad, pero si no hubiera sido por Satoru eso pudo pasar.
Luego de secar su cabello, guardó el secador y salió del cuarto de baño apagando la luz. Se recostó en la cama y cerró sus ojos, pero al hacerlo, el charco de sangre oscura le volvió a la memoria. Frunció el ceño y abrió los ojos, miró la luz del foco y pensó en dormir con la luz encendida. Ya eran las 3 de la madrugada, quizás no conseguiría dormir nada.
La puerta se abrió suavemente, volteó a ver, aunque ya sabía de quien se trataba. Los ojos de Satoru se centraron en su rostro, y ella le sonrió al verlo. No llevaba sus lentes oscuros, de los cuales seguía bastante agradecida, de no ser por ellos a esa altura el trauma sería más grande.
—Creí que estarías dormida —murmuró en un tono bajito, como si alguien más pudiera oírlos. Cerró la puerta detrás de sí y caminó rápido hacia la cama, se quitó sus pantuflas y se metió entre las mantas— ¿cómo estás?
—Mejor —dijo sonriendo—pero la verdad… no tengo ganas hoy, lo siento —dijo haciendo una mueca.
Satoru la miró a los ojos, el azul de sus grandes orbes lucía apagado, casi sin brillo. Supo que no pasaría nada entre ellos apenas la vio al entrar, pero no dijo nada. Kasumi se metió debajo de las mantas también, y antes de siquiera pensarlo, se abrazaron. La joven no le tomó importancia al gesto amable del hechicero, no pensó más de la cuenta ni se ilusionó con su trato, simplemente necesitaba un poco de cercanía para calmar sus propios miedos.
Satoru por su parte, sintió una necesidad peculiar recorrerle en el cuerpo. No quería verla desanimada, sentía que era su responsabilidad el cuidarla en ese momento, ayudarla a estar bien anímicamente. Suspiró con disimulo, ahora que estaban tranquilamente abrazados pudo sentirse aliviado de que la joven no hubiera salido herida y que Nanami también estaba bien. Frotó su espalda con su mano derecha, desde sus omoplatos hasta su cintura, acariciando suavemente mientras ella hundía su rostro en su pecho y lo rodeaba con su brazo delgado.
—Kasumi —susurró después de unos minutos—… ¿por qué sigues siendo hechicera? —la joven tragó saliva y frunció el ceño al sentir el trago amargo. Sintió sus ojos humedecerse y como primera reacción pensó en alejarse y llorar por la rabia y decepción de ella misma. Sin embargo, comprendió rápidamente que esa no era la forma adecuada de reaccionar y que la pregunta del hechicero tampoco era una burla. Alejó solo su rostro de su pecho y levantó la vista.
—Es… es en lo único que soy útil. Aunque sea un poco —murmuró insegura.
—No me malentiendas —se apresuró en decir—no digo que no ayudes, de hecho, estoy seguro de que si no estamos contando con una baja de hechiceros hoy es porque tú estuviste allí. —Kasumi alzó ambas cejas al oírlo, sintió sus ojos humedecerse otra vez y tuvo que esconder el rostro nuevamente en su pecho. Él guardó silencio por unos segundos y terminó acariciándole la cabeza con suavidad—hay muchas maldiciones de grado 3 y 4, e incluso 2 que puedes manejar, pero me refería a que después de esto… de que has presenciado lo horrible que puede ser el estar involucrado en este mundo, ¿por qué quieres seguir siendo hechicera?
—Para proteger a mis hermanos —susurró contra su pecho—y me pagan bien por hacerlo. Si logro subir de grado, la paga será mejor y podré ayudarlos.
— ¿Por dinero te sometes a estos escenarios? —preguntó frunciendo el ceño—entonces déjalo. Deja de ser hechicera, yo te puedo mantener —Kasumi frunció el ceño cuando le oyó y se apartó de su pecho mirándolo confundida. Satoru contuvo la respiración por unos segundos al repetir mentalmente lo que acababa de decir, tosió nervioso y murmuró—digo… mantener económicamente, te puedo ayudar con el dinero, no tengo problemas con eso —se encogió de hombros desviando la mirada.
—No quiero tu dinero, Satoru-kun —murmuró con un hilo de voz—no es porque sea orgullosa… pero, quiero hacer algo por mí misma. Es lo único que puedo hacer, el único don que tengo es ver maldiciones y controlar mi energía maldita. No soy más especial que eso, y si dejo de hacerlo… ¿qué seré? ¿qué quedará de mí? —preguntó y volvió a apoyar su rostro en el pecho del hechicero.
—Entiendo… es solo que, te vi muy afectada por lo de hoy. Y siento decirlo ahora, pero te encontrarás con escenarios peores en el futuro. Donde no podrás salvar a nadie, o que tu compañero muera, o que tú mueras sola ¿realmente estás lista para algo así?
—No —respondió rápido—quizás nunca lo esté.
—Eso temí —suspiró y la abrazó con fuerza—mientras yo esté cerca, no tienes que temer ¿sí? No volveré a fallarle a nadie —susurró para sí mismo al recordar a Riko—pero debes hacerte fuerte.
—S-sí, entrenaré con más dedicación —asintió cerrando sus ojos.
Satoru no respondió. La fuerza era un detalle en el mundo de la hechicería, lo que más se necesitaba era un grado de locura para poder lidiar con situaciones como las que habían vivido esa noche, y Kasumi no tenía esa locura, era una chica demasiado pura y no entendía por qué seguía allí, temía que perdiera su pureza de la peor forma, y no siempre iba a poder estar a su lado para evitar que eso pasara.
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N/A: Holi, cómo están? espero que todxs bien. Dado que el tiempo va transcurriendo tanto en la época actual como en el 2007, los sucesos de shibuya se postergan en el 2018 (para siempre por favorrrsh TT-TT)
A partir de ahora, la relación está un poco más consolidada aunque Satoru no lo note y Kasumi se desilusione, creo que este fic tendrá como 20 cap, hay un par de cosas que se deben resolver antes, y veremos si ya podemos concluir.
Gracias por leer y dejar rw, en serio me animan mucho!
Disculpen las letras revueltas y errores, acabo de editar xD
Nos estamos leyendo!
** Hay un fragmento que no me deja editar el doc manager de ff, donde dice "grad" debería ir "grado 4 y 3", no sé porqué no me deja editar ;c
