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15
Obsequio
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Besó su cuello con ansias, como si no hubiera tenido suficiente de ella a pesar de que lo habían hecho ya dos veces esa noche. Pasó su lengua suavemente por su piel, buscando alguna reacción de su parte, pero los segundos pasaron y le pareció oír su respiración más calmada. Frunció el ceño y se apartó un poco para ver su rostro, su entrecejo arrugado se acentúo cuando vio sus ojos cerrados, y la indignación no tardó en recorrerle el cuerpo apagándole la libido. Frustrado, intentó despertarla sacudiéndola con cuidado.
—Kasumi —le habló sin dejar de fruncirle el ceño. La joven hizo una mueca en respuesta y él volvió a moverla— ¡Kasumi!
—S-sí —respondió somnolienta—ya… ¿sí? —volvió a decir y Satoru resopló cansado.
— ¿Cómo puedes quedarte dormida? —le preguntó molesto mientras se bajaba de su cuerpo.
—N-no estoy dormida —susurró abriendo los ojos—lo siento, estoy cansada.
—Así veo —refunfuñó dejándose caer de espaldas a su lado—me iré a mi habitación —soltó enojado, esperando que ella lo detuviera. Pero la joven asintió y se acomodó para dormir— ¡Oye! ¿no me vas a detener? —dijo indignado, y Kasumi abrió los ojos nuevamente. — ¿Por qué estás tan cansada? —preguntó resignado.
—No lo sé —susurró pensativa—quizás las misiones, las clases y el entrenamiento con Nanami-senpai, y las noches contigo, me están pasando la cuenta —Satoru guardó silencio por unos minutos, sintiendo como la culpa le invadía por su poca consideración.
—Si no entrenaras con Nanami, tendrías más tiempo —evitó decir "más tiempo para mí", casi en el último segundo se dio cuenta y prefirió callar, pues no podía hacer que la plática girara entorno a sus necesidades, no ahora al menos. No quería arruinar el momento con sus comentarios como otras veces.
—Debo hacerlo —respondió más despierta—no mejoraré si no entreno. Y no quiero ser una carga para Nanami-senpai —no vio la mueca de desagrado que se formó en los labios del hechicero.
—Uhm… —miró el techo por unos minutos, pensando en cómo tener más tiempo con ella. Entendía su cansancio, a diferencia de ella no entrenaba y sus misiones las terminaba rápido y con gran facilidad. La miró de soslayo y murmuró bajito al verla con los ojos cerrados— ¿Kasumi? —ella parpadeó despacio, y cuando tuvo su atención por completo, habló— ¿Por qué nunca me has pedido que te ayude a entrenar? Está demás decir que soy más talentoso que Nanami. —Dijo encogiendo los hombros, simulando desinterés. Volteó a verla cuando el silencio se prolongó demasiado para su gusto, pensando que la encontraría dormida, sin embargo, su compañerita lo miraba fijamente, parecía pensativa.
—No podría seguirte el ritmo —terminó diciendo—apenas logro defenderme de los ataques de Nanami-senpai… no tengo lo necesario para ser tu estudiante —susurró lo último, desviando la mirada. Satoru frunció el ceño al oírla y se acomodó de lado para poder acercarse un poco. Sus perfiles quedaron a menos de 10 centímetros de distancia.
— ¿Te refieres a mi versión de tu presente? —preguntó interesado.
—S-sí, quiero decir… no soy extraordinaria, y solo te fijas en estudiantes especiales… —se encogió de hombros. Sus mejillas se sonrojaron levemente, le pareció que decirlo en voz alta le avergonzaba.
—Me parece injusto que lo digas, yo me fijé en ti —dijo en tono acusador, haciendo un mohín infantil.
—No como hechicera —respondió rápido y volteó a verlo. Satoru alzó ambas cejas al mismo tiempo que sus labios se curvaban en una sonrisa socarrona que le avergonzó. Desvió la mirada apenada y se acomodó quedando de espaldas a la colchoneta.
—Claro, tienes un punto —concordó sonriéndole—pero ¿no es suficiente? —Kasumi lo miró confundida, sus mejillas aún estaban sonrosadas—que llames mi atención como mujer.
—N-no es de lo que estábamos hablando —terminó diciendo, sintiendo como el corazón le latía deprisa.
—Bien, bien —sonrió—dejaré pasar que prefieres entrenar con Nanami y no con el gran Satoru Gojou —dijo simulando enojo—al menos prefieres acostarte conmigo —soltó en un tono cantarín.
— ¡Satoru-kun! —exclamó completamente avergonzada. —Ve a tu dormitorio, por favor.
— ¿Eh? ¡me estás echando! —soltó sin dejar de sonreír, Kasumi le dio la espalda y se abrazó con las mantas. Medio sonrió divertido por su actitud, y sin pensarlo demasiado se apegó a su cuerpo y besó rápido su mejilla—bien… me iré ¿me das un beso de buenas noches? —pidió en un tono meloso.
Ella no pudo negarse. Aun ruborizada, volteó ligeramente hacia él, mirándolo con el ceño arrugado por la vergüenza. Satoru le sonrió victorioso y se inclinó para besarla en los labios.
(…)
Satoru miró aburrido a sus compañeros, buscando alguna señal sospechosa que los delatara, pero los vio igual que todos los días. Frunció el ceño, un poco decepcionado y suspiró con pesadez. Dio vuelta la página de su manga y volvió a mirarlos, Shoko parecía mensajeándose con alguien, Suguru leía un manga al igual que él y Kasumi leía un libro de maldiciones. Hizo una mueca, cerró el librito ilustrado y se puso de pie de golpe.
— ¿A dónde vas? —preguntó Suguru mirándolo curioso.
—A la expendedora —dijo y antes que su amigo hablara, continuó diciendo en un tono desinteresado—no tardo —murmuró rápido para que no lo acompañara, así tendrían un tiempo para poder hablar sin que estuviera presente si es que lo necesitaban, pensó.
