¿Cómo estáis? Yo muy bien, aquí, presentándoos una nueva entrega de MEMORIAS DE UN LICÁNTROPO. Ésta ya es la decimocuarta... ¡Vaya! Debo decir que cada vez estoy más emocionado con vuestra dedicación, con vuestros "reviews" y con vuestros halagos. ¡Gracias! El capítulo de hoy, cuyo avance olvidé poner en el 13, no es tan largo como los anteriores (imagino que ya no los haré tan largos porque son matadores...), pero tiene su gracia. Respondo "reviews", que son más cada vez:

- Lorien Lupin: (Hasta el momento en que te respondo no he leído sino tu "review" de respuesta al capítulo cinco). No pasa nada. Si yo no meto prisa... No, es que soy muy impaciente, y eso se me debe de notar. Lo cierto es que estoy siempre que puedo en Internet, mirando la cuenta de "reviews", mandando correos... ¡Soy un torbellino! Como también soy muy impaciente, por eso puedo colgar MEMORIAS DE UN LICÁNTROPO con tanta puntualidad; ¡porque hay veces que no puedo esperar! Pero está bien. ¿Y cómo es eso de que escribes en dos idiomas? No me había dado cuenta. Me quedé francamente impresionado. Dices que odias al padre de Remus (¿cuántas veces habré oído eso ya? D) y me imagino que a estas alturas (capítulo 14), cuando leas esto, ya le tendrás aversión patológica. Me ha hecho gracia eso de que digas que en los "fics" debe haber un personaje al que puedas odiar con ganas. No lo había pensado desde esa perspectiva... Sabía que tenía que haber alguien malo, al que todo el mundo detestase, pero no porque fuese necesario... ¡Es una buena opinión! La próxima persona: señora Carney... Aunque queda mucho para que aparezca. Me agrada que digas que te gusta la relación Dumbledore/Remus (no sonó raro..., sólo me quedé a cuadros al ver esa barra. Pensé: "¿qué dice?"); supuse que Remus, al imaginármelo con un padre así, debería tener otra oportunidad con otra figura paternal. Ése debía ser Dumbledore, que, con diferencia, es mi personaje favorito. Por muchas cosas... Además hay un momento en el que Remus dice en el tercer libro que Dumbledore había sido muy importante para él en su vida. Lo consideré necesario. ¡Me encanta que me hayas dicho que te gusta Helen! La mayoría de la gente no dice nada, y entonces no sé si es que no les gusta o qué; como es un personaje nuevo estoy muy extraño, porque a los que les gusten Remus, pues es Remus a fin de cuentas, ¡pero Helen es nueva! Luego hay otra cosa que me ha llamado muchísimo la atención de ti: el que imprimas los relatos sacados de en lugar de leerlos en el monitor. ¡Cuánto te envidio! Yo lo haría, pero estimo mucho la tinta, así que me dejo la vista aquí pegada en la pantalla. ¡Menudo fastidio! Otra cosa, al decir "computadora", como es un término no inusual, pero sí poco frecuente en España, intuyo que debes de ser del continente americano, ¿me equivoco? La gran parte de los que me leen son de por allí, y eso es una gozada. Como yo digo: "nos une más a unirnos". Besitos también a ti. ¡Qué empanada tengo! Acabo de releer tu correo y veo que me dijiste que de Perú. Déjame, que he tenido un derrame mental. Me hizo gracia eso de "miembro de muchas cosas y autora tardona sin remedio". Fue gracioso. He leído atentamente de todo lo de que eres miembro, y me he quedado un poco alucinado: ¿de dónde sacas el tiempo? Algunas cosas me han llamado la atención; a mí y a una amiga mía, Elena. Ésta dice que lleva tiempo queriendo formar parte de La Legión de las Lupinas (me ha pedido que te diga que si tú pudieras ayudarla...). ¿Y qué es eso de Fiction World? ¿Es otra página para colgar relatos como ? Es que, de ser así, me gustaría que me dijeras cómo funciona, porque me gustaría meter el relato en otra página. Cuántas más mejor, como digo yo... Así te leerá más gente, se supone. Aunque, con los que hay, basta. Muchas gracias por todo, Lorien o Rosario, como quieras que te llame. Muchos besitos para ti, ¿eh? Cuídate.

- Elena: ¡Hola! No te enfades... Conozco cuál es tu competición, pero es que siempre ganas. Sí, has sido la primera persona que ha dejado un "review" en el capítulo trece, pero tenía que responder antes a Lorien, porque va sólo por el quinto, pero cronológicamente me dejó el "review" antes que tú. Además, el llegar antes o después no importa, en verdad, lo importante es la intención; como se dice, es lo que cuenta. A fin de cuentas, yo sólo puedo leer vuestros "reviews" los lunes y los viernes, así que con que estén me va de sobra, dándome igual si lo habéis dejado un sábado, que un domingo, que un jueves. Pero te entiendo, claro que te entiendo. Quieres demostrar tu afinidad, o siquiera será porque el relato realmente te llame la atención y necesitas leerlo con rapidez. (Voy a empezar como tú: "no sé si me hago falsas ilusiones"...). ¿Sabes qué? Esta semana he vuelto a ver "El día de mañana", esta vez con mis amigos, y siempre que sale el actor ese que te gusta, Jake no sé qué (perdona, su apellido es indescifrable) me acuerdo de estas palabras tuyas y me entra la risa: "No es un bombón ardiente, pero es mono." Me quedé francamente perplejo cuando leí que Bécquer era tu quinto amor platónico. ¡Si para mí es un maestro, en serio...! Es el gran dueño del romanticismo, un verdadero personaje literario, y el donjuán de toda dama, ¿no? En fin, si tú has querido que yo sea el tercero, ¡el honor es mío! Me siento realmente orgulloso. Me hizo realmente ilusión tu "review", porque me he dado cuenta de que has abierto un poquito más tu corazón. ¿Me equivoco? Quizá pensases que era un poco metiche o curioso preguntándote por qué me considerabas especial, pero es que me picaba la curiosidad; todas las respuestas que me has dado son maravillosas. ¡A cada cual abría más los ojos! Además tienes razón en una cosa, aunque se supone que no deberías saberla, pero es cierto eso que se dice: los autores nos identificamos con nuestros personajes protagonistas. No sabía cómo pintar a Remus, así que lo imaginé como yo mismo: callado, meditabundo, honrado... Pero con sus defectos, por eso está muy acertado el que Isabelle Black (otra lectora voraz) me haya dicho que es un Remus perfecto precisamente por eso: porque no es perfecto, no es idealizado. Aunque últimamente se me está yendo la olla y no sé qué Remus estoy pintando. Creo que me he dejado llevar por aquellos que opinan que el sexo juega un papel fundamental en los relatos porque los lectores son muy superficiales. ¡Cuán equivocado! ¡Que ahí sí que no me identifico con él! Sólo puedo decir que Remus va a volver a ser el de siempre, con sus más y sus menos. Y descuida, ya he explicado por ahí que yo cuelgo el capítulo catorce ahora, pero que realmente estoy escribiendo el cuarenta y cuatro (es que este verano no sabía cómo meter el relato y me puse a escribir por mi cuenta), y hasta donde voy Remus sigue siendo el protagonista. Entiendo lo que dices con eso de que la gente se aburre y deja a un personaje de lado para dar más protagonismo a otro, pero si yo estoy hablando de Remus desde un principio, acabaré hablando de Remus. Aparecerán todos los demás, por supuesto, pero Remus liderará el argumento. Gracias por alentar a este autor que tanto te aprecia con comentarios de ese tipo. La verdad es que no lo había pensado desde ese punto de vista, pero todos vuestros comentarios me hacen abrir los ojos de una forma u otra. Bien, y pasando al último punto de mi disertación, debo decirte que lo de añadir nombres propios al relato de personas que conozco no es nuevo: yo mismo aparezco. ¿No te has dado cuenta? Soy Henry Castle, el Ministro de Magia asesinado. ¡Qué papel más corto! También he incluido a amigos, recientemente a Álvaro y Ostos, funcionarios en la Aduana Española; no sabía cómo traducir sus nombres, así que los metí en la comunidad mágica de España. Ya he pensado cuál va a ser tu personaje, pero te lo voy a explicar por correo electrónico; seguramente te llegue antes que leas esto, pues no sé si te lo mandaré el viernes. Bien, espero otro "review" largo de los tuyos, pues me hacen mucha ilusión y me animan a escribir con tu ánimo y tu espíritu juvenil. Un besazo desde Córdoba, de este tu amigo Quique.

