Como ya habrán adivinado, este es el capítulo de la declaración. Espero que lo disfruten:)

Lady Ski: Waai que lindo! Que lindo que a una le digan cosas así, muchas gracias!

Amazona Verde: X3 Es así… pasa en la vida diaria. Sirius es así, esperemos que pronto se declare como es debido X).

Helen Black Potter: Yeah, Dumbledore es lo más:D Que bueno que te haya gustado ;)

Akko: jaja, a mí también me pareció interesante así. Seguramente habrás tenido oportunidad de ver a alguna persona que cuando se enoja y grita quiere decir más cosas de las que su boca puede y se termina trabando y le sale cualquier cosa. Bueno, a Sirius le sale cualquier cosa XD. Gracias por el review!

Nota: Uso los nombres Canuto/Padfoot/Paddy y Lunático/Moony indistintamente. Sólo que me gusta más Paddy y Moony porque suenan más cariñosos y diminutivos.

Capítulo 4: "Declaración"

Al tercer día Remus le explicó que estaban bastante crecidos para poder dormir en una sola cama chica.

- Durmamos en la mía, es más grande.

- Creo que estaríamos más cómodos cada uno en su propia cama.

- ¿Entonces no quieres quedarte conmigo esta noche?

- Sirius –le explicó con paciencia- creo que ya eres un hombre grande y puedes dormir solo ¬¬.

- Precisamente porque soy un hombre grande no quiero dormir solo. –murmuró.

- ¿Qué dijiste?

- Nada… Es que a veces me despierto por la noche pensando que estoy en Azkaban…

En ese momento, inexplicablemente, Remus sintió muchas ganas de llorar sin razón. No pudo hablar, se fue sin decir nada. Sirius sonrió; aunque nada había dicho sabía que podía contar con él esa noche.

El resto del día transcurrió bastante tranquilo, sin peleas. Pero a medida que la tarde se convertía en noche sus corazones comenzaban a inquietarse.

El de uno, buscando la forma de rechazar la invitación sin que se amigo se enoje. El del otro, buscando las palabras adecuadas para ser bastante claro sin molestar a su amigo. ¿Qué debía decirle, pensó cada uno.

Remus asomó la cabeza en la habitación de Sirius. Éste no lo miró para nada, sino que estaba muy concentrado en la tele. Remus entró y se asomó a ver qué lo tenía tan pendiente. Inexplicablemente él también se enganchó (Dios, esa caja boba podía ser casi hipnótica a veces!) y no fue hasta un corte comercial que ambos pudieron salir de su trance y al fin Remus habló.

- ¿Bajas a comer?

- Noooooo –gimió Sirius. - ¡Quiero ver! Es el último capítulo de la temporada!

No entendía qué con eso, pero pensó que podía ser importante. Al menos para Sirius…

- Mmmm… ¿entonces quieres que te suba algo?

- ¡Sí, sí; comamos arriba!

- ¿Comamos? No, yo dije que puedo traerte algo; yo voy a comer a la mesa.

Sirius le puso una de sus caras heridas y suplicantes. Esa cara a Remus le atravesaba el pecho, y al final siempre lograba que terminara cediendo.

- Pero… -Remus miró la cama con un poquito de asco- no son sólo migas esta vez: hay sopa y salsa… va a ser una cochinada.

A Sirius se le ocurrió decir algo acerca de cochinadas en su cama, pero pensó que se iría de boca y prefirió callarse. En cambio fijó la vista en una oportuna publicidad de un limpiador que quitaba todo tipo de manchas.

- Está bien, tú ganas. –el licántropo miró a su amigo como si tuviera la culpa de algo, pero aún así sonriendo.

Estaba a punto de salir cuando acabó el corte comercial y Remus se vio obligado a tardarse un poco más para ver cómo seguía. En la tele el muchacho corría al aeropuerto perdiéndose la ceremonia de su graduación, arriesgando todo para encontrar a su chica y declararse. A Sirius se le encogió el estómago con culpa y miedo. Era eso mismo que quería hacer; no parecía tan fácil. Él no se recordaba pensando antes de hacer algo, sencillamente lo hacía. Pero esta vez era distinto; esa declaración le estaba quitando el sueño, no podía dejar de pensar. La sentía como algo urgente, no quería esperar más para decirle, para cambiar esa tortuosa situación de "sólo amigos" de una vez por todas. Cada mañana se despertaba jurándose que ese sería el día, que ese día sí le diría… pero en cuanto veía a Remus lo invadía el miedo de poder llegar a arruinarlo todo si no era cuidadoso. Y lo peor de todo es que ya no podía desahogarse, porque su fuente de consuelo hasta el momento ahora era la causa de su tormento.

- Muy lindo. –dijo con poco ánimo Remus y empezaba a caminar hacia la puerta. Sirius se dio cuenta que por quedarse pensando se había perdido el final de la temporada. Ahora pasaban imágenes felices de la pareja con una canción de fondo.

Le pareció ver a Remus caminando como en cámara lenta mientras su corazón se agitaba más y más. Las imágenes felices en la tele le parecían dagas en el pecho: los besos, las caricias, las sonrisas, eran un cruel recordatorio de lo que se estaba perdiendo por su cobardía.

- ¡Espera! –gritó.

Remus se dio vuelta junto a la puerta.

- ¿Qué pasa?

Sirius corrió unos pocos pasos hacia la puerta sintiéndose agitado como si hubiera atravesado no la habitación, sino medio país.

Los ojos de Remus se quedaron clavados en los suyos; Sirius enmudeció: si hacía algo mal podía causar que nunca más volviera a mirarlo así.

Supo que debía verse raro, con el miedo plasmado en la cara, porque la de Remus ahora mostraba preocupación por él.

- Tengo miedo.- susurró casi inaudible, más hablando para él que otra cosa. Un terrible miedo de pérdida lo envolvía.- ¿Alguna vez viste a Sirius Black con miedo?

- ¿Sirius?...

Tomó la mano de su amigo y la llevó a su pecho: la apretó donde su corazón golpeaba dolorosamente.

- …¿Puedes sentirlo?

La mirada de Remus cambió de una preocupada a una compasiva. Una que decía "habla, estoy dispuesto a escucharte", y también "te comprenderé sea lo que sea".

Sirius habló despacio, pensando cada una de sus palabras.

- Hay algo que hace mucho quiero decirte. Quiero que sepas… lo especial que eres para mí. Yo te… aprecio mucho. –se culpó por ese acto de cobardía de última hora pero no hubo tiempo para mucho más. La mirada de Remus aún seguía clavada en la suya; sus pupilas se habían dilatado y sus ojos estaban más brillantes, casi llorosos.

- ¡Ow, Paddy! –dijo este y lo estrechó en un tierno abrazo.- Comprendo como te sientes. Con Voldemort ahí fuera todos tenemos miedo de morir, y queremos decirle a nuestros seres queridos cuánto los queremos. Yo también te quiero mucho Sirius. No te preocupes, por ahora estamos seguros aquí, nada va a pasar.

Le dedicó una última sonrisa a la cara petrificada de Sirius y salió hacia la cocina.

El animago estaba mudo y clavado al piso; no podía creer ese desenlace para la declaración que tanto le había costado.

- ¡Te amo! –le gritó desesperado por el pasillo.

- Yo también. –respondió el otro con descuido.