¡Bienvenidos a la cuadragésimo primera entrega de MDUL!

Respondo "reviews":

NAYRA. Hola, Sara. Primero, antes que nada, paso a responderte las cuestiones señaladas en cuanto al capítulo. Sí, sé que era un título intrigante (y para eso lo puse, ejem ejem...), pero ¿cómo pudiste pensar que iba a matar a Helen? Pobre... Por lo menos tú no has dicho, como otros, que si Remus la iba a matar sin querer. ¿Cómo se concibe eso? Entonces sí ya que hubiera sido para tirarse de los pelos. Me alegra saber que he conseguido emocionarte con el capítulo, y espero también haberte conseguido intrigar con todas las puertas abiertas que he empezado a dejar. Y ¡claro que los capítulos son cada vez más largos! Ya te dije que aquellos dos (el 32 y 33, o 33 y 34) fueron caso aparte (y aún me avergüenzo de ellos), pero que en adelante iban a ser mucho más largos. El último que he escrito tiene 40 páginas... Os voy a aburrir! Y ahora vayamos a temas más serios y realistas. Leí el correo electrónico de Eva, pero muchas gracias por avisar. Dile de mi parte, por si acaso no se fija, que le dejo aquí un parrafito en respuesta a ese correo¿vale? Lo del dibujo, ya te dije que estaba acabado, pero tendremos que colgar esta tanda (de la que aún quedan unos cuantos), antes de proceder con los siguientes. Ya te avisaré cuando eso personalmente. Y por lo de los exámenes ni te preocupes. ¿Qué son siete? Sí, ya sé, muchas. Pero seguro que buenas juergas te habrás dado este curso¿no? Aprovecha el verano y el curso que viene lo aprovechas de verdad y ya está. No pasa nada por repetir siempre que no se repita el desastre ocasionado con anterioridad. Conque no te preocupes. Yo, al menos, ese consejo te doy. Bueno, aquí lo dejo, que la proximidad de los exámenes no me permiten ser mucho más locuaz. Un beso, Nayra (por cierto¿me explicaste alguna vez la razón de este nick?).

DRU. Hola, Dru. Sí, mejor te llamo así; no es que me vaya a hacer un lío, ciertamente, pero como estoy esta tarde... ¡Mejor no quebrarme la cabeza, que ya está un poco cansada después de haberme tenido que estudiar todo un tema! Ah, perdona si no me enteré bien, pero es que lo leería aprisa o del revés, o yo qué sé, y entendí que te ibas de Valencia. Bueno, pues de Valencia no conozco a nadie, así que... ¡Vaya! Oye¿conoces a Nayra y a AYA K? Son de por allí. ¿Por qué piensas, por cierto, que lo haberse casado va a afectar a lo de Wathelpun? Ay, ese nombre, cómo me gusta... Yo te diría cuánto va a afectar, pero no debo, realmente; sólo puedo decirte que si ellos no se hubieran casado el lobo y la niña no hubieran tenido que luchar en el recibidor del restaurante. Ejem... ejem... Bueno, ya para "Salvando a Sirius Black" te dejaré una respuesta¿no, pero, como leí tu "review", sólo quería comentarte que me dio la impresión de que no te había gustado que hubiese comenzado a escribir ese final. Lo siento, ten en cuenta que no es culpa mía; y también que los escribiré todos. Un beso.

MARCE. Hola, Marcela. Ay, qué poquito falta para que escriba (reitero: escriba, no cuelgue) el capítulo en que sales tú. Ya he acabado el anterior y me preparo la estructura del que apareces. Tengo que enfocarlo bien, no quiero decepcionarte. Y antes de pasar a lo más importante, que es tu "review", te respondo aquí al escueto mensaje de "Story-Weavers" que dejaste y que pude leer. Sí, soy el administrador de la RELIGIÓN LUPINA, y tengo pensado invitaros a todos, pero como la página está un poco en vías de mejora pues pienso dejarlo para un poco más adelante. ¿Vale? Tú tranquila que te invitaré seguro. Realmente creo haberte dejado intrigada, porque nunca te había "leído" tan crispada. Son muchas las incógnitas, lo sé, pero pronto se irán descubriendo, aunque a algunas pareciera que les falten siglos. Lo de la mano blanca del boggart de Sorensen, no, te digo ya desde aquí que no es Voldemort. Es... (ja ja), no, hombre, eso se descubrirá muy pronto. ¡Ah! Y que haya dicho que Sorensen guarda un secreto, una doble personalidad, no quita que pueda ser bueno con su hermano y pueda ayudarlo con la casa y ser su padrino de boda. Y Helen... pobre... que la que va a tener montada con el sótano. En poco más de diez capítulos vais a conocer, o intuir, el argumento de casi los cincuenta capítulos próximos porque mira que me puse a meter pistas y más pistas en forma de visiones. ¡Vaya!... Aunque creo que deberías revisarlo, porque no es Helen la que conjuró la maldición asesina, sino una de las personas que contempló en su visión; ella sería incapaz de hacerlo. Vaya, creo que me he excedido hablando del capítulo en sí, pero es que a partir de aquí la trama me emociona; todos los capítulos descubren algo nuevo, todos se quedan con una pizca de intriga. ¡Es genial! O al menos a mí me lo parece... Sí, me parece bien que cambiemos un poco de tema porque las cuestiones políticas (por interesantes que puedan ser según el punto de vista que se adopte) resultan algo rayantes; y, además, conocemos poco el uno del otro: deberíamos hablar más de nuestros gustos y esas cosas, conque gracias por haberme dado ciertas indicaciones sobre ti. Pues a mí me gusta leer (obvio, qué haría, si no, en Filología) y escribir (a ver quién es el guapo que tiene cerca de 900 páginas en un archivo de Word que pone MDUL si no le gusta), también el cine, aunque las películas épicas de mucha acción, soy así, del tipo de "El Señor de los Anillos", "X-Men", "La guerra de las galaxias", "Troya", aunque no desecho buenas recepciones como "Moulin Rouge", que veo con mucho gusto y que ha influido muchas veces hasta en mi propia vida. La música no me motiva tanto, mira tú; realmente no sé qué tipo de música me gusta, la verdad; si tengo que hacer caso a la clase de discos que encuentro por casa..., pues sólo encuentros bandas sonoras (Harry Potter, El Señor de los Anillos, X-Men, Moulin Rouge...); la cosa se repite... A mí realmente el deporte no es que me guste mucho, pero lo hago porque es saludable y todas las tardes que dispongo de un ratito salgo a correr a un circuito que hay cerca de mi casa (cara de decepción: pero esta semana no he ido porque, con lo de la feria, pasaban por allí los jinetes a menudo y todo estaba lleno de cagadas de caballo que tenía que ir uno sorteando casi con maestría). Bueno, ésa es un poco mi vida¿no? Si me dejo algo, mejor te lo refiero en próximas respuestas, porque esto se está alargando. Un beso.

ANDREA B. Hola, Andrea. Primero te resuelvo la duda: claro que sería bueno saber la dirección de "Story-Weavers", lo entiendo, pero como no sé tu correo electrónico (no estás registrada en "fanfiction", digo) no he podido invitarte, como he hecho con los demás. No obstante, podrás encontrar la dirección en la cabecera del capítulo tercero de REMUS LUPIN AMA A HELEN NICKED. Preséntate, paséate y dispón a tu gusto. Claro que imagino que he tenido que dejarte con la curiosidad, pero, como tú has dicho, "ni modo". XD No, hombre. Son cosas que pronto se resolverán. Y yo creo que va a ser más increíble de lo que vosotros mismos os imagináis. Sí, el espejo, el sótano, la niña y el lobo... ¡Es demasiado hasta para una adivina! Pero ¿y si no fuese cosa del futuro, sino del presente? Te dejo con esa incógnita. En tu mano queda responderla. Un besote. ¡Ah! Y me hizo mucha gracia que lo comparases todo con tu situación personal; es peculiar.

PADFOOT HIMURA. Hola, Karina. ¿Que por allí también estáis de feria? Qué casualidad, realmente. Me alegra ver que la recibes con tan buen ánimo y tan predispuesta. Yo (snif) no he podido dormir mucho aunque haya sido feria... Porque esto de los estudios... (insultos en diferido). Va, ya me tranquilicé. (Quique pone cara de resentimiento, fingida, claro). Qué envidia me das... Bueno, nos das... A Elena también, claro. Pero, bueno, este sábado sí que voy a ver la tercera de la Guerra de las Galaxias. Je je... Antes no hemos podido porque era feria (una semana y media) y los dos sábados pues los hemos empleado en ir de casetas (lugar cubierto con lonas, preferentemente, que en el recinto feriado se usa para que la gente beba –no, no, no... en nuestro caso– o para bailar) y pasearnos por la feria y dar los habituales paseítos en los cacharritos todos montados y esas cosas. Bueno, y ahora sí, MDUL...: no te preocupes por los niños del sótano, no van a matar a Helen ni nada parecido, pero sí es preocupante que no será la única visión que la mujer tendrá. Sólo una cosa te adelanto: ese niño, el Weasley, no es Ron, pero se conocerán. Un besazo enorme, Karina de Black, jeje... Qué poco falta para el retorno de... "del jedi"... Tú ya me entiendes.

