El T-bird se quedó a mitad del camino. Tuvieron que orillarlo en la ruta a pesar que por ahí no pasaba nadie: Missing Mile no era un sitio muy popular. En la noche tocarían en El tejo sagrado, por lo que debían llegar a su casa por lo menos, para darse un baño. El cabello de Steve brillaba por lo grasiento que estaba, oscuro y largo, se notaba mucho más al sol.
Fantasma bajó del auto con la hielera y la guitarra en la espalda.
—¿Cómo carajos no escuchas que estás en un tono más arriba? —Le gritó Steve apoyando los codos en el borde del capó intentando hallar el problema del auto.
—Estoy a tono. Sólo tienes los oídos sucios —continuó marcando las notas de la guitarra de cinco cuerdas, se le había roto una en el camino y sin importarle mucho esto, había seguido cantando sobre peces de colores, un bosque y unas nubes con la misma forma de su sombrero arco iris.
Steve sacudió la cabeza y volvió a su trabajo.
—¿Encontraste el problema? —Preguntó Fantasma mirándolo con un solo ojo, el otro había sido tapado por su cabello largo y ni se había molestado en quitarlo, pasando los dedos por la guitarra y haciéndola sonar como burbujas que reventaban y teñían de colores su propio espacio: él era capaz de teñir la realidad sólo por ser él.
—Esta puta vieja. Un día la dejaré en el chatarrero y no volveré más —bufó buscando la llave dentro de la caja de herramientas.
Fantasma se rio y alzó la vista sujetando el sombrero con los lazos que caían sobre su cara y ondeaban al viento formando un arco iris.
—Tú no te desharías del auto aun si lo fueras perdiendo a pedazos por la ruta.
No respondió. Steve levantó la vista, listo para discutir y no lo encontró en la hielera, sino, caminando hacia el guardarraíl roto de la ruta. Apenas vio que iba a seguir su camino, Steve sintió que le paró el corazón, corrió hacia donde estaba Fantasma, lo tomó del cuello de la camisa y lo jaló hacia él, cayendo los dos al suelo instantes después.
—¿Qué mierda…?
—Había una mujer. Me pidió que la siguiera y al segundo siguiente, me tiraste aquí— le explicó, en lapsus aún. La sensación de desesperación que el espíritu le había transmitido aún quedaba en su cuerpo y no sabía cómo quitarla de encima.
Fantasma tenía un don, a veces, una conexión sobrenatural con las personas, con los espíritus. La mujer que se había aparecido sobre el guardarraíl, lo había dejado con una sensación de desasosiego, una desesperación tal que podía sentir mezclarse con su sangre y recorrer su cuerpo como si pudiera ser parte de él. La empatía era uno de sus fuertes, pero de sus peores maldiciones también.
Si no hubiese sido por el rápido accionar de Steve, no habría salido bien parado que luego de verla, tan sólo recordó esos fuertes sentimientos y estar en el suelo, entre las piernas de su amigo mientras lo insultaba por haber intentado matarse.
—¿Qué fue lo que pasó ahí? —Steve finalmente preguntó a Fantasma sobre lo sucedió. Había sacado las dos últimas cervezas de la hielera y dejado el arreglo del auto para después, en su estado, iba a terminar haciendo alguna estupidez y no iban a llegar a ningún lado.
Él se acercó a la barrera y la rozó con los dedos, quería saber un poco más. Su abuela le decía que era la única forma de tener contacto con ellos, era estar abierto a que le contaran lo ocurrido.
Steve lo vigiló con la duda a flor de piel, teniendo la imperiosa necesidad de tomar del brazo y sentarlo para que nada más sucediera. Últimamente, había tenido demasiado y perder a Fantasma era lo único que no iba a permitirse, no mientras él todavía pudiera impedirlo.
Los finos dedos de piel traslúcida se pasearon por la botella antes de llegar a la tapa y quitarla. Su mirada recorrió la barrera metálica y los recuerdos fueron amontonándose en sus retinas hasta cerrar los sus ojos y sacudir la cabeza. Era una de esas ocasiones que tener contacto con alguien del otro lado era demasiado abrumador. Fantasma aun sentía el corazón latiéndole como un tambor en el pecho.
—Está sola. Desde hace mucho tiempo que está sola. Salió con su novio y unos amigos durante una noche. Iban bebiendo en la cajuela de la camioneta. Eran siete ahí y había dos chicos más delante. Sentí el frío del viento mientras me acercaba al vacío. Estaba helando a pesar de que era una noche de verano. El aire olía a tierra mojada, iba a llegar una tormenta y ellos seguían bebiendo cervezas —su mano estaba húmeda por la botella que empezaba a perder el frío y transpirar al sostenerla. Se vio la mano y estiró sus dedos hasta restregarlos en su pantalón.
—¿Le pasó algo esa noche? —Preguntó Steve. Por alguna razón, siempre se terminaba dejando llevar por lo que Fantasma decía, no importaba que tan irreal o estúpido sonara, en su boca todo eso podía llegar a cambiar y a volverse tan real como posible. Y a veces, le daba miedo el poder que le concedía a su amigo. Otras, sentía que la única forma de vivir era dándole ese poder a Fantasma, si se dejaba llevar por él, si dejaba que su realidad fuera teñida por Fantasma, el mundo no iba a ser la mierda que era la mayor parte del tiempo.
—Ella murió, Betiana. Se les pinchó una rueda por allá —estiró su brazo sosteniendo la cerveza para señalarle el lugar— ninguno tenía idea de cómo cambiar el auxilio, así que mientras lo averiguaban, se bajaron y siguieron con la fiesta sin importarles mucho estar a la vera del camino —respiró vislumbrando la escena en su cabeza una vez más, enfocándose en la etiqueta de la cerveza para continuar. Steve lo seguía con la mirada y se dio cuenta de ello.
