«El romanz (e)s leido, dat nos del vino; si non tenedes dineros echad (a)la unos peños, que bien vos lo dara(ra)n sobr'elos.»

(Versos finales del Cantar de Mio Cid, añadidos por una segunda mano con posterioridad a Per Abbat).

¡Bienvenidos a la vigésimo cuarta entrega de MDUL!

Respondo "reviews":

AYA K: No sé si realmente, como dices, te encantan mis capítulos, pero en esta ocasión has vuelto a ser la primera en dejar un "review". Sin palabras... ¡Hola! ¡Feliz año nuevo! Ya estoy de nuevo aquí, en el 2005; bueno, y todos los años que hagan falta hasta acabar MDUL, que no pienso dejarla a mitad. ¿Has pillado la gripe? Espero que ya te encuentres mejor. En cuanto a lo de los deberes vacacionales, ¿quién ha dicho que esto se llamaba vacaciones? Como pille a ése y al que inventó los exámenes, ¡los mató! En cuanto a tus asignaturas suspendidas, Matemáticas es normal. Yo personalmente la detestaba; nunca me gustaron las cosas racionales, medidas y perfectas; nada es así, y si las Matemáticas lo eran era porque eran aburridas, o al menos eso pensaba yo. ¡Pero Lengua!... ¡Hija mía!, ¿cómo te la has arreglado? Lengua es muy fácil, ya verás cómo con un poco de esfuerzo la recuperas. Y si no, si tienes algún problema, me lo preguntas e intento ayudarte. En cuanto a lo de Filología Inglesa, si a ti te apetece hacerlo en un futuro sería increíble. Siempre he admirado a esas personas que, una vez hecha su vida, sacan tiempo para obtener otra carrera. ¡Si lo hicieras sería de admirar! Por cierto, ¿de verdad te lees mis capítulos en "siete minutos"? Luego no te acordarás de nada... Ya le hice extensiva a Elena tu opinión sobre sus dibujos y te agradece mucho que fueras a verlos. Ahora yo te pregunto, ¿has visto los de MDUL? Es genial tener una ilustradora personal. ¿Has quedado intrigada con Wathelpun? Ay, si yo te contara. Y ahora, la parte más interesante concerniente a preguntas de tu "review". En absoluto me he documentado; al menos no para el capítulo. Se puede decir que soy cartomántico, es decir, que sé leer el tarot. No lo hago, ni mucho menos, porque no creo en eso, pero sé el significado de las cartas y tengo una baraja de tono tradicional con gran cantidad de símbolos (abunda sobre todo el pentáculo). La iconografía de mi baraja de tarot es muy antigua y es para mí casi como una obra de arte. Para terminar de bordar la pregunta, sí, Elena también tiene una baraja: "El Tarot de Sirio" se llama. Se lo compró especialmente porque le recordaba a Sirius Black (Sirio es una estrella que remite a cierto can de la Antigüedad); tampoco se da por leerlas, pero digamos que tanto a ella como a mí nos atraen estas cosas esotéricas y misteriosas. Gracias por decir que has quedado sorprendida con el detalle; mas no será el único que te sorprenda... En cuanto a lo de la pirámide de cristal, tan sólo puedo decir que jamás pongo nada al azar. ¡Muchísimas gracias por seguir tan atenta a MDUL! Todavía sigo esperando que me hables sobre cómo querrías que fuese tu personaje. Un abrazo muy fuerte y muchos besos desde el sur. Quique. ¡Ah! Leí con Elena tu "review" y dice que muchas gracias por haberte pasado a ver sus dibujos y que gracias por decirle que te gustaban. La estoy pinchando para que dibuje algo más sobre MDUL, pero dice que no tiene tiempo, y es verdad... ¡Pero ya mismo llegará el verano!

Paula Yemeroly: ¡Hola! ¿Qué tal? Me alegro muchísimo de tener de nuevo noticias sobre ti. Es que me dije: "¡a ver si se ha olvidado de mí!" No, entiendo que se te haya perdido el relato. A veces se mueven de sitio y se pierden, lo sé. ¿No has probado a registrarte? Así podrías tener todos tus "fics" preferidos o los que lees organizados por autores favoritos. Es muy cómodo. En primer lugar, muy curioso el detalle de tu correo electrónico: "bruja" en francés, aunque realmente se escribe «sorcière». El fallo está en que los diccionarios son algo liosos. Pero se entiende perfectamente. Voy a seguir por orden todo lo que me dices (que es mucho: tres "reviews" juntos), con lo que me voy a establecer unas pautas. No hay de qué al agradecimiento por ser la respuesta más larga a un "review" que te hayan dejado jamás. No sé, me gusta hacerlo así. Sí, Remus se merecía unas vacaciones, pero lo expulsaron de Francia. Lo del museo está curioso, lo admito, pero el capítulo en general es un desastre, también lo reconozco. No dije que tu nombre sonara raro, o al menos ésa no fue mi intención, sino que no sé si era tu nombre real o qué; sea como fuere, el apellido es poco corriente. Por eso te pregunté si era tu nombre real o era inventado. En cuanto a la página, no pude ponerte la dirección bien porque "fanfiction" no deja poner direcciones de otros portales (será mala persona...). Si lo deseas te mando una invitación a tu correo electrónico. (Quique se sonroja al leer esto). Gracias por decir que soy muy comprometido con mi trabajo. Bueno, todo el mundo llega a ser comprometido con lo que le gusta, ¿no? Y además, obtengo una grata recompensa viendo vuestros "reviews" y sabiendo que estáis atentos a que actualice o escriba. Eso es muy gratificante, no te haces ni una idea. Me alegra también mucho que digas que me seguirás en pago a esto. ¡Gracias! ¿En la boda esperabas más diversión por parte de los dementores? No he entendido eso. ¡Como no quisieras que se pusieran a marcarse unos bailecitos! Me hizo gracia que dijeras que Sirius se parece a ti en eso de olvidarse cosas. Bueno, tan sólo se le olvidaron los anillos... ¡Poca cosa!... En cuanto a lo de Petunia con Remus, te explico: lo pensamos durante algún tiempo y, además de que la escena prometía (Remus y Petunia juntos sería divertido), pensamos que la madre de Lily obligaría a ésta a poner a su hermana entre las damas de honor; ¡y Petunia se tendría que aguantar! ¿Por qué si no fue a la boda? ¡Por su madre! Pero son detalles que se deben de explicar aparte del capítulo. Dices que cuando termine ésta (después de la felicitación y demás, que te agradezco), escriba otra. ¡Si tengo cuatro! Y una es complemento de MDUL. Si pinchas sobre mi enlace de autor podrás ver los títulos y leerlos si te apetece. Yo no te obligo a nada. Todo el mundo piensa igual del señor Nicked. Un mago frustrado... ¿Qué nos deparará este muggle loco? Pues aún muchas cosas más. Cierto que es muy simpático, sí, sí, y muy loco, pero es uno de mis personajes favoritos (de los que he inventado yo, no de los de Rowling). Lo del Tarot claro que se acabará revelando, espero... (Risas.) Sí, Helen se aburría mucho cuando las otras dos iban de cháchara de embarazadas. Se aburría, pero eran sus amigas; lo que creo que le pasaba es que a ella también le hubiera gustado tener la barriga como un melón y estar casada con Remus. No es que esté envidiosa, pero quiere que Remus se comprometa. ¡Son ya muchos años! Aunque Remus prefiere tomárselo con calma. En efecto se trata de los estudios para la poción de matalobos; es cierto eso que dices que es muy triste que Remus deba convivir siempre con su maldición; pero ¿quién ha dicho "por siempre jamás" (qué casualidad, es el título de una película)? El regalo de Remus... Me preguntas por él y yo te digo... CAPÍTULO XXIV (SONADA...). Paciencia... Me alegra que digas que quedaste ansiosa, y más todavía que verifiques que lees los avances; a veces pienso que no sé para qué los pongo, pero ¡sí!, la gente los lee. ¡Bien, eso está bien! Son útiles para saber por qué derroteros va a ir la historia y, claro, cómo no, para poneros un poco con los dientes largos. Lo siento, cosas de la publicidad... Para terminar (qué vaya respuesta más larga, espero que no te incomode), sí, lo de hacerte personaje va totalmente en serio; no sé si te lo dije ya (si no, perdona que lo repita, pero por si acaso no lo dije): la historia esta la estoy escribiendo con antelación; mientras vosotros vais a leer ahora el capítulo 24, yo estoy escribiendo el 51. Así puedo decirte, o revelarte, que muchos de los lectores ya están consolidados como protagonistas: Joanne Distte, Ann Thorny (y su novio, quien también tendrá un personaje), Ileana, Leonor B. le Fay, Lorien Lupin, Ariniel... ¡Estoy hablando completamente en serio! Háblame un poco de ti y ya veré qué se me ocurre. Claro está si quieres participar. Espero verte muy pronto de nuevo por aquí, guapa. ¡Un beso muy fuerte!

