EL MEJOR REGALO
3.
Remus trataba de concentrarse en el pergamino que tenía delante. Seguramente era el único que se entretenía en tomar apuntes, pero era la única manera de poner algo de atención a lo que el profesor les estaba explicando. Estaba tan cansado, tan preocupado, que era normal que sus pensamientos volaran a cualquier lugar, lejos de aquellas cuatro paredes.
¿Ha dicho mandrágora o mantícora?
Estaba a punto de darse por vencido cuando una pajarita de papel aterrizó sobre su trabajo, manchándose las inmaculadas patas de tinta. El pajarillo mágico se sacudió, tratando de limpiarse, y Remus esperó pacientemente a que el conjuro terminara y volviera a ser un simple trozo de papel.
Cuando por fin quedó inmóvil lo cogió, mirando alrededor para buscar a su posible dueño. Pero su mirada no se cruzó con ninguna otra. Los alumnos parecían inmersos cada cual en su propio mundo: la mayoría dormitaba, con la cabeza apoyada sobre la mano; otros cuchicheaban en voz baja. Peter, que estaba sentado a su lado, parecía a punto de ponerse a roncar. Con curiosidad, abrió el papel y lo alisó. Como imaginaba, había una nota dentro.
Junto al lago a las 5:00
Aquella era la letra de Sirius. Además, por si quedaba alguna duda, junto a la hora había un dibujo en tinta que imitaba la huella de un perro: su firma de merodeador. Remus alzó la cabeza para encontrarse con unos ojos azules fijos en los suyos.
-¿Señor Lupin?
El muchacho se sobresaltó y se puso en pie con tanto ímpetu que Peter se despertó de golpe, mirando a su alrededor con cara de sorpresa. Resonaron algunas risas alrededor y Remus se puso rojo.
-¿Sí, profesor?
-A lo mejor puede responder a la pregunta.
Remus se quedó blanco.
¿La pregunta? ¿Qué pregunta? Sirius lo miraba con una sonrisa divertida en los labios y Remus se enfadó un poco con él. Si no le hubiera entretenido no habría hecho el ridículo de aquella manera.
-Disculpe, señor, ¿podría repetirla?
-Creo que la cuestión ha quedado bastante clara, señor Lupin. Y supongo que sabe la respuesta.
Remus miró a sus amigos buscando ayuda. James empezó a deletrear algo con los labios. ¿Era posible que él sí hubiera estado atento? Sirius sólo lo miraba, como si esperase a ver cómo salía de aquella. También era mala suerte: Remus era de los pocos que había prestado atención en aquella clase y de haber escuchado la dichosa pregunta habría podido contestarla. Intentó concentrarse en el mensaje que James trataba de transmitirle. Ca... ¿camión? ¿Canción?
-¿Cantar una canción?
Sólo unos pocos rieron. Remus comprendió que el resto había permanecido ajeno a las explicaciones del profesor y ahora estaba pendiente de la reacción de éste para saber si había acertado o no en la respuesta.
-Así que, según usted, señor Lupin, la forma de vencer a la Mantícora es cantar una canción.
Ahora sí, la clase estalló en carcajadas.
-Está bien, Lupin. No voy a quitar puntos a su casa por esta respuesta, pero le sugiero que a partir de ahora preste un poco más de atención en clase.
-Sí, señor.
Mientras se sentaba, Remus vio cómo Sirius daba un codazo a James. Cogió el papel que le había mandado y lo colocó debajo de sus apuntes. Luego mojó la pluma y empezó a escribir, atento a las explicaciones del profesor.
-Vaya, Moony, no sabía que eras de los que aprovechan las clases de DCAO para echar una siestecita.
-Vamos, James. Fue culpa tuya -lo reprendió Sirius con los brazos cruzados-. ¿Por qué le diste una respuesta falsa?
James se encogió de hombros.
-Para reírme un rato.
-Prongs, Prongs... Nos reímos de los Slytherins, no de Moony. A Moony lo protegemos, ¿recuerdas? Ahora: discúlpate.
-¿Qué? Pero, Sirius, ¡si sólo era una broma!
-Me da igual. Pídele perdón a Remus.
-Sirius, no hace falta...
Pero Sirius acababa de coger a James por la oreja para acercarlo al otro muchacho.
-¡Ay, ay! ¡Está bien, ya voy! -Sirius le soltó-. Lo siento -dijo James mientras se frotaba la zona dolorida.
