Todos los personajes son propiedad de Rumiko Takahashi la grande!
El punto de vista de Miroku... de un par bastante peculiar (como si no fueran lo suficientemente peculiares por sí mismos)
HERMANOS
Un día cualquiera
Era una estampa digna de verse, aunque en ocasiones el sentimiento de incredulidad resulta más fuerte que la realidad de la que son testigos... Ambos hombres de pelo plateado, juntos, luchando hombro con hombro, respirando el mismo aire... ambos hermanos, que antes fueran enemigos acérrimos, ahora reunidos con un fin común...
Matar a Náraku.
Miroku los observa pensativo. Al principio, creyó que sentiría alguna clase de celos. Después de todo, Inuyasha y él habían llegado al pacto de ser como hermanos, y por sobre todas las cosas, el monje valoraba eso.
La llegada del youkai a sus vidas, aunque extrañamente distante, era la certificación de que Inuyasha, en efecto, tenía un pariente directo, con su misma sangre corriendo por sus venas, con su misma apariencia y la misma terquedad; a diferencia de él, que ya tenía suerte de existir, debido a la maldición que pesaba por sobre su familia.
Tan perdido estaba en sus pensamientos, que nunca notó a su amigo hanyou aproximándose a él, hasta que ya lo tuvo sentado a su lado, y mirándolo con algo muy parecido a la curiosidad morbosa.
-¿Qué te pasa, Miroku? – Inuyasha seguía viéndole a la cara, desde muy cerca – tienes mucho rato así, distraído...
-Nada, querido Inuyasha, solo pensaba –Miroku trataba de ignorar los dorados ojos del muchacho - ¿y tu?
- ¿Yo que? –Inuyasha intentaba encontrar sus ojos – yo nada... yo vine a preguntarte, así que no me cambies el tema.
- Inuyasha... ¿puedo preguntarte algo? –Miroku al fin le miró directamente
-Claro
-¿Cómo te sientes con la presencia de Sesshoumaru? –Miroku pudo ver como el youkai, sentado bastante lejos de ellos, se sacudía un poco, como sorprendido – es decir...
- Entiendo lo que quieres saber... pero, ¿cómo decirlo? –Inuyasha posó las doradas orbes, sobre su aparentemente dormido hermano – ay, Miroku...
-Solo dime la verdad, Inuyasha
-Me da... mucho gusto tenerlo con nosotros... aunque...
-¿Tienes miedo que tarde o temprano te dé la espalda?
- De nuevo –suspiró el hanyou – se aparte de mí. Por que ahora ya no podría luchar contra él.
-Ya veo. Pero para ser sinceros, dudo mucho que vuelva a ser tu enemigo. Será muy especial, pero tiene honor –Por algún motivo, aunque en el fondo deseaba alejar un poco a esos dos, para recuperar a su amigo, no pudo dañarlo – y no creo que tras esta reunión, quiera hacerte mal alguno.
- No lo sé, Miroku. –Inuyasha cerró los ojos y bajó el rostro – de todos modos, por el momento, pienso vivir al día. Mientras esté a mi lado, disfrutaré de su presencia y veré que aprendo. Si alguna vez se aleja, ya veremos...
-Bueno, solo recuerda una cosa, Inuyasha –Miroku pasó un brazo por los hombros del hanyou, y lo atrajo contra sí – siempre estaré a tu lado... hicimos una promesa.
-Aunque no la hubiéramos hecho, Miroku, sé que aún así permanecerías conmigo...
-Por que somos amigos... no... somos hermanos –Miroku recargó la mejilla en el hombro de Inuyasha, quién le posó la mano en la rodilla – y confiamos uno en el otro.
-Sí. Nunca lo olvido, monje tonto. Por cierto, mira eso –dijo, señalando al otro peliplateado.
Y ambos captaron el momento en el que el Taiyoukai se ponía de pie, con aquella elasticidad que hacía parecer que levitaba, y les clavaba la mirada mas profunda que pudiese tener, para internarse luego en el bosque.
