Primer día de invierno.

Iniciando la época del invierno, Elsa se sentía emocionada y contenta por el clima que se avecinaba. A pesar de que Anna le agradaba un poco más la idea del sol en el verano y en la primavera, disfrutaba de la magia que puede dar la naturaleza con los climas del invierno y además, disfrutaba ver la alegría que le provocaba esto a Elsa.

En todos los inviernos las hermanas siempre se toman el tiempo de pasarla juntas afuera del castillo y en las calles para dirigirse a uno de los tantos lagos que se encuentran en los bosques del reino. Aún no han explorado la mayoría de los lagos, pero en algún futuro ellas mismas sin ayuda de algún mapa descubrirán todos los lagos. Y lo mejor de todo, cada vez que visitan algún lago lo encuentran congelado, en todo su camino siempre lo encuentran cubierto de nieve que está tan blanca que cualquiera pensaría que con pisarla tendría la sensación de suavidad, además, los grandes y frondosos árboles siempre los encuentran decorados por millones y millones de copos de nieve.

En este invierno las hermanas se tomaron el tiempo de pasarla juntas, así que decidieron visitar uno de los lagos congelados que se encuentran en el reino. Visitar los lagos son unos de los lugares favoritos de Elsa, pues deja nacer su magia y su ser, para Elsa son unos de los lugares especiales que puede ver la capacidad de su magia y de sus creaciones. No es como si en el reino despreciaran su magia, es todo lo contrario, la admiran y se emocionan por todo lo que puede crear, es por eso que cuando puede experimenta para ver qué más puede crear y cuáles son sus límites. Sin embargo, no se encuentra sola, siempre está acompañada de su hermana, Anna, mientras Elsa se esfuerza en crear y crear hasta mejorar, Anna siempre la anima y hay veces que le sugiere qué crear o en qué experimentar.

Después de hacer unas cuantas creaciones con su magia, Elsa decidió enseñarle los movimientos básicos del patinaje en hielo a Anna. Pero a pesar de que la pelirroja no se veía muy entusiasmada ella aceptó.

–Primero, te daré esto.– Elsa señaló las botas de Anna para otorgarle la herramienta principal del patinaje en hielo.

Después de ver que en sus botas crecía hielo para formarse como patines no podía sostenerse bien sobre el hielo resbaladizo del lago, le costaba trabajo dar un paso y mientras ella se tambaleaba prefirió sostenerse en un árbol que estaba en la orilla del lago .

–Vaya Elsa, son hermosos, pero...– No sabía qué decir, se sentía apenada por tener unos hermosos patines, pero sin saber cómo usarlos como se debería.

Entre pequeñas risas que le provocaba Anna por sus movimientos, Elsa le dijo a su pequeña pelirroja –No te preocupes Anna. Ven, inténtalo.–

–Ok, ok. Solo me soltaré del árbol.–

Lentamente, Anna se soltaba del tronco provocando que avanzara sobre el hielo. Se veía tan tensa, no sabía qué mover o cómo moverse. Sus brazos estaban extendidos para tratar de equilibrarse y sus piernas trataban de mantenerse firmes pero por el hielo tambaleaban. Hasta que llegó su apoyo.

Se movía tan natural que se deslizaba en el hielo como una hoja yendo en el viento. Elsa era el apoyo de Anna. Se acercó frente a la pelirroja y tomó de sus manos para servir de apoyo. Anna se tomó un momento para poder mantenerse y de inmediato su hermana mayor la jalaba para empezar a deslizarse sobre el hielo.

Anna no podía evitar ver hacia abajo, necesitaba ver que no se tropezara con sus propios pies.

–Ey, veme a mí.– Con cariño le decía Elsa a Anna.

Anna se esforzaba tanto que evitaba ver abajo lo más que podía, fue así su esfuerzo que sacaba su lengua y hacía una mueca para poder mantener el equilibrio de sus piernas.

–Mira qué hermosos están los árboles, cubiertos de nieve y uno que otro con escarcha.– Le decía Elsa, para que Anna pudiera mantener su vista hacia arriba.

Y lo logró, Anna mantuvo su vista arriba para observar los árboles que se encontraban alrededor y luego se le ocurría ver el cielo. En cambio, Elsa se ocupaba de patinar sobre el hielo mientras sujetaba a Anna y la observaba, veía sus gestos y eso le agradaba. Sin embargo, se le ocurrió la idea de soltarla poco a poco sin que se diera cuenta Anna, y lo hizo. Deslizaba sus dedos y luego su mano para soltarla lentamente hasta que dejó que Anna patinara sola.

Estaban frente a frente, una viendo los árboles y lo que había alrededor, y la otra observándola y enamorándose cada vez más.

–Desde esta vista todo el lugar se ve hermoso.– Mencionaba Anna mientras se deslizaba sobre el hielo como si nada, teniendo los brazos un poco extendidos hacia al frente por el supuesto agarre.

–Tú igual estás hermosa Anna.– Le mencionaba Elsa mientras la veía.

Como si fuera una cadena de acción y reacción, Anna volteó a verla para sonreírle y querer decirle lo mismo, lo hubiera hecho sino fuera que se dio cuenta que ya nada ni nadie la sujetaba. Su rostro cambió de inmediato, tenía uno lleno de amor, cariño y calidez, a uno preocupante, ansioso y en alerta. Al ver la reacción de Anna, Elsa no supo hacer otra cosa para distraerla de su preocupación que llamarla.

–Anna, Anna. Ey, Anna.– Le hablaba hasta que Anna volteó a verla.

–Lo haces bien.– Le dijo y le dedicó una sonrisa.

Sonriendo, Anna se le quedaba viendo hasta que se mantuvo firme. Ahora patinaban juntas sobre el hielo y disfrutaban de lo que estaba sucediendo, simplemente vivían el momento. Después de estar un tiempo patinando, Elsa se le ocurrió la idea de dedicarle un beso a Anna. Así que la distrajo para que viera otro lado.

–Hey mira, ¿qué es eso de allá?– Señaló Elsa a lo lejos.

–¿Qué? ¿qué cosa?– Volteó Anna.

–¡Oh no! ¡Vino corriendo hacia acá!– Le exclamaba Elsa para que Anna volteara hacia donde estaba Elsa.

Volteó la pelirroja y de inmediato en el momento justo, Elsa se lanzó hacia Anna para abrazarla y juntar sus labios con los de su amada pelirroja. Cruzaba sus manos por detrás del cuello de Anna, no necesitaba estar de puntas, pues ella es la más alta de las dos y juntaba su cuerpo con el de su pelirroja poco a poco.

Por el repentino acto, Anna cerró sus ojos, pero bien que podía sentir todo. Sentía los labios de Elsa, sentía los brazos por su cuello, sentía la respiración de su compañera y el roce de sus narices.

Por los sentimientos de Elsa, toda la magia brotaba alrededor de ellas. Crecían pequeñas y hermosas flores de hielo en el suelo cubierto de nieve, otorgando una vista única del lugar pues gracias a la luz brillaban como si tuvieran un fuego propio en su interior.

Ese día y ese momento, son de los que siempre recordarán en sus vidas.