Volviendo a descubrirte, sufriendo y... ¿amándote?

Advertencia: Los personajes no me pertenecen, son de J. K. Rowling, que en estos momentos estoy prácticamente odiándola porque me he enterado que va a matar a Harry Potter en el 7º libro, si alguien tiene una versión errónea de esto, me lo comunica por favor porque estoy con ganas de asesinarla a ella... (no es mentira...)

Capitulo III

-Quítate los lentes –ordenó seguidamente.

Hermione no se movió. Se encontraba de pie frente a la mesa, firme como una estatua. Miraba a aquel hombre a través de los oscuros cristales. Ella no era una psicóloga, pero era fácil de comprendes que aquel tipo de aspecto poderoso no era un hombre correcto ni considerado.

Se dio cuenta también, de que estaba ante un hombre del mismo tipo que su padre. Ni borracho ni vicioso quizá, o por lo menos con sus vicios dosificados, pero aún así, un despiadado con Richard Granger.

-He dicho que te quites los lentes –repitió Draco, impacientándose y queriendo sacarse la duda que tanto remordía en su mente¿era aquella joven sabelotodo de Hogwarts, la misma que tenía ante sus ojos, pero lamentablemente no podía preguntárselo directamente, porque en caso de que fuera una muggle común, no conocería nada del mundo mágico y eso lo metería en un gran lío.

-No puedo hacerlo. No lo haré. ¿Qué desea de mi? –respondió la joven.

-¿Es que no te lo dijo tu padre?

Hermione alzó los hombros. Era su aspecto frío como el hielo. Draco sintió que no se intimidaría ante lo difícil, sino que por el contrario, eso aumentaría su interés. Si aquella joven le había agradado para esposa sólo con verla caminar por la calle, muchísimo más le gustaba ahora, observando su personalidad.

-Ya veo que no eres dócil –manifestó.

-¿A qué fin voy a serlo con usted? No lo conozco.

-Pero te pido en matrimonio.

-Con lo cual cree hacerme una aprobación.

Draco abrió los labios y los volvió a cerrar. Jamás en toda su vida de luchador le desconcertó nada, y aquella muchacha altiva le estaba desconcertando. Pensó que si era la Hermione que él conocía, había cambiado totalmente su forma de ser.

-¿No es suficiente para ti, que eres hija de un indeseable borracho, que un hombre como yo esté dispuesto a casarse contigo?

-Supongo que no se considerará usted un superdotado para que yo, encima, le esté agradecida por el favor que me hace.

Draco se sentó de golpe y se quedó mirándola asombrado. Era la primera vez en toda su vida que una mujer lo desconcertaba y aquella mujer era casi una chiquilla, pues no tendría mucho más de veinte años.

Aplastó la mano sobre su escritorio, como si con aquel ademán tratara de ganar tiempo. Después la miró.

Y de repente, sin decirle una sola palabra, se puso de nuevo en pie, se acercó a ella y de un manotazo le quitó los anteojos. Hermione no movió un solo músculo de su rostro. Despreciaba a aquel hombre. Sería inútil cuanto dijera o hiciera para variar el concepto que de él había formado en un instante.

Draco dio un paso hacia atrás ante aquel rostro terriblemente magullado, que aún así, no perdía arrogancia ni hermosura.

-¿Quién... quién... –gritó exasperado –te puso así¿Acaso eres una mujer de la vida y te dejas golpear por los hombres?

Hermione se agitó. Lo miró fijamente.

-Si vuelve a decir una sola palabra que me ofenda, salgo de aquí y usted no vuelve a verme.

Draco no pidió perdón. Estaba francamente furioso.

-¿Quién ha sido?

-Mi padre. Me negué a venir aquí ... Ya ve usted los resultados.

-¡Maldito canalla! Vete, sal tú también –le dio la espalda. –Admiro lo bello y lo puro –añadió roncamente. –aunque yo sea un asqueroso indecente. El contraste agrada a los hombres como yo. Con ese aspecto no podré pedirte que seas mi mujer.

-Es que no lo seré nunca Draco Malfoy. Ni con este aspecto ni con otro –le respondió ella desafiante, sintiendo un ligero estremecimiento al decir el nombre y recordar al anterior Malfoy que había conocido.

Draco dio la vuelta y quedó mirándola, asombrado.

-¿Qué no vas a ser mi esposa?

-No.

-Pero¿no te das cuenta de que yo lo decidí así?

-Pero yo no.

-Eres muy altiva.

