Respondo "reviews":

LUNIS LUPIN. Hola, cumpleañera. Bueno, ya sé que ha pasado la fecha, pero para mí (en el momento en que escribo) sólo han pasado tres días de tu cumpleaños. Deseo que cumples muchos más. Me satisfizo que nos encontráramos en el "messenger"; qué extraña casualidad. ¿Por allí tenía que ser bien temprano, no, porque hay unas ocho horas o así de diferencia... Por lo de tu personaje, no te preocupes; tengo una lista en que apunto a todos los lectores que me solicitáis que queréis formar parte del argumento. Entonces, cuando a mí se me ocurre un personaje interesante (lo que suele llevar algún tiempo, no desesperes) lo comunico para que me facilites una foto y todo lo que se te ocurra para que pueda describirte. Pero, como he dicho, no te preocupes, porque todos los personajes que incluyo lo hacen en buenos papeles y en posiciones que más o menos creo que os gustarán. Aunque luego podáis llamar a alguno de ellos perr... Tranquila, Joanne creo que no leyó tu crítica, pero no sé qué hubiera pasado de haberlo hecho... Realmente es una chica increíble, dinámica y con unas dotes innovadoras que dejan a uno frío. Es realmente envidiable cómo está todo el día con los "fics" en la cabeza. Estoy de acuerdo contigo en que a este capítulo le faltaba un poquito de acción. Espero (ya que unos cuantos que vienen tampoco son muy prolíficos en movimiento argumental) que esto se arregle en los capítulos del cincuenta en adelante; realmente mis favoritos... Estoy preparando una sorpresa que os va a dejar no fríos... ¡congelados! Y es que Remus... ¡no, no debo decirlo! Perdóname. Pasará en el primer capítulo de la segunda parte (cap. 56); espéralo con ansias. Bueno, lo dicho, Lunis, un beso fuerte.

AYA K. ¡Qué bueno volverte a ver por aquí! Hola antes de nada, claro. No es por alegrarme del último desastre de tu ordenador, pero gracias a eso pudiste arreglarlo¿no? Se te echaba de menos, aunque tus correos servían igualmente. Sí, ya he acabado las vacaciones... pero no te creas que tan libre. Ahora mismo estoy terminando un trabajo (que los exámenes los habré acabado, pero aquí hay más cosas que hacer que...) y, cuando lo acabe, empezaré a dar clases particulares. Y a un niño es exclusivamente Matemáticas de tercero... ¡Uff! No se me dan del todo mal, pero tendré que repasar un poco los libros antes de que venga. En cuanto a lo del grupo entiendo tu postura tanto como la de Sara, pues, aunque son dos posturas algo contrarias, ambas están fundamentadas en opiniones bien consolidadas y perfectamente justificadas. Pero, bueno, podéis hacerlo para pasar el rato¿no? Lo mismo se podría aplicar a este asunto de "fanfiction"... ¿No? Todos escribimos, pero no esperamos ser el día de mañana unos genios ni el Premio Nobel de Literatura. Lo hacemos sólo por divertirnos, por desaflojar la tensión, por rebajar la imaginación acumulada en nuestra mente y poder compartir un espacio de nuestro corazón con mucha gente. Pero, repito, todos sabemos que nuestras personalidades literarias se irán por la borda y, aun así, siendo realistas, nos tomamos nuestra labor con verdadero empeño; o al menos yo lo hago, porque a mí, aunque no con dinero, es como si me pagaseis con vuestro apoyo. Pero que me embalo... No sé, lo he dicho simplemente porque a Sara la he visto algo emocionada con el asunto del grupo todas las veces que me lo ha comentado. Con respecto a los libros de vampiros, tampoco te preocupes. Me leeré de momento el de Stoker y después, si tengo tiempo, ya veremos. Tan sólo es material que me ayude en la elección y el enfoque de estos personajes que aparecerán... ¡uf, cuánto queda! A Remus me temo que no le pondré más trabajo decente que el de profesor en Hogwarts, pues, tal y como habla, parece que antes no tuvo gran cosa. Eso mismo es lo que pretendo reflejar. Bueno... Espero que tú también estés disfrutando del verano y todo; que los días son muy largos (sobre todo ahora) y se puede estudiar un rato y después tener el resto de tiempo libre; lo sé porque Elena lo está haciendo así y no le va del todo mal. Que ya me dijo Sara que estuvisteis en su casa... ¡Pillinas! Te mando un besazo enorme que llegará planeando como un monoplaza (el R-25 a ser posible) hasta Asturias.

NAYRA. Hola, Sara. Para mí también fue un placer poder regresar de los suburbios de la oscuridad de mi cuarto, puesto que ¡estudiar es un rollo cuando llevas un mes que no haces otra cosa que encerrarte en tu habitación para memorizar! Qué lata, la verdad. Qué ganas tenía de volver. Pero ahora las vacaciones son muy chungas también. Me he tenido que sacar una montaña de libros de la biblioteca para no perder el ritmo porque, de lo contrario, me aburro. Soy una persona muy extraña. Conque me ves todo el día leyendo ahora (gramáticas, libros de introducción a la Lingüística, manuales de inglés para retomar los viejos tiempos, historias de la literatura...: sí, estoy loco). Pero está bien poder tomarse uno el tiempo que quiera para hacer sus cosas, y eso implica, evidentemente, poder escribir y leer otras cosas, como tu "fanfic"; lo que no pienso permitir es que sigas menospreciando tu labor como escritora, pues todos tenemos bajones y la mejor forma de superarlos es alcanzando nuestras propias metas. Ciertamente, la pareja conformada por Draco y Hermione no es mi favorita, pero eso no implica que en un "fanfic" no vaya a gustarme; hay veces que lees un libro cualquiera donde los personajes no son de tu agrado, pero hay algo además que te engancha (acción, trama, descripción...). No sé... Voy a esperar que me sorprendas. ¡Sigues diciendo que soy un escritor cruel, qué fuerte! Bueno, la verdad es que sí, últimamente están muriendo varios o me estoy poniendo algo terrible, pero eso da emoción¿no¡Bah, tampoco es un personaje importantísimo, pero muere, y quería anunciarlo en el avance para ver qué decías (porque es recordar la histeria general que surgió sobre la hipotética muerte de Helen y me entra la risa). Te voy a dar un pequeño avance sobre lo que Dumbledore y Helen traman (que se verá un poco más en próximos capítulos): no es que ellos tramen nada, sino que saben más de lo que ninguno, ni el más listo, puede tramar, pues sus ojos ya no están vueltos al pasado o al presente, sino que sus miras van más allá. Y por lo del grupo, tiempo al tiempo, que para todo se necesita una evolución. Es importante que entiendas eso y que lo apliques a cualquier aspecto de tu vida (incluso con tu relato, del que sigo animándote: I'm your fan number one!). Ahora me despido esperando que ojalá pronto pudiéramos volver a coincidir una mañana por el "messenger" y así te cuento algunas cosillas que tengo planeadas del personaje de Eva para que la puedas chantajear (qué malos somos...). Un beso.

