Día 2 del séptimo mes.

Después de terminar todos los pendientes que tenía que hacer, por fin Anna pudo aprovechar de su tiempo libre de la tarde para relajarse al máximo. Se encontraba en una de las grandes alcobas del castillo, junto con una gran jarra de leche, un gran plato lleno de chocolates y unos buenos cojines, Anna disfrutaba de la hermosa vista que le regalaba el fiordo.

Desde que Anna era pequeña, madre siempre le ha dicho que debe respetar el horario para comer algunos postres, golosinas o chocolates.

Anna, recuerda que primero es la comida y después es el postre.

Sin embargo, Anna se dio el lujo de ignorar por este momento lo que madre le ha inculcado. Sólo será por este pequeño momento, no estaré en problemas si nadie me ve.

Uno por uno, Anna degustaba tranquilamente de los pequeños trozos de chocolates. Por buena suerte de ella no se había encontrado a alguien desde que se escabulló desde la cocina, subir las escaleras, pasar por los pasillos y llegar al balcón. Pero no duró por mucho tiempo hasta que logró escuchar detrás de ella a lo lejos de los pasillos las pisadas de una persona que claramente llevaba tacones.

Había dos opciones. La primera es que podría ser madre que la estaría buscando, probablemente querrá saber si Anna cumplió con sus deberes, pero si madre descubriría lo que está haciendo Anna la regañaría levemente y hasta la podría acompañar a degustar de los chocolates para pasar un momento de madre e hija. Algo lindo, no tenía de qué preocuparse tanto, a excepción de su segunda opción. En su segunda opción era cosa seria y en verdad, en verdad no sabría que hacer si la persona que se acercaba detrás de ella era Elsa, si Elsa se enterara que Anna se encuentra ocupada haciendo ni más ni menos que comiendo chocolates a escondidas de cualquiera y pero aún, sin Elsa, ella no sólo la reprendería seriamente sino que también sacaría su otro yo. Nada del otro mundo, probablemente sólo congelaría las manos de Anna para que jamás vuelva a comer un sólo chocolate y la torturaría obligándola ver a Elsa degustar de los mejores chocolates sin que Anna pueda probar uno solo. Como lo mencioné antes, nada del otro mundo.

A pesar de estar corriendo en una posible, "pequeña" e "insignificante" situación de peligro, desde la comodidad de su sillón, Anna inclinó su cabeza hacia atrás viendo todo de cabeza, ahora todo parecía colgar como los murciélagos. Trataba de ver quién se acercaba hasta que a lo lejos alcanzó a percibir un característico cabello plateado trenzado y un hermoso vestido azul cielo.

¡Eh, qué bien es Elsa! Me pregunto si ya habrá terminado de todos sus deberes para que... Espera un segundo, ¡Oh maldición, es Elsa!

Más rápida que un rayo, Anna se apresuró a terminarse los últimos pequeños trozos de chocolate que quedaban en un sólo bocado, la jarra y su vaso con leche no le preocupaban tanto no podrían dar alguna señal de lo que estaba haciendo. Como no se podía permitir quedarse petrificada por el "leve" temor (miedo) que ahora sentía correr por todo su cuerpo, tenía que moverse y actuar rápido para eliminar toda posible evidencia.

¡Rayos! ¿Qué más, qué más? Se preguntaba hasta que logró ver la charola que contenía pequeñas moronas de chocolate.

¿Qué podría hacer ella? ¿Aventarla por el balcón y que cuando cayera golpeara algún sirviente o soldado que pasara por debajo de ahí? Talvez, pero no se quería arriesgar más de lo que está. No se le ocurría algo bueno, si no fuera gracias por un milagro que cayó del cielo se le ocurrió esconder la charola plateada entre los innumerables cojines del sillón en el que se encontraba. Después de enterrarlo lo más que pudo se sentó encima, ahora su lugar estaba incómodo pero no tenía otra opción que aparentar.

Anna se estremecía cuando escuchaba los pasos de su hermana acercándose cada vez más, con cada paso aumentaba el temblor de sus brazos. Era raro, pero algo le decía que si se atrevería a voltear a ver quedaría petrificada por la helada mirada que le daría Elsa, así que con todas las fuerzas que tenía decidió no ver hacia atrás, ni siquiera por el rabillo del ojo.

Anna se quedó tan rígida como un bloque de hielo cuando una fría, suave e irreconocible mano la sostuvo de su hombro izquierdo. Su amor por Elsa le decía que la viera, pero una minúscula y tierna vocecita de Anna le gritaba que mejor se inclinara a pedir perdón, pues no soportaría ocultarle por tanto tiempo lo que a hecho. Error que ya no puede borrar.

Lentamente, Anna dirigió su mirada hacia arriba para encontrarse con la de Elsa. Lo que encontró fue esa hermosa sonrisa que siempre le encanta y la enamora. Ahora, el temor que sentía Anna por la situación en el que estaba se desvanecía poco a poco.

—¡Elsa! ¿Cómo te va?—

Esa hermosa sonrisa y esa perfecta mirada de Elsa no cambiaban, aún cuando las manos de Anna se sintieron totalmente frías.

¿Mmmh? ¿¡Pero qué rayos, congeló mis manos!?

Así como lo pensó, así fue. Vio que sus dos manos estaban congeladas, no le dolían pero si se sentían realmente heladas por la capa de hielo que tenían.

—Eh Els-Elsa, emm ¿por qué el repentino congelamiento?– Le dijo sin evitar el nerviosismo en su voz.

Con todo lo que podía, Anna trataba de quitarse el hielo de sus manos mientras veía expectante todo lo que hacía Elsa. No le quedó de otra más que quedarse ahí sentada. Lo que ahora estaba haciendo Elsa era caminar alrededor del sillón para estar en frente de Anna, Elsa no le quitaba la mirada al rostro de Anna; cualquiera podía ver que el miedo de Anna era medio ocultado por una máscara de compostura. Con un gesto de sus manos, Elsa logró hacer aparecer dos enormes bloques de hielo, uno en la puerta y otro en el balcón. Estos bloques de hielo se caracterizaban por ser completamente opacos, no dejaban ver el otro lado y también por ser realmente gruesos, la única persona capaz de destruirlos era Elsa.

—¿Hay algún problema?—

Nada, Elsa no pronunció alguna palabra. Sólo seguía viendo a su hermana menor sentada, retorciendo levemente sus antebrazos para poder quitarse el hielo. Elsa se acercó más a Anna, se agachó a su altura hasta quedar cara a cara. Parecía que ni respiraba, pero su mano se elevaba hasta la comisura de los labios de Anna sólo para retirar una suciedad que tenía Anna. ¿Qué raro, no?

Después de haber retirado una parte de la suciedad lo examinó y luego se lo mostró a Anna. Por muy mala suerte de Anna se olvidó de haberse limpiado, ahora era obvio para ella que si tenía suciedad de chocolate en sus labios no se podía imaginar cómo estaría su vestido lleno de migajas.

—¿L-lo siento?— ya estaba esperando los regaños de Elsa.

De inmediato Elsa sonrió. Había logrado su objetivo, burlarse completamente de Anna. A pesar de tratar de ocultar su risa con su mano, Elsa se reía tanto que Anna la acompañó y su temor ahora sí se desvaneció, aún cuando sus manos seguían congeladas.


Chale conmigo, en el primer cap. 800 palabras y en este 1,200 palabras. Sí me pasé...