JOANNE DISTTE. Hola, Laura (oh, qué raro se me hace llamarte así, la verdad). ¿Preparada para ver tu personaje? Me alegro un montón de que hayas podido ponerte por fin y hayas leído todos los capítulos de golpe. Yo cada vez tengo menos tiempo¡jo, y no sé para cuándo podré leer el 7, que lo tengo pendiente. Pero, descuida, quiero leerlo. Sí quería hacerte una sugerencia para "Amnesia" y quería incluírtela en el "review" que te dejara, pero como veo que no hay forma que sea antes de los exámenes te lo hago aquí antes de mi "gran despedida"; mi sugerencia es ésta: "¿por qué no pones una especie de escena abstracta en que Sirius sueñe con Bella cualquier cosa, algo impuro o no tan impuro, aunque fuese algo que realmente éste tuviese ganas de hacerle a su prima y entonces así podremos ver qué alcance de "apasionamiento" tendrá tu relato cuando al fin suceda algo, si es que sucede, entre ambos?" Bueno, es sólo una sugerencia, tú haces lo que quieras que es tu relato y tú, su libre autora. Bueno, yendo al lío... Son muchos "reviews" y muchas consideraciones a las que en su conjunto no podré dar respuesta, como suelo, pero daré una visión general: sobre todo que siempre consigues despegarme una sonrisa con la desestructuración que haces de las cosas más importantes y más curiosas o que más te han hecho reír. Como lo de las jornadas licántropas; no sé, tú dices que te han parecido originales y yo, al imaginarlas, las miro con un poquito más de condescendencia que antes. Me satisface saber que Gran Mago te ha gustado, porque estoy preparando todo un capítulo dentro de... ¡Conectamos con la casa! A Elena casi se le saltan las lágrimas cuando lee que te gustaba Sorensen (el nombre se le ocurrió a ella, por cierto), pero no así cuando supo que la querías ver muerta para tener libre el camino. Cómo te aproximas a la versión medulizada... Veo que sigues por Ken... A Elena YA no le cae nada bien... ¡Ah¿También te quieres emparentar con Ryan Simmons como con Dorcas en el cap. 13 o por ahí? Sí, el señor Nicked no cambiará nunca... Snif, snif. Sí, ya sé que os dejo con muchas intrigas e incógnitas pero las iré resolviendo, tranquila; aunque mi favorita es la visión que tuvo Helen cuando Remus volvió de las jornadas licántropas. Espero que ahí lloréis todos. Bueno, muchísimas gracias por haberte dedicado toda una tarde a leer mis paranoias, es un mérito; en segundo lugar, leí el correo que me mandaste y te agradezco que actuases de intermediaria entre Valen y yo; es bueno saberlo cuando hacía tiempo que no sabía nada de ella. Y en tercer lugar, pero no por ello menos importante, MUCHÍSIMAS GRACIAS por atrasar un mes la fecha del concurso, porque ya no sabía ni si iba a disponer de tiempo para acabarlo, con las ganas que yo tenía... Veo que la gente se está animando, me alegro. Gusta la competencia. Ya tengo decidido qué escribiré, aunque yo mismo estoy sorprendido de lo que ronda por mi mente. Otra consideración (por cierto, qué respuesta más larga me está quedando, espero no aburrirte, pero es que tenía muchas cosas que decirte, como un conglomerado de últimas palabras antes de una larga ausencia) tenía que hacerte... ¿Te has enterado de que me han hecho administrador de la Religión Lupina¿Quién lo iba a decir, verdad? Yo mismo estoy sorprendido, cosa cierta. Sé que estás apuntada porque te vi en miembros y leí tu mensaje en que animabas a participar en los retos, en los que, por cierto, a ver si encuentro tiempo y me pongo un poco este verano. ¿O era al concurso? Ya no sé nada, qué lío. Bueno, lo cierto es que la página está un poco "apagailla", pero tú ya conoces mis dotes de publicista. Sólo hay un problema, que tú sabes lo patoso que soy yo con estas cosas de Internet; lo curioso es que sea sólo con Internet, porque luego con la informática general me desenvuelvo de maravilla y el ordenador de mi casa lo manejo en todos los aspectos a las mil maravillas. Os pediré eso de intercambiar los "banners" de publicidad cuando tengamos hecho uno para "linkearnos". Bueno, como se haga... Vaya, realmente esta introducción no era a propósito de contarte mi vida sino de preguntarte cómo diantre se manejan las "herramientas para administradores". Ya sé que está en español, que está todo muy clarito¡pero estoy hecho un lío en algunos aspectos! Por ejemplo¿cómo se consigue que cuando creas un nuevo panel de mensajes aparezca dentro de mensajes y no perdido al final del menú? Si no entiendes lo que digo, pásate por la página y ve el estropicio que he hecho poniendo las "presentaciones" fuera de "mensajes". O¡sí, como tenéis vosotros el vínculo de "miembros" que aparecemos dentro todos los autores y no diseminados por el resto del menú. ¿Sabes lo que quiero decir? Que cuando pinchas sobre "miembros" en Story-Weavers salen los miembros al hacerlo, al igual que con mensajes, y no antes; con lo que los vínculos están dentro y no fuera, diseminados por el menú como los pongo yo. ¿Cómo se hace eso? Bueno, ésa no era realmente tampoco la consideración, si es que me estoy enrollando más hoy que el primer día (en aquel lejano capítulo undécimo...). Es que estaba pensando crear una página que fuese algo así como "personajes HP" para poder hablar un poco de todos aunque la página sea específica de Remus; y quería crear una página principal y luego dentro "subpáginas" o como demonios se llamen que sean hipervínculos (como mi vínculo del dibujo que hizo Mina en Story-Weavers del lobo y la luna que ponen "KaicuDumb" –es que con la tontería no sé si me estoy explicando y lo estoy repitiendo todo veinte veces que creo que te voy a hacer un lío...–) a cada una de las páginas específicas de los personajes. Bueno, pues, al lío, te iba a decir que el primer personaje que quería crear era el de Bella y que si tenías un par de dibujos chulos de ella que pudiera incluir. ¡Ah! También se me había ocurrido agregar vínculos en cada página de personaje a las mejores páginas de ese personaje y había pensado que quizá quisieses mandarme un icono de publicidad de tu página. Lo añadiré encantado. Y, en último lugar, también había pensado añadir, finalmente, los mejores "fanfics" que traten sobre ese personaje en concreto; y, como creo que la experta en Bellatrix eres tú, quería que me señalases dos o tres "fanfics" de los que más te gusten entre los que hayas escrito de ella para que los incluya. ¿Te parece? Imagino que sí. ¡Ah! Y otra pregunta¿cómo has puesto una imagen preconfigurada para fondo en el panel de "concursos"? Yo es que sólo puedo poner colorines, y no sé si es cosa del ordenata o que yo ya estoy... ¡plof, que me va a dar algo. Pues eso, me gustaría que me ayudases un pelín sobre todo eso, que me hagas las indicaciones precisas y añadiré esos dibujos, tu publicidad y los "fanfics". Y si ya, de paso, me quisieses indicar cómo funciona todo lo demás, este lunático (vaya, nunca mejor dicho) con ojeras hasta el piso del suelo te estaría eternamente agradecido (como ya te lo está por todo cuanto has hecho por mí). Tienes tiempo de sobra para hacerlo pues en junio seré un fantasma, pero me gustaría que todas esas indicaciones sobre tus "fanfics" y eso y esas posibles instrucciones me las hicieses llegar por correo electrónico (los dibujos claro está, no podía ser de otra manera) aunque yo haya aprovechado el relato para comentártelo porque Internet lo veo más bien poco. Y ahora sí, me despido, que debo de estar poniéndote la cabeza como un bombo cuando tendrás cosas más importantes que hacer. Siento haberme tenido que extender tanto. Bueno, muchísimas gracias por adelantado. Volveré... P.D.¡Ah¿Podrías pedirle a Mina si te podía dar para que me la dieses tú a mí a su vez una dirección que dio ella una vez de un portal para descargarse programas para hacer banners? Es que quiero hacer uno publicitario para la Religión Lupina, ya verás qué churro me sale.