Suguru asintió al oírlo y lo vio caminar relajado hacia la salida. Esperó unos minutos y se puso de pie, dio tres pasos largos y llegó a la puerta, se asomó ligeramente por el umbral, Satoru iba a medio camino por el pasillo. Volteó hacia sus compañeras y sin moverse—para continuar vigilando—habló.
—Bien, ya se fue —dijo mirando a Shoko. La joven soltó un profundo suspiro y estiró sus brazos hacia el techo.
—Pensé que no se iría nunca —murmuró cansada— ¿y bien? ¿se te ocurrió algo?
—La verdad… no —dijo derrotado—no tenemos mucho tiempo libre con las misiones y cuando estamos en el colegio, está él rondando todo el tiempo.
— ¿De qué hablan? —preguntó Kasumi al oírlos, puso su dedo índice sobre la última palabra que había leído para no perder el hilo de la lectura.
—Del cumpleaños de Satoru —dijo Shoko—es el viernes… quizás vaya a visitar a su familia ¿le has preguntado? —murmuró mirando a Suguru, quien no tardó en negar meciendo su flequillo.
—No irá —dijo pensativo—pretende ir para las fiestas.
—Un momento ¿Satoru-kun está de cumpleaños el 7 de diciembre? —preguntó alzando ambas cejas.
—Eres su fan ¿cómo es que no lo sabes? —respondió Suguru, sonriéndole con malicia. La joven no tardó en ruborizarse y negar rápido meciendo su flequillo y mechones color cían.
— ¡N-no soy su fan! —dijo llena de vergüenza—pero… ¿Por qué Satoru-kun no ha mencionado nada? —evitó decir "por qué no me ha dicho nada", pero era lo que realmente se preguntaba.
—Seguramente quiere que lo sorprendamos. —Respondió Shoko sonriendo—nunca ha tenido un cumpleaños normal. Los años anteriores estuvo con misiones, entonces solo comimos en algún local, y por lo que sé, las cosas en su familia son bastante tradicionales.
—Estando nosotros con misiones… ¿cómo nos podríamos organizar? —preguntó y volvió a mirar hacia el pasillo, buscando señales de Satoru.
— ¿Puedo hacerle su pastel de cumpleaños? —preguntó tímida y ambos jóvenes voltearon rápido hacia ella—me quedan bien, está mal que yo lo diga… pero mis hermanos nunca se han quejado y son algo groseros para decir las cosas… —susurró apenada.
— ¿Sabes hornear? —preguntó asombrada— ¡eso es grandioso!
—S-sí… los pasteles son algo costosos, es más económico hacerlos uno —sonrió—puedo preparar el bizcocho el jueves y el viernes lo decoro.
—Sería genial —asintió Suguru—yo compraré pizza y donut, y las bebidas.
—Puedo ir a comprar el cotillón estos días —habló Kasumi—le diré a Nanami-senpai que, por estos días solo entrenemos un poco, así tengo tiempo para las compras.
— ¿En serio? ¡eso nos ayudaría un montón, Kasumi-chan! —exclamó Shoko—no puedo salir si estos andan en misiones —dijo apuntando hacia Suguru.
—Nos salvaste —sonrío Suguru—entonces, hablaré con Yaga-sensei para que nos ayude con los tiempos de las misiones del día viernes.
—Bien, yo decoraré —dijo Shoko y apoyó su rostro en su mano derecha—no me escaparé, lo prometo.
—Ya viene Satoru —respondió Suguru y regresó rápido a su asiento.
Cuando Satoru entró, Shoko fingía mostrarle algo en su celular a Kasumi y Suguru seguía leyendo. Contuvo el suspiro, era evidente que se callarían si estaban organizándole algo, sin embargo, no vio ninguna actitud sospechosa de los tres jóvenes, por lo que su ilusión murió rápido. Se desplomó en su silla y abrió el paquete de galletas que había comprado, y aunque estaban sumamente dulces, no las disfrutó. Sabía que las posibilidades de que pudieran celebrarle su cumpleaños eran bajísimas. A fin de año siempre estaban muy ocupados, debía dejar de ilusionarse, pues que estuviera asistiendo a clases como un adolescente cualquiera no lo volvía un chico común y corriente, tenía que sacarse de la cabeza la idea de celebrar fiestas como lo haría cualquier persona. Suspiró derrotado, y antes de que pudiera concentrarse en el manga, sus ojos giraron hacia el otro extremo de la sala, donde Kasumi leía silenciosa su libro.
La luz que se filtraba por el vidrio de la ventana hacía un contraste en el cabello de la joven. Por un momento pensó en ponerse de pie e ir a sentarse junto a ella, pero lo descartó rápido pues si lo hacía, terminaría molestándola y corriéndole mano delante de sus amigos, y estaba seguro que Kasumi se avergonzaría demasiado. Sonrió al imaginarlo, al menos la noche de su cumpleaños podría celebrarlo con ella, pensó.
(…)
Mientras Kasumi le aplicaba las últimas flores de crema al pastel, Shoko terminaba de inflar globos de colores. Habían pedido permiso para usar el comedor, así mientras Kasumi aprovechaba de cocinar, Shoko se dedicaba a decorar y preguntarle cómo se veía las serpentinas y globos según donde los ubicaba. Suguru había salido temprano de su misión y junto a Nanami, habían ido a comprar el resto de comidas que servirían. Solo faltaba Satoru, al que le habían asignado tres misiones a última hora para poder tener todo listo cuando llegara.
— ¿Necesitan ayuda? —habló Yaga al entrar al comedor.
—Podría colgar los globos de allí —habló Shoko sonriendo y el director pensó unos segundos, terminó encogiéndose de hombros y le hizo caso a su alumna. Después de todo, era el más interesado en que sus estudiantes se distrajeran con alguna cosa, habían tenido un año bastante complejo desde la muerte de Yu, y con todas las misiones desde octubre, necesitaban un descanso y pasarlo bien.
—Me falta poco para terminar y los ayudo —dijo Kasumi mientras le agregaba perlitas doradas a la torta. Una vez que terminó, abrió la puerta del refrigerador y dejó el pastel en el interior para que la crema no se derritiera.
— ¿Le avisarán cuando venga Satoru? —preguntó Shoko, inhaló profundamente e infló el globo que tenía en sus manos, el olor a goma le estaba mareando, pero ya estaba por terminar.
