«Cada libro, cada tomo que ves, tiene alma. El alma de quien lo escribió, y el alma de quienes lo leyeron y vivieron y soñaron con él. Cada vez que un libro cambia de manos, cada vez que alguien desliza la mirada por sus páginas, su espíritu crece y se hace fuerte.»
(La sombra del viento de Carlos Ruiz Zafón; si alguien quiere un libro de actualidad en lugar de un clásico –aunque quién ha dicho que no pueda llegar a serlo un día– le recomiendo éste en lugar de tanto Código Da Vinci.)
¡Bienvenidos a la vigésimo quinta entrega de MDUL!
Respondo "reviews":
–Ana (Leonita): ¡Hola, leguleya o leguyela! Aquí el "yogurín", más conocido ahora como Mio Cid, el valiente jinete que sale por tierras de Castilla a defender las fronteras de Alfonso VI, el monarca castellano que me ha desterrado, pero del que volveré a conseguir su don. ¡Gracias por tu "review"! Antes de nada quería disculparme por el último día que estuvimos hablando por el "messenger": es que estaba tan sulfurado que, sin darme cuenta, monopolicé la conversación; debería haberle preguntado a Pepe por sus charlas, pero se me fue el santo al Cielo con el maldito error 503 que ya ha sido subsanado, por cierto. En la página principal de "fanfiction" ponen que estuvieron retocando el portal. ¡Dichosos! Lo están revisando cada dos por tres. Aunque mejor eso que no nos quedemos colgados, sin memoria, y ya si que no podamos colgar nada de nada. Sí, mejor que revisen de vez en cuando. ¿Ves? Ya vuelvo a monopolizar la conversación. ¡Soy un caso! ¿Te puedes creer que aún no ha aparecido Ann Thorny? Es que este capítulo que tengo entre manos (el 51 para tu información) me está quedando endiabladamente largo: más de ¡setenta páginas! Por eso me da rabia que los que estoy colgando ahora parezcan tan mezquinos, cuando en realidad es sólo una parte del relato: a partir del 30 y del 40, sobre todo, los capítulos se hacen mucho más interesantes. Lo prometo. ¿¿¿El culebrón de la Primera??? Me hizo gracia el símil, ¿te puedes creer las ocurrencias que tienes?... ¿El culebrón de la Primera? (!) Yo más bien lo consideraría algo así como "Aquí no hay quien viva", pero no sé. Aunque culebrón... (Risas.) Eso me recuerda la de ideas disparatadas que me ha hecho incluir últimamente Elena; sí, dentro de poco parecerá verdaderamente un culebrón, y como ya tienen nombres compuestos... Remus Julius, Harry James, etc.; aunque, dónde va a parar, suena muchísimo mejor: Marcos Antonio de las Gracias benditas. ¡Madre del amor hermoso y hermandad del puño divino!, qué nombre más largo, ni el Froilán, mira tú. Atendí tu crítica y pregunta. La crítica es más que aceptada, e incluso ratificada. Es cierto lo que dices, pero como digo yo: estoy aprendiendo. Dentro de algún tiempo aparecerá otra escena con muuuchos frentes abiertos, que estoy preparando ya porque no quiero que nada salga mal. Sí es un poco peliculesco, pero es que me encanta cómo quedan en el celuloide, aunque aquí no puedo incluir diversas tomas. No obstante, para esa escena de la que te estoy hablando, ya veremos... Y ¿de quién me he inspirado para Remus? ... Ni yo mismo lo sé. Lo cierto es que Elena está diciéndome cada dos por tres que son una pareja muy rancia, que falta bronca entre ellos; que no todo es tan bonito ni de color de rosa. Hombre, ella es la primera que quiere que se lleven bien, pero también que parezca realista. Y yo, viendo que en ocasiones tiene razón, le hago caso. Aunque lo mejor sería preguntar: ¿de quién me he inspirado para la Helen del anterior capítulo? ¡Porque está irreconocible! ¿Tienes ganas de saber ya quién muere en este capítulo? No me voy a hacer de rogar, pues en el comienzo del principio está. Gracias por tu atención, tus consejos y tus amigas, que me las mandas y yo me enorgullezco. Un besazo, leguyela hispalense. P.D.: Estoy pensando seguir muy pronto el "fic" de Sirius. Por cierto, ¿tu amiga Miaka también lee MDUL?