LEONITA. Hola, Ana. ¿Qué tal? El examen espero que bien. Por cierto, chica, estás en todos lados. No te imaginaba en Potter & Cía. también, conque, cuando vi que me respondías a lo de la quedada en Córdoba¿qué puedo decir? Me quedé impresionado. Nury parece una chica simpática y ya ha respondido otra chica de Sevilla también. Quizá haya de contemplarse la idea de hacerlo en la capital, aunque espero que ya para otoño, porque en verano no es conveniente salir de la cazuela para caerse al fogón (y lo digo por todos). Además, tengo muchas ganas de reencontrarnos. Preguntaré los precios y eso y convenceré a Elena, que al comentárselo no lo tenía muy claro. Espero que se apunte más gente, de verdad. Sería algo memorable, de esas cosas que cuentas a tus nietos y eso. ¡Qué bien! Ya tenemos "Leonita's stories" digitalizadas. En serio, me hace mucha ilusión pinchar tu vínculo de participante en "fanfiction" y ver que tienes un relato; ya creía que nunca sucedería. Sólo que a ver si a mí también me deja la página dejarte "review", porque ya lo he intentado dos veces y estoy del error 503 ya hasta... A ver si puedo conseguirlo antes de colgar esto, aunque, si he colgado esto, también podré dejarte "review", porque el "log in" sirve para todo. Jo, qué fastidio; tengo muchísimas ganas de contribuir con mi "review" y no me dejan. ¡Eso pone de mala leche a cualquiera! Ah, y cómo crees, como en tu último correo dijiste o sugeriste, que no te iba a dejar "reviews". Pues ¡claro! Uno por cada capítulo, como hago siempre. Ya mismo descubrirás cuán importantes son, cuán agradecido es verte de pronto respaldado. Acabas de probar la manzana, Ann Thorny, la manzana prohibida, y pronto te engancharás y no querrás más que escribir y dejar capítulos y leer cómo la gente te lee y habla de tus escritos. A mí me pasa que, de pronto, quizá cuando voy por medio de la calle y no tengo otra cosa en que pensar, que me quedo obnubilado y pienso "tal vez en este preciso instante me esté leyendo alguien, en algún cualquiera del mundo". Es un pensamiento muy reconfortante. ¿Y te has pensado participar en el concurso de Story-Weavers? Yo sí. Imagino que luego los expondrán todos en el grupo y, si no, le propondré a Joanne que lo haga. Además, conoces a Joanne, a Mina y también a Nury, que son el jurado, y a las tres les caes bien. Es un punto a tu favor. Yo, particularmente, te animo, pero ¿a qué habrá que yo no te anime? Dice Elena que muchas gracias por todo lo que has dicho sobre su dibujo, que te lo dedica con mucho cariño. También piensa (y lo comparto) que antes de que llegue el capítulo en cuestión averiguarás muchas cosas sobre tu personaje por ciertos comentarios que se dicen antes del mismo; yo creo que ya te hueles algo, porque te conozco y eres tan inteligente como para percibir la sutileza de las visiones de Helen. En caso contrario, mejor, porque quería darte una gran sorpresa cuando apareciese Ann Thorny y, si lo adivinases, me chafarías todo el invento. Sobre el capítulo: (risas). Sí, ya sé que todo el mundo se pensaba que la iba a matar; incluso hubo quien me dijo si es que Remus iba a matarla por descuido. ¡Qué rebuscado! Hombre, en cierto modo no mentía: Helen Nicked ya no existe, ahora es Helen Lupin; pero, bueno, es que en estos capítulos empiezo a ser muy malo y a desear siempre dejaros con la intriga. Soy perverso... Lo del boggartde Sorensen se descubrirá pronto, muy a pesar del joven bibliotecario, que hubiera preferido que no fuese a sí. Helen y Remus tenían que ir a vivir a esa casa, era su destino. A mí realmente me gusta y el sótano es una de mis habitaciones favoritas, aunque es cierto que es muy misteriosa a la vez. Aún quedan muchas visiones, luces y espectros que aparecer allí abajo, conque ¡prepárate! Elena sí que me hace una gracia, cogiendo ya teorías y todo y planteándomelas. Bueno, Ana... Ay, cuánto tiempo que voy a estar sin poderte hablar. Muchos besos y espero llegar vivo a tu cumpleaños, que, si mal no recuerdo, era el 26 de julio. Saludos a Pepe. Mantén viva la discusión en Potter & Cía.

–AYA K. Hola, Eva. Muchas gracias por seguir preocupándote de MDUL aunque tengas el ordenata llenito de virus corrosivos. Espero que se te solucione pronto y puedas estar de nuevo por Internet con la frecuencia con que solías. Ya entiendo entonces por qué pasas últimamente tanto tiempo en el ciber... Claro... Al menos, por suerte, los sigues leyendo. No te preocupes por los "reviews"; mientras esté enterado de que lo has leído y conozca tu opinión podré dejarte aquí una respuesta. Me alegra saber que te gustó el capítulo y, sobre todo, lo de que Remus encerrara a la dichosa y entrometida abuela en el cuarto de baño. También imagino que estarás intrigada por las visiones¿no? Esas profecías harán que tu personaje, así como otros muchos, salgan más, pues Wathelpun estará en la vida de todos. Bueno, ya está bien de hablar de MDUL¿no te parece? Que me excedo. ¡Ah, me satisface saber que te pasaste por Story-Weavers y viste el dibujo. ¿Te viste? Sí, es que Remus, Lorien y tú estaréis juntos. No sé por qué tus padres tienen que estar decepcionados por que te hayan quedado tres; no sé, no lo entiendo... A más de un padre me gustaría verlo estudiando para ver lo que es (justamente hoy he estado de lío con mi madre por un asunto parecido). No te preocupes por los tres suspensos, de veras; tú sólo esfuérzate en preparártelos bien este verano y ya está. Con un poco de suerte y fuerza de voluntad incluso puedes hacer la selectividad en septiembre. ¡Ah, eso sí..., no vayas a descuidar la diversión, la piscina, las terrazas, las largas salidas nocturnas, que el verano es el verano a fin de cuentas. Anima a Sara, aunque la veo positiva. La verdad es que te aprecia mucho, me he dado cuenta. ¿Sabes qué? Me he dado cuenta de que no sé casi nada de vampiros. Bien, como me has dado los nombres de los autores este verano me pillaré los libros y me los leeré para tener un poco más de conocimiento. Luego ya veré qué integro de unos y otros, pero así ya he comenzado por algo¿no te parece? Ya te comentaré el resultado. Y lo de la versión cinematográfica de que licántropos y vampiros estén enfrentados, aunque sea del cine, me parece ¡genial! Porque si es un relato de hombres lobo... ¿qué más se puede pedir que un poquito de acción e intriga? Muchas gracias por esa larga tesis vampírica que he leído con mucha impresión y que me va a servir bastante, lo sé. Bueno, un beso, y hasta pronto.

JANE LUPIN. Hola. Recibí tu correo electrónico, aunque por suerte, porque lo recibí a última hora y realmente ha sido por fortuna que he podido incluirte. Me alegra saber que sigues ahí, aunque ciertamente pensé que ya habías dejado el relato, ya que hacía ciertamente mucho desde la última vez que supe de ti. Pero "nunca es tarde". Cierto es que no he podido copiar el correo conque no recuerdo muy bien qué me dijiste, pero bueno..., lo importante es que lo leíste y que he vuelto a saber de ti. ¡Qué bien, además, que ya lleves mucho adelantado con tu "fic"! Te deseo mucho éxito. Un beso.

AVISO A VALEN Y A PIKI ¡Hola, chicas! Cuánto hace que no sé nada de ninguna de vosotras, de ninguna de las dos. Pero, por suerte, he sabido de ambas y sé que estás vivas y demás. ¡Vaya con los problemas informáticos! Valen, no te preocupes; Joanne me lo explicó todo en un correo electrónico. Es una chica muy bien mandada, una estupenda mediadora y realmente le agradezco que lo hiciera; también a ti, claro está, que te acordases de mí y que le pidieses que me tuviese al tanto de tus problemas. Espero volverte a ver pronto por aquí. Laura, muchísimas gracias por dejar un mensaje en "Story-Weavers" en esos escasos cinco minutos de que dispones en casa de tu prima (¿de tu prima, no?). Te estoy esperando con muchísimas ganas, porque ¿qué voy a hacer yo sin mi malagueña favorita que en poquísimas semanas ha conseguido que me sienta muy amistoso con ella¿Y qué sin sus frases inmortales? Un beso a ambas.

KALA FICTION Y PAULA YEMEROLY (por orden alfabético): espero que estéis bien y pueda encontraros pronto. Muchos besos a ambas y aquí os dejo este escueto mensajito compartido para que veáis que me acuerdo también de vosotras y que siento vuestra ausencia de palabras.

¡FERNANDO ALONSO, EL MEJOR!