—Sí, me enviarán un mensaje —dijo el director mirando su celular, y sin esfuerzo, colgó tres globos de colores en la esquina de la puerta.
Kasumi recogió la basura que se acumuló del cotillón y barrió rápido mientras el director y Shoko colgaban el banderín en la pared del fondo del comedor, así cuando Satoru llegara sería lo primero que vería. Suguru y Nanami llegaron a los minutos después, cargados de bolsas y cajas, que distribuyeron en cuatro mesas. Kasumi sacó de una bolsa plástica gorritos de cumpleaños y los dejó sobre la mesa, ubicados en cada puesto que usarían.
— ¿No es algo infantil? —murmuró Nanami mientras los miraba.
—Satoru-kun nunca ha tenido un cumpleaños así ¿no? —habló Kasumi sonriendo—hay que usarlos para hacerlo feliz —Nanami frunció el ceño e hizo una mueca al pensar en ponérselo, pero antes de negarse, Suguru se acercó y le quitó el cartón en forma de cono para ponérselo sobre su cabeza rubia al mismo tiempo que se ponía uno él.
—Satoru usará la corona ¿no? —sonrió Suguru. Nanami suspiró y acomodó el elástico delante de sus orejas, miró de soslayo a su compañera de misiones, Kasumi parecía emocionada por el cumpleaños, y estaba seguro que no era por la celebración en sí, que tenía que ver con lo que acababa de decir, el querer hacer feliz a Gojou. No era asunto suyo juzgarla, pero sentía que la cercanía y admiración que sentía la joven por el hechicero más fuerte no era solo por amistad, y eso no terminaría nada bien para ninguno.
(…)
Eran alrededor de las 10 pm cuando llegó al colegio. Estaba cansado, algo desanimado por su día especial, que de especial no había tenido nada. Intentó confortarse con que al menos ahora podría ir a refugiarse a los brazos de Kasumi y eso siempre lo llenaba de energía. Miró la hora nuevamente en su móvil, hizo una mueca, por la hora sería difícil encargar algo para comer. Quizás habían dejado algo para cenar, pensó.
Lo primero que hizo fue ir a su dormitorio, estaba desabotonándose la chaqueta cuando su móvil comenzó a sonar y vibrar. Su pulso se detuvo por unos segundos al pensar que tal vez eran sus padres para saludarlo por su cumpleaños, pero descartó rápido esa idea, lo más probable era que lo llamaran al día siguiente por la diferencia horaria pues en américa aun no era 7 de diciembre. Entonces su ceño se arrugó, la única persona que podía llamarlo a esa hora de la noche era el director Yaga para encargarle otra misión. Tomó el aparato de mala gana y alzó ambas cejas al ver el nombre de Shoko en la pantalla.
— ¿Ya estás en el colegio?
—Sí ¿qué pasa?
—Kasumi se enfermó, necesito llevarla a su dormitorio. Suguru aún no llega y Nanami no responde el celular —Satoru frunció el ceño, confundido y preocupado, pensó en interrumpirla y preguntarle por más información, pero en vez de eso, giró sobre su talón y salió rápido de su cuarto—estamos en el comedor.
—Voy —Shoko no tardó en cortar. Caminó rápido para ir por Kasumi, sabía que no debía preocuparse demasiado, que seguramente no era nada grave, quizás un resfrío o algo le había caído mal al estómago. Aun así, sentía el corazón latirle deprisa por la ansiedad de verla y saber su real estado.
Al llegar al corredor, vio la luz encendida del comedor. Shoko se asomó por el umbral y antes de poder decirle algo, volvió a entrar al cuarto. Trotó suave para alcanzarla, no hizo más que poner un pie en el umbral cuando dos fuertes estallidos lo recibieron. No tuvo tiempo para ponerse a la defensiva, pues no sintió ninguna energía hostil, y los colores que cayeron encima de él y frente a él, le alertaron que aquello no era un ataque.
Se quedó estático en su sitio, intentando analizar qué había pasado, y en cosa de segundos lo entendió.
— ¡Feliz cumpleaños! —gritaron todos al unísono. Abrió los ojos de par en par, se quitó los anteojos lentamente, para intentar ver todo con naturalidad. Nanami y Shoko tenían tubos de colores en sus manos, uno en cada lado de la entrada, sonrió divertido al entender que había sido como en las películas, lo habían recibido con lanza confeti de sorpresa por su cumpleaños y con eso él ya se daba por pagado.
No dejó de sonreír cuando vio a todos usando gorritos de cumpleaños, incluso Yaga-sensei llevaba uno rosado. Kasumi se le acercó rápido con una corona en las manos e intentó ponérsela, se puso de puntillas, pero no lo alcanzó. Rio bajito y se inclinó ansioso para que pudiera ponerla sobre su cabeza.
—El elástico va aquí o se te caerá —dijo alegre mientras apartaba el cordel y lo dejaba bajo su barbilla.
— ¿Cuándo se organizaron? —quiso saber mirando todo a su alrededor. Había globos en el suelo y colgando del techo junto a serpentinas de colores. Un banderín grande lucía en el fondo de la pared, leyó rápido "feliz cumpleaños" sin dejar de sonreír.
—En la semana —sonrió Suguru acercándose con un pastel y la sonrisa de Satoru se apagó. Miró asombrado las velas chispeantes de luces, la decoración dorada y plateada de esferas sobre las rosas de crema que rodeaban el diámetro de la torta y con lo que parecía ser chocolate, escribieron "feliz cumpleaños Satoru" y un corazón pequeñito al lado de su nombre.
Contuvo la respiración, sus mejillas se sonrojaron levemente cuando sus compañeros y el director le cantaron. Estaba emocionado, no podía dejar de sonreír viendo las luces y a sus amigos sonreírle.
— ¡Debes pedir tres deseos! —dijo Kasumi interrumpiéndolo antes de soplar la vela. Satoru alzó ambas cejas y miró el pastel, pensativo—no los digas en voz alta o no se cumplirán.
—Oh, entiendo, entiendo —asintió, pensó por unos segundos y sopló con suavidad.
