Disclaimer: Ranma y todos sus personajes son propiedad de Rumiko Takahashi.

Los álbumes de fotos robados,

Un misterio de Nabiki

Por

Dr Facer

-II-

Nabiki se agachó y revisó cuidadosamente la base del enorme closet en donde Kuno guardaba sus álbumes. Kuno se mantenía de pie junto a la puerta, observando mientras Nabiki analizaba cada centímetro de su habitación.

Nabiki encontró una pequeña astilla bajo el closet, la cual se guardó. Después revisó la ventana y finalmente, debajo de la cama—. No, no hay nada aquí.

—Te lo dije— advirtió Kuno, aburrido.

La joven Tendo caminó hacia el closet y esta vez revisó la cerradura. No esperaba encontrar nada, pero sí lo hizo. La cerradura tenía una pequeña marca debajo, —¿Esto estaba así ayer?

Kuno miró la raspadura—. No lo sé. Quizás, mi hermana suele abrir este closet sin mi permiso.

—Ya veo. ¿Saliste ayer de la mansión?

—Mi hermana fue a comprar un vestido nuevo. Yo fui con ella.

—¿Se quedó alguien en la casa?

—No lo creo, las criadas no tienen permiso de entrar a nuestros cuartos más que temprano por las mañanas; y el álbum aún estaba aquí en ese momento. Lo sé porque la última vez que vi la fotografía fue antes de que mi hermana y yo saliéramos.

Kuno se dio una palmada en la frente—. ¡Lo olvidaba! Tal vez te sirva saber que un viejo álbum de fotos familiares que encontró mi hermana ayer también fue robado.

—¿En serio? Interesante

—¿Interesante?— Preguntó Kuno.

Nabiki no le respondió.

—¡Te estoy hablando!— Gritó Kuno.

—Ya terminé aquí— dijo Nabiki con tranquilidad—. Ahora sólo tengo que revisar el cuarto de tu hermana.

—No creo que nos permita hacer eso.

—Sólo llévame allí.— Pidió Nabiki.

Kodachi permitió que Nabiki revisara su habitación sólo después de que la joven Tendo explicara que era para buscar pistas sobre el álbum perdido. Por supuesto, Nabiki no le dijo cuál álbum.

Dentro del cuarto de Kodachi, Nabiki descubrió que la cerradura del escritorio de la niña Kuno también tenía una ralladura, y debajo del escritorio, se encontró otra astilla—. Terminé— dijo Nabiki mientras guardaba la segunda astilla en su bolsillo—. Sólo necesito hacer otra cosa antes de encontrar lo que perdieron.

Los hermanos Kuno miraron a Nabiki—. ¿Estás segura?— Preguntó Kodachi.

—Lo estoy— aseguró Nabiki—, Kodachi, ¿tú o tu hermano tuvieron visitas ayer?

—Sí— dijo Kodachi—, mi hermano tuvo un invitado.

—¿En serio Kuno? Dime quién vino a verte— inquirió Nabiki.

Kuno se rascó la cabeza—. Pues, sí. Gosunkugi vino ayer. Me trajo unas cosas que le pedí que comprara para mi.

—¿Recuerdas qué hora era cuando estuvo aquí?— Preguntó Nabiki.

—No pudo ser después de las cinco, porque a esa hora yo y mi hermana no estábamos aquí.

—¿Gosunkugi tiene entrada libre a la mansión?

Kuno negó con la cabeza—. No, y no creo que él robó el álbum.

—¿Por qué no?— Quiso saber Nabiki.

—Porque no estuvo en Tokio la noche anterior.

—¿Cómo sabes eso?

—Vi que tenía un boleto de autobús para Kyoto— respondió Kuno.

—Y yo recuerdo que dijo que sus padres lo llevarían a visitar algunos templos— agregó Kodachi.

Nabiki parpadeó—. Bien, eso destruye mi primer teoría.

Nabiki caminó al pasillo—. No les molesta que hable con las criadas, ¿verdad?

—Has lo que quieras— dijo Kuno mientras volvía a su cuarto.