KALA FICTION. ¡Hola! Cuánto gusto hablar contigo de nuevo. Me encanta que me llames "mi pequeño", de verdad, me hace sentir importante, a pesar del diminutivo... Realmente es fascinante que me sigas leyendo, cada día me descubro más sorprendido, porque, pese a las tonterías que pueda estar enfocando, tú dices que te gustan y las lees gustosa. Me siento muy, muy, muy satisfecho por eso. Claro está, quiero darte las gracias por todos los piropos inmerecidos que diriges a mi "fanfiction". Todos ellos debería emplearlos yo por "soportar" lo que escribo. Vienes siempre tan puntual y con tanto ánimo que me lo contagias, en serio. Espero que también tu hija esté muy bien en el momento en que leas esto, porque ella tiene que estar muy gozosa de tener una madre como tú. ¡Jajaja!; me reí mucho con el comentario de si no iba a haber lobito bebé. Vaya, no, al menos de momento. Es una lástima, creo que todos estamos esperando ver ya a Remus con sus hijos y una vida más asentada. Paciencia, querida Kala, que pronto podré satisfacerte. ¡Sí, Helen volverá a tener visiones en el capítulo próximo después de una larga temporada de sequía; por eso mismo que el título se denomine "No todas las visiones de Helen son malas". En cuanto al sótano, me encantaría deciros de qué se trata, pero habréis de comprender que he de guardar el secreto hasta el último momento. No obstante, ni por asomo adivinaríais los secretos de ese cuarto. Son más oscuros y tan antiquísimos que el licántropo los ignora por completo. Sigue sonándome simpático que yo te recuerde a Remus, la verdad; no es que lo que le pase a mi personaje sea una réplica de mi propia vida, más bien no, pero es natural, o al menos eso creo, que haya vertido sobre él algunas características propias de mi personalidad, que no de mi físico, y que puedan inducirte no erróneamente a ese pensamiento halagador. Un adelanto con cariño: ya mismo empiezo el capítulo en el que sale tu personaje. ¡Tengo unas ganas horribles de escribirlo! Bueno, Angélica, un besazo enorme y otro igual de fuerte de parte de Elena.

PADFOOT HIMURA. Hola, Karina. Antes que nada, quería hacerte algunos comentarios sobre tu personaje en MDUL: el otro día Elena y yo, mientras salíamos a caminar porque tenía que hacer algunas compras, estuvimos hablando y sacamos a colación tu personaje. Lo único que quería decirte es que, después de pensarlo mucho, decidimos no modificar el apellido que tú me propusiste: White. Serás Karina White, lo cual no deja de ser un poco paradójico. Jejeje... Ahora, sí... ¡Qué feliz soy de volverte a... leer! Qué bien que los exámenes terminaron ya y puedo disponer de mi propio tiempo para leer y escribiros. Uff... Lo estaba deseando. Leyéndote me he dado cuenta de que estás muy puesta en cine... Al contrario que yo. Pues sí, siempre que voy a ver alguna película de acción o de aventuras acabó saliendo inspirado de MDUL (soy un caso...); este sábado intuyo que iré a ver "Los cuatro fantásticos" y seguro que saldré igualmente inspirado con mis pensamientos paranoicos de MDUL. Creo que tengo el argumento demasiado metido en la cabeza. Para colmo es que tengo a Elena a mi lado dándome de vez en cuando codazos y diciéndome "mira, ése me recuerda a Remus" o cosas de ese tipo. A mí el cine español no me gusta mucho, la verdad. Sé que, siendo español, debería ser algo más patriótico en cuestiones cinematográficas, pero no es así. Me gustan las películas norteamericanas (qué se le va a hacer, es lo único que me gusta de ellos...); de España (o el mundo hispano, más bien) me encanta la literatura; claro, por eso me metí en Filología Hispánica. No obstante, he apuntado tus recomendaciones y, si encuentro los títulos, te prometo verlos. Es una pena que yo no pueda recomendarte; como ya te he dicho, suelo ver las más taquilleras. Por ejemplo, "La guerra de los mundos", que es la última que fui a ver y me pareció sorprendente (yo, que soy de impresión fácil). ¡Qué pena que abandonéis el Quijote! Los cacharritos son las atracciones del tipo tiovivo, carruseles, montañas rusas, castillos del terror, la ranita, etc.; los artilugios mecánicos de entretenimiento, que no las carpas donde están los artesanos, feriantes, malabaristas, etc. Espero con esto definitivamente solucionar tu duda, pero a nada que se te presente otra, no dudes en consultarme. Yo haré lo mismo si me atrevo próximamente a introducir otro "gordinflón argentino". Bueno, un besazo enorme y espero pronto noticias de "La tarta de zapallo".

NIMMY. Hola, Nimmy. Añoranza de tardanza. Debo de reconocer que el "review" que he recibido de tu parte no es el que suelo acostumbrar a recibir, pero por ello quizá se me hizo más ameno de leer. En cuanto a lo del viaje de «egresados», realmente nunca había oído esa palabra, lo que supone una nueva adquisición léxica, gracias; sí, claro, en España también hacemos esos viajes a todo momento: al acabar la E.S.O. (Educación Secundaria Obligatoria), a veces al finalizar el Bachillerato y los universitarios, o ese es el tópico, parece que estuviésemos viajando todo el tiempo, cosa que no es cierta, pero si salimos a menudo a cenar y pequeñas cosas de ese tipo que demuestran la cohesión del grupo. Por lo tanto, viendo que tu destino en estos días es incierto pero suena genial, te deseo que lo pases bien. No te preocupes porque vayas a dejar de ver a tus compañeros en clase: yo los mejores amigos que conservo ahora siguen siendo los que hice en la escuela; las personas que conoces allí, son los amigos de verdad y nunca los perderás. O al menos ése es mi caso. ¿De vacaciones entonces? Qué bien, como yo. Tranquila, que Helen y Remus no se van a separar por Joanne ni nada parecido (acaso la muerte...), porque ellos se quieren mucho. Harry no saldrá en los diez próximos capítulos, estimo, pero después aparecerá con bastante frecuencia porque sobra decir que Remus va a salir en este "fanfic" como profesor de Defensa contra las Artes Oscuras. ¡Ah! Yo ya he visto "La guerra de los mundos" (conque no te cuento el final, por si acaso), así que espero que te guste. Sí, lo de Londres fue... ¡Uf! Como imagino que sabrás, aquí, en Madrid, capital de España, también se produjo un atentado terrorista el 11 de marzo del pasado año; conque, al ver los hechos acaecidos en Inglaterra, cundió un poco el pánico y el Estado ordenó no sé cuál norma por la cual el ejército se ocupaba de la situación y velaba por la seguridad. Por suerte, no pasó nada, pero... ¿por cuánto tiempo más? Hay que hacer algo, y me gustaría que todas las personas honradas de este mundo tuviéramos una varita para podernos defender de esos terroristas sin rostro ni piedad y luego podérselas clavar en el ojo como el bueno de Neville. Lo peor de todo es que en MDUL cundirá un terror muy parecido... ¡Dichoso Wathelpun! Un beso y encantado de haber vuelto a saber de ti.