Shoko lo empujó suavemente por la espalda para guiarlo a la mesa, habían juntado varias para poder dar abasto con el espacio y así poner todo lo que tenían para comer. Y aunque todo se veía apetitoso, sus ojos estaban fijos en el pastel.
— ¿Qué quieres comer primero? —preguntó Shoko tomando un plato.
— ¡Pastel! —exclamó alegre, Suguru asintió sonriendo y cortó un trozo generoso. Sacó un trocito con un tenedor y se lo llevó ansioso a la boca, sus ojos se iluminaron al degustarlo, el bizcocho suave no estaba seco y el sabor dulce era preciso— ¿dónde lo compraron? ¡está delicioso!
—Lo hizo Kasumi-chan —sonrió Shoko y Satoru volteó rápido a verla. Kasumi le sonrió apenada y con las mejillas sonrojadas. —A decir verdad, sin la ayuda de Kasumi-chan, no habría funcionado la fiesta sorpresa.
—Bien, no se queden hasta tarde —dijo Yaga frotándose los ojos—iré a dormir.
— ¿Eh? ¿No comerá con nosotros? —preguntó Suguru.
—Estoy viejo para trasnochar, déjame algo de pastel —dijo mirando a Satoru—feliz cumpleaños —murmuró rápido y caminó a la salida, Satoru lo miró en silencio pensando si acaso lo había visto sonreír en el último segundo.
—Yaga-sensei nos ayudó mucho —dijo Shoko cuando salió—no solo coordinó las misiones para que tuviéramos la tarde libre, también nos ayudó a decorar ¿verdad?
—Vaya —dijo y probó otro pedazo de torta—se esforzaron bastante, gracias.
—Toma —Suguru le entregó lo que parecía ser un pliego enrollado. Satoru sonrió ansioso al ver su regalo, iba a desenrollarlo cuando Suguru siguió hablando—es un poster de Inoue Waka —abrió los ojos abruptamente y miró rápido a Kasumi, sintiendo su corazón latirle deprisa.
— ¿Quién es? —preguntó curiosa.
—Una idol —sonrió malicioso—anda, toma ¿no te gusta acaso? Pero si la tenías hasta de fondo de pantalla en tu celular —le dijo burlón y Satoru frunció el ceño, agarró fuerte el pliego y le pegó en la cabeza.
— ¡Es un regalo estúpido! —exclamó molesto, y aunque en otra ocasión se lo hubiera agradecido y pegado feliz en su pared, delante de Kasumi le pareció una horrible idea, la miró de soslayo, buscando alguna señal de enojo o decepción en su mirada, pero la vio tranquila mientras le servía trozos de pizza a Nanami.
—Ah ya veo —dijo Kasumi—tengo un compañero de tercero que también le gustan las idol, claro… está algo obsesionado —sonrió nerviosa al recordar a Todou.
—Idiota —le susurró a Suguru quien no dejaba de reírse.
—Feliz cumpleaños —le respondió sonriéndole y Satoru olvidó su indignación. Sonrió con disimulo y continuó comiendo su pastel.
(…)
Se secó el rostro con suavidad después de cepillarse los dientes. Apagó la luz del cuarto de baño y no se sorprendió de ver a Satoru sentado en su cama. Aun usaba su corona de cumpleaños, no dejaba de sonreír mientras sacaba dulces de su bolsa.
—No estaba segura de poner una piñata, pero al parecer te gustó —dijo sonriéndole.
— ¿Bromeas? ¡fue la mejor parte junto al pastel! —exclamó recordando como tuvo que desactivar su técnica de los seis ojos cuando lo vendaron y le dieron un palo de escoba para que intentara romper la piñata de siete estrellas que Suguru se esforzó en alzar mientras estaba arriba de una silla. Como resultado, le dio dos golpes en las piernas e hizo caer a Shoko, pero cuando los dulces cayeron al suelo, entre todos recogieron, incluso Nanami se agachó a recoger algunos.
—Me alegro que te gustara —dijo y se sentó a su lado—feliz cumpleaños —sonrió. Satoru la miró perplejo por unos segundos, sintiendo como su pecho se llenaba de calor por ese gesto, quizás no era el gesto lo importante, sino que viniera de ella. Tragó saliva e intentó sonreír como de costumbre, pero a esas alturas su pulso estaba completamente acelerado, como si hubiera corrido una maratón. —Siento no darte un regalo… la verdad, no se me ocurrió qué podrías querer. —Murmuró apenada, desviando la mirada mientras se abrazaba a sí misma.
—Pero… ya tengo mi regalo —escuchó decirle. Kasumi levantó la vista algo confundida, Satoru le medio sonrió mientras buscaba en su bolsillo del pantalón, sacó un moño de regalo que había guardado del obsequio que le entregó Nanami y antes de que la joven hablara, se le acercó y lo dejó con cuidado sobre los mechones cortos de su rostro, como si fuera una horquilla de pelo.
— ¿Eh? —susurró, y Satoru la besó. Tardó unos segundos en responderle, cuando lo hizo, movió su boca de lado a lado profundizando la unión de sus labios. Poco a poco fue empujándola contra la cama, y él se subió a su cuerpo.
—Tú eres mi regalo —dijo alejándose unos centímetros de su boca. Kasumi contuvo el aliento, sintiendo como sus mejillas se acaloraban abruptamente—así que como eres mía, puedo hacer contigo ciertas cositas ¿no? —le sonrió malicioso.
—S-siempre lo haces —le acusó avergonzada.
—Entonces… siempre has sido mía —dijo serio y volvió a besarla.
Ella no lo negó. Y él aprovechó para meter su mano debajo de su camisón, soltó sus labios y besó su cuello, dando suaves mordiscos, quitándole el aliento con cada roce. Ella suspiraba en su oreja, y aunque se mostraba tranquilo, estaba ansioso por refugiarse en su calor. Con su rodilla empujó suavemente entre sus piernas y Kasumi le permitió acomodarse entre ellas. Mientras su mano derecha masajeaba su pecho desnudo debajo de la tela, comenzó un lento vaivén hundiendo su erección aun vestida sobre el calzón húmedo de la joven.
