«¡Otro año se va! –dijo alegremente Dumbledore–. Y voy a fastidiaros con la charla de un viejo, antes de que podáis empezar con los deliciosos manjares. ¡Qué año hemos tenido! Esperamos que vuestras cabezas estén un poquito más llenas que cuando llegasteis... Ahora tenéis todo el verano para dejarlas bonitas y vacías antes de que comience el próximo año...»

(J. K. Rowling, Harry Potter y la piedra filosofal).

Respondo "reviews":

NAYRA. Hola, guapa. Ni por un momento te puedes imaginar lo emocionado que estoy de poderte escribir de nuevo. ¡Ha sido tan tiempo en silencio!... Ha sido salir del aula donde he tenido este último y ansiado examen y correr para el aula de informática (después de comentar con los compañeros tal y cual y hacer suposiciones y... lo típico) para recoger los "reviews" que me faltasen. Será un atracón porque, según planeo, colgaré el capítulo esta tarde y me tiene que dar tiempo a responderos a todos. Pero, bueno, no había cosa que tuviese más ganas que sentarme delante de mi escritorio con el monitor del ordenador delante. Creo que se me ha quedado cara de apuntes. Pero no voy a hablar de eso, más que nada porque ya está olvidado. Sólo espero que tú también te estés tomando tus suspensas en serio y que las saques adelante en septiembre. Te felicito por la animosidad que demostraste en el "review" por animar a Eva a estudiar. Espero que sus problemas informáticos se hayan solucionado, aunque no la he visto, ciertamente mucho. El correo electrónico lo he tenido ciertamente colapsado y no sé muy bien si me ha podido enviar algo o no; sé que tengo algo suyo pero no sé si me ha podido enviar más o no. Bueno, eso ya se lo comento a ella. ¡Ah, por cierto. Genial lo del grupo. Te comprendo: yo también, cuando comienzo algo y me interesa, me muestro muy entregado, así que yo estaría como tú. Pero es cuestión de tener paciencia. También es un asunto con el podréis divertiros mucho, conque no te martirices porque a veces no sean demasiado colaboradores. Me encantaría oíros, pero tendré que conformarme en escucharos por la radio o en uno de los próximos Eurovisión o yo qué sé. Mucho ánimo y mucha suerte. Debo decir que no me ha ofendido, en absoluto, pero me ha sorprendido que me llamases un autor cruel; ciertamente los he puesto en algunas situaciones peliagudas y poco dignas, pero te prometo que intentaré ser más bueno en capítulos venideros (aunque me cuesta mucho...). Menos mal que a Joanne le ha gustado su personaje, pero tienes toda la razón. Por eso la volveré a sacar para enmendarlo un poco. Hablando de personajes: el tuyo tiene un reconocimiento importantísimo en el que capítulo que voy a empezar (¡gracias a Dios!) desde ya mismo. Tengo muchas ganas de que lo leas. Tienes razón: Remus también debería aparecer algo celosillo. Por eso mismo ya escribí un capítulo en que se invertían los papeles y ahora era Helen la que... bueno, ya se verá. ¡Ah! Y muchas gracias por mencionarme lo de tu relato: es normal y entiendo que quieras hacer publicidad (dichosos pero agradabilísimos comienzos). No sé para cuándo lo leeré (imagino que pronto, unos días o eso), pero lo que sé seguro es que lo leeré. Porque tú llevas leyéndome mucho tiempo sin pedir nada a cambio y yo ya te considero una amiga, y no eres como esas personas (que las hay, sólo que no voy a mencionarlas para que no... Ya sabes...) que te leen y lo primero que hacen es restregarte por las narices su relato para que te veas coaccionado a leerlo. Por eso, reitero, leeré tu relato con sumo gusto. Sólo ha habido un problema: que no me has dado tu dirección; suerte que soy un chico con recursos e imaginé que Eva la tendría, porque la suya sí la tengo. Ya lo tengo guardado en un disquete y cuando pueda le echaré un vistazo y te dejaré mi opinión. Ahora te voy a dejar. Muchas gracias por los ánimos y no digas más al final de los "reviews" que seguro que me tienes que estar aburriendo. No es cierto. Un beso.

KALA FICTION. ¡Hola! Colmado estoy con tus numerosos agradecimientos, ahogado en tu gratitud, pero satisfecho, claro está. ¿Cómo iba olvidarme de mencionarte a ti? Eso es imposible. Pues claro que no, María Angélica, iba a pasar por alto un detallito. Me caes genial y tus comentarios y críticas acerca del relato me hacen cada día sentirme un poquito más sabio y eso es de agradecer. Además, habría de ser yo quien os debería estar agradeciendo todo el tiempo vuestra presencia y que me aguantéis lo que escribo y todo eso. Vuestra constancia hace que me quite el sombrero, por lo que lo que menos que puedo hacer es reconocéroslo y deciros a voz en grito "gracias". No te preocupes porque (ya hace tiempo de esto, pero debo responder a los "reviews" pendientes) estando tu hija enferma no puedas leer. ¿Cómo no voy a entenderte? Hay prioridades y si un hijo no lo es... ¿qué puede serlo? MDUL está siempre ahí, esperando... No hay prisa. Muchas gracias por decir que Remus y Helen hacen una bonita pareja y que, a tu parecer, Remus Lupin en mi historia es un lindo personaje. ¿Se parece algo a mí? Creo que sí. Imagino... En alguien tendré que basarme para sacar todo su contexto psicológico y, como me dijo una lectora hace muchos meses de la que, por desgracia, ya nada sé, los personajes protagonistas de las historias siempre tienen algo del interior de sus autores. Sí es cierto que a Remus le falta todavía algo de sensibilidad y otros valores, pero, como todo ser humano, está aprendiendo, y necesita irlos descubriendo poco a poco; en eso me ayuda a aprender a su mismo tiempo. Ay, el misterio del sótano, de los niños... ¡Qué grandes misterios! Si supieseis la enramada trama que se esconde bajo ese sótano: unos secretos que nadie, ni el mismo Remus sería capaz de intuir; porque ese sótano ha estado esperando a Remus desde siempre y Remus siempre ha estado predestinado a vivir en esa casa. Porque en esa casa hay un poder que sólo él puede dominar. Un poder transmitido e ingente. Pero me tranquilizo, que hablar de esa tema me fascina. Elena también está muy intrigada, pero no le debo decir nada; me encanta cómo le fascina inventar hipótesis y comunicármelas con regocijo. Es genial. Me dejaste algo preocupado¿por qué quieres saber si hay personas capaces de bloquear la mente o algo así¿Acaso te están echando mal de ojo o algo parecido? Bueno, como intuirás, yo no puedo ayudarte porque no tengo ni idea de nadie que haga nada parecido. No estoy nada metido en el mundo del Esoterismo a pesar de que me fascina. Para terminar te digo que tanto a Elena como a mí nos llegó tu sonoro beso virtual y tu abrazo de oso y te remitimos de parte de los dos sendos besos y abrazos. Yo, particularmente, también te deseo que MDUL te siga gustando tanto como aseguras, porque eso me hace sentir enormemente feliz. Muchos besos.

