«Si un libro no tiene humor no lo encuentro serio.»
(Paul Theroux)
¡Bienvenidos a la trigésimo entrega de MDUL! A pesar de estar inmerso en exámenes, me encanta daros la bienvenida siempre, una semana más.
Respondo "reviews":
AVISO: Por razones que no me competen (es decir, agobios exameneros y poco tiempo en el aula de informática de la facu) os voy a dejar unas respuestitas que no se corresponden con la extensión a las que os tengo acostumbrados. Para la semana que viene espero que este calvario de signos lingüísticos, disciplinas como la semiótica y rasgos fonológicos opuestos haya acabado... Gracias por vuestra comprensión. La semana que viene volveré en toda mi extensión.
-Marce: Muchas gracias por el "review". De nada por habértelo dedicado el anterior. Antes de nada: dices que soy "Buena escritora"... Quizá no sepas que soy un chico, o quizá sea que te has equivocado. Tengo 18 y estudio Filología Hispánica en Córdoba (España); quizá no leyeras la introducción. Me pensaré lo de escribir un capi sobre Dumbl y Sirius. Se me están ocurriendo algunas ideillas, la cosa es tener tiempo. No voy a poder escribir sobre la infancia de Helen, porque hay un capi dedicado a eso más adelante. Sorry... No importa que no hayas podido dejar review en el otro fic, la intención es lo que cuenta. Ya te mandaré un correo electrónico invitándote a "Story-Weavers": es que soy una especie de Relaciones Públicas y, además, si te la pongo aquí, en ff, no sale. Lo de tu personaje lo pensaré: ya te he dicho que estoy escaso de tiempo: todo el día estudiando no es bueno. El otro día cogí el ordenador para escribir un poquillo y me dio un mal de conciencia... Espero no dejarme ningún punto, mchas gracias por tu review.
-AYA K: Cada día estás más metafísica. Me gustó mucho la cita del filósofo ese; se nota que, en el fondo, sabes más de lo que afirmas. Qué pena que no te hayas hecho fotos! Me gustaría haberte visto. elena y yo nos hemos hecho. ya la colgaremos... Me alegra que la abuela te haya caído mal: eso demuestra que sigues siendo tú. Y con lo de la muerte...: te estás rayando. Espero que no te enfades porque hoy vaya a ser tan cortito: ya he puesto un aviso arriba. ;; ¡NO TENGO TIEMPO PARA NADA! Gracias por todo, Evita.
-Paula Yemeroly: Larguísimo review. Qué pena que no pueda corresponderte. ¿Celoso por lo de Volví? jejej... Oo ¡M'a pillao! No, hombre... tampoco es eso. Me llevo bien con Pekenyita, hemos hablado un par de veces, pero no puede uno dejar de sentir envidia (sana) por ella. No obstante, somos amigos y nos llevamos bien. Me alegra que te haya gustado el capi. También quise poner que el gato fuera un animago, pero no pegaba ni con cola. Un review el tuyo muy cariñoso: gracias por felicitarme San Valentín. Eres la única persona (en "fanfiction") que lo ha hecho. Sí, como dices en el rr, la gente tiene que demostrar más a menudo su amor, y Helen lo hace porque cada día va a estar más prendada de Remsy. Siento que mi rr de hoy sea tan corto. Muchas gracias por todo.
-Leonita: ¡hola! Qué bueno, saludos de Berta (Ariel). Tengo que pasarme lgún día para dejarle alg´n "review" y charlar con ella. ¿Helio? Ay, cuando veas la foto te vas a reír. Todavía no est�, eh. Sí, todavía queda una aduana más por salir, pero bueno... ya no sé si pondré más. ¡Estoy desaendo lo del viaje a Córdoba! elena también está muy emocionada, y me alegro muchísimo, porque el día que quedamos, como ella no te conocía, iba conun miedo que para qué. ¿Te ha gsutado el trivial? De alguna forma tendría que poner lo del Fidelio¿no? Vaya caca de teclado el de la facu, que me como la mitad de las letras, uff. Gracias por lo de "los tiempos de los capítulos", pero eso va implicado en la inspiraci´n con que escriba el capi. Me tengo que ir, que hoy no tengo tiempo para casi nada. Pero estoy muy contento, porque ¿quién sabe si pronto tú yo, y los demás, podremos hablar juntos por el msn más de un día?... Muchas gracias por todo.
-Lorien Lupin¡hola! Prometo que pronto retomaré el Secreto, que me quedé con la intriga... ¿Que el nombre de la carrera suena complejo? Pues no te digo ya el contenido... Estoy de Semiótica... Entonces¿propones finalmente lo de Snape en REMU LUPIN AMA A HN? Me he reído cuando he leído en tu rr: "al menos que te salgo tu lado malvado y me los separes"... jejeje. Sí, todavía no he empezado con tu personaje porque he tenido que incluir más capis, pero ya mismo... siento la brevedad. arriba dejé un aviso. ;; muchas gracias por todo.
-Joanne Distte: ¡holas! A mí sí me deja subir capis. ¿Te diste cuenta: "me tomo unas pastillas del sr. Cool y me siento muy vital. Y empezó a toser"... ¡Pobre sra. Carney! En el fondo está trastornada desde que murió su marido. Sí, lo del bar fue divertido. Pero esto es poco con lo que queda por venir. ¡Ay¿Cuántas semanas quedan para que cuelgue el capí 35¡Qué ganas! siento la brevedad, en serio. ¡PERDONADME! Muchas gracias por todo.
