Volviendo a descubrirte... sufriendo y ¿amándote?
Aclaración: Los personajes no me pertenecen, son de J. K. Rowling.
Capitulo IX
Contra lo que ella esperaba, Draco regresó a casa al mediodía, tan eufórico como siempre. Hermione se dio cuenta una vez más de que era un hombre incomprensible. Un ser complejo, a quien ella no comprendería jamás.
Se encontraba en el jardín cuando el auto de su marido entro en el garage. Siempe lo dejaba allí, luego bajaba del mismo, y con las manos en los bolsillos, balanceando un poco el cuerpo, atravesaba el parque enarenado y hacía una morisqueta a su hijo desde el jardín, antes de llegar a la terraza donde Thomas disfrutaba del sol. El chiquitín, al verlo, corría a su lado con los brazos extendidos, gritando entusiasmado:
-Papá, papá.
A Draco, aunque nadie se lo notara reflejado en su pétreo rostro, se le hinchaba el corazón de felicidad. A menudo pensaba que le gustaría tener muchos hijos. Una docena! De aquella Hermione maravillosa, a quien hacía feliz aunque ella se negara a admitirlo.
Aquella mañana hizo como tantas otras. Estacionó el auto, bajó y con su andar balanceante, las manos en los bolsillos, se acercó a la terraza. Pero vio a Hermione al otro lado del parque y en vez de seguir adelante, hacia la terraza donde jugaba su hijo, dobló a la izquierda y se acercó despacio a su mujer. La joven inmediatamente notó que Draco ya no estaba enojado, sino mas bien eufórico.
-¿Qué haces Hermione? -le dijo.
No esperó respuesta. La abrazó por la cintura y comentó riendo, con aquella risa poderosa que la menguaba:
-Tienes una cintura pequeña...
Ella no respondió. Él la envolvio en su cuerpo con aquella lentitud voluptuosa que estremecía a Hermione de pies a cabeza. La miró a los ojos, mientras le levantaba la barbilla con un dedo.
-Me gustaría conocerte bien Hermione -dijo irónico. -Pero no te conozco. No se si te alegras de verme o te disgusta mi presencia.
-Déjate de tonterías.
-Pero te gustan mis tonterías, de eso estoy bien seguro.
-Eres desconcertante...
Por toda respuesta, Draco buscó su boca con la suya y la besó largamente, muy largamente, disfrutando en aquella intimidad que estremecía secretamente a su mujer. Después la soltó y volvió a mirarla a los ojos. Sonrió. Con esa sonrisa que ocultaba lo mucho que conocía a su esposa, a pesar de decir con los labios lo contrario. Era lo que más la humillaba. El saber que mentía siempre para burlarse de ella, aunque fuera una burla suave y tierna. Nunca lo entendería bien. Pero se daba cuenta, inconscientemente, que por algo él se había hecho poderoso.
Lejos de sus pensamientos, Draco le pasó un brazo por los hombros y le dijo:
-Vamos. Tengo hambre. Esta tarde presido una reunión, Alex no es buen negociante. No hizo mucho de cuanto le encargué.
-No es tan joven como tu.
-La juventud no cuenta para esto.
Caminaban uno al lado del otro. Draco dejó bajar su mano del hombro hasta la cintura y la acariciaba lentamente mientras caminaba, como si no hiciera nada. Ella se turbó.
-Quedate quieto -le pidió nerviosamente.
Draco se echó a reír y no sacó la mano, al contrario, ahondó más sus caricias.
-Te digo -añadió como si no estuviera haciendo nada, como si no se diera cuenta que ella temblaba. -que la juventud no significa nada en la vida comercial. Es el cerebro. Desgraciadamente, Alex no tiene mucho.
-Pero lo has mantenido siempre cerca de ti.
-Soy hombre agradecido, aunque tu no lo creas.
De repente la soltó y corrió hacia el pequeño que salía gritando.
-Papá! Papá!
-Ven aquí muchacho... Ven aquí...
El niño se colgó de sus piernas y Draco lo levantó en brazos.
