Bienvenidos a la decimosexta entrega de MDUL. ¿Decimosexta ya? Como corre el tiempo... ¡Gracias! ¡Muchas gracias! Cuando hoy me he conectado y he visto que había superado las tres cuartas partes de un centenar de "reviews"... ¡sin palabras! Os lo agradezco. ¡Tanto! Gracias por colaborar con vuestro granito de arena (Alba-Llopin, Aya K, Blythe-Uy, D. Mo, Elena, Emily Wolen, Helen Nicked Lupin, Idril Isil, Isabelle Black, Joanne Distte, Kakano, Leo Black le-Fay, Leonita, Lorien Lupin, Lunita, Navleu y Padfoot Himura –mencionados por orden alfabético–). Da igual cuántos "reviews" hayáis dejado: ¡sois lo más grande! Os comunico a los interesados que ya he empezado a crear los perfiles psicológicos de vuestros personajes, aunque hasta el momento sólo han dicho de querer participar en mi historia: Elena, Idril Isil, Joanne Distte, Leonita, Lorien Lupin y Padfoot Himura. ¡Espero que os animéis! Aquí os dejo mis largas respuestas a vuestros hermosos "reviews", respuestas que, como deberíais saber, dejo por capítulo leído, de mayor a menor, y después por estricto orden cronológico de los "reviews" llegados.
- Elena: ¡Hola, galega! Gracias por leértelo, aunque me quede confuso cuando me dijiste que al final no habías podido ir al maratón de películas de terror. Y yo que me acordaba de ti y me decía: "¡mira la pelleja esta, que ahora se lo estará pasando de "película"! ¿Qué te pasó? Gracias por enseñarme aquello de transferir archivos por el messenger. No tenía ni idea. Bueno, así te pudiste leer pronto el capítulo, ¿verdad? Me dijiste que te gustó. Siempre me dices que te gustó. ¡Gracias! Yo no sé, me daba miedo lo que pudierais opinar del capítulo 15, porque mi amiga Elena (la de aquí) me dijo que se me había ido la pinza con lo de la misa de santa Rowling, pero por suerte ha sido lo que más ha gustado. ¡A mí también me gusta esa parte!; la estudié mucho, aunque parezca lo contrario. ¿Sabes qué? Cierto que te encontré entristecida en tu respuesta del "review", porque normalmente me cuentas algún episodio emocionante de tu vida y esta vez te contuviste. Espero que para cuando leas esto ya estés con el humor recuperado. ¡Ah! Y espero también que hayas subido de notas. No voy a ser aprensivo, como tus padres, pero sí ten en cuenta que eso te va a servir, y no para tu formación curricular, sino para tu formación personal. Estarás diciendo: "¡Vaya pedante se está volviendo!", pero yo no soy "homo pedans" (como llamo cariñosamente a una amiga mía), sino "homo loquens", que según mi profesor de Lingüística es sinónimo de "homo sapiens", y yo creo que tiene razón. Gracias por toda tu disertación acerca del gallego, pero no me disuades. No sé lo que voy a hacer, porque aunque queda mucho tiempo, pero yo lo que tendría que hacer sería leer obras en gallego, u obras del gallego, que no es lo mismo. ¡Y sí, te comprendo! Es una jodienda que desde arriba se implanten cosas que sólo existen en la cúpula. Es lo mismo que dice Álex Grijelmo, un periodista como para quitarse el sombrero, en un libro suyo: los cambios lingüísticos tienen que venir de abajo arriba, y nunca al contrario. ¡Que la lengua es lo más democrático que existe! O era, por desgracia... ¡Uy, con esto último me he entristecido! Hoy voy a ser yo quien te cuente un episodio de mi vida. Ayer discutí con mi hermana (ocho años mayor que yo), por el simple hecho de ver escrito lo siguiente: ells (por si no sale, hay un signo arroba entre el dígrafo elle y la ese. Discutimos por el simple hecho de que a ella le parecía algo moderno y muy útil, y a mí una soberana estupidez; ¡como si ellos no incluyera a ellos y a ellas! No sé, me entristece. Ya sé que estarás pensando que el que hoy se está extralimitando soy yo, pero es que me da pena pensar que estos avances (¿vanguardistas?) están avanzando porque al pueblo les parece algo "políticamente correcto", y eso no es así. Las lenguas son neutras. El machismo ha surgido en la sociedad, no en nuestros sistemas lingüísticos. ¡Ay, qué rabia! Somos pocos, y nadie hace caso de quien reivindica los derechos de una lengua unida y sólida, autoritaria. Espero que me comprendes, porque a ti te pasaba algo parecido con el gallego. Si es que no pueden inventar normas o crear convencionalismos que no lo son por el mero hecho de que a unos cuantos les dé la gana. ¡Y esa manía del arroba me mata, como otras tantas! Últimamente he hecho una investigación (bueno, sólo he obtenido un par de escuetos resultados, aunque bastante esclarecedores) sobre los errores de la RAE de no consultar al resto de academias hispanohablantes. Porque tengan el poder, no son los que lo manejan; la lengua es del pueblo, y es esa del pueblo la que deberían reflejar en los diccionarios, no sus propias decisiones. Me despido ya por hoy, porque si no te voy a aburrir con mis tonterías... Espero que hablemos por el messenger el sábado.