(DEDICATORIA. Este capítulo se lo dedico a una persona que acabo de conocer recientemente pero que me ha demostrado tantas muestras de cariño y me ha valorado tan positivamente que, ciertamente, siento hacia ella un profundo respeto, un gran cariño y mucho aprecio. Sí, es a ti, Moony Lunática (Almudena), administradora de la Religión Lupina, un grupo al que todos quedáis invitados. ¡Ah¡Elena¡Felicidades, de nuevo... Ya tienes los 19, y recién cumpliditos. Dos días no más. Muchos besos.)

AVISO PARA PRECAVIDOS. A partir del capítulo anterior ya pudimos presenciar a una elevada cantidad de visiones y medio acertijos futuristas presenciados por Helen. Esto es sólo un consejo, que lo haga quien quiera o pueda: a partir de éste van a aparecer muchas visiones más y os recomendaría que las fueseis apuntando en algún papel o algo. Todas juntas realmente os harán vislumbrar o al menos intuir qué es lo que puede pasar en el futuro. Me gustaría saber qué opináis, porque sí, yo tengo la respuesta de quién es Wathelpun, de quiénes son esos niños, por qué el espejo previene a Helen del día más triste de su vida, pero vosotros podéis adivinarlo si recopiláis las visiones.

CAPÍTULO XLI (BENVENUTTI)

Desterrando las extrañas y sin sentido escenas del día más feliz de sus vidas, Remus y Helen se decidieron a pasar un rato alegre y divertido por la noche... Se olvidaron de voces en un espejo, de niños en un sótano y de apariciones mágicas que se esfumaban misteriosamente.

La cama, anchísima, tenía la colcha de color rojo pasión y en el centro un enorme cojín con forma de corazón. Un delicado y fino dosel color carmesí resbalaba por encima de la cama movido por la suave brisa que se colaba por la ventana, que volaba los pétalos de rosa que campaban a sus anchas por encima de la colcha.

–Es precioso –susurró Helen, tan bajo que parecía que no quisiese romper la magia del momento.

Y era cierto que la habitación de matrimonio de los chicos estaba encantadora. Ellos no la habían decorado para la ocasión, sino que de aquello se había encargado tía Ángela, que lo había hecho a conciencia. Había rogado encarecidamente ocuparse de aquel asunto el día anterior de la boda y nadie se opuso a su firme determinación.

Remus y Helen se quedaron mirando la cama con tirantez. Se rehuían las miradas y los corazones les latían con un frenesí casi adolescente. No era la primera vez, ni mucho menos, que hacían el amor, aunque sí como marido y mujer y sí en aquella cama y en aquella su casa.

–Bueno... –dijo Helen, suspirando.

–Ha sido el día más feliz de toda mi vida, Helen –le dijo Remus de improviso–. Te lo juro, Helen.

–Ya lo sé, Remus –dijo–. Para mí también.

Remus sonrió.

–Te voy a hacer la mujer más feliz del mundo, señora de Lupin.

Helen también sonrió. Se besaron. Se abrazaron. Sus manos rozaron sus cuerpos y se desprendieron de la ropa como si, de pronto, les resutase molesto o incómodo tenerla demasiado tiempo más. Completamente desnudos, se echaron sobre la cama y no dejaron en ningún momento de besarse y de jugar.

Gritos de placer envolvieron el dosel y los pétalos caían de la cama contagiados de pasión y sudorosa emoción. La culminación de aquella emoción, del placer, en un grito reprimida.

Los cuerpos se separaron, jadeantes. Remus se cruzó las manos detrás de la nuca, sin aliento, mirando de soslayo cómo Helen se recomponía lentamente y su sonrisa seguía flagrante. Habían visitado el cielo sin estar muertos.

–¿Sabes una cosa, Remus?

–¿Qué, Helen?

–Que yo también quiero que me hagas la mujer más feliz del mundo.

Remus se volvió hacia ella y la besó y la abrazó. Pero se separó un momento, contrariado.

–¿Qué te pasa, Remus?

–Nada... Nada. Sólo que... ¿Crees que tu abuela habrá podido escapar¡A ver si sigue allí encerrada!

–¿Qué más da eso? –gritó–. Eso le pasa por incordiar.

–Es que me siento culpable –musitó Remus.

–¡Esto era lo que me faltaba por escuchar hoy!

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–Vamos, Remus –decía Helen con pesadez–. Hace media hora que te pedí que metieras las camisetas en el baúl y ¡aún sigues con eso! Quiero llegar a Italia con tiempo de sobra.

Remus bufó. Su esposa, Helen, estaba insoportable. No hacía más que quejarse, donde estuviera, hiciera lo que hiciese, fuera donde fuese. Estaba afanado metiendo camisetas y polos de manga corta en su enorme baúl y su novia no hacía más que quejarse, mientras corría de un lado para otro.

–¡Remus! –gritó Helen.

–¿Qué? –preguntó Remus, igualmente a gritos.

–¡Vamos, date prisa –le mandó.

–Estás de los nervios¿no te parece, Helen? –le dijo tratando de no enfadarse–. Nos vamos de luna de miel¡no a una sesión de tortura! Así que... respira. –Él lo imitó exageradamente para que le viera–. Respira y está tranquila, que si llegamos media hora tarde tampoco va a pasar nada.

–Vale¡de acuerdo! –exclamó la chica, de los nervios–. Pero yo quiero hacer muchas cosas en Italia, así que... ¡Deja de respirar y date prisa¿quieres?

Sonó el timbre. Helen dejó de correr de un lado para otro y fue a abrir la puerta. Al otro lado estaba una mujer regordeta, de pelo rubio, que esbozaba una amplia sonrisa. Detrás de ella había al menos siete mujeres más. La mujer rubia tenía una enorme cesta de mimbre entre las manos.

–¿Sí¿Qué quieren? –preguntó Helen educadamente.

–Hola, buenos días –dijo la mujer rubia con amabilidad–. Soy la señora Jenson, su vecina.

Le alargó una mano con dificultad, porque tuvo que equilibrar y sostener la cesta con una sola mano, y Helen se la estrechó con afabilidad.

–¡Encantada! –exclamó–. Yo soy la señora Lupin. Y éste es mi marido. –Se quedó mirando a su marido, que no se levantaba del suelo, de al lado del baúl–. ¡Remus!

–¿Qué quieres? –gritó.

–¡Que vengas! –vociferó sin asomo de inocencia–. Han venido los vecinos. Un gesto muy amable, por cierto.

–Pero ¿no querías que terminará el baúl? –Dirigiéndose hacia las mujeres que esperaban en la puerta–. Buenos días.

–¡Buenos días! –clamaron.

–Vemos que les hemos pillado en un mal momento –dijo la señora Jenson–. Le traíamos este regalo –alargándole la cesta de mimbre–; son unos cuantos productos típicos de por aquí. Es nuestra manera de darles la bienvenida, señores Lupin.

–Oh, muchísimas gracias –dijo emocionada Helen–. No sé qué decir. Bueno, sí: gracias. Muchas gracias.

Las mujeres se quedaron en la puerta, impertérritas, inmutables.

–Bueno... –dijo Helen.

–Sí, bueno –dijo también la señora Jenson.

–Bueno, que las tenemos que dejar –dijo Remus descaradamente, agarrando la puerta–. Lo sentimos mucho, de veras, pero es que nos vamos a Italia. Ya saben, nuestra luna de miel.

Las mujeres se rieron, se despidieron y se marcharon. Remus cerró la puerta.

–Qué manera de echarlas, hijo... –le reprochó Helen.

–Sí, sí... –dijo Remus sin escucharla–. A mí venga a darme prisas y a ellas¡hala, te podrías haber quedado ahí media hora diciendo "huy, bueno, pues sí, bueno..." –las imitó–. Qué manera de hacer el tonto, Helen...

–Bueno, dejémoslo ya y pongámonos a terminar los baúles¿quieres? –propuso Helen. Llevó la cesta a la cocina y la cubrió con un encantamiento, para que los alimentos no se echarán a perder hasta su vuelta–. Querría que hubiéramos llegado ya a Roma.

–¿Y estás segura que allí hace más calor que aquí? –preguntó Remus–. Mira que sólo estoy metiendo camisetas y polos.

–¡Pues mete algo de manga larga! –exclamó Helen–, pero me extrañaría a mí que te lo pusieses. –Hizo una pausa–. ¿Es que no has visto un manual de Geografía en tu vida?

–Pues no... –respondió.

Se inclinó de nuevo sobre el baúl y siguió metiendo ropa.

–No te olvides las reservas de hotel –dijo Helen.

Un tropel de ruido, y Remus y Helen se volvieron. El señor Nicked, de bruces, estaba cubierto de cenizas y escombros en el suelo, delante de la chimenea.

–¿Qué te ha pasado, papá? –preguntó Helen, corriendo para auxiliarlo.

–Nada, nada –dijo, poniéndose en pie con terrible dificultad–. ¡Maldita chimenea! No me he dado de bruces contra un tizón de puro milagro.

–Pero ¿qué haces tú aquí? –preguntó Helen descaradamente–. ¿Y mamá¿Viene ahora?

