Disclaimer: Estos personajes, excepto Andrea y sus hijos, no son míos sino de J. K. Rowling, Warner Bros y no sé quien más; no gano dinero con ellos así que no me demanden, por favor.

Tras el Velo

Elanor Black

Capítulo 26: La historia de Andrea.

-Harry, qué demonios crees que estás haciendo- le regañó Roberto cuidándose mucho de no alzar la voz, mientras lo sujetaba con una fuerza que hizo a Harry detenerse en el acto- vuelve ahora mismo al lugar en el que estabas, ¿es que acaso quieres poner a Claudia en peligro?, porque si vas con ella, y es cierto que te están buscando a ti, no harás otra cosa que provocar un desastre, así que deja de hacer tonterías. Mientras ella no llame la atención, no pasará nada.

Harry, algo molesto, no pudo negar que Roberto tenía razón, y de mala gana volvió a meterse en la imagen de aquella chica, que no había podido ver desde dentro.

-Sabes, Harry, creo que te iría algo mejor, si pensases más las cosas antes de hacerlas-dijo el chico en tono no del todo amistoso.

-¿Y me lo dices tú que has provocado que Claudia se vaya a la tienda?-le recriminó ácidamente

-En realidad, era necesario saber que estaba haciendo ese mortífago, y prefiero que haya sido ella la que se ha ido a vigilarlo.

-¡Serás cobarde!-lo acusó Harry.

-No quería que se quedara sola… contigo-lo interrumpió él, remarcando la última palabra.

Harry se quedó un poco sorprendido ante la explicación, imaginando que tal vez el chico estaba celoso.

-No quiero que te engañes, Harry, Claudia es muy importante para mí, y la protegeré por encima de todo. No voy a permitir que le hagas daño, así que te aconsejo que la dejes en paz.

-¿De qué estás hablando?-preguntó Harry-yo no voy a hacerle daño-se defendió molesto el entender que el otro chico se creía con derechos sobre la chica.

-Hablo de que no voy a permitir que juegues con ella. No sé si crees que está sola, pero si es así, te equivocas. No me considero una persona tonta, no creas que no sé lo que ha estado pasando.

-Mira, no sé que es lo que te habrá dicho Claudia-intentó defenderse Harry.

-Claudia no me ha dicho nada-lo interrumpió Roberto- pero la conozco lo suficiente. Harry, me caes bien, pero no juegues con ella, porque lo sabré y te prometo que no sería una buena idea.

-¿me estás amenazando?-preguntó Harry en tono seco.

-Tómalo como una declaración de intenciones, en todo caso, ahí viene mi chica-dijo Roberto sonriendo al ver acercarse a su hermana.

Harry lo miró algo sorprendido y no muy contento por el modo en que el otro chico se había referido a Claudia. ¿Quién demonios se creía ese chico para amenazarle, y mucho menos para insinuar que él estaba jugando con aquella chica?

Roberto no era una persona especialmente risueña, como lo eran Brian o Claudia, pero la sonrisa del chico era franca, y expresaba más alivio del que pudiera esperarse, realmente el chico se había preocupado.

Y la reacción de Claudia no se hizo esperar, para mayor enfado del chico de ojos verdes, ya que al ver la sonrisa de Roberto se contagió, iluminándose de alegría.

-¿Pero serás tonto? No deberías preocuparte tanto, deberías saber que puedo defenderme. ¡Mi niño!- dijo contenta mientras le daba un pellizco en la mejilla, tratándolo como a un crío de cuatro años.

-Ahh- se quejó Roberto por el pellizco- no te mereces que me preocupe por ti, sabes que odio que me hagas eso.

-Por eso me encanta hacerlo-repuso claudia muy contenta- ah, casi me olvido, también tenemos a Alex aquí- y con toda la familiaridad del mundo, también le pellizcó en la mejilla.

Aquello tomó a Harry completamente fuera de onda. Apenas unos instantes antes, empezaba a ponerse celoso por la relación que tenían los chicos, y pensando que quizás sí que había algo entre ellos, cuando sin previo aviso Claudia le pellizcaba la cara. Nunca antes nadie había hecho eso con él. La tía Petunia sí que se lo hacía a Dudley, y en principio, cuando era sólo un crío lo había envidiado, también quería recibir muestras de un cariño que nunca llegó, pero más tarde se auto convenció de que era preferible que nunca se lo hubiesen hecho. Era ridículo, que con quince años la tía tratase a su hijo como un bebé, pero la sensación que Claudia le había provocado, había sido explosiva. No lo había sentido como un juego infantil, ella lo había tocado cariñosamente, como una broma, pero su contacto había sido como una descarga de energía y agradecía infinitamente estar bajo la imagen de Alex porque de otra forma habría sido imposible ocultar lo sonrojado que estaba, lo nervioso que se sentía y la mezcla de sentimientos que lo embargaban.