- Ana (Leonita): "¡Qué buen vassallo si oviesse buen señor!" Una hermosa frase, ¿verdad? Me sorprendió que fueses capaz de citar un verso del Poema de Mío Cid; simplemente, me sorprendió. Te la escribo de nuevo porque me encanta escrita en castellano medieval. Tienen un poco de complicación los verbos y ciertas expresiones, pero es de una belleza insuperable. Y yo que no sabía cómo me iba a ir con la literatura española medieval... ¡Ah! Me hizo mucha gracia lo de "para mi juglar del siglo XXI". ¡Ojalá! Así podría ir a veros uno a uno para transmitiros oralmente el gran saber popular. Y sería muy gracioso cantar en largos poemas épicos las aventuras de Remus el licántropo. Más ahora que estoy dándole vueltas a una escena de guerra... (No puedo decir más). Bueno, principalmente, gracias por tu "review". Siempre me dejan con la boca abierta. Aunque éste, más que agradecido, me ha dejado asustado. Te explico: me alegra muchísimo que te gusten mis capítulos, pero me asusta que no pueda cubrir tus expectativas algún día... ¡Todo no te va a gustar!, ¿no? Y lo digo principalmente porque una serie de capítulos a partir de éste puede resultar algo insípida en cuanto a su contenido, pero debí escribirlos porque eran argumentalmente necesarios en cuanto al conjunto. ¿Me he explicado? Creo que te volverán a gustar a partir de capítulo 21 ("Bienvenus"). Así que te pido un poco de comprensión con estos capítulos intermedios. No obstante, me lo intentaré currar todo lo posible para que salga lo mejor que pueda. Pero que tu "review" y tu correo me ha hecho una ilusión como no te puedes hacer una idea. ¿Qué más, qué más? ¡Ah, sí! Tanto como decir que no tengo defectos... Creo que eso no es así, tampoco. Vamos, me gusta poner cosas elaboradas, y lo de "sociedad falocrática que nos viene impuesta" pues se me ocurrió sin más, y también por no repetirme con lo que había dicho a Frank. Dices que te gustaría salir. No hacía falta que me lo dijeras, pues te iba a introducir en el argumento aunque no me hubieras dicho nada. No obstante, esa relación de oficios que me diste no me parece adecuada contigo. Es decir, quiero buscar algo que se te parezca, que se te pueda asociar. ¿He dicho quiero buscar algo? No, ya lo he buscado. No hay nada que tenga que ver con el mundo jurídico, pero lo que más se le parece es el ámbito administrativo. ¿Te gusta? Y ya tienes nombre. Lo tuve que buscar en los diccionarios de inglés de la facultad, porque el término "espinoso" no me aparecía en el de casa. Te llamarás Ann Thorny. ¿Te gusta? Significa Ana Espinosa. ¡Es un nombre más que apropiado! Pronto aparecerás, paciencia. Te acabo de comentar la biblioteca de mi facultad, ¿verdad? ¡No te imaginas lo bonita que es! Tiene un depósito solo de filología con miles de libros. ¡Me encanta! Y además tienes que buscar tú los libros, como si fueras un bibliotecario. Coges la signatura y bajas y buscas entre las estanterías. ¡Es maravilloso! Bueno, chica, que te vaya muy bien con tus prácticas y tus estudios de Derecho. Nos vemos tan pronto como se pueda. Y gracias por todo de nuevo. P.D.: Estoy muy contento. Esta tarde voy a la Casa de la Juventud porque van a publicar un relato mío en una revista, un relato que nada tiene que ver con Harry Potter... ¡Estoy muy contento!