El señor Nicked negó con la cabeza.

–La verdad es que no –musitó–. He venido solo. Mamá está trabajando. Es que... bueno..., había pensado que a lo mejor os encontrabáis algo solos y querríais tener compañía. Vamos, que yo sé mejor que nadie qué es esto de la vida en matrimonio.

–¡Papá! –Le echó en cara Helen–. Tú estás aquí porque el que está solo eres tú –dijo–. Pero no podemos quedarnos hablando contigo; lo siento, papá. Tenemos que irnos a Roma. Entiendes¿no?

–Sí... –El señor Nicked puso cara de pena–. Es que ahora me aburro en casa, sin vosotros.

–Si sólo hace dos días que no estamos –comentó Remus.

–Sí –lloriqueó el pobre muggle, poniendo muecas de dolor–, pero ¡qué dos días! Si es que yo me aburro sin vosotros.

–¿Mamá no sabe que estás aquí, verdad, papá? –preguntó Helen–. Lo digo porque ella siempre tiene escondidos los polvos flu para que no los cojas...

–¡Eso es lo que ella se cree! –exclamó el señor Nicked–, que bien calada la tengo yo. ¿O es que se cree que no sé que los tiene en bolsitas en el ladrillo suelto de la repisa encima de la chimenea? Si es que me aburro... –susurró.

–Perfecto, papá, pero ahora nosotros no podemos hacer nada. ¡Nos vamos de viaje! No nos interrumpas más, por favor, que aún nos queda terminar los baúles.

–¿Los baúles? –inquirió con emoción–. ¡Magnífico! Os puedo ayudar. ¿Os puedo ayudar? –preguntó. Helen asintió, suspirando–. ¡Os puedo ayudar¡Magnífico¿Qué hago?

–Ayúdame a meter estas cosas en el baúl –le pidió Remus–. Así.

El señor Nicked se puso con empeño, sin decir ni media palabra, a la sencilla labor de doblar la ropa y colocarla ordenadamente en el fondo del baúl. Aunque para él el termino "doblar la ropa" debía de carecer de significado, puesto que la arrugaba de forma casi inimaginable y la introducía en el baúl como si la torturase a la pobre prenda.

–Tenemos unos vecinos más amables... –comentó Helen mientras cerraba y encantaba su baúl–. Son la mar de simpáticos. Nos han traído una cesta con comida de por aquí.

–¿Y qué os han traído? –preguntó el señor Nicked con curiosidad.

–No te voy a dar nada, papá... –respondió Helen.

–Qué fastidio... –musitó el señor Nicked mordiéndose el labio inferior.

–Papá –dijo Helen cuando terminaron con el baúl de Remus–. No es por echarte¡pero tenemos que irnos! Nos vamos a Roma. Al hotel. ¡De luna de miel!

–Bueno, vale... –dijo con nostalgia–. Pero que me traigáis un regalito¿vale? Y que sea grande. Si hace falta no le compres nada a tu madre, que luego siempre lo guarda por ahí y no le presta atención.

–Como quieras... –consintió Helen por quitarse de encima a su padre cuanto antes.

–¡Ah! Por cierto... –dijo el muggle con timidez–. ¿Podrías darme un poco de polvos flu? Es que... –se rio– se me ha olvidado coger para el viaje de regreso. ¡Qué torpe! Menos mal que vosotros me conocéis y sabéis que soy más lúcido...

–Sí, una cosa mala –masculló Remus.

–Pues el problema es que no tenemos polvos flu –dijo Helen preocupada–. ¿Ahora qué hacemos? No podemos dejarte aquí; ¡estás a cincuenta kilómetros de casa!

–Y esta tarde tendré que ir a trabajar¿no te parece? –dijo el señor Nicked tranquilamente.

–La cosa es que, como nosotros nos podemos desaparecer –explicó Helen–, no los habíamos comprado todavía.

–Tendrás que pasarte por tu casa y coger unos cuantos para que tu padre pueda volver –sugirió Remus.

La chica, resoplando, se desapareció con un chasquido y regresó al instante, igualmente con un sonoro chasquido, con un puñado de polvos flu en la mano.

–Ten. –Los puso en la mano de su padre–. ¡Y largo! Que nos vamos, papá...

–¿Así es que cómo tratas a tu pobre padre? –Lloriqueó el señor Nicked–. ¿Después de todo lo que he hecho por ti¿Con lo que yo te quiero?

–Ay¡no me seas melodramático y peliculero! –lo regañó Helen–. Dame un abrazo y vete para casa¿quieres?

El señor Nicked se despidió tanto de Remus como de Helen y se esfumó, por fin, por la chimenea. Los chicos alzaron sus baúles y también los acercaron hasta el hueco de la pared.

–Mi padre es capaz de venir otro día a dar la monserga –dijo Helen con pesadez–. Le tendré que decir a mi madre que vuelva a esconder los polvos flu, y que esta vez lo haga un poco mejor, que mi padre parece tonto¡pero de tonto no tiene un pelo!

–Pues a ver si, por esa regla de tres –comentó Remus–, tu padre se va a presentar aquí mientras nosotros estamos de viaje... Que yo lo aprecio mucho y todo eso, tú bien lo sabes, pero conociéndolo es capaz de llevarse hasta la cesta de mimbre.

La Aduana de Italia era una sala de dimensiones ingentes y bien iluminada. Nada más llegar se toparon con una estatuilla de bronce sobre un pedestal que admiraban la mayor parte de los turistas que llegaban. Se trataba de una escultura en que dos niños, unos tales Rómulo y Remo, fundadores de Roma, eran amamantados por una loba.

–Es el original –escuchó decir Remus a un tipo erudito que había a su lado y conversaba tranquilamente con su familia–. Los muggles tienen esta misma estatuilla, pero es una burda copia, muy exacta, elaborada por Da Vinci. Él robó este ejemplar a los muggles y lo legó al Consejo de Magos para que sirviera de símbolo mágico de su patria.

Anduvieron por la larga sala pasando por un centenar de chimeneas por las que, continuamente, aparecían personas cargadas de macutos, bolsas de viaje y pesados baúles. Había estatuas romanas de mármol por todos lados, pero a ninguna le faltaba alguna extremidad, como ocurría con la mayor parte de las que conserva la comunidad muggle. Al fondo había una maqueta de altura como dos hombres de la torre inclinada, que Remus y Helen no se pararon a contemplar porque estaban escasos de tiempo y tenían ganas de disfrutar ya de las ventajas de su viaje de novios.

Se aproximaron hasta recepción, ubicada en el centro de la sala y con forma elíptica. Remus y Helen aguardaron con paciencia, pero no les atendieron en un buen rato. Tampoco estaban colapsados, por otro lado. Helen se fijó en lo que hacían otros magos, más espabilados, y ella también hizo sonar el timbre que tenía delante de sí. Inmediatamente se volvió hacia ellos un mago, extrañamente caracterizado: una venda morada en los ojos y un caparazón de tortuga en la espalda.

–Bienvenidos –le dijo el recepcionista italiano con un inglés malogrado–. "Tener" ustedes pinta de ingleses. –Rio.

–Y usted tiene un caparazón de tortuga bastante feo –dijo Remus descortés para que sonara hiriente–. ¿Es una costumbre italiana? –Helen se puso a reír–. Porque como me diga que todos vamos a tener que llevar ese horrible caparazón en la espalda¡se lo juro: me voy de aquí sin pisar Italia!

–No, señor –dijo el recepcionista–. Usted "estar" bien caracterizado para parecer un simple guiri. No, estos caparazones "ser" sólo para nosotros..., los de la aduana. Si quiere uno¡yo se lo vendo! –Rio estúpidamente–. No, es que resulta que Italia considera que nuestros mejores embajadores "ser" las Tortugas Ninja, y por eso vamos disfrazados de ellos. Yo "ser" Donatello, pero no me gusta esculpir. –Volvió a reír toscamente.

–Perfecto, perfecto –exclamó Remus apresuradamente. Se sacó la reserva del hotel–. Aquí tiene. Tenemos prisa.

–Entendido –dijo el mago-tortuga–. Yo "ser" muy rápido cuando quiero. Veamos... Hotel "La Venus Veneno". –Al recepcionista se le escapó una sonrisita–. ¿Viaje de novios, verdad? Es un lugar encantador para celebrar un viaje de novios, la luna de miel o un paseo para la reconciliación. ¡Además "ser" muy barato!

–Sí, sí –dijo Remus intranquilo–. ¿Le damos ya las varitas para que las inspeccione, señor Donatello?

–No, tiene usted mucha prisa. –Rio el mago–. Nosotros buenos, pero no "hacer" milagros. ¡Leonardo¡Leonardo!

Vino otro disfrazado con un antifaz azul en la cara. Se puso a hablar en italiano con él y Remus y Helen se quedaron esperando. Remus estaba nervioso y a Helen aún le perduraba la sonrisa entre los labios.

