«Un libro es como un sendero arenoso que guarda en su interior las huellas de las pisadas.»

(Graham Greene).

¡Bienvenidos a la vigésimo novena entrega de MDUL! Sí, sé que habéis quedado algo sorprendidos, pero el verdadero argumento de MDUL, el auténtico, está a punto de aparecer. No todo es como parecía hasta el momento, pues se han dejado muchas cosas en el camino, muchos secretos que están aún por desvelar. Dumbledore será quien revele el primero, en el capítulo 34. ¡Nada habrá más sorprendente que eso! Bueno, sí, dentro de algún tiempo...

Respondo "reviews":

AYA K¡Hola¿Sabes qué me ha hecho gracia de tu "review"? Bueno, lo que más gracia me ha hecho, porque me he reído con otras cuantas cosas más¿acaso soy tu psicólogo particular¡Qué bueno! Si supieras la de veces que me han llamado así... Voy a terminar por creérmelo. No, hombre; yo lo único que hago es escuchar a la gente y aconsejarla en la medida de mis posibilidades, y, volviendo al tema, tú no debes ser negativa ni pesimista, por tu bien. ¿Sabes quién es una persona muy pesimista también? Elena. Por eso en MDUL Helen es tan vitalista, porque es el reflejo que me gustaría ver en ella, y no te creas, que lo estoy consiguiendo. Está mejorando. El humor es un escudo, y es mejor que sea bueno que malo. Bueno, que vuelvo a las andadas y no quiero. No hay de qué por la lista de escritores, cuánta más gente pueda aprovecharse de ella, mejor. No pasa nada: tú te lees los que quieras, como si no quieres leerte ninguno, que no es ninguna imposición. Para leerse el Quijote hay que estar muy preparado psicológicamente, así que no te apures, que todavía tienes mucho tiempo por delante para hacerlo. Por lo menos lo has empezado, que eso dice mucho de ti. Yo me lo leí hace ya año y medio y, lo reconozco, no estaba preparado para leerlo, no supe aprovecharlo suficientemente y tendré que reanudar su lectura alguna vez. Con lo del tema de la obsesión, ya no lo estoy; quiero decir, estos días. No he cogido el ordenador para escribir ni una línea. No pienso casi nada en MDUL, porque todo mi tiempo lo ocupa la Lingüística, pero el 24 de febrero estaré de nuevo libre y esa misma tarde comenzaré a escribir el capítulo 53 (que si lo retraso más Elena me mata...). Al final voy a tener que añadir un par de capítulos a la primera parte, con lo que tendrá un total de 55. Con todo esto, tu personaje se retrasará unos cuantos capítulos más, pero tranquila, que saldrá. Lo estuve discutiendo con Elena y ambos llegamos a la conclusión de que ese par de capítulos eran necesarios. Por cierto, me llamó mucho la atención tu frase: "incluso hay obsesiones en la muerte...". ¡Qué metafísica te veo¿no? Sí, los hay; yo de pequeño estaba obsesionado con el tema ese de morirme; hoy en día, me da igual. Quiero decir, sé que es algo inevitable y no me quiero poner pesado pensando en lo que habrá de llegar algún día¿no¿Tú también estás obsesionada? Pero ¿piensas que hay vida después de la muerte? Yo sí, sino un cielo como el que nos están vendiendo en los tiempos de hoy, un ente espiritual. Quizá sea el propio miedo racional, lo reconozco, pero considero que mi alma flotará de mi cuerpo al fenecer. Dejemos este tema, que me amargo. Estaré esperando con anhelo tu fotografía en "Story-Weavers". No corre prisa (de momento), así que puedes escoger con tiempo la que te plazca. Cada vez que me meta en "Story-Weavers" me pasaré para ver si la has colgado ya o no. ¿Sabes? Yo también voy a colgar, seguramente, una foto mía y de Elena, quiz� disfrazados en carnaval. Voy de mago... ¡Estoy ridículo! Mi nombre será Helio, el mago del Sol, porque porto una enorme vara con la punta acabada en un grandísimo sol en volumen... Ya me verás, si eso. Por cierto¿Sara está en el grupo de hotmail? Si eso dile que se apunte. Estoy pensando que pondré algunos secretillos en mi panel de mensajes para que sepáis lo que queda por venir; es decir, poneros los dientes largos. Pues sí, con las bandas sonoras me dejo llevar y me inspiro. Mira, ya que estoy con esto, te voy a decir algunas de las inspiraciones que me vienen con ciertas melodías: ahora mismo estoy escuchando "El fantasma de la ópera", con la que me inspiro para un episodio futuro con un personaje que ya conocéis; en "X-Men 2", en el momento en el que Rondador Nocturno entra en la Casa Blanca, también me inspiro para un futuro ataque; aunque también me inspiro para esa escena con la pista de "La Comunidad del Anillo" (creo que la 15) de Amon Hen, cuando muere Boromir; "El Retorno del Rey" me inspira para todo lo de Wathelpun. Y así hasta un larguísimo etcétera. A veces me dejo llevar y creo que estoy dentro de la escena y la vivo; así es más sencillo luego describirla. Me pongo en el papel de diferentes personajes y siento lo que viven. Y tampoco en el cine me libro, vaya que no. La última que vi fue "Alejandro Magno" y, aunque no me inspiré mucho porque no me gustó demasiado, algunas cosas sí me dieron pie para otras. No quiero decir con esto que coja cosas de películas y las plagie, no, sino que con el ambiente y la música, me salgo (psíquicamente) de la película y viajo por el mundo de MDUL, un mundo que está a punto de crecer y no sabéis de qué forma. La hartada de personajes nuevos que van a salir... Sí, el "verdadero" argumento al que has aludido con intriga: lo dicho arriba, hoy comienza, lentamente, pero en el capítulo 34 tiene su primera apoteosis, que no la última. No quiero adelantar nada, pero hay veces que pienso que MDUL se me escapa de las manos, que cobra vida y crece por sí mismo. Hasta yo mismo me sorprendo cuando me paro a pensar la de cosas extravagantes e increíbles que Elena y yo pensamos a menudo. Vaya..., he mirado en vista preliminar y llevo una hartada escrito. Voy a ir abreviando. Para finalizar me preguntas con qué personaje me siento identificado. Sería sencillo decir que Remus, pero no sería del todo cierto. Hay cosas en que sí se me parece, pero no es exactamente como yo. He creado varios personajes con mi nombre, pero ninguno es mi retrato psicológico (entre otras cosas porque sus apariciones son... ¡escasas!). El personaje con el que realmente me voy a identificar aparecerá muy, muy, muy tarde, pero aparecerá. Muchas gracias, Eva o AYA K, no te me enfades, por tu puntualidad. Muchos besos para allá y espero impaciente tu foto para irme haciendo una idea de tu personaje.

Valita Jackson Lupin¡Hola! Hoy sí he copiado el nombre entero. El otro día es que no pude. Por suerte lo pudiste leer, así que... ¿qué más decir? Fue suerte. Así que Valentina... Un nombre con historia. Te felicito por adelantado, ya que ya mismo es tu santo. ¡Jackson! Es el mismo apellido que le he puesto a la madre de Neville cuando soltera: Alice Jackson... ¡Qué casualidad¡Ah! Gracias por pasarte también por REMUS LUPIN AMA A HELEN NICKED y opinar sobre él. La verdad es que a mí también me gusta mucho ese "fic", porque me da la posibilidad de escribir escenas que en la consistencia de MDUL no caben. Pero cuando realmente me he quedado flipando es cuando has dicho que MDUL es uno de tus "fics" favoritos... Si me gustaran los emoticonos o si supiera que "fanfiction" no me los quitaría, ahora mismo te pondría una carita con las lágrimas saltadas. Como ya creo que te has hecho una idea, prosigo. Bien, la pregunta que me haces sobre esa frase del capítulo "Séptimo mes" no se refiere a Helen, sino a la propia Lily. Releyéndola es cierto que da pie a una doble interpretación, pero así queda resuelto el tema. Helen, de todos modos, no está embarazada, y tal y como está Remus, no parece que lo vaya a estar pronto... No tiene ganas, dice. Me alegró mucho ver tu "review"¿sabes? Es que hay gente que te deja un "review" aisladamente, a mitad del relato, dice lo que opina hasta el punto, pero no vuelve a aparecer. Son de ésos que encuentran una historia, se la leen rápido y prosiguen con otra, olvidándose de la anterior. Por suerte sigues aquí. Y tranquila, que, aunque me lleve su tiempo, como con todos, te buscaré un personaje. Eso sí, te pido paciencia, que no creas que es trabajo sencillo. Y también espero que, cuando necesite tu ayuda, me la brindes, porque si hay alguien que te conozca bien no soy yo, sino tú misma. Yo no sé todavía como eres físicamente ni nada de eso, pero ya abordaremos esos temas cuando tenga preparado el personaje¿no te parece? Valentina Carvajal... Tu apellido me suena; ¿hay alguien famoso que se llame así? No sé qué más decirte por hoy, la verdad. Supongo que con el tiempo, conforme nos vayamos conociendo, las palabras serán más fáciles tanto para uno como para otro. Muchísimas gracias por unirte al tren de MDUL y también muchísimas gracias por tus halagos: uno de tus "fics" favoritos... ¡Guau¡Qué honor, qué responsabilidad! Un beso, Valen. Por cierto, otra pregunta¿de dónde eres?

