Todos los personajes son propiedad de Rumiko Takahashi la grande!
HERMANOS
Ojos Dorados
El silencio era estruendoso…
¿Qué había pasado?... no podía pensar con claridad sin que un dolor atroz le taladrara la cabeza.
Se encontraba solo, y por lo que alcanzaba a notar, bastante malherido. Prefirió cerrar los ojos y dormir. Antes de que pudiera sucumbir al bendito descanso, percibió una presencia llegando hacia él.
Intentó levantarse, su instinto de supervivencia cultivado por siglos, era demasiado fuerte. Pero la esencia que recibió, a pesar que de primera instancia no reconoció, calmó su reflejo asesino.
En su interior, todo le indicaba que no debía preocuparse… ese olor solo significaba que un amigo se encontraba cerca…
¿Un amigo?... ¿acaso él los tenía?...
A pesar de su estado, algo parecía informarle que él nunca había llamado así a alguien… pero ahora eso no importaba, ya que su corazón le gritaba otra cosa, y él necesitaba tanto de un amigo justo en este instante…
Se desvanecía lentamente, pero no alcanzó a tocar el suelo, antes, unos poderosos brazos le sujetaron con demasiada suavidad, para haber sido tan repentino. Abrió un poco los ojos, buscando el rostro de su salvador…
Encontró solamente un par de ojos Dorados que le miraban con verdadera preocupación…
Le dio gusto cerciorarse de que esos ojos reflejaron un alivio infinito en cuanto se encontraron con los suyos….
Caía de nuevo en la inconsciencia, cuando el dueño de los áureos ojos habló…
-Por todo lo Sagrado… Hermano!...
Inuyasha se adentraba con su preciada carga en brazos, al campamento donde todos le esperaban. Sin embargo, un recuerdo inundó su mente… el Taiyoukai jamás permitiría que unos simples humanos manipularan sus heridas…
Sería demasiado humillante para él.
Y probablemente, si despertaba de pronto rodeado de olor de ningen, podría ponerse violento. Sin importar cuan herido estuviera, Sesshoumaru era un peligro demasiado grande, para ser corrido.
-Señor Sesshoumaru! -una histérica chiquilla tuvo que ser arrastrada lejos, para que no alterara al herido, por una dulce pero firme exterminadora. Jaken les siguió en silencio, recordando siempre su deber como cuidador de la niña.
Pero Inuyasha no continuó su camino, sino que, cambiando la expresión de su rostro, se arrojó, a saltos inmensos, sobre los árboles, dirigiéndose a un punto familiar. La cueva que les salvara aquel invierno tan reciente.
El grupo parecía estupefacto ante esta acción, siendo Ahome quien hablara primero:
-Tenemos que curarle lo más pronto posible! – la Miko del futuro se escuchaba preocupada – Está perdiendo demasiada sangre!
-Es un Youkai puro… no sucumbirá por esto –Inuyasha gritó, más para convencerse a sí mismo- Además Tennseiga no lo permitiría…
Minutos después regresó, solo, únicamente para llevarse el botiquín de Ahome, así como algunas mantas y un futón grueso.
El rápido desnudar del youkai, por parte de su hermano menor, así como la inspección de los daños, lo dejó demasiado impresionado como para articular palabra…
Era increíble que estuviera vivo, con esas heridas…
Y sin embargo… respiraba.
Tras medicar y vendar, el Taiyoukai dejó de ser manipulado por el hanyou, para poder descansar al fin. El dolor había menguado gracias a los artilugios de Ahome, y a los conocimientos de plantas medicinales de su joven medio hermano.
No importaba cuanto tiempo tuviera que esperar, Inuyasha había decidido permanecer a su lado, hasta que despertara… así tendría un rostro familiar al volver en sí. Y ya había comprobado que aceptaba su olor, así no corría riesgo alguno.
- "Un rostro familiar" –pensó el hanyou – "Su único familiar… y pensar que casi nos matamos en varias ocasiones…"… Que extraña es la vida… y ahora, no soportaría que algo te pasara… -Al decir esto, habló en voz alta, sin darse cuenta que el youkai reaccionaba al sonido de su voz
-Estoy bien… -fue un quejido, solamente… ni siquiera abrió los ojos…
- ¿Hermano?...
Pero se había desmayado nuevamente.
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Lejos, en el campamento, un preocupado grupo esperaba pacientemente a que Inuyasha regresase con la buena nueva de que había despertado.