-Soy honrada. No me vendo. ¿Me entiende usted? Me río de su dinero, de su poder y de su influencia. Yo no soy una mujer ambiciosa. Me educaron para algo mejor que ser concubina de un tipo despreciable como usted. ¿Desea aún hacerme su esposa, después de saber lo mucho que lo desprecio?

Contra lo que podía suponerse, Draco fue hacia ella sin furor. La empujó hacia una butaca y la miró desde su altura.

-Oyéndote, despiertas los sentidos más fríos, pero a mi eso no me afecta, ya ni siquiera me resulta desagradable tu rostro magullado. Hermione Granger –añadió cortante. –voy a casarme contigo cuanto antes. Lo que tú sientas por mí, lo que pienses, lo que digas, no me importa para nada. Vas a ser mi mujer por encima de todo.

Sin esperar respuesta, giró sobre sí mismo, abrió la puerta y llamó a gritos:

-Fabrizzio, Fabrizzio, tráeme al cerdo de Richard.

Casi inmediatamente el borracho se presentó, empujado por el secretario. Draco lo asió por las solapas de su saco, lo sacudió y le gritó enfurecido:

-Mírala bien¿lo oyes miserable? Ya se que no se crió a tu lado. Ya se que no la quieres, porque nunca fuiste capaz de querer a nadie más que a ti mismo. Pues bien, escucha esto. Voy a casarme con ella pasado mañana. El tiempo justo de arreglar lo necesario. Vas a llevarla a tu casa y vas a cuidar de su vida como si de la tuya se tratara. Si vuelves a tocarla, te parto la cabeza en mil pedazos. ¿Entendido?

-Es menor de edad –se envalentonó Richard, considerando que se le escapaba la oportunidad, -y mientras esté bajo mi patria potestad, haré lo que se me de la gana. Aún estoy a tiempo de negarme a dar el consentimientos. ¿Ha puesto ella condiciones? Porque si no lo ha hecho, lo haré yo.

Hermione se puso en pie. Se sentía cansada, muy cansada. Y asqueada de aquello. Los dos hombres, diferentes en posición social, moralmente se parecían. Los odió a los dos por igual.

Se encaminó a la puerta.

-Quieta –ordenó Draco. La sujetó por un brazo y miró de nuevo a Richard. –Escucha, tendrás que admitir mis condiciones cuando las ponga. Fíjate bien en esto que te voy a decir. Si no me la traes mañana sin esas manchas en la cara, mandaré a matarte. Será muy fácil que uno de mis coches pase junto a ti y te atropelle –rió cruelmente. –Lamentaremos el accidente amigo mío.

Richard se menguó. Era un cobarde. Entre dientes, gruño:

-Esta bien. Vamos Hermione.

Draco no les detuvo. Le molestaban las dos manchas moradas que Hermione tenía alrededor de sus ojos. Era una visión muy desagradable para él.

-0-

Estacionó su elegante auto a pocos metros de la acera. Vio a Richard sentado como un perro en el primer escalón de la casa.

Descendió y cruzó la calle a paso firme, muy propio de él. Pisaba como era. Caminaba denotando su fuerte temperamento.

Richard, al verlo se puso en pie, sosteniendo la botella de vino por el cuello.

-¿Dónde está tu hija?

-Arriba. Puedes subir.

Pasó junto a él sin responder. Subió de dos en dos los carcomidos escalones. En el ático se detuvo jadeante. Tocó la puerta con firmeza, casi inmediatamente, ésta se abrió.

-Hola –dijo. Y empujándola pasó ante ella. –Cierra –ordenó.

Hermione ya no tenía manchas en el rostro. Vestía una bata de casa, muy vieja, pero limpia. Calzaba chinelas. Tenía el cabello recogido en lo alto de la cabeza y su nuca, blanca y tersa, quedaba al descubierto. Draco la miró fijamente.

-Eres muy guapa –dijo con acento insinuante. –Muy guapa.

Hermione no respondió. Sus ojos miel parecía más oscuros en aquel instante. Por supuesto, su frialdad era visible, pero esto no inquietó a Draco. Es mas, quizá despertó su interés. Él era así. Las cosas fáciles lo cansaban enseguida.

-He venido a verte –dijo, tomándola por un brazo. –Necesitaba verte.

-Suélteme.

-Vas a ser mi mujer.

-Ya lo sé. No creo que me sea posible huir –dijo, mordiendo cada sílaba –teniendo un perro fiel en la puerta. Pero algún día sentirá usted haberme hecho su mujer. No va a ser todo tan fácil como supone.