–Pero ¿qué prisa te ha entrado ahora de pronto? –inquirió Helen–. ¡Estás esquizofrénico! Espero que no estés así todo el viaje, cariño.

–Pues no –dijo Remus–. Ya se me pasará¡pero es que odio estas aduanas! Malas experiencias, ya sabes. En España casi estafan a tu padre, en París nos echan deliberadamente, y en Estados Unidos... ¡En los Estados Unidos estaba tu abuela, qué demonios! Y ahora éstos, los tortugos...

–Vamos, Remus, un respeto –le pidió Helen–. Supongo que a ellos tampoco les gustará tener que disfrazarse de tortugas para ir a trabajar. Imagínate cuando tú ibas a trabajar al Caldero Chorreante, antes de que Tom te despidiese por ausentarte en luna llena –Remus resopló–; ¿te hubiera gustado tener un uniforme de Tortuga Ninja?

–Perfecto, "estar" todo en orden –dijo Donatello–. Ahora sí puede darme la varita, caballero. –La calibró en un peso y apuntó unos datos en un pergamino–. ¿Roble, treinta centímetros y núcleo de polvo de colmillo de licántropo, verdad? –Remus asintió. Donatello le devolvió la varita y tomó la de Helen–. Sauce, treinta y cinco centímetros y núcleo de fibra de corazón de dragón. –Helen asintió–. ¡Estupendo! Acompañen a mi amigo Leonardo, que los llevará a las chimeneas. ¡Buen viaje!

Leonardo anduvo delante de ellos sin decir nada. Remus y Helen lo seguían arrastrando con esfuerzo sus sobrecargados baúles. Se detuvieron ante una chimenea de marco verde y el mago-tortuga los ayudó a subir al hueco de la pared los baúles.

–¿Roma? –preguntó. Su inglés no parecía tan bueno como el de Donatello. Remus empezó a echar de menos al del antifaz naranja cuando Leonardo se dispuso a entregarles unos vales pero no era capaz de explicarles en qué consistían–. "Ser" dos... ¡"tickets"! para no pagar "spaguetti" o pizza. Leer. Usar en restaurante "Mario alla Vite" de Plazza di Spagna.

Leonardo activó un mecanismo e introdujo una contraseña secreta en un teclado numérico que había oculto en la pared, y Remus y Helen, junto a sus baúles, fueron disueltos en un llamarada de fuego verde que se alzó como el resplandor del este por la mañana.

"La Venus Veneno" era un hotel mágico, perfectamente decorado, con una grandiosa e inmensa estatua de la Venus de Milo en el centro del vestíbulo. A sus pies, dos hombres, tras un mostrador, atendían servicialmente a los clientes.

–¡Benvenutti! –dijo uno de ellos, de pelo rizado y moreno, a Helen y Remus cuando éstos se acercaron arrastrando su equipaje–. ¡Benvenutti a Roma! "La Venus Veneno" le da la más... ¡cálida! y acogedora "benvenida". ¿Me enseñan su reserva? –Remus sacó el pergamino y se lo mostró–. Perfecto, señores Lupin. Su habitación es "Noche pasional". Nosotros le deseamos una feliz estancia en Italia, señores. ¡Benvenutti!

Remus pensó que más les hubiera valido dejarse de tantos "¡benvenuttis!" y haberles mandado un botones en condiciones. Arrastraron sus pesados baúles hasta el ascensor, aunque realmente no era un ascensor corriente, como pronto se dieron cuenta. Se introdujeron en la cabina y vieron en el centro de la misma, sobre una alta y delgada columna oscura, una representación diminuta de la Venus de Milo. La puerta del ascensor se cerró y la estatua abrió sus ojos. ¡Eran verdes y muy luminosos!

–Diga claro y alto el nombre de su habitación –rogó la estatua sin abrir la boca.

–¡"Noche pasional"! –dijeron Remus y Helen al unísono.

–Disculpe las molestias –clamó el ascensor–, pero no ha sido perfectamente inteligible. ¿Puede repetirlo? Gracias.

–"Noche pasional" –dijo Remus.

–"Noche pasional" –dijo Helen, poco más tarde que Remus, con lo que tampoco se entendió.

–Disculpe las molestias –dijo el ascensor y los ojos de la estatua de la diosa romana se volvieron rojos–. Pase la llave de la habitación ante mis ojos, por favor. Gracias.

Helen, que sostenía la llave de plata en su mano, la cogió y la puso ante la distante mirada de la diosa. Inmediatamente, como si se tratara de una máquina de rayos equis, los ojos se comenzaron a mover lentamente y el resplandor rojizo pasó por toda la llave.

–"Noche pasional" –anunció la voz del ascensor–. La directiva del hotel le ruega encarecidamente que mejore su dicción para la próxima vez que tenga la necesidad de tomar este ascensor. Gracias.

Y la estatua chirrió como si la estuvieran torturando. Empezó a dar vueltas sobre sí misma, y a la vez que giraba, lentamente, el ascensor subía despacio. La puerta del ascensor se abrió y salieron a un estrecho pasillo bien iluminado. Frente al escensor había una puerta con un letrero dorado sobre ella. En éste rezaba: «Noche pasional», y estaba entre dos puertas que se llamaban: «Noche de infarto» y «Noche afrodisíaca».

–Nuestra habitación –dijo Remus.

Le cogió a Helen la llave y la introdujo lentamente en la cerradura. Se abrió sin problemas y entraron en una enorme habitación de color rosa, con jarrones con flores por todos lados que daban un embriagador olor al dormitorio. Al fondo, la cama, de color rosa carmesí también, brillaba con luz propia, bajo los rayos divinizados que se filtraban por las rendijas de la ventana. En el centro de la habitación "Noche pasional", un jacuzzi burbujeante llamaba la atención de los chicos, junto al mueble bar.

–No sé por qué –susurró Helen–, pero creo que éstas van a ser las mejores vacaciones de nuestra vida.

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No había mejor forma de demostrar su amor que dando un largo paseo por las hermosas avenidas de Roma, agarrados de la mano, besándose de vez en cuando, cuando tenían que aguardar a que el tráfico disminuyese para cruzar la calle.

–¡Todo esto es genial! –exclamó Helen a su paso por delante de la fachada del Coliseo o Anfiteatro Flavio–. Deberíamos haber venido a Roma antes. ¡Es increíble!

–Tranquilízate, Helen –le rogó Remus–. Te falta decir "¡magnífico!" para ser clavadita a tu padre.

–Oh, qué insensible eres –le echó en cara–. Parece que no estés disfrutando del viaje.

Remus se hizo el ofendido.

–¿Cómo puedes decir eso? –le espetó–. Estoy disfrutando y mucho. ¿Quieres ver cómo disfruto?

–Sí, quisiera –dijo Helen–; pero me gustaría saber cómo voy a saber cuánto estás disfrutando.

Remus se quedó un momento perplejo, pestañeando con rapidez.

–Vayámonos de aquí –sugirió Remus.

–¡Ah! –exclamó Helen–. ¿Ésa es tu forma de demostrar lo bien que lo estás pasando?...

–No, no me has entendido –dijo Remus–. Vayámonos a Venecia, por ejemplo, esta mañana. Podríamos dar un paseo en góndola y volver aquí para la hora de almorzar. ¿Qué te parece? –Helen, de tan maravillada, se quedó sin palabras–. ¿Vamos? –Helen asintió, con los ojos vidriosos–. Pues toma la gragea.

Remus le dio una gragea sabor fresa y él se tomó una gragea con sabor a naranja. Los de "La Venus Veneno" habían sido muy inteligentes a la hora de escoger un traslador. Como era un hotel de parejas, a la hora de salir debían hacerlo juntos, pues el traslador era un par de grageas que, unidas y en contacto con saliva, hacían a aquél en cuya boca se encontraban desaparacerse ipso facto del lugar en que se encontraba y aparecer en el vestíbulo del hotel. Así las parejas no se podrían separar en casi ningún momento (al menos por su bien), y si era una pareja que estaba allí con el fin de reconciliarse¡aquello sería su salvación (o no), porque si uno no quería salir, ninguno podría, y entonces deberían estar juntos en la habitación, charlando amistosamente (o discutiendo).

Se escondieron en un callejón sin salida, tan húmedo que pareciera que allí nunca había llegado la luz el sol, tan sucio que tampoco la escoba del barrendero, y se introdujeron las grageas en la boca. Se besaron y sus grageas se rozaron y sus pies volaron y sus cabellos serpentearon mientras viajaban por un canal mágico.

Remus se separó de Helen mirándola a los ojos con su mirada de ojos dorados brillando como dos estrellas en medio de la oscuridad. La chica le sonrió, enamorada.