JOANNE DISTTE. Hola, Laura. Tenía muchísimas ganas de escribirte esta respuesta a tu "review", no te hacías ni una idea. En primer lugar, porque ello significaría que ya habría terminado; en segundo, porque ya he colgado el capítulo en el que figura tu personaje y deseaba contraponer mis opiniones a las tuyas. Me alegra que a ti sí te gustase tu personaje, puesto que ha habido opiniones para todos los gustos. Ana dice que te ve como aurora aunque no aprueba el carácter de tu personaje, Paula Y. ha quedado algo sorprendida, Lorien Lupin te felicita por tu debut y alguien incluso ha llegado a decir que tu personaje, sin ofender, es un poco perr... No estoy de acuerdo con esa última opinión, pero debo reconocer que me dejo un rato sorprendido. No obstante, aunque a ti te haya gustado, como manifiestas, como ya dije, yo no estoy completamente de acuerdo en haber captado tu esencia y por eso ya estoy preparando tu segunda venida, que, te adelanto, se producirá cuando Tim Wathelpun despierte de un mar de sombras. ¡Qué ganas, vacaciones! Aunque tendré que trabajar dando clases particulares, tendré mucho muchísimo tiempo y ya podré ponerme al día con tus "fanfics", puesto que, si te interesa, esta mañana ya cogí el nuevo capítulo de "Amnesia" y terminaré de leerme el anterior y, en cuanto lo haga, tendrás raudos mis "reviews". Espero que no te haya molestado mi tardanza, pero (me veo en la obligación moral de explicártelo) soy demasiado exigente conmigo mismo y sobre todo con mis estudios y por eso he preferido centrarme todo este tiempo única y exclusivamente a ello. Tiene sus ventajas y sus inconvenientes, como todo en la vida, pero me permite un verano solaz para poder hacer lo que se me antoje; y en esas expectativas entra leerte, cosa que tengo algo descuidada y por eso quiero disculparme. ¡Ah! Y también tendré que irme poniendo al día con el concurso de "Story-Weavers". ¡Qué ganas! Espero que mucha más gente haya prometido participar; suena un evento que trascenderá a los anales. Por cierto¿cuáles son los criterios en los que os basaréis para otorgar la primacía al ganador? Hablando de "Story-Weavers", debo volverme a pasar por allí tan a menudo como acostumbraba; al fin y al cabo, y a pesar de las apariencias, sigue siendo mi grupo favorito. Me alegra saber que el señor Nicked te sigue despertando sonrisas; aún tenemos señor Nicked para rato, cosa bien cierta, pero debo decirte que Elena y yo ya estamos discutiendo acerca de la edad en que es conveniente que... la diñe. Pobre... A mí será el primero al que le dará pena, pero soy plenamente consciente de que los personajes no son inmortales. No obstante, hasta entonces, como he dicho, el señor Nicked no perderá su simpática desparpajo. Me ha hecho mucha gracia el comentario en el que propones ser tú la que vuelva heterosexual a Sorensen. ¿Por qué me habrá hecho gracia ese comentario? (Quique se encoge de hombros con picardía). Sorensen... Una caja de sorpresas ese hombre. Por último, respondiendo a tu pregunta, hay dos próximas apariciones de personajes pero sólo figuran sus nombres en cartas: Leonor B. le Fay (que ya no me lee, no sé si la conoces) y ¡Ann Thorny! (traducción simultánea: nuestra queridísima Ana Espinosa, Leonita, que aparecerá en condiciones unos capítulos más adelante). El siguiente personaje en salir en condiciones será Lafken en el 49, creo; ya no me lee, pero prometió que ese capítulo lo leería sin falta. Y tu personaje, como he dicho, reaparecerá, porque habrá un momento en que todos los aurores habrán de reunirse para sobrevivir; o morirán. Pues su líder los llevará a la guerra de fuego. Y diciendo estas palabras tan enigmáticas en base a una idea que se me ocurrió ayer en plena efervescencia intelectual me despido. Seguiremos en contacto tan a menudo como solíamos. Un besazo enorme para ti, otro de parte de Elena y saludos a Mina que hace tiempo que no la menciono.

GWEN LUPIN. Hola, guapa. Antes que nada, como tú tampoco has podido dejar ningún "review" desde hace más de un mes imagino que habrás estado liadísima con tus trabajos, tareas y pruebas y demás parafernalia que me especificaste en tu "review". Por ello, aunque sea con retraso, espero que estés genial, que todo te haya ido perfectamente. Yo, en respuesta a tu duda, sí, a partir de ahora comienzo las vacaciones de verano. ¡Merecidísimas! Ya tenía yo ganas de un rélax. No sé si habrás leído el capítulo anterior en el momento que escribo esto, pero una vez lo estés leyendo, indudablemente; te especifico en relación con lo expuesto hacia tu persona y tu personaje en concreto en el encabezado del capítulo 42 que no hay ningún problema: que me envíes la foto en cuanto puedas, porque me he saltado la descripción, pero deseo incluirla rápidamente y por eso te ruego que no te duermas en los laureles. Sólo puedo mencionarte que eres un personaje de renombre que, como todos, tendrá trato con Remus. Espero que en cuanto leas esto tenga pronto noticias tuyas. ¿Tú también piensas que soy malo? Vuelvo y tú me llamas malo y Sara, cruel. Voy a empezar a creérmelo... En fin. No, es broma, leí que no lo decías en serio y, como bien indicas¿qué sería de MDUL si no existiese esta chispita de emoción? Como ya habrás podido comprobar, el bueno del señor Nicked no ha muerto, con lo que sólo era una mala técnica para dejaros con la emoción; aunque ello me ha permitido a su vez conocer lo mucho que apreciáis al buen muggle, lo que me emociona muchísima porque lo he creado yo, es decir, que no se le he plagiado a Rowling ni nada parecido (aunque particularmente no considero que esto que hagamos sea plagio ni nada, porque la literatura es de todos y aquí todos estamos haciendo literatura sin fines lucrativos). Creo que lo de las Tortugas Ninja fue un desvarío, pero me satisface saber que alguien le gustó la idea. En cuanto a Wathelpun¡Dios mío, ese antagonista es mi delirio de imaginación. Me ha llevado algunos meses crear su personalidad, su historia, su tragedia interna, pero creo que os sorprenderá. Aunque me ha encantado tu precisión: "me da miedo sólo pensar quién podría ser". A Remus también le daría pavor si supiese quién es... Debo y puedo, no obstante, alertarte que lo del infarto del señor Nicked no está relacionado en absoluto con lo de Tim Wathelpun; ha sido un infarto natural al que no hay que buscarle causantes nefastos. Gracias por decir que estos capítulos están perfectos, pero personalmente soy más autocrítico y sé que no alcanzo esa categoría. No obstante, tu ánimo me llena de gratificación y me anima a coger con más ganas papel y boli para escribir el... ¡capítulo 56, el capítulo que lleva un mes aguardándome un mes en la recámara a pesar de que es el capítulo de entre todos que más ganas tenía de escribir. Ya sabréis por qué. Ahora me despido deseando saber muy pronto de ti. Un besazo.

LUNIS LUPIN. Hola, Lunis. Genial que vuelvas con tanta puntualidad; lástima que yo no haya podido. Anoté la página en que tienes tu historia, cuando disponga de un ratuelo le echaré un vistazo y te dejaré mi más sincera opinión. Sin embargo, tampoco he tenido tiempo para escribir ni un ápice; entonces te estarás preguntando: "¿y cómo es que ha escrito un capítulo entero?" Creía habértelo explicado ya, pero quizá se lo expliqué a tanta gente que realmente no sabía a quién lo había hecho o no. Resulta que yo escribo MDUL desde hace mucho tiempo, demasiado. Y hasta que no alcancé el capítulo treinta y tantos no me decidí a colgar ninguno en "fanfiction". ¿Por qué? No me importa escribir para mí mismo aunque parezca algo interminable, y Elena era más que una fiel lectora. Por eso, comencé a colgar los capítulos lentamente, sin prisas, permitiéndome tener así un margen de reserva; de manera que, aunque yo cuelgo el capítulo 43 ahora, en realidad estoy escribiendo el 56, lo que me favorece mucho para pensar la trama con más tiempo. Por ello te comento que la aparición de tu personaje no podrá darse hasta entonces, o incluso más tardíamente, como sucede con la mayoría; en realidad esto se debe a que no siempre encuentro con rapidez personajes que se acomoden a la personalidad de cada uno ni siempre aparecen en seguida. Por ejemplo, para Paula Yemeroly se me ocurrió un personaje perfecto, pero es el último (de momento) que aparecerá porque así lo exige el curso de los acontecimientos. En cuanto a si podrías ser uno de los hijos de Lupin... Además de lo ya expuesto, los hijos de Remus están más que inventados en mi mente y, como espero que comprenderás, ninguno corresponde a ningún personaje; porque no lo considero oportuno. Se podría pensar equivocadamente que a los que he escogido como hijos para Remus reciben ciertas muestras de favoritismo y no quiero que se induzca eso en ningún momento. Dicho lo cual, viendo que tu ánimo por aparecer está ahí, entrarás a formar parte de mi lista particular de pendientes y, una vez se me ocurra algo, te lo comunicaré pronto para que me puedas ayudar. En cuanto a los "reviews", no creo que Joanne haya sida tan perra como dices; imagino que te refieres al personaje, porque ella es una chica majísima y maldito el día que hubiera podido yo inducir a alguien a que la insultase. Sí, es una ingente seguidora de Bella, la más fiel que conozco. Quizá ello me haya influido un poco a ponerla algo perversa en el relato. ¡Lo has acertado, por cierto: Remus será cobrador del autobús noctámbulo. Ni que me hubieras leído el pensamiento... Bueno, ya nos veremos de nuevo muy pronto, seguro. Un beso.