GWEN LUPIN. Hola. No te preocupes por lo del "review" extenso; lo importante es que aparezcas. Aunque no me gustaría ser el causante de que no hagas tus deberes y pudiesen bajar tus calificaciones. No lo creo, conque no me flagelaré. Espero que estas vacaciones de invierno que se te aproximan (la costumbre, iba a decir de Navidad porque las de invierno aquí, en este hemisferio, coinciden con esa época...) sean "padrísimas", como decís¿no? Aquí, sí, ya estamos de vacaciones, pero es sofocante; a nadie le deseo los más de cuarenta grados que estamos padeciendo ahora mismo en Andalucía y en el resto de regiones de España. ¡Me ahogo! Tengo una mano en el teclado y otra en una botella helada recién sacada del congelador, conque imagínate la estampa. Yo también quiero que MDUL siga avanzando (!); Elena me mataría si me detuviera, conque puedes estar tranquila, que seguiré escribiendo. También espero poder entretenerte como me revelas que hago, lo cual me llena de rubor; yo sólo intento hacerlo lo mejor posible, lo que no rechaza la posibilidad de que acepte que el último capítulo en efecto nada o apenas nada tenía que sobresaliese. Éste... no sé, la verdad... No es de los peores capítulos, pero podría ser mejor. ¿Por qué todos los trabajos de Remus son de noche? Eso mismo me pregunto yo. No, creo que tenía que sufrir la mala suerte del licántropo, que es una nueva mala suerte que me acabo de inventar yo. Y sí, tu memoria sigue siendo excelente y, en efecto, le queda un trabajo antes del de profesor; ése, te adelanto, no será de noche, por suerte. ¡Muchísimas gracias por la foto, por cierto! Me fue de gran utilidad. Ya te dije que eras muy guapa, y lo de la cara de susto sólo era una mueca simpática, la verdad. ¡Ya he escrito la parte en la que aparece tu personaje! Elena leerá ese capítulo (el 56) el lunes, conque aún no me ha dado su opinión, de modo que no puedo dártela yo a su vez. Pero no te podrás quejar del pedazo papel que te he puesto, cargo más importante que nada... Pero ya lo leerás. ¡Tiempo al tiempo! Un beso, chilenita, y disfruta de las vacaciones y todo eso y haz los deberes y acuérdate de mí, que yo de todos lo hago.

PAULA YEMEROLY. Hola, querida Paula. Creo que hoy podré escribirte un poco más por extenso, de modo que me asemejaré un poco a lo que tú haces y así podré devolverte el enorme favor que consigues hacerme escribiéndome tanto y tan calibradamente; por ello, antes de proseguir quiero pedirte que no sigas diciéndome o suponiendo sin fundamento que me molesta que escribas tanto, cuando en realidad me llena de satisfacción y me hace sentirme un poquito importante. Ciertamente, eres una chica estupenda, increíble, y por donde se le mire siempre hay una nueva sorpresa a la expectativa. Yo también desearía ser tu amigo infinitamente y poderte conocer algún día en persona, pero el gran charco nos separa de momento. No quiero secarlo, puesto que tampoco iba a cruzarlo ni corriendo ni saltando, pero siempre habrá un momento para todo, y algún día habrá un momento para el encuentro. No obstante, sigo esperando que algún día se produzca el encuentro visual, aunque sea sólo por foto. Tú la mía la puedes encontrar en "Story-Weavers", pero yo, sin embargo, no puedo imaginarte; y por más que intente figurarte, nunca te me antojas tan horrible como anuncias. Seguro que eres guapa y no quieres que me enamore... ¡Jeje! Pero... ¡es que me tienes intrigadísimo con tu doble personalidad! Pareces una "voz en off" de "El Señor de los Anillos" poniendo voz en eco y utilizando palabras grandilocuentes para dejar al personal con la intriga. Después de leerte repetidas veces ya no sé si es que en verdad no te llamas Paula, si es que Paula no existe, si es que ahora vas a salirme conque eres un hombre... ¡No sé! Ya sé, estoy desvariando; o, como suele ser más habitual entre nosotros, alucino barato. Pero ¿cómo podremos ser enteramente amigos si dices que todavía no te conozco? Y ¿cómo puedes dudar de que lo que escriba sea ficticio? Será ficticio lo que aparece debajo del título del capítulo de unos asuntos que me invento sobre un tal Remus Lupin, pero lo que escribo por encima de eso es "mi" vida, es parte ya de lo que soy... ¿Cómo iba a figurarme yo tanto tiempo atrás que iba a ser para mí algo tan importante, que iba a ser capaz de encontrar amigos tan importantes? Si dudas que yo pueda estar diciéndote la verdad, entonces tendré que demostrártelo. Y a una persona que no fuese tan importante e interesante como tú no le habría dado el gran personaje que vas a rubricar y con el pasarás a la historia de MDUL, pues pocos son los elegidos a formar parte de la familia de Remus Lupin. ¡Hala, ya te he dado un avance... Bueno, te lo mereces, no obstante. No dudes, Paulita, no dudes, porque, si no¿quién sostendrá una amistad que se mantiene sobre dos pilares, uno de los cuales se tambalea? Mantente firme y deja que el agua que nos separa nos una por medio de palabras que lanzamos al aire como los árboles las hojas al viento (qué élfico ha sonado). Porque ¿cómo iba a defraudar yo a alguien tan sorprendente y frágil como un cabello de la Dama Élfica? No temas nunca herirme, puesto que nunca creo que lo vayas a hacer; y mi piel es tal coraza y mi cabeza tal yelmo, sufridor de tantos golpes pasados en el tiempo, que ya no hay mandoble tan poderoso que sea capaz de derribarme. No temas que pueda ser irreal, puesto que nadie que no exista podría jamás escribir estas palabras ni dedicárselas a la persona por la que las emplea. Tu miedo es vano, pues nuestra amistad ya se extiende más allá de galaxias y no sabe de universos puesto que hace tiempo que los sobrepasó; ya que no sólo mi amistad te has ganado, sino también la de Elena, lo que es un gran don; como una oferta del supermercado: "dos por uno", jaja... No te preocupes, ya que la menciono, por la colleja de Elena; supo darla flojita. No obstante, me la merecí por olvidarme detalles de la biografía de mis lectores queridos. Gracias por la explicación del élfico, aunque, si me dieses la dirección de la página esa por correo electrónico, podría echarle un vistazo. Continuando con las pautas propuestas en tu "review", cierto que el sótano esconde un gran secreto, una enorme historia que contar y que algún día relatará alguno de los personajes que ya conocemos, puesto que la verdad no está perdida, sino que persiste y sobrevive en los corazones más puros. Pero antes Remus tendrá que descubrir muchas cosas, lo cual lo dejará horrorizado. Creo que tienes razón acerca de que Dumbledore algo está intuyendo sobre ese sótano... ¿O es que quizá ya lo sabe?... Sí, Dumbledore es muy sabio. Las visiones de Helen son espantosas en ese sótano porque en el se acrecientan y su intensidad se multiplica bajo su techo. Pero, cierto es, no todas las visiones de Helen son malas, conque pronto no deseará perder sus dotes adivinatorias. Sí, tienes razón, absolutamente: el señor Nicked consigue hacer sacar de Remus su lado más pueril o lado merodeador lo mismo que consigue sacarlo de quicio; es un hombre estupendo ese muggle. Creo que tienes razón acerca de que Helen no debería inmiscuirse en que Remus trabaje; realmente ella no piensa que sea malo que Remus trabaje, pero lo único que no le gusta de esos trabajos es que sean nocturnos, pues sabe que los perderá pronto y le cuesta verlo sufrir. Tranquila, aquí también se dice moratones, mientras que hematoma otro tanto, sólo que resulta más técnico. Sí, Remus tuvo que hacer una colección de ellos. ¡Ay! Tienes razón, se prometieron apoyarse en las buenas y en las malas; tú ahora mismo estás leyendo la época mala mientras que yo ahora mismo estoy escribiendo la época buena. ¡Qué ganas de que empecéis a leer la segunda parte de MDUL! Acerca del objeto que se encuentra bajo la tabla suelta del sótano no puedo soltar mucha prenda porque antes del fin se averiguará, como todo, claro; sólo puedo decirte que... si se lee atentamente a partir de unos capítulos atrás, se aprecia que Remus en cierta ocasión recoge un objeto que se guarda y ¡eso es lo que se encuentra escondido, un objeto que será recogido por la... "niña" que lo perdió. No, la pelea de Remus con Lucius tuvo más indirectas sobre el hermano del licántropo, Sorensen Fosworth, que, al ser homosexual, es un poco objeto de burlas de Lucius, que, como se averiguó hace unos pocos capítulos, sabía de su ambigüedad sexual. Dumbledore tiene muchos misterios que resolver. Pero uno que... nadie... se imagina. Un enigma "realmente" increíble. Tenna rato. Mique-li. Tittë. No sé qué significa, pero lo copio para despedirme yo también porque imagino que serán palabras de aprecio y amistad que igualmente quiero demostrarte. Reitero que me encanta charlar contigo sobre MDUL porque sabes buscarle el puntillo de emoción y te gusta debatir sobre los enigmas que se proponen, lo que a todo autor, supongo, le emociona. Me satisfacen mucho tus conversaciones. Bueno, te dejo con una nueva entrega de la que espero que te diviertas mucho y que sepas asimilar también como las demás. Saludos de tu otra amiga, Elena.