El chico se acercó hasta el mostradror de recepción y en seguida se le acercó el recepcionista de pelo oscuro y rizado que el día anterior les diera la bienvenida.

–Disculpe –llamó su atención Remus con educación.

–Sí¿qué desea?

–Verá. Mi esposa... –Se detuvo. Era la primera vez que empleaba aquel término y se sentía confuso. "Su esposa"...–. Mi esposa y yo querríamos ir a Venecia. ¿Nos podría decir algún local, restaurante o tienda de esa ciudad donde nos podamos aparecer en una chimenea, por favor? –preguntó.

–Venecia..., Venecia... ¡Ah, sí, ya...¡Venecia! –exclamó el recepcionista–. Conozco un restaurante mágico estupendo. Se lo recomiendo, señor; son los únicos en el mundo entero que saben preparar el doxy al ajillo. ¡Exquisito! –Se relamió de gusto al recordarlo–. Se llama "La taberna del tío Tom"..., pero no se deje engañar por el nombre, señor. Pida su excelente doxy al ajillo, no se arrepentirá.

–Muchas gracias por el consejo –dijo Remus–. ¿Podemos usar las chimeneas del vestíbulo?

–Por supuesto, señor. –Asintió con vehemencia el recepcionista–. Están para su uso. –Remus le dio las gracias y se alejó–. ¡Que lo pasen ustedes bien en Venecia, señores!

Aparecieron en la ciudad de los canales, de las góndolas y de los paseos de enamorados. El país con forma de bota tenía posibilidades ilimitadas para una pareja recién casada.

Anduvieron por la acera abrazados, Helen reposando su cabeza sobre el servicial hombro de Remus. Miraban el agua cristalina de la mañana y veían su reflejo enamorado devolverles la mirada, ocultos en la magia del canal.

–¡Oiga! –gritó Remus llamando a un hombre que remaba solo en una góndola.

–¿Qué haces? –le susurró Helen, confusa.

–¿No quieres dar un paseo en góndola? –inquirió Remus.

–Ah, pues sí... –Sonrió la chica.

–Yo invito –dijo Remus–. Para algo tenía que utilizar el dinero ahorrado en el Caldero Chorreante. Mes y medio trabajando allí... ¡y lo voy a gastar en una góndola! –Rio–. No sé ni si yo mismo me lo creo.

El gondolero se detuvo y los invitó a subir, ayudando a Helen para que no tropezase y callera al agua. El hombre era de brazos bizarros, gruesos como el tronco de un roble, y velludos; tenía un gracioso y ridículo bigote curvado, típico italiano.

Agitó el remo hacia un lado y la góndola se introdujo en el canal, mientras Helen y Remus se abrazaban como una pareja cualquiera. El gondolero levantó de nuevo el remo y lo metió en el agua en el lado contrario. Remus besó a Helen. El gondolero volvió a remar por el lado izquierdo. Helen le dijo a Remus, bajito, que lo quería con locura.

Cuando llevaban un cuarto de hora mecidos por la suave corriente del canal y los remos acostumbrados del gondolero, Remus y Helen, en una góndola perdida en su mundo, perdieron la noción del tiempo.

–Creo que podría vivir así siempre –comentó Helen rompiendo aquel tranquilo y agradable silencio de piar de pájaros voladores–. Es tan calmado, tan... genial.

–Sé lo que quieres decir –dijo Remus–. Yo siento lo mismo. La tranquilidad, la paz... Después de todo lo que hemos sufrido, ya era hora de que viviésemos algo positivo.

Helen asintió, sonriendo.

–Tienes tanta razón, Remus... –mencionó al poco Helen–. Son los mejores días de mi vida, tranquila, sin visiones que me atormenten cada dos por tres, sin que el nombre de Wathelpun restalle en mi cabeza como un cañón enfurecido...

Remus se incorporó lentamente.

–¿Wathelpun? –preguntó con suavidad–. ¿Quién es ese Wathelpun?

–Hoy no es nadie, Remus –contestó Helen sin alterarse–. Hoy no quiero pensar en él. Quiero disfrutar de Venecia y de tu compañía.

–Te quiero, Helen Lupin.

–Ídem, mi querido marido.

Se besaron y el gondolero, mirándolos de reojo, sonrió.

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–Pasen por aquí –los invitó cortésmente el camarero–. Tomen asiento, por favor –mostrándoles una mesa con un mantel de cuadros rojos y blancos–. Tomen la carta. ¿Qué querrán para beber?

–Tráiganos una botella de vino –pidió Remus.

Y el camarero se retiró solícito.

Helen, con las manos unidas sujetando su mentón, sonrió a Remus descaradamente. Éste le devolvió la sonrisa ampliamente. Le agarró las manos a la chica y se las besó. «Te quiero mucho», le susurró.

–Aquí falta algo –dijo Helen mirando hacia todas partes–, un toquecito final...

Lentamente sacó su varita y la metió debajo de la mesa.

–¡No, Helen! –exclamó Remus sin levantar la voz–. Recuerda lo que pasó en París. Si nos ven... ¡Estamos en un restaurante muggle!

La chica se metió de nuevo la varita en el bolsillo, lo más lentamente posible para que nadie se percatara de algún movimiento brusco, y al momento sacó, sujeto por su mano izquierda, un candelabro dorado que puso en el centro de la mesa. La chica se puso a reír y Remus se sintió contagiado.

–Ahora enciéndelas –le pidió Helen.

–Pero... –se excusó Remus.

Sin embargo, no dijo nada y asintió. Miró hacia todos lados, volvió a asentir y extendió su largo y trémulo dedo índice. Tocó el extremo central del candelabro y pronunció en voz queda:

–Lacarnum inflamarae...

Y de las velas de los tres brazos del candelabro salieron tres altas llamas que iluminaron los ojos de Helen y de Remus. Se miraron a través de ellas y sintieron ganas de besarse.

–Aquí está el vino –dijo el camarero, que había llegado haasta la mesa sin que ellos se dieran cuenta, con una botella y dos copas de vidrio. Lo dejó todo sobre el mantel y se quedó mirando el candelabro encendido con sorpresa–. ¿Han... Han decidido ya lo que van a tomar?...

–Lo cierto es que no –dijo Remus sonriendo–. No hemos tenido tiempo aún de mirar la carta. Aguarde un instante.

La abrió y leyó una lista sin fin de excelentes delicias culinarias típicas de Italia, que no pasaban, en su gran parte, de platos de pasta y variedades de pizza.

–Yo querría los "spaghettis alla carbonara" –dijo Helen cerrando la carta y entregándosela al camarero.

Éste asintió, apuntándolo todo en un libreta de tapas de cuero.

–¿Y el señor? –preguntó.

–¿Qué es la "saltimbocca alla romana"? –inquirió Remus con educación.

–Es un plato delicioso, señor –explicó el camarero afablemente–. Se trata de ternera con jamón de Parma y salvia.

–No es por molestar... –se rio Remus–, pero ¿qué tiene el "bucatini all'amatriciana"? Es que con estos nombres...

–No importa, señor –dijo el camarero bien recto–. Es pasta servida con tomate, beicon y cebolla, espolvoreada con queso picorino.

–¿Queso picorino? –repitió Remus con cara de extrañeza–. Bueno, tráigame ése: el "bocatini all'amatriciana" –leyó con dificultad.

–En seguida, señor.

El camarero cerró su libreta y se alejó de la mesa con paso firme y rápido.

–¿Has visto la cara que se le ha quedado cuando ha visto el candelabro? –preguntó Helen riéndose–. ¿Le ha faltado preguntarnos que de dónde lo habíamos sacado? Para mí que se ha quedado con ganas de preguntarlo...

–Ay, Helen... –se quejó Remus–. Que no sé yo si el "bucatini all'amatriciana" ese va a estar bueno.

–Que sí, no seas melindre –dijo Helen–. La pasta italiana está toda muy rica. Por cierto, mañana deberíamos empezar a ir pensando que le vamos a comprar a todos¿no crees?

–Sí... –contestó sin efusividad Remus–. A Sorensen he pensado que le podríamos comprar una romana. ¡El chaval está a dos velas últimamente! –Helen se lo quedó mirando con la boca abierta–. Era broma, Helen –repuso Remus tranquilamente–. ¿No creerías que estaba pensando eso en serio¿Verdad?

–No sé qué pensar –dijo Helen cabeceando–. Has estado demasiado tiempo con mi padre... ¡Eso contagia a cualquiera! –Remus se rio–. A mi padre he pensado que, con lo goloso que es, podríamos comprarle una caja de tiramisús.

Remus se encogió de hombros.

–Por cierto, Helen –la interrumpió el chico. Apartó el candelabro hacia un lado y le acarició las manos–. Te acuerdas¿no? Hoy no toca dormir.

Helen se rio comedidamente.

–¿Qué quieres, tigre –le preguntó Helen en tono de burla–, reventar los muelles de la cama?

