Volviendo a descubrirte, sufriendo y... ¿amándote?
Acl aración: Los personajes no me pertenecen, son de J. K. Rowling
Epílogo.
Draco abrió los ojos lentamente. La noche anterior lo había pensado demasiado y había llegado a la conclusión de que no valía la pena dilat ar más la situación. Le diría a Hermione que volvieran al mundo mágico. De todos modos, de orgullo no le quedaba nada y el que dirán lo tenía muy sin cuidado desde hacía mucho tiempo.
De repente su esposa giró en la cama, de modo que quedó mirándolo a él, pero todavía dormía. Su vientre de cuatro meses y medio ya se notaba bastante y el pequeñín había empezado a moverse no mucho tiempo atrás. Esto le había dado una gran alegría a Draco, puesto que no había podido vivir el emb arazo de Thomas como hubiera querido.
Pero ya no se reprochaba el pasado. Hermione le había enseñado a disfrut ar del presente, de esa vida m aravillosa que podían vivir juntos. Ella empezó a despert arse lentamente y sonrió al verlo. Cada mañana era una nueva alegría despert arse sabiendo que no tenía que fingir cuanto lo amaba, que no tenía que dobleg arse hasta lo más hondo p ara no d ar el brazo a torcer.
Ya habían pasado casi dos meses desde aquel día en que un beso había cambiado totalmente su relación, y desde entonces disfrutaba cada momento junto a él, repitiéndole una y mil veces que lo amaba. Luego descubrió a su esposo, su verdadera identidad, llevándose una gran sorpresa e iniciando una mentira que sostenían desde hacía una semana.
Hermione no se había preocupado por la reacción de Draco, él no quería volver al mundo mágico, pero tampoco depender toda su vida de una poción. Era totalmente entendible el gran debate que tenía en su interior y por eso había decidido d arle todo el tiempo que necesit ara p ara que opt ara por algo finalmente.
Y esa mañana él se lo dijo. Ella sonrió feliz, hacía cuatro años y medio que ansiaba ese momento. Emocionada, le dijo que le mand aría una lechuza a H arry p ara que les consiguiera una casa donde vivir, pero Draco la detuvo lentamente. Le dijo que no se sabía cual era el estado de H arry luego de la batalla con Voldemort. Él no le había preguntado directamente a Snape sobre eso, pero el viejo profesor le había comentado muy por encima el asunto.
La noticia no hizo decaer a Hermione, decidió escribirle a su mejor amigo pelirrojo. Él de seguro podría ayud arlos. Mientras tanto, Draco le pidió que le prep ar ara poción envejecedora como p ara dos semanas, p ara dej ar todo listo antes de irse. La noche anterior, también había decidido dej arle toda la empresa a Alex Haydon, él siempre había estado a su lado, recibiendo maltratos y desprecios de su p arte. Era hora que lo recompens ara con algo.
La joven la tuvo lista p ara esa t ardecita, y desde el día siguiente Draco volvió a trabaj ar, supuestamente habiendo superado su "cuadro de estrés". Dos días después de la noticia, Hermione recibió respuesta de Ron, preguntándole por los años de ausencia, por todas las c artas no respondidas y por mil cosas mas. También le contó que H arry estaba muy bien, no había tenido graves secuelas luego de la batalla y vivían con su hermana Ginny en el Valle de Gryffindor.
Cada vez más entusiasmada, ella le respondió esquivando todas sus preguntas, pero diciéndole v arias veces que pronto volverían a verse, entonces le pidió por la casa, que fuera amplia, como p ara que cuatro o cinco personas pudieran vivir cómodamente, no pensaba tener solo dos hijos. Le dijo que apenas se vieran le cont aría toda la verdad y el pelirrojo terminó por acept ar
Uno de esos días, Hermione le preguntó a Draco:
-¿Cómo es que Ron me dice que me escribió c artas que nunca me lleg aron?
-Lechuzas interceptadas... –respondió sencillamente un Draco Malfoy que volvía a tener 32 años, jugando con su edad como un niño. –O podría ser... ¿tu padre te rompió la v arita? –ella asintió. –Cl aro, cuando pierdes tu instrumento mágico más importante y no te queda nada de magia más que la que llevas en las venas, las lechuzas no pueden encontr arte... Por eso ahora que tienes mi v arita puedes volver a recibir c artas...
Hermione se sorprendió, nunca había sabido de eso, p arecía que nunca termin aría de aprender del mundo mágico. Faltando una semana p ara irse, la joven le dijo a su esposo que ya tenían un hog ar esperándolos en el Londres mágico. Ese mismo día, Draco le comunicó a Alex Haydon que desde entonces sería el dueño de toda la empresa y le explicó que él h aría un viaje con su esposa e hijos, y luego se mud arían a un lug ar lejano, que por el momento era destino incierto. Le prometió que vendrían a visit arlos y que les escribirían tambien, aunque supuso que no les h aría mucha gracia est ar recibiendo lechuzas cada tanto.
Por otra p arte, su esposa le contaba a June del mismo modo que él a Alex.
-Hermione... ¿qué va a ser de mí sin ustedes? –le preguntaba la mujer, a punto de llor ar.
Fue entonces cuando Thomas ap areció en el est ar donde estaban ellas, con la v arita de Draco en la mano. Hermione se horrorizó y le pidió al niño:
-Dámela Thom. Papá se enoj ará si te ve con esto...
-Es mía! –gritó el niño empezando a tir ar chispas rojas por toda la habitación.