-Valita: Largo rr para respuesta tan mediocre como la mía. Lo siento: falta de tiempo, ya se sabe... No pasa nada por lo de la siguiente semana: yo espero que tú tmbién comprendas que no puedo contestar hoy extenso. Mientras vuelvas... jeje. Nada, que te lo pases muy bien. O que te lo hayas pasado, si lo lees cuando vuelvas. ¡A E.E.U.U.¡Guau! Perdón por la brevedad: espero arreglarlo en el próximo capi. Muchas gracias por todo.
-Lafken: ¡hola! Nada, me alegro que hayas vuelto, y si fue por un campamento es normal... te encantan. Espero que hayas leído el aviso de arriba: que no tengo tiempo para responder por extenso. Ya hablaremos la semana que viene, espero, y haré caso a tu petición de tu otro grupo de hotmail. ¿De qué va? Ya hablaré con los administradores y, si llego a algún acuerdo con ellos, incluso podría conseguir que en "Story-Weavers" pusiesen algún tipo de publicidad. Hasta luego.
-Isa: ¡hola! Qué malvado soy: tu primer rr y no voy a responderlo tan largo como desearía: espero que hayas leído el aviso de arriba, donde lo explico pormenorizadamente. Descuida, que si la semana que viene vuelves a pasarte por aquí te dejaré una respuesta larguísima. gracias por decir que es uno de los mejores fics que has leído. No todo es mío, porque la idea de escribir sobre el amor de remus y helen es de mi amiga Elena: si no me lo llega a proponer, ni lo escribo... Seguro que lo del muñeco fue para gastarte una broma. ¿No te gusta la escuela¿Detestas a los maestros? Bueno, estás hablando con uno que está estudiando para ello... Pero no me ofendo, ya lo tengo controlado. Sí espero que te guste la Lengua y la Literatura, porque es mi especialidad. Lo del msn, cuando pueda te agrego, o si eso agrégame tú. en mi página de la biografía puedes ver mi dirección. yo ahora mismo tengo poco acceso. Lo de convertirte en personaje lo habremos de hablar, pero hay muchas posibilidades, porque aún me queda historia para largo. Muchas gracias por todo.
-Padfoot: Gracias por volver. Te gustó la amenaza que te dejé? perdona la brevedad con que te respondo hoy. Estoy de exámenes hasta el cuello. la semana que viene, gracias a santa Rowling, estaré libre y podré responder con mayor holgura y, además, me pasaré por tu fic. ¡Lo prometo! Sí, Helen está tomando más carácter... ¿Se volverá maligna? No, es broma, jejej. Hasta la semana que viene y muchas gracias.
-Nimmy: ¡Qué largo rr! Si has leído el aviso de arriba, comrpenderás porque soy tan escueto en esta ocasión. Veo que has vuelto muy desequilibrada de tus vacaciones: no han servido para relajarte, sino todo lo contrario. Tienes razón: la información sobre ti es mejor que me la envíes por correo electrónico, por privacidad. En Story-Weavers también la leerían, así que mejor me la mandas directamente a mí. Ya pensaré en qué puedo ponerte. Muchas gracias por todo, y verás cómo la semana que viene escribo más largo. Lo prometo.
CAPÍTULO XXX (PLANES SECRETOS)
La casa de Dedalus Diggle era grande y bien decorada. Estaba rodeada de árboles de extenso follaje y un serpenteante camino de piedras era la única vía a la sociedad, comunicándolos con una carretera de segunda clase y mala reputación.
Era diecisiete de julio, anochecía y hacía un calor horroroso.
La señora Diggle, Mandy, era una mujer encantadora, como pronto descubrieron, simpática y muy guapa. Tenía una larga cabellera rubia de mechones ondulados, que era su mayor atractivo, y unos ojos verdes muy luminosos, parecidos a los de Lily, aunque no tan brillantes. Era de piel muy pálida y siempre estaba sonriendo, aun cuando regañaba a sus dos hijos, un par de gemelos muy revoltosos que acabaron castigados en su cuarto para poder quitárselos de en medio.
–A ver si se van ya el año que viene a Hogwarts y maduran –comentó Dedalus con impaciencia. Estaban sentados apaciblemente en el jardín.
–¿Para qué, Dedalus? –preguntó Mandy con una suave y agradable voz–. Eres tonto –dijo cariñosamente–. Yo, particularmente –volviéndose hacia Helen, que estaba a su lado–, creo que mis hijos son un par de diablos caídos del cielo. Son muy revoltosos, pero son encantadores. No hay más que verles la cara de ángeles que tienen.
–Sí, son encantadores –los alabó Helen, que se sentía algo incómoda en un principio porque la señora Diggle era algunos años mayor que ella.
–¿Mirarles la cara? –repitió Dedalus con desgana–. Pero si siempre la llevan hecha un asco, llena de churretes de barro y manchas. Son unos niños muy descuidados. Bueno¿no crees que es hora de cenar, Mandy?
–Me parece una increíble idea. –Asintió sonriente–. Ve preparando la barbacoa, cariño. Helen y yo iremos preparando la mesa. Si quieres ayudarme, Helen, claro...