— ¿Kasumi? —le susurró y mordió su oreja, ella gimió suavemente y tuvo que frotar con más fuerza su miembro entre su carne caliente— ¿podemos hacerlo sin condón? Es un día seguro, si quieres revisa tu celular —dijo y se alejó de su cuello para poder verla a la cara.
—N-no creo que sea buena idea —murmuró no muy convencida.
—Solo por mi cumpleaños ¿sí? —pidió en un tono de súplica y la besó con delicadeza.
—Me estás manipulando —dijo frunciendo el ceño, él sonrió culposo y volvió a besarla.
—Es un día seguro —insistió—solo será está vez ¿sí?
—Solo por esta noche —suspiró derrotada— ¿lo prometes…? —no alcanzó a terminar cuando Satoru se lanzó a besarla bruscamente, como si hubiera estado controlándose todo ese tiempo, y con su consentimiento hubiese despertado su fuego interno.
Kasumi apenas podía seguirle el ritmo, pero se esforzó para complacerlo. En cosa de minutos se desnudaron, y tratando de hacer el menor ruido posible, continuaron besándose y tocándose.
(…)
Mientras Suguru y Satoru discutían como decorar el árbol, Shoko, Kasumi y Nanami cocinaban la cena. Aunque las jóvenes eran más como sus asistentes de cocina, era el rubio quien guiaba la batuta.
Navidad había llegado más temprano que tarde, y por ser una fecha familiar, las maldiciones estaban a la orden del día por la depresión de fin de año. Por lo que ninguno pudo visitar a sus familiares y acordaron pasar la festividad todos juntos. Habían llegado hace poco de sus misiones, se habían dado un baño rápido y vistiendo sus pijamas, se reunieron en el comedor con la autorización del director Yaga.
—No sabía que cocinabas —comentó Shoko mientras miraba a Nanami revolver la olla—eso te sumará puntos a la hora de buscar esposa.
—No me casaré mientras esté en este trabajo —respondió serio. Kasumi y Shoko se miraron al mismo tiempo y luego al rubio. Curiosas se acercaron un poco más a la estufa, cada una se ubicó a un lado, casi rodeándolo para el interrogatorio.
— ¿Has pensado en casarte? —preguntó Kasumi.
—Claro —se encogió de hombros—he pensado en mi futuro como cualquier otra persona ¿ustedes no?
—La verdad, no —reconoció Shoko y sacó un cigarro de su bolsillo, iba a encenderlo cuando Nanami le frunció el ceño—está bien, lo haré afuera —dijo blanqueando los ojos—no te imagino casado.
—Tampoco yo —dijo encogiéndose de hombros—solo he pensado que no formaré ninguna familia si sigo siendo hechicero.
—Ah… supongo que tienes razón en eso —murmuró Shoko. Kasumi los miró por unos segundos y frunció el ceño, intentando pensar o recordar si en algún momento lo consideró, y se dio cuenta que en lo que menos había pensado para su futuro era formar una familia. Ni siquiera andaba pendiente de chicos, como solían hacerlo las chicas de su edad. Sus ojos azules viraron casi al instante hacia el fondo del comedor, donde Satoru le quitaba unas guirnaldas a Suguru para ponerlas él. — ¿y tú Kasumi-chan?
— ¿Ah? —volteó rápido hacia la joven y le miró atenta.
— ¿Has pensado en casarte a futuro?
—Uhm… la verdad es que no —dijo pensativa—por ahora solo tengo en mente seguir ganando dinero para cuidar a mis hermanos.
—Ya veo —asintió la joven—creo que si alguna vez decidiera casarme… tendría que ser con un hechicero —murmuró pensativa—y que sea fuerte para que no me deje viuda a temprana edad o al menos que me herede mucho dinero que haya ganado en sus misiones —Nanami y Kasumi la quedaron viendo serios y en silencio, los ojos del rubio parecían juzgarla, mientras que los de la joven la miraban con sorpresa— ¿muy frívolo? —carcajeó desviando la mirada. —Tampoco estoy tan interesada en el dinero como Mei Mei.
—Un poco —murmuró Nanami—pero tiene bastante sentido.
— ¿Querer dinero? —preguntó Kasumi—o ¿casarse con un hechicero?
—Ambos —respondió el rubio— ¿piensan seguir en esto? —preguntó luego de unos segundos—digo, también está la opción de dejar la hechicería y ganarte el dinero de otra forma… —Kasumi lo miró atenta, recordó entonces su semblante sombrío cuando supo que en el futuro seguía siendo hechicero. Entendía su confusión, pues en algún momento él terminaría dejando el colegio y se dedicaría a otra cosa, pero terminaría volviendo. Se preguntó qué pudo hacerlo cambiar de opinión, pues su descontento con el mundo de la hechicería había surgido desde su adolescencia.
—Es en lo único que soy buena —respondió Kasumi—y si subo de grado, podré tener mejores ingresos.
—Puede sonar pretencioso —contestó Shoko—pero siento que soy muy necesaria aquí…
—Lo eres —reconoció Nanami—pero a veces… a veces no hay mucho que puedas hacer —susurró, pero ambas lo escucharon y supieron porque lo decía.
Guardaron silencio por unos minutos, solo el burbujeo de la olla se oía y las voces de Suguru y Satoru como ruido ambiente. Kasumi lo miró de soslayo, pensativa, intentando descifrar su humor y si era necesario consolarlo o al menos darle alguna palabra de apoyo. Nunca había estado tan cercana a sus compañeros de Kioto como para tener una plática así, no tenía experiencia en ese terreno, y tampoco sentía que tenía la confianza suficiente como para tocarlo. Si bien, se sentía cómoda con todos en Tokio, Nanami siempre ponía una pared invisible entre él y los demás. Quizás era su personalidad, no era tímido ni vergonzoso, simplemente distante. Por un momento quiso saber si se comportaba igual cuando Yu vivía, pero no se atrevía a preguntarlo.