-Si fuera fácil, ni siquiera lo intentaría –rió Draco tranquilamente sin enojarse. –Me gustas mucho. No he conocido otra chica como tú. Rebelde, bonita y educada. Eres muy educada. Tu madre supo lo que hacía contigo. Apuesto a que cuando te educó pensó en un millonario.

-Mi madre era tan poco ambiciosa como yo.

Draco miró a su alrededor. Torció el gesto con asco visible.

-Entre este cuchitril y mi residencia principesca, la elección es obvia.

-Para mi no. Prefiero ser dueña de mi persona.

-Pues lo lamento por ti. Seré yo tu dueño. Nos casaremos mañana. Eso he venido a decirte. Si huyes, mataré a tu padre. Si, sí, ya se que no te interesa demasiado su vida, la de ese viejo indecente. Sería extraño que te doliera. Pero aún así, aunque tuviera que rebuscar por el mundo entero, te encontraría. No suelo dejar mis negocios a medias.

Al hablar, se balanceaba rítmicamente. Tenía las manos hundidas en los bolsillos del pantalón y su odiosa sonrisa de hombre poderoso cortaba el cuadro sensual de su boca.

-Eres –añadió –una muchacha magnífica. Poseerte será la máxima dicha.

Hermione enrojeció. Pero aun así, no bajó su altivez y su desprecio.

-No creo que sea una satisfacción para usted poseer algo sin vida.

-¿Sin vida?

-Jamás la tendré para usted en la intimidad conmigo.

-¡Oh! –rió divertido. –Eso no tiene importancia. No suelo inquietarme por lo que sientan y piensen los demás. Sólo me inquieto por lo que siento y pienso yo. Además, algún día tal vez me canse de ti, de tu altivez, de tu desprecio y entonces será muy fácil para mí echarte de mi vida –y sin esperar respuesta añadió: -Como no soy un hombre libre, pues me debo a mis obligaciones financieras, no puedo detenerme más. Sólo he venido a decirte esto y a saber si estabas aquí. No me fío mucho del cerdo de tu padre.

Dicho lo cuál la tomó de un brazo antes de que ella pudiera retroceder. La fundió contra su cuerpo con fiereza. Con un brazo la sujetó por la cintura. Ésta era frágil, fácil de abarcar. Le agradó aquel contacto de mujer. Con la mano libre le mantuvo inmóvil y erguido el mentón. Miró la boca femenina. Jamás había sido besada por los hombres, y el hecho de que la primicia de sus labios se la llevara aquel tipo, le produjo un estremecimiento bien perceptible. Esto enardeció aún más al rubio. Soltó el mentó, la abarcó con los dos brazos y la fundió en su cuerpo. La besó larga, interminablemente, hasta cortarle la respiración. Ella mantuvo los labios firmemente apretados, pero esto no menguó en absoluto el deseo masculino, sino que, por el contrario, lo excitó aún más.

-Algún día –dijo sin soltarla –los abrirás para recibirme y te gozarás en perder tu boca en la mía. Algún día. Soy demasiado hombre para que las mujeres pasen a mi lado sin notarme. (N/A: Chicas, aquí tenemos al Draki engreído que estaba en Hogwarts, jeje)

La soltó riendo, dejándola desfallecida contra la pared, y se alejó hacia la puerta.

-Lo odiaré siempre –dijo Hermione con un hilo de voz, pero lo bastante perceptible para que él también la entendiera –lo odiaré mientras viva.

-Me gustas. Me gustas más desde que te besé. Hasta mañana. Tu maldito padre te llevará a la iglesia. Y no te retrases. No soy hombre que espere tranquilamente las transacciones comerciales. (N/A¿demasiado inhumano, no?)

-0-

Se hallaba tendido en un diván, con las piernas extendidas sobre una mesa. Una criada abría los ventanales. Una doncella recogía la mesa.

Draco las veía a través de sus ojos entornados y le hacía gracia aquella rapidez de los criados. Tenía siete. La casa lo requería.

Él apenas si tenía tiempo para descansar en el hogar, pero alguna vez, como aquella noche, víspera de su boda, se encontraba solo en el salón, oyendo la música y con la mente vacía. Ni planos, ni edificios, ni empleados. Ni siquiera la boda del día siguiente. La mente vacía, despejada. El humo del cigarrillo que ascendía y la música suave, melodiosa, que llegaba a él, adormeciéndolo.

-Señor –dijo la doncella, asomándose por la puerta que comunicaba el comedor con el salón. –Mister Haydon desea verlo.