- ¿Y bien?-preguntó Roberto.

-¿Y bien, qué?-preguntó Claudia un poco despistada.

-Pues, ¿para qué has entrado en la tienda?, ¿es que te has comido un caramelo aturdidor?-la regañó Roberto impaciente.

-No, en realidad he probado uno de esos chocolates con efecto picante que regalaban de promoción.- explicó la chica para desesperación de su hermano, que ya empezaba a resoplar- Bueno, y ahora, bromas aparte, debo deciros que realmente, y analizándolo con más detenimiento, se notaba algo sospechoso. Junto al hombre de la mano gris, había dos encapuchados más, que desde luego no parecían interesados en las golosinas, y que parecían mirar muy atentamente a todos los que entraban en la tienda. Imagino, que debe haber mortifagos en la mitad de los establecimientos de Hogsmeade. Además de los tres individuos, y del tendero, había unos diez estudiantes de Hogwarts, incluidos Ginny y otro chico de Gryffindor, no recuerdo cómo se llama, pero era el que estaba en sortilegios mentales contigo, Harry.

-Sí, Dean-confirmó Harry.

-En todo caso creo que sería necesario sacarlos a todos de la tienda, si es que esto llega a mayores-comentó Claudia pensativa.

-Serían útiles unas cuantas bombas fétidas de Zonko-opinó Harry.

-Sí, esa es una idea estupenda. Iré a por ellas-Se ofreció Claudia.

-Muy bien-aprobó Roberto- pero ten cuidado y sé rápida.

La chica no se hizo esperar y emprendió con decisión el camino en dirección a la tienda de artículos de broma de Hogsmeade dejando de nuevo a solas a los dos Gryffindor.

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-Hola, me alegro mucho de que hayas venido a recogerme. Cuando solicité la beca de intercambio, no sabía realmente en lo que me estaba metiendo-dijo Andrea sonriendo.

-No te preocupes, verás como pronto te adaptas a todo esto. Aunque no es usual que alumnos en cursos tan básicos la soliciten, ya que generalmente suelen hacerlo los del último año-contestó Lily.

-Sí, bueno, en realidad tenía muchas ganas de venir a Inglaterra, y esta era la mejor opción. ¿Y tú de qué curso eres?

-Bueno, yo ya terminé los tres años obligatorios, así que estoy haciendo prácticas post-graduado. Tú has terminado primero, ¿Verdad?

-Sí. Así es.

-He oído decir, que los estudios de Auror, en España tienen un nivel bastante alto.

-Bueno, en realidad, no me resultaron tan difíciles.

-Si la persona que lo dice es la número uno de su promoción…- La alabó Lily.

-Caramba, pues sí que estáis informados-se sorprendió Andrea.

-En realidad es mi obligación, puesto que me han designado como tu guía, es por eso que he venido a recogerte, además, cualquier duda o problema que tengas puedes consultarlo conmigo.

-Pues, muchas gracias, Lily-contestó Andrea un tanto dubitativa. Dudas que Lily interpretó como cierta inseguridad, cosa de esperar en una estudiante tan joven.

Durante el resto del camino, mantuvieron una conversación trivial, centrada sobre todo, en las clases, los profesores y las asignaturas que Andrea tendría.

La chica se alojaría en una residencia situada en el interior del recinto que constituía el equivalente al campus universitario en el mundo muggle. Zona en la que además de los estudios conducentes al título de Auror, también se desarrollaban las clases para Medimagos, Cuidadores de Criaturas mágicas, Herbólogos y Profesores de las distintas ramas de la magia.

-¿y dime Lily, las clases de profesores quedan muy lejos de las nuestras?-preguntó Andrea intentando no parecer interesada en exceso.

-Pues, no, están muy próximas.

-Y… el profesor Dumbledore… ¿Da clases allí?

Lily se sorprendió un poco por la pregunta-Pues, no, no suele aparecer por el campus, él es el director del colegio Hogwarts, aunque a veces da algunas conferencias a los profesores, pero no es algo demasiado frecuente.

-Ah, vaya, es que él, tiene una gran reputación, y tenía la esperanza de poder conocerlo, después de todo es uno de los magos más prestigiosos de nuestro tiempo a nivel mundial ¿no?

