Volviendo a descubrirte, sufriendo y... ¿amándote?

Aviso: Los personajes no me pertenecen, son de J. K. Rowling.

Capitulo VIII.

A los dos días de vivir a su lado se dio cuenta. Draco no estaba dispuesto a admitir, ni ante sí mismo, la indiferencia de ella. En el hogar se comportaba como un hombre normal. Al llegar, la besaba ligeramente y le sonreía de aquel modo que sólo ella conocía. Al despedirse, volvía a besarla, le decía cualquier tontería. Cuando regresaba por la noche, ya muy tarde, iba a buscar al niño a su habitación, jugaba con él y pasaba más de una hora a su lado.

Solos después, los dos en la intimidad, era un tirano. Un hombre despiadado, era una lucha callada para ambos. Él, por vencer su indiferencia; ella, por mantenerse indiferente, aunque con un hombre tan enérgico como Draco, no era nada fácil.

Se dio cuenta de ello una semana después de volver a la mansión, cuando él, por asuntos de negocios se ausentó. Aquella distancia sobresaltó a su corazón, porque eso significaba que fuera como fuera, tirano y desconsiderado en la intimidad, se estaba haciendo indispensable en su vida. Se preguntó estremecida qué clase de mujer era ella. Pero no quiso, no pudo, ó no supo darse una respuesta.

Al día siguiente de marchar Draco, Caroline y Alex la visitaron, ella los recibió con la mayor naturalidad, como si en su vida no existiera ninguna anormalidad. No estaba dispuesta a hacer de su intimidad un cuento repugnante, ni tampoco deseaba que los demás la compadecieran, aunque fueran sus amigos.

Cuando los vio llegar se encontraba en la terraza con Thomas y Martha. Ésta era discípula de su marido, pero aún así, Hermione sabía que sentía por ella una gran simpatía, que a medida que transcurrían los días se convertía en afecto.

Al ver aparecer a los esposos Haydon, recordó, aún sin desearlo, la despedida de Draco.

-0- Flash Back –0-

No le dijo nada por la noche. A media mañana la llamó de la oficina:

-Oye, mete un poco de ropa en una maleta, salgo de viaje.

Hermione tuvo deseos de preguntarle por cuánto tiempo, pero se mordió los labios.

-Estaré ahí en una hora –terminó él.

A la una, cuando ella ya había alistado todo, Draco apareció en la habitación. Sonriente y eufórico como siempre. Jocoso y burlón. Pero ella sabía que bajo aquella careta se ocultaba una rabia incontenible.

-¿Está lista la maleta?

-Ahí está.

La miró y sonrió sarcástico.

-Me extrañarás –rió. –Lo harás Hermione, aunque tú no quieras.

Ella no respondió. No creyó poder extrañarlo, pero lo hacía. Sea como sea, él formaba parte de su vida más íntima. La conocía como nadie, aún conociéndola tan poco.

-Me voy ahora mismo. Tengo el auto preparado –añadió sin esperar una respuesta que ya sabía no iba a llegar.

Se acercó a ella, tomó su mentón con una mano y la besó suavemente. Fue una caricia que ella nunca sintió así, tan intensamente, tan distinta, y como si él se diera cuenta que estaba siendo demasiado suave, la apresó en su pecho y la besó como si mordiera. Ella se mantuvo como siempre, lejana y rígida, pero sintió en su pecho una hoguera. Él sabía bien lo que hacía, iba entrando en su vida entre durezas y dulzuras. Unas veces cruel y otras estremecedoramente seductor. Lo sabía, ya iba conociéndolo.

-0- Fin Flash Back –0-

Sacudió la cabeza como si quisiera alejar aquellos pensamientos y salió al encuentro del matrimonio.

-Como sabemos que hoy estás sola –dijo Caroline. –le propuse a Alex de venir a hacerte un rato de compañía.

-Gracias, pasen. Aquí en la terraza tengo a Thomas. Martha está dándole la merienda ahora.

Elegante, exquisita. La miraron con admiración. Una mujer digna de Draco.

-Ya conocemos al niño –dijo Caroline como un halago. –Lo hemos visto dos veces en la plaza con Martha.

-¿Qué quieren tomar?

-Nada querida, gracias –opuso Alex. –Tu esposo, antes de marchar, me hizo unos cuantos encargos. Si no lo tengo todo solucionado cuando vuelva, tendré que escuchar su sermón, y tu marido enojado es como una guerra.

Hermione solo sonrió.

-Yo debo acompañarlo –dijo Caroline. –Son visitas protocolares a varios posibles clientes.

-Entiendo.

-Tú te pasas la vida encerrada en la finca. Debes salir un poco.