Joanne Distte¡Hola¿Qué tal¿Sabes de lo que me enteré el otro día? No sé a qué vino, pero estábamos hablando una compañera de carrera y yo y me dijo que la palabra "texto" proviene etimológicamente de "tejer", o algo así. Qué bueno¿no¿Lo sabías ya? Es que, así, "Story-Weavers" queda que ni pintado. Por cierto¿que hay que ir dándole más ambiente al tema? A mí se me había ocurrido comentarle a Mina que, ya que lo de Alejandro Magno ha tenido muchísima aceptación, se podría abrir un mensaje de críticas de cine y, dentro de él, nuevos paneles de mensajes para las diferentes películas; así, si alguien ve una y la quiere comentar, entra dentro y eso. Creo que en ese panel es donde ahora mismo se está abriendo un coloquio real. En los demás casos, no tanto, que a mí me llegan todos los mensajes al correo y es muy pobre, la verdad. Aunque tú siempre estás surtida, chica, no sé cómo lo haces. ¿De dónde conoces a tanta gente¡Ay! A ver si después de carnaval cuelgo una foto en que esté disfrazado. Elena también y así la conocéis de paso. Vamos de mago y bruja respectivamente; ella es Selena (luna en griego, porque su vara está caracterizada con estos motivos) mientras que yo soy Helio (sol en griego, porque mi vara va caracterizada con este astro). Cuando estén las fotos, seguramente estén en "Story-Weavers". Por cierto¡genial que hayas opinado sobre qué escribir en REMUS LUPIN AMA A HELEN NICKED. Te prometo que, cuando pueda, me pondré manos a la obra, aunque, tal y como me lo imagino, no será una escena muy extensa. Muchas gracias, Laura. Siempre, sabes ya, me gustan tus guiones con las cosas que más gracia te hacen, y me alegro que siempre aparezca el adorable señor Nicked. Me alegra que digas que te parece simpático. "¿Pero es que te quedan asignaturas pendientes, muchacho?" Ay, lo que te queda aún por ver, Joanne. Todavía le queda otra etapa existencialista en que se las sigue dando de mago, pobre... Pero también hay momentos en que he tenido que ponerlo cuerdo, sobre todo cuando la calamidad cae sobre ellos. Sí, se van a Nueva York. Veo que te ha sorprendido. Es que ya sabes que me encanta inventarme aduanas mágicas y la norteamericana era imprescindible. Pero no será la última, que estos chicos van a viajar más que el tal Mahoma ese. Veo también que te ha gustado que incluya en el plan a Remus... Pues ¡claro, donde vaya Helen tendrá que ir él¿no? Además, ya era hora de que conociera a su abuela política. ¡Ay! Todos, fatalistas, me recordáis lo poco que queda para el triste desenlace de los Potter: una quincena tan sólo..., con lo triste que es. Dices que quieres ver la reacción de Remus y la recuerdo exactamente aunque la escribí hace algunos meses. Espero que te guste, aunque lo voy a enfocar casi por completo desde el punto de vista de Remus. Tranquila, se recuperará. Dumbledore lo ayudará... (Ay, no hay quien me calle.) ¿Te gustó la conversación sobre "Sirius Gay Black"? Salió porque un día, discutiendo (amigablemente) con un amigo, soltamos Elena y yo que era gay, se enfadó (espero que de coña, aunque de todas formas ya ni se acuerda) y fuimos todo el rato (bueno, todo no, qué aburrido...) diciendo que era "Sirius Gay Black" o "Sirius Gary Black", poniéndole de segundo nombre el del actor que lo interpreta. Vamos¡una paranoia! Recuerdo que Elena se rió mucho cuando lo leyó. Por cierto, el párrafo del final que copiaste entero en el "review" forma parte de un avance, no es en absoluto nada que haya sucedido hasta el momento, sino lo que queda por venir. Cierto que, por ejemplo, las rupturas se podían interpretar como los señores Lupin, pero no me refiero a eso. Además¿acaso ha salido ya Tim Wathelpun? No, es sólo un avance. Gracias por decir que te ha gustado ese parrafito. La verdad es que no lo pensé mucho, pero no quedó mal del todo. Saluda a Mina de mi parte y dile que se cuide y que preste atención en clase de Historia, que no se fije en mí que soy un mal ejemplo. Un beso, Joanne, y a ver si pronto me puedo pasar a leer uno de tus magníficos relatos cortos sobre Bellatrix; poco antes de acabar febrero estaré libre, y como tengo las mañanas libres hasta marzo (es que en febrero en la universidad no tenemos que ir a clase) veré si no tengo mucho quehacer y puedo leerme algo. Piensa que también tengo muy parado el tema de MDUL y Elena, como no siga¡me mata!

Paula Yemeroly¡Hola¿Qué tal andas? Yo bien, aquí, escribiéndote la respuesta a tu "review" (el cual, por cierto, no ha llegado tarde; no creas que te espero los viernes puntualmente, mientras aparezcas, me da igual el día: considera que yo no puedo leerlos hasta el día antes de colgar el próximo capítulo) en un día lluvioso y frío mientras allí tiene que hacer un calorcito envidiable. Gracias por responder sobre "Volví"; ahora soy yo quien se tiene que disculpar, creo que me puse algo pesado. No sé, de todos modos no me llevo mal con Pekenyita; hemos charlado un par de ocasiones y parece una chica simpática. Y escribir no escribe mal, tiene competencia... Bueno, centrémonos. No eres la única que menciona la muerte de James y Lily con tristeza. La semana que viene no, la siguiente, veréis mi versión de lo sucedido. Realmente me entristece mostraros al Remus tan triste que tuve que describir, pero es así como hubo de sentirse, con todos sus amigos fuera de combate en un soplo. Ponte en su situación: debió ser terrible. Yo me imagino que pasa eso con mis amigos y ¡me muero! Me hizo gracia lo de "lindos suegros", que creo que dijiste. Son una pareja entrañable, variopinta, y si en ocasiones el muggle llama a su mujer "vieja arpía" en lugar de su peculiar "palomita" es porque le dan arranques que el pobre no sabe controlar. En el fondo se quieren. Casi me pongo a saltar de la emoción cuando leí tu sugerencia sobre REMUS LUPIN AMA A HELEN NICKED. ¡Me parece estupenda! Lo cierto es que nunca se me había ocurrido, pero da mucho juego. Se lo acabo de comentar a Elena (a quien acabo de llamar por teléfono) y también le ha parecido una idea estupenda. No sé por qué no opináis más a menudo, porque tenéis ideas muy originales. Intentaré escribirlo lo antes posible, pero piensa que antes tengo que pensar un poco cómo voy a acometerlo y estructurarlo y demás. No creas que porque haya escrito antes otra sugerencia significa que no me interese la tuya, al contrario: la despedida de Remus con Ken es muy fácil de escribir, ni siquiera tampoco conlleva mucho tiempo, mientras que tu idea tiene que salir "perita", como se dice aquí: que es algo como "genial" o "magnífico", como diría el entrañable señor Nicked. ¿Tienes ganas de leer el viaje? Pues ya lo tienes aquí. Quizá no sea lo que te esperabas, pero... ¡te presento a Ashley Carney, abuela de Helen Nicked! Por cierto, que, aunque para el resto de la familia de Helen me he inspirado en la familia de Elena, la abuela no tiene nada que ver, que su abuela es muy simpática y me cae muy bien. ¡Ah! Con respecto a tu sugerencia, sí, algún día pondré pareja estable a Sirius Balck (que gay no es, en serio), pero, como faltan dos capítulos para que lo encarcelen, no es cuestión. Será más tarde, seguramente, cuando se escape. En cuanto al "verdadero argumento", me alegra que lo hayas mencionado en tu "review". Es natural que os cree algo de curiosidad, pero a partir de hoy se va a ir desvelando lentamente. Sólo te avanzo que lo que conocíamos hasta hoy perdura y que aparecerán nuevos temas y nuevos personajes y Remus tendrá nuevas experiencias. ¡Tengo unas ganas de colgar el capítulo 34...! A partir de ahí hasta yo mismo me empecé a quedar un poco con la boca abierta. Pero, bueno..., ya sólo quedan cinco semanas; eso es nada. Bueno, Paula, muchísimas gracias por tu opinión y sugerencias. Por cierto¿en qué quedamos con lo de tu personaje: ibas a colgar una foto en "Story-Weavers" o me vas a dar una descripción hecha por ti misma? No es que corra prisa, porque aún quedan muchos capítulos hasta que Paula salga, pero es para ir estructurando el material. Merci beaucoup par tout et nous nous verrons très bientôt. À semain prochaîne! Un beso.