Ana (Leonita, leguleya, antivirus y... ¿"goyú" a puntito de caducar?): ¡Hola! Me hizo mucha ilusión que me llamaras. Aunque con la tontería te colgué el primer intento. Es que cuando me llaman a mi móvil me pongo nervioso, es una de esas cosas que uno no puede remedir. No obstante, hablar contigo fue gratificante; fue como darme cuenta de que una historia puede atar más que cualquier otro vínculo. Me satisface enormemente saber que estás atenta, pendiente... y que cuando ves aparecer la alerta, ¡chas!, te alegras. Yo me siento personalmente regocijado. Ahora bien, se nota que el "review" lo dejaste el uno de enero... ¡Se te notaba como dormida!, con lo salada que tú eres. ¡Qué bien me han venido estas vacaciones! Además de para estudiar (uf, no me lo recuerdes), me he inspirado un montón. He ideado un buen trecho más de argumento. Lo digo: ¡os vais a cansar de mí! No, yo creo que la historia mejora, que a partir del capítulo 30 os va a dejar ¿?, pero a partir del 50 ya será: ¿?¿?... Finalmente, exclamaréis de júbilo, porque Elena y yo hemos ideado cosas que no aparecen en ningún otro "fic"; cosas que a los amantes de Lupin le deben de alegrar. ¡Ay!, si yo pudiera hablar... Y luego está todo lo de Wathelpun, que de eso nada sabe Elena, porque no quiero quitarle la intriga al asunto, pero que también, creo yo, será del agrado de muchos. Por cierto, ¿por qué me llamaste "machacateclas"? Yo las pulso delicadamente, como si fueran piezas de un piano, como si de su sonido estertóreo pudiera sacar una angelical sinfonía que inspirara las palabras que fugan de mi ser... ¡Oh, cállate, Matt! Como diría Max Estrella, ¿o era Don Latino?: "¡No te pongas estupendo!" Qué bien que parece que este capítulo te gustó. Me alegra saber que os dejé a todos intrigadísimos; así leeréis antes cómo continúa la historia. Ahora no tanto, pero más adelante (vamos, lo que llevo escribiendo ya y más adelante, según lo tengo planeado) dejaré los capítulos en los momentos más emocionantes para dejaros siempre con la miel en los labios; no es por nada, pero siempre esa espera, esa impaciencia, hace las cosas, una vez se reciben, más deliciosas. ¿O sólo yo pienso así? Yo soy el primero impaciente, pero también reconozco que el que nos hagan esperar nos hace liberar adrenalina, hace que algo que ya deseábamos por sí lo deseemos más todavía. Bueno, que te voy a aburrir. ¡Ah! Ann Thorny (como tal, verdaderamente ella, en persona) está a punto de salir: dos capítulos, no más, y está ya vivita y coleando en MDUL. ¿Ansiosa? Ésa sí es una espera larga, pero en tu caso valdrá la pena. Y Pepe también tiene que salir. ¡Faltaba más! Bueno, me despido ya por hoy que estoy desvariando. Deséame suerte, que antes que nos volvamos a ver (o saber uno de otro) habré tenido mi examen de Literatura Medieval. El jueves a las diez en punto de la mañana reza por mí; yo no puedo: estaré repasando. Por cierto, me hizo mucha gracia eso que dijiste de que si Rowling tergiversaba la historia de tal modo que mi historia quedara inverosímil le harías llegar una carta con tu perfecto inglés británico; bien, como la mujer tiene sangre francesa también y estudió Filología Francesa, yo también le enviaría una carta diciéndole que me habría arruinado la vida... y la historia también. Ahora bien, si Remus es el príncipe de los mestizos, en tal caso la aplaudiría, porque por fin le da un poco de protagonismo a Lupin; que entre la pinta que le puso en el tercer libro y lo mucho que sale en el cuarto (nada) y en el quinto libro... ¡Es que me hace gracia que diga que Lupin y Black sean personajes a los que le tiene mucho cariño! ¡Pues al que odie no sé yo qué le va a hacer! ¡Hasta pronto! ¡Besos! (Por cierto: ¿no te pareció exagerado en tu correo electrónico eso de decir que iría a formar parte de la RAE y esas cosas? Es que me dejas... Soy consciente de mis posibilidades, así que de momento me limito a aprender y después, si cabe la posibilidad, a soñar.)

Lunis: ¡Hola! ¡Qué bueno que sigues por aquí! Gracias. Se nota que no te ha gustado mucho, pero bueno, sí puedo decirte que, como preguntas en tu "review", se pondrá mejor. Estoy preparando unos capítulos que de seguro te gustarán, porque tienen mucha acción, mucha intriga, y muchísima aventura. Es un deleite, te lo digo. Te voy a dar un adelanto, para que sepas aguardar con paciencia: se habrá de esperar a que surja Tim Wathelpun, el terror de la nueva era... Tendrán que unirse aquéllos que se detestan... Aparecerán salvaguardadores de un nuevo porvenir... ¡El mundo se desatará en un tenebrismo desconocido! Seguro que te gustará. Como sé que te gusta mucho la acción, cada vez que me inspiro en esa parte me acuerdo mucho de ti. Lo digo porque yo soy igual, también me encanta la aventura. No tanto en la literatura, pero en el cine prefiero el género épico. Aunque hay que esperar un poco, cierto, a que aparezca toda esa caterva de experiencias insólitas, pero hasta entonces también habrá muchas cosas sorprendentes; y la espera valdrá la pena, o al menos eso creo. Siento que tu ordenador esté mal; ¡la informática es una lata! Espero que pronto se recupere y volvamos a tener nuestras agradables conversaciones del pasado. Un beso enorme, Lunis, y nos vemos.

Padfoot Himura: ¡Hola! ¡Qué bueno saber de ti! Así que todavía seguías de clases, ¿eh? Bueno, ahora estarás de vacaciones, ¿no es así? Espero que las disfrutes. Aquí también estamos, momentáneamente como sabrás, pues cuando acabe la Navidad... ¡nada de nada! Y ya tengo exámenes de nuevo, ¡ay! Pero bueno, no voy a mentir, me encanta mi especialidad y estudiarla es un goce. Gracias por decir que la anécdota te hizo reír. ¡Pero gracias sobre todo por pensar en mí y empezar el capítulo de tu "fic", La tarta de Zapallo, con Remus! Eso me hará leerlo con mucho mayor ahínco. Y además es un detalle de agradecer. ¡Gracias! Avísame cuando salga, ¿eh?, que sabes que estoy pendiente. No sé si te lo llegue a decir, Karina, pero ya he pensado cómo va a ser tu personaje; necesitaría, no obstante, que me pusieras en un próximo "review" que me dejaras cómo eres, ¡vamos!, que te describas. Seguro que te gusta tu personaje: es sencillo y genuino. Y además, creo que es divertido eso de estar leyendo un relato y que de pronto salgas tú, ¿no?, convertido en personaje. A mí me haría gracia. No sé, como siempre estoy sacando algún personaje nuevo (ahora mismo no, pero en capítulos próximos ya te darás cuenta) me da igual que seáis vosotros, mis queridos lectores. Ya sabes, ¡no te olvides de la descripción!, que pronto tengo que escribir sobre Karina. Seguro que te gustará... Por lo menos es el personaje que más se acerca a todo lo que me han pedido hasta el momento. No pasa nada, como dices, si sigues odiando el análisis sintáctico; mis amigos también lo odian y no he dejado de hablarles por ello. Elena, por ejemplo (la que inspira a Helen Nicked), lo odia con toda su alma, pero tiene sus cosas; y a ella le gusta el fútbol y yo lo detesto. ¡Pero aún así somos grandes amigos! Bueno, es que la conozco desde hace dieciséis años... ¡Cuánto tiempo ya! En lo de venir a Córdoba lo entiendo (me gustó que utilizaras el término "plata", aquí tan poco usual), porque a mí me pasaría lo mismo si digo de ir allí. ¿Buenos Aires? ¿Entonces eres de Argentina? Me encantá cómo hablás allá... ¡Qué mala imitación, pero bueno...! Es uno de los acentos más brillantes del español y os expresáis genial. No te gustará el análisis sintáctico, pero hablar se os de p... madre. Y sí, sí sabía que allí había otra ciudad que se llamaba Córdoba. Los conquistadores españoles que descubrieron América ponían a las ciudades que fundaban en ocasiones los nombres de sus metrópolis. Al menos cuando se rompió el colonialismo fue, junto con el idioma, lo que nos seguiría uniendo de por vida. Espero que la torta o el pan te saliera rico, pero no sé por qué me recordó a la tarta de zapallo. ¡Te tengo idealizada! Un besote enorme y espero verte muy a menudo, ya que vos estás en vacaciones, a diferencia que nosotros. (Añadido del siete de enero tras leer tu último "review" dejado.) ¿Te has cortado el pelo? Espero que te quede bien. ¡Y no te eches gomina! ¿Te acuerdas?... En cuanto a los comentarios que dejas acerca del capítulo, sólo puedo decirte una cosa yo: ¡has dado más en la diana que ningún otro! Bueno, recuerda que nadie sabe dónde vive ahora Remus para protegerlo de Voldemort; pero en el cesto de la ropa sucia en la casa de los Nicked tenía que haber ropa sucia de todo el mundo. ¡De todo! Bueno, nos vemos pronto: ¡un beso!

Joanne Distte: ¡Hola, madrileña! Antes que nada, perdón por no haber podido leer todavía tu capítulo de Haciendo Justicia: es de esas cosas que tengo pendientes y que me duele no tener tiempo, porque veo que tú lees muy a menudo y yo soy muy lento. No, es que ahora sabes que estoy liado con un examen de Literatura y he tenido hasta poco tiempo para conectarme. Los "reviews" he tenido que pedirle a un amigo que me los copiara para poder ir respondiéndolos y llevo sin abrir el correo electrónico una eternidad; ¡seguro que tengo miles de mensajes! Con lo mismo, no he podido hacer nada en "Story-Weavers": ¡qué mal!... Por cierto, ¿van las cosas bien por allí? Pues eso, que voy a proponerme leer tu nuevo capítulo pronto, aunque no creo que sea antes de haber tenido el examen (el jueves); mira, voy a hacer una cosa: me voy a bajar el capítulo el próximo día que me conecte y lo leo tranquilito en casa, y cuando lo lea te escribo un "review" y lo guardo en un disquete. Bueno, en un cederrón y después lo llevo a casa de Elena y lo meto en un disquete (es que tengo rota la disquetera; ¡si supieras la que he liado a veces para hacer estas cosas! Menos mal que Elena me comprende). Entonces, cuando pueda volverme a conectar te lo dejo. Pero tú tranquila, que leerlo lo leeré seguro. Ya, después de esta explicación que necesitaba darte, puedo responderte más tranquilo a tu "review". ¿Te he dicho alguna vez que me encanta cómo organizas las cosas por guiones? Eres muy metódica, ¿no? La verdad es que lo de Sirius en el cuarto de baño del bar muggle fue muy divertido, debo admitirlo. ¡Y sí, se han reconciliado!, para bien o para mal... Dumbledore sospechaba de él en los libros, o al menos así parece Rowling que lo figura todo. No sé, dentro de lo que cabe queda enigmático. ¿Te gustó la escena de los dementores? No me gusta que Remus se desmaye, pero tuve que hacerlo así por exigencias de argumento: por un comentario en cuestión que dice Remus en el tercer libro cuando habla con Harry P. Puse que el patronus de Dumbledore fuera una sirena porque es lo que creo que más le va, ¿no? Como habla sirenio y esas cosas... ¿Hablaste con Ana (Leonita) por el messenger? ¿Qué tal? Me alegra mucho que seáis amigas. ¡Qué chachi, os presenté como quien dice yo! Recuerda que intentaré pronto leer tu "fic", que no se me olvida, sólo es que no tengo tiempo. Por cierto, ¿qué le pasa a Minette? Hace mucho que no sé de ella. Dile si le ves que con su "fic" me pasa igual, que he tenido que aparcarlo un momento porque estoy saturado. Gracias por entenderlo. ¡Besos!