- Joanne Distte: ¡¡¡Hola!!! ¿Dónde te habías metido? Ya lo sé, pero es que me quedé entristecido cuando veía que iba a colgar el relato y no iba a poder ponerte nada, porque no sabía nada de ti. Así que decidí ponerte entre signos de interrogación. Me alegra que te vayan a poner Internet en casa, aunque también me da envidia. Snif. Da igual, seguiré colgando los capítulos desde donde pueda y entrando desde la biblioteca para ver los "reviews". Por eso mis únicas respuestas largas son la de los capítulos, porque como las escribo en casa tengo tiempo. Vayamos por pasos: sí, me llegó la lechuza, aunque no he tenido mucho tiempo para atenderla, así que la tengo ahí medio muerta de hambre y desplumada. Estoy ahora mismo colapsado en fanfiction. Bien, ya tengo el título: "En el último momento dudas". Prometo leerlo a la mayor brevedad posible y dejarte unos largos "reviews". Hablando de "reviews" (me he acordado hablando de eso, pero no tiene nada que ver), he estado releyendo el primer correo que me mandaste y la confusión fue de lo más tonta; tu texto exactamente es "para 17 en octubre", y yo, que ahora me pregunto cómo lo leí, me pensé que era el 17 de octubre. Vale, ya lo sé, ¡empanado! Pero con la tontería acerté. No hace falta que me des las gracias, sé de sobra que hace mucha ilusión que te feliciten por tu cumpleaños. Bueno, ya mismo: ¡la mayoría de edad! Tampoco es algo del otro mundo, te lo digo por experiencia. Bien, consultando mis notas, me ha hecho muchísima gracia que a la cachito de pan como llamas a "Nathalie", la hayas llamado el fantasma "Nichole". Me quedé a cuadros. Pero va, un fallo lo tiene cualquiera, que yo soy el primero. Lo de la batalla o duelo de conjuros no te creas que fue tan fácil. Tuve que meditarlo bien: había muchos personajes y tenía que meditar mucho cuando actuaba uno u otro. ¿Y te gusta los que me he inventado? Es que, como estudio latín y sé cómo crea los hechizos Rowling, me tomé la molestia de crear algunos nuevos. Me hizo gracia que te hicieran gracia cosas como "Voldemort es una rapiña que come piñas". La verdad, no sé cómo puedo inventarme cosas así; pienso que pueden hacer gracia y las pongo. Tampoco soy una persona muy graciosa, pero escribiendo tengo mis puntos humorísticos. Me encanta que los señales y por eso tus "reviews" son muy especiales: como pones todo lo bueno y lo que te ha gustado, salgo de haberlos leído henchido muy orgulloso. Ahora bien, todo no va a ser humor... Digamos que el Mal seguirá apareciendo, aunque ya te lo has podido ver con Dorcas Meadowes. ¡Pobre! Quise ponerlo un hombre genial para que su muerte diese mucha lástima. Si lo llego a saber antes, en lugar de inventarme otro personaje, te pongo de su viuda. ¡Qué risa! ¡Ah! No conozco el enlace de Anime Awards; sólo te lo comenté por si tú tenías idea... No pasa nada. Creo que con es suficiente. A veces es dificultoso mantenerlo todo, ¿sabes? Y por último, dices que no te desagradaría el que colgara "Una giganta y un mago: la odisea del sexo". No sé, es que después de estos capítulos tan obscenos y provocativos que he puesto, cuelgo además eso y me tomáis por un pervertido, cosa que en absoluto soy. Ya veré. De todas formas no podría ser ahora mismo, porque tendría que retocarlo. Un beso, chica. Y cuídate.