Marce¿Marce? Tu nombre no me suena... ¡Bienvenida a la gran familia de MDUL! (Creo que eres una chica y así me dirijo; si me equivoco, corrígeme). Has entrado arrolladoramente...: un "review" en cada "fic"... ¡Eso sí que son energías! Espero que sigas con ganas, porque esto no se detiene y siempre hay un capítulo listo cada semana, un día en concreto, para que no me perdáis la pista. Oye, una pregunta obligada¿dónde me has encontrado: en "fanfiction" o en "Story-Weavers"? Imagino que en el primero, pero bueno..., por si acaso. Me alegro de que hayas dicho que MDUL te gusta mucho, es un verdadero placer escribir para lectores tan amables y simpáticos como vosotros. Lo que no entiendo es por qué dices que dejas un "review" con tanta demora... Bueno, tampoco sé cuánto tiempo hace que llevas leyendo el relato, pero sea como fuere no importa, no hace falta que te disculpes, lo importante es que estés aquí y lo hayas leído¿no te parece? También me alegro que digas que también te gustan REMUS LUPIN AMA A HELEN NICKED. No sé por qué se me ocurrió escribirlo, pero es original. Si algún día tienes una sugerencia, no dudes en proponérmela. Vale todo. Lo que tampoco sé es si quieres que escriba una escena sobre por qué Dumbledore duda de Sirius. No sé, dímelo; sería un poco complicado, porque en lo psicológico no hay un razonamiento exacto, pero, en caso de tu deseo es que lo escriba, lo haré. No sé si lo sabrás, pero tengo por habitual intentar incluir a todos los lectores como personajes de la historia: Joanne Distte, Leo B. le Fay, Leonita, Paula Yemeroly, AYA K, Elena a galega... ya tienen sus personajes. Si quieres participar, propónmelo también. Bien, el capítulo de hoy te lo voy a dedicar¿de acuerdo? Espero que lo disfrutes. Y también espero que te pases de nuevo pronto. Un beso. Por cierto¿cuál es tu nombre real¿Dónde vives?

Lorien Lupin¡Hola, maja¿Dónde te habías metido¡Qué bueno que estás ya un poco más libre! Aunque no hacía falta que corrieras; quiero decir, que espero que lo leyeras porque realmente tuvieras tiempo, no pensando que, de no hacerlo, yo me lo fuera a tomar mal. Cierto que hacía tiempo que no hablábamos ni por correo electrónico, pero como tenía tus puntuales mensajes en "Story-Weavers" me relajaba. Por cierto¿leíste el que te devolví? Es que me avergüenzo un poco de tú, sin tiempo para nada, saques tiempo de donde no lo hay para leerme, mientras que yo tengo a EL SECRETO abandonado. Lo siento, pero es que tengo un examen de aquí a dos semanas que me tiene acobardado perdido. No salgo de mi habitación nada más que para responderos y preparar mi disfraz de carnaval, y no sin remordimientos de conciencia, he de decir. Lo cierto es que lo llevo bastante bien: de los ocho temas me sé al dedillo cinco. Dos de los restantes (de Semántica) no son de lo más complicado y son cortos, mientras que el último, que no lo he leído siquiera, es complicadísimo: "Semiótica y Semiología". Es que hasta el mismísimo título acobarda. Sea como fuere, me alegro de que hayas cogido un poquito de tiempo para avanzar en MDUL. Yo prometo que, en cuanto salga de este mes asfixiante, proseguiré con tu relato, que se quedo en un parte muy interesante. Ya quiero saber qué va a hacer Snape con la información que acaba de conseguir. Con lo entrometido que es... Bueno, paso, propiamente, a responder tu "review": sí, Ñobo ha muerto. ¿Recuerdas lo que dijiste de la señora Lupin: que no te entristecía que muriera como fantasma porque era un poco triste? Pues lo mismo me pasaba con el elfo, porque era como un muerto viviente, más estorbando en la escena que contribuyendo con algo. Sólo lo puse para hacer las patochadas del principio, pero una vez hecho el ridículo la criatura con la peineta y la falda con el holograma de la feria de Sevilla no valía la pena seguir con ello mucho tiempo más. La señora Nicked claro que tuvo que llorar, que la estoy poniendo muy insensible, pero en realidad es un corazón cerrado. En la parte que estoy escribiendo actualmente, la bruja es un poco más sentimental, por suerte. Y Helen tuvo que alegrarse, por fuerza, porque creía que le que iba a morir era Remus; y entre que se muera tu novio y el elfo doméstico, pues... ¿dónde va a parar la comparación? Así que tenías ganas de ver el tercer enfrentamiento... No es que haya quedado muy logrado, pero ahí está. Creo que lo mejor de esa escena son Lily y Alice lanzando maleficios desde el tejado, o el momento en que James se transforma en ciervo y Lily, acariciándole la testa, pronuncia su apodo en un susurro. Sobre tu pregunta de por qué entró Snape en la orden, no sé si voy a poder responderte; en el relato nada he puesto, porque no me atrevía a ofrecer una valoración personal de un asunto que me parece muy extraño. Si tienes verdadero interés en conocer cuál es mi opinión al respecto, propón que lo escriba en REMUS LUPIN AMA A HELEN NICKED (porque en MDUL no sale) y me inventaré cualquier tontería; pero lo cierto es que no tengo ninguna idea. Por eso he puesto el hecho en sí y me he dejado los planteamientos de por qué para otro momento. Así que estás ansiosa sobre tu personaje... (Quique ríe maliciosamente). Aún no he llegado a la parte en que sale, la verdad sea dicha, porque no he tenido mucho tiempo para continuar escribiendo, pero sí he podido darle algunas vueltas en la cabeza, porque no le queda mucha a su aparición. Sólo hay una cosa que recuerdo fresca en mi mente, que tú me propusiste una vez en un correo electrónico: "me da igual ser mala, mientras sea una mala sexy". Cuando se lo comenté a Elena se echó a reír y en seguida comenzó a maquinar extraños planteamientos. Elena sabe casi todo sobre tu personaje porque se lo he contado. Pero no te dirá nada; no se lo he prohibido, pero sé que con esas cosas ella es muy respetuosa. Además, también ella quiere guardaros la intriga. Sólo te digo que tu personaje, por más vueltas que le dieras, no serías capaz ni por atisbo de adivinar quién, cómo y qué es. Yo creo que me he esmerado, a ver qué opinas tú. Bueno, Charito, nos vemos otro ratito. Espero que pronto uno u otro nos podamos poner en contacto con el otro¿vale? Un beso muy fuerte que espere llegue hasta Perú. (Añadido del día 11). Sí, puedo escribirte un poquito más, pero bien poco. Sí, Ken es un personaje que me cayó muy bien, porque al escribirlo me quedó (creo yo) tan dulce, amilanado, sensible y cariñoso que no cuestiono la posibilidad de un reencuentro entre Remus y él. Me alegro que la relación de Dumbledore y Remus te guste, pero, lo siento, no me imagino a nadie llamando a Dumbledore como Albus, por mucha relación que tengan. Lo siento... Y sí, ya te hubiera gustado estar tú allí en el castillo para consolar a REmus, pero para eso dejáis a Helen, que para algo es su novia. Un beso, de nuevo.

-Leonita¡Hola! Ya me enteré que tenías un examen (por cierto mensaje equivocado que mandaste a Elena) así que comprendía que no hubieras respondido antes. éste es un mes muy duro para el estudiante. ¡Qué bien! Así que programado viajecito en abril... Elena y yo estamos ansiosos, lo digo en serio. Me alegro que digas que la conversación esa familiar te gustó. La verdad es que Matt croaba siempre que ocurría algo en lo que a él le hubiera gustado participar hablando. Ni como rana se calle el pobre muggle. Siento poderte responder hoy tan poquito. ¿Sabes? Es que vine de casualidad el lunes a la facultad, me conecté y miré los "reviews" que tenía. Los apunté para irlos respondiendo lentamente en mi casa, porque uno también tiene el tiempo justo. Pero el tuyo no estaba. ¡Lástima, pensé. Así que puedo respondértelo ahora, pero con mucho límite de tiempo, que me tengo que ir de aquí a un momento al depósito de filología de la biblioteca a hacer un Consejo de Sabios (denominación de mi grupo de estudio). No obstante, me alegro que sigas tan puntual como acostumbras, animándome como siempre. Gracias por decir que voy mejorando y que tienes ganas de leer los nuevos capítulos. Yo también tengo ganas de que los leas tú y todo el mundo, en serio. Un besote enorme, Ana, y, de nuevo, disculpas por la brevedad. Hago extensible el saludo a Elena y te lo devuelvo de su parte. Saluda a Pepe (o a Joseph, como se llama en MDUL; dije que Pepe iba a aparecer en MDUL y cumplo). Un beso.