PADFOOT HIMURA. ¡Hola, Karina¿Qué tal andas? Yo, fenomenal, pues, como ya habrás podido imaginar, acabé esas "cosas insoportables por las que toca pasar", como tú las llamaste. Antes de extenderme, resuelvo tu duda lingüística: los "cacharritos" de una feria son las atracciones. ¿Qué término empleáis allí? Creo que ya emplee ese vocablo en el capítulo 13, pero no recuerdo concretamente... Seguí tu consejo y, un sábado que, obviamente, me tomé un descanso, fui a ver la última película de "La guerra de las galaxias". Estaba disfrutando como un niño chico, porque estuvo muy bien y porque a mí todas las películas de ciencia ficción me enamoran (lo que peculiar y extraño es que en literatura sea un género que aborrezca; creo que lo que me gusta del cine son los efectos especiales y se acabó de contar). Me gustó, sí, mucho. Estuvo genial. Pobres los "jedis" (o como se escriba en plural) cuando los mataban. Eso me puso malo. Pero me ayudó a inspirarme (es algo que nunca he confesado, pero cuando voy al cine, pase lo que pase, me inspiro para MDUL; en el episodio III me inspiré para Wathelpun. Y la última vez que fui al cine, el pasado sábado, para ver "La guerra de los mundos" de Spielberg, te la recomiendo, también me inspiré, y eso que es de terror y la trama tiene pocos aspectos que se puedan relacionar. En fin, soy un caso). Espero que con "El Quijote" vayas mejor así como también lo espero con "La tarta de zapallo". Antes de despedirme, sólo espero que me perdones el pobre dialecto que le puse al argentino gordo, imagino que te tuve que ofender o abochornar, tú que eres una experta en el dialecto argentino. Pero es que quería poner algo de ese estilo y, aunque arriesgado, intenté meter unas cuantas cosas ni ton ni son. Bueno, espero que volvamos a vernos mucho más a menudo ahora. Un beso. P.D.¡Se acerca el momento de escribir el capítulo de tu personaje! Espero haberlo escrito antes de que acabe el verano.

DRU. ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh¿Que viniste a Córdoba y no avisaste ni nada¿Y dices "cosas sin importancia"¡Aaahhh! Qué fuerte, Dru. Podrías haber dado un aviso o algo y nos hubiéramos conocido en persona. Claro está que a lo mejor es que no querías o algo; soy feo, pero tampoco es para tanto... En fin, salvando esta exclamación que produje en el momento en que leí tus "reviews", paso a seguirte comentando ciertas cosas. Aunque espero que estés enterada de que estoy muy tocado; snif, snif. Espero que se hayan solucionado las cosas con "Story-Weavers"; yo he podido conectarme poco, pero las veces que he conseguido sacar unos minutillos y me he paseado por el grupo todo me ha ido fantásticamente. Si no has podido ver los "fanarts" de Helen, pronto pondré un enlace directamente a ellos en mi biografía; ya te avisaré. ¡Ah! Muchas gracias por decir que si los exámenes me salen la mitad de bien que MDUL serán fantásticos; pues creo que me han salido mejores las pruebas que MDUL... No sé, pero creo que el relato necesita un cambio de enfoque, o quizá que le dedique más atención. A ver si este verano todas mis expectativas se cumplen y puedo seguir abriendo la caja de sorpresas como es mi intención. En cuanto a "Salvando a Sirius Black", espero me disculpes que tampoco haya podido actualizar, pero pronto lo haré, lo prometo. Bueno, pronto nos veremos, imagino (aunque no sea físicamente, snif, snif...). Un beso.

LEONITA. Hola, mi sevillana favorita. ¡Qué fuerte! Nada, es que acabo de darme cuenta de que Word no reconoce la palabra "sevillana"; en cambio "Word", sí. ¡Qué injusticia! Debo agradecerte que te pasases por Internet para echarle un vistazo a MDUL aunque al día siguiente mismo tuvieses un examen. Yo no he podido en absoluto. Soy demasiado exigente y le dedicaba a estudiar cuatro horas por la mañana y cuatro horas y media por la tarde, con lo que, en los escasos ratos libres, estaba derrotado y no podía hacer nada. Pero ya vi que has actualizado (notición, notición) y te leeré tan pronto como pueda, aunque hubiera querido que fuese esta tarde mismo, pero me estoy extendiendo en la redacción de las respuestas y no creo que me dé tiempo. Te agradezco la mención, aunque mis notas de autor son tan largas que no hay parangón. Deseo sobremanera encontrarte esta tarde en el messenger, conque no sé qué contarte porque tengo la abrumadora idea de que te encontraré por allí. Sí espero que todo en relación con el curso te haya salido estupendamente, porque éste, si mal no recuerdo, era tu último y eso sí que tiene que ser chungo. Espero que podamos hablar y, si no, pronto recibirás un correo mío. Un beso, guapa. Otro de Elena. Saludos a Pepe.

PAULA YEMEROLY. Hola, persistente Paula. Veo que tus "reviews" no han bajado en su extensión. Siempre tan reconfortadores. Antes de que me des una paliza, perdona mi grueso error. Eres de México... Me obligaste a leer todos tus "reviews" de nuevo, lo que me ha provocado más de una carcajada, pero no sé de dónde saqué esa idea. Recuerda que me lo mencionaste una vez puntual y no es que sea una de mis prioridades recordar las nacionalidades de todos, pues sois muchos y prefiero recordar otros aspectos de vosotros. Estoy sumamente agradecido con todos los comentarios loables que siempre me diriges. Aunque me ha dejado muy intrigado eso de que cuando me envíes la fotografía tendré que conocerte en verdad, a las dos, lo cierto es que eres un cielo y me caes fenomenal, como repito siempre; y cómo piensas que yo no voy a hacer méritos para que continúe nuestra amistad. Me ha gustado saber que estarás ahí a pesar de que no escriba incluso; pero, como seguiré escribiendo, mantenemos un pretexto para mantener las relaciones amistosas que yo también espero nunca se rompan. Por cierto, Elena me dio el coscorrón realmente; es muy despiadada cuando se lo propone y tú la animaste a una agresión... Qué macabro ha sonado. Sigo interesado en lo del élfico: cómo es que estás aprendiéndolo, dónde lo aprendes y todo eso... Realmente, como ahora me he metido en el mundillo este de la Lingüística creo que me estoy empezando a aficionar al asunto de curiosear esas cosas. No sé si "místico" será la palabra perfecta para el sótano; "mítico" quedaría increíble. Ya que veo que te creó un poco de confusión, te digo simplemente que Helen en el sótano ha tenido una serie de visiones del futuro, pero no del pasado ni nada tienen que ver con Draco. La visión del lobo y la niña era una visión tan real, como tú dijiste, porque realmente era real; no era una visión: Remus también podía verlos, recuerda. Y la niña no es tan niña: ponle unos doce o trece años. Tienes toda la razón acerca de que Helen está reprimiendo sus visiones; está escandalizada. Me encanta cómo llegas a las más extrañas hipótesis y lentamente yo mismo voy atisbando que estás reconociendo o alcanzando la verdad de la trama: sí, los antiguos dueños de la casa tenían mucho que esconder en aquel sótano, y Dumbledore no bajó hasta allí por casualidad. Ese sótano es el corazón de la casa, aunque se encuentre a sus pies. Me pareció bonísima la idea para la aduana de México. No soy ningún experto en nada (en este caso me refiero a tu comentario sobre la comida italiana), pero, como todo escritor, antes de abordar el estudio de algo concreto, preciso informarme para que lo expuesto en el relato sea lo más correcto posible. Para terminar, tengo muy presente lo que dijiste de que he de parecer ecuánime y todo eso, pero es evidente de que tengo mis predilecciones en relación a los lectores. Y tú ocupas un buen lugar. Es evidente que el cariño se gana y se consigue, no se programa. Perdona que esta respuesta no sea digna de todo lo que tú te mereces, pues has llenado páginas y más páginas de mis lecturas y me has hecho pensar tanto que incluso puedo vislumbrar las ideas de tu mente; pero necesito ir poniendo cierre a las respuestas porque tengo que completarlas todas para colgar este capítulo, que dentro de unos minutos solamente he quedado con Elena y aún tengo, o tendría, que repasar el capítulo que voy a colgar. No obstante, como bien sabes, voy a estar esta vez muy pronto de nuevo ahí y mi respuesta volverá a estar ahí, larga y agradecida. Muchas gracias por estar también tú, por tu extensión y por tu visible ánimo, fan número dos. Muchos besos.