–Por supuesto, Mandy –contestó Helen resuelta–. ¿No irías a pensar que te iba a dejar haciendo todo el trabajo sucio? –Rió.
Remus se quedó con Dedalus mientras Helen entraba con Mandy para traer una mesa y sillas. El anfitrión agitó su varita y apareció en el jardín una ancha barbacoa de ladrillo con numerosas hamburguesas y salchichas sobre la parrilla. Sacudió ligeramente su varita y prendió un agradable fuego que pronto comenzó a chisporrotear.
–Es agradable¿verdad? –dijo Dedalus mirando en torno.
–Sí, tenéis unas vistas geniales –alabó Remus. La casa, a decir verdad, estaba ubicada sobre una colina de ligera pendiente, y desde su situación podía dominar casi todo el valle–. Es una casa increíble, te lo digo en serio, Dedalus.
–¡Oh, gracias, macho! –Vio su vaso vacío y le preguntó–. ¿Quieres otra cerveza de mantequilla?
–No, gracias. Ahora después mientras cenemos, si te parece.
–A todo esto¡no te he preguntado cómo te han ido las vacaciones¿Cómo te han ido?
–Bien –contestó sin mucho ánimo.
–Ha sonado muy apagado –dijo Dedalus–. ¿Ha habido problemas con la parienta?
–No. –Sonrió Remus–. Más bien con la abuela. Era insufrible. Pero no quiero hablar mal de ella.
–Desahógate, chico –le recomendó Dedalus–. ¿Qué te crees, que yo no tengo familia política? A nadie le caen bien sus suegros, sus abuelos políticos... Es todo muy complicado. Con los cuñados es diferente, por otro lado. Es normal.
–No, ella no era normal –repuso Remus más suelto–. El último día nos echó de su casa.
–¡No digas! –exclamó.
–Sí, se enteró de que era un licántropo y... ya ves. Tenemos muy mala fama.
–Me parece una tontería –comentó Dedalus mientras le daba la vuelta a las hamburguesas usando el conjuro levitatorio–. ¡Ni que tú tuvieses la culpa, mira tú¡Bah! Olvídate, es lo mejor. Son personas mayores, fueron educados en otros tiempos, y entonces había otra moral¿me entiendes? Ahora el que uno sea un hombre lobo es normal –dijo.
–No, no lo es –repuso Remus.
–Pero lo ser�¡lo ser�! –dijo todo convencido.
Las chicas aparecieron entre risas con la mesa y la dejaron sobre la mullida y fresca hierba. Mandy, sin perder la sonrisa de sus labios, agitó su varita y se encendieron unos cuantos lamparones que había colgados del tejado. Una tenue iluminación surgió.
–Que os vais a dejar la vista pegada en la parrilla –comentó divertida–. ¿Cómo va la cosa? –preguntó.
–Bien, bien –respondió Dedalus sin otorgarle muchas palabras.
–Hombres –comentó Helen, sonriéndose.
–Remus es muy guapo –comentó Mandy a Helen–. Dedalus me había hablado muchas veces de él, pero¡claro, eso no me lo había explicado. Parece un chico muy formal.
–Es muy formal –explicó Helen–. Parece mentira que tenga veintiún años. Es de esos chicos que maduran antes que el resto de las personas. Aunque también ha pasado lo suyo...
–Sí, Dedalus me ha contado –mencionó Mandy, pero no parecía dispuesta a aguar la conversación sacando un tema tan triste–. Dedalus también es un gran hombre, aunque a veces es como un niño. Parece como si no hubiese madurado. –Helen sonrió–. Yo hay veces que me lo quedó mirando mientras juega con los niños y me parece mentira que sea su padre, te lo digo en serio.
–Bueno, Remus también tiene sus prontos –repuso Helen–, pero hoy está muy formalito. Cuando está en su salsa, con gente de sobrada confianza, se suelta la melena una cosa... Pero es un chico muy apañado –comentó lisonjeramente–. Yo lo quiero mucho.
–Eso se nota –dijo Mandy sonriendo afablemente–. Se nota que os queréis mucho los dos. Antes os habéis mirado de una manera que me ha encantado –dijo de veras–. Es bonito ver personas que aún confían en el amor.
–Pero tú y Dedalus... –empezó Helen.
–No, no. Nosotros también seguimos enamorados, pero ya es tanto tiempo que no es lo mismo. Vosotros mantenéis esa llama, esa pasión de las personas que se quieren y que aún tienen mucho que sorprenderse el uno del otro. Tengo yo un sexto sentido para esas cosas. –Rió–. Bueno, vayamos a ver cómo van éstos¿no te parece? Que está Dedalus cocinando –sonrió–, así que puede salir algo ardiendo.
Helen sonrió. Aquella mujer era tan servicial y cariñosa que se lo tomaba todo a gracia y parecía uno que se encontraba en paz cuando estaba a su lado.
Los hombres seguían allí, con la barbacoa aún en pie, charlando de las últimas noticias de importancia que habían salido en El Profeta. Helen y Mandy les rogaron que dejaran de hablar de cosas que estaban pasando muy lejos de ellos y que se concentraran, por una noche aunque sólo fuera, en la cena tan espléndida que estaban preparando.
