DISCLAIMER: Harry Potter es de Rowling. Los trenes no son de Rowling, pero el Expreso de Hogwarts es de Rowling. Los monstruos no sé quién los inventó. Quizás se inventaron ellos mismos, cuales dioses, y por eso cuesta tanto derrotarlos.
A ver qué os parece esta locura. Va a tener TRES capítulos, calculo.
CAPÍTULO UNO:
La peor parte del trayecto es el túnel de Leeds, que dura media hora por lo menos. Se dice que una vez entras en el túnel de Leeds, ya nadie puede oírte.
Y es que ni siquiera los patronus salen con vida de ese túnel cuando atacan los monstruos.
—Oye, ¿Qué pasa?
—¿Otra vez se ha estropeado el tren?
Las luces de media tarde del Expreso iluminaban el caos que se había levantado en el Vagón Uno.
—Volved a vuestros compartimentos, por favor—ordenó Harry.
—¡Es Harry Potter!—dejaron escapar algunos alumnos, pero obedecieron en seguida.
—¡Esto es indignante!—dijo entonces una chica de sexto abriendo la puerta de su compartimento.
—Victoire, vuelve adentro.
—Tío Harry—insistió ella—Más vale que esto se arregle pronto. ¡Estoy por presentar una queja a La Companía!
Hacía ya cinco años que La Companía había comprado el Expreso de Hogwarts, y desde entonces el tren no había llegado puntual una sola vez. Los alumnos ya se habían acostumbrado a subir con tiendas de campaña a sabiendas de que tardarían por lo menos veinticuatro horas en llegar a casa. Y aquello era solo la punta del iceberg. Los padres llevaban años pidiendo una ruta alternativa al Túnel de Leeds, que ponía en peligro a sus hijos. Era normal que Victoire Weasley quisiera presentar una queja.
—Tu quéjate—comentó Teddy Lupin sin levantar la cabeza de su revista—se van a limpiar el culo con tu queja.
Teddy tenía diecisiete años, pero había dejado los estudios hacía tiempo. Había conseguido su trabajo como segurata en el cuerpo de aurores gracias a los contactos de Harry en el ministerio, aunque no parecía muy agradecido por este gesto.
—¡Señor Potter!—dijo entonces una voz. Un niño de primero venía del Vagón Dos—¡Señor Potter, venga rápido! David Macmillan se ha quedado atrapado en el lavabo...
Harry suspiró hondo. Iba a ser un día completo.
—Vamos Teddy—dijo
—Si hombre—dijo Teddy—que manden a un técnico. No es mi trabajo desatascar puertas.
Harry miró a su ahijado severamente.
—Después quiero hablar contigo.
—Vale, papá—respondió Teddy irónicmanente, y al oír esto Harry sintió como si le clavaran una estaca en el corazón.
El Vagón Dos era un segundo caos. Se había formado una cola que ocupaba todo el vagón.
—¡Mirad! ¡Harry Potter!
—Él nos salvará
—¡Pero dejadle pasar, hombre!
Harry avanzaba a paso rápido con el muchacho.
—¡Tío Harry!—dijo una niña pelirroja que también estaba a la cola—¿Qué está pasando?
—Ahora no puedo, Molly.
Al fin llegaron a la puerta del lavabo. Los alumnos no paraban de darle golpes.
—¡Sal de una vez Macmillan!
—Dejadme paso—rugió Harry—David, ¿me oyes? Voy a desatascar la puerta. Tednrás que echarte a un lado.
No hubo respuesta.
—Hágalo de una vez, señor Potter—dijo un Gryffindor de quinto—que me estoy meando...
—David, voy a abrir la puerta a la de tres, ¿de acuerdo? Una...Dos...
—¡AHHHHHHHHHHHHHHH!
Harry volteó. Dos chicas habían gritado a la vez, y no eran las únicas. Pronto se unieron más alaridos de terror. Los alumnos señalaban los pies de Harry.