-No importa -contestó Remus con una sonrisa-. De todas formas la culpa no fue tuya.
James y Peter lo miraron sorprendidos.
-¿Ah, no? -preguntó éste.
-No.
-¿Entonces de quién?
-De Sirius, por supuesto. Por mandarme esa nota.
-¿Le mandaste una nota?
-Vamos, Moony, a nuestros amigos no les interesa lo que hice -dijo el moreno dirigiéndole una mirada de advertencia.
-¿Y qué decía la nota, Sirius?
-Ya está bien. Daos prisa o llegaremos tarde al comedor. Me muero de hambre.
Cuando Sirius decidía no contestar una pregunta no había nada que hacer. Daba igual que insistieran o suplicaran. No era fácil convencerlo y sus amigos lo sabían.
-¡Eh, Sirius, espera!
Remus ya imaginaba por qué Sirius lo había citado en el lago. Pero, ¿por qué no quería que los demás lo supieran? Pensativo, removió el pastel de calabaza que había en su plato.
-Remus, ¿estás bien?
-¿Qué?
-Te ves distraído -dijo Peter mientras se llevaba un trozo de pan a la boca.
-¿Sigues preocupado por lo que ha pasado en clase?
Remus sonrió.
-No, no es nada de eso.
-¿Entonces?
-No me pasa nada, sólo estaba pensando.
Peter no parecía muy convencido, pero no insistió.
Al otro lado de la mesa, Sirius lo observaba pensativo.
-¿Sabéis qué es lo mejor de todo? -dijo James con la boca llena-. Que esta tarde no hay clase.
-¿Alguien sabe por qué no viene el profesor Kettleburn? -preguntó Peter interesado.
-He oído decir que el pobre tuvo algunos problemas durante las vacaciones... Parece ser que le atacó algún monstruo y está recibiendo curas en San Mungo. Hasta hoy los demás profesores no sabían nada, así que no han podido buscar un sustituto.
-Bueno, sea como sea, tenemos la tarde entera para descansar.
-¿Y qué haremos?
-Yo tengo entrenamiento de Quidditch y luego he quedado con Lily.
-Los hay que tienen mucha suerte -dijo Sirius riendo.
-Pues yo subiré a echarme un rato -dijo Peter entre bostezos-. La escapada de anoche me dejó un poco cansado. ¿Qué harás tú, Remus?
-Iré a la biblioteca -respondió el muchacho-. Quiero buscar información para el trabajo de DCAO.
-¡Pero si no es hasta dentro de dos semanas! -se escandalizó Peter-. Yo ni siquiera lo he empezado.
-Sé que aún falta mucho, pero dentro de poco habrá luna llena y el trabajo se me acumulará. Prefiero aprovechar ahora que puedo.
-Bien.
Peter se veía un poco arrepentido por dejar de lado el trabajo, pero no parecía dispuesto a hacer nada por solucionar aquel cargo de conciencia. Al menos no de momento.
-¿Y tú qué, Sirius?
El joven de ojos azules mostró una sonrisa.
-Tengo algo que hacer.
-Y no nos vas a decir de qué se trata -dijo James con una mueca de resignación.
-Pues no.
El chico de gafas resopló.
-Está bien, tú sabrás en qué berenjenales te metes. Yo me marcho, que quiero reposar un poco antes de bajar al entrenamiento.
Se despidieron en el pasillo y cada uno siguió su camino. Remus se dirigió a la biblioteca. No fue difícil encontrar un sitio libre, pues a aquella hora no había casi nadie estudiando. Dejó sus cosas sobre la mesa y recorrió las estanterías en busca de libros que le pudieran servir para terminar su trabajo. En realidad ya casi lo tenía hecho, pero no le apetecía quedarse con Sirius y Peter en la habitación.
Cogió un libro enorme que ya había utilizado el día anterior y lo dejó sobre la mesa. Luego se sentó, pero en lugar de abrirlo, se quedó mirando el paisaje que se dibujaba detrás de la ventana. Estaba sentado en aquel mismo lugar aquel día, cuando los vio. Desde entonces habían pasado casi tres semanas y la relación entre ellos se había vuelto más fría, más distante.
Suspiró. Sí, estaba claro lo que Sirius le iba a decir. Estaba claro por qué lo había citado aquella tarde junto al lago. Aquella misma mañana Lily le había dicho que había estado hablando con él.