–Ayer se le cayó otro diente a Malcolm –explicó mientras comían, y hablaba tan suavemente que todos se callaban para escucharla–. Es más gracioso, el puñetero. –Rió–. No nos deja ni a su padre ni a mí que se lo saquemos. Ya me diréis lo que nos costará a nosotros hacerle un conjuro y sacárselo sin hacerle daño. Pues el muy tonto se espera a estornudar, que es cuando hace magia involuntariamente, es muy gracioso, y se le caen solos. Lo digo en serio, ayer me eché a reír.
–¿Quieres más cerveza, Remus? –le ofreció Dedalus.
–No, gracias, Dedalus, que mañana tengo que ir a ver a Dumbledore y tengo que ir sobrio.
–¿Y eso¿Qué ha pasado? –inquirió curioso–. ¿Algo grave?
–No –negó enseguida, sonriendo despreocupadadmente–. Sólo que no lo he visto desde que he vuelto a Inglaterra y quiero decirle que estoy bien.
–¿Y dónde has pasado estos días? –preguntó Dedalus–. Creía que vivías con él.
–Me he quedado en casa de Helen, con mis suegros. Son un par de soles. –Mandy sonrió, mirando de reojo a Helen, quien le devolvió la sonrisa–. Necesitó respirar un poco. Dumbledore no quiere que salga ni nada. Piensa que Voldemort pueda estar esperándome en cualquier esquina, pronto a echarme una maldición. –Remus sonrió francamente y Mandy entornó los ojos para mirarlo más detalladamente–. Me atosiga un poco, la verdad.
–Lo hace por tu bien –repuso Dedalus.
–Sí, eso es lo que dice todo el mundo últimamente –dijo Remus–. Parece que Dumbledore no se haya hartado de repetirlo. Y además yo lo sé, pero creo que también tengo que respirar. Me he tirado un año entero encerrado en Hogwarts. Prefiero mil veces enfrentarme a Voldemort que enfrentarme a esa prisión sin rejas, a esa prisión moral. "Es por tu bien, es por tu bien..." –imitó.
Comieron abundantemente y la noche cerrada pronto cayó sobre ellos, iluminados solamente por los grandes lamparones y la luna creciente, que reinaba en el firmamento.
–Deberíamos quedar otra vez –sugirió Dedalus–. Aquí, por supuesto. ¡Remus está desalojado del mundo! –comentó bromista, pero a nadie le hizo gracia–. ¿Qué te parece, Mandy?
–Una idea muy inteligente, cariño, de las pocas que tienes de interés –le dijo amorosamente.
–Lo que pasa es que va a ser complicado. En agosto nos vamos de vacaciones a Gibraltar... ¡Al peñón! Ahora tendremos que comprarle las cosas del cole a los nenes –explicó–. No sé, no sé... La única noche que sé que tengo libre es la noche de brujas –sugirió riendo–. ¿Os parece? Podemos montar una fiesta fantasmal que os ponga los pelos como escarpias. ¿Os parece la idea?
–Por mí no hay inconveniente –dijo Remus–. Estaré encantado de venir.
–Yo también –contestó Helen apresuradamente–. Me has caído muy bien, Mandy. –Le dio dos besos para despedirse–. Nos vemos entonces ese día.
–Que tengas mucha suerte en la academia, Helen, por si no te veo antes de que empieces... –le dijo sonriendo.
Se desaparecieron ante sus ojos en el jardín.
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–¡Feliz cumpleaños, Harry! –dijo Remus haciéndole carantoñas.
El niño sonrió. Hacía mucho tiempo que Remus no veía a Harry. Seguía regordete aunque de baja estatura, aunque había crecido unas cuantas pulgadas y podía dar algunos pasos débiles siempre y cuando contase con ayuda. Tenía una mirada increíble, con sus dos grandes ojos abiertos de par en par, muy curioso mirándote con ese brillo verdoso del que también participaba Lily Potter.
–Le hemos comprado un regalito –dijo Helen–. Espero que te guste.
Lily se lo agradeció por lo menos diez veces y cogió el paquete con una agradable sonrisa. Retiró el lazo con suaves manos y destapó la caja. Era un conjunto de ropa muy gracioso, de color verde acuarela, que hacía juego con sus ojos tan cándidos.
–Es muy bonito –se lo agradeció Lily–. Tan bonito que pienso ponérselo ahora mismo –sugirió.
Y se llevó a Harry. Regresó al cabo de unos minutos con el pequeño embutido en un traje de bebé de una pieza, todo verde, y que tenía por único adorno el dibujo de un conejito en la pechera.
–¿Verdad que está guapo? –preguntó Lily muy contenta–. Muchas gracias, Helen. Muchas gracias, Remus.
–De nada, de nada –dijo el chico–. No se cumple un año todos los días.
–Ahora están en el mejor momento –comentó Alice, que estaba allí con Neville cogido en sus brazos–. Es la edad más graciosa. Siguen siendo bebés pero ya son niños, y se comportan como tal, los muy traviesos. Helen, si tuvieses un niño sabrías lo que quiero decir.
Sirius se acercó hablando tranquilamente con James y se puso frente a Harry, haciéndole carantoñas con la cara, contorsionando las facciones y sacándole la lengua. Harry, con una risa contagiosa, se reía y daba pequeñas patadas en los brazos de su madre.