–AYA K: ¡Hola! Cierto, esta vez te han tomado la vez, pero tiene su explicación. No creas que me he retrasado porque sí. Yo el sábado, puntual, cogí mi capítulo y me fui a una academia de informática para colgarlo. ¡Pero "fanfiction" me mandó a freír espárragos, la muy puñetera! ¿Qué hice? Me conecté al "messenger" y allí encontré a Leonita, y le transferí el archivo. Así es normal que ella lo leyera antes que tú. Pero, ¡vamos!, que me da igual que seas la segunda, la cuarta o la penúltima. Estás aquí, que es lo que cuenta. ¿Cómo estás? ¡Todo te extraña de mí! Pues sí, no me documenté para lo del tarot; mis amigos me lo regalaron para un cumpleaños y algo aprendí. Y sí: no he visto muchos chicos por aquí; si te soy franco, ninguno. ¿Y si pongo en el "summary" que soy chico? ¡A lo mejor me lee más gente, como eso es una novedad! (Risas.) Bueno, que me desvío del tema: en centros comerciales he visto barajas egipciacas (no sólo por el tarot, me agrada el esoterismo) y están muy chulas. Oye, ¿has leído Ángeles y demonios? Yo comencé El código Da Vinci, pero no he conseguido acabarlo. No me llena. La intriga y el suspense con que termina los capítulos me desquicia, a pesar de que yo, a veces, hago lo mismo. Pero es diferente: yo dejo la intriga y la resuelvo dentro de unos días, mientras que un libro conjunto, ¡qué más da! Bueno, que me embalo. ¿No sabes qué personaje quieres? Pues no sé, últimamente no sé... No tengo muchas ideas. Ya se me ocurrirá algo. Y al messenger dudo que me pueda conectar. No obstante, si se te ocurre, si se te antoja algo, ¡dímelo! Muchos besos desde Córdoba.
–Paula Yemeroly: ¡Hola, chica! ¿Qué tal? Qué puntual eres, es cierto. Me alegra que haya gente así, ¡no os podéis ni imaginar cómo me alegráis el día cuando veo vuestros "reviews"! Por cierto, ¿por qué pides perdón por los tres "reviews" seguidos que me enviaste? No has tenido que hacerlo, porque no me molestó; al contrario: me encantaron, los leí ansioso, como todos los "reviews". Nunca pidas perdón por eso, porque yo te estoy muy, muy, muy agradecido. ¡Ah! Antes de que me pierda: gracias por echarle un vistazo a Remus Lupin ama a Helen Nicked... Si algún día se te ocurre algo, no tienes más que dejar un "review" con tu sugerencia: no sé, cualquier cosa: escenas no aparecidas, realidades alternas, lo que sea. Yo también quiero tener un personaje tuyo en la historia (siguiendo con los argumentos expuestos en tu "review"). Sería genial. Pero necesito que me dejéis tiempo, porque no siempre es fácil crear argumento para acomodar a uno u otro personaje. No obstante, siempre habría recursos: que en caso de no ocurrírseme nada tengo personajes aún sin nombre. ¿Te gustó el "howler" del señor Nicked? ¡Ese muggle es lo mejor! Nunca creí que pudiera crear un personaje tan gracioso, pero tiene su chispa. Un poco atolondrado... Y sí, a Remus lo castiga su suegra (menuda vergüenza, portarse tan mal), aunque en realidad lo hace porque lo considera como un hijo más que como un yerno. Aunque no lo parezca, la señora Nicked es un cacho de pan. ¿Y qué le pasa a Ñobo? Mmm... No lo sé... Me despido ya por hoy, por esta semana. ¡Muchas gracias por tu "review"! Un beso enorme desde España.
