El olor de las flores le decía que no era un sueño, aunque parecía uno. Estaba con ella en la cama, durmiendo sobre su pecho desnudo, Maya se veía preciosa. El cabello rebelde le caía sobre los ojos y su piel pálida contrastaba con el color rojo de las sábanas. Era como si fuera mágico, al estar dentro de su endeble ser, parecía que él no fuera él mismo y que a la vez, los sueños no fueran sueños.

Era una realidad estar con la mujer que amaba desde hacía tres años. Pero estaba cerca de llegar ese día, ese día que lo traía loco de la tristeza y la desesperación. Shuuichi se había propuesto a sí mismo evitar a toda costa que ella le fuera arrebatada, pues, este era el último intento que él tenía para evitar la muerte de Maya.

Ella había muerto hacía tres años, apenas comenzaron a salir en el instituto, todo por culpa de un demonio que había querido acercarse a él. En otra ocasión, fue Yomi quien la mató con tal de tenerlo de su lado y sacar al Kurama que había convivido con él hacía muchos años. En otra ocasión, un auto la arrolló y así, tres veces más. Pensar que sólo podía evitar su muerte una sola vez más era doloroso.

—Maya —pronunció su nombre después de ver la hora en el reloj de pared mientras acariciaba su frente sus dedos rozaban su sedoso cabello. Estaba en un sueño que pronto debería terminar.

—Dame diez minutos —murmuró ronca y se tapó hasta la cabeza con las sábanas.

Shuuichi suavizó su mirada con una sonrisa y se apoyó con cuidado encima de ella, con su cabeza cerca de su oído:

—Llegarás tarde a clase —le dijo y levantó la sábana viéndola frotarse los ojos somnolienta.

—Ah, no me importa. Somos muchos, el profesor no me notará.

—Es imposible que alguien no te note —se rio y le dio un beso en la nuca provocándole un escalofrío que hizo que se hiciera un bollito en la cama, con muchas menos ganas de salir de la comodidad de las mantas y el colchón.

—Haré el desayuno. Ve a darte un baño —se levantó de la cama y se vistió rápido con un pantalón, con el torso desnudo, yendo a la puerta

—Shuuichi-kun —lo llamó ella deteniendo su andar. Él volteó a verla y se quedó esperándola— quiero pescado frito.

Él asintió mientras la veía levantarse sosteniendo la sábana para cubrir su desnudez e intentando pensar en otra cosa, salió rápido de la habitación o no iban a llegar a tiempo ninguno de los dos.

Le gustaba esa vida que tenía, llena de rutinas y cosas predecibles en su día a día. Él había decidido vivir como un humano, incluso, dejó de llamarse a sí mismo Kurama y en su entorno, también dejaron de hacerlo, salvo Hiei que era el único que se negaba a aceptar que él pudiera vivir como un humano ordinario siendo que era un poderoso demonio del mundo demoníaco. Ninguno había dudado de él y Shuuichi estaba seguro de poder conseguirlo si se alejaba de todo lo sobrenatural. Demonios, fantasmas, misiones. Su condena con el mundo espiritual ya había terminado, así que no había razones para que él volviera a actuar como un detective espiritual, todo lo que quería era mantener la normalidad de su vida todo lo que pudiera.

La acompañó hasta la universidad y él siguió su camino al trabajo. Quedaban en la misma ruta, así que no era problema para él seguir el mismo camino todos los días por ella, le agradaba incluso poder permanecer más tiempo con ella y escucharla hablar de todas sus excentricidades. Maya amaba lo sobrenatural; Shuuichi intentaba dejar todo eso en el pasado. Sin embargo, jamás la desalentó en lo absoluto, a veces, hasta le seguía la corriente con sus ideas más extrañas y teorías raras de mundos paralelos. Su favorita era un universo alterno donde ellos se conocían y estaban juntos; según ella, no importaba el tiempo y el espacio, porque sus almas habían nacido para encontrarse sin importar el tiempo o el lugar. Él la llamaba a ella y ella hacía lo mismo por él: siempre se amarían sin importar nada, incluso, si reencarnaban en unas ranas o pasaban a ser plantitas.