LORIEN LUPIN. Hola, guapa. En primer lugar, enhorabuena por dos razones: la primera y más importante, porque veo que estás trabajando, y aunque veo que no estás muy satisfecha con tu labor, siempre algo así es digno de loa; en segundo lugar, porque, pese a todo, has sido capaz de ponerte al día con MDUL mientras yo he estado desconectado del mundo haciendo de una montañita de papeles un mundo. Pero he vuelto, más animado y vital. Y espero poder acometer todas las empresas pendientes que he dejado en mi camino, y muchas de ellas están relacionadas contigo, claro está. Descuida, no conozco a Carla Grey y, en el caso hipotético de conocerla ahora, no le diría nada en absoluto. En cierto modo siento que mi responsabilidad exige silencio como el secreto de sumario del juez o el secreto de confesionario del sacerdote. ¿Cómo van tus planes por España? Realmente me sienta mal no poder ayudarte, pero es que no soy la persona más adecuada. Si tuviese contactos... No obstante, tranquila, cuando consigas tus objetivos, los logros compensarán todas las dificultades. ¡150 hojas de MDUL! Mira que es mi propia historia y todo eso, pero, si yo tuviera que leerme todo eso, me vería incapaz. Sí, Sorensen es homosexual, pero comparto completamente tu punto de vista acerca de su orientación sexual y la tolerancia de la sociedad. No sé si te habrás enterado por las noticias internacionales ni sé si ha tenido tanta trascendencia, ni sé por qué te lo comento, quizá porque viene al caso y me he acordado, pero la cosa es que hace unos cuantos días mi país ha aprobado el matrimonio entre homosexuales. Es un hecho más por el cual, he de admitir, cada día me siento más orgulloso de ser español. ¡Olé por Zapatero (a saber, nuestro presidente)! Veo bien que apuntes las visiones y eso si te apetece, como recomendé; así podrás llegar a muchas conclusiones, porque las visiones se van a multiplicar, y me gustaría debatirlas contigo. ¡Ah, por cierto, las nociones que has dado sobre tu personaje me han servido un poco, releyéndolas, para ponerme en el camino. ¡Creo que estoy en la tónica acertada! Y sin nada más que añadir por el momento, sino de nuevo mi enhorabuena por tu organización del tiempo (chapeau), me despido por hoy. Sólo añado... ¡un beso! Y saludos de la verdadera Helen Nicked.

AYA K (en respuesta a tu correo). Hola, guapetona asturiana. Espero que tus problemas informáticos estén solucionados ya o que, al menos, estén e vías de solucionarse. Yo te lo deseo vivamente. Sé lo que es estar desconectado de estos mundos; realmente engancha esto de "fanfiction"... Dios mío, nunca hubiera podido adivinar que jamás estaría así. No sé por qué dices que parezco un poeta. Sí, la primavera la sangre altera, pero yo no estoy ahora mismo enamorado, lo cual no deja de ser una lástima. Espero que tus problemas de las pendientes con tus padres se hayan relajado. Realmente, los que ejercen tanta presión... ¡es inhumano! Si ya hay presión de por si en el número de asignaturas pendientes y en el hecho de tener que estudiarlas, por qué no nos dejarán tranquilos. Menos mal que yo, en cuestiones de estudios, me desentiendo de todo y me voy fuera de casa para estudiar; y cuando llega mi padre preguntándome o algo me hago el loco. Es una buena técnica, sólo que no la emplees cuando esté de mal humor... Sara me ha contado lo del grupo, aunque también me ha comentado que no os lo tomáis demasiado en serio; yo a ella sí la he notado bastante entregada. Repito lo dicho, que tengáis éxito y que ya os oiré por la radio o por ahí. Y hablando de Sara¿cómo no voy a pensar realmente que ella te aprecia? Siempre habla de ti... y ¡estupendamente! Da gusto ver lo mucho que piensa en ti y se responsabiliza de vuestra amistad. Amigos como ella, te lo digo por experiencia, son escasos. Vaya, repasando el correo he visto que tú también me comentaste lo del grupo, qué despiste. Me sorprendió también que hubiese tal cantidad de libros sobre vampiros; imagino que no tendré tanto tiempo para leerlos todos, conque me ayudaría muchísimo que me seleccionases uno o dos, los más representativos, de cada autor. Como ya le he dicho también a Sara, no sé si me has mandado más correo porque no he podido estar muy al tanto de mi bandeja de entrada. Pero en cuanto pueda la despejaré. Un besazo, Eva, y... ¡no te rayes!

(DEDICATORIA: a Lunis Lupin, porque cumple... no sé cuántos cumple, no me lo ha dicho; pero lo importante es que es su cumpleaños y se merece que todos juntos entonemos un "Cumpleaños feliz". ¡Felicidades! Y, en segunda instancia, también quería añadiros a todos en esta dedicatoria por haberme esperado).

¿DÓNDE OS HABÉIS METIDO MARCE, PIKI Y VALEN? Estáis como yo, más perdidas que...

CAPÍTULO XLIII (UN OFICIO NOCTÁMBULO ES UNA HELEN PREOCUPADA)

–¡Feliz año nuevo! –gritó el señor Nicked, e hizo sonar su estridente matasuegras–. Huy, perdona, palomita, que casi te salto un ojo.

–«Feliz año 1985 –pregonaba la radio–. Le deseamos a todo el mundo mucha prosperidad y felicidad en este nuevo año que se nos presenta. Y ahora le dejamos con un grupo de música que está revolucionando...»

–Menos mal que hemos traído a Hatter –dijo Helen bajando de su antiguo dormitorio, donde había dejado a la lechuza–. Quiero mandarles sendas felicitaciones de año nuevo a Sorensen y a Dumbledore. ¡Remus, ven y firmas¿quieres, cariño?

–¡Voy! –gritó–. ¿Has pedido tu deseo?

–Sí, pero todos los años es el mismo y nunca se cumple –dijo Helen resueltamente.

–¿Ah, sí? –inquirió–. ¿Y cuál es?

–Si te lo digo no se cumple. Debería haber pedido otro deseo... –dijo Helen escribiendo en un pergamino con letra clara y curvada mientras sonreía misteriosamente–. Ya el año que viene. Anda, venga, echa la firmilla aquí abajo y hazme el favor de ir a vigilar a mi padre, que no sé adónde ha ido.

Remus obedeció, dejando estampado con tinta su nombre, y marchó a ver dónde estaba el señor Nicked. «Matt», lo llamó. «¡Matthew!»

–¡Matt¿dónde te has metido?

No había ni rastro de él por toda la casa. Remus comenzó a preocuparse. Ojeó por las ventanas y comprobó que no estaba en la puerta. Se preguntó si se atrevería a sacar su varita y convocarlo.

Salió al jardín de atrás. Detrás de unos setos asomaba una cabeza pelona. Remus suspiró aliviado. Avanzó hacia ella y le dio varios golpes con los nudillos en la cabeza, como si llamara a una puerta. El señor Nicked levantó la vista, sobresaltado.

–¿Qué pasa, chico? –preguntó sin incorporarse.

Estaba de cuclillas, en el suelo.

–¿Qué haces? –preguntó Remus apoyándose sobre el seto.

–¿Esto? –señaló el señor Nicked un puñado de tierra fresca y húmeda que estaba escarbando–. Es un rito budista.

–¿Un qué? –inquirió Remus sin comprender.

–¡Oh! –exclamó el hombre asqueado, poniéndose de rodillas–. Es que los magos no sabéis nada del mundo. Vaya, en lugar del regalo que te he hecho, debería haberte comprado una enciclopedia. Creo yo que te hubiera resultado más útil.

–¡Pues los muggles no sabéis nada de magia, no te fastidia! –le reprochó Remus, molesto.

El señor Nicked se puso a gimotear y a echarle a Remus la tierra que estaba sacando. Remus le dijo que parara, pero el muggle no entraba en razón: se había enfadado, y mucho, con él.

–Vale, lo siento –dijo Remus, escondiéndose por completo tras el seto, cosa que no evitaba que el señor Nicked se la echara por encima–. Tienes razón, Matt. ¡Pero deja ya de echarme tierra, leche! Si quieres me explicas lo que es eso del rito budista y si no, no.

El señor Nicked, ante la disculpa, se tranquilizó y dejó de echarle tierra a su yerno. Se aclaró la garganta y explicó:

–Los budistas son de una religión que está por ahí perdida, en medio de China o no sé dónde, pero que es muy graciosa, porque hacen muchas chorradas. Yo estoy plantando un árbol, porque según su punto de vista mi karma se verá recompensando y tendré un espíritu más relajado. ¡A ver si así no vuelvo a tener un infarto!

–¿Quieres decir que si plantas ese árbol no tendrás un infarto nunca más? –preguntó Remus inocente–. Pero eso debe de ser magia muy avanzada. Esos budistas deben de ser muy listos.

–No sé si es magia o no –explicó el señor Nicked–, pero mi karma se verá recompensado. Es conveniente plantarlos en un día significativo, y qué día mas significativo que el de Año Nuevo. También sirve para que pueda rezar bajo su sombra. ¿No es gracioso?