(DEDICATORIA: Este capítulo se lo quiero dedicar, como siempre que aparece un lector nuevo, a Marce, quien ha contribuido con ganas en mis dos relatos favoritos, los dos "fics" que están relacionados con MEMORIAS DE UN LICÁNTROPO. Espero que tu ansia continúe en aumento.)

CAPÍTULO XXIX (WELCOME)

A las diez en punto de la mañana llegaron a la Aduana Norteamericana. Cuando llegaron se quedaron sorprendidos de su magnificencia; era enorme, un sinfín de pisos que la vista no alcanzaba a ver el final. Avanzaron lentamente, arrastrando sus baúles. Al fondo había un ingente panel digital en el que se podía leer cosas como: «Chimenea para Chicago – CANCELADA», «Chimenea para California – CANCELADA» o «Chimenea para Nueva Jersey – RESTRINGIDA».

Avanzaron hasta el enorme puesto de recepción, que estaba coronado con una enorme bandera de los Estados Unidos que ondeaba orgullosamente sobre sobre los trabajadores, que la miraban y recobraban aliento para seguir trabajando por el honor de su patria.

Aguardaron unos minutos, mirando a todos lados para no atender la desagradable escena que estaban presenciando. Un par de magos de la aduana se habían acercado a un par de turistas de religión musulmana y le estaban rogando encarecidamente que se desprendiesen de sus varitas mágicas. Los magos visitantes, de piel muy morena y espesa barba, no los entendían en absoluto, pero hablaban sin parar como camellos, moviendo la lengua continuamente como si estuviesen cantando una danza del vientre.

–¡Y el gilipollas este! –decía uno, completamente irritado–. ¡Mira esto! –Y le señaló su propia varita–. ¡Dame la tuya¡Tengo que requisártela¡Los árabes no pueden entrar armados!

–¿Por qué no? –preguntó Remus aunque a él le importase un comino.

–Son órdenes de nuestro adorado y prestigioso país, señor –le explicó–. Los moros no pueden entrar con varitas a suelo estadounidense.

Finalmente los obligaron a ponerse de cara a la pared y los cachearon. Les quitaron las varitas y las guardaron. Les explicaron que se las enviarían a la aduana de su país, para que pudiesen recogerlas a su regreso, pero Remus dudó que lo hubiesen comprendido.

Avanzaron hacia delante y se apoyaron sobre el mostrador. Un yanqui de pelo rubio y ojos saltones salió a su encuentro. Parecía muy educado y hablaba con despreocupación.

–Buenos días –dijo–. ¿A dónde piensan ir?

–A Nueva York –respondió Helen rápidamente.

–¿A Nueva York? –repitió y fue apuntando en un pergamino–. Estupendo. ¿Son tan amables de enseñarme su reserva de hotel, por favor?

–Mire usted –se explicó Helen–, no vamos a alojarnos en ningún hotel, sino en casa de mi abuela.

–¿Es tan amable de decirme su nombre? –preguntó sonriente.

–Claro. Ashley Carney.

–¿Me deletrea el apellido, por favor? –inquirió.

Helen lo hizo y el hombre fue escribiendo lentamente sobre el pergamino. Sacó su varita y dio un golpe con ella sobre él. La tinta se encharcó y fue absorbida por el papel. Pero de pronto, como si surgiese de dentro del mismo pergamino, comenzaron a aparecer más letras, una especie de informe; Remus no podía verlo bien, pues estaba del revés, pero parecía hasta que tenía una foto de una anciana de rostro cetrino y larga cabellera plateada.

El hombre recogió el pergamino y lo guardó.

–Estupendo –dijo–. ¿Me permiten ver sus varitas? –solicitó.

Como ya habían pasado en dos ocasiones por aquellos sencillos trámites no se opusieron y le dejaron hacer su trabajo sin incómodas preguntas de por medio. El mago hubo de pensar que ya eran avezados turistas, porque tampoco les explicó ni media palabra de lo que estaba haciendo.

–Correcto –dijo al fin el recepcionista–. Muy bien, pueden ir cuando quieran. –Les señaló una fila de ascensores al fondo de la iluminada sala–. Allí les indicarán.

Arrastraron los baúles hasta el ascensor, en el que encontraron a un chico joven y pecoso que los ayudó a meterlos dentro. Cuando ya estuvieron alojados en el interior preguntó:

–¿A qué ciudad van?

–A Nueva York –respondió Helen.

El joven mago giró con un amplio movimiento de muñeca su varita y dijo «¡Nueva York!» en voz bien alta. Remus esperó sentir la sensación de vértigo en el estómago, pero no ocurrió así. En cuanto el ascensorista terminó de pronunciar el nombre de la ciudad las dobles puertas del ascensor se abrieron y les dijo que habían llegado. Los ayudó a sacar los baúles y los despidió amablemente después de sugerirles que una propina no le vendría nada mal. Remus le dio un par de sickles y el chico se fue muy contento.

–Bienvenidos a los Estados Unidos –les dijo un elegante hombre, de cabeza rapada y perfectamente aseado, que les salió al encuentro en cuanto el ascensor se cerró–. Van a Nueva York. Perfecto. Síganme.

Lo siguieron. Esperaban que la chimenea estuviese por allí cerca, pero lo único que encontraron fue un largo pasillo por el que hubieron de andar cargando con sus pesados baúles. Más tarde les salió al encuentro una enorme escalera mecánica en que se subieron.

–Nueva York es enorme y siempre hay gente que viene aquí –iba explicando el mago–. Si supieran... Washington y Nueva York son las ciudades más solicitadas. Se han tenido que ingeniar amplias salas para dar cabida a todos los turistas. –En eso llegaron al piso superior y vieron una ingente turba de gente que hablaba y cuchicheaba. Todos parecían ansiosos por irse–. Hemos tenido que crear diferentes chimeneas para los distintos sectores u hoteles. ¿A dónde van ustedes? –preguntó amablemente.

–A casa de Ashley Carney –contestó Helen–. Vive en la calle setenta y cinco.

–¡Perfecto! –exclamó el hombre–. No es una zona de las más frecuentadas. Acompáñenme¿quieren?

Lo siguieron un buen trecho hasta un extremo de la habitación. Era una chimenea diminuta por la que esperaban entrar un par de familias. Aguardaron pacientes hasta que les llegó su turno. Después se metieron entre las perennes llamas verdes y gritaron su destino. Un zambullido ensordecedor se los tragó.

Remus llegó después que Helen. Se quedó mirando a su alrededor con admiración y curiosidad. Era un piso pequeño, curiosamente amueblado, pero extremadamente sucio y desordenado. Un par de gatos campaban con total tranquilidad por la salita y saltaban al sillón y al sofá sin que a nadie le importara. Había pergaminos y plumas tirados por el suelo, derramados. Remus recogió un trozo de pergamino estrujado, lo desenrolló y leyó: «Querida hija Helen: Anoche me sentí», pero se interrumpía ahí y nada más seguía.

Sin embargo, lo que más extrañó a Remus, pues no había caído en la cuenta, es que, aunque habían salido de mañana y hacía un día radiante en Inglaterra, allí en Nueva York era noche cerrada.

–La abuela debe de estar durmiendo –susurró Helen–. Lo mejor es que dejemos los baúles por aquí, sin hacer ruido, y nos sentemos y hagamos algo callados.

–¡Yo no duermo, Helen! –gruñó una voz senil–. Eso es perder el tiempo. Me tomo un par de píldoras del doctor Cool y me siento muy vital. –Tosió–. Venid a la cocina, anda, que os estoy preparando unos sándwiches.

Helen miró a Remus y éste le devolvió la mirada. Él la siguió. Serpentearon entre el mar revuelto de pergaminos y plumas y avanzaron por el estrecho pasillo. Llegaron a la cocina, una diminuta sala toda enguarrada.

La señora Carney era una mujer anciana de piel arrugada y blancuzca, pero que seguía irradiando una energía demoledora en su mirada. Era de piel cetrina y de rostro afilado. Vestía un camisón y el pelo, blanco como la nieve, le caía por la espalda hasta la altura de la cintura.

–Acércate que te vea, Helen –dijo con la voz ronca.

Helen lo hizo, sin mostrar asomo de afecto por su abuela, y al quedarse a un metro de ella su abuela se la quedó examinando mirándola extrañamente.

–Bien, ya no tienes seis años –argumentó.

–Tienes razón, abuela –dijo Helen tirante. Por cambiar de tema:– Mira, abuela, éste es Remus Lupin, mi novio.

La anciana se volvió hacia él y Remus sintió la mirada de la señora Carney sobre él, inquisitiva. Después de un rato de analizarlo como si fuese poseedora de una potente máquina de rayos equis en su interior dijo:

–Un buen mozo. Aunque es muy feo el arañazo ese que tienes en el brazo. –Remus se miró de pronto la cicatrizada herida que tenía en el antebrazo izquierdo–. ¿Cómo te lo has hecho?