- Idril Isil: ¡Hola! Tengo muchas cosas que contarte y muy embotada la cabeza. Me aclararé. En absoluto me importa recomendarte, creo que todo el mundo necesita un empujoncito, y a veces es difícil conseguirlo en esta página elitista, donde sólo cuentan los autores consagrados y los relatos que alcanzan el medio millar de "reviews". Dices que se te hace raro que Voldemort vaya detrás de Remus, o por lo menos que es la primera vez que lo escuchas. La explicación es muy sencilla: sólo quería darle más protagonismo a Remus; no sabía cuál era el motivo por el que ingresaron en la orden, ¡pues ése!, no sabía cuál era el motivo por el que los Potter y los Longbottom se habían enfrentado a Voldemort tres veces, ¡pues ése!... No sé si el relato sigue siendo coherente con ese vuelco del argumento, pero al menos habrá intriga y emoción. ¡Ah! Leí tu correo electrónico, pero, lo siento, no pude contestártelo. Ahora lo hago, si te parece. Bien, sí me gustó la bendición. Sí soy católico, aunque no practicante. Aunque la religión está en decadencia últimamente en España, yo fui bautizado, comulgado y confirmado, cosa esta última que no es muy común entre los jóvenes. Últimamente, no obstante, estoy enemistado con Dios irreconciliablemente, porque me ha abandonado. Ya te darás cuenta, pero he puesto que los magos también crean en un ser superior (Rowling, su diosa y creadora), porque considero que la religión es importante, al menos históricamente, y que ellos tienen un vacío espiritual y filosófico en ese aspecto al no poder dar salida a esta cabida emocional y sentimental. ¡Qué profundo!... Lo que sí me dejo algo más confuso fue que cuando dijiste lo de la bendición en tu "review" pusiste algo parecido a esto: "No sé si eres católico, pero conociéndote como CREO que te conozco, me imagino que te habrá gustado." Por un lado me satisfizo, y por otro me dejo perplejo, como ya he dicho, porque no entiendo el motivo por el cual pones en mayúsculas esa palabra. Quizá sigas siendo desconfiada (como bien dijiste) y creas que lo que hay aquí es un espejo ilusorio de alguna realidad ficticia. Yo creo que soy bastante transparente; se me tarda tiempo en conocer, pero soy transparente. ¡Detesto la hipocresía, porque la he sufrido en persona! Si me decidiera a llevar una guerra santa, sería contra la hipocresía. Así que sí, me conoces, porque yo no podría ser de otra forma y dejarte estas kilométricas respuestas. Mentir o fingir se me hace realmente tedioso. Hablando de "tedioso"... ¡Gracias por decir que he suavizado el estilo! ¡Gracias! Ya me sentía raro conmigo mismo. Yo pensado que quería agradarte, pero... ¡Aun así, me encantaban tus críticas constructivas, preciosa! Eran eso: "constructivas". También me alegra que digas que soy el único al que dejas "reviews" tan largos. Ciertamente es un honor. ¡Por eso te aprecio tanto! Es como dices, ya nos vamos conociendo, y me agrada el cambio producido en ti desde tu primer "review" al último. Se nota que no eres fría ni impermeable, sino que sientes, y es difícil transmitirlo en palabras. Yo tampoco soy de ésos que andan por ahí dándose de abrazos con la gente, así que en eso nos parecemos. También me hizo gracia el que pusieses lo de romanticismo y después "(mmh)". Considero que es preferible o principal el romanticismo que el sexo, así que esta vertiente nueva que ha adoptado MEMORIAS DE UN LICÁNTROPO va a desaparecer. No sé por qué, me dejé llevar por la opinión de consideraciones poco acertadas. Me pareció muy sensible lo de tus nombres... Apunté el de Lafken, porque me parece increíble. ¡A mí también me gustaría tener una cultura indígena aquí, en España!, pero lo más que teníamos eran los latinos que tanto te gustan. Yo seguiré llamándote Idril, porque también me gusta el élfico. Durante un tiempo quise aprenderlo, pero desistí. No sé por qué, intuí que era élfico... ¡Bien! Muchas gracias, adoro tus "reviews". La verdad es que me hago pronto a la gente y soy bastante extrovertido. Otra cosa: normalmente estoy disponible (repito, normalmente), los sábados por la mañana, momento en el que cuelgo el capítulo siguiente. Suelo estar entre las diez y las doce, aunque nunca estoy mucho más de media hora. Y respondiendo a tu otra pregunta... Me ha encantado el detalle de que preguntases quién era "Helen Nicked Lupin"; demuestra curiosidad y atención por tu parte. Ésta es una historia muy larga. Elena, su nombre real, es mi mejor amiga, casi como una hermana. La conozco desde que tengo dos años, ¡y de eso hace ya dieciséis! Siempre hemos sido inseparables. Al principio yo veía los fanfictions como algo raro, pero ella los leía atentamente. Este verano me propuso escribir una historia de Remus Lupin en la que se enamorase de una chica. A esa chica le di su nombre, que traduje al inglés: "Helen Nicked"... Esta historia se comenzó a llamar "La vida de Remus J. Lupin", y ella me la observaba de cerca. Aún no sabía meter los capítulos en la página, así que escribía por mi cuenta, con su única opinión sobre mí. Le empezó a gustar tanto que el relato fue ganando en extensión fácilmente. Aun hoy día es la que me presiona para escribir, puesto que quiere saber cómo sigue la cosa. Así, un día me levanté con ánimo para difundir la historia. Entonces a ella se le ocurrió que "La vida de Remus J. Lupin" era bastante simple. "Memorias de un licántropo" fue su idea, y ya tuve título. Nos registramos en la página al mismo tiempo, y entonces hicimos una promesa: añadirnos el uno al otro en "autores favoritos". Fue la primera persona que me agregó, aunque entonces todavía no tenía ningún capítulo. Por eso yo la tengo a ella, aunque no tenga ninguna historia, porque ella me animó a escribir MEMORIAS DE UN LICÁNTROPO. Si no, ¿quién iba a estar tan loco de ponerse el nombre de un personaje de una historia cualquiera como la mía? Sólo ella porque Helen Nicked es su nombre, traducido al inglés. Y eso me recuerda lo de añadir a los lectores en el relato. Sí, tengo muchas ideas y muchos ánimos. Pero recuerdo que serán apariciones breves, meramente figurativas. No puedo incluir un personaje que se instale en el argumento, como comprenderás. Paciencia... ¡Muchos besos! ¡Ah! Ojalá pudiéramos vernos, pero yo ahora mismo veo imposible la idea de viajar. Como no me ponga un petardo en el trasero... Bueno, aquí te he dejado otra larga respuesta; es que me parecía tristísimo cuando veía dos renglones en cualquier fic después de que la gente se ha tomado la molestia de escribirte. Besos. ¡Ah! Ahora que hablaba de Elena (Helen Nicked), te digo que ella (estudiante para Bellas Artes) está preparando unos dibujos la mar de chulos para MEMORIAS DE UN LICÁNTROPO: SEGUNDA PARTE. Ya os los enviaré cuando llegue el momento, que aún queda, pero es bueno que sepáis que ya se está preparando todo.

- Ana (Leonita para que nos entendamos): Sí, ya he leído tu correo. ¡Hola! ¿De Sevilla? ¡Genial! Si estás ahí al lado, ay. Lo que habrás disfrutado entonces con la escena del elfo doméstico, ¿verdad? Decidí poner el holograma de la feria de Sevilla porque es lo más extendido, ¿no? Soy consciente de que en Córdoba hay mucha gente que está en contra de los sevillanos, pero yo paso olímpicamente. ¡Eso a mí me parece xenofobia! Me hizo mucha ilusión el que dijeras, a tu vez, que te había hecho ilusión recibir un correo electrónico de un autor con el que estabas disfrutando. ¡Imagínate la ilusión que me hace a mí que me digáis esas cosas! También tú, cómo no. Recuerdo que me dices algo así como que tenía expresividad léxica y como que escribía muy bien. Es de agradecer que lo digáis, muy halagador, cuando últimamente me parece que mi corazón late casi exclusivamente por MEMORIAS DE UN LICÁNTROPO. ¿Estudias Derecho? Es difícil ver por aquí personas universitarias. Espero que te vaya bien y pronto me puedas servir de abogada para quitarle a Rowling los derechos de autora y seguir yo con el relato desde el ámbito financiero. ¡Es broma! Yo estudio Filología Hispánica, que es algo así como más humanístico... La verdad es que es raro ver en las universidades personas que lean Harry Potter. ¡Ni que fuera un delito! Pues yo leo y escribo, ¡y me lo paso genial! Escribir me sirve para practicar a escribir correctamente, y con mayor dicción cada vez, así que tampoco es una pérdida de tiempo. Muchas gracias por decir, Ana (me tengo que empezar a acostumbrar a este nuevo apelativo), que mi relato te está gustando. Te digo simplemente que va a haber historia para rato, y que cada vez va a ir "in crescendo". (Habiendo leído tu "review" al capítulo 13). Gracias, muchas gracias. ¿En serio te ha gustado tanto? Yo sabía que tenía que ponerle algo más de humor, pero tampoco me imaginaba que fuera a ser así. No obstante me alegra, ¿cómo no? Por supuesto acepto tu crítica, pero consideré que tenía que hacer ver que los españoles éramos un caso para que todo resultara mucho más divertido. Si no, ¿por qué iba a poner a las gitanas en la aduana, o a los botones durmiendo la siesta en medio del pasillo, o un largo etcétera? ¡Por mero humor! Ya sé que los ingleses son peores, pero bueno... Hablando de aduanas, por cierto, aviso que la española no va a ser la única que aparezca en MEMORIAS DE UN LICÁNTROPO. Será muy divertido. Gracias también por decir que éste es el mejor "fic" que has leído. Una de dos: o has leído pocos, o los que has leído son todos muy malos. No obstante, agradezco el detalle de que me animes. Espero que disfrutes igualmente con el capítulo 14. Hasta pronto.

CAPÍTULO XIV (LA VUELTA AL COLE)

La chimenea de la sala común de la orden se encendió reflejando en la pared tonos verdes. Por ella apareció Remus, tirado en el suelo. Se levantó y comenzó a sacudir el hollín de su túnica.

–¡Remus! –Abrió los brazos Dumbledore.

James y Sirius salieron corriendo, entre gritos, a recibirlo. Lo abrazaron y le preguntaron cómo le habia ido todo.

–Bien, bien. España es genial.

–Estás muy moreno –comentó Lily. Helen apareció también por el hueco de la pared–. ¡Helen!

–¡Lily!

Y se abrazaron. Alice se les unió. Frank y Peter llegaron con mayor tranquilidad para saludar a Remus. Arabella salió de la cocina y, con lágrimas en los ojos, se aproximó saltando de puntillas y los abrazó a los dos y les dio sendos besos. "Mis niños, mis niños", les decía, y los apretujaba en sus brazos.

Moody también salió de su cuarto, pero sus muestras de afecto no fueron tan emotivas: estrechó la mano de Remus con formalidad y lo mismo hizo con Helen, quien le sonrió complacida.

–Os hemos traído algunos recuerdos –dijo Remus.

–¿Sí? ¿Qué? ¡A ver! –se apartaron a codazos unos a otros.