De detrás de la puerta del lavabo había empezado a emanar un río de sangre. El vagón retumbó con los pasos de los alumnos, que corrían de una punta a la otra. Y entonces oyeron el rugido: sonaba como una mezcla entre cuervo y jabalí, pero no era ni un cuervo ni un jabalí, ni estaba emparentado con ninguno de los dos animales.
—Todos al Vagón Uno. ¡YA!
—¡Monstruo de Leeds! ¡Hay un monstruo de Leeds!—los alumnos no paraban de gritar pese a los intentos de los Harry y de los prefectos por calmarlos.
—¿...Sigue ahí el b-bicho?—dijo Teddy. Sus dientes temblaban como si se estuviera muriendo de frío, pero no hacía ni pizca de frío.
—Eso me temo—dijo Harry tratando de hacerse oír entre el griterío y esquivando a una chica de cuarto que por poco no le da un codazo en las costillas.
Habían movido a la gente del Vagón Dos hacia el Uno, y Harry había sellado la puerta con un hechizo que probablemente no aguantaría mucho si al animal se le ocurría salir de su cueva.
—Te ocupas tú, ¿no?—dijo Teddy—a mi esas cosas me dan mucho cague. Yo no me hice segurata para ésto, ¿eh Harry?
Harry respiró profundamente.
—¿Tú crees que prefiero estar aquí un jueves por la noche en vez de persiguiendo criminales en Londres o en casa con mis tres hijos?
—¿Y entonces, qué haces aquí?
—Me lo han suplicado los padres de Victoire, Molly y Dominique. Me han pedido que cuide de ellas. ¿Tú entiendes lo que es el sacrificio, Teddy?
—No—respondió su ahijado—Y no entiendo por qué...
¡CREEEEK! Teddy no pudo terminar su frase, porque el suelo acababa de romperse. Con unas garras como cuchillos, la gigantezca criatura abrió un agujero en el suelo del pasillo. Harry no tenía ni idea de que aquel monstruo fuera tan rápido.
—¡Vagón de los prefectos! ¡Todos al vagón de los prefectos!
Pero era demasiado tarde. Un tentáculo escamoso ya avanzaba por el pasillo, atrapando a tres alumnos y arrastrándolos hacia el agujero.
—¡DIFFINDO!—gritó Harry. No era como cortar una cuerda, precisamente—¡DIFFINDO! ¡DIFFINDO! ¡DIFFINDO! ¡TEDDY! ¡AYÚDAME!
—Ni hablar. Dame las llaves de la cabina.
—¡¿Te has vuelto loco?! ¡No puedes esconderte en la cabina mientras matan a todos estos niños! ¡HAY UN PROTOCOLO! ¡Lo baja el ministerio!
Un segundo tentáculo hizo su aparición.
—Que me chupen la polla. El Ministerio y el puto protocolo.—dijo Teddy mientras Harry inmovilizaba el tentáculo con un hechizo—Además, me he dejado la varita en casa.
Furioso, Harry sacudió a su ahijado con ambas manos
—¡¿QUÉ PENSARÍAN TUS PADRES SI TE VIERAN, EH?!
Teddy lo miraba con rabia. Tenía los mismos ojos que Tonks cuando se enfadaba, aunque él los llevaba de color azul para que no se notara. Su pelo era igual que el de Remus Lupin, aunque él insistía en disimularlo también.
Fue entonces cuando retumbó el vagón entero y la criatura se dio a conocer. Era un lagarto del tamaño de un rinoceronte, y tenía cinco tentáculos pegados al cuerpo. Posándose en dos patas, rugió, libre por fin, y sin darle tiempo a Harry para impedirlo, usó un tentáculo para atrapar por el torso a una chica de segundo que había caído al suelo y se la llevó a su enorme boca. La sangre chorreó y chorreó como una lluvia torrencial, manchándolo todo.
Harry sacó una varita extra de su bolsillo y la golpeó contra el pecho de Teddy.
—Toma—dijo—como le pase algo a mis sobrinas te echo de casa.
Teddy tragó saliva. No quedaba más remedio que obedecer.