-Es como yo -dijo mirando a su esposa. -¿Te das cuenta, Hermione? Este muchacho, cuando sea un hombre será amado por las mujeres, admirado por los hombres y temido por sus enemigos.
Hermione no respondió. Subió despacio hacia la terraza y entró en la casa mientras pensaba:
"Ahora le hablaré de June. No puedo esperar más."
Martha se hizo cargo del niño y Draco entró pisando fuerte en el living.
-¿Donde estás Hermione? -gritó
-Aquí. -contestó la joven desde un cómodo sillón.
Fue hacia ella. Se sentó a su lado y oprimió cálidamente su mano.
-No se lo que me pasa cuando te veo y te toco -susurró Draco con la voz ronca. -Entra en mi como una súbita necesidad de tomarte en mis brazos. Es un gran triunfo para ti.
Ella quiso humillarlo, pero no pudo. El hecho de que Draco no se quejara jamás de su frialdad la humillaba a ella.
-¿No te molesta mi indiferencia?
El hombre se quedó mudo un segundo. Después, contra lo que esperaba, comenzó a reír. Le hizo una morisqueta y sorprendiéndola, la tomó en sus brazos y sobre su boca murmuró:
-No lo eres. Aunque tu creas lo contrario, no lo eres.
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La sobremesa en la casa de los Malfoy siempre era apacible. Dejaban el comedor y ya en el living, ella se entretenía en un sillón con una revista y Draco, frente a ella, con el diario. Casi siempre hacía el mismo comentario.
-Demonio, aún no pude darle una hojeada hoy.
Se quedaba leyendo hasta las tres de la tarde, hora en que súbitamente se ponía de pie exclamando:
-El deber me reclama. Hasta la tarde Hermione.
Se inclinaba hacia ella, la besaba apretadamente en la boca durante unos segundos, y luego se iba, riendo de aquel modo suyo que denotaba al hombre satisfecho de si mismo.
Muchas veces, a solas, perdida en sus silenciosas reflexiones, Hermione se preguntaba como era posible que un hombre tan duro como Draco Malfoy no vengara de algún modo aquellos cuatro años de ausencia. ¿Ya no los recordaba¿Era su venganza el tomarla, poseerla y llevar la vida con tanta indiferencia despues? No. Evidentemente, tras muchas reflexiones ella llegaba a la conclusión de que no conocía a su esposo en absoluto, o por el contrario, que lo conocía totalmente y no era más que un hombre apasionado, corriente y vulgar que la amaba, la necesitaba en su vida y no sabía como vengar en ella un dolor que ya no existía con su presencia.
Draco Malfoy... aún en esos momentos, Hermione se seguía preguntando que habría sido de la vida de aquel otro joven con el mismo nombre que había conocido en Hogwarts y al que hacía ya seis años que tenía el "gusto" de no ver... A menudo se internaba tanto en su vida pasada, que le costaba comprender porque habían ocurrido tales cosas que la llevaran a lo que era su presente y terminaba llorando, al imaginar que podría ser auror o quizás medimaga... Nunca más había tenido noticias de Ron o Harry, ni un solo contacto con el mundo mágico. Nada que le confirmara que todos ellos seguían bien.
Y aún en ciertos momentos dudaba de la identidad de su esposo, había gestos, reacciones... se parecían demasiado... pero era imposible, había mucha diferencia de edad... excepto que... hubiera usado magia... Imposible! Draco Malfoy viviendo en el mundo muggle... era una completa tontería!
Aquella sobremesa, Hermione se preparó para abordar el tema de June. No era nada fácil. Ignoraba como iba a reaccionar su marido. Tal vez el nombre de aquella mujer despertaba en él recuerdo que prefería tener olvidados. No obstante, ella tenía que probar. Ni su orgullo de mujer, herido, podría apartarla de su deber de gratitud. June estaba sola en Dover, no tenía amigos ni parientes, ni lo que era peor, dinero. Por lo tanto, ella tenía un gran deber e iba a tratar de ayudarla con la cara descubierta. Además, de otro modo, June no lo aceptaría. Vivir sin hacer nada, a costa de una limosna, no haría feliz a June de ninguna manera.