–Un gato –mintió.

–¿Ah, sí? –cuestionó la bruja–. Pues espero que no te lleves muy mal con los dos que tengo, Lee y Alan. Son tan inteligentes... Son la única compañía que tengo. –Se quedó un rato callada mientras seguía preparando tranquilamente los sándwiches–. Bien, esto ya está. Pavo, lechuga y un par de huevos fritos. –Remus sintió arcadas al ver los bocadillos–. No hay nada mejor para empezar el día con fuerzas. Helen¿te importaría recoger la mesa?

Estaba llena de trastos y de platos sucios que la bruja debía haber amontonado durante semanas sin fregarlos. Helen la miró inquisitivamente, y después, sin querer responderle, se apresuró a retirarlos colocándolos en la encimera.

–Así es muy lento –comentó la anciana maliciosamente–. Tienes tu varita¿no? –Helen se volvió, la miró unos segundos extrañamente y asintió–. Bien. ¡Pues haz magia!

Helen tragó saliva, resopló y sacó su varita mágica. La agitó con desgana y los platos salieron volando por el aire hasta la encimera. Sin embargo, como no había prestado mucha atención, algún vaso que otro se había precipitado contra el suelo y hecho añicos. La señora Carney miró a su nieta calculadora.

–Es un gran avance –dijo–. Pero no eres muy buena bruja, querida. Es de comprender: no empezaste con muy buen pie. –Aguardó unos instantes por ver si su nieta le decía algo, pero como quedase callada, sentada tomándose el bocadillo, prosiguió:– Aunque eso es mejor que ser una squib. Yo pensaba que eras una squib, te lo juro.

Remus miró a la señora Carney tragando con dificultad. Nunca se había imaginado que nadie hubiese podido pensar nunca que Helen fuese una squib. Aunque tampoco conocía nada de su infancia. Quizás no hubiese hecho magia nunca y su familia creyese que lo era. No sabía qué pensar.

Helen permanecía callada, mordisqueando su bocadillo con indiferencia. La señora Carney se sentó a su lado.

–¿Y qué hacéis, queridos? –preguntó–. ¿Estáis estudiando?

Helen se quedó callada, mirando la mesa por no cruzarse con los ojos brillantes y maliciosos de su abuela.

–Yo soy auror –contestó rápidamente Remus con la boca llena para romper aquel molesto silencio.

–¿Auror? –repitió la bruja–. Mi marido, que Rowling lo tenga en su Gloria, también fue un auror –explicó y Remus, mirándola, se dio cuenta por primera vez de que no era un témpano insensible de hielo–. Estaba tan ilusionado en venir y ponerse a trabajar como auror al servicio de los Estados Unidos de América... –dijo–. Éste es un país muy complicado, sí, señor¡muy complicado! Tuve que vender la granja después del accidente –sollozó–. No podía seguir viviendo en aquella casa. ¡Todo me recordaba a él¿Y tú, nietecita?

Helen siguió masticando como si tal cosa y Remus palideció ante la idea de que fuese a quedarse callada y no le contestase.

–Le queda un año de carrera de sanador –contestó Remus por ella, otra vez con la boca llena–. Es una excelente enfermera, créame.

–¿Ah, sí? –dijo acentuando su sonrisa tétrica–. Eso está muy bien... –No dio más explicaciones.

Se acabaron los bocadillos en silencio, bajo la atenta mirada de la señora Carney, que se acariciaba el cuello cada dos por tres. Un gato entró, saltó sobre su regazo y se quedó acariciándole el lomo; tenía que ser Lee, porque repetía en un murmullo su nombre continuamente, como si estuviese durmiendo despierta.

–Amanecerá dentro de unas cuatro horas –comunicó la señora Carney–. No os voy a obligar a acostumbraros al horario del país, pero Nueva York es más bonito de día que de noche. –Se quedó mirando a Remus–. Y tú no esperes que Spiderman vaya a venir volando con esas cuerdas de trapecista que tiene¿me has oído? Todos los chicos, con sus estúpidos tebeos, se piensan que ese loco trepa–muros existe realmente. Ilusos... –Remus se preguntó qué le había dado de pronto, pero prefirió seguir el ejemplo de Helen y no comentó nada. La dejó un rato fartullar ininteligiblemente y ya está.

–Nos acostumbraremos, abuela –contestó pacientemente al cabo de un rato Helen–. ¿A qué hora abre la Estatua de la Libertad? –preguntó.

–¡Pues a qué hora quieres que abran! –gruñó–. A la misma que todos los edificios de visita. A las ocho, o las nueve¡o por ahí¿Qué prisa tenéis?

–¿Y qué línea de metro hay que coger? –siguió indagando Helen.

–¿Metro? –farfulló la anciana con una mueca horrible que acentuaba las arrugas de su rostro–. No has cambiado las viejas formas¿verdad, Helen? –Helen hizo como que se rascaba una ceja y la ignoró–. Cogeréis un traslador, como los magos decentes.

–¿Un traslador, pero dónde? –preguntó confuso Remus.

La señora Carney se lo quedó mirando con ávidos ojos. Remus sintió entonces haber formulado la pregunta, porque no parecía tener intención de desviar la mirada. Él la rehusó, pero al mirarla de reojo ella lo seguía inspeccionando fijamente.

–Es un nacido de muggles¿verdad, hija? –bufó la señora Carney a su nieta–. No me extrañaría que te fueses con el tipo más raro que conocieses. –No interrumpió el contacto visual en ningún momento–. Al menos es un mago... –repuso–. Eso ya es algo. Porque es un mago¿no?

–Remus te ha hecho una pregunta –le espetó Helen groseramente–, y ha sido bastante coherente¿no te parece? No sé cómo serán las cosas aquí, pero sabes bien que en Inglaterra no hay trasladores tirados por la calle para que los magos se esfumen por ahí a su antojo. –Al acabar pareció quedarse descansada, relajada, liberada.

La señora Carney farfulló algo en voz baja y después, aclarándose la voz, dijo:

–En esta misma calle hay un bar de magos, "La Aldeilla". Tienen permiso del Pentáculo Mágico para activar trasladores. ¿Has quedado enterada ya? –gruñó.

–Pero ¿y los muggles? –preguntó Remus–. ¿Y si entra alguno?

La señora Carney se lo quedó mirando burlonamente.

–Ya me extrañaba que fueses a echarte un novio inteligente –comentó–. Dime, chico¿dónde te han dado el diploma de auror¿En una subasta? –Remus enmudeció–. Los muggles sólo ven lo que les interesa ver.

Se levantó y cogió un bol de un estante. Lo llenó de leche y de un paquete de extraños cereales que había tirado por un rincón y lo puso en el suelo. Lee comenzó a maullar y el otro gato, Alan, entró en la cocina con el rabo bien alto, caminando pacientemente.

–La estatua no la habrán abierto aún –repitió transcurridos unos minutos–. No es gran cosa para ver. Bueno, "gran" cosa sí que es, pero es un símbolo de lo más simple. Libertad ni libertad... –farfulló mientras contemplaba comer a los dos, rozándose los cuerpos uno contra otro para apartarse del plato–. Querréis que os enseñe vuestras habitaciones¿no?

–Oh, claro. Lo estoy deseando –ironizó Helen, pero su abuela no captó la indirecta.

–Mira, Helen, nieta querida. –Ésta la miró enarcando las cejas, con escepticismo–. Para ti te he dejado el cuarto dos –explicó–, y a ti... ¿Remus eras? A ti el tres. Es un poco más pequeño, pero como no eres de mi familia –sonrió–¿no pensarías que se lo iba a dejar a mi nieta querida? –Estrechó las manos sonoramente–. Qué contenta estoy de que hayáis venido –dijo muy sonriente–. No imagináis lo sola que me siento –dijo entristeciéndose de pronto.

–¿Es que no bajas a "La Aldeilla" nunca? –preguntó Helen con un tono insolente, nada salpicado de conmiseración–. Allí habrá otras brujas y magos con los que puedas charlar¿no te parece?

–¡Bah! –exclamó–. Sólo voy a por los trasladores. ¡Eso no me lo ha podido negar! El camarero es tan rata que no me serviría ni un vaso de agua del grifo.

–No me extraña –murmuró Helen.

–¿Qué has dicho, querida? –preguntó la abuela.

–Nada, nada –se apresuró a decir Helen.

–¡Ah! –soltó con muchos aspavientos–. Es que para mí que me estoy quedando sorda de este oído. Bueno¿queréis que os enseñe las habitaciones o no? Tengo ganas de acostarme.

–Pero ¿no decías que no dormías, abuela? –preguntó Helen maliciosamente.