Lorien Lupin: ¡Hola! Antes de que me vaya por otros derroteros: ¿te dije ya que ya había más o menos imaginado tu personaje? Seguro que te gusta, aunque no te puedo decir nada; le quitaría la sorpresa al asunto. No pasa nada por que no dejaras "review" en el capítulo 21; tal y como era, ¡ni se lo merecía! Dices que no es de los mejores, y es cierto: es una caca de vaca, como decía una antigua profesora mía, no sé a qué propósito ha venido acordarme de ella. Me pongo a redactar tu "review" hoy (antesala de la venida de los Reyes de Oriente) porque esta tarde tenía un colocón de Memorias de un licántropo. Me he puesto a ver una película (X-Men 2) y no hacía más que acordarme, ¡y hasta me he inspirado! Siempre que pongo una película de tipo heroica o épica me inspiro para MDUL. Ya te contaré... O más bien, ya leerás... ¿Te llegó el correo de Elena y mío? Era largo, ¿verdad? Avísame cuando cuelgues el "fic" en la página y si eso te dejo unos cuantos "reviews" para animarte un poco, ¿quieres? Ahora vuelvo al "review", que me hizo mucha ilusión leerlo, en serio. ¿Qué rayos planea Sirius al actuar de buenas con Remus? Simplemente, no lo sé. Es broma, sí lo sé; ¡vamos!, yo me tengo que hacer una idea, porque si no, no sé para qué escribo... Digamos que Sirius sigue pensando que Remus es el traidor (según su planteamiento, Remus no puede escapar tantas veces de Voldemort si no es porque es uno de sus vasallos), pero quiere vigilarlo de cerca. Él mismo lo reconoce en la Casa de los Gritos, cuando dice que desconfiaba de Remus y por eso entregó a los Potter a la rata. ¡Qué error, eso sí que es un error! Por tal, yo, como me estoy dedicando a reconstruir la historia, lo pongo así. Y Dumbledore desconfía, ¡pues claro que desconfía! Aunque equivocadamente, como todos sabemos. Pero lo que pasa más bien, creo yo, es que, como Lupin es casi como su hijo, lo que está haciendo es protegiéndolo: una actitud paternal. ¡Qué tierno!... Aunque no deberías perder por completo el aprecio hacia Sirius en Memorias. Cierto que ahora sea un poco repelente, siguiendo a Remus y buscando maldad donde no la hay, pero un futuro será un gran personaje y un buen amigo. Lo importante es saber reconocer los errores y aprender a pedir perdón, y Sirius lo hace. No obstante, Remus también debería: al fin y al cabo él también sospechaba de Sirius, ¿o no? Aquí, con las tonterías, ¡la que se libraba era la estúpida rata, pues con la cara de tonto que tiene!... ¡Ay! (Risas releyendo tu "review"). Completamente cierto; ¿por qué presentará Remus tan poca emoción a la hora de hablar de su propia boda? ¿Miedo al compromiso? No, no es esa clase de miedo; me he basado realmente en su boggart para hacer eso: ¿qué es lo que más asusta a Remus? La luna; su condición licántropa; el poder morder a otro. Casarse significa procrear, crear una familia: ¡hijos! Remus cree que corren el riesgo de ser mordidos o que les contagie biológicamente su licantropía. ¡Y no está desencaminado!... Más no puedo decir, aunque no todo es lo que parece. Preguntas: ¿emoción? Sí, la habrá. Pronto. Digamos que, al fin y al cabo, a Remus le queda que madurar, a pesar de que sea el merodeador más maduro de entre los cuatro. ¿Quién sabe? A lo mejor Helen no es la mujer de su vida... En cuanto a la última pregunta: no, Dumbledore no les va a decir a James y a Lily nada de la profecía; quizá fuera a hacerlo, pero se mueren antes de que se lo proponga siquiera. Tengo ganas ya de que llegue ese capítulo, en el que los Potter son atacados; recuerdo que me dijiste que tenías de ver cómo lo enfocaba, puesto que en todos los relatos que lo habían tratado, ninguno te gustaba. Tampoco creo que el mío sea lo suficientemente excepcional como para descollar sobre los demás, pero ahí va una nueva versión de lo ocurrido. Creo que no faltan muchos capítulos para ése... Y por cierto, ¡con todo, ése te lo dedicaré a ti! Bueno, hasta aquí todo por hoy. ¡Muchos besos para Perú, futura m...!... P.D.: Creo que Dumbledore no saldrá más con la barba corta, así que conténtate con este aperitivo.

Aryblack: ¡Hola! Ya te he encontrado un personaje en el relato que te pueda hacer gracia. ¡Qué rápido! Mientras otros me he tirado la tira, contigo nada... Es que como eres de la tierra... La verdad es que me puse y me dije: "a Aryblack voy a tener que ponerlo algo gracioso, algo importante..." Pero eso sí, tengo una máxima: no me gusta hablar mucho de los personajes antes de que salgan; se pierde la gracia, la sorpresa, la intriga. Paciencia: te gustará. Me reí mucho con lo de "amalfoyado"; sí que suena mal, pero fue un toque divertido. ¿Rowling dijo que Remus era medio muggle? ¡Uf! Yo, como nunca me entero de esas cosas, pues siempre lo pongo diferente; pero bueno... No queda mal, ¿no? ¿Granada? ¿Qué haces tú en Granada? Imagino que estudiarás, porque si no... en ¿Granada? ¿Y dónde está la parada? Y sí, a mí no me importaría conocerte, y a Elena (Helen Nicked) imagino que tampoco; ya le hablé de ti (le hablo de todo el mundo, pero como tú eres cordobesa, especialmente). ¿Que estás estudiando allí, un ciclo formativo, una carrera o qué? A mí mi profesor de Literatura me dijo que me fuera a estudiar a Granada, a pesar de que la misma carrera está aquí, pero bueno... De momento no. Pero porque no me siento con ganas de salir fuera. Soy muy rarito para los cambios bruscos. ¡No te digo ya nada cambiar de ciudad! Por cierto, gracias por la explicación sobre los "slash". En ése (el capítulo 17) me has contado una anécdota divertida; no importa que te enrolles (lo digo porque en el otro pusiste no sé qué de que te estabas pasando de largo); vamos, que por mí no te cortes, que a mí me encanta leer respuestas largas; ¿acaso no ves lo largas que son las mías? Me han llegado a preguntar si es que como dedos o qué. Yo digo que no, pero ya no sé... ¿Es que no hay en todo "fanfiction" nadie que responda tan largo? ... Bueno, seré yo el único. Querida cordobesa (Julio Romero de Torres pintó a la mujer morena...: detalle folclórico, qué pena doy...), nada, que muchos besos para los Pedroches y que espero que pronto te pongas al día, porque te faltan unos cuantos capítulos para estar a ras que yo. ¡Muchas gracias por seguirme! Hasta pronto. ¡Ah! Vi que me habías agregado al messenger, gracias; yo lo acepté, aunque he de decirte que suelo conectarme muy, muy poco al messenger; estoy limitado de tiempo y, cuando puedo, es en ordenadores que no me permiten chatear... ¡Me vigilan! No obstante, a los "reviews" (como ves) respondo con enorme puntualidad. Bueno, ya sí que me despido: ¡¡¡besos!!! (Añadido del día 7 al leer tus nuevos "reviews"). Sí, los Reyes se han portado muy bien. Me han traído varios libros (que andaba ya necesitado de ellos: sobre todo de lectura, pero también Historia de la lengua española, que me está siendo utilísimo), pero lo mejor es mi hermana que, muy generosa, me ha comprado un móvil de éstos de última generación: cámara añadida y pantalla a color. Hasta entonces no tenía sino uno de estos con la pantalla normalita. Me he liado a hacerle fotos a Gandalf y las tengo puestas de fondo, je, je; tengo dos de Pippin (se escribía así, ¿no?), otras dos de Gollum y otras de carteles y demás. Para que veas. Me gusta más ESDLA que HP... Bueno, por igual. Lo que pasa que en la película no hay punto de comparación. De HP sólo tengo una: de Hermione, claro está. Luego también he hecho fotos de X-Men2 (vamos, te lo digo más que nada para que veas mis gustos cinematográficos): sobre todo de Jean Grey, aunque a mí los que me gustan son los malos: Magneto y Mística. ¡Me encanta sir Ian McKellen en todas las películas que hace! Las borda. Ojalá hubiera sido Dumbledore. ¿Has visto las películas de X-men? Si no, te las recomiendo. A mí es que en cuestiones cinematográficas me encanta la épica (X-Men no deja de ser épica: hazañas de héroes y demás), pero X-Men tiene ese toque psicológico que hace de una cosa una obra de arte. Bueno, ¡tampoco es para tanto!, pero en ocasiones me sirve para inspirarme para MDUL. ¡Y no te digo ya nada con El retorno del rey! Me cojo el DVD, lo pongo y es que... ¡uf!, cómo me gusta. Te puedo decir que gracias a esa película he construido buena parte del argumento futuro de MDUL. Por eso creo que te gustará. Por cierto, espero que te lo hayas pasado genial en esa convención friqui; ¡qué envidia, en Madrid! Te podrías haber pasado a saludar a Joanne Distte y Minette, dos escritoras excelentes que viven allí. Bueno, ya sí que sí: ¡un beso! A ver si hablamos de estas películas en otra ocasión. Ya me dices si has visto X-Men lo que opinas, y si no, ¡vela!

Blythe.Naurin: ¡Hola! ¿Qué tal? Gracias por la explicación acerca de tu nombre. Éste está bien lindo (me gusta cómo decís "lindo"... Aquí no es frecuente; acaso los niños). ¡Ah! No hay de qué por desearos felices vacaciones a los latinoamericanos. No, yo sí soy consciente de que estáis ahí (ahí lejos, pero aquí, cerca). Que yo sea español no quita que me lea gente de América, y, además, la mayoría sois de ese continente, así que lo menos que puedo hacer es trataros con el respeto que os merecéis. Ahora bien, ya que empezamos a hablar de estos temas (lingüísticos), ¿no sé por qué dices que "pensás" suena rioplatense? Bueno, claro que suena rioplatense, pero en Argentina se emplea más el vos que el tú, eso es un hecho. Respondiendo a otra de tus preguntas: sí, estudio acerca del lenguaje: Filología Hispánica; por ello te puedo hablar con propiedad acerca de ese tema. El vos también se empleaba en España (o Castilla, que España no existía entonces) en la Edad Media, sólo que ha ido evolucionando hasta dar al , quedando el vos como arcaísmo; pero ¡ojo!, arcaísmo en España y el resto de lugares, puesto que en Argentina está completamente permitido decir ese pronombre personal. Es, como diría mi profe de Lingüística, una variante de una invariable. No te avergüences (por si acaso lo has hecho, no sé; es que no deberías cuestionarte que suene tal o cual) porque suene rioplatense, porque la argentina es una de la de las mejores hablas del castellano. ¡Vos felicito! (Pregunta: ¿se diría "vos felicito" u "os felicito"?). Para cualquier otra duda sobre la lengua española: ¡consulten a Quique!, gustoso de responder. Espero no haberte aburrido cuando me pongo pesado con estas clases magistrales de lengua; a veces olvido que soy yo el único al que le apasionan estos temas. ¿No tocan las campanadas? Aquí la Navidad se celebra igual que allí, por lo que me has explicado. El 24 es el día idóneo para que la gente se reúna y cene en una gran comilona; el 25 también, aunque depende de las familias, claro está. Esta noche hay mucha gente (sobre todo joven) que se va de marcha. ¡Ay, esta juventud! Los regalos hay quien los da en Nochebuena-Navidad (Papá Noël, americanismo total... Pero es el que yo hago, porque así los disfrutas más: piensa que aquí después tenemos que volver a la escuela...) o el día 6 de enero, el día de los Reyes. Hay un montón de cabalgatas y demás (hoy exactamente es día seis, y ayer no pude verlos...). Los niños se levantan emocionados muy temprano para abrir sus paquetes. ¡Qué tierno! ... Espero no haberte aburrido. ¡Ah! Tu "review" no me pareció nada largo, en serio. ¡Me encantó! ¿Acaso no ves lo largo que respondo yo? ¿Cómo me va a molestar que os expandáis? Además, leo vuestros "reviews" con mucho gusto, sean cortos o largos. ¡Muchas gracias por todo, chiqui! Por cierto, no sé cuál es tu nombre, y lo cierto es que me gustaría conocerlo, porque pensar siempre en ti como Blythe.Naurin es algo extraño, ¿no te parece? Es como si tú me conocieras por KaicuDumb en lugar de por Quique... ¡Muchos besos! Hasta pronto. P.D.: Esto tampoco es Hollywood: a mí no me gusta dejar los regalos debajo del árbol... Me gusta esconderlos y después sacarlos el día en cuestión y dárselo a la persona a la que vayan dirigidos. ¡Chao!