(DEDICATORIA. Quería dedicarle este capítulo a Joanne Distte por la parte que en él le corresponde y también, cómo no, a Kala Fiction, porque creo que su vena mencionada en su último "review" va a ser satisfecha, y a Paula Yemeroly, porque también ella mencionó que sería bonito. No digo más y me remito a la última frase de este capítulo, mencionada por la adivina.).

AVISO. Como todos sabemos, en estos días saldrá a la luz la nueva entrega de Harry Potter. Tal como tememos muchos (hispanistas en adelante) los rumores aumentarán e Internet será un coladero de opiniones y noticias al respecto que demostrarán que los no parlantes de inglés estamos en inferioridad con respecto a los que sí. Por todo ello, PIDO, RUEGO Y DESEO QUE, AUNQUE A VUESTROS OÍDOS LLEGASEN NOTICIAS O RUMORES SOBRE EL SEXTO LIBRO, NO ME LAS REVELÉIS EN VUESTROS "REVIEWS" YA QUE QUIERO (SANTA PACIENCIA...) AGUARDAR A LA SALIDA EN CASTELLANO, MI LENGUA MATERNA, PARA DESCUBRIR ÍNTEGRA LA TRAMA. Muchas gracias.

CAPÍTULO XLIV (NO TODAS LAS VISIONES DE HELEN SON MALAS)

Aunque Remus insistiera después de aquella conversación algún tiempo más, Helen se mantuvo inflexible: no le reveló a Remus nada del contenido de aquella visión que había tenido sobre un futuro más revelador. Y, aunque no es buen momento de que yo oriente al lector, puedo decirle que Helen Lupin no sabía en aquel momento nada sobre que Remus se iba a convertir en el profesor de Defensa contra las Artes Oscuras de Hogwarts en el curso 1993 – 1994. Su visión trataba sobre otro asunto, que sí ya no puedo revelarte, mi estimado lector...

La señora Carney murió el cinco de noviembre de 1985. La alerta la dio, por extraño que parezca, la lechuza que cada mañana iba a llevarle el diario Barras y estrellas. La encontró en el suelo de la salita, con sus gatos Alan y Lee encima, lamiéndole la cara, famélicos.

El entierro no fue nada pomposo. En el extenso camposanto de Nueva York, como hormigas descarriadas en un herbario parecían los reunidos por su sepelio. Poco amistosa en vida, la señora Carney no había podido mantener ningún amigo que la velase en muerte; sólo sus familiares, haciendo acto de contrición, la acompañaron durante su último viaje.

Vestidas de negro, tocadas sus cabezas con pamelas oscuras, la señora Nicked y Ángela observaban en silencio el ataúd oscuro de madera de pino de su madre. El señor Nicked y su cuñado, Ryan Simmons, algo más apartados, bajaban la cabeza respetuosos. Helen y Remus, bajo la sombra de un frondoso ciprés, miraban con atención y recato cómo los enterradores, fornidos hombres blandiendo sendas palas, sepultaban a la abuela bajo la tierra húmeda y rojiza.

Nadie derramó ni una sola lágrima aquel día. Se apartaron lentamente cuando los sepultureros hubieron concluido su trabajo. Sus capas ondearon al viento matinal de Nueva York, y sus pies desaparecieron sobre la hierba.

–¡Eh, que yo no puedo desaparecerme! –gritó agitando los brazos el señor Nicked.

–Y por eso tú y yo nos volvemos a casa en este traslador que acabo de encantar. –Le mostró una piedra ennegrecida–. Aunque sea ilegal...

Como si un gancho lo succionase por el estómago, el señor Nicked sintió una rara sensación de flotar, y al momento estuvo en Inglaterra, en casa.

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Mi muy querido Dumbledore:

Realmente Helen y yo deseamos que te encuentres bien en el momento en que te llegue esta carta. Habíamos pensado que quizás te satisfaría ausentarte el día de Navidad de la escuela y venir a casa, ya que va a ser la primera vez que la celebremos aquí. Nos haría verdaderamente mucha ilusión que vinieses.

Tu "hijo", Remus.

Un abrazo.

–¿Le has mandado ya la carta? –preguntó Helen.

–Acabo de hacerlo –respondió Remus–. Aunque a duras penas he podido –añadió–. Hatter no se dejaba coger porque Maullidos estaba intentando atraparla.

–¿Crees que vendrá? –le preguntó Helen sentándose en la mesa de la cocina.

–No es por ser pesimista –dijo Remus–, pero yo diría que no. Nunca se ha ausentado de Hogwarts una Navidad. Es lo que lo hacía verdaderamente especial entre los alumnos¿no te parece?

Helen se encogió de hombros. Maullidos se acercó ronroneando y Helen lo cogió y se lo puso encima de las piernas. El gato se dejó hacer, agradecido.

–¿Y has invitado ya a Sorensen? –preguntó Helen.

–Iba a hacerlo ahora mismo –contestó–. En cuanto me acabe el desayuno voy.

Se terminó de beber el café y de comer las tostadas untadas con mermelada. Se despidió de Helen con un beso y se desapareció con un chasquido.

Apareció en la sala de lectura, normalmente vacía, pero en la que, en aquella ocasión, había un par de estudiantes universitarios realizando unos trabajos para sus respectivas academias. Los chicos se volvieron hacia Remus y lo chistaron, llevándose sendos dedos índices a los labios.

Sorensen, que pasaba por allí, caminó rápido hacia Remus y, en un susurro, le dijo:

–No puedes aparecerte así, Remus. Está prohibido. En la biblioteca está prohibido... Eso se suele pagar con una multa de dos días, Remus... Pero como eres tú...

–Da igual, Sorensen –dijo–. Tampoco iba a poder sacar ningún libro últimamente. Haz lo que tengas que hacer. ¿Y qué ha pasado aquí? Hasta ahora sólo había visto aquí a Helen y a Dumbledore aparte de nosotros mismos. ¡Ah! Y a Malfoy...

Se mordió la lengua. No le había contado a su hermano el incidente que había tenido con Lucius Malfoy en el autobús noctámbulo.