-Es increíble lo fuerte que es –expresó un asombrado monje- nadie resistiría algo así, pero él… él… en verdad que es poderoso…
-¿Cómo ocurrió, Ahome?... no alcancé a ver mucho, con tantos mononokes atacando al mismo tiempo… -pregunta Sango
-Fue por salvarme a mi –Shippo hacía rato que no hablaba, parecía perdido y triste – pudo irse, de todos modos, ya tenía a Rin… pero no lo hizo, y fue por mí…
Flashback…
-Quítense del camino!-Gritó un histérico Inuyasha- Haré un Kaze no kizu!
-Vamos Inuyasha!- Gritó Miroku, quién se debatía con varias criaturas, a cual mas amorfa – Que no aguantaremos mucho más!
-Sorhyuhaaa! -Sesshoumaru luchaba hombro a hombro con el grupo – Estúpidos! Solo hacen más difíciles las cosas!
El asunto se había complicado, ya que Hakudoshi había recurrido, nuevamente, al trillado secuestro… de Rin. Pero ésta vez, el pequeño Kitsune había corrido la misma suerte al intentar salvar a su amiguita.
Ambos niños se encontraban en peligro mortal, mientras sus desesperados guardianes y amigos luchaban por rescatarlos en una pieza.
En algún momento, Ahome envió una poderosa flecha purificadora, desintegrando al niño albino. Fue entonces que Rin fue soltada y arrojada lejos por la fuerza del impulso.
Sesshoumaru voló tras ella, y la sostuvo a tiempo…
-Shippo! Shippo!- Sango gritaba, intentando localizar al niño – Respóndeme!
-Vamos Sango! Arroja tu Hiraikotzu hacia allá! –Pidió Inuyasha – juntos podremos abrir una brecha!
- A él! –Ahome arrojaba una nueva flecha, desintegrando a una decena de criaturas… no había tiempo para felicitarse
Pero Náraku hizo su aparición triunfal. Llevando en brazos al kitsune consciente y aterrorizado.
Inuyasha acababa de lanzar su ataque mas poderoso… el Kongosouha…
Se suponía que destrozaría lo que quedaba de Hakudoshi, y a una buena cantidad de monstruos…
No contaban con la crueldad del hanyou… quién en un artista de la tortura mental.
Náraku, justo en ese instante, arrojó con mortal puntería al pequeño zorrito, en el centro mismo de donde el ataque de Inuyasha pasaría en micras de segundo. No había nada que hacer…
- Inuyashaaaa! –Shippo gritó, y se cubrió el rostro con las manos, esperando…
-SHIPOOOOOOO!- el alarido unánime del grupo, estremecería el corazón del más duro…
Una luz, un grito, y después… nada…
Fin del Flashback.
- El señor Sesshoumaru me dejó, y corrió hacia Shippo… -explicó Rin
-Sí… él se interpuso entre las Lanzas de Diamante y yo… me tomó y me aventó muy lejos de ellas… pero él… él… - el niño lloraba sintiéndose culpable – él no pudo escapar!
-No llores más Shippo –le decía el monje, mientras acariciaba con ternura su roja cabeza- no debes sentirte mal… si Sesshoumaru lo hizo, entonces debes estar agradecido y demostrar que valió la pena el esfuerzo…
-¿Pero si se muere? –ante estas palabras, la niña soltó un alarido - ¿si se muere por mi culpa?
- No… eso no pasará –Ahome hablaba con una autoridad que solo podía calificarse de ancestral- Sesshoumaru es demasiado poderoso… Inuyasha lo dejó bien claro… es un youkai puro. Jamás sucumbiría por esto…
-En eso tienes razón, Ahome –puntualizó Sango- además, tiene a Tennseiga… fue quién le salvó la vida…
-Así es, pequeños míos, ahora, será mejor que duerman, ya es tarde, y las vicisitudes del día deben haberlos agotado… -Miroku tomó a ambos niños, con un conocimiento paternal sumamente natural en él – vamos, vamos… a dormir… -arropó a los dos, con su manto púrpura.
-No tengo sueño –dijo Rin, pero sus ojos la desmentían, ya que se ponían en blanco cada vez que hacía el esfuerzo de mantenerlos abiertos- quiero esperar…
-Yo también…- un gran bostezo interrumpió la frase del zorrito
Antes de que se dieran cuenta, ya estaban profundamente dormidos, sobre las piernas del monje. En esa situación, el pobre Miroku no podría descansar, pero lo prefería, a retirar a los niños…
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A varios kilómetros de ahí, un sumamente angustiado hanyou vigilaba con protectora dedicación, el intranquilo sueño de Sesshoumaru. Sueño plagado de pesadillas y dolor.