–¡Ay, sí! –contestó poniendo boca de repugnancia–. Pero os he visto, os he preparado los sándwiches y me ha entrado sueño, mira tú por dónde. Bueno, seguid el pasillo y os encontraréis dos habitaciones. La más pequeña para ti, muchacho, que ya que eres un hombre hecho y derecho, todo un auror, sé un honesto caballero y déjale las comodidades a mi nietecita del alma. –Se acercó a Helen para pellizcarle los carrillos y hacerle una pantomima, pero la chica se apartó inmediatamente de un salto–. Buenas noches. ¡Ah! Y no toquéis a Alan. Para mí que está en celo...

Se perdió en el estrecho pasillo mal iluminado con paso rápido y decidido.

–Una abuela muy encantadora –le dijo Remus a Helen por lo bajo, como si aún pudiese estar escuchándolos.

–Cállate –lo regañó cariñosamente–. Sí, muy encantadora. Menudas vacaciones que vamos a pasar, Remus. Llevo un rato con ella y ya estoy que no la soporto. Como me infle las narices mucho más¡me voy! Escúchame lo que te digo¿eh¡me voy!

–Descuida, que yo no me quedo aquí.

Levantaron los baúles a golpe de varita y los arrastraron cuidadosamente por el pasillo. Al final de éste había una puerta a cada lado, y sobre ellas un par de números de metal resplandecientes. Remus se desvió hacia la derecha, cuyo número era el tres.

Se esperaba, según le había puesto ya el cuerpo la señora Carney, una habitación estrecha e incómoda, quizá desacogedora y hasta sucia y desordenada, pero lo que vio rayaba lo imposible: era más que un cuarto un trastero, porque el desorden campaba con absoluta libertad. Remus hurgó un rato buscando si había una cama, y al rato desistió. Lo único que encontró fueron las cajitas, llenas de arena, de los encantadores gatos, que estaban repletas de malolientes orines y defecaciones.

Dejó el baúl aparcado en un espacio libre y resopló, con las manos puestas en las caderas. Consideró que lo mejor era poner algo de orden en aquella monstruosidad de cuarto y se puso manos a la obra. La tarea le llevó cerca de un cuarto de hora, dando toques con la varita aquí, allá y acullá. Finalmente encontró un colchón en el suelo, desnudo y aplastado. Resopló y salió del cuarto con aspecto de cansancio.

Se encontró a Helen en la salita, junto a la chimenea, fumándose un cigarrillo.

–¿Desde cuándo fumas? –le inquirió.

–¡Desde ahora mismo! –contestó muy nerviosa, sin mirarlo siquiera.

–¿Qué te pasa? –preguntó Remus poniéndose a su lado y acariciándole la tensa nuca.

–¡Que mi abuela va lista si piensa que yo voy a dormir ahí! He visto una cucaracha, Remus. ‚¡Una cucaracha! –vociferó–. Sabes el asco que les tengo a las cucarachas.

–Lo sé –comentó tranquilizador.

–Todo está sucio y desordenado, con todo patas arriba. Y hay cucarachas, Remus. ¡Cucarachas!

–Tranquila –dijo–, ahora pongo repelente mágico. Al menos veo que mi cuarto no es el único que está hecho un desastre –comentó divertido.

Helen le lanzó una mirada desquiciada. Le dio otra calada al pitillo y lo apagó en el cenicero que había sobre una mesa con mantel de encaje.

–No voy a aguantar aquí ni dos días, Remus –dijo Helen mirando inquieta el suelo–. Todo aquí me da grima. ¡Odio a mi abuela!

–No digas eso –la regañó Remus–. Ya te dije que cuando no tienes familia aprendes más a valorar la de los demás. Piensa que son sólo dos semanas. No vas a vivir con ella ni mucho menos. Piensa que es un ejercicio de autocontrol¿quieres?

–¿Vais a callaros o qué? –gritó desde el cuarto gruñonamente la señora Carney.

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–Hola, Christopher –saludó alegremente la señora Carney entrando en "La Aldeilla".

–Los trasladores ya sabe dónde están –dijo bruscamente–. No me pida nada, señora, porque no pienso dárselo.

–¿Aún sigues cabreado, Topher? –Rió burlonamente.

–Por supuesto –contestó molesto y muy digno–. Y deje de llamarme así. –Se aproximó a una bruja de sombrero picudo y medias de colores que se acababa de acercar hasta la barra–. ¿Qué desea tomar?

–No, Topher –gritó la señora Carney. Estaba llamando la atención del bar y Helen se sentía ridiculizada–. Quería presentarte a mi nieta, Helen. Y su novio, Remus. Es un auror.

–Estupendo –dijo el camarero sin mirarlos siquiera–. ¿Ellos querrán tomar algo?

–Sí, una cerveza de mantequilla, por favor –pidió Remus.

–¡Madre del amor hermoso! –exclamó Christopher–. Pero ¿qué acento es ése¿Son ustedes ingleses por casualidad? –Remus y Helen asintieron con desdén–. Lo deben estar pasando mal¿verdad? Hay cada mago canalla por ahí suelto. Suerte que en este país hay más seguridad.

–¡Con eso de que somos los únicos que aún tenemos en vigencia la pena de muerte...! –comentó la señora Carney, que vestía un enlutado vestido de lana aunque era pleno julio–. Uno se lo piensa dos veces antes de hacer algo.

–Tiene usted razón, señora Carney –dijo el camarero asintiendo con gravedad–. Venga, hoy la dejo que se tome algo. Pero que sepa que esto es una excepción¿eh? Lo mismo de siempre, supongo.

–Por supuesto –contestó sonriente la señora Carney–. Apúntamelo a la cuenta.

–La cuenta se la borre hace muchísimo tiempo –explicó sin inmutarse–. Son dos galeones y cinco sickles. Paga o le retiro las bebidas –sugirió sin perder la burlona sonrisa de su cara.

–¡Pago, pago! –gritó la bruja. Cogió su bebida, en un largo vaso de tubo y con una sombrillita de adorno y se sentaron en una mesa vacía que había en el rincón–. Es un chico muy majo el Topher. Un cielo. Como el hijo que nunca tuve. Dos hijas¡madre de Rowling! Me quedé con ganas de un varón... Y sabe Rowling que mi marido también. –Helen, sin prestarle atención, se puso a mirar en derredor de ella, contemplando a la extraña gente que desayunaba o tomaba un refresco allí. Más abajo había una bruja de aspecto simpático y jovial que convertía los posavasos usados en trasladores y se los daba a magos que, al instante siguiente, ya no estaban donde un momento atrás–. Bien sabe Ella que eso fue lo más frustrante para él. –Se quedaron un rato callados–. Y bien¿qué vais a hacer hoy? –preguntó mirándolos a uno y otro alternativamente.

–No lo sabemos aún –respondió Remus amablemente.

–Podríais pasaros por Central Park –sugirió la anciana–. Es muy bonito aquello, ya veréis. Además está lleno de muggles; ¡muggles por todas partes! –Un chico de corta edad, próximo a ellos, se la quedó mirando por encima del hombro–. Así que seguro que le tiene que encantar a mi nieta del alma. –Helen la miró entonces, con ojos centelleantes, pero desvió la mirada otra vez hacia la zona de los trasladores–. Hablando de muggles, querida, no te he preguntado por tu padre. ¿Cómo se encuentra¿Bien?

–Como siempre –respondió como quien no quiere la cosa.

–Un hombre muy curioso tu padre –comentó–. He conocido algunos muggles en toda mi vida, por suerte o por desgracia, pero ninguno como el tuyo, querida. –Rió–. Deberíais enjaularlo y exponerlo en un circo para que todo el mundo lo viera.

–¡Cállate! –se ofendió Helen–. Entonces¿dónde te meteríamos a ti¿En el zoológico con las fieras?

La abuela dejó de reír y Remus apartó la mirada rascándose detrás de la oreja.

–Oh, lo siento, Helen querida –dijo tan sonriente que no parecía estar disculpándose en absoluto–. No quería descalificar a tu padre. En absoluto era mi intención. Como padre no tiene reproche alguno. Como padre muggle no debe de tenerlo. Supongo que todo sería idea suya.

–¿El qué? –inquirió Helen bruscamente.

–¿Qué va a ser¡Pues tu tierna infancia!

Helen permaneció callada un buen rato, sin contestar nada.

–¿Qué, no dices nada? –la espetó su abuela.

–¡Es que a ti eso no te importa! –le gritó, poniéndose en pie, y media cafetería se la quedó mirando–. A ti ni te va ni te viene¿verdad? Pues déjame en paz, vieja amargada y cascarrabias.

–Desahógate, desahógate –le rogaba ella, como si la escena le divirtiese.

–Helen, por favor –le suplicaba Remus–. Nos está mirando todo el mundo –le susurró avergonzado.

–Sólo te digo una cosa, vieja resentida –siguió gritando–¡deja de meterte en mis asuntos¿quieres?