Remus sacó de su mochila un pisapapeles con forma de sirena que entregó a Dumbledore, ya que se había acordado de que éste hablaba sirenio. Al director le hizo mucha gracia y dijo que lo pondría en su despacho de inmediato.

Helen le entregó a Lily y a Alice un par de horquillas del pelo con forma de almeja que las chicas se pusieron en el pelo y que les daba una apariencia muy divertida y risueña.

Remus le sacó a Peter un tarro de cristal con arena de la playa dentro, cosa que el muchacho le había pedido, pero que lo tuvo un buen rato entretenido porque Remus lo había encantado para que la arena cambiase de color. A Arabella le sacó un juego de tazas de té en las que ponía: "Recuerdo de Mallorca". La mujer se lo agradeció tanto que casi le borra la cara de tantos besos. A James, Sirius y Frank les había traído unas extrañas cajas con bolsitas de plástico dentro que los muggles utilizaban para hacer el amor y no dejar a la chica embarazada.

–¡Qué curioso! –Miró Frank uno de aquellos artilugios con los ojos bien abiertos–. ¿Y cómo los llaman, dices?

–Preservativos –explicó–. Dicen que son muy útiles. Como ellos no pueden preparar pociones, me supongo que lo serán.

–¿Y cómo se ponen? –preguntó Sirius enganchándose uno en la nariz.

–Sirius –dijo Remus procurando no reír–, eso se pone ahí abajo –señalando sus partes íntimas.

Sirius, con aspecto de desagrado, se lo quitó de inmediato de la nariz.

–Bueno, ya también puedo ligar con las muggles –comentó al rato Canuto–. Aunque me resulta raro.

Remus avanzó hacia él y cogió un condón. Lo infló y adoptó la forma.

–¿A qué te recuerda? –preguntó Remus poniéndoselo a dos centímetros de los ojos.

–A una... ¡Ya, ya! Ya sé lo que es. Ya me imagino cómo se pone. –Se lo quitó de un zarpazo.

–Y para usted, Moody –sacó de su mochila otro regalo Helen–, hemos traído esto. Espero que le guste.

Sacó una figurilla de un toro con banderillas en el lomo, banderillas que simulaban la bandera del país a que habían visitado. Moody lo miró, lo olisqueó y lo rozó con la lengua. Como viera que no hacía nada dijo que se lo llevaba a su cuarto para ponerlo bien a la vista, pero todos creyeron que lo iba a hacer explotar.

–Mañana empezáis las clases –comentó Dumbledore.

–Tuvo que recordarlo. ¡Tuvo que recordarlo! –exclamó Sirius tirándose de los pelos.

–No quiero ser pesado, pero ya os dije que no quiero que sigáis en la orden. ¿Habéis encontrado algún sitio adónde ir? Remus, tú no hace falta que digas nada. Ya sé que lo sabes. Ya lo sé. No quiero que lo digas. No quiero que nadie lo sepa. Es un secreto.

–¿Y por qué es un secreto? –inquirió James.

–Piénsalo un rato, Potter –le contestó el profesor sonriente–, y si encuentras la respuesta no te la digo. Pero si no la encuentras, tampoco. ¿Vale? –volviéndose a los demás–. Creo que la orden tampoco es segura. Creemos que alguien filtra información, ya os lo dije. –Los miró a todos por ver si descubría algo en sus miradas–. Entonces, ¿sabéis adónde vais a ir?

–Nosotros hemos apalabrado una bonita casa en el valle de Godric –mencionó Lily.

–¡Oh, un lugar maravilloso, Lily! –aprobó Dumbledore–. Supongo que tú, James, irás con ella. –El chico asintió–. ¿Y los demás?

–Alice y yo –habló Frank– también estamos pensando en comprarnos una casa.

–Muy buena idea. –Sonrió el director–. Hasta entonces podéis quedaros aquí, en vuestras habitaciones, todo el tiempo que queráis, pero, ya os digo, no es seguro. Por mí no habría problema que os quedaseis toda la vida, pero puede ser peligroso, ya lo he dicho.

Dumbledore sacó su varita y apuntó hacia el techo con ella. Enseguida dijo:

–Dime la hora que es.

Y de la punta surgieron dos cintas de tela azul, una ligeramente mayor que la otra, que se entrecruzaron en el aire unos segundos, pero que, después, se colocaron como dispuestas sobre un reloj invisible.

–Las cinco. –Vio Dumbledore, y, agitando su varita, los lazos desaparecieron–. Supongo que McGonagall debe de estar esperándome. Tenemos algunas cosas que comentar sobre el intenso día de mañana. –Les sonrió–. Bueno, me voy. Vendré a cenar, ya que os tengo que decir algo muy importante.

–¿Qué? –preguntó Helen.

Dumbledore se dirigió hacia la puerta mágica:

–¿Os pica la curiosidad? –Rió–. Entonces pensad que no es nada interesante y podréis esperar a la hora de cenar. A mí me funciona. Hasta luego.

Y apareció en el despacho que tenía en Hogwarts.

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Cuando Arabella disponía la cena en el comedor, Albus Dumbledore apareció en la habitación seguido de Minerva McGonagall, con un sombrero puntiagudo y negro y una túnica verde intensa.

–Hola, chicos –saludó escuetamente, con las manos juntas tras la espalda.

–Esto huele muy bien, Arabella –apremió Dumbledore–. ¿Qué es?

Complacida, la cocinera explicó:

–Se trata de revuelto de espinacas con huevo de dragón y una pizca de salsa de orégano con amígdalas de hipogrifo. Y ese plato de allí contiene una ración completa de cangrejos rojos, cocidos con mucho esmero. Pero mi fuerte lo dejo para el postre: crema glaseada con trozos de calabaza y rayos de magia en el interior.

–¿Rayos de magia? –preguntó Sirius frunciendo el ceño.

–Sí, rayos de magia –contestó enojada la señora Figg ante su cara de incomprensión–. Me los ha concedido amablemente Lily. Están en el interior de la crema, moviéndose continuamente, y por eso le da un sabor muy especial.

–Ya veréis –mencionó Lily con una amplia sonrisa–. Es una receta de la madre de James y Arabella ha querido hacerla encantada. Espero que os gusten los rayos.

–Pero ¿cómo vas a echar rayos ahí, en una crema? –continuó preguntando Sirius.

–Los eché sobre la olla en que estaba preparando la crema Arabella –explicó Lily– y antes de que saliesen rebotados pusimos la tapa. Ahora forman parte del dulce.

–Pero ¿cómo se va a comer alguien unos rayos de magia? –preguntó de nuevo Sirius poniendo cada vez más cara de asco.

–¡Utilizando el encantamiento para dulcificar! –estalló Helen–, y deja ya de preguntar tonterías de una vez, ¿quieres?

Cuando Arabella trajo la crema vieron que ésta tenía una pinta exquisita, aunque se inflaba y desinflaba por distintos sitios a causa del continuo movimiento de los rayos. La squib comenzó a cortar pedazos y a ponerlos sobre los platos, haciéndolo todo con mucho cuidado para que los rayos no pudiesen escaparse.

En una ocasión, sin embargo, un rayo azul salió disparado hacia la cara de Moody. Sirius pasó un dedo por su mejilla y se lo llevó a la boca:

–Muy dulce, ¡sí, señor! –comentó.

El fantasma de Nathalie Lupin atravesó la pared y se lanzó hacia su hijo:

–¿Por qué nadie me había dicho que venía mi hijo? ¿Por qué nadie me lo había dicho? –espetó a los demás–. ¿Cómo te lo has pasado, cielo? Espero que bien. ¿Qué has hecho? ¿Te has bañado?

–Pues claro que sí –contestó asintiendo con la cabeza.

–¿Y tú, Helen? –volviéndose hacia la chica–. ¿Lo has pasado bien?

La chica asintió.

Dumbledore golpeó con una cuchara su copa, después de estar un rato rozando su lengua contra su paladar, ya que un encantamiento de dulcificación del pastel de crema se le había deshecho en la boca.