–¿Que qué he hecho, Remus? –Sorensen soltó una risita de satisfacción–. Hacer yo mismo lo que el Ministerio no tiene ni ganas ni tiempo de hacer... Fui a hablar con los profesores de las distintas academias, para que recomendaran la biblioteca pública a los estudiantes... Cada vez vienen más chicos; parece que se está corriendo la voz.

–¡Me alegro, Soren! –exclamó Remus–. Ya era hora de que a alguien de la familia le fuera bien en la vida¿no? Bueno, sólo había venido para invitarte a pasar la Navidad a mi casa. Van a venir los señores Nicked y Ángela y Ryan Simmons, y tal vez Dumbledore. ¿Querrás venir?

–Ya sabes que sí –respondió Sorensen–, iré encantado. Permíteme que yo lleve el postre¿vale? A mi abuela le salen unas tortas caseras para relamerse de gusto. Del postre, ya sabes, me encargo yo.

–Como quieras, Soren.

–¡Ah! –exclamó–. Acabo de acordarme. Ahora tengo un rato libre. ¿Quieres que demos un paseo por el callejón Diagon?

–¿Y quién protege los libros? –se interesó Remus.

–Ah, eso... No pasa nada –contestó sonriendo–. Están hechizados. Sólo si los toca mi varita pueden salir de la biblioteca. Ya puede empeñarse el que se lo quiera llevar, que no.

Remus aguardó paciente a que Sorensen recogiera su escritorio y guardara algunas cosas en un cajón. Le echó la lave y se la metió en el bolsillo. Cogió unas cuantas monedas mágicas que tenía en el fondo del lapicero y se las echó al bolsillo también.

–Mañana es luna llena... –comentó Sorensen distraído, justo cuando pasaban bajo la inscripción griega inscrita sobre la puerta de la biblioteca.

–Sí, la maldición de todo hombre lobo. –Rio Remus–. Aunque llega un momento en que te acabas acostumbrado. ¡Qué remedio!... Son veintiún años ya... Se dice pronto.

–Si hubiéramos estado juntos... –dijo Sorensen–. Todo hubiera sido tan distinto entonces. Hubiéramos crecido juntos, y no habríamos tenido esa carencia afectiva de la que adolecíamos.

–Ojalá hubiera sido así, Soren –dijo Remus riendo–, pero mi padre, nuestro padre..., no estaba por la labor de alegrarme la vida, sino de destruirla. Digamos que no tenía mucho interés en hacerme saber que tenía un hermano. Una lástima, en verdad. Si no hubiera sido por Dumbledore ninguno lo hubiera sabido nunca. –Rio–. Pero es mejor que no te conociera entonces, porque hasta a lo mejor nuestro padre se hubiera empeñado en matarte a ti también... –Sorensen rio–. La verdad es que no sé qué diría si levantase la cabeza: sus dos hijos, uno licántropo y el otro "gay". –Sorensen no rio esta vez; agachó la cabeza–. Digamos que nos hemos convertido en aquello que él odiaba por naturaleza... Si no lo hubiera matado yo, creo que a estas alturas se hubiera suicidado.

Sorensen sonrió lentamente.

–Si levantara la cabeza –musitó Sorensen–, se la hundiría de una patada.

Remus se quedó cohibido por aquel arranque.

–Entonces¿qué, seguro vendrás a la cena de Navidad? –preguntó cambiando el tema de conversación.

–Seguro –respondió Sorensen convencido.

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Remus, sentado en el sofá, pasó una nueva hoja del libro que estaba leyendo. Maullidos, de un salto, se montó encima de él mientras Remus le acariciaba tranquila y suavemente el cuello, por lo que el gato, entornando los ojos y moviendo de placer el rabo, ronroneaba.

El ululato de una lechuza. Remus alzó la vista y vio entrar por la ventana a Hatter, portando la respuesta de Dumbledore. Maullidos también levantó la vista, aunque no se sabe muy bien si por que Remus le dejara de acariciar o por que él también había escuchado a la lechuza de la familia.

Remus se levantó y Maullidos pegó un excelente salto, cayendo al suelo. El gato trepó hasta la mesa y saltó sobre la lechuza, con tal suerte que cayó sobre ella, aplastándola. Hatter emitió un ululato largo y débil, y Remus corrió a ahuyentar al gato, pero éste no se amedrentó.

Corrió en persecución de Hatter que, dolorida, no podía alzar el vuelo mucho más de unos centímetros del suelo. Remus sacó su varita y llamó a Maullidos. Pero el gato no hacía caso.

–¡Maullidos!

Hatter pudo remontar un poco el vuelo, pero Maullidos, escalando una silla, estuvo a punto de darle caza de nuevo. Remus lo llamó otra vez, pero Maulidos siguió en captura de la lechuza, sin obedecer.

Ésta se escabulló por el pasillo oscuro, y voló torpemente en picado bajando los escalones de la tortuosa escalera. Maullidos la siguió con el rabo tieso y en alto y maullando como un temible felino.

Hatter atravesó la puerta del sótano, que estaba entreabierta, pero Maullidos no continuó. Se le erizó el pelo del lomo y enseñó las uñas, mirando a través de la puerta, aunque sin atreverse a entrar.

–¿Qué te pasa, eh, Maullidos¿Te has aburrido ya? –le preguntó Remus bajando los escalones de dos en dos–. ¡Lumos! Te has portado muy mal, Maullidos. No se persigue a Hatter¿me has oído? –El gato no dejó de enseñar las garras en ningún momento–. Vamos¡sube arriba!

Y el gato subió los escalones rápidamente, sin dejar de gruñir. Remus empujó la puerta y se quedó maravillado. La había visto, por primera vez: era la luz violeta del día aquel en que encontró a Dumbledore en el sótano; la luz, que se arremolinaba, ascendía desde la tabla suelta del suelo como un huracán, emitiendo el canto de las olas al romper en la orilla de la playa. Pero al entrar Remus en el sótano, la luz se escindió: sólo quedó oscuridad.

Empezaba a comprender a Helen: aquel sótano era realmente intimidador.

Vio un par de ojos ambarinos al fondo. Avanzó hacia ellos. Hatter emitió un débil y triste ululato. Remus le sonrió. La lechuza, más tranquila, le dejó que se acercara. Cuando ya estaba a un paso escaso de los brillantes y dorados ojos, la lechuza revoloteó sobre él mostrándole el pergamino amarillento que tenía atado en su pata izquierda.

Remus, con el ave en pleno vuelo, le desprendió la respuesta de Dumbledore y la leyó con un haz de brillante luz en la punta de su varita:

Queridísimos Remus y Helen:

Lamento tener que decir que, en calidad de director de Hogwarts, me veo en la obligación docente y moral de permanecer junto a mis alumnos la noche de Navidad. Espero que lo paséis estupendamente.

Un abrazo de

Dumbledore

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–¡Feliz Navidad, Helen!

Tía Ángela la saludó efusivamente nada más entrar por la puerta. Su sobrina, Helen, la besó con cariño y le dio la bienvenida y la felicitación también.

–Hemos traído pasas de Corintio –explicó Ángela mostrando una bolsa enorme–. ¿Y qué, mi hermana ha venido ya?

–Aún no –contestó Remus, quien se había acercado para saludarla.

–¡No es por nada, sobrina querida, pero seguro que es por tu padre! Seguro que se ha vuelto a quedar otra vez atascado en la chimenea... ¡Ay!

Helen se extrañó muchísimo:

–¿Es que mi padre se ha quedado atascado alguna vez en una chimenea?