Shuuichi sabía que el mundo no funcionaba de esa manera, pero le gustaba pensar que sí porque si lo hacía, hallaría la forma de salvar a Maya de una buena vez.


—¡Shuuichi-kun! ¿Estás libre? Uno de mis profesores faltó y pensaba ir a almorzar contigo ¿sí? —dijo rápido la mujer apenas atendió el teléfono. Ella era así, hablaba de manera atolondrada, como si la vida se le fuera en terminar una oración. Su novio siempre sonreía feliz cuando la escuchaba; él era todo lo contrario, calmado como agua de estanque; ella era una tormenta.

—Sí, estaré libre. ¿Quieres que pase por ti?

—¡Ah! ¡No! ¡No! Pasa que… estoy en la puerta de la empresa con la comida comprada. Estaba casi segura de que me dirías que sí y sólo necesitaba confirmar —dijo algo apenada y escuchó a su novio reírse del otro lado.

—Bajo enseguida —con una tonta sonrisa en el rostro, Shuuichi guardó su teléfono y apagó la computadora.

Se encontró con ella al pie de la escalera y salieron al jardín, hacia donde estaban las mesitas del merendero y se sentaron a comer con calma, hablando de su día y de varias trivialidades más. Esa era la calma que quería conservar: era el sueño que quería nunca dejar de soñar.

—¿Eh? —gritó preocupada Maya cuando atendió el teléfono— ¿cómo que nos adelantaron la siguiente clase? ¿Y el almuerzo? —dijo haciendo un puchero. Su compañero, Makoto intentaba hacer que llegara antes pues, esa clase no era muy concurrida y notarían su falta.

Cortó y guardó el teléfono.

—Te lo compensaré en la cena ¿sí? Tengo que irme —juntó sus manos y sonrió pidiéndole disculpas. Luego, agarró el bolso y se despidió dándole un beso antes de irse.

—Cuídate —le pidió él y comenzó a juntar las cosas de la mesa para volver a su trabajo. Guardó los empaques dentro de las bolsas y sintió una presencia maligna cerca suyo. Shuuichi dejó todo y salió corriendo de la empresa, podía sentir a aquel ser dirigirse en la misma dirección de Maya. A él no le importó estar a plena luz del día, tampoco que ella pudiera descubrir su verdadera naturaleza, a esta altura, estaba decidido a hacer todo sin importar los riesgos que pudiera correr por protegerla de todas las formas posibles.

El demonio iba detrás de ella, elevándose unos dos metros por encima, buscando su objetivo. Shuuichi no estaba muy lejos y cuando lo vio caer en picada hacia ella, saltó, alcanzándola y tomándola en brazos, corriendo lejos.

El estruendo del demonio en el suelo de cemento hizo un estruendo que Maya vio por sobre el hombro de su novio y observó con horror a aquel ser descomunal.

—Shuuichi…

—Tranquila. No te pasará nada —dijo él mientras corría por el tejado de una vivienda con ella encima. Maya estaba sorprendida de la facilidad con la que cargaba su peso y seguía manejándose como si no la llevara encima— agárrate de mi con toda tu fuerza —le pidió, soltando sus piernas cuando ella lo hizo y sacó la rosa de su cabello que se convirtió en un látigo lleno de espinas. Agitó su mano y atrapó al demonio enrollándolo con su arma. Las espinas se clavaron en su piel y con la energía de Shuuichi, el látigo se fue comprimiendo alrededor del cuerpo del demonio hasta que lo cortó en pedazos, como si hubiese sido rebanado en varias porciones. La sangre, vísceras y restos del demonio cayeron al suelo esparciéndose por todo el camino.

Él estaba agitado, era un demonio inferior, pero con su situación y la de Maya, no podía subestimar nada ni tampoco, podía quedarse tranquilo. Él podía hacerle frente con una sola mano a alguien de su clase; sabía que para ella sería mortal.