–Joanne Distte: ¡Hola! No te sulfures, que voy a intentar ponerme ahora a leer un rato HACIENDO JUSTICIA. Pobriña, te tengo olvidada. (Vaya acento gallego me ha salido cuando yo no tengo acento... Porque eso de los andaluces tenemos un acento cerrado y vamos diciendo "cevilla", ¡mentira!) (Risas.) No te preocupes porque le saliera al señor Nicked la carta del loco: no significa nada relevante; no se lo van a llevar a ningún loquero ni nada. ¿Te engañé con Voldemort saliendo de detrás del buzón? (Risas.) Es que, como el capítulo se titulaba "Preludio de una venganza sonada", me dije que tenía que aparecer algo, porque si no, la gente se podría aburrir. Y mira que tú al reloj no lo has mirado con buenos ojos... ¡Me encanta que seas capaz de estructurar las cosas que más te han gustado por guiones! Es que tus "reviews" me hacen reír, porque recuerdo la escena en sí y te imagino riéndote y me río yo. ¡Vamos, una paranoia! Ya queda menos para que salgas en MDUL. ¿Tienes ganas? Eres la primera lectora, de entre todos, que figura. ¡Menudo privilegio! Bueno, también fuiste la primera en leerme, así que ojo por ojo y diente por diente, pero sin una connotación peyorativa. ¡Ah! He tenido noticias de Mina... ¡Por fin! Supongo que lo habrás leído, porque te llegan a tu correo, como a mí, todos los mensajes de "fanfiction". Espero que este fin de semana se anime un poco eso, porque el viernes invité a ¡más de veinte personas! Es que si no estoy yo, ¡eso se apaga! Es broma, es broma... Dile a Mina de mi parte que, cuando pueda, volverá a tener noticias mías en Pistas para el juego de la sospecha, aunque espero verla también a ella en MDUL. ¡Ah! Gracias por leer "Sirius: encarcelado en su propia mente". Aunque no es como para engancharse, como por ejemplo MDUL, es una historia que tiene su diversión, como tus "fics" cortos sobre Bellatrix. Quizá lo actualice antes de lo esperado. Pero lo cierto es que no le deben de quedar muchos capítulos: tengo un escueto esquema en mi cabeza, y acabará antes de alcanzar los diez capítulos. Volviendo al "review": sí, el señor Nicked se atrevió a mandar la carta y, claro, así pasa lo que pasa. Cuando escribí el capítulo (allá por septiembre o octubre) se me olvidó poner lo del "howler"; suerte que Elena estaba pendiente y me lo dijo. ¿A qué mola el despertador? La verdad que si eso no te despierta, no sé qué lo hará. Yo pongo la alarma de mi móvil (no necesito tanto como tú, la verdad), y todas las mañanas, por consiguiente, me despierto con la música de los X-Men, que un día me preocupé por grabar. Por cierto, ¿alguien tiene el disco de la banda sonora de la segunda parte? ¡Lo quiero! (Por cierto, que acaba de venir Elena a mi casa y te saluda. Me ha traído un póster enorme de Spiderman, ¡siempre se acuerda de mí!, qué buena es.) Bueno, eso... Con las tonterías se me ha olvidado qué era lo que iba a decirte. Bueno, si me acuerdo lo pongo y si no, ¡ya nos vemos pronto! Un beso que coge el AVE y se marcha hasta Madrid. Saluda de mi parte a Mina.
–Nimmy: ¡Hola! ¿Lectora nueva? Encantado. Aunque has entrado con tal caudal de fuerza que me has dejado sorprendido. Parecía como si me conocieras de toda la vida (aunque gracias a leerme sabéis muchas cosas de mí), porque respondías con una efusividad... ¡Me ha encantado! Vamos, pero no te conozco, ¿verdad? Lo digo porque muchas veces hay lectores que se cambian el pseudónimo y no me dicen nada, y me dejan a dos velas. Una cosa es segura: ¡nos conoceremos pronto y nos llevaremos muy bien! ¡Ah! Otra cosa: si vas a seguir leyendo MDUL, te puedo incluir como personaje. Lo estoy haciendo con los demás, porque, como has visto, me gusta llevarme bien con todos. Ya hablaremos sobre eso. Y sí, ¡dejo unas respuestas kilométricas! Mi amiga Elena (la que inspira el personaje de Helen Nicked) me dice que estoy loco, mientras que los que leen dicen que es algo que se agradece. Hombre, yo creo que es lo único con lo que puedo pagaros, humildemente claro, después de haberos tomado la molestia de