Draco jamás la había invitado a salir con él. Salir sola le daba vergüenza. Aquellos cuatro años de ausencia la empequeñecían un poco. Pero no lo dijo, solo sonrió. Era una preciosidad, cuando Caroline y su esposo subieron al auto lo comentaron:

-Está más bella que antes.

-Es que si no fuera así, Draco nunca la hubiera vuelto a traer –opinó el esposo. –Tú no conoces a ese.

-¿Por qué no la ha llevado con él?

-Los asuntos que lo llevaron a Londres no son para mujeres.

-Eso dirá él.

Alex miró a su mujer y sonrió burlón.

-Caro, te diré algo que espero no olvides. Si hay algo que a Draco le interesa realmente es su mujer¿entiendes?.

-Ya.

-Puede que él no lo sepa, pero lo cierto es que la ama como un loco. No por nada estuvo esperando cuatro años sin divorciarse y formar un nuevo hogar, si su esposa no le interesara. Draco, en el fondo, es un sentimental. Lo que ocurre es que, como buena persona criada en la lucha, sin mimos, arreglándoselas solo hasta triunfar, no es hombre que admita sentimentalismos, pero éstos existen.

-¿Cómo crees que serán sus relaciones?

-Lo ignoro, pero a juzgar por el semblante sereno de Hermione, no creo que haya diferencias entre el nuestro y el suyo (N/A: que equivocado esta! P).

Si Draco lo hubiera escuchado, lo hubiera llamado estúpido romántico.

-0-

Recibió la llamada telefónica a las diez de la noche.

-June.

-Estoy aquí Hermione. He alquilado un departamento amueblado.

-Creo que esta noche llega mi marido June –replicó, sofocada. –Trataré de convencerlo para que te agregue a mi servicio. De no conseguirlo, te visitaré mañana mismo y hablamos.

-¿Y el niño?

Hermione, a su pesar, sonrió tristemente. Thomas era feliz. Mucho más feliz que en Londres. Tenía un padre con quien jugar. Una madre que estaba a su lado muchas horas del día, una "June" llamada Martha que le daba todo lo que quería... No se acordaba de June. Nunca demostró extrañarla. Era un niño¡qué sabía él!

-Hermione, Hermione¿está ahí?

-Si June, te escucho.

-No me ha dicho nada del niño.

-Está muy bien.

-¿Quién... quién se ocupa de él?

-Una mujer llamada Martha. No parece mala persona. No temas June, no me han secuestrado al niño ni me privan de verlo. Todo es muy distinto a como lo imaginaba. –y estuvo a punto de decir: -"Es una venganza refinada de mi marido. Apuesto que espera así despertar mi interés por el hogar y por él mismo. Ya lo ha conseguido." Si, lo había conseguido. Porque, quisiera o no, ella sentía una ligadura tan fuerte que, por muy secreta que estuviera en su corazón, ella la sentía como una realidad abrumadora. En voz alta, dijo solamente: -Si llega esta noche como espero, le hablaré de ti, y si no llega, iré a verte mañana.

-Gracias Hermione.

-Hasta mañana June. –finalizó, colgando el teléfono.

Se recostó en un sofá, al otro lado de la habitación. Eran las diez y media, había cenado sola a las diez menos veinte. Thomas se había dormido temprano. Martha estaba planchando en un cuarto, era una buena mujer... en secreto, le hacía regalos al niño y él empezaba a quererla mucho, como antes había querido a June.

Pobre June, tenía que estar allí, a su lado... Sería una doncella de toda confianza, Melleny no era mala, pero... era una extraña para ella.

Estaba cómoda allí, en la oscuridad. Detestaba las luces demasiado fuertes. Cuando estaba sola, prefería estar con las luces apagadas, así su cerebro descansaba y su cuerpo se relajaba. Era placentera aquella tranquilidad. Pensó en si misma... en sus sentimientos hacia Draco...

Reprimió aquel misterio, necesitaba vivir al margen de sus sentimientos, si es que éstos existían... Pero no podía evitar algo que carcomía su alma. Aquel vacío que dejaba el despiadado de su marido. Era como un malvado seductor, le hacía daño, sabía que se lo hacía y se deleitaba con eso. No era un hombre normal, era uno excepcional, tenía que reconocerlo.

-Hola¿estás ahí?

Se puso en pie de un salto, vio su silueta recostada en el umbral. La luz del pasillo reflejaba allí, iluminando confusamente su alta y arrogante figura. De pronto dejó de verlo, porque él cerró la puerta. Todo en ella se estremeció, los pasos de Draco avanzaban lentamente, como si estuviera deleitándose en la angustiada espera que adivinaba en ella. Hermione era una mujer demasiado inocente para que los secretos de su corazón y sus sentimientos pasaran inadvertidos para él.

-Estás muy oscura –dijo tocándola.