Cafeme Phoby: ¡Hola! ¿Qué tal estáis todas? Se me hizo la boca agua cuando escuché (mejor dicho, leí) Acapulco. Aquí se sabe bien poco de esos sitios, pero por lo poco que se ha visto en televisión parecen paradisíacos. ¡Sí, son como de telenovela! Por cierto, ¿allí se retransmite algún programa de televisión español? ¿Cuál? Bueno, ahora volvamos al "review": no sé por qué, la cosa se desmadró. ¿A qué viene que me pidas una disculpa? ¡No hace falta! Si dio la impresión de estar un poco extraño cuando respondí a vuestro anterior "review", lo siento; no era mi intención. Cierto que estuve un poco huraño, pero porque me fue la olla... No pasa nada, no os tenéis que disculpar, y claro que me imagino que estáis leyendo. Y en cuanto a vuestro "fic", Lágrimas de sangre, pues lo leeré con gusto cuando me aviséis que hayáis actualizado, pues yo también invité a un poco de gente a leer éste cuando lo colgué, y respondieron gustosamente. No sé, es como responder a ese amable gesto que ellos hicieron en su tiempo. Vosotras ahora disfrutad de Acapulco y sus playas y luego ya hablaremos de "fics". ¡Pasadlo muy bien! Por cierto, ¡un beso para cada una!

Navleu: ¡Hola! ¿Qué tal? Ya hacía tiempo que no te veía, así que me alegré un montón cuando vi tu "review". Y además, ¡enorme! Fue genial. Además, me alegra muchísimo que me trates ya más como un amigo cercano (a pesar de la evidente distancia entre ambos) más que como un autor al que hay que comentar su relato de estructura cerrada. No sé, en aquellos primeros cinco "reviews" que me dejaste parecías fría, ¡pero ahora no, gracias a santa Rowling! Hombre, me gustaba que me comentaras las cosas, pero lo hacías desde lejos; ¡ahora hablas tú, y dejas el "fic" para el final! Es que es eso lo que me gusta; todos decís: "¡Huy, debería empezar a hablar de tu historia, porque para eso estoy escribiendo!" Y yo me rió. ¡Es fantástico! Por cierto, te hice caso, más o menos. Las Embrujadas ya no salen más. ¡Fue un desliz! ¡Ah! Y no pasa nada porque hayas tardado en responder; es comprensible: la falta de tiempo, yo también la estoy sufriendo; todo el mundo la está sufriendo... No te voy a decir quién va a morir en este capítulo porque enseguida lo vas a descubrir, pero espero que en el sexto libro no se trate de Dumbledore. No había escuchado ese rumor, pero como a Rowling se le ocurra matarme a Dumbledore, ¡voy hasta Inglaterra y la acuchillo! Yo qué sé; podría matar a Hagrid, a Filch o a Snape; pero a Dumbledore no... (Quique llora.) ¡A Dumbledore no! Es que me mata a Alby y la dejó de leer inmediatamente; no creo, pero la ira haría que las pastas del libro se doblaran. Remus no creo que sea; ayer estuve hablando con Elena (mi amiga que inspira el personaje de Helen Nicked) y llegamos a la conclusión de que Remus podía ser el príncipe mestizo. Rowling dijo que aparecía en el tercer libro y el otro día Aryblack me confirmó que en otra entrevista la autora dijo que Remus era medio muggle. Hombre, que por morir sí puede morir (Dios no lo quiera), pero lo cierto (o al menos eso es lo que pienso) es que Remus va a adquirir un enorme protagonismo. Bueno, me despido, chica. Espero que los Reyes Magos de Oriente se hayan portado muy bien contigo y te hayan traído todo lo que has deseado. Y también espero que este año nuevo sea para ti mejor que el anterior pero peor que el siguiente. ¡Muchos besos!

Idril Isil: Hola. ¿Nos aclaramos? ¿Quieres que te hable de mí o de Lafken? Ay, Dios mío. Ya tendré que consentir, porque además de que te veo desganada, creo que no vas a llegar a leer nunca el capítulo en que sale ella, porque realmente no me importa, pero veo que estás perdiendo el interés por la historia... Si es que no es "slash". Bien, digamos que todo no te lo puedo explicar, porque yo no sé si alguien más, por casualidad, se va a poner a leer esto y a lo mejor se entera de cosas que no debe. Remus tendrá un "pariente" muy lejano, llamado K. (no te puedo decir más de su nombre) con el que Lafken se casará. Lafken es de raza india y está trabajando en el ministerio, donde conoció a K. Por hoy no te debo decir más. Vamos, tampoco es que haya mucho más, pero bueno... Si quieres saber algo más, dímelo. Y si vas a seguir leyendo o no, dímelo también. Hasta luego y un beso.

(DEDICATORIA: Este capítulo se lo voy a dedicar a dos personas: en primer lugar, a AYA K, quien lee estos capítulos con una rapidez que me deja asombrado, y también se lo dedico por animarla a que me hable sobre cómo quiere que sea su personaje en MDUL; en segundo lugar, se lo dedico a Lunis, a quien le gusta mucha la acción. Espero que este capítulo sirva para quitarte un poco el "mono").

Disculpad por no haber podido colgar con la puntualidad que me viene caracterizando, pero "fanfiction" últimamente da la impresión de que me odia...

CAPÍTULO XXIV (SONADA...)

Remus dormía plácidamente. El reloj de encima del escritorio marcaba las siete menos un minuto. El minutero se desplazó lentamente. Una bandada de ruidosos pájaros salió volando de su interior y comenzaron a piar con energía por encima de la cara de Remus. Éste se revolvía y levantaba los brazos, agitándolos y golpeando a los molestos pájaros.

–¡Ya voy, ya voy! –dijo con voz ronca y sin abrir los ojos.

Cuando lo vieron incorporado en la cama los pájaros volvieron a meterse en el despertador. Remus maldijo el momento en que a la señora Nicked le pareció una excelente idea regalarle aquel ruidoso despertador por su cumpleaños. Pensando en ella estaba cuando pasó ante la puerta; pasó de largo, pero volvió sobre sus pasos al ver a Remus despierto.

–Buenos días, cariño. –Entró en su habitación. A Remus le encantaba que lo tratase como si fuese su hijo en lugar de su yerno–. ¿Has dormido bien?

–Sí, bastante. –Se rascó un ojo.

–No me acordaba de que hoy tuvieses que ir tan temprano a la academia –dijo.

–Pues sí, ¡por desgracia! –Se levantó y comenzó a ponerse la camiseta–. Aunque no me apetece nada ir. Estoy pensando en quedarme en casa y ponerme a estudiar. Como los exámenes finales son el mes que viene...

–Ya sabes que a mí me da igual –explicó condescendiente la señora Nicked–, pero no me gustaría que descuidases tus estudios, ¿lo sabes, verdad?

–Sí, lo sé. ¡Pero no los estoy descuidando! –se defendió.

–Pues entonces quédate si te parece –le permitió–. Me voy abajo a prepararte el desayuno.

–No, déjalo –dijo Remus sin parecer censurador–. Quiero decir, que todas las mañanas te afanas en preparármelo, ¡y me alegro!, no creas que no. Pero ya soy lo suficiente mayor como para hacerlo yo solo, y así tú no tienes que preocuparte más por mí.

–Pero... –repuso la señora Nicked.

–Comeré bien y completo –la interrumpió.

–Bueno, cielo, como tú quieras –consintió–. ¡No te olvides de los cereales!, ¿eh?

–No, Helen.

Y la bruja se marchó de la habitación.

Remus se terminó de vestir en silencio. Abrió la puerta y bajó a la cocina. Allí estaba ya la señora Nicked, no preparando su desayuno, pero sí inventándose un sinfín de tareas con el fin de poder vigilar lo que Remus comía. No le importó que lo vigilase.

Al rato bajó Helen.

–Buenos días, Remus. ¿Qué tal? –Parecía de muy buen humor.

–Buenos días. Muy bien. ¿Y tú?

–¡Genial! –exclamó–. Me encantan los miércoles a partir de ahora.

–¿Por qué? –preguntó Remus.

–Porque nos han suprimido las clases, aunque, a cambio, nos han puesto un curso por la tarde. Empezamos hoy. Espero que no sea muy largo...

–¡No te quejes, hija! –la riñó la señora Nicked–. Yo cuando tenía tu edad tenía muchas más ganas de estudiar que tú, querida.

–¡Qué suerte! –escupió Remus–. ¿Por qué no harán lo mismo con nosotros? Yo hoy tenía tres horas y media de clases.

–¿Y eso? –preguntó Helen mordisqueando la tostada que le había untado su madre–. ¿Es que ya no las tienes?

–¡Oh, sí! Pero he decidido que me voy a quedar estudiando. Creo que estoy un poco atrasado y una mañana de esfuerzo hará que me ponga al día.

Helen no repuso nada.

–¡Qué asco de vida! –saltó de pronto, sin venir al caso, Remus.

–¿Qué te pasa, querido? –inquirió la señora Nicked.

–¡No tenemos vida! –escupió con amargura–. Cuando salimos de Hogwarts, ¡a la academia!; cuando de la academia, ¡a trabajar! Cuando dejamos ya de dar un palo al agua es cuando viejos y porque no podemos ni movernos casi.

La señora Nicked se rió a mandíbula batiente.