dejarme un "review". La verdad es que, como nos conocemos poco, ahora mismo no sé qué más ponerte: tampoco es cuestión de enrollarse. Pero en próximas semanas (cuelgo siempre un capítulo cada semana) seguro que te respondo más extensamente. ¡Espero verte muy pronto! Por cierto, a tu comentario de "bueno, sí me gusta la historia...", no te creas que yo me aburro de él. Hay gente que también reconoce que es un "pestiño" o que no le gusta (porque no es "slash"). Hay opiniones para todo, pero en la variedad está el gusto. ¡Ah! Y una última cosa. Con respecto a tu comentario "bueno, supongo que ya tienes ganas de actualizar el fic, así que te dejo en paz y me voy a aplastar orejas", te tengo que preguntar dos cosas. Una: ¿qué es "aplastar orejas"? Elena dice que "irse a dormir", pero yo no tengo ni idea. Dos: no te preocupes por eso, me gustan los "reviews" largos. Además, tengo capítulos suficientes de reserva como para distraerme un poco: yo en realidad, ahora mismo estoy escribiendo el capítulo 51, no el 26. Tengo ese margen de diferencia para poder colgar un capítulo nuevo cada semana y así permitiros que leáis más a menudo. Bueno, pues lo dicho: un beso para... ¿para dónde? Me da a mí en la nariz que debes de ser de Argentina o por ahí (por el tratamiento de "vos", digo). Ya me dirás. Entonces, simplemente, un beso.
(DEDICATORIA: Este capítulo se lo pienso dedicar a Paula Yemeroly, quien se la ve con ganas, y me regocija verla tan comprometida. Sólo falta que no sé de qué poner su personaje. ¡Ánimo!)
CAPÍTULO XXV (SÉPTIMO MES)
El trece de julio de mil novecientos ochenta era la fecha que figuraba en el diminuto epitafio de Ñobo. Lo enterraron sin pompa, muy íntimamente, en el jardín de atrás de la casa. La señora Nicked, que tanto lo había reñido en vida, lloró desconsolodamente por el elfo doméstico, a quien se había encontrado muerto en la cocina, con sus grandes ojos bien abiertos; y puedo decir que no eran lágrimas de cocodrilo. Lo enterraron y la señora Nicked hizo aparecer mágicamente una lápida sobre su enterramiento. Descanse en paz...
La única persona que se alegró con su muerte, aunque no lo reconoció públicamente, fue Helen. A pesar de que, exteriormente, estaba afligida, interiormente sentía un gran júbilo y ganas de saltar y de hacer incluso el indio. Llegó a la conclusión que la carta de la Muerte que se había escapado de su tarot no correspondía a Remus, sino a Ñobo, que en aquel momento se encontraba poniendo servicialmente el plato sobre la mesa al lado de su novio. Aquello significaba que Remus estaba a salvo.
El señor Nicked se guardó la falda de volantes con el holograma de la feria de Sevilla y lloró desconsoladamente al guardarla en un cajón de su estudio. La señora Nicked, igual que si se tratase de una mascota, dijo que ya no tendrían nunca más un elfo doméstico que los sirviese; que bien podía ella desenvolverse como había hecho hasta el momento en que se decidieron a comprarlo. Así se ahorrarían un nuevo sufrimiento al tener que preparar un posible nuevo sepelio.
La mañana del veinticinco de julio del mismo año la voz de la señora Nicked, proveniente de la chimenea, resonó por toda la casa:
–¡Helen! ¡Helen, hija! Ven al hospital, ¿quieres? Alice acaba de dar a luz a un niño precioso.
Remus, que estaba arreglando la maleta para trasladarse a Hogwarts por mandato de Dumbledore, donde estaría más seguro, y Helen se arreglaron un rato para ir bien presentables y se aparecieron en San Mungo, donde les comunicaron que la señora Longbottom ocupaba la habitación cuarenta y nueve. Subieron algunas escaleras y recorrieron sendos pasillos, pero pronto vieron una puerta con varios ramos de lindas flores fuera.
–¡Helen! –exclamó Alice al verla aparecer por la puerta. Parecía desfallecida, pero con el rostro iluminado de felicidad–. ¡Oh, Remus! Qué bien que habéis venido.
Se preocuparon un poco por ella, por el parto, y también por el niño, que trajo bien lavadito una enfermera de expresión hipócrita: un niño gordito y rubicundo.