Remus se encogió de hombros. A él le daba igual, vamos. Se preguntó interiormente cómo se comportaría el señor Nicked si alguien se atrevía a atentar contra aquel incipiente arbolito que estaba plantando, un manzano, según pudo intuir Remus. Su mente voló: Remus apuntaba con su varita, malicioso, el árbol, y algunas de sus hojas ardían y salía una humarada negra; el señor Nicked, saltando a su alrededor como un títere, se desesperaba llevándose las manos a la cabeza, gritando.

–¿Quieres que te ayude? –se prestó Remus.

–¡No, no, no! –se negó el señor Nicked decidido–. Debo hacerlo yo.

Y Remus se encogió de hombros nuevamente. Como se aburriera de estar allí observando a su suegro, y como viera que no estaba haciendo nada malo, dijo que se volvía para dentro a hacer algo de provecho.

–De acuerdo, chico –dijo el señor Nicked–. ¡Ah¿Te importaría abonar un poco el hueco antes de que meta las raíces? –Lo miró rogador.

–¿Con qué? –preguntó el chico mirando a su alrededor–. No hay fertilizante por aquí.

–¡Niño, parece mentira que seas mago! –gritó el señor Nicked. Remus se asustó: era terriblemente parecido a la señora Nicked–. He visto a mi mujer hacerlo cientos de veces. ¿Es que no te sabes los hechizos¿Para qué fuiste al colegio entonces?

–Eso digo yo... –respondió Remus con sorna por no seguir la discusión.

Se sacó la varita y la apuntó hacia el agujero de tierra. Salió un rayo azul.

–¡Más bajo, Remus! –exclamó el señor Nicked–. ¿No ves que va a salpicar todo? –«¿Que va a salpicar qué?», se preguntó Remus con el entrecejo fruncido–. Agáchate, vamos; ponte aquí a mi lado, que apuntas tú de bien, vamos, que da gusto...

Remus, que era muy paciente con su suegro, hizo lo que le pedía y se agachó a su lado. Apuntó con la varita hacia el agujero, pero el señor Nicked le agarró la varita y le dijo que no con un movimiento de mano, mientras miraba con ojos veloces de halcón hacia todas partes:

–No hay nadie, no nos escuchan –susurró–. Tienes que estar alerta.

–¿Por qué? –preguntó Remus, también en voz baja y se sentía estúpido, como si estuviera jugando a un juego infantil del que desconociera las reglas.

–Hoy he pillado a mi mujer y mi hija en el armario de nuestro dormitorio –reveló el señor Nicked en voz queda.

–¡Hostia, que fuerte! –fingió Remus sorprenderse, riéndose–. No sé si voy a poder dormir esta noche...

–¡Cállate, tarugo! –le exclamó el muggle–. En el armario guardan cosas que tú no conoces, cosas muy importantes...

–¿Qué cosas? –preguntó Remus más serio.

El señor Nicked echó un vistazo hacia todos lados antes de decirlo.

–Ropa de bebé...

Remus se atragantó y se puso a toser.

–¿Que qué? –inquirió–. ¿Ropa de bebé¿No estarás queriendo decir que...¡Santa madre de Rowling bendita!

El señor Nicked, serio, asintió.

–Puede que estés embarazado, Remus... –dijo el señor Nicked–. Bueno, tú no, ya me entiendes¡mi hija!

–No puede ser –dijo Remus con desesperación–. ¡Me lo hubiera dicho!

–No creas –dijo el muggle dándoselas de entendido–. A las mujeres les gusta hablar esas cosas antes entre ellas. Por cierto –dijo cambiando el tono de voz–, que si se puede escoger yo prefiero niña. ¿No podéis hacer conjuros para esas cosas?

Remus no vaciló en decir:

–¡No! –Estaba perplejo–. ¿Estás seguro de eso, Matt?

–Seguro como que estoy vivo... –dijo llevándose una mano al pecho–. Te lo juro.

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–¿Dónde pasaste la Nochevieja, Dumbledore? –preguntó Helen sirviéndole el plato sobre la mesa.

El director se hizo el interesante al responder.

–Fui por ahí –dijo escueto–. Hay algunas fiestas en las que todavía dejan entrar a seniles personajes como yo. –Rio–. ¿Y tú, Sorensen?

–Me fui por ahí con unos amigos –dijo sin ánimo, sin mirarlos–. No tenía muchas ganas de salir, la verdad.

–Pues te podrías haber venido con nosotros, con Helen y conmigo, que estuvimos la mar de tranquilos en casa de sus padres –explicó Remus y Helen asintió–. Aunque, bueno..., ese día tuvo algunas cosas un poco... ¡peculiares! Sí, ésa es la palabra.

–¿Peculiares? –inquirió tranquilamente Helen–. ¿Qué pasó, si se puede saber? Para mí fue de lo más normal...

–¡Oh, sí!... –dijo Remus–. Nada, tu padre, que sigue tan alucinado como siempre.

–Me esperaba que iba a ser algo nuevo. –Sonrió Dumbledore.

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El desayuno, huevos con panceta, era una de las cosas del día que más deprimía a Remus. Se levantaba, ojeroso y con el pelo enmarañado, dando tumbos de un lado a otro hasta que acababa por despertarse del todo, y tenía que ver cómo Helen, apresurada, iba de un lado para otro, con prisa, para poder llegar a tiempo al hospital mágico.

Él, por no hacer nada, ni siquiera se peinaba. Se quedaba mirando el beicon mientras lo revolvía con el tenedor con la yema del huevo, apoyando la cabeza en la mano izquierda, que reposaba incómoda con el codo sobre la mesa.

–Vamos, Remus, levanta esos ánimos –le dijo Helen sentándose rápidamente y sorbiendo el café con celeridad–. Menuda cara tienes todas las mañanas...

–No sé cuál quieres que tenga –le respondió de mal humor–. La del parado es una cara muy repetitiva...

Helen sonrió en el momento mismo en que Remus vislumbró por la ventana de la cocina, detrás de Helen, un pájaro que batía sus alas. Cada vez se hacía más visible, hasta que, por fin, Remus vio de qué se trataba: una lechuza parda con una carta entre las patas, pero el pobre animal hubo de frenar en seco al percibir el brillo del cristal cerrado.

Remus se levantó de un brinco y Helen se sobresaltó. El chico abrió la ventana y el pájaro aterrizó con un vuelo limpio sobre la mesa del desayuno.

–Vaya por Rowling –dijo Helen–. Se ha tenido que parar encima de las magdalenas...

Remus le desprendió el pergamino y lo abrió con manos temblorosas. Leyó lo siguiente:

Estimado señor Lupin:

Habida cuenta de su solicitud, le comunicamos que ésta ha llegado a buen término. Le anunciamos con la mayor satisfacción del mundo que ha sido usted agregado a nuestra compañía, esperando que sea de su agrado el empleo de cobrador del "autobús noctámbulo". Ya que nuestro anterior cobrador ha sufrido un gravísimo accidente, envenenado por una rana de chocolate caducada, le exhortamos que comience esta noche. Deseamos que responda a la mayor brevedad posible.

P.D.: El "autobús noctámbulo" se pasará por la casa de usted a las ocho en punto para recogerlo.

Leonor B. le Fay

Directora de la Subdivisión de Transportes Mágicos del Ministerio de Magia.

–¡Me ha salio un trabajo! –gritó Remus, loco de alegría, pegando saltos por la cocina de la emoción.

Helen lo miraba extrañada.

–A ver, déjame ver eso –le pidió.

Remus le tendió la carta y la chica la leyó con atención. Cuando llegó al final se quedó un momento paralizada, sin decir nada. Después volvió a leerla, desde el principio.

–Bueno, no vas a ir¿no? –preguntó Helen con suspicacia, devolviéndole la carta.

–¿Cómo que no? –inquirió su marido molesto–. No es gran cosa, de acuerdo, pero es lo único que me ha salido desde lo de guardia en el callejón Diagon. No puedo desaprovechar una oportunidad así.

–Claro que no –dijo Helen con sarcasmo, poniendo cara de póquer–. Si aceptaste el trabajo en el Caldero Chorreante, no me cabe duda que éste también.

–Pues claro que sí –dijo Remus totalmente convencido.

Helen suspiró hondo, intentando no perder la paciencia. Soltó el vaso del café, vacío, sobre la mesa y volvió a suspirar, volteando los ojos.

–Mira, Remus –dijo con voz suave–. No sé si te habrás dado cuenta de algunas cosas, pero no puedes trabajar en el autobús noctámbulo. Es de noche¿comprendes? –Puso voz de estar habando con un niño chico–. ¿Qué pasará el día de luna llena?