–Huy, sí¡qué bochorno! –respondió quitándose la capa de franela–. Tu madre y él no habían hecho más que casarse. ¡Ay, cómo me gusta vuestra casa, Helen¿Dónde puedo soltar las pasas?

–Acompáñame –le rogó Helen y desaparecieron en dirección a la cocina.

Remus y Ryan, el marido de Ángela, se habían quedado solos.

–¿Quiere una copa de champán? –se prestó Remus–. Es Navidad, un día es un día.

–Si es Navidad¡pues sí! –Sonrió.

Remus cogió la botella, que estaba sobre la mesa, y llenó dos copas chatas. Le entregó una a su tío político y brindaron:

–¡Por la familia!

–¡Oh, cállate, Matt!

–Pero, palomita...

Remus se volvió y sonrió. Los señores Nicked... Nunca se había parado en reparar en el cariño que le tenía a sus suegros, una pareja tan poco corriente.

–¿Qué ha pasado? –preguntó Ryan con seriedad–. ¿Por qué venís en un traslador, Helen? Matt hubiera podido venir por la chimenea... ¿No?

–¡Por supuesto que hubiera podido! –exclamó con enojo–. Pero es que todas las malditas navidades es lo mismo: se colapsa la Red Flu y a inventársela uno para viajar... –Ryan rio–. Claro, tú ríete, porque para mi hermana y para ti es muy fácil. Os desaparecéis y punto. Pero Matthew¡ya me dirás!

–¿Y entonces qué has hecho? –se interesó Remus.

–Pues me he presentado de inmediato en el Ministerio –explicó la señora Nicked tomando aire. Se sentó–. Les he dicho que o me daban un traslador de inmediato o me liaba a mamporros limpios contra la Fuente de los Hermanos Mágicos. Bien sabe Rowling que hablaba en serio. ¿De quién es esta copa? –Señaló el vaso con champán de Remus.

Lo cogió y se lo bebió todo de un trago.

–Pero ¿por qué no has encantado tú misma un traslador? –preguntó su cuñado Ryan–. Sería muy raro que te fueran a pillar... ¿No?

–¡Ja! –dijo soltando la copa de golpe sobre la mesa–. Cuando el entierro de mamá, Matt y yo nos fuimos en traslador y... ¡Malditos yanquis! Me obligaron a pagar el peaje de paso fronterizo y los gastos ocasionados por la intervención. ¡Malditos yanquis¿Qué intervención? –preguntó con ironía–. Tan sólo nos hicieron aparecer en la Aduana Estadounidense... ¡Menuda nos liaron! Después de eso no pienso volver a meterme en problemas por culpa de un traslador ilegal...

–¡Mamá!

–Oh, Helen... ¡Feliz Navidad! Vaya, qué guapa te has puesto hoy –dijo.

–Gracias –respondió sonriente–. Tú que me ves con buenos ojos. Pero tú no te puedes quejar tampoco.

–¿Qué habrá para comer? –preguntó el señor Nicked, pues le importaba más, al parecer, la cena que que su hija estuviese guapa o hecha un horrible adefesio.

–Hay que esperar a Sorensen... –dijo Remus.

–Pondré algunas cosas para picar –apuntó Helen–. No pasa nada. Pero idos sentando todos alrededor de la mesa.

Apuntó con la varita hacia la chimenea y una alta y cálida llama prendió el tronco que reposaba indolente en su interior. Volvió a agitarla, apuntando hacia el techo, y la iluminación se redujo, llenándose las paredes de bailonas tonalidades anaranjadas.

–¡Quiero que me enseñes algún nuevo conjuro, Ryan! –exclamó el señor Nicked pegando saltos en su silla.

–¡Matt! –lo regañó la señora Nicked, fulminándolo con una dura mirada–. No atosigues a tu pobre cuñado..., que es Navidad.

–Oh, no pasa nada –dijo Ryan sonriendo–. Con mucho gusto te enseñaré un nuevo conjuro, Matt...

–Si no es por eso –dijo la señora Nicked llevándose las manos a la cabeza–; si es que luego se tira una semana entera con que se lo repita y se lo repita y se lo repita.

–Aquí, claramente –dijo Ángela llevándose un cacahuete a la boca–, lo que pasa es que hay un problema de comunicación. Es el principal problema en un matrimonio. Pero tú, Remus –dirigiéndose a su sobrino postizo–, espero que seas muy bueno con mi sobrinita, porque como me entere de que no hay comunicación, capo al lobo. ¡Lo capo! –Sonrió. Se volvió hacia su hermana–. Como te iba diciendo, Helen¡la comunicación! Es muy importante, y Matt y tú la descuidáis, salta a la vista, no como Ryan y yo...

–Pero... –fue a decir Ryan.

–¡Tú cállate! Tú qué sabrás de esto... –saltó Ángela cabeceando–. Pues como te iba diciendo antes de que Ryan me interrumpiera¡ah, sí, mi marido y yo creemos que la máxima de un matrimonio feliz debe ser una comunicación estable y periódica. Y esta comunicación se puede producir –sonrió– de las más increíbles formas... Lo que importa es el fondo, nunca mejor dicho. A ver, sinceramente, Helen¿cuándo ha sido la última vez que habéis hecho el amor?

La señora Nicked se atragantó con la avellana que tenía en la boca.

–No esperarás que te vaya a responder a eso –dijo–¿verdad?

Ángela sonrió y se volvió violentamente hacia su cuñado.

–Matt –lo increpó tranquilamente.

–Dos meses... –respondió con sumisión.

La señora Nicked se lo quedó mirando con horror, pero no pudo articular ninguna palabra, al menos en el plano auditivo. En el psíquico creo que el señor Nicked debería haberse dado por ofendido.

–Pss. No está mal del todo –dijo tía Ángela entornando los ojos, maliciosa–. Tampoco vais a estar como una pareja reciente, Helen y Remus por ejemplo, que están haciendo el amor todo el tiempo, todas las noches, ahora que me aburro también, que les entra el calentón y en la mesa del desayuno, cuando...

–Ya basta –dijo Remus dándole una palmadita en el hombro–. Creo que ha quedado claro el concepto.

Estaba empezando a sentir vergüenza de sí mismo, cuando su vida sexual tampoco era un cuento de animaladas bestiales y orgías conyugales. Remus pensó que quizá Ángela viese demasiado Gran Mago o que quizás adoleciese de una exagerada imaginación.

Helen entró portando una fuente enorme, de fina plata grabada, con un pavo asado que tenía una pinta exquisita. Lo dejó sobre la mesa y se quitó las manoplas y el mandil.

–Vaya... –dijo mirando a Remus–. Creía que Sorensen habría venido ya. Bueno¿de qué estabais hablando? –preguntó, y se sentó.

–¡De nada! –saltó muy impetuosa la señora Nicked.

–De la vida sexual de tus padres, Helen –respondió Ángela resuelta.

La chica comenzó a toser exageradamente. Cuando se recuperó (hasta entonces había motivado la preocupación en más de uno), calmándose explicó:

–¿La vida sexual de mis padres? –Se rio–. Nula.

–¡Helen! –la reprendió su madre–. Y tú qué sabes.

Se escuchó un golpe enorme. Helen se volvió asustada.

–¿Qué ha sido eso? –preguntó.

Volvió a escucharse de nuevo y la chica se puso en pie. Remus también.

–Siéntate, Helen –le pidió–. Ya voy yo.