-¿Puedo hablarte Draco?
Él levantó la cabeza y dobló el diario sobre las rodillas. De repente se largó a reir.
-¿Hablarme? -preguntó divertido. -¿Tu¿Pero, sabes hacerlo mi vida?
-Déjate de ironías.
-No soy irónico.
-Quiero hablarte de una persona que me hizo mucho bien.
-¿Hombre? -preguntó Draco frunciendo el ceño.
-Estúpido! -se enojó. -Jamás hubo en mi vida más hombre que tu. Se trata de una mujer.
-Oh¿Borracha, como tu padre?
-Draco!
-Perdona -rió tranquilamente. -No sabía que tuvieras familia.
-No es familia.
-Bien. Te escucho.
-Se trata de June.
-¿June¿y quién es June?
-Fue la persona que dejamos en Londres. Que tú me obligaste a despedir.
-¿Y bien? -preguntó Draco después de un largo silencio.
-Está aquí.
Cómicamente, Draco miró a su alrededor.
-No la veo. -rió.
-Eres despiadado -le recriminó ella enojada.
-¿Si? Disculpa cariño... Me extraña que hables con tanta naturalidad de algo que me molesta.
-June crio a tu hijo.
-De acuerdo. Supongo que le habrás pagado.
-Hay cosas que no se pagan con dinero jamás.
Draco se puso en pie. Por un instante, ella temió que con una frase cortante diera por terminada la conversación. Pero no. Cuando volvió a mirarla reía de aquel modo cínico y burlón, que tanto la humillaba.
-¿Qué quieres para esa mujer? Dices que está aquí, supongo que será en Dover.
-Supones bien.
-¿Qué deseas para ella¿Un empleo en mis oficinas?
-No
-¿Dinero?
-Lo tengo. Tu me lo das. Podría dárselo sin mencionar el asunto. -y ya poniendose nerviosa. -¿No puedes sentarte y dejar de pasear por el salon? Te estoy hablando de algo que para mi tiene mucha importancia.
Draco se quedó parada ante ella, con las manos en los bolsillos.
-Para mi no tiene ninguna. Pero puesto que te interesa a ti, di lo que sea y acabemos de una vez.
-Quiero tenerla en casa de doncella.
-¿No tienes a Melleny?
-June es algo intimo para mi.
Draco no contesto enseguida. Ella pensó que iba a gritar como un energúmeno, pero de pronto él se largó a reír. Se sentó frente a ella, la miró y dijo riendo con esa risa que parecía una careta bajo la cual ocultaba su verdadera personalidad.
-Hagamos un trato. No tengo ningún interés en ver aquí a esa mujer, June, pero tampoco me molestaría verla. Quiero decir que le doy muy poca importancia para inmiscuirme yo en este asunto de mujeres.
-Entonces... puedo pedirle que venga...
-Un momento, un momento... -se inclinó hacia adelante y la miró fijamente. -Accedo a ello si tu... me das un beso.
Hermione estuvo a punto de dar un salto.
-¿Qué... qué dices¿Acaso no tienes de mi lo que quieres?
Draco lo estaba pasando bien. ¿Vengar en algo aquellos cuatro años de ausencia? No. No era él hombre vengativo, de otro modo su padre estaría más que muerto. Además... era lo bastante inteligente y justo para darse cuenta de que cualquiera en su lugar, hubiera huido de su marido. Un marido que no era normal. Puede que lo fuera más en aquellos instantes. Habían sido demasiadas ansiedades doblegadas, noches enteras evocándola. Días interminables esperando secretamente que Alex le diera una pista positiva... Ya no tenía orgullo, pero nadie lo notó. La amaba. Él no era hombre que forzara a una mujer si no la amara y estuviera seguro de ser amado. Tal vez aún la hicera sufrir. Si, era un goce que no podía reprimir. El sufrimiento callado de Hermione, era para él como un triunfo, pero de cualquier forma que fuera, haciendola sufrir o haciendola feliz, la necesitaba en si vida como a la vida misma.