-Sí, claro-contestó la pelirroja.

-¿Y estuviste tú en ese colegio? ¿Hogwarts?

-Sí, es uno de los mejores, y tuve la suerte de poder estudiar en él.

-¿Y conoces al profesor Dumbledore? ¿Qué tipo de persona es?-preguntó Andrea más ansiosa de lo que hubiese querido parecer.

-Pues es… una persona muy amable, y ante todo un mago muy poderoso-contestó Lily, que ante la fijación de la chica, empezó a imaginar que tal vez, pare ella, Dumbledore sería un equivalente a Gilderoy Lockhart. Sobre gustos no hay nada escrito, pero Dumbledore…-Aunque es un mago muy muy mayor- aclaró por si acaso.

-¿Qué edad tiene?-preguntó Andrea muy tranquila.

-¬.¬ en realidad es algo que desconozco, pero debe ser viejísimo-contestó Lily cada vez más mosqueada.

-También es el jefe de magos del Wizengamot, y miembro de la confederación Internacional de Magos, por lo que deberá viajar a menudo aquí a Londres, ¿no?

-¬.¬' En realidad no conozco demasiado su agenda, pero realmente es un mago muy ocupado, no creo que tenga tiempo para firmar autógrafos-dijo tajante, mientras volvía su mirada al paisaje que aparecía por la ventana del coche.

-Siento haberte parecido tan pesada- se excusó Andrea, al notar que Lily parecía haberse molestado ante su insistencia.

-No te preocupes, en realidad hoy no he tenido un gran día, perdona que haya sido algo borde contigo-dijo Lily conciliadora.

Andrea se quedó un poco decepcionada, había tenido la esperanza de que en Inglaterra podría averiguar algo más de aquel hombre que encerraba la llave a su pasado, pero todo era hermético en el caso de Albus Dumbledore. De todos modos no se rendiría por un par de dificultades. No en vano había viajado a aquel país a pesar de la oposición de su padre. Pero ya era mayor de edad, y no necesitaba su permiso explícito para viajar de un país a otro, y en este caso conocer algo más del pasado de su madre biológica era su objetivo. Su otra madre, la mujer que se había casado con su padre, se había mostrado comprensiva ante la postura de Andrea, y le había dado la idea de solicitar una beca de intercambio para poder pasar una temporada más o menos de incógnito.

Había crecido pensando que su madre había muerto al nacer ella y siempre se había considerado una persona normal, hasta que al cumplir los once años recibió una carta de un extraño colegio en el que se le informaba que era una bruja, y se la invitaba a matricularse en el mismo para el desarrollo y dominio de los poderes con los que había nacido.

Al principio, ella y su padre pensaron que todo era una extraña broma, pero un día, se presentó a la puerta de su piso, una mujer, aún más extraña que vino a confirmar la veracidad de la carta y explicarles que la magia, era algo más que un recurso para los libros infantiles o una mentira de charlatanes estafadores. Finalmente, Andrea consiguió convencer a su padre para ingresar en aquel colegio, ya que él no parecía muy favorable a la idea.

La facilidad que la chica tenía para realizar los encantamientos más difíciles era algo que sorprendía mucho a sus profesores, y gracias a ello, y a pesar de no estudiar demasiado, se graduó con las más altas calificaciones e ingresó en la escuela de Aurores más prestigiosa y exigente del país.

Pero el día que cumplió dieciocho años, tuvo una larga y sorprendente conversación con su padre.

Había conocido a la que sería su madre un verano. Él entonces trabajaba como camarero, para poder pagarse sus estudios universitarios, en una zona muy turística de la costa. Allí conoció a una simpática y preciosa chica inglesa, que estaba de vacaciones con un grupo de amigos. Ella, a penas estuvo allí una semana, pero ese tiempo, fue suficiente para que ambos chicos se hiciesen amigos, e incluso algo más. Todo había surgido, a raíz de que la chica había perdido un medallón de gran valor sentimental, y él tuvo la suerte de encontrarlo y devolvérselo, tras aquello, siempre que lo veía lo saludaba muy cálidamente, o cruzaban una par de frases aunque él por ser un empleado del hotel en el que ella se alojaba, no debía ser demasiado familiar. Finalmente, en su día libre, la encontró en una fiesta nocturna en la playa, charlaron, bromearon, y al parecer, pasó algo más, ya que Andrea, era la prueba viviente de que así había sido...