—Shuuichi-kun ¿estás bien? —Las manos de Maya se posaron en sus mejillas e hizo que girara el rostro para encontrarse con ella. Los ojos chocolate de la mujer mostraban la preocupación que tenía, aquel incierto deseo de saber más, pero a su vez, de estar más pendiente del bienestar de él que de otra cosa que pudiera suceder.

Shuuichi soltó el látigo y se convirtió en una simple rosa de nuevo. Esa mujer era capaz de hacer florecer campos enteros y era todo lo que necesitaba: su deseo iba en estampida por protegerla y verla feliz.

—Estoy bien ¿no estás herida? —preguntó y la dejó en el suelo.

Maya negó con la cabeza y volvió a agarrarlo del rostro, haciendo que se agachara para estar a su altura.

—Luego me contarás bien todo. Sólo relájate —dijo apoyando su frente con la de él y cerrando los ojos, esperó a que la respiración de Shuuichi se relajara y sus músculos dejaran de tensarse. Podía sentirlo, lo mal que se había puesto era algo que nunca había visto y no quería cambiar de tema mientras él no estuviera bien al cien por ciento.

Los brazos de Shuuichi rodearon la cintura de Maya y descansó su cabeza en su hombro luego, hasta que todo su cuerpo volvió a la normalidad, no la soltó y ella tampoco tuvo intención de hacerlo.

—Ya no llegaré a clases, pero tú aún debes ir a trabajar ¿vas a estar bien? —preguntó ella con la voz llena de dudas. Él tomó su mano y besó su palma, sonriéndole con suave amabilidad.

—Estaré bien.

—¿Sabes? Preparé algo para esta noche ¡te va a encantar! —aseguró ella con el brillo de su entusiasmo en sus ojos. Shuuichi asintió, esperando con ansias lo que ella tuviera pensado.

Caminaron el resto del camino y se separaron para ir a destinos diferentes, con la promesa de verse en la noche.


—No esperaba volver a verte aquí —dijo Koenma al ver entrar a Shuuichi en su oficina. Hacía tiempo que no sabía nada de él, más que por lo que veía en su pantalla y nada más.

—Tampoco esperaba tener que volver —respondió con pena en el tono de su voz. Metió las manos en el bolsillo y aguardó en silencio. Ambos sabían las razones por las que él estaba ahí.

—Sabes que no puedes salvarla si te quedas a su lado —Koenma puso las manos en su escritorio y vio la expresión de Kurama. El demonio que había sido temido y buscado en el mundo espiritual, ahora mostraba aquella expresión llena de dolor y tristeza— si quieres que viva, debes alejarte. Si te quedas, podrán vivir juntos un corto período de tiempo y ella morirá. No vas a lograr cambiar ese destino, aunque uses todos los deseos del mundo espiritual y sus rituales prohibidos.

—Entiendo —fue todo lo que dijo y volteó hacia la puerta con la esperanza partida y el corazón hecho añicos; la decisión más difícil de su vida volvía a aparecer frente a sus ojos una vez más.

No quería aceptar que esa era la única opción. Ya había dejado a Maya una vez cuando tuvo que darle el polen de los sueños para borrar su memoria… ahora que todo iba tan bien.

—Al parecer, no estamos tan destinados como decías —murmuró con una sonrisa llena de tristeza mientras miraba al cielo.

Llegó a la casa y se encontró con Maya cocinando, vestida con un sensual vestido de satén violeta. Él la vio, se acercó por la espalda y la agarró de la cintura haciendo que se asustara por esa llegada sigilosa a la casa.

—Huele delicioso —dijo apoyando la cabeza en el hombro de la mujer. El perfume de vainilla y limón le encantaba, cerró los ojos y disfrutó de su esencia, de su calidez, de todo porque sabía que iba a ser la última vez que lo hiciera.

Cenaron juntos, charlaron como siempre, se divirtieron como la pareja que eran y luego, subieron a su habitación y demostraron su amor una vez más bajo las sábanas, piel con piel, con el único deseo de no separarse nunca.