Draco movió un ojo y apenas abrió la boca para decir:

-Que pase aquí.

¿Qué podía desear Alex a las once de la noche? Supuso que ningún asunto de la oficina. Él se marchaba a la Costa Azul al día siguiente, por una semana, con su esposa... Era curioso. Su esposa... tenía unos labios suaves, aunque no se abrieran y unos preciosos ojos. Y un cuerpo que se fundía fácilmente contra el suyo. Alex quedaba encargado de sus asuntos durante aquella semana. Seguro que no haría tonterías. A decir verdad, Alex era un hombre demasiado juicioso, nunca cometía faltas.

-Buenas noches.

-No me obligues a moverme Alex –susurró soñoliento. –Estoy muy cómodo así.

El amigo avanzó y se sentó a su lado. Draco lo miró.

-¿Ocurre algo en la oficina?

-No.

-Pues tú dirás.

-Me había acostado ya. No podía dormir. Me creí en el deber de levantarme, tomar el auto y venir...

-¿Si?

-No te burles. Te estoy hablando en serio. Sé que eres estupendo para el negocio. Sé que has rectificado errores que han cometido nuestros arquitectos. Sé que sin haber estudiado nada jamás, sabes más que ellos de planos y construcciones. Pero de la vida real, de la vida de cada día, no sabes absolutamente nada.

-No te entiendo Alex –dijo sin moverse, al tiempo de suspirar.

-Te vas a casar.

Draco se sentó de golpe.

-¿Era eso?

-Si. Sigo pensando que vas a hacer un disparate. No porque la chica no se merezca un millonario. Quizás se merece mucho más. Escucha Draco, he conocido lo suficiente a su madre para saber que era una mujer admirable. Se que hizo de esa joven una continuidad de ella misma. Tú mides a esa muchacha a través de su padre y es un tremendo error. Crees que es un objeto de venta como Richard Granger. Si a éste le mandas a matar a su mejor amigo por una botella de aguardiente, lo haría. Pero lo hija Draco, fue educada de modo muy distinto y su modo de ser no coincide en nada con su padre.

-Déjate de sermonear Alex –gruñó Draco, molesto. -¿Es que no me consideras capaz de hacer feliz a Hermione Granger?

-Francamente no Draco. ¿Y sabes por qué? Porque son totalmente diferentes. Tú jamás considerarás como se merece a esa muchacha. Siempre verás en ella al indeseable de su padre. Y deberías ver a su madre.

-No la he conocido –rió despreocupado –ni me interesa en absoluto. Escucha Alex, quiero que sepas esto. Te dejo hablar porque eres mi amigo. Porque te estimo, porque se que eres inteligente y porque eres un elemento importante en mi empresa. Pero lo que no tolero es que te metas en mi vida privada con respecto a mi próxima boda. Me gusta esa joven. Me gusta cada día más y no renunciaré a ella por nada en el mundo, como yo no he renunciado a la empresa constructora cuando entré a ella como peón. ¿Recuerdas? Tu estás a mi lado, te hice rico a la vez que yo hacía fortuna. ¿Por qué razón? Por una muy humana. Me diste la mano cuando empecé a trabajar. Cuando salí de Londres lleno de ambiciones, me juré a mi mismo enriquecerme a costa de lo que fuera. Tú me ayudaste. Y aquel día, cuando me vi subiendo sacos de cemento por el andamio, me dije mirando en torno: "Todo esto será mío". Y lo fue. Igualmente me ha ocurrido ahora con la hija de ese cerdo borracho.

-Te diré algo mas Draco. Dejando a un lado el daño que le puedes hacer a Hermione casándote con ella, pese a tu riqueza y a tu poder, tienes a su padre. ¿Podrás evitar, pese a tu poderío, que ese hombre sea el padre de esa mujer? De esa mujer que será la tuya.

Draco Malfoy se largó a reír de buena gana. Lo apuntó con el dedo y dijo jocoso.

-En eso ya pensé. Y ves tú, yo que nunca me preocupé de los obstáculos, en esto pensé. Y he encontrado una solución magnífica.

-¿Puedo conocerla?

-No. La sabrás después, cuando llegue la hora.

Alex se puso en pie con lentitud. Ya sabía que no habría forma de evitar aquella boda. Pero aún así, decidió probar la última oportunidad que le quedaba.

-Hay algo con lo que seguramente no contaste Draco.

-¿Si? –su burló. -¿Puedes decírmelo tú?