Al día siguiente, con gran consternación, el joven descubrió que la chica se había ido de vuelta a su país, no tenía su dirección ni modo alguno de mantener el contacto así, que un poco decepcionado, olvidó el asunto, hasta que nueve meses después tocaron a la puerta del piso que compartía con unos amigos durante el curso universitario.

Al abrir, se encontró frente a frente con Alice Lexter, que así se llamaba la chica, o eso creía él. La joven tenía muy mal aspecto, y llevaba en brazos un pequeño bulto. Al verlo, sonrió aliviada y para su sorpresa, lo besó apasionadamente.

-Mi única familia es Albus Dumbledore, pero sólo debes recurrir a él como última opción. Intentaré volver pronto a por ella. Cuídala.

Tras lo cual, puso el bulto en brazos del chico y salió corriendo de allí. Aquello fue todo lo que le dijo aquella chica. Ni una palabra más. Ninguna explicación.

Pero ella nunca volvió.

Cuando el chico desenvolvió aquel bulto que tenía en sus brazos se encontró con el medallón de aquella chica y con un bebé, una cría recién nacida. Y cuando la criatura abrió sus grandes ojos, y descubrió a aquel extraño, comenzó a llorar, reclamando la presencia de la única persona con la que había tenido contacto hasta aquel momento, su madre. Y el chico, al ver como lloraba aquel pequeño ser, sintió algo cálido e inexplicable, algo que nunca había sentido hasta entonces, y supo que lo daría todo por ella, y sintió que aquella pequeña, era una parte de su ser y supo que no habría fuerza en el mundo que lo separase de ella. Su hija. Era irracional, pero sabía que aquel pequeño ser era su hija. El llanto de aquella criatura traspasó su ser y le juró que siempre la cuidaría, y que la protegería por encima de todo y que la llenaría de amor, del amor que brotaba a borbotones de su corazón. Y cumplió su promesa.

Las primeras semanas fueron caóticas, no tenía ni idea de cuidar niños, cuando llegó el fin de semana volvió a casa, a la casa de sus padres, pero no volvió solo. Llevaba consigo a su hija. No sabía cómo se lo tomarían, pero necesitaba ayuda, al menos que le explicasen lo básico, porque entre él y sus compañeros de piso aunque consiguieron salir adelante, no en vano, la novia de uno de sus compañeros trabajaba en una farmacia y les echó una mano, pero no podía esperar que Ana le dijese cada cinco minutos, porqué lloraba la niña.

Cuando su madre le vio llegar con aquella especie de mochila en la que transportaba a la niña, le echó una bronca como pocas había tenido hasta entonces. Lo puso de inconsciente, de inocentón al que engañaba cualquier chica, de loco, de mil cosas, pero cuando Julio, que así se llamaba el chico, puso en manos de su madre a la criatura, todas las quejas dejaron de existir, la niña miró a su abuela y sonrió. El chico se quejó amargamente de que cuando lo vio a él, se puso a llorar, cosa que no hizo más que aumentar el ego de la nueva abuela.

Más tarde, cuando el resto de la familia conoció a Andrea, todos coincidieron en lo encantadora que era la pequeña, y en lo poco que se parecía a Julio.

Ciertamente los ojos azules, y el pelo rubio y ondulado no era una característica de la familia Márquez, todos eran morenos o como mucho castaños, pero a medida que la niña fue creciendo, sus rasgos se iban asimilando más y mas a su padre, para orgullo del joven.

Julio, a pesar de la oposición de su madre, y del resto de la familia, se llevó consigo la niña a la ciudad, y con la ayuda de sus compañeros, terminó la carrera, y consiguió un buen trabajo como abogado en un prestigioso bufete de su ciudad natal, de forma que no perdió el contacto con el resto de la familia.

Cuando Andrea tenía trece años, su padre se casó por fin, con una mujer que también tenía dos hijos, uno de quince y otro de diez. Al principio los chicos no se llevaban muy bien con ella, pero después de la primera navidad en familia, algo cambió, y finalmente consiguieron formar una familia cohesionada. La nueva familia de Andrea, era tan muggle como cualquier otra, pero su reacción al conocer el mundo mágico, fue más que favorable, todos estaban muy dispuestos a conocerlo, incluso más que Julio, que nunca le tuvo mucha confianza. Sospechaba que esa parte de su hija era herencia de Alice, y no podía perdonarle que hubiese abandonado de aquella manera a Andrea a su suerte, después de todo, en sólo la semana que se conocieron , no podía saber realmente que clase de persona era él, y ella había abandonado a su hija sin una explicación, sin una palabra no había vuelto, y más le valía no volver, porque él no le cedería a su hija, no podría.