—Nunca olvides que te amo —le dijo él dándole un beso en la frente y abrazándola después de cubrirse con las sábanas. La sonrisa de Maya era hermosa y la sensación de tenerla durmiendo sobre su cuerpo era tan increíble que no quería que el tiempo siguiera corriendo. Si el reloj tenía piedad de él, se detendría el tiempo en ese momento exacto… para siempre…


Shuuichi había pedido el día libre y había estado vigilando a Maya todo el día. Sus habilidades le permitían pasar desapercibido o estar en lugares imposibles. Lo había pensado toda la noche y si Koenma tenía razón, no tenía más opción que acabar con todo. No volver a verla le dolía en el alma, pero… no había más salida posible. Así que ese último día, la vería desde las sombras para que al llegar a casa, charlaran.

Él la esperó, cuando estuvo a una cuadra de la casa, él entró a la vivienda y la esperó en la cocina. Estaba serio, se sentía terrible por lo que tenía qué hacer y aunque había pensado mucho, todavía no estaba seguro de hacerlo.

—Ya llegué —dijo ella sacándose los zapatos y entrando a la casa. Shuuichi estaba sentado en la mesa del comedor.

—Bienvenida —respondió sonriendo y la invitó a sentarse— hay algo que quiero decirte.

Maya era muy intuitiva y podía sentir que no estaba bien y que era realmente grave. Shuuichi no la había recibido de manera cariñosa ni nada. Ella pensó que tenía que ver con aquella vez que la salvó, pero cuando lo escuchó hablar, todo se esfumó de su cabeza.

—Quiero terminar contigo —fue frío, directo y sin vueltas. Maya cayó en la silla como si fuera un autómata, mirándolo sin entender nada.

—¿Qué?

—Maya… nosotros no podemos estar juntos. Me iré en cuanto junte mis cosas.

—¡No! ¡Espera! ¿Qué es todo esto? ¿Por qué? Al menos, debes decirme qué pasó, si estábamos tan bien…

Las lagrimas se amontonaron en los ojos de Maya y en su corazón. Todo era tan rápido y tan… confuso. En la mañana se habían despedido como de costumbre, en la noche tuvieron sexo como nunca, con pasión, con amor en cada poro de su cuerpo. ¿Por qué?

—Estarás mejor sin mí —aseguró él y se puso de pie, yendo a buscar la maleta que tenía algo de ropa y nada más.

Maya lo vio levantarse y se puso de pie de golpe, siguiéndolo hasta la puerta.

—¡Espera! —gritó desesperada, con la voz ahogada— ¿ya no me amas?

Shuuichi no era capaz de responder a esa pregunta. Y ella, firme, esperaba que volteara y la viera a los ojos diciéndole que era mentira. Nada sucedió por un minuto que pareció un milenio. Él, sacó la llave de su bolsillo y la dejó en la mesa al lado de la puerta, volteó con una sonrisa acongojada y le dijo:

—Sé feliz.

Sin más, se fue sin decir nada, dejando a Maya destrozada mientras él se alejaba sin una parte de su alma, sabiendo que lo mejor iba a ser no volverse a ver.


Hacia tres días que habían terminado. Aunque ella intentó analizar todo en su vida, nada delataba que algo andaba mal en su relación. Por el contrario, cada día estaba lleno de amor, risas y alegría. Tenían sus discusiones, como todas las parejas, pero no había pelea que no acabara en una reconciliación. Hasta ahora…

Ella había decidido faltar dos días a la universidad y recién el tercer día, fue por insistencia de Makoto, su amigo y compañero, que veía en peligro la asistencia a clase y con ello, la promoción de la materia. A Maya poco le importaba eso ahora, pero necesitaba un cambio de aires y volver a su rutina parecía una buena idea.

Fue a clases, luego, salió con sus amigos a tomar algo y volvió a la casa. Todo le parecía vacía, sin emoción. Maya estaba triste, demasiado triste y no sabía cómo remediar ese dolor en su corazón. Le hacía falta él.