–¡Qué exagerado eres! –dijo–. Yo sí que tendría que decir qué asco de vida. Esta tarde, por culpa de tu padre, tendré que tragarme una de sus estúpidas reuniones con sus compañeros del trabajo. Se jubila un cirujano, o algo así, y le han preparado una fiesta –explicó.

–Ya nos habíamos enterado, mamá –dijo Helen.

–¿Ah, sí? –preguntó extrañada–. Pues eso, yo sí tengo motivos para quejarme. Ya fui una vez a una de esas aburridas fiestas y no consigo llevarme bien con las muggles. ¡Hablan de unas cosas tan raras...! Son un engorro.

–¿Y papá, mamá? –preguntó Helen–. ¿Que está en el hospital?

–Sí, querida –contestó–. Ha tenido que cambiarle el turno a uno de la sexta planta para poder tener la tarde libre hoy y poder ir a la fiesta de su compañero. Yo ahora voy a ir al supermercado a comprar unas cuantas cosas que hacen falta, así que quiero que os pongáis a estudiar en silencio en vuestros cuartos y que aprovechéis el tiempo. ¿Me habéis entendido?

–Estupendamente –contestó Remus.

–Pues espero que para cuando vuelva hayáis aprovechado el tiempo –comentó inquisitiva–. Cuando llegue te preguntaré la lección, Helen. ¿Qué vas a estudiar hoy? –preguntó.

–Los venenos más comunes –contestó rápidamente.

–¿Los venenos más comunes? ¿Estás segura? –le espetó–. Perfecto. ¿Habéis acabado ya? –Asintieron–. Pues ¡a vuestros cuartos! ¡Y aprovechad el tiempo!

–Menos mal que no sabe nada de la carrera de auror –sonrió Remus–, porque si no también me habría preguntado a mí.

–Me da igual –contestó Helen muy resuelta mientras subían por las escaleras–. Como yo voy a estudiar en serio no me importa.

–Pero aún así debe ser un fastidio –ironizó Remus.

–Pero a mí me da igual. Los venenos más comunes los di el año pasado, y me los sé de cabo a rabo. Ahora me pondré a estudiar sus antídotos. –Y se metió en su cuarto riendo como una loca.

Remus se encerró también en su habitación. Retiró la silla del escritorio y se sentó en él. Cogió la pluma y le comenzó a dar vueltas entre sus dedos. Leyó un par de veces los apuntes que había tomado en clase y corrigió algunos errores que tenían. Escuchó el sonido de la puerta: la señora Nicked debía de haberse ido ya.

La mente de Remus se vació en un segundo y los ojos se le llenaron de niebla. Vio a Helen dentro de su cabeza saludándolo con una mano que agitaba fuertemente. "Hola, Remus", le dijo la visión.

El pergamino apareció de nuevo ante sus ojos. Se puso a leerlo de nuevo desde el principio cuando, otra vez, la tinta comenzó a emborronarse. Helen, en su cabeza, le preguntó: "¿Qué haces?"

Remus pensó que debía de estar muy aburrida, pero no por ello iba a entrar en su juego, porque él realmente quería estudiar. Le envió un par de visiones más, pero como a ninguna pareciera Remus que prestara atención, Helen acabó por hartarse y, de seguro, se puso al fin a estudiar.

Llamó a la puerta del cuarto de Remus.

–¿Se puede? –preguntó Helen entreabriéndola.

–¿Qué quieres? –preguntó él con voz monótona–. Estás aburrida, ¿verdad?

–Un poco –contestó–. ¿Quieres que echemos una partida de ajedrez mágico?

–Te he dicho que tengo que estudiar. –Volviendo a plantar la mirada en el pergamino.

–¿Y si nos apostamos algo? –probó–. Mira, quien gane tendrá que ser el esclavo del otro esta noche, y el otro tendrá que hacer lo que él quiera. Tentador, ¿verdad?

–Mucho –contestó Remus desganado–, pero no estoy para pensar en esta noche, sino en que tengo que estudiar.

–¡Qué pesado! –exclamó Helen–. Estoy aburrida, ¿te has enterado?

–¡Pues date de cabezazos contra la pared! –le dijo–, pero, por favor, déjame estudiar.

Y Helen cerró la puerta con un sonoro portazo. Un chasquido alertó a Remus. Se levantó y forcejeó con el picaporte. Estaba cerrado con llave, a pesar de que no tenía cerradura. Helen había encantado el pomo.

–¡Déjame salir, Helen! –gritó aporreando la puerta–. Abre la puerta o me desaparezco.

Un chasquido detrás de él le obligó a volverse. Helen estaba tumbada encima de su cama en una postura bastante provocativa y sensual.

–Estás atrapado, Remusín –dijo.

–¡Deja de llamarse así!, ¿quieres? –le espetó–. ¿Vas a dejarme estudiar o qué?

–¡Ya te he dicho lo que quiero! –explicó.

–No, no lo has dicho. Puede que yo lo haya entendido... –dijo Remus–. ¡Pero no! El otro día te dije yo lo mismo y no quisiste. ¡Pues ahora no quiero yo! Tengo que estudiar.

–Vamos, Remus. Ven a jugar. –Y sacó su varita y la acarició entre sus largos dedos.

–¿Sí? –Cambió el tono de voz y sacó su varita también–. ¿A qué? –preguntó sentándose a su lado.

Ella se echó hacia delante y comenzó a acariciarle el pecho a Remus.

–A lo que tú quieras –contestó.

Y se tumbó en la cama. Remus empuñó su varita y apuntó hacia ella a Helen. De su punta salió una larga cuerda que apresó a la chica y la inmovilizó.

–¡Eh! –gritó–. ¿Qué haces?

–Conseguir estudiar en paz –dijo. Y volvió a sacudir la varita y Helen, a partir de ese instante, por más que chilló, nada se le escuchaba–. Qué tranquilidad –comentó con sorna respirando el aire.

Se sentó en el escritorio y se puso a estudiar. No supo cuánto tiempo había transcurrido cuando escuchó de nuevo la puerta y pegó un brinco de su asiento. Corrió hasta Helen, empuñó su varita y la liberó. Luegó la volvió a hacer sonora.

–¡Canalla! –dijo en voz baja–. ¡Eres un puto canalla! –exclamó muy molesta y se desapareció de lo alto de la cama–. ¡Hola, mamá! ¿Ya estás aquí? Pregunta lo que quieras –escuchó Remus que hablaba Helen en la primera planta.

–Pero abre la maldita puerta –se quejó Remus hablando consigo mismo y tirando con fuerza del pomo. Finalmente lo sacó de cuajo y cayó de culo en el suelo con el picaporte dorado en la mano–. ¡Joder! ¡Mierda! –Apuntó con la varita al objeto y éste volvió a colocarse en su sitio.

Sin embargo, la señora Nicked había escuchado el estropicio y estaba subiendo por las escaleras. Remus vio desde el otro lado de la puerta cómo el pomo volvía a girarse violentamente sin que la puerta se abriese.

–¿Quieres abrir la puerta, Remus querido? –pidió.

–¡No puedo! –exclamó.

–Apártate, ¿quieres? –dijo y Remus pudo ver un haz de luz dorada en el resquicio de la parte de debajo de la puerta. La puerta cedió al cabo de cinco segundos y apareció la señora Nicked con Helen sonriendo detrás de ella–. ¿Qué hacías con la puerta cerrada, Remus?

–Yo no he sido, Helen.

–¿Quién si no, Remus? –preguntó seria.

–Helen –respondió tranquilo.

–¡Mentira, mamá! –exclamó la chica haciéndose la indignada–. Tú misma has visto lo bien que me sé la lección. ¡No he salido del cuarto en todo el rato! Pero a él lo he estado escuchando moverse de un lado para otro del cuarto todo el tiempo –mintió–. ¡Mira cómo tiene la cama! –Le señaló las arrugas de la colcha que ella misma había producido al estar encima–. Yo misma he escuchado cómo se tumbaba, porque sus muelles rechinan. –Y era cierto.

–Remus –pronunció la señora Nicked sin parecer que lo estaba riñendo–. No creas que estoy enfadada, pero me prometiste que ibas a aprovechar la mañana.

–Pero, ¡si yo quería! –repuso.

–¡No me mientas, muchacho! –dijo–. Espero que esta tarde recuperes todo el tiempo que has perdido esta mañana, ¿vale? Y, aunque no es un castigo, para que lo sepas, no quiero que salgas de tu cuarto hasta que yo te avise para almorzar, ¿entendido? –Remus asintió con desgana, porque de poco servía refunfuñar con su suegra cuando ella ya se había hecho una idea de lo ocurrido–. Bien, cielo. Quédate aquí y estudia mucho. –Y se fue.

Helen se quedó mirando a Remus con una larga sonrisa.

–¡Eres una mentirosa! –gruñó Remus–. Como no te has salido con la tuya, ¡mira cómo te lo cobras!

–¡Remus, estudia! –imitó la voz de su madre mientras salía por la puerta–. ¿Quieres que te encierre otra vez para que puedas estudiar mejor, Remus cielo?

Remus se levantó de un salto empuñando su varita.

–¿A que no te atreves a repetirlo? –dijo amenazador.

–¿Que no? –preguntó sonriente–. ¿Quieres que te encierre de nuevo para que puedas estudiar mejor, Remus cariño? –imitando el tono de voz de su madre.

–Entonces, si sabes que has sido tú, ¿por qué no se lo dices a tu madre?

–Porque así se piensa que el bueno de Remus hoy se ha portado mal.

Y se fue dando un pequeño portazo en las narices de Remus.

Remus se sentó en el escritorio de nuevo, sonriendo y acariciando su varita.

Se estudió a fondo la lección hasta que se la supo de memoria. Al cabo de un buen rato la señora Nicked llamó a su puerta y bajó a almorzar. Se sentó al lado de una sonriente e irónica Helen, pero Remus no se dejó intimidar. La saludó altivamente y le habló con superioridad, lanzándole indirectas que sólo ella entendía, aunque tuvieron con la mosca detrás de la oreja a la señora Nicked un buen rato.

–A las seis –confirmó la hora el señor Nicked.

–¿Y hay que ir obligatoriamente? –probó su mujer.

–Si no quieres...

–¡No me pongas esa cara de cordero degollado! –exclamó con lástima la señora Nicked–. Si te pones así, ¡qué remedio!

–¿Y vosotros qué vais a hacer? –preguntó el señor Nicked a su hija y a su yerno.

–Remus se quedará en casa estudiando –contestó por él la señora Nicked y Helen estuvo a punto de echarse a reír.

–Aunque no todo es lo que parece –dijo Remus con asco.

–¿Qué quieres decir, chico? –preguntó el señor Nicked.

–Pues eso –se limitó a decir.

–¡Oh, vamos, Remus! –soltó meneando la cabeza la señora Nicked–. ¿No seguirás con el cuento de que ha sido Helen? A ver que tienes tú que decir... Porque todo lo que ha dicho ella suena convincente. ¡Vamos, explícate! –Le dio la oportunidad.