De nuevo¡otro golpe más, y aún más fuerte!

–¡Santa Rowling bendita del cielo! –imploró Ángela asustada.

Una humarada de hollín cayó por el hueco de la chimenea, tiñendo el suelo de negro. Una diminuta y patosa lechuza, toda cubierta de negras cenizas y con un ala medio chamuscada, salió revoloteando entre el humo con una carta ennegrecida en el pico.

–¡Por menuda tontería nos hemos asustado! –Se rio la señora Nicked–. Pero abre las ventanas, hija, que parece mentira. ¿Por dónde quieres que entren las lechuzas si las tienes cerradas?

–¡Por la chimenea! –soltó el señor Nicked, pero sólo él se rio.

La lechuza fue volando hasta Remus y se posó en su hombro. Agachó la cabeza para entregarle la carta en mano. Remus desdobló el papel:

Sé que me vas a matar. ¡Lo siento! Hace un rato que he conocido a una persona realmente especial, y hemos decidido irnos a cenar por ahí, juntos. Lo siento, no podré ir. No me mates¿vale? Al fin y al cabo, la Navidad no es sino una noche cualquiera, pero que se pone de excusa para reunirse la familia. Tú y yo nos vemos a menudo... Espero que no te importe. Sé que me vas a matar...

Sorensen Fosworth

–¿Qué es? –preguntó Helen.

–De Sorensen –dijo–. No va a venir.

–¿Y eso? –inquirió la chica preocupada.

–Le ha surgido un imprevisto –mintió–. Digamos que se ha encontrado un libro nuevo en la biblioteca y quiere catarlo. –Helen sonrió. Lo había comprendido todo–. La cosa es que nos hemos quedado sin postre al final... Es muy metódico con el trabajo –explicó viendo que los adultos lo miraban recelosos–. Le da igual que sea Navidad o veintiocho de febrero.

–¿Lo veis? –saltó con un grito Ángela y el señor Nicked pegó un bote–. Falta de comunicación.

–Pero si él no tiene pareja –le refutó su sobrina.

–Bah, es lo mismo –arguyó.

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Remus se preguntó cómo había transcurrido tan rápido el tiempo. Tan pronto había salido de una, cuando ya se encontra inmerso en la Navidad siguiente. 1986 pasó como el vuelo de un cóndor: veloz y silencioso. Tampoco fue un año muy significativo:

Remus seguía en paro («¡Qué novedad!», habría dicho él), mientras que el trabajo de Helen en San Mungo se mantenía en un equilibrio que rayaba la rutina.

Sorensen no presentó a su nueva pareja. No pareció que le hubiera durado mucho, pues al poco ya se había olvidado por completo de esa persona. Tampoco Remus lo mató por no ir a la cena de Navidad, todo es explicarlo.

El señor Nicked había tenido un accidente en bici en abril, cuando se puso a sacar trastos viejos del desván. Se hizo la rodilla candela, pero no pasó la cosa de ahí...

Ángela se presentó en mayo al cásting de Gran Mago, pero no la seleccionaron. Decepcionada, ni siquiera se acordó del cumpleaños de Helen, que ese mes cumplió veintiséis años. «Se te va a pasar el arroz», le dijo cuando su sobrina le recordó el día que era, «como a mí...»

En junio Maullidos estuvo a punto de merendarse a Hatter, pero gracias a la rápida y ágil intervención de Remus lo único que consiguió fue arrancarle un buen puñado de plumas. Desde entonces la relación entre ambas mascotas fue irreconciliable.

Remus, harto, le pidió en julio amablemente a su suegra que dejase de tejer ropita para bebé, al menos mientras él estuviese en su casa. «Helen no está embarazada¿verdad¿Verdad?», inquirió. El señor Nicked dijo: «¿Lo ves, lo ves?», y Remus lo petrificó.

En agosto el señor Nicked y Dumbledore se apostaron la integridad de sus más preciadas "posesiones" por ver si Matthew era capaz o no de hacer magia... (Pero qué inocente es el pobre muggle, pues todo hay que decirlo, fue éste quien propuso el juego). Obviamente ganó Dumbledore y el señor Nicked se tuvo que afeitar el bigote, salvándose así la larga y espesa barba del anciano. «¡Nooooooo!», gritó el muggle cuando vio acercarse la cuchilla. En el último momento Dumbledore le perdonó la deuda. «Yo no se la hubiera perdonado», musitó Helen.

El señor Nicked se matriculó en septiembre en un curso de teoría y práctica de relajación oriental, pero lo expulsaron a los dos días por no dejar concentrarse al grupo.

En octubre Sorensen consiguió, inexplicablemente, que la biblioteca se llenará de gente. Todos sabían que lo ocurrido tenía algo que ver con una serie de panfletos anónimos que, sorprendentemente, amanecieron un día en un tramo del callejón Diagon y que supusieron una gran sorpresa y conmoción. «Al menos le sigo cayendo bien a Joanne Distte como para que me haga ciertos favores», se dijo a sí mismo Remus mirándose en el espejo y guiñándose. «Pero creo que tengo demasiado tiempo libre... Ya no sé qué inventar.»

En noviembre Helen tuvo un retraso con el período. Falsa alarma. «Qué alivio», suspiró tranquilo Remus.

La cena de Navidad de la fecha mencionada, el 86, se celebró en la casa de Sorensen, un pequeño piso que se había comprado en Londres con sus ahorros. «Ya iba siendo hora de que me independizara, y a mis abuelos les daba igual, francamente», explicaba a todo aquél que quisiese escucharlo.

Los señores Nicked lo consideraban tan de la familia, y Sorensen también a ellos, que su invitación fue instantánea. Tía Ángela también tuvo el privilegio de sentarse aquella noche a la mesa de Sorensen, pues entre el chico y ella había una extraña complicidad. En efecto, la señora Nicked y Ángela eran las únicas que conocían la homosexualidad de Sorensen, y aquello era un punto a favor en la relación con la simpática Ángela. Además, Sorensen se sentía un Nicked, pues realmente los suegros de Remus lo apreciaban y hacían sentir muy bien.

Sorensen le dio un toque con la varita y el corcho salió disparado hacia el techo. Ángela aplaudió. El champán, burbujeante, se escapó por el largo cuello de la botella. Sorensen empezó a llenar copas y a repartirlas.

–Bueno¿alguien quiere hacer un brindis? –preguntó Sorensen.

–Sí, yo –dijo Helen alzando su copa–. Por la familia.

–Y por el trabajo... Por que haya –apuntó Remus.

–Por los niños –añadió sonriente Ángela–. Por que algún día me pueda quedar embarazada por fin.

–Por la salud –dijo la señora Nicked.

–Por el amor... –agregó con cierto recelo Sorensen.

–¡Y por las viandas! –exclamó el señor Nicked–. ¿Por qué no nos dejamos de chorradas y le hincamos el diente a esta ternera tan apetitosa?

–Serás poco respetuoso... –Cabeceó la señora Nicked.

–¡Buen provecho! –dijo Sorensen y se sentó.

Clavaron los cuchillos y los tenedores y desmenuzaron la carne.

–Delicioso... –dijo relamiéndose de gusto Ángela con la carne apelotonada en el carrillo–. Vamos, ya quisiera yo cocinar así. Soy muy poco experta para la cocina.

–Me lo vas a decir a mí... –musitó Ryan, su marido.

–¡Oh, cállate, Ryan! –le espetó.