En todo caso, al principio intentó buscarla, pero no pudo encontrar a aquella Alice Lexter, nunca había existido para las autoridades Británicas, y Julio empezó a sospechar que en realidad todo había sido una mentira, en realidad aquella chica lo había engañado desde el principio dándole un nombre falso, quizás fuese algún tipo de delincuente. No podía creerlo. Sentía que era una buena chica, no podía imaginar que aquella dulce y divertida chica fuese alguien que abandonase porque sí a su hija. Recordaba la noche en la que la había visto por última vez, cuando le había dado a la niña, sus ojos expresaban verdadera pena, y también miedo. ¿Podría haber hecho algo él por ayudarla? Realmente ella no le había dado ninguna oportunidad. Había dicho aquellas extrañas palabras y se había ido corriendo. Albus Dumbledore.

El día en el que Andrea cumplió los dieciocho años, pensó que era el momento de explicárselo todo a su hija. Le había dado el medallón de su madre y le había contado toda la historia.

La chica al principio, se mostró algo decepcionada al saber que había sido abandonada por su madre, pero conforme pasaba el tiempo decidió que quería saber la verdad, y lo único que tenía era un nombre: Albus Dumbledore. Por supuesto, sabía quién era Dumbledore, cualquiera en el mundo mágico sabía quién era. Pero no sabía que hacer. Mandarle una carta no parecía tener mucho sentido. Debía verlo cara a cara. Tenía que conocerlo y saber que era lo que había pasado realmente con su madre.

-Andrea, yo no puedo ir a Hogsmeade, pero tú si que puedes, debes ir rápido, Claudia y Roberto están allí-la voz autoritaria de Severus Snape devolvió a su mujer a la realidad.

-¿¿Claudia??¿¿ Roberto?? ¿¿Hogsmeade??-preguntó confusa.

-Los mortifagos están allí, Dumbledore ha dado la voz de alarma, Granger ha venido corriendo para avisarnos, Colagusano, y otros mortifagos están en el pueblo buscando a Potter, debes ir con los demás profesores, date prisa, en el despacho de Dumbledore hay varios trasladores.

Andrea no se hizo esperar y se fue corriendo en dirección al despacho de su abuelo. Sus hijos estaban en peligro.

Al llegar, había varios profesores reunidos en torno a Dumbledore.

-La orden ya está avisada. Harry Potter, Roberto Aragón y Claudia Green están cerca de Honeydukes donde se supone que está Pettigrew. Nuestro objetivo en primer lugar es poner a todos los estudiantes a salvo. He hecho un sortilegio de llamada para que todos nuestros alumnos regresen al colegio, en todo caso algunos desoirán la llamada, deben hacer que TODOS vuelvan en primer lugar, y nuestro segundo objetivo será apresar a Pettigrew. Debo advertirles que es un animago que se puede convertir en rata, puede ser escurridizo. Todos los mortifagos que puedan capturar serán bajas que debilitarán a nuestro enemigo, debemos hacer que esta trampa se vuelva contra Tom. Creo que no tengo nada más que decir, tengan cuidado. Estos son trasladores que los llevarán a distintas partes del pueblo-dijo señalando a una serie de objetos que había sobre su mesa- busquen a los alumnos y tráiganlos de vuelta. Yo debo buscar y coordinar a los que aún no han llegado.

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Mientras Harry y Roberto esperaban el regreso de Claudia vieron cómo un gran grupo de alumnos de Hogwarts salían de la tienda en silencio y se dirigían hacia el colegio.

Todo parecía tan natural, quizás ellos también deberían volver al colegio, tenían tantas cosas que hacer, los deberes, el quidditch. Un momento, debían esperar a Claudia ¿no?

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Bueno chicos y chicas, hasta aquí este capítulo, que espero que os haya gustado.

Como siempre, espero vuestros reviews, para que me deis vuestras opiniones, sugerencias, críticas o simplemente me digais que habeis leído el capítulo, yo me conformo con eso, mentira, me pongo muy contenta. Así, que bueno, un beso para todos los que habeis leído el capítulo, y muchísimas gracias a todos los que me dejasteis review el capítulo anterior. Podría intentar responderlos, pero eso supondría que no suba esto hasta dentro de un par de días, así que prefiero subirlo ahora, y os contesto en el próximo capítulo, ¿vale?

Bueno, lo dicho, sed felices.