Se comenzaron a escuchar aplausos descarriados que lentamente surgían con mayor efusividad. Algunos clientes se levantaron de sus asientos y aplaudieron a Helen con emoción. Un fuerte silbido se escuchó por encima del bullicio. Helen se quedó mirando a todo el mundo con furia y con sorpresa combinadas.

–Vámonos, Remus –dijo y el chico la acompañó hasta la salida.

–¿Qué te ha dado? –le preguntó una vez se encontraron en la ruidosa calle, llena de personas que iban de un lado para otro sin detenerse y de taxis amarillos que aceleraban ruidosamente.

–¿Que qué me ha dado? –reiteró Helen–. ¡Un subidón! Por fin le he plantado cara y le he dicho lo que pienso. No la soporto.

–Pues podrías moderarte –sugirió cuando saliaron a la gran avenida–. He pasado un bochorno insoportable.

–Lo siento –dijo Helen.

–No tienes que disculparte –dijo Remus tranquilamente–. No es culpa tuya. Tu abuela te saca de tus casillas¿qué le vamos a hacer? –Anduvieron un rato en sepulcral silencio hasta que se le ocurrió comentar–: Tu abuela es una sangre limpia obviamente¿verdad?

–Por supuesto –contestó la chica–. Los Carney siempre lo han sido, eslabón por eslabón, casándose con los más respetables miembros de las casas de sangres limpias de Inglaterra. Hasta Helen Nicked, mi madre. No me extrañaría que tengamos algún antepasado común –sugirió–; Lupin también es una familia de raigambre¿verdad?

–Sí –contestó Remus indiferente–, pero ¿de qué ha servido? Su antepenúltimo miembro era un siervo de lord Voldemort, y el último, es decir, yo, es un licántropo que quiere casarse con su encantadora sangre mestiza. –Helen sonrió–. Nuestros descenientes tendrán que hacer méritos si quieren volver a pertenecer a una familia de renombre. Aunque, si te digo la verdad, casi prefiero que no lo hagan; me parecen más respetables y tolerantes las familias con sangre muggle de por medio¿no te parece?

–Claro que sí –respondió sonriente–. ¿No ves que pertenezco a una?

Continuaron su camino un rato en silencio, observándolo todo con curiosidad a su alrededor.

–Pero tu abuela –volvió a decir Remus–¿ella es algo así como una fanática de los sangres limpias? Quiero decir¿es de ese tipo de personas cuya máxima ambición en la vida es depurar la sangre y por eso sólo se casan con magos?

–No –contestó–, no lo sé. Supongo que no. Es muy bruta y le encanta que la magia quede en un ámbito cerrado, que no se expanda, pero no creo que tienda al fanatismo, como tú estás suponiendo –explicó–. Creo que se lleva bien con mi padre, y, según me contó mi madre, no se opuso a la boda. Más bien todo lo contrario. Pero aún así considera que la magia no debería salpicar a los muggles; creo que sí está en contra de los nacidos de muggles, pero que piense lo que quiera. ¡Es una asquerosa amargada! –bufó–. Y también detesta a los squibs, creo...

Remus se quedó callado. Luego se atrevió a preguntar:

–¿Es cierto que cuando pequeña tus padres creyeron que eras una squib?

–En absoluto –respondió lacónica pero con determinación.

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La llave de la puerta sonó y entraron Remus y Helen. La señora Carney estaba en la sala de estar, toda desordenada, con un amplia sonrisa y bailando al son de una música que debía de sonar en su cabeza, porque la tarareaba con emoción. Se detuvo frente de su nieta, abrió los ojos y se la quedó mirando sin variar la sonrisa.

–Hola, Helen –dijo.

–Hola, abuela –la saludó también impregnando la voz con un tono de profundo descaro.

–¿Lo habéis pasado bien? –preguntó reanudando el baile–. Ya os dije que el Empire State os iba a gustar.

Helen se fue a su cuarto sin dar explicaciones. Remus se quedó mirando a la señora Carney un instante, pero como ella no reparara en él salió detrás de su novia.

–¿Qué se ha fumado tu abuela? –preguntó–. Parece ida.

Helen sonrió:

–Pues te presento a mi abuela, querido. Es ella. Le dan los prontos y es ella. Voy a darme una ducha.

–¿Quieres que nos bañemos juntos? –propuso Remus con picardía.

–No, Remus –fue tajante Helen–. Mi abuela es capaz de aparecerse en el cuarto de baño. Ya sabes, nada de nada mientras estemos aquí. Sequía completamente... Mi abuela es una chismosa de mucho cuidado.

–¿Has dicho algo? –gritó desde la otra punta la anciana.

–¡Cállate, abuela! –vociferó Helen asqueada–. ¿Lo ves? Es una entrometida. No me extrañaría que le hubiese echado un conjuro al espejo para verte desnudo mientras te duchas. Bueno, voy a coger mis apaños y después, si quieres, entras tú. ¿De acuerdo?

Remus asintió.

Se metió en su cuarto, donde Alan y Lee, los gatos de la bruja abuela de Helen, estaban acurrucados uno junto a otro en sus cajas de arena. Le pareció una escena enternecedora, de ésas que los muggles imprimen en los calendarios porque les parecen que llaman la atención al público débil que siente el impulso de comprarlos para admirarlos continuamente.

Cuando se encontraba divagando interiormente en estos términos, Alan, o el que creía que era Alan al menos, el más huraño según les había dicho la señora Carney, se incorporó sobre sus patas, se desperezó como hacen los gatos, erizándose todo el cuerpo, y, de un salto, se montó encima de Remus, que se había tumbado sobre el colchón.

Le comenzó a acariciar el cuello y el animal se dejó hacer. La mascota se paseó por encima de él con total libertad y lo miraba con unos ojos que parecían que quisiesen hablar, unos ojos tan reales que a Remus le recordaron los de sus tres amigos animagos, que seguían pudiendo hablar a través de la mirada. Entonces cogió al gato para poderlo ver mejor y se dio cuenta de que...

–¡Pero si eres una chica! –exclamó en voz queda–. Bueno, una chica gata. ¿Y la abuela te llama Alan? –El gato maulló–. Eso está muy mal. Deberías llamarte Maggie o Karol o algo así. ¡Helen! Te llamarás Helen¿quieres? Es un nombre muy bonito, y así recordarás el paso de mi novia por aquí¿vale? –El gato maulló lastimeramente.

–¿Con quién hablabas? –Asomó la cabeza por la puerta Helen. Estaba en bata y con la acostumbrada toalla liada en la cabeza–. Me ha parecido oírte hablando con alguien.

–Pues te lo has imaginado, supongo. –Sonrió.

Soltó a la gata Helen en el suelo y empezó a saltar sobre unas cajas que había por allí arrumbadas. Sobre una de ellas había dejado Remus su varita mágica, y la gata se lanzó sobre ella, pero se le escapó de entre las garras y cayó al suelo. Remus y Helen se volvieron para contemplarla.

–¡Gata mala! –la riñó Remus.

La gata se lo quedó mirando y salió corriendo de la habitación.

–¿Estás tonto? –Rió Helen–. Es un gato, no una gata.

–Sí es una gata –dijo ofendido–. No tiene colita.

–Sí tiene –repuso Helen con sorna.

–Bueno, por detrás sí –aceptó Remus–, pero por delante no. Es una gata y se llama Helen.

–¿La has llamado como yo? –preguntó–. Me honras, Remus.

–¡La cena está lista! –gritó la señora Carney.

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–¡Me toca, me toca! –exclamó emocionada la señora Carney. Tiró un dado–. ‚¡Cinco! Casilla naranja. Deportes mágicos.

–Bien. –Se aclaró la garganta Remus y tomó una tarjeta nueva de preguntas–. ¿Cuántas copas ha conseguido la Selección de España de Quidditch en toda la historia?

–Dos –probó suerte la anciana.

–No. –Miró el reverso de la tarjeta Remus–. ¡Veintisiete!

–¡Vaya con los españoles! –exclamó Helen–. Las matan callando.

–Son unos excelentes jugadores del Quidditch –comentó Remus–. Bueno, ahora me toca a mí. Dos. Casilla de conjuros y pociones.

Helen cogió del montón una tarjeta y leyó la pregunta.

–A ver, a ver, a ver... ¡Ya! Conjuros y pociones. Te leo: «¿Qué encantamiento funciona para ocultar a una persona encerrándola en la mente de otra?»

Remus se quedó un momento en actitud de pensar, pero era una estupidez. No había escuchado aquello en toda su vida.

–No sé –asumió finalmente.

–Fidelio –leyó Helen al darle la vuelta a la tarjeta–. Qué cosa más rara.

–¡Oh, qué incultura! –exclamó la señora Carney–. Mira que no saber lo que es el encantamiento Fidelio.

Helen creyó que se estaba tirando un farol anotándose un tanto:

–A ver, lista –le espetó–, explícanos tú lo que es.

–Pues eso –dijo tan campante–, meter a una persona en la cabeza de otra. Venga, Helen, que te toca –le espetó.