Nunca le dijo que la quería. Que la necesitaba, que la deseaba, que era bella y atractiva, si. Pero él bien sabía que eso no era suficienta para una mujer tan esencialmente espiritual como Hermione. ¿No era, entonces, una venganza callada el poseerla y no decirle que la amaba?
Dejó de pensar y riendo exclamó:
-Ciertamente. Pero en este instante necesito sentir tu boca en la mía espontáneamente. Te di tantos besos en el transcurso de nuestra vida de matrimonio, que a vees me pregunto si debo seguir dándotelos. Es indudable que aunque siempre te mantuviste cerrada a mi pasión, has aprendido a besar. Tendrías que ser muy tonta. Te pido eso. Un beso, y ve a buscar a tu doncella y haz con ella lo que quieras.
-¡No!
Draco se puso de pie con mucha calma.
-De acuerdo. Olvidate de June.
Ella estaba sonrojada, nerviosa, excitada. Darle un beso. Ella... a él... Sería el colmo. Pero lo conocía. Sabía que si no se lo daba, tendría que negarse a June.
Apretó los puños con furia y sintió un loco latido en las sienes.
-Se hace tarde. -dijo Draco suavemente, mirándola de reojo. -Podemos terminar esta conversación en otro momento.
-Tiene que ser ahora.
-Lo siento querida -miró rápidamente el reloj. -Si quieres darme un beso...
-¡No! -gritó a punto de llorar.
Draco sabía que terminaría dándoselo. Hermione era demasiado generosa para con los demás y no iba a dejar a June en la calle por evitar un beso espontáneo, que ya no lo sería tanto, puesto que se lo pedía él.
Se encaminó a la puerta seguro de que ella lo llamaría antes de llegar a esta. Como Hermione permaneció en silencio, él giró desde el umbral.
-Hasta la noche querida.
-Draco...
-¿Decías?
-Nada... -respondió ella apretando los labios.
-Hasta la noche, entonces.
Lo dejo marchar. No podía, no. Era demasiado. Se imaginó a si misma dándole un beso a Draco en la boca y se estremeció como si la sacudiera un huracán. Lo deseaba, claro que si! Lo amaba seguramente, porque a su lado siempre era feliz. Alli mismo, silenciosos los dos en el living, de sobremesa, se sentía dichosa. Pero darle un beso... Pagar con sus besos todas las humillaciones sufridas, no. eso nunca podría.
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Toda la tarde estuvo inquieta, preocupada. Hasta le parecio que le fallaba la vista, que se mareaba.
-Si sigo así voy a enfermar.
A media tarde se cambió de ropa y luego llamó a June por teléfono.
-¿Como va todo Hermione?
-Estoy... estoy tratando el asunto, June. Creo que lo voy a conseguir.
-Oh! Hermione... sería muy feliz si pudiera vivir junto a ustedes.
Lo decidió en aquel mismo instante. Ella no podía hacer desgraciada a una persona a quien le debía tanto como June, solo por negarse a dar un beso a su marido.
-Te prometo que por la noche te volveré a llamar. Es casi seguro que mañana podrás instalarte aquí.
-Gracias, muchas gracias. ¿Y el niño¿Como está Thomas?
-Muy bien.
-Tengo tantas ganas de verlo... Digame Hermione¿es usted feliz?
Era una pregunta que ella nunca se hizo a sí misma y de repente súbitamente se veía obligada a responder.
-Si -afirmó casi sin darse cuenta. -Si, mucho. -asombrada, contempló el auricular. ¿Mentía? Era cierto. Ella era feliz.
-Cuanto me alegro Hermione. Yo he rogado mucho para que así fuera.
La joven colgó y se quedó parada frente al teléfono. No había mentido. Estaba segura de que no había mentido. Cierto que nunca se había hecho aquella pregunta, pero lo era, si. Era feliz.
Aturdida ante esta convicción, bajó a la terraza y trató de entretenerse con su hijo. Volvió a sentir mareos y se lo dijo a Martha.
-No se lo que me pasa. Me dan mareos.