–He reunido un par de pruebas –dijo Remus con una enigmática sonrisa–. Bueno, en realidad, sólo una. Pero dará un increíble vuelco a la investigación.

Sacó su varita y la dejó sobre la mesa.

–¡Magnífico! –exclamó el señor Nicked.

–¿Qué quieres probar con eso? –preguntó la señora Nicked mirando la varita y luego a Remus fijamente.

–Con la varita nada –dijo–, pero si la agito será muy divertido. ¡Grabationus!

Y la voz de Helen reverberó por encima de sus cabezas: «¿Que no? ¿Quieres que te encierre de nuevo para que puedas estudiar mejor, Remus cariño?» « Entonces, si sabes que has sido tú, ¿por qué no se lo dices a tu madre?» « Porque así se piensa que el bueno de Remus hoy se ha portado mal.»

Helen se puso colorada.

–¡Helen! –gritó su madre–. Así que has sido tú.

–Yo, mamá...

–¡No repliques, hija! Te has portado muy mal.

–¡Eso!... –saltó el señor Nicked.

–¡Me has mentido!

–¡Sí!...

–¡Y le has echado la culpa a Remus de la puerta que tú habías cerrado!

–¡Oh, por Dios!...

–¡Y yo voy y lo castigo!

–Dijiste que no era un castigo –la interrumpió Remus.

–Bueno, sí, lo dije. Pero como se te hubiera ocurrido salir...

–¡Buena es ella...! –exclamó el señor Nicked.

–¡Cállate, Matt! –le espetó nerviosa.

–Hoy no verás a Lily. Te limitarás a ir a ese curso y volver a casa cuando acabes. Por mentirme...

–Me da igual. Hoy no había quedado con Lily –repuso Helen.

–¡Pues mañana! –gritó la señora Nicked.

–Tampoco había quedado –dijo Helen.

–¡Pasado, entonces!

–Tampoco habíamos quedado.

–¡Pues nunca! –vociferó.

Una lechuza marrón entró volando por la ventana, rozó con el ala la cabeza de la señora Nicked y planeó por encima de la mesa. Finalmente cayó en picado y dejó un sobre escarlata sobre el plato del señor Nicked.

–¡Tengo correo! ¡Tengo correo! –dijo completamente emocionado, con lágrimas en los ojos.

La carta empezó a arder y se asustó. Helen, más acostumbrada a cosas mágicas como aquélla, se adelantó y despegó el sobre. Una voz amplificada resonó de forma que el muggle se cayó de la silla hacia atrás.

–¿Está loco o qué demonios le pasa? No se las dé de listo, amigo, que se hace lo que se puede. ¡Y le recuerdo que el diario El Profeta es número uno en ventas! Si está asqueado con su lectura, vaya y cómprese Corazón de bruja y deje de inflarnos las narices, que sus absurdas noticias le serán, de seguro –ironía–, mucho más gratificantes. Así que apúntese a algún club o algo que tiene usted demasiado tiempo libre, ¡joder! Y no nos mande más cartas o le mandaremos una maldición...

Y la carta estalló.

Comieron a partir de ese momento un rato en silencio, obviando la ridícula escena que acababa de tener lugar en el salón, hasta que, al cabo de unos diez minutos aproximadamente, la señora Nicked le dijo a su hija:

–La abuela te manda recuerdos. He estado hablando con ella esta mañana por conferencia y me ha dicho que te dé recuerdos.

–Ah, vale –contestó Helen como si le importase lo más mínimo.

Nada más se dijo durante el resto del almuerzo. Al final Ñobo, ojeroso y sin color en la cara, se pasó y recogió los platos y los vasos y se los llevó a la cocina. Los señores Nicked salieron corriendo y comenzaron a vestirse, a pesar de que aún tenían mucha tarde por delante. Remus se bajó los apuntes al salón y los leyó atentamente mientras se tomaba un vaso de café bien caliente que le había preparado el elfo doméstico.

–Tienes mal aspecto, Ñobo –dijo Remus con compasión.

–No peor que usted cuando pasa la noche fuera, señor –rebatió el elfo con voz desfallecida.

Se puso a hojear sus apuntes y luego se puso a echarles un vistazo a los de James, que se los había dejado para completarlos. Se puso un rato a subrayar con tinta roja y, después, cogió un pergamino y se dedicó a confeccionar un escueto esquema resumen de la lección que estaba estudiando.

Helen bajó las escaleras cargada con su pesado caldero. Al llegar lo soltó en la chimenea y se fue a por su material de Pociones. Cuando regresó Remus le preguntó:

–¿Todavía sigues haciendo las pociones en la chimenea, Helen?

–Sí, ¿qué pasa? –contestó de malos modos. Parecía enfurruñada.

–Nada, nada –dijo volviendo a plantar su atención en los apuntes de James–. ¿Pero es que –no se pudo quedar callado– no te acuerdas de lo que le pasó a Dung? Se apareció por la chimenea y lo freíste con fuese lo que fuera que estuvieses preparando. ¿Y si aparece ahora alguien por ahí? –Señaló la chimenea–. ¿Piensas volver a sentirte culpable de que alguien tenga que pasar cinco días en San Mungo? –preguntó con teatralidad.

–Correré el riesgo –contestó muy digna.

–¡Helen! –la reprendió.

–¿Qué? En la orden no había fogón. ¿Qué querías que hiciese? Tenía que estudiar.

–Pero aquí sí hay –dijo sin más–. ¿Por qué no te vas a la cocina?

–¿Me estás echando? –soltó Helen indignada–. Que yo sepa, ésta sigue siendo mi casa. Además –se rascó la coronilla y miró para otro lado–, es que no quiero estar sola mientras preparo pócimas. Me aburro...

–Allí está Ñobo –comentó Remus.

Helen lo traspasó con una mirada asesina.

El reloj de la pirámide de cristal que había sobre la repisa de la chimenea marcó las cinco en punto.

El señor Nicked bajó todo elegante, muy repeinado y oliendo a jazmines, cuanto menos. Se había recortado el bigote y las patillas. Se plantó en medio de la sala de estar, dio una vuelta sobre sí mismo, viendo que los dos chicos lo miraban, y esperó el veredicto.

–Papá, ¡estás genial! –dijo Helen.

–Es cierto, Matthew –sonrió Remus–, muy bien, muy bien...

–Gracias, gracias. –Se sonrojó el señor Nicked–. Muchas gracias por todos vuestros piropos que, por otro lado, me merezco y sobradamente. Es broma, es broma... –se apresuró a decir viendo la cara de repugnancia de su hija–. Entonces, ¿creéis que voy bien?

–Sí, Matthew. Extrañamente bien –respondió Remus.

–Oh, gracias, Remus –dijo el muggle–. ¡Qué bueno tener dos chicos tan admiradores de su padre y de su suegro! Si supieráis cuánto os quiero... –Consultó la hora en su reloj de pulsera–. ¡Vamos, palomita! –gritó–. Tendremos que ir en coche –dijo–, y será media hora, por lo menos.

–Ya me queda nada –explicó desde el piso de arriba.

Después el hombre se quedó mirando a Remus y a Helen y, de pronto, una idea malsana comenzó a crecer en su mente y empezó a perder el rubor en las mejillas y a sudar.

–¿Qué te pasa, papá? –preguntó Helen–. ¿Te encuentras bien?

–Sí –dijo con voz trémula–. Ahora os quedáis solos, ¿no?

–Sí –contestó Remus sonriendo.

–Pero a las seis y media tengo el curso –explicó Helen–, así que me tendré que ir.

–¡Ah, es cierto! –exclamó el señor Nicked todo feliz–. Ya se me había olvidado. Mira, hija. –Le tendió una tarjeta de papel–. Te he apuntado el teléfono del bar en que vamos a estar, ¿vale? Si tenéis algún problema no tienes más que llamarme.

Helen pensó que de tener algún problema la mejor forma de solucionarlo no sería, en absoluto, llamar a su padre, pero, no obstante, contestó:

–¡Oh, vale!

–¿Te sigues acordando de cómo funcionan las cabinas? –preguntó el señor Nicked.

–Por supuesto, papá –dijo con voz cansada.

–¡Ésa es mi niña! –exclamó el muggle–. Me encantaría tener un teléfono en casa. Todo el mundo normal tiene uno. Quiero decir, me gusta la chimenea, ¡por supuesto!, pero los compañeros del trabajo no tienen una igual –explicó.

La señora Nicked bajó vestida de negro, también muy elegante, con un radiante tocado en la cabeza y una sonrisa excelsa.

–¿Qué tal? –preguntó.

–¡Muy bien, mamá! –contestó Helen sin prestar atención al caldero, que comenzó a chorrear por los bordes–. Estás radiante.

–Sí, está perfecta, Helen. Muy guapa, en serio –dijo Remus.

–Oh, gracias, chicos. ¿Qué hora es, Matt?

–Las cinco y cuarto casi –contestó.

–¿Y dónde está ese bar "Los canela"? –preguntó.

(Nota del Autor: el nombre del bar es verídico. Es decir, vamos, ¡que no sacado de la manga! Es el nombre de la peña en que está mi padre. ¿Verdad que es un nombre... como para hacer el canelo?)

–Está en el pueblecito de al lado –explicó–. Es que es allí donde vive, ¿sabes?

–Y ¿crees que vamos a llegar en media hora, Matt? –le espetó–. ¿Con ese churro de coche que tienes, Matthew Nicked? ¡Oh, por el amor de Rowling!

–Vale que es un poco viejo –comentó el señor Nicked completamente ruborizado–, pero es lo único que tenemos. Si sólo lo utilizo yo para ir a trabajar... ¡Con esto de la chimenea no lo hemos renovado en veinticinco años! –exclamó levantando los brazos.

–¿Y crees que vendremos a tiempo para las nueve? –preguntó la bruja–. Es que también nos ha invitado Molly para celebrar el que está embarazada de nuevo; como se lo acaba de decir a Arthur... –explicó–. ¡Y eso que yo pensaba que después de los gemelos ya no iba a tener nada de nada! ¿Vendremos? –inquirió.

–No sé... –dijo tímidamente el señor Nicked.

–¡Pues me da igual! –gritó–. Como a las nueve todavía esos muggles sigan de cháchara, tú y yo cogemos el coche y nos largamos, ¿me has entendido?

–Sí, palomita...

–Nos vamos, niños. Portaos bien –dijo la señora Nicked dándole un beso a cada uno–. ¿Me has oído, Helen? ¡Pórtate bien!

–¿Cómo? –saltó Helen escandalizada–. Pero si yo siempre me porto bien. Bueno, menos hoy...

Remus se echó a reír. "Cállate", le dijo su novia por lo bajo.

Salieron por la puerta y al rato se escuchó arrancar al viejo motor. Con un sonido infernal desaparecieron calle abajo. Remus intentó ponerse a estudiar de nuevo.