— ¿Ya están lavadas las ensaladas? —preguntó Nanami, rompiendo el silencio. Kasumi pegó un brinco y negó meciendo su cabello, trotó rápido hacia el lavadero y comenzó a deshojar la lechuga.
—Aunque hagamos todo lo que esté en nuestras manos, nunca quedaremos conformes —susurró Shoko solo para él—pero es necesario tomar decisiones para avanzar, y así saber si donde estamos es donde deberíamos estar y si eso nos traerá paz.
—No sabía que fueras tan sabia —respondió Nanami sin mirarla. Y Shoko sonrió.
—Iré a fumar, ya vengo —dijo y le palmeó el hombro.
Nanami asintió y se agachó para ver el pollo relleno que tenía en el horno. Kasumi sacudió varias veces las hojas lavadas y las dejó sobre una fuente de vidrio. Iba a volver a la cocina a preguntar qué más podía hacer para ayudar cuando Satoru la tomó del brazo y la llevó arrastrando hasta el árbol.
— ¡Kasumi! ¿qué lado está mejor decorado? Desde la esfera roja de la última rama hasta la esfera dorada de la punta, lo hice yo. El resto Suguru —dijo frunciéndole el ceño a su amigo.
—Está…. —se quedó perpleja viendo el resultado. Miró a ambos y luego al árbol, hizo una mueca y murmuró—está lindo.
— ¡Estás mintiendo! —exclamó Satoru apuntándola con el dedo— ¿cuál quedó mejor? No nos enojaremos.
—Idiota —dijo Suguru—Kasumi-chan no nos dirá, es demasiado amable como para decir algo malo de cualquiera —murmuró metiendo las manos en los bolsillos mientras se sentaba en el borde de una mesa.
—G-gracias por pensar que soy amable, pero de verdad está lindo —respondió disimulando una sonrisa.
—Está horroroso —dijo Shoko apenas entró al comedor— ¡háganlo de nuevo! ¿nunca habían decorado un árbol de navidad? Creí que Satoru era bueno en todo.
— ¡Oye! —se quejó—no entienden nada de decoración… —hizo un mohín infantil y se cruzó de brazos mirando su obra de arte. — ¿De verdad está feo? —preguntó mirando a Kasumi.
—N-no, solo un poco desordenado —dijo riendo bajito—alternen los colores y formas, y distribúyanlas mejor, así no se verá tan cargado en cada extremo y vacío en medio.
—Ah… creí que daba lo mismo el orden —se carcajeó y rascó la nuca—bien, lo haré solo.
—Prenderé la estufa —dijo Suguru encogiéndose de hombros.
— ¿Y las galletas de navidad? No huelo que se estén horneando —murmuró frunciéndole el ceño a Kasumi.
—La masa está reposando en el refrigerador —le contestó sonriendo—iré a ayudar a Nanami-senpai.
Satoru sonrió para sí mismo y tomó una esfera roja, viendo su propio reflejo. No podía evitar pensar que, hasta el momento, diciembre estaba siendo su mes favorito. Su cumpleaños y ahora navidad, estaba celebrando por primera vez rodeado de amigos, riéndose y comiendo cosas deliciosas. Oyó la risa de Kasumi del otro lado del comedor y volteó rápidamente, la joven le contaba algo a Shoko mientras sacaba una bandeja del refrigerador y por un momento pasó por su cabeza una pregunta que le sorprendió, pero no por la interrogante en sí, sino que porque no tenía la respuesta
¿Estaba disfrutando esas fiestas porque Kasumi estaba con él? No podía negar que la presencia de la joven iluminaba los días, pero estaba seguro que les pasaba a todos, no solo a él. Tragó saliva, incómodo e intentó olvidar esa idea, lo mejor era concentrarse en la celebración en sí. No dejaría que nada opacara su primera navidad con sus amigos.
(…)
Apretó suavemente sus dedos sobre los botones del mando de su consola, analizando fríamente la escena de la pantalla para poder resolver el acertijo antes del tiempo en que Suguru lo había hecho. Su amigo estaba sentado en el suelo a unos metros de distancia, mirando atento como jugaba mientras bebía una soda. No le ponía nervioso que estuviera observándolo, y, por el contrario, sentía la necesidad de lucirse más para dejar en claro que él era el número 1 en todo.
—Estás por llegar a mi tiempo —comentó Suguru en tono burlesco.
—Cállate —dijo serio, apretó unos cuantos comandos y terminó por encontrar el partimiento por donde debía avanzar— ¡muerde el polvo, segundón! —aunque era una burla inocente, esas palabras tenían un peso diferente para su compañero.
Normalmente respondería con alguna otra broma, sin embargo, Suguru guardó silencio mientras parecía mirar la pantalla. Satoru no lo notó, continuó concentrado viendo la pantalla de su nueva televisión—la antigua estaba en el cuarto de Kasumi—. Estaban en su habitación hace unas horas, esperando que les avisaran por alguna misión para ese 31 de diciembre.
Satoru iba a comentarle algo a su amigo sobre el juego cuando se oyeron dos golpes en la puerta. Suguru se puso de pie de un brinco y se apresuró en abrir, esperando ver a Nanami sumarse a la tarde de chicos. Lo había invitado apenas surgió la idea, pero el rubio no se vio muy emocionado.
—Yaga-sensei —murmuró al verlo, un poco sorprendido, pues si necesitaba de ellos para alguna misión los habría llamado para citarlos en la sala.
—Bien, están de suerte —dijo serio—pueden ir a sus casas por año nuevo. Esta noche los adultos cubriremos las misiones que surjan.
—Los adultos solitarios que no tienen nada que hacer—respondió Satoru sin mirarlo mientras seguía jugando. El director frunció el ceño, estaba algo lejos para pegarle un coscorrón, optó por suspirar e ignorar su comentario.
—Como sea, alisten sus cosas. Tú —dijo apuntando a Suguru—Nanami y Shoko, los llevará Mitsui a sus casas. A Satoru lo llevará Kyosuke. En 10 minutos parten. Ya avisé a sus familias.
—Genial, no veo a mis padres hace tiempo —murmuró Suguru—iré a preparar mi bolso.