La mujer emitió una risita ahogada.
-Otro hijo, seguro.
Hermione se ruborizó. ¿Sería posible?
-No... no creo.
Martha en ese momento cambiaba a Thomas y dijo:
-Casi siempre pasa así. Mareos y después el médico anunciando la noticia. ¿No le gustan los niños señora Malfoy?
-Mucho... -le respondió ella turbada al oir como la había nombrado: "Señora Malfoy"
-Es lógico -Martha la sacó de sus pensamientos. -A todas las mujeres sensibles les gustan los niños.
Hermione la miró con curiosidad.
-¿Por qué sabe usted que lo soy?
-Basta mirarla señora Malfoy. Es usted una mujer de extremada sensibilidad.
Draco nunca se lo había dicho. ¿Sería que no lo notaba? Era un hombre rudo, aunque pese a todo la hacía feliz. Pero ignoraba como tratarla. ¿Realmente lo ignoraba¿No la hacía feliz tratándola como lo hacía¿Qué tonterías estaba pensando?
-Mamá! -llamó el niño, ya con su pantalón limpio. -¿Jugamos?
-Deja a mamá, Thomas -le dijo Martha con suavidad. -¿No ves que está cansada?
-Oh, no Martha, gracias, pero no estoy cansada. -y nerviosamente, con timidez, pidió: -Por favor, no le diga nada a mi marido.
La mujer vestida de blanco la miró enternecida.
-Claro que no señora Malfoy. Estas cosas no las decimos las niñeras.
-Gracias.
Le dio la mano a su hijo y se dirigió con él al jardin. Thomas arrancaba todas las flores. El jardinero, que los miraba, sudaba sin atreverse a llamarle la atención. Hermione se largó a reír. Levanto al niño en brazos y al pasar junto a Michael, dijo:
-Le prometo que no arrancará otra Michael
El jardinero se ruborizó e intentó excusarse:
-Es que... son tan bonitas señora Malfoy.
-Preciosas, ciertamente -y como Thomas iba a arrancar otra ella le dijo. -Quieto Thom. Las flores son para contemplarlas, no para destruirlas.
Mas tarde dejó al niño con la niñera y se encerró en el saloncito particular. Estaba inquieta y nerviosa. "Mañana -pensaba. -iré al médico. Debo sacarme esta duda que Martha me sembró."
Una doncella le dijo que el señor la llamaba por teléfono.
-Páseme aquí la llamada. -dijo tímidamente. Draco nunca la llamaba. ¿Que quería de ella aquella tarde? Eran ya las seis y media. A las siete y veinte normalmente llegaba a casa. Nunca iba a otro lado. Ella sabía que la mayoría de los hombres en Dover, una vez dejado el trabajo, se iban al club a charlar o a jugar a las cartas. Draco no era hombre de sociedad, sino de hogar. Eso era lo extraño. Que siendo como era, prefiriera el hogar a las reuniones con los amigos.
-¿Hermione?
-Si.
-¿Ya no estás nerviosa?
Se alteró. ¿Cómo era posible que la conociera hasta a distancia¿Cómo era posible que supiera lo que ella sentía sin verla?
-No estoy nerviosa -dijo enojada.
-Claro que lo estás bonita. ¿Qué has decidido¿Condenas a June a la soledad, o me darás... lo que te pedí?
-Lo extraño es que, siendo como eres, pidas eso a tu mujer.
-¿Qué sabes tu como soy?
-Si, es cierto. Se poco de ti.
-Si fueras inteligente lo sabrías.
-¿Para eso me llamaste?
-No, por supuesto. Te llamo para preguntarte si quieres que vaya a buscarte para ir al teatro, o prefieres que me quede contigo en casa.
-No quiero ir al teatro.
-¿Y no quieres tenerme ahí?
-Bah!
-De acuerdo. Iré al club.
Estuvo a punto de gritar "No, ven a casa". Pero se mordió los labios y colgó.
Draco no llegó a casa aquella noche hasta las diez.
La comida esperaba para ser servida. Llegó eufórico, sonriente, sardónico.