Pesadillas de sangre y muerte… de gritos ahogados… en donde veía plateados cabellos enrojecidos por el vital líquido que escapaba del cuerpo de su menor hermano…
Donde él no le salvaba la vida, donde lo veía llamarle…
Donde él era el asesino…
-No! inu… Inu..ya..sha… - gemía el youkai- her..mano.. no!
-Sesshoumaru… tranquilo… tranquilo – Inuyasha se acercó al herido, y comenzó a mesarle los cabellos con dulzura – aquí estoy hermano… no te preocupes…
-No!... ¿donde?... ¿Inuyasha? –El Taiyoukai abrió por fin, después de muchas horas, sus enfebrecidos ojos, buscando ansioso - Ven! Ven! – extendió su mano, para jalar al hanyou hacia él - ¿No te hice daño?... hermanito…
- No, estoy bien – "sí que está delirando" pensó el chico – estoy bien… mírame!
-Sangre… mucha sangre… -Sesshoumaru permanecía, en cierto modo, dentro de su pesadilla. Jamás había recibido un daño tan grande en una pelea - tus heridas…
-Yo no estoy herido, hermano –Inuyasha pegó su frente a la de su hermano, sintiendo de inmediato la fuerza de la fiebre- duerme tranquilo… permaneceré a tu lado. Ya no te preocupes por nada…
- No…
Pero Inuyasha ya no lo dejó seguir. Lo tomó con todo cuidado entre sus brazos, meciéndolo como a un crío. Como su madre solía hacer con él cuando tenía pesadillas de pequeño.
Pegando al Taiyoukai contra su pecho, una vez que lo había envuelto cuidadosamente con su rojo ahori, acariciaba suavemente su espalda, y le susurraba palabras tranquilizadoras.
Poco a poco, Sesshoumaru empezó a caer en una inconciencia dulce y tranquila, libre de penas y preocupaciones. Durmió largas horas pegado así, al pecho del que fuese el ser mas odiado por él. Varias veces, fueron puestas compresas frías sobre su nuca y frente.
Varias veces fue calmado tiernamente, cuando las pesadillas regresaban.
Siempre, siempre ese olor tan cálido y familiar llegando a su corazón. El olor de su padre… su propio olor… pero con ese distintivo tan propio, que por desgracia… para su desgracia… había aprendido a amar.
Despertó.
Habían pasado seis días de completo enajenamiento. Seis días tardó su cuerpo en recobrar la fuerza necesaria para sacarlo del delirante sopor.
Y cada uno de los segundos que compusieron esos días, fue cuidado, alimentado y vigilado por su hermano hanyou.
Apenas pudo incorporarse, lo hizo, dolorosamente –a pesar de que la mayoría de sus heridas sanaron, las más profundas, las que le atravesaban de lado a lado, seguían frescas y lacerantes – encontrándose en la situación mas extraña que jamás hubiese imaginado.
En "la cueva" (como le había dado por llamarle), se había levantado dejando la cómoda almohada que había resultado el cuerpo de su hermano.
Envuelto en la roja prenda que aquél llevaba como una segunda piel.
Semidesnudo, vendado tan elegantemente como una momia… y apestando a hierbas, sangre y sudor…
Pero sobre todo…
Apestando a Inuyasha…
-¿Que rayos hago aquí! –bramó al fin, mas asustado que molesto - ¿Inuyashaa!
-Pues ahora no me queda ninguna duda –dijo el aludido, desperezándose – de que te encuentras muchísimo mejor!
-¿Que?... Contéstame inútil!
-Te traje aquí para que te repusieras… -Inuyasha se levantó para traer consigo el cubo de agua con el que pensaba lavarlo… obviamente, ya no tendría que hacerlo – llevas seis días inconsciente…
-¿Estuviste aquí todo el tiempo? – el youkai le miraba, incrédulo
- ¡Claro¿Qué pensabas? – el muchacho le tendía, con una gran sonrisa, una suave esponja, jabón, y el agua - ¿crees que necesites ayuda?
-¿Eh? –Sesshoumaru no daba crédito… ¿Qué debía hacer ahora? - ¿a que… a que te… refieres?
- Para lavarte – el muchacho comenzó a desenlazar las vendas, dejando al descubierto la carne herida del youkai – algunas de tus heridas siguen siendo de cuidado… probablemente te lastime moverte mucho…
-No yo… no necesito ayuda –su orgullo estaba siendo mas maltratado que su cuerpo, pero por algún motivo, no le molestaba mucho – ¡dame eso!... pervertido…
-¿Que! –Inuyasha se carcajeó sonoramente – ni que quisiera tocarte idiota!...