–Remus.

–¿Sí, Helen?

–¿Estás enfadado por lo de esta mañana?

–No.

–¡Ah, vale!

–Bien.

–Es que estaba preocupada, ¿sabes?

–Sí.

–¿Sabías que estaba preocupada y no me has dicho que no estabas enfadado para que no me siguese comiendo la cabeza?

–No.

–Remus, ¿me estás escuchando?

–Sí.

–Remus, ¿eres idiota?

–Sí.

–¡Remus! –gritó.

–¿Qué? –Se le cayeron los pergaminos por el suelo–. ¿Qué pasa?

–Que no me estás haciendo ni caso, ¡eso es lo que pasa!

–Quiero estudiar –dijo mientras recogía los apuntes–. ¿Vale? Los exámenes son el mes que viene.

–Mi cumpleaños es ya mismo –comentó Helen con voz melosa.

–Ya lo sé –contestó irritado.

–¿Y me has comprado algo?

–Sí.

–¿Qué? –preguntó emocionada.

–¡A ti te lo voy a decir!

–¿Es grande?

–No sé.

–¿Lo tienes escondido aquí, en casa?

–No.

–¿Dónde? –insistió.

–¡¡¡Me piensas dejar estudiar, Helen, o qué!!! –gritó. Miró el reloj de la pirámide de cristal y soltó–: Son casi las cinco y media. ¿Me vas a dejar estudiar?

–¿Esa hora es ya? –preguntó–. Qué tarde. Creo que me voy a duchar antes de irme. ¿Te importaría quitarme el caldero de aquí?

–Mientras te vayas, ¡no! –contestó bruscamente.

–Gracias –soltó muy alegre–. ¿Y qué me has regalado?

–¡Te he dicho que no te lo voy a decir!

Helen se fue diciendo algo por lo bajo y pegando saltos para subir los escalones hasta el piso superior. Remus se levantó al poco del sofá y sacó su varita. La agitó una primera vez y el contenido del caldero desapareció. Después, en voz queda, pronunció apuntando hacia el recipiente de peltre:

–¡Relaxo!

Y el caldero salió volando escaleras arriba, colocándose con cuidado en lo más alto de la estantería en el cuarto de Helen. Se volvió a tumbar en el sofá y recogió los apuntes. Por fin podría estudiar en paz.

Estuvo veinte minutos de lo más relajado cuando reapareció Helen, con un albornoz y una toalla liada en la cabeza.

–Hola, Remus –dijo–. ¿Qué te cuentas?

–Estoy estudiando –contestó hosco.

–¡Qué humos! –Torció los labios en una mueca la chica–. Cuando yo estoy estudiando y tú me molestas tampoco me pongo tan susceptible.

–Tal vez no –contestó con un deje irónico en la voz–, pero yo sé captar las indirectas al momento, ¿no te parece?

–Yo también –contestó resuelta–. Por cierto, que he estado pensando y... ¿Tú crees que me gustará tu regalo? –Se sentó en un sillón y cruzó las piernas. Remus se tapó la cara con los apuntes–. Porque si no me va a gustar o no me va a servir de nada, ¡pues como que podrías comprarme otra cosa! Y tú, aunque creas que me conozcas, ¡no sabes ni cómo pienso! –dijo–. He pensado que lo mejor es que me digas que me has comprado por mi cumpleaños y yo te diga si me gusta o no, porque si no, te puedo decir qué me gusta para que tengas una buena idea y me puedas comprar algo con lo que no te equivoces. ¿No te parece?

–No, no me parece –contestó con voz cansada.

–Pues yo opino que es lo mejor –comentó Helen.

–¿Ah, sí? –saltó Remus burlón–. Mira la hora que es. –Señaló la pirámide de cristal con el ojo, donde marcaba las seis en punto–. ¿No tienes que vestirte? No querrás llegar tarde, ¿verdad?

–Pues no –contestó altiva–. Pero ¿me lo vas a decir o no?

–No.

Helen se levantó de un salto, se acercó dando grandes y sonoras pisadas hasta plantarse delante de Remus, a quien cogió de la cara apretándole los mofletes para ponerle la cara directamente frente a la suya y mirarlo directamente a los ojos, sin que pudiese volverse.

–¿Qué haces? –preguntó Remus intentando librarse de ella.

–¿Es algo de ropa? –preguntó Helen tras pensar un momento.

–Pero ¿qué dices? –Pataleaba Remus.

–Di: ¿sí o no?

–No te lo voy a decir. –Y le pegó un empujón para que le soltase la cara–. ¿En qué demonios estabas pensando? –gritó.

–Dumbledore me ha dicho que desde hace unos tres meses estoy desarrollando aptitudes para la Legeremancia. Pensé que podría sonsacártelo... –explicó.

–Pero ¿tú sabes lo que es el efecto sorpresa? –preguntó Remus con el ceño fruncido–. ¿Y es cierto eso de la Legeremancia? –Helen asintió–. ¡Joder! Ya no podré hacer nada sin que tú te enteres...

–¿Y qué quieres hacer tú que yo no me entere? –soltó Helen de forma muy borde.

–¿Yo? Nada –se apresuró a contestar. Señaló de nuevo el reloj de encima de la repisa de la chimenea–. ¡Vas a llegar tarde!

–¡Es cierto! –gritó y echó a correr escaleras arriba.

Eran casi las seis y diez minutos.

Transcurridos diez minutos, Helen bajó vestida y bien arreglada. Remus pensó que había tenido que vestirse y hacerlo todo con magia, porque si no, no sabía cómo lo habría hecho todo tan rápido.

–Me voy, Remus –dijo escuetamente.

–¡Estupendo! –exclamó Remus fingidamente–. Por fin podré estudiar.

–Todavía soy capaz de echarte un maleficio aturdidor o algo así –dijo mientras cogía un pellizco de polvos flu–. Bueno, que me voy. Pórtate bien, Remusito –dijo imitando el tono de voz de su madre.

–Si te escuchase tu madre... –comentó Remus desaprobador.

–Mientras tú no lo hayas grabado no tiene por qué oírlo –dijo perspicaz–. Hasta luego.

Y desapareció por el hueco de la chimenea.

Remus se quedó un segundo viendo cómo se extinguían las llamas verdes. Después plantó la vista en los apuntes, pero ahora que se encontraba solo y había únicamente silencio a su alrededor le costaba más concentrarse. Se levantó y dio un par de vueltas alrededor del sofá con los pergaminos en la mano. Se aburrió y se sentó en un sillón. Así tampoco estaba cómodo, con lo que se fue a una silla. Se hartó y se fue a orinar.

Cuando regresó estuvo tentado de poner la radio, pero se contuvo. Se obligó a fijar su atención en los apuntes. Todo estaba en silencio. De pronto le pareció escuchar una risa y se volvió hacia la chimenea, pero al instante vio que se lo había imaginado, porque no había absolutamente nada.

Miró el reloj de encima de la repisa: las siete menos veinte. ¡Y no se había aprendido ni media palabra! O se ponía en serio, o lo dejaba.

–La mutación o transformación del mago en el medio natural se produce en reducidas ocasiones de forma nata. Lo idóneo es realizar pociones o encantamientos que pertenecen a grados de magia avanzada... –leía Remus.

Un chasquido devolvió la conciencia del mundo a Remus. Se volvió y esta vez sí que no se lo había inventado.

–¡Helen! –gritó–. ¿Qué haces aquí?

–¡Vámonos! –vociferó, toda nerviosa.

–¿Qué te pasa? –La trató de tranquilizar Remus.

–¡Lo he visto, Remus! ¡Va a venir! –exclamó con lágrimas en los ojos.

–¿Quién? –preguntó con el entrecejo fruncido.

–¡¡¡A él!!! –gritó, y un nuevo chasquido los hizo volver la cabeza a ambos.

En medio del salón estaba lord Voldemort mirándolos sonriente y apuntándolos con su varita.

–Hola, Remus –dijo con su silbante voz–. Esperaba encontrarte solo, pero tu amiguita la adivina me ha estropeado los planes.

Helen se interpuso entre Remus y la varita de Voldemort, con lágrimas en los ojos y los brazos extendidos, y dijo:

–Para matarlo a él tendrás que matarme a mí primero.

Voldemort rió y Remus sintió que le hervía la sangre. Apartó a Helen y la cobijó detrás de sí.

–No os peléis –dijo mordaz–. Pienso mataros a los dos. ¿Quién quiere empezar?

–¡Tú no eres Voldemort! –gritó Remus fuera de sí–. Dumbledore hizo cientos de encantamientos para proteger esta casa. ¡Tú ni siquiera podrías entrar!

–Te equivocas –dijo Voldemort muy sereno. Levantó la mano izquierda y cruzó el aire la pirámide de cristal de encima de la repisa de la chimenea hasta acabar en ella–. Puedo entrar si, previamente, me has aceptado con total libertad. –Y el ojo que encerraba la pirámide se transformó lentamente en uno rasgado y de color rojo–. Mi propio ojo, Remus. Para poder vigilarte día y noche. –Y rió patéticamente–. Hoy no te escapas, Remus. No te daré ninguna oportunidad. ¡Ni te imaginas lo que me ha costado llegar hasta aquí! ¡¡¡Avada kedavra!!!

Helen empujó a Remus y éste cayó en el suelo. La chica también se apartó y el rayo verde impactó contra un cuadro que había sobre la chimenea de los señores Nicked, que acabó ardiendo.

Remus sacó su varita:

–¡¡¡Avada kedavra!!! –gritó.

Voldemort, sin embargo, veloz, obró un enorme círculo con su varita y apareció una burbuja escudo con forma esférica que cubrió al hechicero. El rayo asesino de Remus golpeó contra ella y se volatilizó, rompiéndose el escudo en fragmentos diminutos.

–¿Te convertirías en un asesino con tal de matarme a mí? –preguntó Voldemort riendo frenéticamente.

Voldemort apuntó ahora rápidamente a la varita de Remus e hizo que ésta saliese disparada, cayendo a unos centímetros de la puerta de salida. Remus se la quedó mirando con pánico. Después se volvió hacia Voldemort y se levantó con dificultad, apoyándose en la repisa de la chimenea.

–¿Estás preparado para cruzar el umbral? –preguntó Voldemort sarcásticamente–. Dale recuerdos de mi parte a tu padre, ¿quieres? ¡Avada kedavra!

Pero Remus lo había previsto y, con buen tino, le lanzó la taza con la inscripción de "Recuerdo de Mallorca", que chocó contra el rayo haciéndose mil pedazos. Voldemort, no obstante, rió. Parecía disfrutar cerrándoles el cerco.

Se aproximó con paso lento pero medido hasta Helen, que lloraba postrada en el suelo. Voldemort extendió su varita hacia ella y Remus sintió que el corazón se le iba a salir por la boca.