–Me adora... –dijo Sirius con orgullo–. ¿Me dejas que lo coja un rato, Lily? –le preguntó.
–¡No! –se adelantó Helen–. Yo también quiero cogerlo. Y yo soy más cuidadosa que tú. –Volviéndose a Lily–: Sabes que soy más cuidadosa¿verdad?
–¿Y? –inquirió Sirius–. ¡Pero yo soy su padrino!
–¿Y? –repitió Helen–. ¡Y yo su madrina!
Siguieron discutiendo acaloradamente durante un largo rato, tan fuerte que no se dieron cuenta de que Remus, mirándolos atónito a ambos, se adelantó y cogió de los brazos de Lily al joven Harry. Lo tomó en sus manos y lo meció. Le parecía un niño encantador, muy guapo, y él se sentía como un tío suyo. Y aquello lo gratificaba, porque le recordaba que, a pesar de todo, no estaba solo en el mundo.
Harry murmuraba cosas en sus brazos. Es como si viviese solo en su mundo y que sólo a veces en él entrase Neville, que parecía ser el único que lo comprendía. Ninguno sabía hablar; a lo sumo repetían las sencillas vocales y se divertían al escuchar los diversos sonidos salir de sus bocas. Pero al ponerse ambos a jugar juntos no hacían falta palabras para que hubiese una confidencialidad traviesa entre los pequeños.
–Oh, Remus. Lo tienes tú –dijo Helen–. Déjame un rato a Harry¿quieres?
Quería salir victoriosa, pero Sirius le salió al paso:
–No, Remus. Yo soy tu amigo. Yo soy su padrino. Dejámelo a mí, Remus.
Y se pusieron otra vez a discutir. Remus lo seguía sujetando en sus brazos, moviéndose de un lado a otro con él, mirándole sus grandes e hipnotizadores ojos verdes que tanto le recordaban a los de Lily. Se acercó hasta donde estaba sentado Peter comiendo un gran trozo de tarta con aspecto afligido. Se sentó a su lado, con Harry sentado sobre su rodilla.
–Hola, Colagusano.
–Hola –saludó con desgana.
–¿Quieres coger un rato a Harry? –le propuso.
–No, no, no –gritó como si aquello le pareciese imposible–. Se me caería o... algo parecido. –Miró a Harry con una extraña expresión y desvió inmediatamente la mirada hacia otro lado–. No.
–No seas tonto –le recriminó Remus ocioso–. No tienes las manos de plastelina. ¡No te va a pasar nada porque lo cojas¿no te parece?
–Ya, bueno. Pero no me apetece –dijo tragando un nuevo trozo del pastel.
–Bueno –aceptó finalmente Remus. Cogió una mano de Harry y la agitó frenéticamente hacia Peter–. Hola, Peter –imitó una voz aguda, infantil–. Soy Harry. ¿Por qué no me coges?
A Harry le entraron ganas de reír y Peter, mirando con melancolía aquella escena, también sintió un gran deseo de reírse. Se le escapó una tímida sonrisa y Remus se sintió muy orgulloso.
–¿De verdad no quieres cogerlo? –probó por última vez el licántropo.
–No –contestó Peter lastimeramente.
Remus no quiso insistir. Además no pudo. Sirius vino corriendo, perseguido por Helen, y le arrebató a Harry. Sin embargo lo cogió mal y se le escapó, yendo a parar estrepitosamente en el suelo en una alta caída.
–¡No! –gritaba Lily, expectante, viendo la desavenida escena.
Pero aquello fue nuevo: en lugar de caer dolorosamente, Harry, encogido, salió botando por todo el salón como una pelota de goma. Los más asombrados lo miraban sin comprender. Los demás, no menos sorprendidos, aplaudían con ganas.
–¡He presenciado su primera magia! –exclamaba Sirius con ilusión.
–Bueno, no le voy a quitar la ilusión al pobrecillo –comentó por lo bajo Lily.
–¿Qué has querido decir? –le preguntó Helen, que la había oído.
–Que no es su primera magia –explicó sonriendo–. Un día salió flotando en una burbuja de aire cuando se me escapó en la bañera mientras lo bañaba. Por eso ya no le gusta mucho que lo bañe. Se pone a llorar y a patalear. Supongo que habrá cogido ya un trauma para toda la vida...
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El tres de septiembre de 1981 Dumbledore congregó a toda la orden en la sede de ésta. Ninguno sabía cuál era el motivo exacto de la imprevista reunión, pero en función de la desoladora fachada del director del castillo al comunicarle la fecha del acto no debía de ser muy buena. Para Helen fue aún más preocupante, pues, según su criterio, ella había sido contratada como enfermera de la Orden del Fénix, razón por la cual ella no debería participar de las actividades corrientes de la misma. «Si Dumbledore ha insistido en que yo vaya también, eso sólo puede significar una cosa, había dicho. Que sea lo que sea lo que nos tenga que comunicar, nos atañe a nosotros también.»
Se aparecieron lentamente en la sala común, bien utilizando algunos la entrada secreta del árbol y el fénix, mientras otros la chimenea conectada a la Red Flu. Una vez llegaron, de lo primero que se percataron todos fue de que Dumbleore no estaba allí. Era el auror Moody quien se encargaba de organizar a los llegados, darles la bienvenida y tranquilizarlos para que esperasen pacientemente sentados en los confortables sillones a que llegasen todos. El último fue Peter Pettigrew, y después de él Alastor Moody dijo que ya podían hablar con Dumbledore. Aunque no estaban sólo ellos, sino también los otros miembros de mayor edad, como Dedalus Diggle.