- Padfoot Himura: ¡Hola! ¿Qué tal? Tengo muchas cosas que comentarte, así que voy a organizarme... ¡Ya! En primer lugar, esta mañana ya le he mandado un correo electrónico a Sakura. Gracias por prestármela (pobrecita, ni que fuera un libro...). Bien, ya he prestado atención y te voy a llamar Kari en adelante, aunque en los epígrafes te pondré Padfoot Himura para no confundir. Oye, por cierto, ¿tú cómo quieres salir en el relato? Espero que me lo digas. ¡Gracias por decir que te gusta Moody! La verdad es que es un personaje difícil y tuve que estudiarme bien sus diálogos antes de atreverme a escribir ni una palabra de su boca. Aunque hay veces que lo caricaturizo, como a todos. No tengo remedio... Gracias también por decir que te gusta la boda. A mí también. Pero Remus engominado no te gusta. Se lo comenté a mi amiga Elena (Helen Nicked), a quien ya le he dado un beso de tu parte, y me ha dicho que tienes toda la razón, que a ella tampoco le hizo gracia la idea de un Remus engominado. ¡Vamos, que no pega ni con cola! Bueno, vosotras mordedme... Lo hice por que cambiara un poquitín de aspecto. O por que yo voy todo el día engominado, no lo sé. Es lo único malo que tengo, que no tengo personalidad para peinarme y me engomino de punta, como toda la juventud desalmada. Pero no tengo cara de adolescente macarra, que conste. A lo de que dejes publicidad, ¿sabes lo que te digo?, te animo. La verdad es que es una página más bien lenta, donde sólo importa que tengas muchos "reviews" en tu contador, como ya he dicho muchas veces. Tú tienes un buen "fic", luchas con uno solo, en lugar de sacar veinte mil a la palestra, y eso dice mucho de ti. Te animo. Sabes que yo lo hice y funcionó, y funciona. Aunque es algo triste pensar que pocos te han escogido porque han querido, ¿sabes? Pero lo importante es leer, escribir y compartir. Te animo en tu propuesta de propagar tu relato, pero sé paciente, te lo digo por experiencia. También terminas de conocer a algunas personas, y también te lo digo por experiencia. Tú sabe, mi querida Kari, que mientras cuelgues un capítulo de la "Tarta de Zapallo", como lo acorto yo cariñosamente, yo voy a estar ahí para leerlo y animarte a seguir. Tampoco te preocupes por los "reviews", que fue un consejo que me dio una chica muy lista de esta página... No importa el número de personas que lo hayan leído, sino lo que hayas escrito. Y si lo has escrito vale la pena, valdrá la pena lo lean lo mismo tres, que cinco, que cuarenta; mientras si es un churro, da igual que te dejen muchos "reviews" lisonjeadores, porque la sustancia apesta. Sólo te digo que paciencia, que tu relato no huele sino a gráciles rosas del campo, y que lo bueno sale bien si tú le tienes cariño y te esfuerzas. Pero sí, te aconsejo que te hagas publicidad, pero sabiendo a lo que te arriesgas. Yo me arriesgué, y lo agradezco por un lado, y por otro no; pero eso ya es otro episodio de mi vida. Tú escribe, guapa, y te leeremos. Muchas gracias por todo.
- Lunita: ¡Hola! Te seré franco; cuando leí tu primer "review", en el que hablabas de Remus como tu padre y de Julius Lupin como tu abuelo, me quedé francamente desconcertado. Después he sabido que eso tiene una explicación (tu relato, me imagino), así que espero que me lo relates, porque me lo prometiste. Muchísimas gracias por leerte los once capítulos (del dos al doce) seguidos: sé que es mucha tela y que tuviste que tirarte media tarde. He anotado todas las cosas que pones, y veo que no te ha hecho gracia lo de Phoebe Hallywell: tranquila, no eres la única. Pero a partir de ahora ya no salen más. Tampoco te ha gustado la perorata de Sirius sobre las mujeres; si te digo la verdad, yo ahora lo releo y me entra vergüenza de haber puesto una tontería como ésa. Ya no hay vuelta atrás. ¡Ah! Y lo de Remus Julius Lupin es porque lo escribí antes de que Rowling revelara que su segundo nombre era John. Y John me parece muy vulgar para los nombres tan sofisticados que pone siempre. Para mí que la avasallaron en el chat y dijo el primero que empezaba por jota que se le ocurrió. Bueno, tus "reviews" son algo escuetos, pero no importa. ¡No te puedes hacer ni una idea de la ilusión que me hizo ver once "reviews" seguidos tuyos. Tuviste que estar leyendo sin descanso. Dices que te gusta la aventura... Supongo que podré satisfacerte, aunque yo soy un as con la intriga, aunque la intriga incluye en un ámbito abierto la aventura, porque es una aventura el comerse las uñas intrigado. ¡Qué chorrada acabo de decir! Bueno, sí, consideró que MDUL es un relato de aventuras, pero podrás encontrar de todo, de todo menos "slash". Y no creo que seas muy partidaria de los "slash", porque si "tu padre" hubiera sido "gay", tú no hubieras nacido. Yo no creo que Remus sea homosexual ni heterosexual. No tengo razones para basarme, pero como cada cual escribe sobre lo que quiere, decidí juntarlo con una chica. ¡Y mira que hay gente que se me ha enfadado porque lo he liado con una persona del sexo opuesto! Tampoco es para tanto... Bueno, espero que nos conozcamos mucho más en adelante y podamos llevarnos muy bien. Unas preguntas de interrogatorio para una incipiente amistad: ¿cuántos años tienes? ¿De dónde eres? ¿Aficiones, además de HP? ¿Estudias, trabajas...? Nos vemos. Y gracias por todo.