Un grito femenino alertó a Inuyasha para salir corriendo hacia donde Sango, Rin y Ahome descansaban, solo para encontrar el motivo de tan disperso horror...
-¡Mátala! Inuyasha –Ahome gritaba agarrada de Sango, que se protegía con el Hiraikotzu- Matala!
-¿Es una broma, Ahome? –Inuyasha, con una enorme gota en la nuca, tenía sostenida en la punta de la espada, una gorda y peluda tarántula - ¿le tienes miedo a este pobre bicho?
-¡No me gustan las arañas! –Ahome seguía semi trepada en la pobre exterminadora – menos las peludas...
-Señorita Ahome, pero si usted destruye demonios verdaderamente repulsivos –Miroku se sujetaba la frente, en un gesto de vergonzosa incredulidad – y, Sango querida, no lo creo de ti...
- Yo no tengo nada que ver –Sango se veía un poquito gris –Ahome me asustó!
-¿Es en serio Ahome? –Inuyasha se puso al insecto sobre su brazo y le dejó hacer – pobre criatura... mejor la dejo ir. – Rin trataba de agarrar al insecto, impidiéndoselo las demás mujeres
-¿DE CUANDO ACÁ, TU TIENES TANTA PIEDAD, INUYASHA? –el grito resonó por todo el territorio Japonés, y alguien juró después que en otros continentes hubo terremotos - ¡ALEJALO DE MI!
-Ay, bueno. Es solo una araña
-En realidad es una tarántula, Inuyasha – Miroku se inclinó sobre el bicho – mejor dámela, la iré a dejar bastante lejos. Tu quédate con la señorita Ahome.
Y, tomando con todo cuidado al objeto de tan terrible terror, lo envolvió en un pañuelo, y se internó por un estrecho sendero, para dejarlo cerca de una cueva que vislumbrara horas antes.
- Tendrás un buen hogar, amiguita –Miroku caminaba cuidando de no asustar mucho al insecto – oscuro, fresco, y sobre todo, lejos de esas mujeres tan gritonas...
Y la dejó en la boca de la cueva, a la que la agradecida tarántula se internó a toda velocidad. Miroku sonreía al ver la enorme felicidad que el "pobre bicho" reflejaba.
-Así deberíamos ser todos –se dijo a sí mismo el monje – agradecer esos pequeños pero increíbles milagros que día a día se nos regalan. Y disfrutar cada minuto, pensando que mañana, quizás alguien nos elimine... por que estamos gordos y peludos...
-Muy filosófico, monje –la voz provenía de muy cerca a espaldas suyo
Giró tan rápido como la sorpresa se lo permitió, casi chocando de frente con el alto Taiyoukai que permanecía impasible, quieto, y amenazante.
- ¿Sesshoumaru? –Miroku se aterrorizó al percatarse que nunca sintió su presencia - ¿Qué?... - ¿tanta energía maligna, y nunca sintió nada? Algo estaba muy mal
-¿Qué relación tienes con Inuyasha? –espetó de pronto
-¿Relaci... que? –Miroku, al verle a la cara, entendió lo que pasaba -¡Sesshoumaru! ¿no estarás pensando que, Inuyasha y yo... verdad?
- ¿No?
-¡Claro que no! –Miroku soltó por fin el aire – somos amigos... muy amigos
- ¿Cómo hermanos? –el youkai parecía escrutar en el fondo de su alma
- Sí, en cierto modo – el monje caminó un poco, para abrigarse a la sombra de los árboles – sí. ¿Te molesta?
-No. Me dio la impresión de que no te gusta mi presencia
-No es eso. Al principio, bueno, me preocupé un poco. Pero ya no, ahora me alegro de que estés aquí, junto a nuestro Inuyasha, que realmente necesitaba, ya sabes... necesitaba conocerte...
- ¿Tu también dudas de mí? –Sesshoumaru se recargó en un grueso tronco, y miró al cielo – monje...