Satoru asintió y pausó el juego, guardó la partida y apagó la consola y televisión. Una vez solo, comenzó a preparar su bolso con un poco de ropa interior y uno que otro jean. Sacó su cepillo de dientes y lo guardó en un pequeño bolsillo, buscó rápido el cargador de su celular y tomó ambos aparatos, el suyo y el que tenía de Kasumi, entonces frunció el ceño. Su pecho se encogió de repente al pensar en la joven, volteó hacia la puerta esperando ver al director, pero él ya se había marchado apenas les dio el permiso de salir.
Pero no necesitaba preguntarlo. Era seguro que Kasumi se quedaría en el colegio, quizás trabajando, y la idea le incomodó. No porque ellos descansarían y ella no, sino porque cuando terminara su trabajo, volvería a la habitación y oiría las campanas sola, e imaginarla le apretó más el pecho. Una sensación molesta y desconocida, tal vez era preocupación, no lo sabía, pues normalmente lo asociaba cuando alguien corría peligro, y no era el caso. Hizo una mueca y negó meciendo su cabello, acomodó sus lentes y tomó su bolso.
Cuando salió de su dormitorio, se encontró con Suguru haciendo lo mismo, y unas habitaciones más allá, Nanami saliendo del suyo. Los tres cargando mochilas o maletas. Mientras Suguru y Nanami comentaban la situación, lo que harían en sus casas y con quien compartirían de sus familiares, Satoru iba silencioso pensando en qué haría Kasumi.
—Oigan… —terminó diciendo— ¿alguien invitó a Kasumi a su casa o tiene que quedarse? —Suguru y Nanami alzaron ambas cejas al mismo tiempo y se vieron el uno al otro por unos segundos, para luego mirar aun sorprendidos al hechicero más fuerte.
—La verdad, no lo había pensado —contestó Suguru—vayamos a preguntarle.
Satoru asintió y caminó rápido, algo ansioso por llegar al cuarto de la joven. En minutos los tres jóvenes pasaron al aula en donde las chicas se quedaban, para Satoru el camino se lo sabía de memoria, para Nanami y Suguru, aún les parecía un sector desconocido pues lo habían visitado en pocas ocasiones.
Alzó ambas cejas al ver a Shoko en el umbral del cuarto de Kasumi, cargaba un bolsito rosa en su hombro. Adelantó el paso dejando atrás a sus compañeros y con sus pasos, llamó la atención de su amiga.
—Satoru —saludó Shoko— ¿vienen a despedirse? —preguntó sonriendo—al fin descansaremos. Claro que debo estar atenta al celular por si me necesitan de urgencias.
—Ah… me alegro —dijo sin mirarla, estirando el cuello para poder ver hacia el interior de la habitación, esperando ver a Kasumi preparando sus cosas para salir. Pero no vio nada de eso. La joven vestía su uniforme y estaba sentada en la cama, con una revista entre las manos, sonriendo como de costumbre. — ¿No saldrás?
— ¿Eh? —soltó y frunció el ceño, algo impaciente por su respuesta vaga— ¿a dónde?
—Ya la invité a mi casa —contestó Shoko, mirándolo suspicaz— ¿por qué? ¿quieres llevártela? A mí me dijo que no, quizás a ti te acepte la invitación. —Satoru no respondió. Kasumi se sonrojó abruptamente y negó rápido.
—N-no es así —negó meciendo su pelo—pero descuiden, estoy bien.
— ¿Por qué no quieres pasarlo con alguno de nosotros? —preguntó Nanami asomándose por la puerta, sorprendiéndola.
—No se trata de eso —respondió sonriendo, aun ruborizada—no quiero incomodar a sus familias. Sé que lo hacen con buenas intenciones, pero no me parece correcto. Estoy bien, descuiden.
—Entiendo —asintió Suguru, asomándose por una esquina—si cambias de opinión, avísanos. Te enviamos la dirección por mensaje y le pides a alguno de los encargados que te lleve. Mi casa está cerca —sonrió—y mis padres no tendrán problemas con que te quedes. Incluso tenemos una habitación para hospedaje.
—Gracias —asintió reverenciándolo—lo tendré en cuenta. Pásenlo bien —sonrió.
Los jóvenes se miraron entre ellos, ninguno convencido de dejarla sola, pero no podían obligarla y entendían sus motivos. Se despidieron de ella, y caminaron hacia la salida en silencio.
Afuera del colegio había dos autos listos para que el grupo fuera a sus casas. Satoru se despidió rápido de sus compañeros y esperó que todos estuvieran en el vehículo para subirse al suyo. Su casa—mansión—estaba al otro extremo de la ciudad y en auto tardaban dos horas de viaje. Iba en silencio sentado en el asiento trasero, cruzado de brazos mirando hacia afuera. El conductor lo miraba por el espejo retrovisor cada cinco minutos, extrañado con su comportamiento pues normalmente estaría jugando con alguna consola portátil, o regañándolo porque dejaba migas de galletas o dulces.
Satoru iba inquieto, pensando si era correcto dejar a Kasumi sola. Aunque la joven se hubiera esforzado en dejarles en claro que estaba bien que fueran con sus familias, él no se sentía tranquilo. Era quizás el primer año en que la joven pasaría lejos de sus hermanos, y con la inseguridad de que no sabría cuando los volvería a ver. Seguramente estaba triste y pasarlo sola, solo empeoraría su sentir. Entonces lo supo, no podía dejarla sola. Sin un pensamiento coherente en mente, se inclinó hacia delante y se apoyó en el asiento del conductor.
—Kyosuke, déjame aquí —dijo sonriendo.
— ¿Eh? Falta mucho para llegar a la mansión Gojou —respondió frunciendo el ceño—y las órdenes del director Yaga fueron llevarte a tu casa.
—Sí, sí —dijo cansado—pero quiero pasar a comprar y no sé cuánto me demore —suspiró—así tienes unas horas libres, yo me iré por mi cuenta.
—Me meterás en problemas, niño —dijo inseguro—prefiero dejarte en la puerta de tu casa.
Satoru frunció el ceño, pero no insistió.