Su olor a hombre sano, su perfume bueno y caro... Lo sintió en ella como una maldición, como una burla a su mentida indiferencia, pero no reemplazó su ademán lejano, aquella frigidez, que a otro hombre menos inteligente que Draco hubiera engañado. A él no, Draco ya sabía lo que sentía su mujer junto a él, aunque se empeñara en reprimirlo. Había adivinado y le gustaba ignorarlo. Era como un juego divertido que lo seducía.

-Te gusta la oscuridad –susurró suavemente, atrayéndola hacia si.

Hermione tenía sus brazos caídos y apretó los puños con violencia. Necesitaba todo su orgullo de mujer para mantenerse fría y distante. Su ansiedad era tal, que estuvo a punto de echarse en sus brazos y decirle... decirle... " Te necesito, seas como seas, cada cosa que haces estremece lo más profundo de mi ser...".

Pero no. Dejaría de ser mujer si hacía eso. Fue tal su rigidez, que Draco estuvo a punto de pensar que se había engañado con respecto a los sentimientos de su mujer, pero no, él era un hombre de mundo. Había tenido a su lado millones de mujeres. De todas las clases. Tendría que ser muy ingenuo para no conocer a Hermione.

-0-

La tomó en sus brazos sin violencia, ella se asustó. La suavidad de Draco era peor que su crueldad. Buscó su boca en la oscuridad, como siempre, cerrada y fría. La besó largamente, como si llegara hambriento de ella, así era la realidad. En otra oportunidad, su viaje a Londres supondría buscar una prostituta. Ahora no podía. Tenía que ser Hermione, o ninguna mujer.

La pegó a su pecho sin dejar de besarla. Sus manos, lentamente, con una lentitud que estuvo a punto de desarmar a Hermione, buscaron su cuerpo y lo acariciaron con intensidad, la joven se mantuvo inmóvil. Se diría que su cuerpo era una masa de goma que iba para donde la llevaban. Draco estuvo a punto de largar una maldición, pero fue lo bastante inteligente como para darse cuenta que Hermione contenía la respiración, como si tuviera miedo de que con un respiro, él la dejara allí, sola y vacía.

No la dejó. No podía aunque quisiera, ya no podía. Había sido una semana sin ella, una semana interminable...

-Llevas puesto el vestido gris –susurró él sin dejar de besarla. –Me gusta ese vestido.

Hermione se pregunto como podía saberlo, con solo tocarla.

-No me extrañaste.

Lo decía sobre su boca. La joven se mantuvo inmóvil. Nadie podría saber jamás con cuanto esfuerzo podía mantener esa actitud. Ella era una mujer de carne y hueso; y Draco un hombre que llegaba hondo. Él debía saberlo, pero aún así, con ella no le serviría de nada su inteligencia, su poder de hombre. Ella se reprimiría siempre. Se preguntaba que clase de mujer era, si tenía que odiarlo y no podía... Poder si podía... Era un odio mezclado con pasión y ansiedad, que hacía daño. Un odio muy extraño...

-No me extrañas... –dijo Draco besando ahora el cuello de Hermione. –Se que no me extraña, pero estoy aquí. Vengo de un largo viaje... –la besaba largamente, Hermione temió delatarse. Un hondo estremecimiento que no logró salir, la sacudió por dentro. –Te necesito. Seas como seas te necesito –dijo él con voz ronca.

Hacía mucho calor en la habitación y en cambio en la calle hacía mucho frío. Hermione se preguntó aturdida, si el calor lo sentía ella tan solo o existía realmente.

-¿Por qué estás a oscuras¿Por qué?

-Déjame...

-Si te dejo llorarás de angustia.

-Déjame...

No la dejó. La levantó en sus brazos y empezó a caminar.

-Déjame...

-Me odias.

-Si.

-Me gusta tu odio...

Caminaba con ella en brazos, subió los escalones de dos en dos, como si llevara una pluma. Dio un empujón a la puerta, era como una provocación.

Nunca olvidaría aquella noche... La pasión de Draco, su ternura, que salía a la superficie aunque no quisiera, y luego la paz... Aquella paz... Lo sentía a su lado, callado, con los brazos cruzados bajo el cuello, como si estuviera solo en la gran cama...

-0-

-Es doloroso llegar a casa después de una semana, y no sentir que lo esperan...

Ella creyó que se había dormido, trató de buscar su figura en la oscuridad, no fue necesario. Estaba allí, a su lado...

-En realidad he pasado una semana deseando volver...

Tampoco ella dijo nada.

-En el fondo –rió él. –Voy a pensar que soy un sentimental.

Silencio de Hermione.

-¿Qué tal el niño?

-Bien.

-¿Me recordó¿Me extrañó?

-No se lo pregunté.

Draco suspiró.

-No he sido un niño feliz –dijo irónico, como si pretendiera ocultar la auténtica y real nostalgia, bajo una burla que no existía. –No tuve nada. Ternura, besos... Por eso ahora los busco constantemente. Quisiera que Thomas fuera un hombre feliz. Más feliz de lo que fui yo.