Tiró el dado y cayó en una casilla amarilla, de Historia de la Magia. Su abuela cogió una tarjeta, se la acercó mucho a la cara y leyó:

–«¿En qué año en Australia estuvo legalizada durante una semana la caza de muggles?»

–¡Y yo qué sé! –se quejó Helen–. Pero ¿de eso hay alguien que se acuerde? No lo sé. ¡No voy a conseguir la gragea amarilla para rellenar mi ficha! Con preguntas como ésa... –sollozó.

–Pues en 1136 –leyó la respuesta la anciana–. Me imagino a los muggles por ahí corriendo delante de los brujos. –Rió.

–Yo no le encuentro la gracia –dijo Helen muy seria–. ¿Puedes explicarme dónde está el chiste?

–Tú no lo cogerías –contestó sin dejar de convulsionarse a causa de la risa floja–. Tú eres medio muggle. ¿Qué digo? Tres cuartos muggle.

–No sabes lo que me alegra tenerme que ir mañana a casa –comentó Helen sonriente–. No me vas a amargar el último día, abuela.

–Pero ¿qué te he hecho yo, eh, Helen? –preguntó dolida–. Yo te quiero...

–Yo también –repitió sin convicción–. ¿Has visto lo poco convincente que suena? Pues igualito suena cuando lo dices tú.

–Pero ¿por qué me detestas tanto? –inquirió la anciana haciéndose la afligida y a la que estaban a punto de salírsele las lágrimas.

–Yo no te odio, abuela. Te odias tú a ti misma. Haces que todo el mundo te odie. Si tuvieses un poco de amor propio harías que todo el mundo te quisiese y te respetase –dijo–. ¿Por qué crees que mi tía Ángela no te habla¡Porque no te soporta! –gritó–. Aunque seas su madre no te soporta.

–Me haces tanto daño... –comentó la bruja lloriqueando.

–La verdad duele¿a que sí? –preguntó quisquillosa Helen.

–No te pases, Helen –la trató de apaciguar Remus.

–¡No, si no me paso! –dijo aparentando calma, que le faltaba por donde quiera que se mirase–. Ésta a la que llaman mi abuela me ha detestado toda su vida porque me ha creído una squib, por más que mi madre te lo explicó todo –dijo volviéndose hacia ella.

–¡Pero todo eso debía de ser mentira! –exclamó la abuela sollozando fingidamente–. Me estaban mintiendo, yo lo intuía.

–Pero ya has visto con tus propios ojos que no –repuso.

–Tu padre era una mala influencia para tu madre. ¡Sí que lo era! –gritó–. Yo lo sabía desde el principio, pero ¿cómo iba a decir nada¿Quién me iba a creer? Tu tía Ángela le diría que estoy chocheando... –hablaba a trompicones, intentando derramar un caudal de lágrimas que no le salían, pues no las sentía–. Tu padre es el que tiene la culpa.

–‚¡No! –gritó Helen roja de furia. Le dio un puñetazo a la mesa y el dado y algunas fichas salieron rodando hasta caer en el suelo. La señora Carney enmudeció de pronto–. Mi madre fue la que lo ideó todo¡y lo hizo muy bien! –La anciana dejó de forzarse las lágrimas y tensó mucho el rostro, asombrada–. No has hecho más que escarbar en tu ideario de vieja amargada y anticuada, pero nunca le has preguntado a nadie si ha estado satisfecho con lo que ha hecho en su vida. Yo no me arrepiento de nada.

–Pero es lo que somos –susurró.

–Es lo que eres –dijo–. Yo podría vivir tranquilamente como lo hacía entonces.

–No has cambiado nada, Helen –comentó la señora Carney intentando sonreír, pero estaba muy tensa para conseguirlo–. Mientras sigas pensando así nunca llegarás a ser una Carney en condiciones.

–Es que no soy una Carney –dijo como si blandiese un cuchillo–. ¡Soy una Nicked! Y estoy orgullosa de serlo.

–Eres igual que tu tía Ángela –comentó la señora Carney a modo de reproche–¡una rebelde! Al menos ella se casó con un mago...

–¡Y yo también! –gritó Helen apretando mucho los puños–. Remus es un mago¿o es que no lo ves? –Remus sintió la fría y calculadora mirada de su abuela política sobre él–. ¿Acaso no tiene lo que hay que tener para ser un buen partido? Es un sangre limpia... Un Lupin –explicó.

–¿Ah, sí? –Pronunció una extraña sonrisa.

–¡Sí! –volvió a gritar Helen–, pero yo no lo quiero porque sea un sangre limpia o no, sino por lo que es, y por eso mi madre ama a mi padre, y le da igual que sea un muggle que un centauro que un elfo doméstico. –Su abuela tuvo un escalofrío–. Lo quiero por lo que es y representa para mí. –Remus la miró con dulzura y sintió un amor tan fuerte por ella como no se acordaba que podía sentirlo, con el corazón latiéndole fuertemente en el pecho–. Él va a ser quien estropee el legado de su familia enamorándose de una sangre mestiza –dijo con sorna, y vio que su abuela era presa de un nuevo escalofrío, aún más estremecedor–. Aunque tampoco importa mucho. No lo iban a tener en mucha estima siendo un licántropo.

El rostro de la señora Carney se tensó de nuevo y se quedó mirando al muchacho con expresión de temor. Después le lanzó otra inquisitiva mirada a su nieta, como queriendo decir algo así como: «¿cómo eres capaz de enamorarte de una bestia?»

–Fuera de mi casa –dijo serenamente la señora Carney.

–¿Cómo? –inquirió Remus.

–He dicho que hagáis los baúles y os vayáis de mi casa –repitió.

–¡Magnífico! –exclamó Helen imitando a su padre, y su abuela la miró con puro asco reflejado.

–Pero si no... –intentó excusarse Remus, muy tenso y violento.

–¡Cállate, animal! –lo espetó.

–No le hables así a mi novio –dijo Helen sacando su varita y apuntando directamente a su abuela a los ojos–. Dile que te ha encantado conocerlo.

–Me ha encantado conocerte... –repitió arrastrando las palabras don desprecio.

–Un verdadero placer –acentuó Helen.

–Sí, un verdadero placer.

–¡Ah! Y di que eres una asquerosa y repugnante elitista. Porque ahora sí, Remus, te puedo decir que mi abuela es una fanática de los sangres limpias. ¿Quién te lo iba a decir? –Rió socarronamente–. Debes de estar muy decepcionada con la familia que has tenido¿verdad?

–¡Sí! –gritó irritada.

Helen le clavó la varita en una mejilla, se la torció y su abuela rectificó:

–No, estoy encantada.

–Ay, abuela. No sabes lo que me ha alegrado verte. Es que eres un sol cuando se puede razonar contigo –comentó irónicamente–. Y si algún día quieres venirte por casa¡pues vente! Haremos como en los viejos tiempos¿verdad? Cuando te conocí. Seguro que ahora en este momento te gustaría que todo fuese como entonces¿verdad? –Y le clavó más profundamente la punta de la varita mágica–. Vamos, Remus. Hay mucho que recoger. No nos esperamos a mañana. Ya que no quiere tener a un atractivo licántropo en casa ni a su querida novia, que es nieta suya¡pues que le den morcilla! –gritó. Los vecinos de al lado debían de estar asqueados, porque dieron varios golpes con el puño en la pared–. Vamos a hacer los equipajes. Nos iremos sin despedirnos.

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(NUEVO CAPÍTULO DE... REMUS LUPIN AMA A HELEN NICKED¿QUÉ HUBIERA PASADO SI...?: Quinta escena –"Hasta pronto"–).

¿Os ha caído bien la señora Carney? Espero que no... Más que nada por vosotros, porque no sé en qué estaríais pensando si no. ¿Saldrá más? Sí, me temo que sí. Bicho malo nunca muere. Ahora ¿tenéis curiosidad? Lo cierto es que, en efecto, parece que hablen en clave, pero es que así es. Algún día se descubrirá todo. Como siempre, nos vemos dentro de una semana: para el viernes, 18 de febrero podéis ya pasaros que habrá un nuevo capítulo recién salido del horno (he pensado en productos de bollería y ¡me acaba de entrar un hambre!...).

Avance del capítulo 30 (PLANES SECRETOS): Por fin conoceremos a la familia de Dedalus Diggle, sobre todo a su afable y simpática esposa, Mandy. Se ultiman los preparativos para una muerte. Presenciaremos la última reunión de la Orden del Fénix y el encantamiento Fidelio. Remus se mudará de nuevo. Harry y Neville cumplirán un añito.

Os dejo, que tengo que estudiar mucha Lingüística y preparar mi cayado para carnaval, que aún no lo tengo terminado. Ya sabéis, estudiad, leed y pasadlo bien (parece esto el lema de la RAE: "limpia, fija y da esplendor").

Un saludo fortísimo para todos mis lectores.

Quique Castillo.