-Es distinta a ti.

-Mejor para complementarse.

-No creo eso posible. Ella es una joven culta, educada, espiritual. Tu eres un grosero, un inculto, un materialista.

Draco no se enojo... Por lo visto, aquella noche estaba de buen humor.

Se puso en pie. Era más alto y más fuerte que su amigo y, naturalmente mucho más joven, pues sólo tenía veintiocho años.

-Alex –exclamó con acento exagerado –sabes poco de mujeres. Has tenido una novia en tu vida y te casaste con ella. Nunca has sentido una pasión fuerte. La has querido y sigues queriéndola del mismo modo. En tu vida no hubo ni un solo momento emocional.

-Te prohíbo...

-Permíteme pasar por alto tu prohibición. Has venido a decirme cosas ingratas. No puedes ahora evitar que yo trate sobre el mismo tema respecto a ti. Cierto que Hermione puede ser educada. La verdad, no me detuve a pensar en ese detalle. Cierto que yo jamás pasé del quinto año, pero me hice rico sin cultura. A la hora de dormir con una mujer –añadió brutal –la cultura, la inteligencia, todo eso que yo no tengo, sobra. La mujer ni siquiera lo recuerda. Y yo te aseguro que en la intimidad, Hermione, quiera o no, reconocerá que soy para ella el hombre más culto y educado del mundo. Si no me crees, espera y verás. Se demasiado de mujeres, de sus apetencias, de sus deseos, de sus necesidades, para que Hermione pase por mi vida sin notarme.

-Eres un monstruo.

-Un monstruo si quieres, pero que ella necesitará en su vida, como tú necesitas a tu incolora mujer.

-Te prohíbo...

-Ya sabes el refrán. Si no quieres oír, no hables.

Alex salió de allí sin responder. Draco quedó riendo. Por supuesto, la cultura y la distinción innata de su futura esposa, le importaban menos que un pepino.

-0-

Se tendió de nuevo en el diván y extendió las piernas sobre la mesa de centro. El cigarrillo se había apagado. Lo encendió de nuevo y aspiró con fuerza. Le supo áspero. Lo aplastó en el cenicero a su alcance y encendió otro.

Casi inmediatamente anunciaron la visita de Richard Granger.

Esta vez se puso de pie en un salto. ¿Por qué aquel borracho miserable había dejado sola a su hija? De repente sintió como si le arrancaran las entrañas, pero no se detuvo a pensar por qué.

Avanzó hacia el recién llegado como una catapulta, lo tomo por las solapas del saco y lo sacudió sin cuidados.

-¿Dónde has dejado a tu hija? –gritó exasperado.

Richard, triunfal, levantó la llave.

-No escapa –dijo gangoso. –Está bien cerrada.

-¿A qué vienes¿Quién te dio permiso a ti para entrar aquí?

-Vengo a poner mis condiciones.

Draco sonrió cansado. Aquel tipo...

-Di que deseas. Acaba de una vez. Es tarde y me voy a la cama. Tengo que madrugar.

-Yo viviré con ustedes.

-¿Si?

-Me pasará una pensión.

-¿Si?

-Me emborracharé sólo una vez por semana.

-No es mucho –rió Draco con disimulo. -¿Qué mas?

-Vestiré buenos trajes, comeré con ustedes en la mesa y tendré un auto para mí.

-¿Y no quieres una catedral?

-¿Cómo?

-Nada... Continúa ¿Qué más deseas¿No te apetece trabajar en mi empresa?

Richard torció el gesto.

-No estoy muy sano –balbuceó –el trabajo me agita.

-¿Has trabajado mucho en tu vida?

-¿Le parece a usted poco el trabajo que me dieron mis tres esposas?

-Si, por supuesto. Bien. Hablaremos de eso mañana. ¿Qué te parece si ahora te fueras a descansar?

-Yo creo que si me adelantara un dinero...

-Si –metió la mano en el bolsillo y extrajo un puñado de billetes. –Yp también pongo una condición. Mañana te emborrachas. De tal modo que no saldrás de tu casa en todo el día. ¿De acuerdo?

-Si, naturalmente.

-No vayas a la boda de tu hija.

Richard huyó antes de que le quitaran el dinero.

Draco sonrió asqueado. Él era un tipo sin demasiados escrúpulos. Pero aquel indeseable que vendía a su hija... Claro que quien la compraba era él. ¿Había muchas diferencia entre los dos?

La pregunta apenas si rozo su conciencia. Draco Malfoy la tenía muy adaptable.