–Neville... –susurró la madre al cogerlo en brazos.
–Enhorabuena, Frank. –Le estrechó la mano de nuevo Remus–. Qué afortunado eres. Parece tan sano.
Un sanador entró por la puerta y preguntó por la parturienta. Contestó que se encontraba mejor. El medimago insistió en la pregunta de si tenía sueño, pero ella contestó mil y una veces que no, que se encontraba bien y que prefería estar acompañada por su marido y por sus amigos, ¡y con su hijo, claro está!, al hecho de descansar. El hombre se retiró.
–¿Ha dolido mucho? –preguntó Helen contrayendo el rostro.
–Parece mentira que estés estudiando para sanadora, Helen –dijo Alice–. Me han empezado a poner de mejunjes y cremas y a practicar encantamientos que no he sentido nada de nada. Ha sido todo muy rápido, ¡y tranquilo! –Hizo una pausa para mirar a su hijo y sonreírle–. Deberías preguntarle a tu madre. Ella ha sido la comadrona.
En eso la señora Nicked entró por la puerta.
–¿Estás mejor, Alice? –preguntó.
–Sí –contestó.
–¡Oh! ¡Ya te han traído el niño! –exclamó–. Pero qué preciosidad –dijo cogiéndolo–. Se parece muchísimo a ti, Alice. –Frank se acercó por detrás y se le cayó la baba, como a cualquier padre primerizo–. ¿Lo has cogido ya, Frank? –Éste negó con la cabeza–. ¿Y a qué estás esperando?
Y se lo dio con suavidad, apoyándole la cabeza con delicadeza. Neville apretó varias veces el puño y se revolvió inquieto, con los ojos cerrados y los mofletes colorados.
–Es cierto que se parece a ti, Alice –comentó Frank con los ojos brillantes.
–¿Dónde está mi nieto? –Entró gritando la señora Longbottom–. ¡Oh, qué ricura de bebé! Déjamelo, Frank, que tú aún no tienes experiencia. –Y lo cogió tan bruscamente que Remus se preguntó que cómo demostraba la experiencia–. ¡Neville! –Intentó llamar su atención poniendo voz de pito–. ¡Neville!
–¿Has avisado a Lily? –preguntó Helen.
–No, se me ha olvidado –explicó Frank sin mirarla, pues su atención residía ahora en su primer hijo recién nacido–. Sólo he avisado a los familiares. ¿Te importaría hacerlo tú, por favor?
–En absoluto. –Y se desapareció con un chasquido sordo.
–Bueno, yo tengo que irme –comentó la señora Nicked–. Acaba de entrar un paciente al que le ha mordido un dragón. –Y se marchó no sin despedirse antes de su yerno.
Unos gritos espantosos se comenzaron a escuchar por el pasillo. Se acercaban más y más, hasta que Lily, gritando como una loca, entró en la habitación.
–¡Chis, niña! –la espetó la madre de Frank Longbottom mirándola primero a los ojos y, seguidamente, a la inmensa barriga que se sujetaba con ambas manos.
–¡Oh, Alice! –Se arrodilló Lily a su lado, cogiéndole una mano–. ¡Ya has soltado la barriga! Qué suerte. A mí me está matando, y eso que aún me queda un mes. ¡Qué suerte! –Se levantó y fue a ver al niño–. ¡Qué ricura de bebé! No he visto un bebé más bonito en todos los días de mi vida.
James se acercó tranquilamente hasta donde Frank y le estrechó la mano sin más aspavientos, dándole su más sincera enhorabuena.
–He llamado a Sirius y me ha dicho que podrá venir a la tarde. Ahora estaba visitando a una prima suya, una tal Venus, ¡o Andrómeda!, o algo así era... No lo recuerdo muy bien. Dice que tenía ganas de ver a su prima segunda, que sólo había visto cuando nació, pero que se pasará a a tarde.
–¿Queréis tomar un café? –invitó Frank a Remus y a James–. Ellas querrán hablar de sus cosas. –Miró también a su madre, pero la vio muy ocupada con el bebé, y alrededor de ellas al resto, mirándolo y haciendo todo tipo de juegos infantiles que el niño pasaba por alto–. Ya tendremos tiempo de marearlo nosotros también.