–¡¡¡Expelliarmus!!! –gritó, y la varita de Voldemort chocó contra el techo.

Voldemort tenía sus ojos rojos muy abiertos. Remus corrió hacia Helen y la agarró firmemente del brazo. La obligó a levantarse y salió corriendo con ella.

–¡Nos tenemos que ir! –le dijo.

En un segundo llegaron a la puerta y Remus pudo recoger su varita. La abrieron y salieron fuera corriendo. Pero ninguno de los dos esperaba aquello: todos los mortífagos del Señor Tenebroso, encapuchados, estaban diseminados por los tejados de la vecindad, y al verlos salir comenzaron a lanzarle maleficios y maldiciones a discreción que rebotaban en el suelo cerca de sus pies.

Remus escuchó una explosión y se volvió a tiempo de ver cómo la puerta de su casa salía volando por encima de sus cabezas y la mitad de la fachada de su casa se derrumbaba. Cuando volvió la vista al frente vio a Voldemort a un metro de distancia de ellos, apuntándolo directamente a los ojos. Remus también sintió cómo todos los visillos de las casas se descorrían y los vecinos se asomaban por sus ventanas; suplicó porque no viesen aquello.

Como el restallido de un látigo se aparecieron al mismo tiempo todos los mortífagos dibujando un perfecto frente detrás de Voldemort. Todos habían guardado sus varitas y sonreían detrás de sus pérfidas máscaras.

Remus dejó de abrazar a Helen y la dejó sentada en el suelo, medio sollozando. Se plantó de frente, miró a Voldemort a los ojos e irradió un odio inimaginable. No supo cuánto tiempo estuvieron así, pero Voldemort parecía disfrutar con aquello, porque Remus sabía que había llegado su momento, que tenía que morir; de nada serviría hacerle frente a un mago tan aventajado como aquél. Acabaría matándolo...

Pero entonces se escuchó un nuevo chasquido, que no sonó como siempre sino como un trueno, y hasta el mismo suelo pareció temblar, y alguien se interpuso entre Remus y Voldemort. La varita apuntaba directamente ahora a los ojos del recién llegado, quien se había aparecido a sólo unos centímetros de Voldemort: unos ojos que irradiaban mucha energía y que miraban a Voldemort, risueños, por encima de sus gafas de media luna.

La mano de Voldemort comenzó a titubear.

–Dumbledore... –dijo. Algunos mortífagos se metieron las manos en las túnicas, buscando, sin duda, sus varitas.

–¡Oh, Tom, cuánto tiempo! –habló el director igual que si se acabase de encontrar con un viejo amigo al que hacía mucho tiempo que no veía–. Te veo nervioso. ¿Te asombra el que esté aquí? –preguntó–. No has sido el único que le ha puesto un ojo encima a Remus, Tom.

Cinco chasquidos hicieron volverse a Dumbledore y desviar la vista de Voldemort de encima del director. Sirius, James, Peter, Frank y el auror Moody se acababan de aparecer.

–Te dije que los retuvieras en la orden, Alastor –gruñó Dumbledore.

–¡Pues no he podido! –soltó molesto.

Ninguno sabía tampoco que Lily y Alice, a las que supuestamente habían dejado en la orden, habían utilizado la Red Flu para aparecerse por la chimenea. Como estaban en estado avanzado no podían aparecerse ni desaparecerse, les habían explicado, porque corrían el riesgo de dejarse el feto atrás. Como Lily conocía la casa de Helen subió hasta el trastero y accedieron hasta el tejado, desde donde, a discreción y bien ocultas, lanzaban maleficios contra los mortífagos constantemente.

Voldemort lanzó la maldición asesina contra Dumbledore, pero Remus, que había estado como en trance hasta ese momento, despertó de él y avanzó corriendo con su varita en ristre. Gritó algo, pero no se llegó a escuchar porque la sangre le bombeaba con fuerza en los oídos. El rayo verde salió disparado hacia el cielo, por cuarta vez en su vida, y cayó en un árbol de la calle que se incendió al momento.

Dumbledore se volvió al instante y se enzarzó en una aguerrida lucha contra lord Voldemort. Los otros cuatro junto con Moody corrieron a enfrentarse contra los mortífagos, que eran más, sin embargo, aunque contaban con la inestimable ayuda de las dos embarazadas, como pronto se dieron cuentan, que dejaron enseguida fuera de combate a un par de encapuchados.

Remus corrió hacia Helen y se arrodilló ante ella.

–¿Estás bien? –le preguntó.

–Sí –contestó, aunque parecía mareada. Se levantó con dificultad.

–¿Qué haces? –inquirió Remus.

–¡Ayudarles! –contestó.

–No –le prohibió–. Desaparécete y vete a un lugar seguro, ¿quieres? –Un rayo no le dio de lleno por bien poco a Helen–. ¿Quieres? –gritó más fuerte.

–No voy a dejarte solo, Remus –dijo y agarró la varita con decisión.

–¡No estoy solo! –repuso él.

–Nunca me separaré de tu lado, Remus –dijo Helen con determinación.

–En tal caso, ¡hagamos algo de provecho!

Y salió corriendo blandiendo su varita, con Helen siguiéndole por detrás. Remus apretaba los dientes con furia y miraba a Voldemort mientras apuntaba hacia él su varita. Un par de rayos lanzados por Lily y Alice estuvieron a punto de alcanzar a Voldemort.

–¡Matadlos a todos! –gritó Voldemort–. ¡¡¡Matadlos!!!

Y se desapareció ante las narices de Dumbledore, que se quedó riendo como un poseso. Los mortífagos también se desaparecieron, pero reaparecieron al cabo de unos segundos diseminados. Aquello pilló por sorpresa a la Orden del Fénix, que tuvo que reagruparse, y así el bando tenebroso controló la situación durante un momento.

Uno de los mortífagos se apareció en el tejado de la casa de los Nicked y luchó con rabia contra las dos embarazadas, que tuvieron que hacerle frente al tiempo que se sostenían sus pesadas barrigas. James lanzó una fugaz mirada y vio el atrevido combate. Se apuntó con la varita y se desapareció de al lado de Sirius. Remus cubrió su hueco al instante.

–¡Déjalas en paz, gilipollas! –gritó James al aparecer detrás del mortífago que acosaba a su mujer y a Alice.

El mortífago se volvió tan violentamente que le dio un golpe tal a la varita de James con el codo que cayó en el jardín de atrás de los Nicked, sobre la mullida hierba. James se vio indefenso y salió corriendo por encima de las tejas, algunas de las cuales estaban resbaladizas, y a punto estuvo de partirse la crisma.

Se ocultó detrás de la chimenea y vio si, desde allí, podría hacer algo por su varita, pero estaba muy alto. Esperó a que se deshicieran de él, rezando por ello, para que entonces alguna pudiese convocarla. Pero Alice tropezó y rodando se quedó prendida por los dedos al borde del tejado, mientras que a Lily había conseguido desarmarla.

James, sin saber qué hacía, salió corriendo en dirección a ellos y el mortífago, al verlo venir, le lanzó una terrible maldición a la cabeza, pero en ese momento ya no hubo cabeza ni nada a lo que acertar, sino una gran testa con dos prominentes cuernos, y un ciervo galopaba sobre el tejado en pos del enemigo. El ciervo agachó la cabeza e embistió. El mago salió volando hasta dar con su cuerpo en la carretera, con la cabeza encharcada en su propia sangre.

Lily se acercó al animago y le acarició los cuernos.

–Cornamenta... –dijo.

James volvió a su estado natural y Lily corrió a ayudar a su amiga, que seguía agarrada al borde del tejado, aunque en el momento en que llegaron se desprendió totalmente. Lily pudo levitarla justo a tiempo antes de que se estrellase contra el suelo.

–¡Impedimenta! –gritó furioso Remus, pero el mortífago se desapareció.

Todos hicieron tarde o temprano lo mismo y el estertor de los rayos que bullían y golpeaban de un lado a otro se esfumó. Remus miró a su alrededor y vio muchos rostros sudorosos y jadeantes, y otros muchos ojos ocultos tras las cortinas de sus hogares, suplicando al Cielo que pusiese fin a aquello.

Dumbledore se agachó al lado del mortífago muerto y le desprendió la máscara negra. Su rostro apareció inerte, con un hilillo de sangre saliendo de su boca.

–Lucas Simon –dijo Dumbledore en un susurro–. ¿Estáis todos bien? –preguntó alzando la voz.

–¡Sí! –gritaron todos.

–No –dijo Sirius señalando a Peter, que estaba desmayado en el suelo. Ninguno llegó a saber que éste se había desmayado a sí mismo aprovechando un momento en que nadie de la orden lo miraba.

–Reanímalo, Sirius, por favor –ordenó Dumbledore.

Se comenzaron a aparecer algunos miembros del Ministerio de Magia y Remus pudo escuchar los gritos amortiguados de algunos de sus vecinos, que seguían curioseando y que pensaban, sin duda, que aquello era un nuevo ataque.

–¿Qué ha pasado? –preguntó un mago bajito que se acercó corriendo hasta Dumbledore–. ¿Qué ha pasado, Dumbledore? ¿Está muerto? –Señaló al mortífago.

–Sí, Fudge –contestó el director.

–¡Dios mío! ¡Esto ha debido de ser una matanza! –exclamó llevándose las manos a la cabeza.

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(NUEVO CAPÍTULO DE...: SIRIUS BLACK, ENCARCELADO EN SU PROPIA MENTE. Éste es mi regalo, que os ofrezco a todos vosotros como recompensa por haberme conseguido alcanzar los ¡200 "reviews"! Sabéis que siempre que alcanzo una centena os dejo un regalito: ¡espero que os guste, porque lo he escrito pensando en vosotros!)

Bien, he aquí este nuevo capítulo que vuelve puntual a su cita después de las maravillosas vacaciones de Navidad. Espero que todo haya ido a pedir de boca y que no estéis metidos en demasiadas dietas a causa de los mantecados y los mazapanes. ¡Espero que el 2005 ya os esté yendo de maravilla!

¿Para cuándo el próximo capítulo?, os estaréis preguntando. Pronto; como siempre, dentro de una semana. El lunes, 17 de enero de 2005 os estaré esperando a todos ansioso. Ya sabéis que si ese día no cuelgo el capítulo, a más tardar al día siguiente por la mañana me afanaré en que aparezca. Muchas gracias por todo.

AVANCE DEL CAPÍTULO 25 (SÉPTIMO MES): Después de largo tiempo, de nuevo un epitafio se alzará ante los ojos de Remus. Pero la muerte se compensa con vidas, y nacerán dos criaturas hermosas y sanas. «¡¡¡Viene Harry Potter!!!», gritará su madre instantes antes de dar a luz.

Hasta la semana que viene se despide Quique Castillo, más conocido por aquí como KaicuDumb.