CAPÍTULO XVI (PRIMER ASESINATO)
Pasa una hoja. Hay una foto, móvil como todas las del mundo mágico, en que aparece sonriendo exageradamente la madre de Frank. Está en el interior del templo eclesiástico, y detrás de ella, a lo lejos, se ve a Dumbledore, que guiña a la cámara, y a McGonagall, que mira a Dumbledore complacida.
En la página siguiente hay una foto en que el sacerdote mago levanta con furia los brazos en el púlpito y aprieta los puños. La foto era del momento en que estaba haciendo su discurso sobre el infierno para los magos tenebrosos en que arderían en sus propias maldiciones.
De nuevo la mano pasó una hoja. Es una foto de Frank y Alice besándose. Se apartan los reflejos de las imágenes al rato, porque se quedan sin aire, pero después continúan.
En la siguiente página aparece Dumbledore sonriente, junto a Moody, que hace gala de un rostro huraño y ojos fijos, pero que intenta esbozar una sonrisa.
Se pasa de nuevo de foto y aparece una ya en la casa de James y Lily, pillado infraganti Peter en el cuarto de baño vomitando, ya que Sirius le había encantado su comida para que tuviese demasiada pimienta.
En la siguiente fotografía salen James y Sirius haciendo un strip tease, borrachos como estaban, sobre la mesa, y con Lily enfadada debajo, agarrando a James de los tobillos para bajarlo.
En las siguientes aparecen unos cuantos familiares sonrientes de la pareja.
De pronto apareció una de Remus enseñando con aflicción el ramo, el cual señalaba a su lado Helen con mucha alegría.
Al pasar la hoja surgieron Arabella y Mundungus, sonriendo, entrelazados por el brazo.
Una mano cerró el álbum de fotos y apareció la portada, en que se veía una nueva foto de Frank y Alice, sonriendo con sus vestidos al lado de una fuente. Sobre esta fotografía rezaba la inscripción: "Álbum de fotos de la boda de Frank y Alice Longbottom".
–Están muy bien –comentó Remus dándole un sorbo a su cerveza de mantequilla.
Estaban en Las tres escobas. Rosmerta les había servido las bebidas y, viendo el álbum de Frank y Alice, los felicitó por su incipiente matrimonio.
–Ahora os toca a vosotros –sugirió Sirius mirando a su amigo Remus y Helen–. La prueba del ramo nunca falla. ¡Es infalible!
–Ya veremos... –dijo lacónico el chico.
–¡Sí, sí! –exclamó Helen loca de emoción–. ¡Ya vendremos!
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–¡Desmaius! –apuntó con su varita Sirius.
James se agachó y el rayo golpeó contra la pared de la sala de entrenamiento. Alzó su varita hacia su amigo y realizó el conjuro de levitación. Sirius se elevó unos centímetros del suelo.
Sirius bajó la varita:
–¡Vamos, James! Deberías concentrarte –dijo.
–¡Oh, vamos, Sirius! ¿Qué diantres te pasa? –Rió–. ¡Estamos jugando!
–No, estamos practicando para el examen práctico de los parciales de febrero –explicó serio–. O te lo tomas en serio, ¡o no vas a aprobar! ¿Preparado? –Y adoptó la postura de duelo.
–¿Desde cuándo estás tan interesado en tus estudios? –preguntó James con socarronería.
–¡Desde que quiero! –dijo–. ¡Obliviate! –conjuró.
James alzó precipitadamente su varita para impedir que el rayo le alcanzase. Realizó en un segundo el conjuro de protección y el rayo verde de Sirius se desvaneció ante él.
–¿A qué coño juegas? –le espetó–. ¿Qué pretendías? ¿Hacerme borrar la memoria? –dijo.
–No. Que te pusieses en serio –explicó.
–¿Ah, sí? –James lo apuntó con su varita–. ¡Crucio!
Sirius se tiró al suelo y el rayo le rozó la punta del pelo, chamuscándoselo.
–¿Estás loco? –le gritó.
–No, Sirius. Estoy entrenándonos –dijo con una amplia sonrisa.
–Bueno, vale –se disculpó Sirius levantándose y volviendo a blandir su varita–. Volvamos a hacerlo bien. Dejemos los encantamientos prohibidos, ¿quieres?
–En cuanto tú prometas que no volverás a lanzarme un maleficio desmemorizante, ¿no crees?
–Entendido. –Y adoptaron de nuevo la posición de batirse en duelo–. ¡Impedimenta!
James lanzó el "desmaius" y los rayos se interceptaron uno a otro y salieron disparados en direcciones contrarias. Sirius alzó su varita rápidamente y consiguió petrificar a James, que cayó en el suelo con enorme estrépito.