-Él no está enamorado de Violet. Ni siquiera está saliendo con ella. Dice que sólo son amigos.
Remus agradecía el interés de Lily y sus esfuerzos por ayudarle.
Debe haberle dicho que estoy interesado en ella y él quiere que hablemos y pongamos las cosas claras. ¿Y qué le diré? ¿Que no me importa? ¿Que en realidad ella no me interesa? ¿Que estoy celoso por otro motivo?
Se miró el reloj. Aún quedaba media hora para la cita, pero de todas formas allí no estaba haciendo nada. Quizás el aire fresco le despejara un poco. Recogió sus cosas y salió de la biblioteca, pero al cruzar la puerta...
-Ah, Lupin.
-Hola, Ackerley -saludó con la voz tensa. Precisamente era la persona que menos le apetecía ver.
Era consciente de la brusquedad de sus palabras y de su actitud hostil, pero no intentó hacer nada por disimularlo. La chica parecía confusa.
-Oye... ¿Has hablado ya con Sirius? ¿Qué te ha parecido la sorpresa?
Remus se sobresaltó.
-¿Sorpresa?
-Aún no habéis hablado... Vaya, lo siento.
-He quedado con él ahora -añadió cortante.
-¿Sí? Bueno, pues ya me contarás qué te parece. ¡Hasta luego!
Remus no le contestó. La vio alejarse con una sensación de malestar en el estómago. ¿Y si no iba al lago? ¿Y si le decía a su amigo que se le había olvidado?
No, cuanto antes arreglemos esto mejor. Necesito oírlo de su boca. ¡Necesito saberlo por él!
Salió a los terrenos. El sol aún brillaba en el cielo, aunque se escondería pronto. Fue agradable sentir su caricia sobre la piel. Era tan cálido... Se encaminó al lago despacio, paseando. Hacía frío allí fuera y no había casi nadie, sólo una pareja demasiado absorta en su propia contemplación como para darse cuenta de nada más. Remus cogió una piedra del suelo y la lanzó al agua. Apretó los labios cuando ésta se hundió con un sonoro chapoteo. ¿Cómo haría Sirius para lograr que sus piedras saltaran como una rana? Por mucho que lo intentara, a él se le hundían en cuanto las lanzaba. Sirius decía que la piedra tenía que ser plana, que había que lanzarla casi horizontal, rozando el agua... Buscó una y la lanzó, tratando de concentrarse: Así, ¡salta! ¡Plaf! Bueno, estaba claro que aquello no era lo suyo. Volvió a mirar la hora: aún faltaban quince minutos. Dejó sus libros junto a un árbol y se sentó, apoyando la espalda en su tronco, de cara al sol. Cerró los ojos y se concentró en aquella sensación. Se estaba tan bien allí...
Sirius salió gateando de detrás de un arbusto. Había ramas de plantas en su cabello revuelto y tierra en las rodilleras de sus pantalones. Parecía que se estaba escondiendo de alguien. Miró a su alrededor y sonrió cuando vio a su amigo recostado en aquel árbol. Se había retrasado un poco y estaba algo preocupado por si se había marchado. Se acercó a él procurando no hacer ruido.
-Remus...
Pero el joven no contestó.
-Eh, ¿estás dormido?
Remus respiraba suavemente, con una expresión dulce en su pálido rostro. Debía estar soñando algo hermoso. Sirius se acercó a él y lo observó de cerca.
-Pues sí, estás dormido.
Miró a su alrededor pensativo y empezó a dar golpecitos en el paquete que llevaba en la mano.
-Si no despiertas tendré que despertarte yo.
Nada.
-Está bien. Tú lo has querido.
Una mirada traviesa se reflejó en sus ojos azules mientras arrancaba una florecilla de las que crecían junto al tronco del árbol. Luego la acercó a la cara de su amigo dormido y empezó a acariciar con ella su nariz, sus párpados, sus labios...
Remus abrió los ojos sobresaltado y empezó a dar manotazos para apartar aquello de su cara.
-¡Sirius!
-Vaya, por fin despiertas. Llevo un buen rato esperando -dijo entregándole la flor.
Remus la cogió sin saber muy bien lo que hacer con ella.
-¿He dormido tanto tiempo?
-Pues sí -Sirius se sentó a su lado.
-¿Se puede saber de dónde vienes? Parece que acabas de escapar de una batalla.
-Peter.
-¿Peter?
El joven hizo una mueca.