Alastor Moody se levantó con dramatismo y avanzó hasta la puerta mágica, seguido y observado por todo el mundo. Se detuvo a un paso de ella y se quedó mirando nostálgicamente a todos los presentes, incluida la señora Figg, que lo miraba con los ojos medio llorosos y con una mano en el pecho. Alargó su blanquecina mano y agarró el picaporte de la puerta.
–Salón de reuniones –dijo.
–Analizando la voz –anunció la acostumbrada voz femenina y al cabo de unos segundos sentenció–: Alastor Moody, auror. Correcto. Tiene permiso para acudir a la asamblea.
Pero la puerta no se abrió. Sin embargo, Moody debía de estar acostumbrado a participar en reuniones de la orden, porque la atravesó decidido. Entonces la puerta no parecía material, sino una mera cortina de agua que produjo ondas circulares al dejar pasar a aquel hombre. Un instante más tarde la puerta parecía tan sólida como siempre.
Dedalus Diggle se adelantó y agarró el pomo. Obró de igual forma que su colega y la puerta clamó:
–Analizando la voz. Dedalus Diggle, auror. Correcto. Tiene permiso para acudir a la asamblea.
Conscientes de cuál era la forma de acudir a la reunión, uno a uno fueron pasando por aquel lento ritual. Remus se escabulló, acurrucado en un rincón junto a Helen, y dejó que el resto pasara delante. Quedó de los últimos, con su novia a su lado.
–Pasa, Remus –le ofreció James tranquilamente.
No dijo nada, pero avanzó lentamente hasta llegar a la puerta, agarró el pomo y le pareció más frío que nunca, aunque de tan manoseado como estaba pensó que tendría que estar cálido. Se quedó unos segundos pensando interiormente que no quería ir a la reunión, fuese lo que fuera aquello que pensaban comunicarle. Sin embargo, finalmente la obligación pudo al deseo y se atrevió a formular las palabras:
–Salón de reuniones.
–Analizando la voz –comunicó–. Remus Lupin, auror. Correcto. Tiene permiso para acudir a la asamblea.
Y Remus sintió que el pomo, que seguía sujetando firmemente, se evaporaba de entre sus dedos. Ya no era palpable, pues se había convertido en una fila lámina transparente y cristalina. Ahora entendió realmente a aquella puerta. No es que se convirtiese en una especie de catarata de agua, sino que se evaporaba para aquel cuya voz había sido reconocida y aceptada. Atravesó la cortina translúcida sin respirar y accedió al salón de reuniones.
Se encontraba en el interior de una enorme y oscura sala, cuyos muros eran de enormes bloques de piedra y donde argollas sostenían diminutas teas que alumbraban a medias y trémulamente algunos resquicios de la habitación. En el centro, dorada, iluminaba la estancia una mesa redonda rodeada de sillas que no tenía ninguna nada diferente de las otras, a excepción de la que ocupaba Dumbledore; era ésta un inmenso sillón de metal, alto que casi rozaba el techo, con unos reposabrazos anchísimos. Sin embargo, lo más espectacular de todo era que el alto sillón del director no simulaba otra cosa sino las largas alas de un fénix, con sus plumas detalladamente grabadas, y con la cabeza oculta mostrando sólo el pico. También el grabado de un fénix en pleno vuelo era el único dibujo que tenía la grandísima mesa de roble.
Se quedó mirando todo Remus con curiosidad e incertidumbre. Dumbledore, sentado con las manos unidas, se levantó de golpe y lo animó a sentarse.
Entonces Remus se sintió aún más estúpido. Vio que algunas sillas tenían inscritos en letras de fuego nombres en los respaldos: Alastor Moody, Dedalus Diggle..., pero no encontró ninguna con el suyo.
–Ven aquí, a mi lado. –Le señaló Dumbledore un asiento a su derecha y Remus avanzó hacia él.
En ese momento, al mirar al anciano mago, se encontró con el oscuro y cetrino rostro ganchudo de Severus Snape, sentado a la izquierda de Dumbledore, y que lo miraba con los labios apretados y morados. Remus desvió la mirada.
Retiró la silla que le había señalado el director de Hogwarts y Remus sintió que ésta ardía por un momento. La vio toda brillante, relucir, y en un momento se apagó, quedando como estaba. Ahora tenía también su nombre inscrito a fuego: Remus Lupin... Dumbledore le sonrió.
Remus se sentó y otra nueva sensación, extraña cuanto menos, volvió a invadirlo. Al hundir sus reales posaderas en aquel paradójicamente cómodo asiento, sintió que todo se apagaba a su alrededor y se sumía en la más absoluta tiniebla, pero la mesa y aquellos que estaban sentados a su alrededor aparecían más nítidos que antes, alumbrados sin duda por una luz nueva y mágica.
El asiento de Dumbledore debía de ser especial, porque él veía a las personas que se acercaban. Le pidió a Helen que se sentase al lado de Remus y un instante después Remus la vio claramente sentada a su derecha.