Se acercó Sirius socarronamente a su amigo y éste lo miró sin poderse mover, conteniendo la rabia. Canuto practicó el contramaleficio y James recobró la movilidad al instante. Miró un momento a su amigo con rabia, pero enseguida se echó a reír, y Sirius lo acompañó.
–¿Y si probamos con algo más complicado? –probó James.
–¿A qué te refieres?
–Una misión.
–¿Qué misión?
–Dumbledore me explicó que esta sala es una de las habitaciones más mágicas de la orden.
–¿Y...?
–Y... que si agitamos la varita pensando algo, la sala lo reproducirá en las mentes de las personas que haya en su interior, aunque no se produzca el cambio físicamente, ¿comprendes?
Sirius negó con la cabeza, pero añadió:
–Hazlo y ya veré.
James agitó su varita con fuerza y apareció el mismo bosque en que hacía un año se habían enfrentado a lord Voldemort y a su cuadrilla de mortífagos. Sirius miró a James sin comprender, y enseguida una risa estridente se elevó sobre la copa de los árboles. A grandes zancadas apareció ante ellos dos lord Voldemort.
El hechicero levantó su varita y, apuntando hacia Sirius, le lanzó la maldición asesina y Sirius se convolsionó en el suelo unos instantes. Cuando abrió los ojos la sala de entrenamiento había recuperado su antigua apariencia.
James estaba a su lado, en cuclillas, mirándolo:
–¿Qué te ha parecido?
–Me ha lanzado el "avada kedavra" y no he sentido nada.
–¡Claro que no! Voldemort no estaba. Era un reflejo de la sala en nuestras mentes. Sólo cuando te ha dado hemos vuelto a la realidad, como si hubiésemos perdido.
–Pero parecía corpóreo... –comentó Sirius.
–¡Es que era corpóreo! –explicó James–. Es como cuando te hipnotizan. Has sacado algo de tu mente y lo has puesto delante de tus ojos. Si le hubieras querido dar una patada hubieras sentido vibrar su espinilla.
–¿Estás intentando decir...? –Pero Sirius se interrumpió. Ya lo había comprendido. A partir de aquel día, algunas noches, Sirius se quedaba a dormir en la orden pretextando diferentes excusas, pero en realidad quería ir a la sala de entrenamiento, en la que creaba las más insólitas noches con chicas de ensueño a las que luego hacía el amor hasta la extenuación.
–Bueno, ¿qué? –le preguntó James–. ¿Probamos de nuevo?
Sirius asintió y James volvió a esgrimir su varita. El bosque con lord Voldemort y sus secuaces volvió a reaparecer. Los dos chicos salieron corriendo ocultándose detrás de los árboles. Los mortífagos los persiguieron. Sirius consiguió deshacerse de uno y corrió en ayuda de James, que se enfrentaba él solo a dos.
Lord Voldemort apareció cuando aquellos dos mortífagos estuvieron fuera de combate y se batieron en duelo con él. Sirius, lanzándole la maldición prohibida, la asesina, lo mató.
–¿Qué has hecho? –le preguntó James cuando reaparecieron las blancas paredes de la sala de entrenamiento.
–Ganar –contestó sin más.
–¿Con la maldición asesina?
–He leído en El Profeta que el Ministerio está considerando la opción de adoptar medidas como permitir que los aurores también empleen las maldiciones imperdonables, aunque exclusivamente contra magos tenebrosos.
–Sí, escuché decir algo de eso a Moody. Pero aún no lo han aprobado, si es que al final lo hacen. Y, además, nuestros examinadores no van a consentir que las empleemos por más que le sueltes todo ese rollo. ¿Qué? ¿Probamos otra vez, aunque ésta sin maldiciones prohibidas?
Sirius consintió y Voldemort volvió a alzarse regio ante ellos. En un par de ocasiones más se enfrentaron con su reflejo aquella tarde, saliendo victoriosos en una, mientras que la otra fue un estrepitoso desastre.
–Entrenándonos así –dijo James– sacaremos muy buena nota, ¿no crees?
–Sí, ésta es una sala muy curiosa... –comentó con una sonrisa de picardía.
Salieron y se encontraron en la sala común a Remus y Helen, cosa que les extrañó bastante, además de Peter, que era ya asiduo.
–He decidido que voy a estudiar aquí –explicó Remus–, porque en el lugar que me ha hecho vivir Dumbledore es un poco, como que digamos, ¡molesto! ¡No puedo estudiar!
–A mí me pasa lo mismo –fingió Helen, que estaba en la chimenea echando una serie de ingredientes sobre un caldero burbujeante–. Mis padres han decidido hacer una reunión de compañeros de papá. ¡Muggles! Mi madre está desquiciada.
–Es para estarlo –comentó James sentándose al lado de Remus–. ¿Y qué haces?