(…)
Miró la cena que le habían entregado asombrada. Nunca había pasado un año nuevo en el colegio, y la comida parecía costosa. Sería la primera vez que probara algo así, debía estar emocionada, pero su entusiasmo se fue apagando tan rápido como quedó sola en el comedor. A pesar de que todo lucía apetitoso, tenía un nudo en el vientre que le impedía querer probar algún bocado. Suspiró y cerró la bandeja, tomó los palillos y su comida y salió del comedor.
Su mente iba en blanco cuando llegó al cuarto. Encendió la luz y la televisión para tener algo de ruido, pero todos los noticieros tenían especial de año nuevo y lo único que quería era olvidar que estaba pasando ese día lejos de sus hermanos. Optó por dejar una película que ya había visto. Se recostó mirando el techo, intentando no pensar demasiado en la invitación de sus compañeros, pues no quería arrepentirse. Seguía pensando que estaba mal interrumpir las fiestas familiares de alguno de ellos, aunque estuviera muriéndose por dentro por tener un poco de compañía esa noche.
Se recostó de lado, cerró sus ojos e intentó dormir, pero apenas los volvió a abrir sintió como sus ojos se humedecían y sin esfuerzo, comenzó a llorar en silencio ¿qué estarían haciendo sus hermanos a esa hora? ¿quién les cocinaría? ¿el tiempo continuó avanzando en el 2018? Rogaba que no, porque imaginarlos solos y desamparados le partía el alma.
Sentía un nudo en la garganta que dolía, y por más que secaba sus lágrimas, unas nuevas se asomaban y no podía detener el llanto. Se sentó para intentar calmarse, respiró profundamente unas cuantas veces, pero no le ayudó. En cambio, tuvo que cubrir su rostro con ambas manos para consolarse. Y de pronto, su llanto era lo único que podía escuchar. Trató de calmarse, pero no lo conseguía, solo detuvo sus sollozos cuando sintió brazos rodearla. Abrió los ojos de golpe, pensando que ya estaba alucinando, las lágrimas le nublaban la vista y solo podía ver un manto azul oscuro rodearla, pero el olor lo reconoció al instante.
— ¿Satoru-kun? —susurró desconcertada y él la apegó a su pecho.
—Sabía que no estabas bien —dijo y Kasumi volvió a llorar.
Lo abrazó fuerte, sin entender cómo es que había llegado al colegio cuando se había marchado hace un par de horas, pero no necesitaba saberlo en ese momento. Él acarició con suavidad su espalda hasta que logró calmarla.
—Traje palitos de fuegos artificiales —dijo alejando un poco su cuerpo para poder verla a la cara. Tenía los ojos hinchados de tanto llorar, sonrió con una ternura inusual y limpió las lágrimas con sus pulgares— ¿vamos al patio a encenderlos?
— ¿Por qué volviste? —preguntó sin mirarlo a la cara, sintiendo su rostro acalorado por el esfuerzo de tanto llorar.
—No quería que estuvieras sola —respondió sonriéndole. La tomó de la mano y la empujó para que se bajara de la cama. Salieron del cuarto rápidamente, Satoru casi corría mientras la jalaba con una mano y con la otra, cargaba una bolsa negra con los fuegos artificiales de interior—el idiota de Kyosuke no me quiso dejar en ningún lado que no fuera mi casa, por eso tardé.
— ¿Regresaste… solo por mí? —preguntó sintiendo el corazón latirle deprisa.
— ¡Claro! —sonrió volteando a verla. Y Kasumi se congeló.
No logró decir ni una palabra en todo el trayecto hasta el patio. Vio en silencio como un emocionado Satoru sacaba los palitos y los encendía, jugueteando para intentar animarla. En ese momento, sintiendo como el corazón le latía a toda prisa, temblando al aire libre, quizás por frío o nervios que no podía controlar, tenía una única certeza atorada en su garganta. Satoru le pasó un par de palitos encendidos para que lo acompañara, se agachó al igual que él y miró las luces amarillas chispear entre sus dedos, y aunque era un espectáculo bello, sus ojos azules viraron hacia él, que sonreía alegre mientras se le iluminaba el rostro.
—Satoru-kun —dijo, y él levantó la vista hacia ella—gracias.
—No me des las gracias —apoyó su rostro en su mano libre recargando el codo sobre su rodilla—me debes un favor ahora.
—Sí —sonrió— ¿Satoru-kun? —él alzó sus cejas y ella tragó en seco—creo que te amo —susurró y él borró su sonrisa—no espero que me respondas. Tampoco algo serio entre nosotros… solo debía decírtelo. —Volvió a tragar y desvió la mirada al ver su semblante serio.
—Oye… —su voz se oía anormalmente seria, y a esas alturas la vergüenza empezó a hacer acto de presencia. Se arrepintió de haber soltado aquello sin pensarlo, pero realmente necesitaba decirlo.
Le gustaba Satoru Gojou el maestro, y le gustaba el idiota adolescente que siempre hacía comentarios desubicados, siempre arrogante y optimista, pero que estaba a su lado cuando lo necesitaba, era amable a su manera. Y definitivamente lo amaba con sus virtudes y defectos. Nerviosa, levantó la vista hacia él, pero antes de poder observarlo fijamente, él la besó, sorprendiéndola.
—Feliz año nuevo, Kasumi —dijo cuándo se alejó de sus labios.
Y le bastó para olvidar su tristeza y vergüenza.
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N/A: holii, otra vez por acá con este fic C:
Creo haber leído en las preguntas y respuestas de Gege, que Satoru recién compartió con otros de su edad cuando entró a la escuela de tokio, y por ser un clan tan antiguo, me hizo pensar que deben ser tradicionales, por lo que no celebrarían las fiestas como en occidente.
Espero que el cap haya sido de su agrado, quedan 6 cap más el epilogo, espero actualizar pronto.
Lamento las palabras revueltas y errores ortográficos :BB
Gracias por sus rw, me animan mucho a continuar escribiendo C:
Nos leemos y que estén todos muy bien c:
** puse en el fic que su cumpleaños caía viernes, y luego pensé en buscar en qué día caía en el 2007 y justo cayó un viernes hahahaha las coincidencias de la vida (?)