Aguardaron unos minutos más a que todos acabaran de llegar lentamente utilizando aquel nuevo y sorprendente recurso de la puerta mágica. Sin embargo muchas sillas quedaron sin ocupante. Remus pudo leer en una de ellas la inscripción de Dorcas Meadowes y se entristeció.
–Gracias a todos por venir puntualmente –parlamentó Dumbledore sin levantarse de su elevado asiento–. Tengo una noticia que daros, tremendamente negativa... –Snape bajó la cabeza–. Dada de primera mano conocemos cuál es el siguiente objetivo de lord Voldemort y tenemos que apresurarnos a contraatacarlo, pues va dirigido a personas que se encuentran hoy sentadas alrededor de esta mesa.
Remus sintió que muchos pares de ojos se lo quedaban mirando, y hasta él mismo consideró que Dumbledore se refería a él, sin duda alguna, cuando había dicho que Voldemort tenía pensado un nuevo ataque.
–No voy a demorar la respuesta –prosiguió–, porque me parece una intriga asquerosa, y todos estaréis pensando interiormente que cabe la posibilidad de que seáis vosotros. Sólo digo que tomaremos las medidas adecuadas para contraatacar ese peligro, y la asamblea de hoy tendrá como misión encontrar ese contraataque más eficaz. –Remus se dio cuenta de que estaba muy afligido–. Las incursiones de Voldemort nunca son en balde y siempre tiene una meta que conseguir. No me imagino –dijo por evitar posibles preguntas que no podría responder, o que no querría– cuál es el motivo que lo ha llevado a actuar de esta manera, pero me temo que habrá alguno, pues nunca Voldemort actúa en balde... –repitió entristecido.
–¿Quién es? –inquirió Sirius cuando se produjo un velado y molesto silencio.
Dumbledore los recorrió a todos con la mirada.
–Voldemort os tiene en la mira del huracán, James y Lily Potter –dijo. Muchos murmullos y preguntas de incomprensión se levantaron como un viento huracanado en el desierto–. ¡Dejadme proseguir! –rogó y se hizo un sepulcral silencio en el que los Potter escuchaban atentamente, asustados–. Tengo pensadas muchas formas de evitar ese ataque, y en eso vamos por delante de él, que ni siquiera se imagina que lo sabemos –dijo sonriente.
–Sí se lo imagina –murmuró Snape, pero la sala estaba tan silenciosa que se escuchó sin dificultad.
–¿Qué has querido decir? –Se volvió hacia él Dumbledore.
–Se lo he intentado decir antes –explicó con aspecto de sumisión–, pero no me enteré de boca del Señor Tenebroso. –Todo el mundo lo escuchaba con las bocas abiertas, deseosos de saber qué era lo que él conocía que no el resto–. Fue un mortífago que ni siquiera conozco. ¡Nos obliga a estar encapuchados para no conocernos entre nosotros! Después el Señor Tenebroso, un segundo más tarde, vino hacia mí y dijo que iba a matarme. Sabe que le he fallado. Sabe que soy un espía, el topo. Alguien debe de haberse enterado y se lo ha dicho. –Todos quedaron sumergidos en un incómodo silencio de ultratumba–. A estas horas ya debe imaginarse que lo sabéis.
–Eso significa que ya no puedes actúar más como espía –concluyó Dumbledore.
–No al menos en la forma en que lo hacía –añadió Snape valientemente.
–Pero ¿qué quiere de nosotros? –preguntó preservando la calma Lily.
–No me lo dijeron –contestó apresuradamente Snape.
–¡Creo que es una trampa! –Se levantó de su asiento Sirius señalando amenazadoramente a Snape con un largo dedo índice que temblaba incontroladamente.
–Siéntate, Sirius –le ordenó inmediatamente Dumbledore–. Lo cierto es que...
–Disculpa –lo cortó Remus–, pero hay una posibilidad. En Hogwarts no se atreverá a atacar, tú lo dijiste. Yo he estado un año allí y es terrible, lo sé. Pero si hay constancia de un ataque inminente no encuentro solución mejor. Voldemort no se atreverá a atacarlos en el castillo.
–Yo sí encuentro una solución mejor –repuso Dumbledore serenamente–. ¿Quién sabe si algún día llegará a atreverse? Son personas adultas, con un hijo. No los voy a encerrar en Hogw...
–¡A mí sí me encerraste! –le espetó Remus.
–Y me di cuenta de mi error –exclamó Dumbledore, afligido–. No volveré a hacer lo mismo con nadie más.
–Si no hay otra solución mejor nos iremos a Hogwarts –habló James por primera vez–. Será duro, no lo dudo, pero nos tendremos el uno al otro.
–Hay una solución mejor... –repuso Dumledore de nuevo.
–Pero¡espera! –gritó Sirius–. ¿Por qué quiere atacarlos a ellos¿Qué han hecho?
–Ya he dicho que no lo sé, Sirius –explicó Dumbledore–. Supongo que quiere abrir sus horizontes. Pero tranquilos, que no vamos a dejar que suceda tal. –Se concedió unos segundos para amueblarse las ideas–. Estuve hablando con el profesor Flitwick y le comenté la situación, con lo que está enterado de todo. No obstante, conseguí algunas ideas muy interesantes de su coloquio, algunas propuestas que a mí no se me habían ocurrido.
–¿Cuáles? –inquirió Sirius nervioso.