-Lo será. Tiene otros principios.

Él volvió a reír.

-Ya sé que eres más culta que yo. –dijo burlón, sin moverse. -Tú eres una joven perfecta para la sociedad, pero llena de defectos en el matrimonio.

-Sin embargo, tú me necesitas...

-Te has vuelto un poco cínica.

-La escuela...

Draco emitió una risita.

-Me gusta que seas así. Los silencios me inquietan. Me gusta la gente que habla. Que diga lo que piensa, lo que siente.

-Yo no lo digo jamás.

-Ya lo sé, sin embargo, no puedo vivir sin ti. Me pregunto qué ocurrirá un día si me canso de tus silencios. ¿No lo has pensado?

No contestó.

-Ve pensándolo. Te tomé a la fuerza, es cierto. Yo suelto tomar siempre lo que quiero. Bastante tuve que renunciar en mi infancia. Al cumplir los dieciséis años, me dijo a mi mismo al dejar Londres: "No volveré a sufrir. No pasaré hambre. Engañaré a quien sea y como sea, pero seré alguien importante." –Emitió otra risa cínica. Su voz, en el silencio de la noche, tenía como un suave hechizo, del cual ella estaba prendida. –No engañé a mucha gente, no me fue necesario. Fui hábil, eso si. Cuando te vi pasar frente a la cafetería, no sabía quien eras. Me gustaste y me dije: ésa será mi mujer.

-Y lo fui.

-Si.

-No creo que eso te de grandes satisfacciones.

-Debería mandarte al diablo –gruñó. –pero no lo hago. Por ahora no, el día que lo haga, no volverás a ser mía. Y lo sentirás, no soy hombre que pase por la vida de una mujer sin que ella lo note. Lo sabes bien, aunque te calles...

Hermione se mordió los labios. Sintió los dedos de Draco tomar los suyos. Le hicieron daño, pero, para su desgracia, sintió a la vez que necesitaba aquel daño en su vida.

La noche seguía corriendo... Era una extraña y maravillosa noche para Hermione, aunque jamás lo confesara.

-0-

Al verse por la mañana en el comedor junto a él, sintió fuego en la cara. Draco la miraba entre burlón y cínico.

-Ya he visto a Thomas –dijo con naturalidad, yendo hacia ella y atrayéndola hacia si. –Me ha reconocido. Es una gran satisfacción, alguna tenía que tener. Alguna debo merecer...

Hermione se dejó besar por Draco, de aquel modo tan especial... él la soltó y la miró un segundo.

-Eres orgullosa como una reina. Me gustas así.

Se sentó en su lugar de costumbre y procedió a desayunar. Al rato, cuando Hermione estuvo sentada frente a él, añadió: -Supongo que vino a verte el cretino de Alex.

-Estuvo –replicó secamente. –Pero no me pareció ningún cretino.

-Je, tuvo la osadía de comparar su mujer con la mía. Si tengo un coco como Caroline de esposa, me tiro al mar.

-Para ti solo cuentan las satisfacciones materiales.

-Ya te dije que no soy un sentimental.

-Voy a decirte que no lo eres, pero te comportas como si lo fueras.

-¿Por mis palabreríos?

-Por todo lo que haces.

Draco miró el reloj.

-Lástima no poder seguir esta conversación, pero tengo ineludibles deberes que cumplir en mi oficina. Apuesto a que el tonto de Alex no hizo nada de lo que le ordené.

-Eres cruel al juzgar a los demás...

-Como se merecen. –se puso en pié tras doblar la servilleta. -¿Qué vas a hacer esta mañana¿Recordar mi pasión de anoche?

Había metido el dedo en la llaga. Lo miró retadora.

-Eres...

-Un marido claro, que detesta las excusas para escapar.

-No las veo en ti.

-Existen en ti.

Se inclino hacia ella y fue a besarla. Hermione corrió la cara, fue como si a Draco le dieran una bofetada.

La tomó por los hombros, la levantó hacia él y le gritó fuera de sí:

-Eso no¿me oyes? Eso no. No vuelvas a hacerlo.

Hermione temblaba, nunca lo había visto tan alterado. Él la sacudió como si fuera una pluma.

-Que me soportes en silencio... es bastante sacrificio. Pero que me huyas... no lo tolero. ¿Entiendes? No me conoces aún. Ay de ti... Ay de ti si esto vuelve a ocurrir...

Y contra lo que tenía por costumbre, la sentó de golpe en una silla y se fue sin besarla. Ella, a su pesar, quedó cohibida. Y más tarde, recordó que no le había dicho nada de June. Pero tendría que decírselo, aunque le costara una humillación, tenía que pedirle ayuda...