–Que no iré a trabajar –dijo Remus como si le resultase obvio–. Si me quieren despedir¡pues que me despidan! No me vas a convencer, Helen.

La chica sonrió irónicamente. Pero inmediatamente se encogió de hombros, en un escalofrío, ahogando un grito. Remus le preguntó, preocupado, qué le había pasado.

–Acabo de tener una visión –explicó con voz trémula–. No aceptes ese trabajo, Remus. Será terrible...

–¡Pero si no tienes visiones desde hace un montón de tiempo! –exclamó Remus–. No hace falta ser legeremántico para saber que te lo estás inventando –le reprochó.

–Pues sí¿qué pasa? –estalló Helen–. ¿O es que acaso no puedo velar por tu seguridad? No quiero que trabajes en esos puestos para adolescentes, Remus. Vales mucho más que eso. Si tienes que estar en paro¡pues lo estás y ya está! No quiero que te mates a trabajar en un puesto así, y menos de noche... Podemos bastarnos con mi sueldo.

–Sí, hasta el momento sí –dijo Remus–, pero yo quiero colaborar con nuestra familia.

Helen sonrió. Le halagaba muchísimo que su esposo fuese últimamente siempre tan sensible con respecto a aquel tema.

–Vale, lo entiendo, Remus –dijo sonriendo–. Pero sólo somos dos... Nos bastamos.

–¡Por ahora! –exclamó Remus–. ¿O es que crees que soy tonto y no me he dado cuenta de nada? –Soltó una risotada hipócrita–. Lo sé todo, Helen. ¡Todo! Sé que estás embarazada.

–¿Embara-qué? –preguntó con ojos desorbitados–. Pero ¿tú te has vuelto loco o qué¿Quién te ha contado esa patraña?

–Tu padre –contestó Remus, decidido–. Te vio.

–¿Me vio qué? –inquirió la chica con enojo–. ¿En el ginecólogo? –Se rio, burlona–. ¿O quizás fue más atento y vio cómo subía tu espermatozoide por mi cuello uterino, eh? –Soltó un bufido–. Mira que hay que ser tonto para creerse las tonterías de mi padre. –Se quedó mirando a Remus fijamente–. ¡Mira que has sido tonto, Remus! Me voy al hospital...

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A las ocho en punto Remus se había puesto el uniforme que un par de lechuzas le habían enviado en una ligera caja de embalar: rojo, con la abotonadura dorada y reluciente. Se sentía ridículo, pero no le dijo nada a Helen, porque la cosa estaba algo tirante con ella. Para variar...

Cenó sin prestar atención a lo que comía. Helen, que había pretextado que no tenía hambre aún, estaba algo más apartada, sentada en el sofá, rellenando unos informes para San Mungo, cómo había gruñido cuando Remus le preguntó qué hacía.

Helen se llevó una mano a la cabeza, contrayendo el rostro, y Remus, que estaba atento, mirándola de reojo, le preguntó qué le había pasado, preocupado. La chica le respondió que le dolía la cabeza y Remus volvió a sentarse, lentamente.

–¿De verdad que no has tenido una visión, Helen? –preguntó.

–¡Vaya, lo has acertado! –exclamó Helen soltando una risita que parecía más un bufido–. Sí, acabó de ver al hijo que según mi padre y tú tengo en las entrañas.

–Tu padre me lo dijo y yo le creí –dijo Remus disculpándose.

–Mi padre me dijo también una vez que había visto un perro volando –dijo Helen con arrojo–, y luego no resultó ser más que una triste cometa.

Remus se calló. Estaba conteniéndose la risa. Sabía que de haber estallado en una carcajada, Helen se habría puesto mucho más irascible.

Pero no tuvo que concentrarse mucho tiempo más. El suelo empezó a vibrar. Primero ligeramente, pero al cabo de un instante el salón entero parecía inmerso en la agitación de una coctelera. Se detuvo de golpe y se escuchó el ruido de una bocina.

Helen soltó un gruñido:

–Me parece que ya han venido a buscarte, Remus –dijo.

Éste no dijo nada. Se levantó y se dispuso a recoger los platos de la cena.

–No, no –lo espetó Helen–. Ya lo hago yo. –Se sacó la varita–. ¡Relaxo!

Y los platos salieron volando por el aire en dirección a la cocina.

–Bueno, me voy –musitó Remus–. Que pases buena noche, Helen.

–Adiós, Remus –respondió ésta sin más, sin mirarlo siquiera.

Fuera, había un autobús de dos plantas, de color rojo, completamente vacío. El conductor, Ernie, era un hombre mayor y de pelo cano. Activó una palanca y la puerta se abrió. Remus subió lentamente.

–¡Vamos, chico, no tenemos todo el día! –exclamó–. Nos acaban de dar el aviso en Aberdeen. ¡Sube!

Remus subió rápidamente y Ernie dio un fuerte volantazo al tiempo que cerraba la puerta volviendo a mover la palanca. Remus se aferró con fuerza a una silla, pero aquello no evitó que diera con su cuerpo en el suelo. Ernie, sin dejar de prestar atención a la conducción, rio a carcajadas.

–Pronto te acostumbrarás, chico. Me llamo Ernie.

–Yo, Remus –dijo el joven poniéndose de pie, agarrándose a la silla–. ¿Y esto va así de rápido siempre?

Ernie volvió a reír.

–¡O más, chico, o más!...

–Remus –lo corrigió molesto–, me llamo Remus.

–Sí, chico, sí. Remus... Tu función, chico, será acomodar a los clientes y cobrarles. Once sickles el trayecto sin más, trece si contamos además una taza de chocolate, y quince, finalmente, por una bolsa de agua caliente y un cepillo de dientes. ¿Te acordarás, chico? –Remus asintió–. Bien –sonrió Ernie–, porque ése no es el trabajo difícil. Lo complicado es mantenerse en pie cuando hago... esto.

Metió la siguiente marcha y apretó el acelerador a fondo. Remus sintió la velocidad en un minuto y cómo caía lentamente hacia atrás. Se dio un buen cabezazo.

Despertó en el suelo, con un montón de bolsas de agua caliente bajo la cabeza.

–¿Qué me ha pasado? –preguntó Remus.

Ernie seguía conduciendo, dando amplios volantazos.

–Pues que te has quedado inconsciente, chico –respondió–. Yo he tenido que atender a la señora Stamp en Aberdeen. Aproveché para ponerte las bolsas de agua caliente. Normalmente las tengo bajo el culo, porque... ¡Maldito enero, qué frío hace.

Remus se incorporó lentamente y, de un codazo, apartó las bolsas de plástico.

–Bueno, bueno... –dijo sonriendo Ernie–. Estamos a punto de llegar a Londres. Ve avisando a la señora Stamp. Alguien más nos ha dado el aviso allí. Recuerda, chico, once sickles simple, trece con taza de chocolate y quince con bolsa de agua y cepillo de dientes. ¿Te acordarás, eh?

–¡Sí, sí, sí! –exclamó Remus molesto por que se lo repitiese tantas veces–. No soy tonto...

Ernie volvió a reír y frenó de golpe. Al fondo del autobús, Remus, que se había agarrado a tiempo a la silla, había escuchado un grito e intuyó que era de la señora Stamp. Fue a socorrerla.

Aquélla fue una noche "movidita"... Cuando Ernie lo dejó en casa, Remus se quedó en el porche, mirando cómo rápidamente el autobús desaparecía serpenteando bajo el resplandor plateado de la luna menguante que se ponía. Se sacó la varita y pronunció "alohomora". La puerta se abrió con un chasquido. La empujó y entró. Se quitó el uniforme y se metió en la cama. No se atrevió a despertar a Helen.

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Aquella vez no hicieron fiesta. ¿Acaso estaban Remus o Helen de humor para festejar aquel nuevo trabajo? Remus había regresado a casa molido, muerto de sueño. Después de su primera noche, se despertó a las una del mediodía, y Helen se molestó mucho, aunque no le dijo nada. No le gustaba que Remus trabajara de noche, estaba harta de decirlo, pero nadie le hacía caso. Sólo Maullidos...

–Maullidos. Ven, Maullidos –lo llamaba.

El gato, de pelaje negro y suave y con un par de grandes ojos amarillos, se acercó con el rabo enhiesto. Helen puso su bol lleno de leche en el suelo y le acarició el lomo mientras bebía con su lengua rosada.