Lo detuvo dándole una palmada en la espalda, diciéndole que terminara la bebida antes de que se calentara que él haría arrancar el T-bird como fuera.
Le llevó una hora. Fantasma se había acostado en el asiento trasero, con el sombrero sobre la cara, cubriéndose de la luz mientras Steve terminaba de arreglar el coche. Finalmente, cuando pronunció puta por enésima vez, logró hacerlo arrancar.
En cuanto sintió el motor andando, Fantasma se incorporó en el asiento y vio a Steve limpiarse las manos y tirar la caja de herramientas en la cajuela como si nada.
Se sentó en el asiento de copiloto como cuando venían y esperó a que regresara. Pronto estarían de nuevo en Missing Mile y el Tejo sagrado les daría cobijo una vez más para que pudieran hacer algo de música.
Abrió la ventanilla y miró hacia el frente y la vio de nuevo, al lado de guardarraíl retrocediendo hasta caer de espaldas por él.
—¡Fantasma! ¿Estás bien? —Preguntó Steve asomándose por la puerta. Él también la había visto y si no fuera porque no podía tocarla, le hubiese dado un buen golpe. No se contenía aun tratándose de una mujer, tampoco se contendría estando Fantasma en medio.
—Sí, lo estoy.
—Nos vamos antes de que pase alguna otra maldita cosa —ni esperó respuesta cuando ya había pisado el acelerador hasta el fondo y girado tan rápidamente que el auto casi derrapó en la curva.
Cuando ya no pudo ver nada en el camino que le recordase ese momento, respiró profundo. Fantasma colocó una mano sobre la de Steve en el volante, pidiéndole que bajara la velocidad o los mataría a ambos. Él estaba tan ansioso que no se había dado cuenta de ello hasta que se lo recordó.
—Esa chica, murió a causa de su amiga y su novio —le contó finalmente, apoyando su codo en la ventanilla abierta haciendo que su cabello blanco se agitara por el viento— estaban borrachos. Él estaba coqueteando con su amiga, se besaron y se alejaron del grupo. Ella los siguió y los encontró semi desnudos a ambos. Salió corriendo, él la atrapó, quiso llevarla donde estaba su amiga, quería que estuvieran los tres juntos. Lo arañó intentando zafarse, le dio en el ojo. Él la empujó, la barrera estaba débil, a punto de romperse, con el peso de ella, simplemente, flaqueó —terminó diciendo con tristeza ¿cuántas almas estarían igual que ella por el resto de la ruta? Un escalofrío le recorrió el cuerpo.
Steve puso su mano sobre la rodilla de Fantasma. Su vaquero estaba roto y la piel oscura de Steve contrastaba de manera notoria contra la palidez sepulcral de Fantasma. A veces le daba miedo de que desapareciera como un espíritu, y llegaba esos momentos donde tenía que sentir que estaba a su lado y que no se iba a ir de ahí.
—Estaremos bien.
—Define bien —Steve lo miró por el rabillo del ojo.
Fantasma no supo cómo empezar. Vio de nuevo el vestido corto y sintió atrapar entre sus dedos la muerte de la chica, asimilando esa historia, reviviendo la escena en su cabeza. Fue en ese momento que sintió todo su dolor, una sensación que recorría desde el dedo pequeño del pie hasta su cabeza, pasando por cada uno de sus nervios. El sabor metálico de la sangre llenando su boca y ahogándose con ella, la saliva llenándole la boca, soltando un gemido ahogado que le cortaba la respiración.
—Olvídalo, Fantasma. Simplemente, olvídalo —lo sacudió Steve —no puedes llevar al mundo sobre tus hombros.
Poco a poco, Fantasma volvía al interior de su cuerpo, dejando atrás a Betiana, viéndola convertirse de un cuerpo frío a un fantasma que buscaba compañía en el camino. La sangre volvía a circular caliente en su cuerpo y el mal aliento junto con la cerveza volvía a saborearse en su boca.
—Jesús, Fantasma —rugió su voz estrechando los dedos tan finos y frágiles entre los suyos notando el tamaño de su mano en comparación. Steve se preocupaba por las visiones de Fantasma tanto como le encantaban. Se sentía su protector y al ser el mayor de los dos, era obligatorio proteger a Fantasma de la realidad— canta algo —le pidió con un ojo en la ruta y el otro sobre él.
Él le hizo caso, cerró los ojos y comenzó a cantar.
—El futuro sólo te depara dolor. Oh, oh, uoh. Tu madre es la reina del vudú ¡OH! Dime ¿dónde aprendiste a bailar tan bien? —su voz sonó como el rugido del Mississippi.
Steve sintió tranquilizarse al escucharlo y el estremecimiento en el cuerpo de Fantasma disminuyó hasta que vio sus manos rasgando la guitarra, creando formas mientras iba escalando las notas con una cuerda menos.
El viaje en la bestia cubierta de polvo que era el T-bird se había vuelto más ameno ahora que volvían a estar como siempre: la guitarra, Fantasma, él y el camino de vuelta a casa, su querido Missing Mile.
¡Hola, gente linda! ¿Cómo están? Este fic surgió de una cita a ciegas, donde había que escribir una historia y el resto tenía que adivinar de qué historia se trataba. Lo compartí en mi blog hace tiempo y quería dejarlo aquí también.
Lost soul es un libro que amo con locura, lo turbio de las situaciones, lo roto de los personajes, es todo tan perfecto que es imposible no quererlos. Fantasma es mi favorito y no puedo pensar en el libro sin pensar en él.
Espero que les haya gustado.
¡Un abrazo!