Llegaron hasta la cafetería y Frank pidió tres cafés que un servicial camarero trajo al punto.
–Te veo muy contento, Frank –dijo James.
–Sí –contestó sin más, con las manos puestas las dos sobre el vaso para calentarlas–. Es mi primer hijo, entiende. Tú sentirás ya mismo esto que ahora me está pasando a mí, James –y volviéndose hacia Remus–, y tú también, Remus, por supuesto, aunque no todavía. Veinticinco de julio... –musitó–. Es un buen día para celebrar un cumpleaños. ¡Lo más seguro es que no llueva!
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–Te he comprado un vestido para el niño –dijo Lily sacando algunas compras de una bolsa de papel. Helen carraspeó–. ¿He dicho "te he comprado"? Me refería a Helen y a mí. –Sonrió.
–No teníais por qué haberos molestado –dijo Alice, quien ya podía andar y estaba sentada al lado de la ventana.
–¡Y mira qué tuniquita más mona! –Sacó una nueva prenda de la bolsa Lily–. Y con capucha y todo. Yo la quería de algún color así más gracioso, pero sólo las había negras. Ya sé que es un color muy triste –dijo poniendo una mueca de asco.
Helen supo que ella también estaba deseando dar a luz y poder acariciar la suave piel del bebé que ahora mismo llevaba en sus entrañas. Lily se destapó la barriga y se la acarició con los ojos entornados. Alice tenía a Neville en sus brazos y se lo quedó mirando con adoración.
Remus entró, se llevó un dedo a los labios y se quedó de pie al lado de Helen.
–Neville Longbottom –susurró con su suave voz–. Es un nombre muy bonito –dijo en voz queda Alice por no despertar al niño, que mamaba de su pecho, el que no le importaba enseñar un poco aunque fuese delante del novio de Helen.
–¿Y cómo vas a llamar tú al tuyo? –preguntó Helen.
–Pues no estamos muy seguros –dijo tímidamente–, pero estamos pensando que, tal vez, Harry.
–¡Harry Potter! –pronunció Helen–. Es un nombre excepcional.
–Sí. –Sonrió Lily, agradecida.
–En serio –continuó Helen–, un nombre con mucha fuerza. Harry Potter –volvió a decir–. Con tanta erre suena la mar de bien, ¿no os parece? Tiene garra.
–Oye, ya basta –saltó Alice fingiendo en broma que se molestaba–. ¡Que Neville Longbottom también suena muy bien! Pero ¿cuándo piensa venir Harry Potter? –preguntó con voz cándida.
–No sé –contestó Lily acariciándose otra vez la barriga desnuda–. Espero que pronto. –Sintió una patada y retiró la mano–. ¡Ganas no le faltan! –comentó–. Pega tan fuerte que podría salir futbolista.
–¿Futbolista? –preguntó Alice con expresión de confusión.
–Son personas que juegan a un curioso deporte del mundo muggle –explicó Helen–. Tienen un balón y le dan patadas con el fin de llevarlo hasta la portería y marcar gol.
–¿Cómo sabes tantas cosas de los muggles? –preguntó sorprendida Alice–. Ni siquiera cursaste Estudios Muggles, sino Aritmancia.
–Te olvidas de que tengo un curioso ejemplar muggle como padre –le recordó Helen cariñosamente.
–¡Eso no lo explica del todo! –exclamó Remus y Lily se volvió sorprendida, porque ya no se acordaba de que estaba allí–. Yo también he convivido unos cuantos meses con tu padre, hasta ayer, y lo único que he sacado en claro es que los muggles son un poco raritos.
–Bueno, yo llevo más tiempo con él –repuso airadamente.
–¿Y cómo es eso de hasta ayer? –preguntó Lily a Remus.
–Sí, bueno... –dijo melancólico–. Me he mudado a casa de Dumbledore otra vez, de momento. En septiembre me iré a Hogwarts con él.
–¡Pero eso es casi igual que encerrarte! –exclamó con indignación Alice y Neville rompió a llorar.
–Dice que allí estaré más seguro –explicó triste.
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Helen Nicked, en la habitación de Alice, retiró una nueva página del calendario diario que había colgado en la pared. Tiró la página del treinta de julio y leyó:
–Treinta y uno... ¡Qué gran día! –exclamó–. ¿Cuándo te piensan dar el alta?