Sin tomar más que un jugo, subió a la habitación, se dio una ducha rápida y fue a acostarse. Las lagrimas cayeron en su almohada sin que tuviera tiempo de procesarlo. Todo le recordaba a él, todo la hacia sentirse culpable, todo. No había nadie en todo su cuerpo que no le dijera que algo había hecho mal para que él se marchara así. Lloró hasta que el sueño la venció.

Shuuichi, estaba ahí, del otro lado de la ventana, viéndola desde lejos. Se había prometido que iba a ser la única vez que lo hiciera. Sigiloso, se acercó y entró por la ventana de la habitación. La luz de la luna caía preciosa sobre su cuerpo y la hacia ver como si fuera una modelo de una pintura. También, resaltaba el camino de las lágrimas que habían quedado en sus mejillas. Con su dedo, corrió algunas de ellas y sin contenerse, delineó sus labios lentamente y sin pensarlo, se inclinó y buscó sus labios con los suyos. Los rozó suave, sintiendo su aliento, el perfume de su cabello que tenía ese olor tropical que lo volvía loco, hasta observó cada detalle de su rostro antes de fundirse en un beso de despedida: el que no le había dado antes de irse de la casa.

—Lo siento —dijo al separarse de ella y se fue con la intención de no volver a verla nunca más. Esperaba que lograra ser feliz, aunque fuera sin él. Shuuichi siempre estaría pidiendo por su felicidad, sin importar donde estuviera.

El viento que entró por la ventana le hizo dar frío y Maya despertó. Y sintió algo extraño, sus labios tibios y la extraña sensación de que él había estado con ella. Y al ver la ventana abierta, no lo dudó ¡Él había estado ahí! Así como estaba, con el camisón, salió corriendo a la calle, buscándolo con la mirada. No debía estar muy lejos, tenía la estúpida esperanza de volver a verlo. Shuuichi no había dicho a donde iría y en la empresa no la atendía, así que era su última esperanza para verlo y pedirle explicaciones.

Maya corrió descalza, llamándolo. Se detuvo en el cruce de calles, mirando a todos lados. El frío volvió a llegar a ella, abrazándose a si misma y frotando sus brazos: debía haber conseguido una bata al menos. Pronto, sintió pisadas detrás de ella y al voltear a ver, esperanzada de que fuera Shuuichi, se topó con un monstruo enorme, que babeaba algo verde y asqueroso. Caía al suelo dejando grandes charcos viscosos. El demonio la vio y sonrió, atrapándola con una de sus garras y atravesando su pecho con ella. las costillas de Maya se rompieron y atravesaron su corazón y pulmones, llenándose la boca de sangre. Convulsionó adolorida intentando respirar, sabiendo que ese iba a ser su último instante… y no había podido verlo ni una vez más.

El demonio quitó la garra arrancando el corazón de la muchacha y tirando el cuerpo al suelo en un charco de sangre.

Shuuichi había percibido la presencia de alguien maligno cerca y volvió sobre sus pasos lo más rápido que pudo, deteniéndose a mitad de camino al encontrar a Maya en el suelo. La recogió, intentando hacer que volviera en sí hasta que vio la herida de su pecho y la falta de su corazón. Sus ojos se llenaron de lágrimas, sosteniendo el cuerpo de la mujer que amaba. Nada de lo que había hecho fue suficiente; arrepentido de ir a verla aquella noche ahora que ya no la vería de nuevo; con el cuerpo cubierto de sangre de ella, con la piel y el camisón manchado del color de las rosas.


¡Hola, gente linda1 ¿Cómo están? Día tres atrasado, pero está. Amé escribir este fic, pero lo sufrí como Maya sufrío aquí, que andaba llorando y escribiendo, pero ¡aish! Tenía que terminarlo.

Espero que lo hayan disfrutado, que amo a esta pareja.

𝐃𝐢́𝐚 𝐭𝐫𝐞𝐬: Juntos - A y B ano pueden estar juntos, si lo están, A morirá

¡Un abrazo!