–Estoy escribiendo la redacción sobre lo innecesario que puede ser el empleo de las maldiciones imperdonables por parte de los aurores según las últimas intenciones del Ministerio de Magia.
–Sí, ¡qué pesados! –Se arrellanó en un sillón Sirius–. ¿Qué más les dará a los profesores las maldiciones, que tengan que mandarnos una estúpida redacción?
–¿Vosotros que habéis estado haciendo? –se interesó Helen removiendo la poción con una gran cucharón de madera.
–Nos hemos estado batiendo en duelo en la sala de entrenamiento –explicó James.
–Una habitación muy interesante –mencionó Sirius.
Peter los miraba a todos por encima de un libro que fingía leer sentado en un sillón.
–¿Y tú qué haces, eh, Colagusano? –preguntó Sirius.
–¡Oh! –Soltó la cuchara Helen–. ¡Deja de llamarlo así!, ¿quieres? Lo tenéis traumatizado. Tiene un nombre muy bonito como para que lo estéis llamando todo el día Colagusano.
–Gracias... –tartamudeó Peter–. Estoy leyendo un libro que me ha dejado Moody.
Y se lo enseñó, mostrándole el gran título del tomo: "Aprender a defenderse de la manera más sencilla". Me dijo que yo era el más indefenso y que tenía que empezar a adquirir agallas ante la posibilidad de enfrentarme a un hechicero malo que había entre nosotros. Yo creo que no lo hay.
–Últimamente Moody está desquiciado –comentó Remus–. No hace más que espiarnos a todos. ¡A todos!
–¿A ti también? –preguntó James.
–Sí, a mí y a cualquiera. Está desvariando, creo. Siempre que vengo me viene siguiendo. ¿No os habéis dado cuenta?
Una losa del suelo chirrió.
–¿Qué ha sido eso? –se volvió Helen.
Sirius se levantó del suelo y fue a mirar. Entonces oyeron pasos apresurados.
–¿Quién hay? –inquirió Canuto; después se volvió hacia James–. ¿No le habrás dejado tu capa a Lily, por casualidad?
–No, la tengo en mi casa.
En ese momento se escuchó un chasquido como un disparo y, por más que agudizaron los oídos, a partir de ese momento nadie pudo escuchar nada más.
–¿Creéis que alguien más tiene una capa de invisibilidad en la orden? –preguntó James.
–Dumbledore, no me extrañaría –dijo Sirius.
–Dumbledore no –contestó Remus levantando la vista de su redacción–. He vivido muchos años con él y nunca le he visto ninguna.
Las llamas con las que el caldero de Helen ardían se elevaron, para sorpresa de Helen, de color verde, y antes de que ella pudiera hacer nada Mundungus apareció en el hueco de la chimenea derribando el caldero que cayó sobre él. Un extenuado grito de dolor recorrió la sala.
Helen se agachó e intentó levantar a Dung. Remus corrió a ayudarla.
En la piel del brujo comenzaron a surgir pústulas de un rojo intenso que aumentaban de tamaño y después explotaban, derramando una enorme cantidad de pus.
–Podrías patentarlo como producto de broma –sugirió Sirius riéndose de Mundungus, que se doblaba de dolor.
–Esto no tiene gracia –saltó ella enojada–. Esto es una poción muy peligrosa, ¿sabías? Lo mejor será que vayamos a San Mungo. ¿Puedes andar?
–¿A San Mungo? ¿No crees que exageras? –le espetó Sirius.
Pero acabó reconociendo que tenía razón cuando una nueva pústula creció en la frente de Fletcher, expotándole y llenándole toda la cara de viscoso pus.
–¿Puedes andar? –preguntó también Remus apoyando al herido mago sobre su hombro.
–Dumbledore –tartamudeaba–. Tengo que hablar con Dumbledore. Él tiene que saber...
–Sea lo que sea –dijo Helen– podrá esperar, ¿no crees? Estás herido.
–Dumbledore... –repitió Mundungus.
–Le diremos que vaya a verte a San Mungo –consintió Helen.
Arabella salió de la cocina:
–¡Primo! ¡Ay, primo! ¿Qué nueva locura has hecho ahora? –preguntaba llorosa.
Helen se lo explicó por encima mientras echaba los polvos flu en la chimenea y lo ponía sobre ellos con ayuda de Remus.
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La luz trémula de una vela casi consumida iluminaba con tonos anaranjados los dedos de Peter Pettigrew, que escribía con impaciencia en un pergamino en la mesa de la sala común de la orden. Hacía un par de días que Mundungus había sido ingresado en el hospital San Mungo y la orden estaba extrañamente vacía, pues todos lo visitaban y lo consolaban. Su prima tercera, Arabella Figg, se había quedado día y noche a su lado para consolarlo.
Seguía escribiendo, mojando su pluma en el tintero.