–Quisiera hablaros a los más jóvenes –dijo, y Moody y Arabella siguieron a lo suyo–. Aquí la profesora McGonagall y yo hemos considerado oportuno que, como miembros jóvenes de nuestra orden, podéis hacer un importante papel en la escuela Hogwarts de magia y hechicería.

–¿Qué papel? –lo interrumpió Sirius, y Alice y Lily lo miraron con odio.

Peter se llevó una mano al antebrazo, ahogando un grito, y comenzó a sudar de los nervios.

–Hemos pensado que la mejor forma de luchar contra lord Voldemort es impidiendo que más magos se unan a su causa –Remus recordó lo que había sufrido el profesor al enterarse de que Severus Snape era un mortífago–, y, ya que todos pasan siete años en Hogwarts, lo mejor es iniciar una educación antitenebrista.

–¿Antitenebrista? –preguntó Sirius y James le metió un codazo por interrumpir de nuevo la explicación de Dumbledore.

–Esto... Dumbledore... –tartamudeaba Peter–. Tengo que irme a casa. Mi madre me está esperando.

–¡Oh, claro, Pettigrew, vete! –consintió sin mirarlo siquiera–. Pero cuando vuelvas a venir, no nos busques aquí, sino en Hogwarts. Y dale recuerdos de mi parte a la señora Pettigrew, una dama excepcional.

–Lo haré, lo haré –dijo temblando y se fue.

–¿Cómo que nos busque en Hogwarts? –volvió a preguntar Sirius.

–¿Quieres callarte? –le espetó Lily.

–Sí, Sirius, sí. Quiero que os convirtáis, en vuestra dignidad de empleados de una orden que aúna todos sus esfuerzos luchando contra lord Voldemort –McGonagall se estremeció de volver a escuchar ese nombre–, en los monitores del primer curso extraescolar de antitenebrismo que se va a realizar en Hogwarts. Espero que os agrade la idea.

–¿Qué tenemos que hacer? –preguntó Remus.

–Algo bastante simple. Tendréis que dar unas charlas a todos los cursos convenciéndolos de que nadie debe pasarse al bando de lord Voldemort porque estaría cometiendo el peor error de su vida.

–¿Charlas? –preguntó de nuevo Sirius con una voz aguda–. No pensará en serio que vamos a dar discursos en la escuela, ¿verdad?

–Charlas, debates, cuestionarios... –sonrió Dumbledore–. Hay múltiples posibilidades para convencer a los alumnos, Sirius.

–¡Me niego en rotundo! –exclamó el chico, con el rostro encendido–. Yo no pienso hablar en público.

–Lo siento, Sirius, no es una petición, sino una orden. Para algo os pago, ¿no crees? –sugirió–. Al parecer –miró a McGonagall–, Paige Hallywell tenía razón, profesora: Sirius Black no iba a ser lo suficiente hombre como para dar ese curso extraescolar –mintió.

–¿Eso dijo? –preguntó Sirius haciendo como aquél al que no le importa–. Bueno, yo... No es porque lo diga ella, pero sí que puedo. ¡Lo haré!

–Me alegro, Sirius. –Sonrió Dumbledore, achinando los ojos–. Mañana vendrán los alumnos de nuevo a la escuela. Quiero que paséis las noches en Hogwarts, que por las mañanas vayáis a la academia y que, por la tarde, deis los cursos, ¿entendido? Este trabajillo durará un par de semanas. Espero que seáis originales.

Comenzaron a cuchichear entre sí cómo lo harían cuando Dumbledore dejó de hablar, mientras Sirius fantaseaba con él hablando con Paige, que babeaba a sus pies y le suplicaba una intensa noche de sexo duro. Pero Dumbledore lo sacó de sus ensoñaciones:

–Nos vamos.

–¿Adónde? –preguntó Alice.

–¿Adónde va a ser? ¡A Hogwarts! –exclamó el director divertido–. Recoged todo lo que os parezca necesario llevar y utilizad la puerta mágica de la orden para apareceros en mi despacho. Hasta luego, Alastor. Una cena excepcional, Arabella, como siempre.

–Dumbledore, es usted encantador –dijo la squib sonrojada.

Los chicos corrieron a sus habitaciones y cogieron todo tipo de objetos. James, que lo había custodiado hasta aquel momento, sacó del baúl que había a los pies de la cama el mapa del merodeador.

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El Gran Comedor comenzaba a llenarse de los estudiantes, que aparecían radiantes de felicidad, sentándose en sus respectivas mesas. Los más pequeños, los de nuevo ingreso, atravesaron la sala siguiendo a McGonagall al rato, quien los detuvo frente a la mesa de los profesores y, mostrando un trozo de pergamino, los fue llamando para la selección.

Cuando los de primero se hubieron sentado, Dumbledore se puso en pie y comenzó a hablar:

–Sé que muchos estáis hambrientos –algunos alumnos se taparon la barriga con las manos para amortiguar el sonido de sus tripas–. No obstante, además de daros la bienvenida a todos este año y recordaros, como ya es habitual, que el Bosque Prohibido es una insensata aventura para todo aquél que quiera transgredir las normas, también quiero comentaros que durante las dos primeras semanas de clase va a tener lugar un curso obligatorio extraescolar, un curso antitenebrismo. –Murmullos recorrieron entre las mesas por el comedor y Dumbledore se detuvo un momento hasta que volvió a hacerse el silencio–. Bien, gracias.

»Como iba diciendo, sí, se va a crear un curso antitenebrismo, y tengo en mi haber el placer de presentaros a los alumnos que, habiéndonos abandonado recientemente, vuelven al colegio para impartir esa clase: Remus Lupin, Helen Nicked, James Potter, Lily Evans, Sirius Black, Frank Longbottom, Alice Jackson y Peter Pettigrew.

Entraron todos de golpe por la puerta de la sala y atravesaron la estancia saludando a todos con amplias sonrisas. Todo el mundo aplaudía, a excepción de puntuales Slytherins. Los aplausos eran especialmente intensos en la mesa de los Gryffindors, ya que todos los de aquella mesa que pertenecían a los cursos más altos los recordaban y los recibían con sorpresa y admiración. También algunas chicas en la mesa de Ravenclaw agitaban las manos y gritaban a voces el nombre de Helen para reclamar su atención.

Los ocho chicos se aproximaron hasta la mesa de los profesores, junto a la cual hicieron muchas inclinaciones y saludaron efusivamente. Los aplausos seguían siendo considerables, hasta que, finalmente, Dumbledore alzó las manos pidiendo calma.

–Sí, sí –dijo–, todos nos alegramos mucho de ver de nuevo en Hogwarts a nuestros antiguos estudiantes, pero os pido tranquilidad. Si es porque aún no habéis comido, paciencia... En breve estos ocho antiguos estudiantes se pasarán por todas y cada una de las clases a fin de impartir el curso antitenebrismo. Ruego encarecidamente que participéis activamente y que le hagáis su trabajo ameno y llevadero, ¿entendido? –Ahora se volvió hacia los chicos de la Orden del Fénix–. Lo siento, no tenemos aquí espacio para vosotros. Aunque os he preparado unas cuantas mesas en mi despacho para que podáis comer allí tranquilamente. La contraseña –bajando la voz– es "crema con rayos dulcificantes".

–Le encantó el postre de Arabella –dijo Sirius mientras se iban.

Al término del banquete, Dumbledore entró en su despacho con una amplia sonrisa de apetito satisfecho. Les entregó un trozo de pergamino a cada uno y se les pidió que escribiesen en él el nombre de cada uno. Después les solicitó que lo depositaran en una pequeña urna que había tomado de un estante. Los papelitos cayeron doblados en el recipiente. Dumbledore le dio en el borde de la urna un golpe con su varita y los papelitos comenzaron a agitarse y dar vueltas a miles de revoluciones.