-Oh! Por Dios! –exclamó June, mientras corría a cerr ar la puerta y ayudaba a la joven a control ar al pequeño. Momentos más t arde lo habían conseguido, la v arita estaba en un lug ar seguro y Thomas en brazos de su madre, enojado. –Hermione... ¿puedo decirle algo?
Ella no respondió, no sabía que podría invent arle que justific ara la escena que había presenciado, sin cont arle la verdad. Pero quedó estupefacta cuando June le dijo:
-Thomas es un mago, Hermione. Existe un lug ar que se llama Hogw arts, donde todos los niños como el que tiene usted van a estudi ar allí, cuando cumplen los once años... –empezó a explic arle la mujer.
-Espera... ¿cómo sabes tu de Hogw arts y de todo el mundo mágico? –le preguntó confundida la joven.
June la miró incrédula, no podía creer que ella conociera… su mundo… Pero enseguida le explicó:
-Es que yo soy una squib, y siempre me p areció más tranquilo el mundo muggle que el mágico. Pero no por ello olvide mis raíces... ¿es allí donde ustedes van, no?
Hermione asintió lentamente y la mujer le suplicó:
-Déjeme ir. Trabaj aré en otro lug ar y viviré en otra casa si así lo quieren, pero no me sep aren de ustedes por favor, después de tanto tiempo juntos ya no concibo mi vida sin esta familia...
-June... –susurró Hermione con ternura, tomándola de la mano. –Lo habl aré con Draco, pero seguramente seguirás estando con nosotros como hasta ahora...
Y esa noche se lo dijo a su esposo, quien quedó sorprendido tanto como ella de haber convivido con alguien del mundo mágico todo ese tiempo y sin sospech arlo siquiera... Pero no tuvo rep aros en acept ar que siguiera junto a ellos.
La semana siguiente se les pasó rapidísimo, entre ir colocando el personal que desocup arían en otros lug ares, prep ar ar todas las valijas y Draco ir cerrando todos sus asuntos laborales, por lo que muy pronto se vieron frente al día en que p artirían...
June y Thomas ya estaban en el auto, viaj arían hasta Londres con el mismo, y luego desde el Caldero Chorreante irían a su hog ar por la red flu; no habían querido hacer todo el viaje de ese modo por temor a que le afect ara al emb arazo.
Por otra p arte, Draco y Hermione iban recorriendo la casa lentamente, como despidiéndose. Habían reducido todos los muebles, llevándoselos con ellos. Los espacios vacíos p arecían mucho más grande, pero los recuerdos estaban intactos...
-Como te odié esa noche en que me hiciste tu esposa... –susurró Hermione, recordando la primera vez que había pisado ese hog ar.
-Y yo te amé tanto esa noche que supe que ya no podría vivir sin ti... Sin emb argo lo hice durante cuatro años, y luego ya no pude sep ar arme... Incluso amaba tu indiferencia, en realidad, amaba ese teatro donde fingias odi arme y me estabas amando como nunca...
-Draco... –gimió Herm, cuando los besos en su cuello se hicieron más profundos. Entonces él la contempló con ternura y le besó la punta de la n ariz.
-Mejor vayamos yendo... –sugirió. –Thomas va a impacient arse si nos demoramos... –sonrió, sabiendo que ella entendía ese "demoramos".
Así que salieron de la casa, cerr aron y se dirigieron a lo de los Haydon, donde Draco les entregó la llave, regalándoles también la casa. C aroline no entendía tantas gentilezas de pronto y menos entendió aún, cuando el rubio la estrechó en sus brazos en un sincero y cálido abrazo, diciéndole:
-Gracias por todo, C aroline; y perdona por todas las veces en que no he sido bueno contigo... ¿Sabes? El amor me enseñó a abrir los ojos y descubrir a quienes me rodean. Lo hice t arde, lo reconozco, pero por suerte pude salir de la ceguera donde pensaba que todos me lastim arían.
-Draco... p areces otro... –le sonrió la mujer. –Me alegra mucho que finalmente seas feliz... –le dijo, sin pregunt arle porque no había sucedido eso cuatro años antes, cuando se había casado.
El rubio le sonrió, y luego la dejó con su esposa, mientras él se despedía de un estupefacto Alex, que aún no terminaba de digerir la última semana.
-Prométeme que volverás a visitarnos, o que nos dirás donde estás cuando decidan quedarse a vivir en algún lugar… La empresa está a mi nombre Draco, pero siempre será tuya si quieres volver… -le decía el hombre, intentando no ponerse demasiado nostálgico.
-No te preocupes Alex, no perderemos contacto, pero tampoco volveremos a vivir aquí… Gracias por todo amigo… -le dijo mientras lo abrazaba, e iba sintiendo que las emociones estaban siendo muy fuertes… Un momento… eso era signo de que los efectos de la poción estaban terminando! No les quedaba mucho tiempo... –Hermione! Vamos! –llamó a su esposa y ella al ver su mirada de desesperación lo entendió.
-Si Draco, mejor vamos yendo así no tenemos que viajar de noche… -se excusó.
Luego de una nueva despedida con los Haydon, toda la familia Malfoy, June incluída, partieron hacia el mundo mágico. Irían hacia Londres, donde Ron los estaría esperando con un sinfín de preguntas, que tendrían su debida respuesta… y luego por fin podrían vivir en paz, sin máscaras, sin pociones de por medio, solo ellos, con sus hijos y su amor… Rumbo a una nueva vida...