La fantasma Nathalie Lupin apareció tarareando una canción de juventud atravesando el muro. Se calló al ver a aquella hora allí a Peter, que también se había quedado petrificado de verla.
–Hola –dijo cariñosamente Nathalie sentándose en un sillón–. Creía que estarías en la cama ya.
–No –contestó escuetamente Peter mientras escribía con mayor tiento y mirando de reojo a la fantasma.
–¡Pobre Mundungus!, ¿no crees? –exclamó Nathalie–. No me han dejado ir a verlo. Es una lástima.
–¡Oye! –la interrumpió Peter levantando la cabeza de pronto–. ¿Tú sabes dónde vive Remus ahora?
–No –contestó sin más–. Me gustaría saberlo, no creas. No me mires así: si lo supiese te lo diría. Tú no puedes ser el mago infiltrado que, según se rumorea, hay dentro de la orden.
–Quizás estén equivocados –tartamudeó Peter.
–Sí, tal vez –contestó la fantasma asintiendo–. Dumbledore lo dice constantemente. "Quizás estemos equivocándonos, señores míos", dice cada dos por tres. –Se detuvo un momento–. A todo esto, ¿qué escribes? Tú no vas a ninguna academia, ¿verdad?
–¡Oh, no es nada! De verdad... –contestó Peter, pero se puso tan nervioso que no sonó creíble.
–¿Qué es? –insistió Nathalie–. ¿Una carta para tu novia? –Lo miró con una ceja levantada.
–No... –se obstinó Peter.
Nathalie se levantó y se puso a pasear en torno de la habitación, mirando a Peter con socarronería. El chico se asustó y, levantándose, tropezó y la silla cayó hacia atrás. Giraba en el mismo sentido que la fantasma, mirándola asustado, ocultando el pergamino a su espalda.
–¡Vamos, Peter! –exclamó ella–. Soy una fantasma... Escribiendo una carta a estas horas de la noche; ¡me muero de la curiosidad!
–No es nada –repitió Peter.
Pero la fantasma se lanzó flotando hacia él y lo atravesó, colocando su cabeza a dos centímetros del papel, la distancia exacta para poder leer en un instante que tardó Pettigrew en reaccionar: «Informe para el Señor Tenebroso».
–Así que es cierto... –dijo llevándose una mano a la boca, conteniendo un grito.
Peter, temblando todo el cuerpo, sacó su varita lentamente y la apuntó hacia la fantasma.
–Así que era cierto que había un traidor –repitió–. Moody está equivocado pensando que es Mundungus. Y yo que creía...
–¡Cállate! –dijo Peter reuniendo el poco valor que tenía–. No dirás nada. ¡No grites!
–¿Qué vas a hacer, Peter?
–Quitarte de en medio.
–¡¡¡No!!!
–¡Deletrius! –pronunció Peter con repugnancia, como escupiendo las palabras.
El rayo chocó contra la fantasma, envolviéndola en una explosión que la engulló e hizo desaparecer, conteniendo un grito de última muerte y destrucción. Una humarada fue la única señal que quedó en el último sitio en que había estado la fantasma de Nathalie Lupin. El último sitio en que había estado antes de que Peter la matase, antes de que alguien la matase por segunda vez, sólo que este fin sería mucho más horripilante que el anterior.
Peter depositó el pergamino sobre la mesa y mojó la pluma en tinta. Añadió: "La fantasma de Nathalie Lupin me ha descubierto, pero he utilizado el encantamiento deletrius para absorberla y hacerla desaparecer".
Se dirigió hacia la chimenea y echó una pizca de polvos flu en los rescoldos del fuego que hubo encendido por la tarde anterior. Apuntó con su varita hacia las verdes llamaradas y gritó:
–¡Morsmordre!
Y una diminuta marca de una horripilante calavera inundó la chimenea. Las llamas verdes se tiñeron de un tono negruzco que se fue extendiendo hasta que las llamas que se alzaban fueron negras y grises como las mismas cenizas.
Peter introdujo la mano en el fuego y dejó el pergamino en el otro lado. Sacó el brazo y las llamas se extinguieron, quedándoselo mirando el chico.
La puerta mágica se abrió y con expresión exultante salió Sirius, que había estado pasándolo en grande en la sala de entrenamiento.
–¡Pet! –exclamó viéndolo–. ¿Qué haces levantado?
Peter se asustó al verlo:
–¿Yo? No... nada... ¿Y tú?
–Tampoco. ¡Nada! Lo mejor será que nos acostemos ya, ¿no crees?
–¡Oh! Claro...
–Buenas noches, Colagusano.
–Buenas noches.
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Dumbledore apareció en la sede de la Orden del Fénix acariciando las plumas de su pájaro.
–¿Qué tal estáis todos? –preguntó.
–Hola. –Levantó una mano para saludarlo Arabella.
–¿Qué tal, Albus?