-He tenido que deshacerme de él. Le dije que debía marcharme a resolver un asunto, pero no cogió la indirecta. Quería que me quedara con él y que jugáramos una partida de gobstones. Ja, como si no tuviera nada mejor que hacer.
-Pobre Peter.
Sirius lo miró, un poco enfadado de que lo defendiera.
-¿Puedes creer que incluso me siguió?
-¿En serio?
-Él creía que no me había dado cuenta, pero ya sabes lo poco discreto que es... Tuve que dar un par de vueltas hasta que logré despistarle. Ahora debe de estar en algún lugar de los invernaderos.
Remus rió al imaginar la escena y Sirius lo contempló contento de verle tan animado. Pero el licántropo advirtió su mirada y enseguida carraspeó y se puso serio.
-Bueno, ¿y para qué querías verme? -preguntó.
-Tengo algo para ti.
Remus observó el paquete que le tendía. Lo reconoció enseguida, aunque el envoltorio ya no era rojo, sino azul con estrellitas plateadas. Pero tenía el mismo tamaño, la misma cinta.
-¿Para mí? -preguntó sorprendido-. ¿Por qué?
Sirius hizo una mueca, pero no contestó a su pregunta.
-Ábrelo.
Remus lo cogió con reverencia, casi con miedo. Durante dos días no había parado de pensar en él. ¿Qué había dentro? ¿Qué era lo que Sirius esperaba con tanto anhelo? Y ahora tenía aquel mismo paquete en las manos. Y él le decía que lo abriera. Tragó saliva, nervioso. No entendía nada. Sirius lo miraba con las cejas levantadas, atento a su actitud.
-Está bien, si tú no lo abres lo haré yo.
Hizo ademán de quitárselo, pero Remus lo apartó.
-¡No! Ya... ya lo abro. ¿Seguro que es para mí?
-Remus...
-Está bien, ya voy.
Dio vueltas al regalo entre sus manos temblorosas, buscando la forma de abrirlo sin romper el envoltorio. Pero éste estaba muy bien pegado. Se estaba empezando a impacientar. Y Sirius no dejaba de mirarle. De un tirón rasgó el papel hasta dejar libre lo que había dentro.
Se quedó sin respiración.
En las manos tenía un libro. Debía medir unos veinte centímetros y tendría cerca de mil páginas. Su cubierta era de terciopelo negro y el título aparecía grabado en letras doradas: The Lord of the Rings.
-P-pero...
-¿Te gusta?
Remus no sabía qué decir. No sabía cómo reaccionar. Sirius lo miraba con atención y su mirada azul clavada en él lo estaba poniendo nervioso.
-Este libro...
Llevaba años queriendo leerlo. Había oído hablar de él y sentía curiosidad, pero la única edición que había encontrado era la que ahora tenía entre las manos: una edición de lujo que estaba bastante lejos de su alcance económico. Y sin embargo ahora aquel tesoro era suyo.
-¿Cómo sabías...?
-Violet.
Y Remus lo comprendió todo. Aquellas conversaciones casuales sobre literatura, el interés de la muchacha por conocer sus gustos de lectura, los encuentros a escondidas entre ella y Sirius...
-¿Ella te lo dijo? -murmuró.
-Le pedí consejo. Ya sabes que yo no entiendo mucho de autores muggles. Dimos muchas vueltas antes de encontrar el libro adecuado. Ella insistía en comprarte el último best-seller... ¿Cómo era? "Harry Potter y la Piedra Filosofal", creo. Pero yo recordaba que tú me habías hablado de este autor. No recordaba muy bien el nombre, sólo que empezaba con "T".
-Tolkien.
-Ya. No sabes lo que nos costó averiguarlo. Pero mereció la pena. Sabía que te haría ilusión -Sirius suspiró-. No fue fácil. Ella iba a comprarlo en Londres cuando fuera allí para las vacaciones, pero no pudo mandarlo el día de Navidad porque la lechuza que tenía no podía soportar el peso. Tuve que esperar a que volviera y ella misma me lo dio ayer por la tarde. Iba a dártelo anoche, pero te fuiste pronto a dormir y... ¿Estás llorando?
-No.
Pero no era verdad. Remus no podía contener las lágrimas. Todo aquello había sido por él. Él preocupado porque su amigo se estaba alejando de él cuando en realidad estaba preparándole aquella sorpresa. Abrazó el libro con fuerza.