-Si claro...
-Solo quiero evitar que te reabras las heridas que apenas están sanando… me asustaste mucho ¿sabes? – Inuyasha, sin preguntar de nuevo, arrebató la esponja de las manos de su hermano, y colocándose detrás de él, inició el delicado trabajo de lavarle la espalda y el cabello – pero no creas que pienso lavarte… ahí… ¡Eso lo haces tú!... ¡ahí no tienes daños!
Sesshoumaru, no pudo evitar una carcajada sincera… su tonto hermano… ¡vaya que lo quería!... y para ser sinceros… el tampoco quería que le lavara ahí… pero por lo demás, estaba siendo muy gratificante sentirse limpio de nuevo…
Pronto, entre los dos, lo tuvieronreluciente e impecable de nuevo. Inuyasha se había encargado de conseguir un kimono completamente blanco, de una seda finísima, que Miroku había confiscado de una de sus correrías "anti-malas-energías" que solía realizar.
Tras vendarle de nuevo, y ayudarle a vestirse, Sesshoumaru quiso emprender el camino de regreso hacia sus acompañantes…
Inuyasha lo impidió.
-Mañana Sesshoumaru… es muy noche, deben estar durmiendo. Además sería bueno que dejaras descansar un poco más tu cuerpo… -el hanyou se mantenía de pie, a la entrada de la cueva- probablemente para mañana habrá pasado todo riesgo de que se te abran nuevamente…
-Esta bien – Sesshoumaru volvió a tomar asiento lenta y cuidadosamente - supongo que es verdad…
-¿Sabes? Siempre me sentí muy orgulloso de mis capacidades demoníacas de recuperación… pero las tuyas son absolutamente impresionantes… -Inuyasha hablaba con la vista perdida en el estrellado cielo nocturno - simplemente, yo no hubiera sobrevivido…
-Sí… lo hubieras hecho… -Sesshoumaru buscaba, curioso, sus ojos – no en vano llevas la sangre de los demonios-perro.
-Pero yo soy un híbrido… -El muchacho rehuía su mirada- ¡Bueno! Lo importante es que estás bien…
-Inuyasha… -llamó el youkai
-¿Qué?
- Mírame…
Al joven hanyou obedeció, sin saber muy bien por que. Bajó los ojos hasta encontrar los de su hermano mayor. Había orgullo, reproche… y algo muy, muy parecido al amor en ellos…
-Escúchame bien, hermano… nunca vuelvas a menospreciarte así… por que de ese modo humillas la sangre que llevas en tus venas… que también es la mía… -Sesshoumaru se levanto lentamente, sin perder el contacto visual con Inuyasha - y sobre todo…
-¿Qué?... ¿sobre todo, que? –Inquirió ansioso el hanyou, ante la prolongada pausa
- Sobre todo, nunca vuelvas a evitar mi mirada… -contestó el youkai
-¿Cómo? –Inuyasha no entendía que pasaba
- ¿No te das cuenta? – en los áureos ojos del youkai se reflejó la tristeza - ¿no recuerdas?... tus ojos fueron lo primero y último que vi antes de perder la conciencia… lo único que recuerdo… además de tu olor…
-¿Hermano…? –Inuyasha no sabía si podía darle rienda suelta a sus impulsos… - ¿tú…?
Entonces, decidió que era muy pronto… el Taiyoukai podría ofenderse, y eso era lo que menos quería. Así que prefirió dedicarle una sonrisa todo lo amorosa que pudo.
Fue entonces que se percataron.
Ahora eran casi igual de altos. Sus miradas se encontraban a la misma altura. Sus cuerpos, musculosos, reflejaban la misma fortaleza.
Inuyasha se había convertido en un hombre, frente a su propio hermano.
Aún conservaba, y conservaría durante mucho tiempo más, ese aire desenfadado y voraz de la juventud. Pero ya no era un jovencito. Nunca más se mirarían de la misma forma.
Ahora, podían considerarse iguales.
Tal vez por eso, o quizá por las repentinas e incompletas memorias, que llegaban a flashazos a la mente del youkai, de un joven de pelo plata, acunándole, fue que el Gran Sesshoumaru, el Taiyoukai más poderoso… el Señor de las Tierras del Oeste, consideró oportuna su acción.
Sin pensárselo más, extendió su mano hacia el hanyou y tomándolo de los hombros, lo jaló hacia sí, pegándolo contra él, en el abrazo más raro y sincero del mundo…
Inuyasha, al inicio sorprendidísimo, respondió con suma rapidez, pasando sus brazos, delicadamente, alrededor de la cintura del Taiyoukai.