–Tú me entiendes¿no, Maullidos? –dijo Helen hablando con el gato. Cuando terminó de beber su leche, lo cogió en brazos y se sentó con él encima–. Remus, tu dueño, no atiende a razones. Pero ya se dará cuenta cuando tenga que pasar la luna llena... –Suspiró prolongadamente y el gato, mirándola, maulló. Sacó su garrita y se puso a blandirla delante de su cara–. A mí me parece bien que trabaje¡pero siempre de noche!... De noche fuera, y de día durmiendo. ¿Es que no hay forma de que encuentre un trabajo digno en que le pueda dar un poco el sol?

Pero Maullidos pegó un salto y se bajó. Había visto un pajarillo en el alféizar de la ventana que había llamado su atención y salió en su captura. Helen se lo quedó mirando traspuesta y, pasados unos segundos, recogió los enseres del gato.

–Sí, lo tendrá, Helen... –se dijo a sí misma–. Pero hasta entonces¿qué, eh¿Va a tener que sufrir esta vida de perros?

Todo parecía indicar que sí...

La segunda noche Remus también regresó muy tarde, y Helen se hizo la dormida. Lo cierto es que no había podido pegar ni ojo, porque estaba preocupada... Diecisiete días faltaban para la luna llena, había contabilizado durante su largo insomnio. No creía que le fueran a consentir aquella ausencia en el trabajo... Y Remus también lo presentía.

–¿Duermes, Helen? –preguntó Remus en un susurro.

Helen no dijo nada. Cerró los ojos y probó a no moverse nada en absoluto.

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El despacho de Dumbledore relucía bajo el temprano sol de la mañana, y sus chismes plateados brillaban refulgentes, como estrellas diseminadas en una galaxia cerrada. Los ojos celestes de Dumbledore también brillaban, siguiendo de cerca los pasos vacilantes de Remus, que caminaba de un lado a otro de la estancia.

–¿Qué te preocupa, eh, Remus? –le preguntó cariñosamente.

–Todo –contestó sin vacilar–. Estoy pasando por una mala época.

Dumbledore soltó una risita agria.

–Tratándose de ti¿cuál no es una mala época? –bromeó–. Bueno, lo siento, no debería haber dicho eso. Venga, Remus, cuéntame lo que te pasa. Al fin y al cabo soy como tu padre¿no? Puedes contármelo.

Remus sonrió bajando la cabeza.

–Si a cambio tú luego me cuentas alguna otra cosa tuya, la que yo quiera.

Dumbledore sonrió.

–Ya veremos –dijo–, ya veremos... Pero vamos, cuéntamelo. No es bueno guardarse las cosas para uno mismo.

–Es Helen –confesó Remus–. Está enfadada conmigo. Siempre está enfadada últimamente.

–¿Y tiene motivos? –preguntó Dumbledore dulcemente.

–Pss...

–¿Pss qué? –inquirió el director con una sonrisa.

–Es por lo de estar de cobrador en el autobús noctámbulo. No es mi culpa, yo intento trabajar en lo que me sale. Y a decir verdad, no soy de los que tienen dónde elegir...

–No creo que Helen esté enfadada, Remus –dijo Dumbledore tranquilamente–. Nunca la he visto enfadada, en realidad. Quizá sólo esté preocupada; preocupada por ti, Remus.

–¿Preocupada por qué? –inquirió Remus sin comprenderlo.

–Por muchas cosas, seguramente –dijo Dumbledore como si no prestara atención al hablar, en voz baja–. La última vez que tuviste un trabajo, nos contó el incidente con aquella chica¿Joanne, no? –Remus asintió, pesadamente–. Y te despidieron, el segundo día de luna llena... Ahora otro trabajo nocturno, Remus. ¿Sabes qué? No hay que ser muy listo para entender a Helen...

–¿Qué has querido decir? –inquirió Remus hoscamente.

–Quiero decir, Remus –dijo sin alterarse, elevando la vista hacia él– que Helen tiene miedo. Se preocupa por ti... Por los dos. No quiere echar a perder vuestra relación.

–¿Cómo estás tan seguro? –preguntó Remus–. ¿Te lo ha contado ella?

–No –contestó el anciano apresuradamente.

Pero lo cierto es que, instintivamente, retiró un puñado de pergaminos que tenía sobre la mesa. Remus se dio cuenta, pero intentó disimular: se acercó lentamente al escritorio del director, con aspecto de preocupación, como si le siguiera dando vueltas al asunto.

Se apoyó sobre el escritorio, poniendo cara de pena, y Dumbledore, compadeciéndolo, le sonrió afablemente. Pero Remus, en un rápido movimiento, agarró un pergamino de encima del escritorio y se apartó del mueble de un salto. Dumbledore se puso en pie, metiéndose la mano en el bolsillo y blandiendo su varita:

–Accio pergamino.

El papel amarillento se escabulló de entre los dedos de Remus con un ágil movimiento. Dumbledore lo recogió, con el rostro impasible. Plegó el pergamino y lo guardó en un cajón.

Remus no sabía si disculparse o no. Sabía que lo que acababa de hacer había estado mal, pero había existido algo raro en la mirada de Dumbledore cuando le había dicho si se lo había contado ella misma. A fin de cuentas, había averiguado algo rarísimo: aquel pergamino estaba escrito con una caligrafía exactamente similar a la de su mujer, y había podido leer en el primer renglón: «Hasta el momento en que escribo no he tenido ninguna otra premonición. Voldemort...».

–Lo siento –dijo Remus–. No debería haberlo hecho.

Dumbledore, sin mirarlo, guardó en un cajón todos los pergaminos que había sobre el escritorio, y, en último lugar, llevó el pensadero hasta el armario y lo guardó. Echó la llave y se la guardó en el bolsillo. En ese momento miró a Remus fijamente, y éste se sintió cohibido.

–¿De qué...? –intentó preguntar Remus, pero Dumbledore lo cortó:

–¿Qué es lo que me querías preguntar antes, Remus? Eso de que si tú me contabas esto, yo, a cambio, tendría que explicarte otra cosa...

–¡Ah, eso! –dijo Remus–. Es algo que me lleva intrigando desde hace tiempo... Sucedió el año pasado, cuando estábamos celebrando mi primer día de trabajo como auror en el callejón Diagon.

–Ah, recuerdo. –Asintió Dumbledore.

–Dijiste que ibas al cuarto de baño, pero apareciste en el sótano. ¿Recuerdas? –Dumbledore asintió, sin mirarlo–. No lo dije entonces, pero vi una luz violeta que resplandecía hasta en la escalera. ¿Qué fue aquello?

Dumbledore tragó saliva. Se tomó su tiempo para contestar, aunque mientras meditaba la respuesta en ningún momento miró a Remus directamente a los ojos.

El director de Hogwarts sonrió.

–¿Qué luz violeta, Remus? –preguntó.

Aquélla no era la respuesta que Remus esperaba, ni mucho menos.

–¡Debiste verla! –exclamó–. Yo la vi. Yo la vi y estaba fuera. Cuando entré, tu varita temblaba. Todo el suelo temblaba. Sobre todo la tabla suelta...

–No cambies de sitio lo que guardas en su interior, Remus –explicó Dumbledore mirándose las manos, que tenía unidas–. No lo hagas.

–Entonces¿sabes lo que hay dentro? –preguntó Remus.

Dumbledore sonrió, cabizbajo.

–Sé más de lo que tú te imaginas, Remus –respondió, sonriendo–. Sólo hay que saber a quién preguntárselo.

–Entonces¿sabes de quién es? –preguntó preocupado y curioso a un tiempo.

Dumbledore asintió.

–Pero guárdala ahí, Remus –dijo–. Ahora mismo no le hace falta. Todavía no. Y cuando la requiera, sabrá encontrarla.

Se le hizo un nudo en la garganta y no pudo decir nada más. Remus quiso seguir preguntándole cosas, pero sabía que no era buen momento. Nunca llegó a ser un buen momento. Remus y Dumbledore nunca volvieron a hablar de la tabla suelta del sótano ni de la luz morada que se produjo aquel día.

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–¡Aviso en Edimburgo! –exclamó Ernie–. Agárrate, chico.

El conductor dio un volantazo y una caseta de perro se levantó de un salto y se apartó de su camino. Remus se había agarrado a tiempo, cosas de la experiencia, y no se preocupó. Miró por los cristales y vio el paisaje desdibujarse, tornarse blanco. Al insante apareció una callejuela oscura, apenas iluminada por dos farolas titilantes.

La puerta del autobús se abrió y abajo se dibujó una alta figura varonil de anchos hombros envuelta en una capa negra. Tenía un sombrero picudo de amplia ala en la cabeza y un bastón de plata que terminaba en una cabeza de serpiente.

–Vamos, Draco –dijo.