–Es una urna mágica –explicó–. Ella decidirá, y con buen criterio, cómo deben organizarse mejor los grupos para trabajar más convenientemente y quiénes deben encargarse de qué casas, ¿entendéis? Veamos, somos ocho. ¡Una pareja por casa! Bien –dio otro golpe al borde de la urna y las papeletas seguían volando a la misma velocidad–. Los de Gryffindor.

Y un par de pergaminos doblados salieron disparados del interior de la urna de cristal cayendo sobre la mesa. Dumbledore los apuntó con la varita y los trozos de papel amarillento se desenvolvieron a la vista de todos: Remus J. Lupin y Helen Nicked, se pudo leer.

–¡Bien! –sonrió Dumbledore.

–He sido escogida para Gryffindor –comentó Helen complacida.

–Eras una chica muy valiente –comentó una grave voz desde el cielo. Alzaron los ojos y vieron al Sombrero Seleccionador, que había sido traído por McGonagall al finalizar la selección de los nuevos alumnos–, pero también sumamente inteligente. Pero tu coraje era tan vital en ti como tu sesera. ¡Fuiste un caso especialmente difícil de decidir!, pero finalmente escogí Ravenclaw porque pensé que sería lo más conveniente para ti. Espero no haberme equivocado.

Dumbledore volvió a dar un golpe con su varita en la urna:

–Para Slytherin –pronunció serio.

Y otros dos trozos de pergamino salieron escupidos de su interior. Al ser abiertos se pudo leer: Frank Longbottom y Alice Jackson.

–¡Menuda suerte! –se lamentó la chica.

–Dumbledore... –se quejó Frank con voz melosa–. Los Slytherins son un caso perdido. ¿De qué va a servir una charla, un debate o una clase antitenebrismo? Van a seguir haciendo lo que les dé la gana.

–Los Slytherins puede que sean el caso más complicado –asintió el director–, pero la urna os ha escogido a vosotros, con lo que sois las personas más idóneas para conciliar con ellos. Son el caso más complicado, Frank, sí, pero también el más hermoso. Consigue convencerlos y lord Voldemort perderá su enorme fuente de alimentación.

–¡Y después te despertaste del sueño, Dumbledore! –bromeó Sirius.

Pero éste volvió a golpear la urna con la varita:

–Para los Hufflepuffs.

En los dos trozos de pergamino que salieron se podía leer: Sirius Black y Peter Pettigrew.

–¿Qué? –se quejó Sirius–. ¿Por qué me tiene que tocar con éste? –mirando con desprecio a Colagusano–. ¡Yo quería con James! ¿Y por qué además me tocan los tontitos de la escuela, eh?

–¡No te pienso consentir eso, Sirius! –estalló Dumbledore con el rostro contraído y grave–. Los Hufflepuffs son personas de corazón puro que tienen en su haber cualidades muy excepcionales. La fundadora de su casa, Helga Hufflepuff, era una bruja tan bondadosa y caritativa que aceptaba en su casa todos aquellos que Godric, Salazar y Rowena no querían, ¿entiendes? No serán valientes ni inteligentes ni ambiciosos, pero son los magos más bondadosos que puedes encontrarte aquí, y el resto de virtudes de las que no se hace gala en las demás casas las tienen los Hufflepuffs.

»No creo equivocarme en que los que se van a encargar de los Ravenclaws van a ser James y Liy –y dando un golpe con la varita sobre la urna salieron los dos pergaminos en que éstos habían escrito sus nombres–. Mañana por la mañana os pasaré los horarios que vais a seguir y os diré las aulas en que tendréis que presentaros para dar vuestras clases.

–¿Dónde dormiremos? –se interesó Peter, mirando al Sombrero Seleccionador con temor porque éste se lo había quedado escudriñando.

–Bueno, ha sido un real inconveniente –dijo Dumbledore serio–, porque no había sitio para vosotros y no os iba a poner en las torres de vuestras antiguas casas, como comprenderéis. No había sitio. Pero el profesor Flitwick, amablemente, ha hecho aparecer unos bonitos dormitorios en las mazmorras. Hasta me parece que ha conseguido reducir la humedad...

–¿Las mazmorras? –repitió Sirius–. ¿Estáis de broma? ¿No? Di algo, Cornamenta.

–Te he dicho que no me llames así delante de la gente –le espetó James pegándole un codazo en las costillas–. ¿En qué estabas pensando?

–Lo siento, señor Black –comentó Dumbledore completamente malhumorado–, pero la escuela no dispone de cómodas estancias para que ustedes puedan divertirse como en los viejos tiempos. Debería alegrarse de lo rápido que hemos obrado para conseguirles unos cuartos agradables y habitables, ¿no le parece?

–Sí, muchas gracias –enmendó su error Lily, en su lugar.

–No, tú no, Evans –le sonrió el profesor–. Que lo diga él.

–Sí, Dumbledore. Tiene razón –reconoció Sirius fingidamente.

Bajaron las escaleras hasta la gárgola de piedra cuando pasaba justo en aquel momento por el corredor el profesor Small, el de Pociones. Les estrechó a todos las manos con efusividad, diciéndoles que estaba encantado de volverlos a ver y que estaban más crecidos que la última vez.

–Ya nos veremos –se despidió.

Bajaron hasta las mazmorras y se encontraron con que éstas habían dejado lugar a unas amplias y espaciosas habitaciones en la que no faltaba ningún detalle. La luz había aumentado considerablemente e incluso había una extraña sensación de que aire caliente ascendía del suelo sustituyendo la humedad habitual. Las camas y los sillones, aparecidos mágicamente, eran muy confortables.

–Creo que mañana deberías darle una buena disculpa a Dumbledore –le sugirió Lily a Sirius.

A la mañana siguiente Remus se despertó temprano y fue a dar una vuelta por los terrenos del castillo. Dumbledore, que hizo exactamente lo mismo, se lo encontró cuando hacía poco que había despuntado el amanecer en el horizonte contemplando Remus con tristeza el sauce boxeador.

–Bonito árbol –dijo Dumbledore y Remus se asustó porque no lo esperaba.

–¡Ah, hola, Dumbledore! ¿Qué haces levantado tan temprano?

–¿Y tú? A mí no me gusta dormir mucho. Lo que duermes no lo vives, y yo soy ya muy viejo. Quiero disfrutar la poca vida que me quede.

Remus lo miró fijamente y añadió:

–Siempre estás pensando en tonterías, Dumbledore.

El director sonrió:

–¿Y a ti qué te pasa? ¿Estás triste?

Remus alzó la vista y el sauce agitó las ramas despertando de su largo sueño nocturno.

–Es este árbol, ¿verdad? –siguió–. Te trae muchos recuerdos. Supongo que malos y buenos.

–¿Buenos? ¿Cuáles son los buenos? –preguntó Remus irónicamente.

Dumbledore, mirando el rojo cielo, añadió:

–Pasado mañana es luna llena...

–Ya lo sé. Tendré que volver a ir a la Casa de los Gritos, ¿verdad?

–Sí, eso parece.

Se produjo un largo e incómodo silencio en el que sólo se podía percibir los chasquidos del tronco del sauce al moverse éste.

–¿Por qué no quieres que me vaya a tu casa? –preguntó al fin Remus mirándolo con rabia.

Dumbledore sonrió:

–Nunca estoy allí. Sólo en verano. ¡En verano puedes venirte, si quieres!

–Yo quiero estar contigo siempre. ¡Quiero vivir contigo!

–Pero no es conveniente, Remus –su sonrisa se fue apagando hasta extinguirse–. Ya oíste a Voldemort: tú sólo eres un trofeo con el que poder conseguir superarme. Remus, yo no quiero que esto sea un juego en el que lord Voldemort y yo nos juguemos tu cabeza, ¿sabes?

–Mientras esté contigo, Dumbledore, nunca me pasará nada malo.