Ambos con los ojos cerrados.
Ambos sin querer romper el lazo… ¿sabía Sesshoumaru, cuanto había necesitado su pequeño hermano, ése calor antes?
No… no lo sabía… por que de haber sido así… jamás hubiesen sido enemigos…
Sesshoumaru absorbía con cada fibra de su ser, la sensación que le producía… el olor, el calor, la suavidad fuerte a la vez del joven que tenía contra él. ¡Que orgulloso se sintió en ese momento!... ¡Su hermano!... ¡Su hermano, por todo lo Sagrado!... tanto tiempo perdido… enredaba lentamente sus dedos en los blancos cabellos, para respirar el perfume que despedían.
Para Inuyasha, encontrarse en esa situación, fue la panacea a todas sus inquietudes. Al fin, su único hermano, su lazo de sangre… su lazo con su padre… de quien se sentía tan orgulloso como in merecedor, le ofrecía el consuelo a su espíritu… nunca más se sentiría solo… se dedicó a grabarse a fuego todo lo que sentía en ese momento… ¡Que fuerte era!... ¡Que impactante!
Hermanos…
Ya podían considerarse así.
Los ojos dorados de ambos no dejaban lugar a dudas. Eran simiente del mismo ser… eran fruto producido por un Grande entre los grandes…
Los hijos de Inu-no Taisho habían encontrado el camino…
Por fin, y para dolor de ambos, el abrazo llegó a su final. Inuyasha obligó al mayor a recostarse y dormir. Al día siguiente retornarían a sus vidas normales.
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- Inuyasha! –Gritó una feliz Ahome, corriendo hacia él –Sesshoumaru! Gracias a Dios que estás bien!
- ¡Sesshoumaru! –Sango y Miroku se le acercaron, respetuosos, pero felices – curado, gracias a Buda!
-¡Señor Sesshoumaru! –Rin, entre lágrimas y risas, abrazaba con fervor una pierna del susodicho, arrancándoles sonrisas a todos - ¡Volvió¡Lo extrañé tanto!
-Sí –el Taiyoukai paseó la vista por sobre todos ellos – estoy bien ahora…
-Aún tiene algunas heridas para cuidarse, pero no hay peligro alguno –aclaró Inuyasha – además, seguro que en un día más estará como nuevo!
-Así es! –puntualizó Jaken, inflado de Orgullo por su Señor – Mi Amo Sesshoumaru es incomparable!
- Es hora de irnos –Sesshoumaru habló suavemente, casi en un susurro – volvamos al palacio…
Fue entonces que todos se despidieron, calmadamente. Palabras de ánimo y alegría. Ligeros roces… abrazos de parte de los niños…
- Inuyasha –llamó Sesshoumaru
-¿Dime?
- Nos veremos pronto –el youkai acomodó lentamente el cuello del ahori rojo, con un movimiento experto - ¿Por qué eres tan descuidado con tu apariencia?... van a pensar que somos iguales!
-¡Ah no! –exclamó el joven - ¡Eso sí que no!... jamás sería tan "remilgado" como tú! – dijo aparentemente fastidiado… pero al mismo tiempo, acomodaba un plateado mechón del sedoso pelo de Sesshoumaru, tras su oreja - ¿Acaso crees que me gustaría que nos relacionaran?
-¡Nunca!... además… ni siquiera nos parecemos…
Toda la conversación fue atestiguada por un inmóvil y casi infartado grupo, que no podía creerlo. Esos dos se hablaban con naturalidad, con afabilidad.
Se Tocaban con confianza…
Que Náraku los matara… por que ya lo habían visto todo…
-Bueno… Rin…Jaken –llamó el youkai – vamonos…
-Sí Señor –gritó Rin, feliz, y corrió tras él
-Es hora de continuar muchachos… ¡Vamos a conseguir esa maldita perla de una vez! –Inuyasha giró hacia sus amigos, luego, inició la marcha, sin esperar al torrente de preguntas, que de seguro le atacarían… - Sube a mi espalda Ahome!
-¡Claro! –La muchacha se acomodó – me da tanto gusto por ti... querido Inuyasha...
Así, tranquilos, y esperanzados, iniciaron el viaje de nuevo…
Un viaje que pronto vería su fin… y que les había reportado más beneficios de los que jamás soñaran…
CONTINUARA…
Volvio… musa inclemente que me tenía en el abandono… infiel compañera… pero tan deseada…