–Mañana, me han dicho –explicó. Estaban solas en la habitación–. Han encontrado unos cuantos problemillas y me han pedido que repose. Me han comentado que debería estar en vigilancia unos cuantos días. –Puso expresión de melancolía–. No saben si podré tener otro hijo...
–¡Ya tienes uno maravilloso! –exclamó Helen para animarla–. Neville es lo mejor que te ha pasado en la vida, ¿no te parece?
–A todos, Helen –resonó una voz familiar. Dumbledore estaba plantado bajo el marco de la puerta–. ¿Se puede, querida Alice?
–¡Dumbledore! –exclamó extendiendo las manos para abrazarlo–. Qué alegría verlo. Ya creía que no vendría a visitarme.
–He sido muy desconsiderado, sí, lo siento –reconoció avergonzado–. ¿Es éste Neville? –Señaló al niño de la cuna que había al lado de la cama de la paciente. Le cogió su diminuta mano y se la estrechó, jugando–. ¡Hola, Neville Longbottom!
–Buenos días –saludó alegremente Sirius entrando en la habitación campechanamente–. ¡Qué grande está ya!
–No seas tonto, Sirius –le reprochó Helen–, que sólo tiene seis días.
–¡Oh, Neville! –continuaba hablando Dumbledore al bebé en voz tan baja que nadie le escuchaba, ni tan siquiera el niño, que dormía plácidamente–. ¿Eres tú la persona en quien tanto he estado pensando todo este tiempo?
–¿Qué le cuentas? –Dumbledore se volvió y vio que Sirius lo miraba con desparpajo.
–Le estaba preguntando si estaba seguro de haber nacido en el séptimo mes –se excusó.
–Pues claro –saltó Sirius divertido–. ¿Es que acaso no has oído esa famosa canción popular? Uno de enero, dos de febrero, tres de marzo, cuatro de abril, cinco de mayo, seis de junio, siete de julio: ¡San Fermín! –Y siguió tarareando porque no se sabía el resto–. ¿Ves? –le soltó al rato–. ¡Siete de julio! Como cada mes corresponde a un número, ¡julio es el séptimo! –Soltó una estridente risotada que dejó a Dumbledore perplejo.
–Entretente un rato, Sirius, ¿quieres? –le dijo echándole un brazo por encima del hombro–. Oro parece, "plata no" es... –remarcó con mucho énfasis–. A ver, dime lo que es.
Y Sirius se quedó un buen rato dándole vueltas en la cabeza.
–¡El cobre! –probó, pero Dumbledore le dijo que se equivocaba.
La señora Nicked entró por la puerta y se interesó por Alice.
–Te veo mucho mejor –dijo sonriente.
–¿Y los análisis que me han hecho? –preguntó Alice muy nerviosa.
–El laboratorio de analíticas lo lleva el medimago Eckhart –explicó–. No sé cómo va eso, querida. Yo sólo soy la comadrona. Aunque últimamente está esto tan parado –comentó riendo–, que tengo que ayudar en todo lo que los demás no dan para abasto.
–¿Quiero eso decir, Helen –se volvió Dumbledore con una enigmática sonrisa–, que está usted al tanto de todos los nacimientos que se producen en la comunidad mágica?
–¡¡¡Hola!!! –Entró por la puerta Lily cogida del brazo de James–. ¿Cómo estás, Alice? Mira, te he traído una caja de bombones. ¿Te gustan?
–Claro que estoy enterada –contestó la señora Nicked resueltamente–. Son estas manos –levantándolas– las primeras que sujetan a todos esos niños.
–¿Y cuántos más han nacido últimamente? –preguntó como sin darle importancia.
–¡Uy, muy pocos! –dijo–. Ya le he dicho que va la cosa muy floja. El último ha sido el de Alice. Antes, el veintidós, nació un niño rubio la mar de mono. Era de la señora Malfoy.
Dumbledore contrajo el rostro.
–¿Está usted segura? –insistió.
–No se hace ni una idea –replicó educadamente–. Pero ¿a qué viene ese interés?
–¡Oh, no, nada! –repuso calmado–. Quiero saber tan sólo si seguirá habiendo magos suficientes a los que educar dentro de diez años.