–Ése es el problema, Remus: nunca podrás estar conmigo. ¿O acaso quieres venirte a vivir en la escuela?

–No sería mala idea...

–¡Remus! –lo recriminó divertido–. ¿No quieres, acaso, irte a vivir con Helen?

–Sí quiero. ¡Sí! Pero también quiero seguir viviendo contigo. Eres una persona muy importante en mi vida.

–¿Y, Remus? –lo atravesó con sus penetrantes ojos azules–. Vas a irte a vivir con los Nicked. ¡Yo no me voy a morir! Podrás verme siempre que quieras.

–¿Y por qué no me puedo quedar en la orden? Eso es más seguro.

–Sí, Remus, eso era lo que yo te había dicho, lo que yo creía. Pero creo que estaba equivocado. Las dos veces que ha conseguido atacarte lord Voldemort no ha sido sino en la orden. ¿Sabes qué? Mi querido amigo Moody me ha convencido de una idea y creo que tiene razón: hay un traidor en la Orden del Fénix.

–¿Cómo? ¿Un traidor? No puede ser. ¿Quién?

–No lo sé, Remus, no se sabe. Alastor cree que es Mundungus –Dumbledore miró de nuevo al cielo, melancólico–. El viejo Fletcher, nuestro querido Dung. Es un hombre chiflado y esperpéntico, eso es lo que no comprende Moody. Cuando te fuiste de vacaciones con los Nicked puso chivatoscopios por toda la orden que siempre pitaban cuando él aparecía. No hay quien saque esa perniciosa idea de la cabeza de mi viejo amigo auror.

»Ya no confío en nadie, Remus, ni en mí mismo –confesó–. No hago más que mirar fijamente a todo el mundo y esperar ver en sus ojos una señal de debilidad. Estoy encontrando los defectos a todo el mundo... –respiró fuerte–. Si sigo así voy a volverme loco.

–Pero si los chivatoscopios le pitaban a Mundungus... –sugirió Remus.

–También les pitaron decenas de veces a James y a Sirius. Siempre con sus bromas y sus gracias. Sirius Black...

–¿Qué pasa con él? –preguntó Remus al ver que Dumbledore se callaba.

–¡Oh, no, nada! –contestó serenamente–. Hasta pitó en un par de ocasiones al pequeño de Pettigrew... Seguro que el pobre tan sólo había roto un plato o un vaso o algo así. ¡Hasta en una ocasión un chivastocopio me pitó a mí! Había cogido uno de los deliciosos pasteles que Arabella guarda en la cocina... –resopló–. Por eso es mejor que te vayas a la casa de los Nicked y que no se lo digas a nadie. ¡A nadie!, ¿me has oído? Allí te irá bien. La señora Nicked te protegerá, y ya he instalado una serie de hechizos protectores y antitenebrismo en su casa.

–Al menos mi madre podrá venir conmigo, ¿no? –inquirió Lupin.

–Me temo que no, Remus. Al menos de momento. La señora Nicked ya debe acostumbrarse ahora a que seáis cuatro como para encima meterle una fantasma en casa, ¿no te parece? Además, considero que Nathalie puede serme bastante útil aún en la orden. Ya te he dicho que puedes ir allí siempre que quieras, pues al fin y al cabo sigues trabajando allí, así que podrás verla todas las veces que quieras. Y a mí también, si quieres utilizar la puerta para ir a mi despacho.

»Bueno, esta tarde empezáis vuestros clases. Espero que os dé bien.

–Yo también lo espero.

Sirius y Peter llamaron a la puerta del aula de Defensa contra las Artes Oscuras. La abrió Paige Hallywell, quien los hizo entrar con una sonrisa.

–Señor Black –dijo–. Encantada de volverlo a ver –Peter quedó ignorado. Después se dirigió hacia el resto de la clase–. ¡Hufflepuffs, Hufflepuffs! ¡Atención! El señor Sirius Black y el joven Peter Pettigrew van a daros una... interesante, apuesto, charla sobre antitenebrismo. Espero que os comportéis como alumnos de séptimo curso que sois.

Sirius carraspeó exageradamente y se quedó mirando a los estudiantes con una sonrisa forzada. A su vez, éstos lo miraban con cejas enarcadas y rostros divertidos.

–Bien, me llamo Sirius Black –dijo al fin– y fui un Gryffindor –entre los Hufflepuffs comenzaron a surgir miradas de aprehensión a causa de su pésima elocuencia–. Mi compañero, Peter Pettigrew, también lo fue y estamos muy orgullosos de ello –un carraspeo se escuchó al fondo de la clase–. Bien, veamos... ¿Qué hacemos? –se volvió hacia Peter y le hablaba en voz baja.

Paige los miraba divertida, sentada detrás de su escritorio.

Sirius apuntó con su varita hacia la pizarra y comenzaron a dibujarse en ésta dos monigotes, uno con el pelo blanco y larga barba igualmente cana, y otro con los ojos rasgados con forma de serpiente y rematados con un exagerado punto rojo.

Sirius señaló con su varita hacia el viejo de barba blanca:

–Dumbledore –dijo–. Bueno –después señaló al de los puntos rojos como ojos y dijo:– Voldemort. Malo.

Paige dio tres aplausos intentando no estallar en carcajadas. Sirius la miró complacido y después se volvió hacia Peter, que asentía a las palabras de Canuto con devoción.

–Bueno –sonrió adoptando un tono cordial y desenvuelto, confiado–, ¿alguna pregunta? –un par de brazos se alzaron–. Sí, el chico de pelo castaño.

Los otros bajaron los brazos. Paige lo miró y dijo:

–Ponte en pie, Quirrell.

El muchacho se levantó y habló:

–Quería preguntar para qué sirven los muggles. Quiero decir, no podemos atacarlos, ni tampoco defenderlos. ¿Para qué sirven, entonces?

–Los muggles son personas no–mágicas –explicó Sirius dándoselas de entendido–. No hacen falta para nada, créeme, ¡para nada! Pero yo conozco unos cuantos y son muy divertidos.

–Permíteme –se levantó de su asiento Paige y se puso al lado de él–. Los muggles, como bien ha dicho nuestro interlocutor, son personas sin poderes mágicos, pero que, al contrario de lo que afirma, son de una vital importancia en el mundo, ya que la comunidad mágica es reducida y alguien tiene que plagar el mundo, ¿no os parece?

–Se cree que lo ha explicado mejor –se burló un chico de la segunda fila hablando al oído a su compañero–. ¡La Paige–Paja esta!

–¡Lo he oído! –gritó Paige–. ¡Lo he oído, Barty Crouch Junior! ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Al pasillo!

Y el chico abandonó el aula, justo cuando Remus y Helen pasaban por allí camino de las mazmorras para dar una clase a los Gryffindors de sexto curso, que daban en aquel momento Pociones.

–¿Podemos interrumpir su clase, señor Small? –preguntó educadamente Remus.

–¡Claro, claro! –exclamó–. Pasad. ¡Hola, Helen! –se volvió a su clase–. Bien, silencio, chicos. Estos dos amables y jóvenes brujos han venido a daros una charla sobre lo malvado que es el bando tenebroso. Espero que seáis buenos chicos y no me tenga que avergonzar de vosotros. ¡Adelante, Remus!

Un par de manos se alzaron.

–¿Sí? –señaló Helen a una chica de coletas.

–Hola –saludó poniéndose en pie–, soy Sarah. ¿Te acuerdas de mí, Remus? –éste asintió, pero lo cierto era que no–. Quería preguntarte por tu ataque con Quien–Tú–Sabes.

–¿Mi ataque con Voldemort? –preguntó y al escuchar el nombre algunos estudiantes gritaron del miedo–. ¿Cómo te has enterado?