–El encantamiento Fidelio –dijo y se calló, produciendo un silencio plagado de rumores.
Remus se quedó un instante embobado. ¿El encatamiento Fidelio¿De qué le sonaba aquello? Le dio unas cuantas vueltas y nada. Helen se acercó a él y le dijo al oído:
–¿Te acuerdas? El conjuro que te tocó en el Trivial mágico en casa de la abuela –le dijo.
¡Aquello era! Lo recordaba vagamente, pero enseguida Dumbledore le refrescó la memoria, concediéndole un plus de información al resto.
–El encantamiento Fidelio es un complicado embrujo que consiste en proteger a una persona ocultándola en la mente de una segunda persona, que recibe el nombre de guardián secreto. El guardián secreto realiza el encantamiento y, en adelante, sólo él puede ver a las personas que esté protegiendo, aunque una tercera persona, ajena a todo el proceso, se encuentre a un centímetro del embrujado. Podríais seguir con vuestra vida –explicó a los Potter– sin cambiar vuestras costumbres, en tanto lord Voldemort sería incapaz de encontraros. No hay forma de que lord Voldemort os encuentre mientras el guardián secreto se niegue a liberaros. Mientras se sienta capaz de afrontar la situación y esté decidido a protegeros no habrá problema. ¿Os parece?
–Sí, sí. Es una muy buena idea –respondió Lily temblando ligeramente.
–¿Alguien se presenta voluntario para proteger a los Potter? –preguntó Dumbledore.
–¡Yo! –Se levantó de inmediato Sirius con la mano bien alzada.
Dumbledore se lo quedó mirando y después siguió indagando al resto con ojos prestos.
–¿Nadie más? –preguntó con la voz ligeramente temblorosa.
–Me parece bien que sea Sirius –comentó James sonriéndole a su amigo de manera cómplice.
–No, lo cierto es que no es una buena idea –sugirió Dumbledore–. Debería ser un mago experimentado quien se encargase de llevarlo a cabo. Yo mismo seré vuestro guardián secreto, si os parece.
–No es necesario –rechazó James–. Tú ya tienes suficientes cosas en que pensar, Dumbledore. Lily y yo –habló por ambos mirando ligeramente a su mujer– pensamos que Sirius lo hará muy bien.
–Pero, James... –intentó explicarse Dumbledore.
–Lo hará bien –repuso James tozudo.
–Como quieras –aceptó no sin antes lanzar una inquisitiva mirada al escogido, que sonreía orgullosamente–. Con esto la reunión ha acabado. Gracias a todos. Sirius, tú quédate aquí. James y Lily, hacedme el favor de veniros con Harry. Vamos a practicar el encantamiento. Remus, tú ven un momento, por favor.
–También te traeré unas cuantas cosas, Dumbledore –dijo James–. Me gustaría que las guardases tú. Por si acaso... A la orden podrían venirle bien si Lily y yo...
–¿Qué quieres? –le preguntó Remus una vez se plantó al lado de su tutor.
–Hasta luego –despidió amablemente Helen a Severus cuando pasó éste por su lado.
Se la quedó mirando con sus ojos negros muy abiertos y tartamudeó hasta conseguir repetir las mismas palabras. Se marchó volviendo la cabeza de vez en cuando para mirar a Helen inaudito.
–Quiero, Remus –dijo Dumbledore–, que vayas a mi casa y recojas todas tus cosas. Te vas a trasladar a la orden hoy mismo –explicó.
Todos salieron y la brillante luz del encantamiento Fidelio iluminó a James, Lily y al gracioso Harry, siendo absorbidos por la varita de Sirius Black. Dumbledore dejó de verlos, pero Sirius le aseguró que estaban a su lado, que él los seguía viendo y que le hablaban.
Él era el guardián secreto.
Nadie más los volvería a ver.
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¡Ay, muerte de los Potter, cuán cerca te tenemos¡Ay, milagro de Harry, cuán! Yo ya sé lo que pasar� pues ya lo he escrito, pero vosotros vais a tener que esperar un poquito; no mucho: sólo una semana, como siempre. Para el viernes, 25 de febrero podréis disfrutar de mi punto de vista sobre la muerte de James y Lily. Espero que os guste.
Avance del capítulo 31 (LA NOCHE DE BRUJAS Y EL DÍA DE LOS MUERTOS)¿Final? No, el viaje no concluye aquí. La muerte es sólo otro sendero que recorreremos todos. El velo gris de este mundo se levanta y todo se convierte en plateado cristal. Es entonces cuando se ve... La blanca orilla. Y más all� la inmensa campiña verde tendida ante un fugaz amanecer.
Como en todo capítulo múltiplo de cinco, os ofrezco una relación de las iniciales de los títulos de los próximos cinco capítulos. A ver si conseguís adivinar alguno...
31: La n. de b. y el d. de los m.
32: El l. del f.
33: La g. d. (A éste no sé si le cambiaré el título, porque lo cierto es que es un poco soso.)
34: C. (Por cierto, me equivoqué: éste no es el capítulo que iba esperando con ansias, sino el siguiente; un descuido lo tiene cualquiera...)
35: Un l. a. en el c.
Como siempre, me despido, pero no por mucho tiempo. Lectores míos queridos, no es por haceros la pelota, pero gracias. Quique (o Quiquín como cariñosamente me llama Lorien).