–Bastante bien, Alastor –le contestó, sentándose a su lado.
–¿Ah, sí? Vamos, ¿qué te pasa? Pareces cansado.
–Estoy cansado... –explicó Dumbledore con gesto de dolor tocándose la zona de los riñones.
–¿Quieres tomar algo, Dumbledore?
–No, gracias, Arabella.
Y la anciana se marchó desapareciendo por la puerta mágica.
–¿Y Mundungus? –preguntó Dumbledore.
–¡Y yo qué sé! –respondió ofendido–. Lo que haga ese majadero de Fletcher no es cuenta mía, Albus.
–¿Sigues pensando que él es un mortífago?
–¿Un mortífago? No. No valdría ni para eso. ¡Pero no me podrás negar que es el único que tiene pinta de poder filtrar información al otro lado!
–No, Alastor. No tiene pinta de nada.
–¿Ah, no?
–¡Alastor! La apariencia de una persona no es el espejo de su interior.
–No así siempre.
–Mundungus me es completamente fiel, de eso no me cabe ninguna duda.
–No sé cómo puedes estar tan seguro.
–Ni yo cómo tú puedes estarlo tanto de que aquí haya un intruso.
–¡Es que lo hay, Albus, por el amor de Rowling!
–¿Y tiene que ser precisamente Mundungus? –enarcó una ceja Dumbledore–. ¿No significará tu obstinación que estás ocultándome algo, eh, Alastor?
–¿Cómo puedes hacer esa pregunta, Albus? –se ofendió aún más que antes Moody–. Si alguien ha permanecido fiel a tu lado he sido yo.
–Ya lo sé, Alastor –dijo Dumbledore volviéndose a apretar la zona de los riñones–. Estaba bromeando.
–¡Ah, bromeando! –exclamó Moody despectivamente.
–Mira, Alastor: no hay pruebas de que Mundungus sea quien filtre la información como tampoco las hay de ti ni de nadie, ¿verdad?
–¿Qué estás insinuando?
–No estoy insinuando nada, Alastor; estoy diciendo bien claro que quizás no haya ningún traidor, como tú lo llamas.
–¿Me estás diciendo que no has pensado en nadie? ¿Que no has sospechado ni remotamente de nadie en todo este tiempo, eh?
Dumbledore se quedó silencioso un minuto. Una sombra pasó un instante por sus ojos. Una sombra que reflejó el rostro de Sirius Black en su mirada.
–¿Y ahora qué te pasa? –le inquirió Moody.
–Nada. Estoy preocupado por Nathalie. Hace un mes que no la he visto. Estoy preocupado, sólo es eso.
–¿Qué puede pasarle? Es una fantasma.
Dumbledore miró con detenimiento a su amigo.
–Espero que nada. –Miró el techo Dumbledore.
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Ya está. ¡Lo siento! ¡Lo siento mucho! Ya sé que me estoy pasando cargándome dos veces a un mismo personaje, pero no os imagináis lo difícil que es llevar adelante un personaje que es un fantasma y a la vez es la madre de Remus Lupin. Bueno, así tendréis más motivos para tenerle odio patológico a la rata traidora.
Como siempre, os comunico el día en el que colgaré el capítulo siguiente: será ya para el 13 de NOVIEMBRE. Espero veros por allí, ¿vale?
Avance del capítulo 17 (ACABANDO LO EMPEZADO): Hay algo a lo que tienen que poner fin. Pero ¿Remus podrá? ¿Por qué se desmaya? ¿Qué le pasa? Helen y la señora Nicked correrán a socorrerlo; lo levantarán del suelo... «¡Remus! ¡Remus!»
Ya sabéis, el 13 de noviembre actualizo, y hasta el momento siempre lo he hecho puntualmente.
Ya os comuniqué en el capítulo 15 el horario en el que suelo ser frecuente en el messenger. Pues bien, estad atentos, porque la semana que viene (el sábado 13 de noviembre de 2004) estaré conectado colgando el capítulo. Conectaos al messenger si queréis que os pase una foto mía. ¿Lo habéis escuchado, Elena, Idril y Joanne (mencionadas por estricto orden alfabético), y demás personas que me están pidiendo una foto? Como no puedo pasarla a través del correo electrónico, lo hago por messenger. Recordad: sábado 13 de noviembre, un rato entre las 10 y las 12 horas, no puedo concretar (normalmente entre 10,30 y 11,30 me vais a tener que pillar).
Bueno, como digo siempre: estudiad, portaos bien y divertios. Muchos abrazos desde Córdoba (España), la cuna de este autor que os tiene mucho cariño.
EPÍLOGO (noticia): He colgado una historia más, cortita pero graciosa, y muy picante debo decir. Es una comedia sobre cómo demonios se puede engendrar un semigigante: "Una giganta y un muggle: ¡la odisea del sexo!"
Hasta la semana que viene.