–¡No le quepa ninguna duda! –exclamó serena la señora Nicked–. Junio fue un mes más prolífico.
Dumbledore se sentó a los pies de la cama y se quedó allí un rato en silencio, haciendo cuentas con los dedos de vez en cuando. Levantaba los dedos. Nunca llegaba a levantar más de tres. Estaba contando, sin duda, el número de veces que los Longbottom habían visto a Voldemort. "Lo habían desafiado"...
–¿Puedo coger un bombón? –pidió Lily cuando Alice abrió la caja–. ¡Tienen una pinta...!
Se echó uno a la boca y lo tragó con gusto, pero al cabo de unos segundos se apoyó en la pared y se apretó fuertemente en la barriga.
–¿Qué te pasa? –Se adelantó hasta ella para sostenerla James–. ¿Estaba malo el bombón?
–¡No! –gritó Lily, como pensando que no podían estarlo, que los había elegido ella y debían ser de la más exquisita calidad–. ¡¡¡He roto aguas!!! –gritó.
–¿Qué? –Se levantó Dumbledore de un salto.
–Eso es imposible. –Se acercó Helen hasta ella y le palpó la frente y los mofletes–. Estás de ocho meses...
–¡Pues viene! –dijo rechinando muchos los dientes.
–¿Un octillizo? –comentó Remus en medio del bullicio que se había formado.
La señora Nicked avanzó hasta ella pidiendo calma a los demás y la obligó a tumbarse sobre una camilla que había hecho aparecer mágicamente y que flotaba en el aire como una ligera pluma. Agitó su varita y la camilla salió volando por el aire. James iba al lado de su esposa, cogiéndole la mano tiernamente.
–¿Puedo acompañarla, señora Nicked? –preguntó.
La bruja asintió.
–¡Hagan paso! –gritó cuando salió al pasillo–. ¿Quieren apartarse? ¿Qué quieren, que tenga el niño aquí? ¡Fuera de mi camino!
–¡Que viene, James! –escucharon desde el cuarto todos que gritaba Lily–. ¡¡¡Viene Harry Potter!!!
Y Dumbledore se sentó de nuevo en el filo de la cama, mareado, mirando a Neville de reojo y preguntándose cuál era la solución a aquel enigma indescifrable. "El Señor Tenebroso lo señalará como su igual." Y Dumbledore supo que aún debía esperar un poco más.
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Ya sé que es cortito, no me peguéis. La verdad es que estos capítulos me salieron un churro, porque los escribí en una mala época: suerte que a partir del 30 mejoran. ¡Ya veréis!
Como este capítulo ha salido tan escueto, vais a tener muy pronto la continuación; más que de habitual. Ahora, sí, ¡os quiero puntuales! El viernes, 21 de enero actualizo. ¡Ay, cómo pasa el tiempo! Si hace dos días estaba felicitándoos por el año nuevo... Pues, eso: el 21. ¡No me falléis!
Avance del capítulo 26 (VERANO DE 1980): Harry y Neville ya han nacido, aunque para Dumbledore queda la más absoluta incógnita: ¿cuál será el salvador del mundo que conocen? ¿Quién derrotará a lord Voldemort? Aún no lo resolverá, cierto es, pero ¿quién ha dicho que Harry está a salvo de los peligros? Con el padrino que tiene, ¡no me extrañaría que corriese más de una aventurilla!
Como en todos los capítulos múltiplos de cinco, aquí van las iniciales de los siguientes cinco capítulos. ¡Ya veréis cómo ninguno falla!
Capítulo 26: V. de 1980
Capítulo 27: Aún H. M. V. para T.
Capítulo 28: A.
Capítulo 29: W. ( uno de mis favoritos, porque empiezo a incluir la intriga del argumento.)
Capítulo 30: P. S.
Ya no lo digo, pero... ¡Haced el favor de dejarme un "review", que me encanta saber de vosotros, vuestras inquietudes y opiniones con respecto a MDUL! Ahora, que si no queréis o no podéis, lo respeto y comprendo. Pero si no me decís que me leéis, ¡yo no os puedo incluir en los agradecimientos que habrá al acabar el relato!, cosa que sucederá, por cierto, dentro de muuuuchos capítulos más.
¡Hasta dentro de escasos cinco días!