—Pero no olvides reportarte con nosotros antes de irte— ordenó Kodachi antes de marcharse. La joven Tendo fue primero al cuarto de lavado, en donde encontró algunas criadas y así comenzó la segunda parte de su investigación. Aparentemente, ninguna había visto nada, ya que ellas eran del turno matutino y, de acuerdo a lo que le dijeron, sólo dos criadas trabajaban en la mansión por las tardes y ninguna por la noche. Nabiki le dijo a Kuno y a Kodachi que tenía una buena pista y que pronto el álbum estaría de Nuevo en sus manos.

Una vez fuera de la mansión Kuno, Nabiki hizo una corta parada en una casa de aspecto tenebroso. Todas sus ventanas estaban cerradas, así que lo más seguro es que no hubiera nadie en casa. ¿Pero qué tal si sí? La joven Tendo rodeó la casa y una vez en la parte trasera encontró unas escaleras que bajaban hasta la entrada al sótano, bajó las escaleras y revisó la puerta. Estaba cerrada. Eso terminó siendo una gran pérdida de tiempo. Suspirando, Nabiki regresó a su casa, necesitaba comparar algunas cosas. Una vez en su recamara, Nabiki analizó lo que tenía. Dos astillas, dos ralladuras en las cerraduras y por lo que sabía, ninguna de las criadas había tomado los álbumes. De eso estaba segura. La persona que tomó el álbum no trabajaba en la mansión Kuno; pero el ladrón sabía lo bastante de los hábitos de la gente en la mansión como para ser capaz de entrar sin ser visto. Nabiki colocó las astillas en su escritorio y las miró con atención. Eran pequeñas, de no más de dos centímetros cada una y eran parte de otra cosa, pero no sabía de qué. Nabiki sentía que reconocía el color y textura de las astillas, pero no podía descifrar a dónde habían pertenecido en un principio. Estaba segura de que estas dos astillas eran la llave para encontrar al ladrón, pero tenía primero que descubrir quién era y porqué usaba herramientas de madera y no de metal.

Horas después, Kasumi entró a la habitación y se encontró a su hermana sentada en una esquina del cuarto, con los ojos fijos en su escritorio y los dedos golpeando rítmicamente la pared.

—¿Estás bien Nabiki?

Nabiki no se movió.

—Nabiki?— Llamó Kasumi de Nuevo, esta vez más fuerte.

—Te escuché la primera vez hermana— dijo Nabiki sin dejar de mirar su escritorio.

—¿Qué estás haciendo?

—Pensar—rRespondió sin ganas—. Y, si no te importa, ¿podrías irte? Necesito privacía en este momento.

Kasumi asintió y cerró la puerta, dejando sola a su hermana menor.

Una vez que estuvo sola de Nuevo, Nabiki abrió su closet y sacó de allí una caja llena de cosas que otros podrían describir como basura. Buscando en la caja, pronto encontró un muñeco vudú. Se lo había comprado a Ranma no hacía mucho, y si no fuera porque podía usarlo para chantajear a Kuno, ya lo habría tirado a la basura. El muñeco era muy interesante, en especial las fibras de madera de las que estaba hecho. Nabiki colocó el muñeco junto a las astillas y como esperaba, era la misma madera. El único problema era que el dueño original del muñeco no había estado en Tokio la noche del robo—. ¡Diablos!— pensó Nabiki—. ¡Esto no es tan fácil como pensaba!

Tres horas después, Nabiki entró en la cocina. Había ignorado la llamada para cenar una hora antes, y tenía hambre. Luego de calentarse algo de sopa y arroz, dejó la casa.

—Espera Nabiki.

—¿Qué quieres ahora Kasumi?

Kasumi sonrió y alcanzó a su hermana—. ¿A dónde vas?

—Voy a resolver un asunto.

—¿Pero a dónde?

Nabiki suspiró—, ¿supongo que quieres venir conmigo?

La mayor de las Tendo asintió.

—Está bien. Quizás y puedas ayudarme

—¡Gracias!— Respondió felizmente Kasumi.

-Continuará-