-Te diré la verdad –Miroku se paró justo frente a él – no, no dudo de ti. Aunque te juro que al principio deseaba dudar. Deseaba que te alejaras y nos dejaras tal y como estábamos... éramos un equipo, una familia. Ellos son mi familia. Más ahora...
-¿Tanto lo aprecias? – Sesshoumaru bajó un poco el rostro, para buscar los zafiros de su interlocutor, que no levantaba la cabeza - ¿Tanto así?
- Sí. Todos queremos con toda el alma que él sea feliz. ¿Sabes? Sufrió mucho, aunque nunca se queja, y mucho menos nos cuenta. Pero hemos ido descubriendo cosas de su vida que hubieran vuelto loco a cualquiera. Aún así, conservó su alma noble, y su espíritu justo... su lado humano...
-Conservó su lado humano... – el youkai se notaba imbuido en sus pensamientos – humanos... nunca los entenderé.
- Tal vez nos entiendes más de lo que quisieras. Si no, no estarías aquí...
- Yo no... – pero su expresión cambió violentamente
Y, sin previo aviso, y antes de que nadie tuviera tiempo de decir algo más, una gran explosión destrozó una colina cercana, encontrándose Miroku, de pronto, transportado por los aires por un brazo que parecía hecho de roca, asiéndolo de la cintura.
Sesshoumaru lo había sacado del curso de un enorme monolito que estuvo a punto de matarlo.
El aterrizaje fue suave y certero. Inuyasha luchaba ya contra la inmensa, pero poco inteligente criatura que había tenido la aún menos iluminada idea de almorzárselos. Mala, muy mala idea.
El único inconveniente, era que la criatura llevaba consigo a su familia, una media docena de cosas llenas de púas y dientes, que lucían muy hambrientas.
El Taiyoukai se encargó de un par gigantesco, mientras Miroku y Sango se despachaban uno cada quién. Para entonces, Inuyasha desintegraba a los restantes con un poderoso Viento Cortante.
Una carcajada general surcó el ambiente, relajándolos a todos. ¡Y hablando de cosas Peludas! No había nada de que preocuparse. Naraku no estaba involucrado.
Sesshoumaru envainó la espada, y estaba a punto de alejarse, cuando una mano en su hombro lo detuvo.
- Sesshoumaru –Miroku clavaba sus azules ojos en el ámbar dorado del otro – creo que hay algo que debes saber...
-¿Qué cosa?
- Te guste o no, ahora también tú eres parte de este equipo... –El monje le sonrió con toda sinceridad – eres parte de esta familia...
-¿Te has vuelto loco?
-Nop! Y gracias!
Y el pelinegro se alejó, sonriente aún, para ir junto a su amada Sanguito, a intentar manosearla un poco, para olvidar las vicisitudes del día. Una cachetada y un gran chichón después, el monje conservaba su risa, y trataba de parecer inocente.
-Sigo sin entenderlos – murmuró Sesshoumaru.
Pero un esbozo de sonrisa adornaba sus labios. Y su joven medio hermano se alegró de verlo.
Miroku tenía razón. No había nada de que preocuparse.
Y una tarántula, bastante más inteligente, corrió a su lado en busca de comida, alejada de las chicas, pero bajo la mirada escrutadora y divertida de dos hombres de pelo plateado, que mejor se reservaron el conocimiento de ese hecho, para evitar sustos innecesarios.
CONTINUARÁOjalá que hayan disfrutado este pequeño capítulo, cuya intención fue demostrar como el youkai sin desearlo, ni proponérselo, terminó formando parte del grupo del Inuyasha... ¿o sería al revés?
Gracias, muchísimas gracias por llegar hasta aquí conmigo, y espero llenar sus expectativas con lo que sigue...
A los que me han escrito, y no he contestado, por favor, mis más sinceros agradecimientos, y profundas disculpas... como excusa, debo decir que me mudé de casa y aún no instalo el teléfono... en los cibers no me da tiempo de ponerme a contestar todo... pero les mando un beso!