–Ya se verá, ya se verá. –Sonrió Remus.

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–¿Dónde vamos a ir hoy? –preguntó Remus mientras se lavaba la cara en el lavabo del cuarto de baño con agua fría.

–He pensado que al Vaticano –propuso–. Es muy bonito aquello.

–¿El Vaticano? –repitió Remus saliendo del cuarto de baño frotándose con una toalla para secarse la cara–. ¿Qué es?

–Es un diminuto país que hay dentro de Roma y que controla la Iglesia católica –explicó Helen escuetamente.

–¿La pagana? –preguntó Remus.

–¿La pagana? –repitió Helen riendo–. Oh, Remus, no seas iluso. ¿Crees que Rowling existe realmente¿De verdad te crees esas patrañas de que ella fue la primera bruja y que nos creó a su imagen y semejanza? Es ridículo... ¿Dónde están los libros que escribió, eh¿Dónde? Los libros del destino... ¡Patrañas!

–¿No me dirás que tú crees en lo mismo que los muggles? –preguntó Remus.

–Ni en una cosa ni en otra –dijo seria–. Son manifestaciones religiosas y por tales las tengo. Aún no he visto a Rowling bajar del cielo y hablar con nosotros, y a Dios tampoco. ¿Qué motivo hay para creerlo? Hoy vamos a ir a echarle una visita al Vaticano, y no por ello nos vamos a hacer creyentes del Cristo redentor, o del Niño Jesús...

–¿De quiénes? –preguntó Remus con una mueca.

–Iremos a la Plaza del Vaticano –lo ignoró por completo Helen–. Veremos los Museos, el Baldaquino, el altar papal... –Remus chasqueó la lengua–. ¿Qué pasa? –preguntó la chica con aburrimiento.

–¡Que eso es una tontería! –exclamó Remus–. ¿Por qué no nos quedamos aquí haciendo el amor?

–¡Porque se te va a caer el pito a cachos como no hagamos un descanso! –explicó Helen con enojo.

–Bueno, vale –consintió Remus–. Pero ¿cómo vamos a ir hasta allí?

Helen iba a contestarle cuando una lechuza medio parda y medio negra entró volando por la ventana. Se posó en el respaldo de la silla y, graznando, mostró a los chicos un pergamino atado en su pata derecha. Helen avanzó rápida y le desprendió la carta. Cuando el papel entró en contacto con la piel de la chica, ésta sintió un escalofrío.

Queridos Remus y Helen:

Helen, debéis veniros a Inglaterra cuanto antes. Tu padre ha sufrido un infarto. Se encuentra grave en el hospital de vuestra localidad. Tu madre me ha pedido que os diga que os espera allí y que lamenta haberos tenido que fastidiar las vacaciones.

Sorensen Fosworth

Helen, entre lágrimas, rehizo los baúles, con las manos temblorosas e hipando. Remus no sabía qué decirle para consolarla.

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Pobre señor Nicked... ¿Volverá¿Será ése el día más triste de su vida que el espejo había vaticinado? Ya os adelanto que no. Ni una muerte tan dolorosa como la pérdida de un padre puede ser tan doloroso como lo que Helen, y también Remus, sufrirá dentro de muchos años. Pero qué hay más doloroso para mí que tenerme que despedir de vosotros por ahora. Ayyyy... Ciertamente he querido remediarlo, pero no he podido. Los exámenes caen sobre mí como un abismo imparable y saberme incapaz de poderos responder lo que merecéis, de poderos leer... ¡Cuánta incertidumbre! He intentado compaginarlo todo, pero me ha resultado imposible; me lleva demasiado tiempo escribiros estas respuestas antes del capítulo y me resulta ya casi imposible dejaros unas escuetas frases. E incluso conectarme a Internet me parece una osadía cuando, tan asfixiado de tiempo como me encuentro, no puedo perder ni un minuto. Sé que muchos me odiaréis por la determinación adoptada, pues yo mismo me estoy odiando, pero, si alguna vez confiasteis en mí, sabréis que, quién más quién menos, las respuestas de hoy han sido un poco más largas (en la medida de lo posible dentro del juego que me habéis dado con vuestros "reviews" o correos) para compensar tan larga ausencia; si alguna vez confiasteis en mí, sabréis que no lo hago sino por la más absoluta necesidad. Pues todos sabéis con cuánto agrado colgaba yo mis capítulos cada semana y me iba tan feliz sabiendo que por vuestra afición yo me iba quedando sin capítulos de reserva, pero ¿qué más me daba? Era vuestro ímpetu al que yo respondía; pero ahora no corre ímpetu por mis venas ni mis ojos parpadean a otro compás que no sea el que marquen mis apuntes que paso desaforado. Sólo os pido que me comprendáis, pues no es tan largo un mes, pero, cierto es, os tengo muy mal acostumbrados, y me siento mal por no poder colgar ni esta semana ni la que viene... Además, no deberé pasarme ni un minuto por Internet con lo que, qué rabia, me tengo que despedir de vosotros hoy, esperando que, para cuando vuelva, nada haya cambiado sino, solamente, que lo tenga todo aprobado, o por eso al menos tomo esta determinación, reitero. Como esto se está pasando de largo, pongo cierre. Os espero a todos, como siempre. Ana, espero que se anime mucha más gente a la quedada andaluza (para que nos podamos volver a ver pronto) y que, para cuando vuelva, ya tengas más de un capítulo colgado que me apresuraré a leer, tú bien lo sabes; Joanne, te vuelvo a dar por adelantado mis agradecimientos por cuanto te he pedido y espero que se apunte mucha gente al concurso, del que te reitero que muchas gracias por retrasar la fecha; ¡ah, te prometo que leeré todos los capítulos que actualices de "Amnesia" y que te dejaré sendos "reviews" tan o más largos que los que acostumbro; Marce, la que más sufre cuando retraso las fechas: lo siento de veras. Pronto volveremos a nuestras profundas conversaciones; Paula, espero que ¡vuelvas, que sin ti estoy perdido, jaja... Echaré de menos este largo mes sin tus largos parlamentos, fan n.º 2; AYA K, la chica más docta en vampiros, que me ha aconsejado muy muy bien, en verano leeremos juntos y te pediré con insistencia que me aconsejes, así que tengo ya unas ganas de que se acaben los exámenes con tal de hablar contigo...; Sara, ay, y su animado interés por leer su personaje¿acaso no podré echar de menos ese ímpetu que muestras?; Piki¡vuelve, y diles de mi parte a los de Telefónica que su incompetencia hará que esté mucho más tiempo sin poder hablarte; conque espero que esta última frase compense la tardanza; Kala fiction, mi mamá literaria (espero que no te ofenda el epíteto), la persona que más vive a Remus desde el lado materno..., y de quien me siento muy orgulloso porque me lea; Padfoot Himura, para cuando vuelva me tienes que decir que ya te has leído el Quijote y espero encontrar alguna continuación de la "Tarta de Zapallo"; Dru, recién incorporada pero tan persistente y puntual como los demás, perdona si no puedo tampoco actualizar "Salvando a Sirius Black"; Andrea B., espero que, para cuando vuelva, pueda decirte que ya te tengo preparado un personaje para ti, exclusivamente para ti, pues ya tengo algunas ideas en mente y espero que este mes de clausura me permitan crearte del todo; Gwen Lupin, a la que no he visto últimamente tampoco pero que deseo idénticamente lo mismo que con todos los demás¡reencontrarte y que no me guardes rencor!; y Dinamita, que confío que volverá y quizá también lea este mensaje. Espero no olvidarme de nadie. Bueno, después de releer todo esto... ejem... ¡NI QUE ME FUERA A LA GUERRA! Quizá me haya puesto un poco tremendista, pero es que realmente voy a echar en falta el poder hablar con vosotros; pues cuando ves que algo te falta es cuando más aprendes a valorarlo; y a mí me está sucediendo eso cuando aún dispongo de unos últimos minutos de vuestra compañía. Bien, pero la fecha, que con la tontería ni la digo: será el martes, 5 de julio, que es cuando tengo mi último examen. Espero que los días fluyan rápido para poder regresar a vuestro lado.

Avance del capítulo 42 (UN MATRIMONIO, A FIN DE CUENTAS): Sabremos lo que pasará al final con el desdichado señor Nicked. Sorensen confesará su mayor temor, con lo que se explicará por qué su boggart se transforma en un armario del que surge una mano pálida. Y... ¡NOVEDAD: asistiremos al debut del primer personaje-lector: JOANNE DISTTE.

Con mucho cariño y ganas de volveros a ver y hablar pronto se despide

Quique (KaicuDumb)

Administrador de la Religión Lupina

Miembro WEAVER

Participante en Potter & Cía. (donde estamos organizado una especie de quedada andaluza. Si alguien se anima... Por cierto¿no me lee nadie de Córdoba¡Qué rabia!).