-No tenías por qué hacerlo. Ya me hicisteis un regalo de Navidad. Esto... es demasiado.
-Lo tenía pensado desde hacía tiempo, pero no había tenido la oportunidad de regalártelo hasta ahora. De todas formas, será mejor que no le digas a Peter y James que es un regalo mío.
-¿Por qué?
Sirius se encogió de hombros.
-Podría sentarles mal, y no quiero tener que dar explicaciones.
Remus se sentía la persona más feliz del mundo. Tenía ganas de gritar de alegría, tenía ganas de saltar, de abrazar a Sirius con fuerza... pero lo único que conseguía era que las lágrimas cayeran por sus mejillas sin control.
-Es... el regalo más maravilloso que me han hecho.
Sirius sonrió tranquilo.
-Me alegro de que te guste.
-Pero yo no tengo nada para ti -dijo Remus un poco alterado-. Tú me has dado esto y yo no...
-No quiero nada. ¿Crees que he hecho esto por interés?
-...Y además tengo que hablar con Violet. Últimamente me he portado un poco mal con ella -reconoció bajando la mirada-. Yo creía que...
-Creías que estábamos saliendo juntos -Remus asintió cortado-. Sí, Lily me lo dijo. Estaba bastante enfadada porque decía que no me daba cuenta de lo mal que lo estabas pasando. Y sí que me daba cuenta, pero no podía decirte que estabas equivocado, no quería que lo descubrieras todo -Sirius lo miró de reojo-. Dime, ¿te gusta esa chica?
-¡No! Bueno, es una chica simpática y eso, pero no... no me gusta.
-Hmm.
Sirius se recostó en su hombro. Le gustaba la calidez que emanaba de aquel cuerpo. Se sentía cómodo allí, escuchando el latir del corazón de su amigo.
-¿Y a ti?
-¿A mí qué? -preguntó distraído.
-¿Te... te gusta?
Sirius sonrió.
-Es una chica muy dulce y además muy atractiva. Tiene unos ojos preciosos. Es inteligente y divertida...
Remus apretaba los labios un poco disgustado
-Está bien, no hace falta que sigas.
-... Pero no te cambiaría por ella.
Sirius rió al verlo sonrojarse de una forma tan violenta y Remus protestó, enfadado al ver que se estaba burlando de él. Pero entonces Sirius hizo algo que lo hizo callar en el acto. Se acercó a su oído y le susurró:
-No te cambiaría por nadie.
Remus se estremeció con el contacto casi imperceptible de aquellos labios en su oreja. Quería decir algo, lo que fuera, cualquier cosa que demostrase a Sirius que no se había alterado por aquel roce...
Pero se había alterado por aquel roce. Y por las palabras que le había dicho. Se alteraba sólo de tenerlo cerca.
-Siento haberme puesto celoso por una tontería -explicó mientras acariciaba las letras doradas del libro, simulando estar concentrado en ellas-. Pero eres muy importante para mí y... creí que te había perdido, creía que te estabas alejando de mí y eso me daba miedo. Sé que no es una buena excusa para mi comportamiento, pero...
-¿Me quieres?
-¿Qué?
-Te he preguntado si me quieres -repitió Sirius mirándolo con calma.
El corazón de Remus se había parado. Seguro. O eso o se había olvidado de respirar. Tomó aire como pudo, tratando de poner en orden sus ideas. ¿Iba en serio? ¿Realmente le había hecho Sirius aquella pregunta?
-S-sí -contestó. ¿Y qué otra cosa podía decir?
La sonrisa de Black le tranquilizó. Su amigo volvió a recostarse en su hombro y Remus supo que desde entonces las cosas no serían como siempre. Era una sensación nueva. No había sido rechazado. Sirius no había huido de él, no le había dicho que estaba loco, ni le había mirado con repugnancia. Se había quedado a su lado y eso sólo podía significar una cosa.
-¿Por qué no lees un poco para mí en voz alta?
Remus asintió y abrió el libro con cuidado, acariciando las hojas mientras buscaba la primera página. Luego, con voz dulce, tranquila, empezó a leer.
Esa misma noche, debajo de la capa de invisibilidad de James, compartirían su primer beso.
FIN
Bueno, espero que os haya gustado. Si es así, me haría mucha ilusión recibir algún review que me anime a seguir publicando historias. Espero leeros pronto.
Daia Black
Miembro de la Orden Siriusiana