–¡Oh, vaya! –se azoró el profesor Small–. Creo que la culpa es mía. Verás, Remus, cuando Quien–Tú–Sabes te atacó Dumbledore me lo comentó y se lo dije a la clase –sonrió como pidiendo perdón.

–Bueno, no pasa nada –sonrió Remus, y volviéndose a la chica–. ¿Y qué quieres saber?

–¡Todo! –exclamó desde su asiento.

–Veréis... Quien–Vosotros–Sabéis me ha engañado en dos ocasiones para que estuviese a su lado e intentar matarme –todos ahogaron un grito, incluido el señor Small–. Helen, aquí presente –la señaló y la chica levantó una mano, saludando, viendo que no iba a participar mucho más–, fue secuestrada para que yo pudiera rescatarla.

–¿Quién–Vosotros–Sabéis te secuestró? –preguntó el profesor.

Helen asintió.

–Voldemort es un villano –dijo Helen y los estudiantes otra vez se asustaron al ver que lo pronunciaba–. Hará todo lo imposible para conseguir sus medios, de la manera más vil y horrible. En mi caso –comentó–, secuestró a mi padre, un muggle, para que yo fuese a rescatarlo y a la vez poder conseguir que Remus llegase hasta él. ¡Voldemort es un hechicero tenebroso, chicos! Nunca os paséis a su lado. Todo lo que él dice son mentiras.

–Pronuncia su nombre –mencionó el profesor Small con miedo.

–¿El de Voldemort? –la interrumpió Remus–. Lo mejor es llamarlo por su nombre. Tenerle miedo a su nombre es irracional. Probad conmigo: Vol–de–mort... –pero nadie lo siguió–. Bueno, probadlo cuando queráis.

Sirius llamó a la puerta del despacho de Defensa contra las Artes Oscuras. Le abrió Paige, sonriéndole.

–¿Qué quieres? –le preguntó.

Él le enseñó un par de botellas de cerveza de mantequilla y le comentó que sólo quería hablar con ella.

–¿Y? –preguntó ella borde.

–Todos estos meses, mi querida Paige, me he preguntado por qué no me diste la oportunidad que te pedí.

–¡Oh, Sirius! –rió–. Eres un niño.

–Ya no soy ningún niño, Paige. ¡Soy un hombre!

Y se quedaron callados. Bebieron un poco de sus cervezas y se miraban tensamente.

–No sé qué quieres de mí, Sirius.

–Una oportunidad...

–Ya te he dicho que eres muy joven.

–¡Déjame que te demuestre que te equivocas!

–Vamos, di todo lo que tengas que decir –consintió.

–No sólo quiero hablarte con palabras, sino también con el lenguaje del cuerpo. ¡No, no! Antes de que digas nada o me eches –previendo su reacción–, déjame decirte que he madurado y que soy un hombre. ¡Mira! –y se abrió la túnica a la altura del pecho–. Ya tengo pelos en el pecho. Tres para ser más exactos. ¡Cuenta! Uno, dos y tres...

–Estoy cayendo derretida a tus pies –ironizó.

–¡Vamos, Paige! –insistió–. Estoy prendado de ti desde que te vi en primero. Eres la única mujer que ha conquistado mi corazón y por ti permanezco virgen –mintió–. Déjame poseerte. Déjame quererte.

Paige sonrió y se echó otro trago de cerveza de mantequilla. Bajó la botella y miró a Sirius con ojos cristalinos.

–Déjame que sea tuya. Déjame quererte –se levantó de su silla Paige curvando las manos a modo de garras.

Sirius se quedó congelado en su silla. La bruja Hallywell comenzó a acariciarle todo el cuerpo, él completamente nervioso para mover un solo músculo, con toda la sangre bombeándole en la entrepierna. Paige le arrebató la túnica y comenzó a clavar con furia sus uñas en sus pectorales. Le arrancó los pantalones y comenzó a practicarle el sexo oral mientras Sirius reaccionaba, entre gemidos de placer, y acariciaba los pechos de la bruja. Finalmente la tiró al suelo, la desnudó y la derritió. (Nota de autor: como dice mi amiga Elena, Helen Nicked para vosotros: "Eso de que la derritió es mentira; Remus es mejor". Tan sólo apunto que ésa es su opinión, que yo no comparto ni de la que me desvinculo, es decir, soy indiferente, y, añade, por favor, seguidoras de Sirius Black, ¡no le tiréis piedras!)

Al rato salía del despacho de Paige Hallywell despeinado, jadeante y con la túnica raída.

–Menudo filtro amoroso –comentó mientras avanzaba por el corredor–. Debería patentarlo.

Transcurridas las dos semanas, terminado el curso antitenebrismo preparado por Albus Dumbledore, tras una pésima preparación hacia los Hufflepuffs en comparación con la recibida por las otras tres casas, tuvieron que marcharse. Dumbledore les había dicho que les encantaba tenerlos allí, pero que su trabajo había terminado y era mejor así, porque ya causaban demasiado revuelo entre los estudiantes, quienes debían empezar ya a pensar en estudiar.

El último día los cuatro merodeadores decidieron hacer una reunión:

–Es una tontería que nos llevemos el mapa cuando nosotros no vamos a volver a Hogwarts –comentó James.

–Y si volvemos nos sabemos todos los pasadizos de memoria –lo secundó Remus.

–Pero ¡no sabremos dónde está la gente! –se quejó Peter.

–Ya no haría falta –comprendió Sirius–. Si venimos en otra ocasión y nos encontramos con Filch, ¡no nos va a castigar, Pet! Me parece buena idea que se lo dejemos a alguien. Ya que nos esforzamos tanto en hacerlo podría aprovecharlo ahora otra persona.

–¿Quién? –preguntó Peter lastimoso.

–¡Podríamos dejarlo en un pasadizo secreto! –propuso James–. Eso significa que aquél que lo encuentre también estará buscando todas las entradas ocultas del castillo. Sería como una especie de premio a su esfuerzo, ¿no os parece?

–Pero ¿y qué hacemos con la contraseña? –preguntó Remus–. ¿Cómo hacemos para que el que lo encuentre sepa que debe decir "juro solemnemente que mis intenciones no son buenas" si quiere desplegar el pergamino?

–Conjuraremos de nuevo el mapa –explicó Sirius–. Si aquél que lo encuentra es un estudiante lo sabrá con nada más tocarlo. Pero si es un profesor no se producirá la revelación y, ¡sí! Podría insultarlo. ¡Podríamos hacerlo insultar a los profesores! Es lo mejor.

–Entonces, ¿lo dejamos? –preguntó de nuevo James.

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Pues aquí le pongo final. Como dije al principio, es algo más corto, pero espero que os haya gustado. Bien, en adelante se irán perfeccionando más (ya lo veréis) y el argumento será cada vez más prolífico. Estoy preparando unos capítulos que os vais a quedar con la intriga inyectada en vena.

El siguiente capítulo, el número quince, será colgado el día treinta de octubre (un día antes de la famosa fiesta de Halloween, terrorífica como siempre). Se titula...:

Avance del capítulo 15 (UNO MÁS UNO SON DOS): Me gustaría a mí pillar a ése que inventó la canción "uno más uno son siete"... Además de que las matemáticas fallan, ¡no hay lógica! En MDUL (MEMORIAS DE UN LICÁNTROPO) sí hay lógica: uno más uno son dos, y aunque pronto pueden llegar a ser tres, hasta el momento sólo son dos. Preparad vuestros trajes de gala, mis queridos lectores, que nos vamos de fiesta.

Un saludo enorme para todos aquellos incondicionales que me leen. Sabed que os tengo muy en cuenta y que seréis recompensados con opciones secretas en el relato. ¡Ni que fuera un videojuego! Os recuerdo a todos y a todas que aún estáis a tiempo de poneros en contacto conmigo, dejando "reviews", para aparecer como personajes en MDUL (MEMORIAS DE UN LICÁNTROPO).

Un abrazo muy fuerte a todos y hasta pronto.