–Debe de ser contagioso –le susurró Remus a Helen al oído–. Es curioso que tu madre y tu tía tengan las mismas expresiones. Debe de ser cosa de familia.

Igualmente al oído, Helen le preguntó:

–Por cierto, Remus querido¿qué me vas a regalar?

–Mmm... –Meditó un instante si responder–. No te lo puedo decir. Te lo daré el día de año nuevo. ¿Te parece?

Helen asintió.

–Pues, como iba diciendo... –dijo el señor Nicked.

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La aguja avanzaba lentamente en el marco esférico del tiempo. Las estrellas relucían sobre el cielo gris. La gente ahogaba el grito de júbilo. El chámpan permanecía impaciente en la botella.

–Feliz año nuevo, Remus –le deseó Helen en cuanto sonó la última campanada.

–Igualmente, Helen, feliz año nuevo a ti también.

Y la besó.

–¿Cuál es mi regalo? –inquirió melosa–. No es que quiera parecer impaciente, pero como me dijiste que me lo ibas a dar hoy...

Remus se dio con la mano un golpe en la frente. Parecía decepcionado.

–¡Lo siento, joder! Se me ha olvidado... –Se disculpó–. Lo tengo en casa. ¿Quieres que vayamos a por él?

–¿Y que dejemos a Sorensen solo? –inquirió Helen coherente–. En absoluto. Ya me lo darás luego. Aunque podrías darme un adelanto. ¿Verdad que podrías?

–Podría darte otra cosa. –La besó–. Otro regalo, uno que puedo darte ahora.

–¿Cuál? –preguntó Helen.

–Un vale.

–¿Un vale? –repitió Helen divertida, riendo–. ¿Un vale de qué?

–Un vale a canjear por una noche de amoroso sexo con Remus Lupin –explicó sonriendo ampliamente el otro.

Helen se echó a reír.

–¿Estás hablando en serio? –preguntó y el chico asintió–. La verdad es que ya había usado el regalo ese que me propones anteriormente –fingió divertida, irónica–, pero nunca me lo había llegado a regalar nadie, figúrate tú.

Remus rio.

–Tienes ganas de canjearlo hoy mismo¿verdad?

Helen asintió, decidida. En sus ojos había un brillo malicioso.

Sorensen se aproximó hasta ellos cabizbajo.

–Lo siento –dijo–. Voy a tener que irme. Mi abuelo acaba de mandarme una lechuza. Mi abuela está enferma.

–¿Es grave? –preguntó Remus.

–No, le pasa muy a menudo. Pero mi abuelo es muy mayor ya para cuidarla. ¡Feliz año nuevo, chicos! Y lo siento por haberos aguado la fiesta.

–Nada, nada, no te preocupes. La familia es lo primero –dijo Helen.

Sorensen, sonriéndoles agradecido, se desapareció con un chasquido.

–Remus.

–¿Qué?

–Quiero canjear mi vale –dijo la chica en voz baja.

–Ahora nada nos lo impide¿no?

Sacó su varita al mismo tiempo que la chica y se desaparecieron cogidos de la mano. En el salón de su casa se besaron y abrazaron como dos cuerpos que pretenden rastrear su alma enamorada. Helen le quitó la camisa a Remus y le besó. Remus a ella la blusa y la abrazó, pasando sus manos calientes por sus senos redondos.

–¿No quieres que te dé el otro regalo, el de verdad? –preguntó Remus con la respiración agitada a causa de tanto beso.

–No... –respondió Helen–. Ahora mismo me contento con éste.

Y siguieron besándose y abrazándose. A trompicones con puertas y muros llegaron a la habitación. Terminaron de desnudarse y se introdujeron en el oscuro y fondo vacío de las mantas.

Remus pellizcaba los lóbulos de la oreja a Helen, y ésta sonreía, buscándole a él la boca. Le dijo en un susurro que lo amaba, y él la besó, introduciendo su lengua en el interior de ella. Helen acarició su mano fría por su torso, ascendiendo por su pecho velludo, pasando por el cuello; llegó a sus labios y se los acarició con las yemas de los dedos. Remus se las besaba, apasionado, delicado.

Remus le acarició el cabello. Pasó su mano por su negro pelo, acariciando su mejilla, su piel. La besó. Buscó con sus labios su cuello, sus pechos, su ombligo. Los besaba con pasión, paseando sus rojos labios por su cuerpo. Helen acariciaba su pelo color castaño claro, pasando su mano por su nuca. Tomó a Remus del mentón e hizo que subiera la cabeza. Él se la quedó mirando y sonrió. Gateó lentamente hasta ella y se besaron. Se abrazaron, unidos el uno al otro, introducidos el uno en el otro.

Concluido el acto, cada uno en un extremo de la cama, miraban el techo con arrebato. Los ojos de Helen irradiaban un especial éxtasis. Remus, con las manos bajo la nuca, respiraba entrecortadamente, lanzándole miradas de soslayo a su mujer.

–Ha sido maravilloso –dijo Helen–. Como siempre. Qué pena que sólo tuviera un vale.

Remus se incorporó de costado, reposando la cabeza sobre el codo que apoyaba en el colchón.

–No pasa nada –dijo teatrero–. Sé quién me puede dar más.

Pero Helen no pudo llegar a escuchar esta última frase. Se encogió, recorrido su cuerpo por un frío escalofrío. Un sudor gélido le cayó por la espalda. Abrió los ojos y el brillo de su mirada se había intensificado.

–¿Qué te ha pasado? –le preguntó Remus tremendamente preocupado.

–He tenido una visión, Remus –dijo–. Acabo de quedarme embarazada.

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¡Qué notición! Se ha quedado embarazado. Esperan... ¿niño o niña? La verdad es que no vais ni a tener que esperar al próximo capítulo para averiguarlo porque más abajo lo descubro. Espero que Paula Yemeroly y Kala Fiction se hayan emocionado, ya que ellas se habían mostrado en sus "reviews" muy gustosas de que la tierna parejita tuviese un retoño. ¡Voilà! Ahora bien, las aventuras o desventuras sobre éste habrán de esperar otra temporadita... Lamento que tenga que ser un par de semanas, como vengo acostumbrando, pero es que me estoy quedando sin capítulos de reserva y quisiera preservarme de modo que siempre os pueda ofrecer una fecha para la próxima lectura. Queda, entonces, fechada la aparición del próximo capítulo para el viernes, 29 de julio, después del cumpleaños de mi más que estimada Ana Espinosa y poco antes del aniversario de la mente constructora del universo del que me aprovecho para escribir este pasatiempos.

Avance del capítulo 45 (MATTHEW LUPIN)¡¡¡Niño! Un precioso niño, muy parecido al padre, que adoptará el nombre de su abuelo muggle. Pero, aunque lo pudiera parecer, y es, no todo el capítulo girará en torno a la figura pueril, puesto que muchos otros secretos han de ser revelados; un buen cúmulo de éstos guardan bajo sus atavíos Helen y Dumbledore, pero, como bien saben, aún no deben ser revelados. Sorensen, sobre todo, descubrirá un secreto interno que hasta para sí mismo se llevaba tiempo ocultando. El señor Nicked, en cambio, no se oculta nada: muchas más pantomimas, quizá las más divertidas de cuanto se lleva de historia. Pero lo más importante es que la infancia de su hijo hará a la adivina recordar la suya propia... Los secretos de su pasado quedarán por fin al descubierto.

Un saludo a todos y que paséis una agradable quincena.

Quique.