Y subió un niño de unos cuatro años, travieso y corredor, de pelo rubio platino. El señor Malfoy, al subir las escaleras, se quitó el sombrero y su cabellera larga y rubia centelleó. Paseó su mirada, de repugnancia, por el autobús y sus ojos se detuvieron, no sin cierta sorpresa, sobre Remus. Éste lo miraba con furia.

–¡Oh! Pero ¿a quién tenemos aquí¡El guardaespaldas de Fosworth! –Rio–. ¿Qué le guardas, las espaldas? Sí, Fosworth siempre ha querido que le cubran la espalda¡y bien hasta el fondo! –Remus se contuvo de responder nada. Apretó la mandíbula y un par de hoyuelos se le remarcaron en la cara. Lucius, con una ceja enarcada, miró a Remus de arriba abajo–. Un uniforme encantador... ¿Qué puedo decir? Todos los amigos de Fosworth sois... –Soltó una risotada–. ¿O acaso eres algo más que un amigo?

–Sí, lo soy –dijo Remus. El señor Malfoy empezó a reír frenéticamente–. Soy su hermano.

Lucius dejó de reír al escuchar la palabra "hermano". Lo miró enseñando los dientes y dijo:

–Ciertamente te compadezco.

Remus bajó la vista. Tenía que ser educado con los clientes, no lanzarles un puñetazo, que era de lo que ahora mismo le estaban entrando ganas.

–Por persona, son once sickles –explicó sin tono–. Dos más si se quiere una taza de chocolate, y quince en total si se quiere una bolsa de agua caliente y un cepillo de dientes.

Malfoy lo miró de nuevo de arriba abajo.

–¿En serio crees que voy a querer un asqueroso y maloliente cepillo de dientes del autobús noctámbulo? –inquirió–. ¿Mi hijo no tendrá que pagar, verdad¿Habrá descuentos para los niños pequeños, no?

–Pues no –dijo Remus–. Su hijo está ocupando una plaza. Tendrá que abonarla o bajarse del autobús.

Lucius se lanzó hacia Remus y lo cogió del cuello, zarandandeándolo y escupiéndole mientras hablaba:

–No tiene ni cinco años... ¿Por qué tiene que pagar? Si no fuera por él, yo ya me habría desaparecido¿sabes?

Remus, sin perder los nervios, se soltó del señor Malfoy y se alisó el cuello del uniforme. Después, transcurrido medio minuto en el que Lucius irradiaba ira por los ojos, Remus le dijo:

–Creía que eras lo bastante adinerado, Malfoy, como para poder permitirte el "lujo" de pagar once sickles por cada uno...

Malfoy no dijo nada. Se metió la mano en el bolsillo de la túnica y sacó unas cuantas monedas plateadas. Las contó sobre la palma de la mano y se guardó las que sobraban. Remus puso la mano debajo para que se las diera, pero Malfoy las dejó caer lentamente, y con gran estridencia, en el suelo.

Remus se lo quedó mirando con profundo asco.

–¿Qué ha sido eso? –preguntó Ernie en tanto daba violentos volantazos.

–Nada –respondió Remus.

Y volviendo a lanzarle una fugaz mirada a Malfoy, se agachó para recogerlas.

–A todos los Fosworth les encanta agacharse... –dijo Lucius–. Debe de ser algo de familia.

Remus, sin levantarse, se lanzó sobre Lucius llevándoselo por delante, golpeándolo en el estómago. Lucius, que no se lo esperaba, golpeó contra la pared del autobús con profundo dolor. Le dio un bastonazo a Remus y éste se apartó, dolorido.

Lucius giró la cabeza de serpiente de su bastón y extrajo su varita del interior. Era negra como el carbón, y apuntó con ella a Remus, directamente a los ojos.

–¿Qué tienes que decir, eh? –le increpó.

Remus, incorporándose con dolor, se sacó su varita del bolsillo y también apuntó a Malfoy. Intentando respirar con normalidad después del golpe sufrido en la espalda, dijo:

–Yo no soy un Fosworth. Soy un Lupin.

Lucius bajó su varita lentamente. En sus ojos había un brillo extraño.

–¿Un Lupin? –preguntó sin apuntarlo. Remus también bajó su varita–. Remus... –pronunciaron sus labios, pero Remus, que para algo podía aguzar su oído, lo escuchó–. Pagarás por esto, Lupin. Todo lo que se decía sobre ti era cierto¡eres un asqueroso entrometido!

Y se marchó hacia el fondo del autobús.

–¿Qué ha pasado ahí? –preguntó Ernie dando otro volantazo.

Remus, jadeando, se guardó la varita y le respondió que nada.

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Al día siguiente Remus se despertó a la vez que Helen. Salió del dormitorio ojeroso, cuando la chica ya estaba vestida y preparando el desayuno.

–Remus... –dijo sorprendida–. ¿Cómo tú despierto a estas horas?

–No puedo conciliar el sueño –respondió revolviéndose el cabello, que ya de por sí tenía encrespado–. He pasado muy mala noche. Pesadillas y demás.

–Ya me gustaría a mí tener algún sueño revelador. Ya sabes, mis visiones. En cierto modo –confesó–, las echo de menos...

–¿Para quién¿Para ti o para Dumbledore? –preguntó Remus inocentemente, durante un bostezo.

Helen lo miró intensamente. Remus ni siquiera se dio cuenta, de lo dormido que aún estaba.

–¿Dumbledore ha decidido explicártelo por fin? –preguntó sonriente.

–No¿el qué? –respondió–. Confiaba en que lo harías tú.

Helen sonrió.

–No puedo –dijo–. Si él no ha querido explicártelo será por algo. No es ningún secreto, pero sí es cierto que de momento es mejor que tú no lo sepas. Si vuelve a ir detrás de ti y te atapa, lo averiguaría.

–¿Quién¿El qué? –preguntó.

Pero sus preguntas quedaron ahogadas por el vuelo de una enorme lechuza que venía volando hacia la ventana de la cocina. Maullidos, que estaba sobre el fregadero, pegó un salto cuando calculó que entraba, pero se equivocó y cayó de morros contra el suelo.

La lechuza, de vuelo calmado, dejó el pergamino sobre la mesa y se puso a picotear las galletas. Remus leyó su nombre en el sobre, y la cogió con pesadumbre.

Señor Lupin:

Tras la formalización de una queja expresada por un cliente de nuestros servicios que no acabó satisfecho con el trato administrado por usted, nos vemos en la obligación de rescindir su contrato.

En breve nos pondremos en contacto con usted para enviarle el finiquito.

Leo B. le Fay

Director de la Subdivisión de Transportes Mágicos del Ministerio de Magia.

Remus, decaído, soltó la carta sobre la mesa y espantó a la lechuza. Maullidos no intentó capturarla esta vez cuando salió rápidamente por la ventana.

–A mí los trabajos me duran un suspiro –dijo el joven distraído.

–No voy a decirte que me alegre, Remus –confesó Helen, sentándose a su lado–, pero no me hacía mucha gracia tener que verte trabajar noche tras noche. Además, piénsalo por el lado positivo: no hubieras durado mucho más después de luna llena... –Remus no sabía si aquello era un consuelo o qué–. Piensa que estamos viviendo una mala época y ya está.

–Esa frase me suena –dijo Remus sin ánimo.

–Pero sé lo que te estoy diciendo, Remus –dijo–. Las cosas mejorarán. Tal vez no mañana. Tampoco pasado. Quizá aún nos quedé por lo que desanimarnos. Pero llegarán esos momentos. Créeme, no tendré visiones últimamente, pero las he tenido.

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Bien. Por fin un capítulo, cosa que no se producía desde hacía algún tiempo. Sin expandirme, hecho poco habitual en mí, paso a decir simplemente que la próxima actualización se hará efectiva el día viernes, 15 de julio; dentro de diez díitas tan solamente. Espero que no haya ningún inconveniente.

Avance del capítulo 44 (NO TODAS LAS VISIONES DE HELEN SON MALAS): Pues ya que nos hemos quedado en el final de este capítulo con Helen mencionando que, si no ha tenido visiones últimamente, bien es cierto que anteriormente las ha tenido (¡y qué visiones, Dios!)¿qué mejor título para éste? Porque Helen, tras una larga ausencia de su poder, lo recuperará. Pero no a tiempo para ver cómo un personaje muere; y, aunque no sea a consecuencia de un infarto, cierto es que su pérdida nos marcará profundamente. Pero sucederán otros acontecimientos sorprendentes: vida social de Sorensen, más pantomimas del señor Nicked, nuevos comentarios insidiosos a la par que chispantes de la encantadora tía Ángela. Vamos¡todo un alarde de sorpresas!

Bueno, me despido de todos muy atentamente.