Muy buenos días, tardes y noches queridos lectores!
Como se habrán dado cuenta, en esta ocasión los invitaré a vivir una nueva experiencia, más exactamente la mítica leyenda arturiana. Excepto que no solo tendrá detalles basados en los personajes de Fate Prototype / Grand Order, si no que también tendrá detalles de la leyenda que todos conocemos, así como también una libre interpretación mía.
Por esto mismo les pido, no sean tan ortodoxos en los comentarios diciendo "Esto no va así" o "Deberías de jugar FGO para saber la verdadera historia". Por qué les digo esto? Porque sencillamente los conozco a algunos, debido a ello diré que esta es una recreación de la historia del Rey Arturo. Así como ustedes pueden inventarse un nuevo origen, yo cambio algunos detalles para volver difusa la línea entre lo fantástico y lo real.
Cierto! Otro detalle que me olvidaba de avisarles...este fic será una miniserie que tendrá entre nueve o diez capítulos.
Ahora sí, sin nada más que agregar, diré que ningún personaje me corresponde, todo eso recae en su respectivo dueño.
'Tiempos mejores han existido…tiempos donde los mundos estaban abiertos a los mundos, donde no existía el temor a la ignorancia o el rencor. Pero como todo buen tiempo, un día, esos buenos tiempos comenzaron a desintegrarse'
Capítulo 1: Merlín
Rápido, entre los frondosos árboles que tornaban lúgubre la superficie del lugar, volaba un pequeño ser pálido que asemejaba poseer una fisionomía femenina, recubriendo tales zonas erógenas con diminutos bordados de verdes hojas frescas, contrastando en demasía con el cabello cerúleo y las pseudo alas aviares que brotaban de la espalda.
-Merlín! Dónde estás Merlín!? – clamó el minúsculo ser, intentando engrandecer la voz al llevar ambas manos a cada lado de la boca.
El sobrevuelo se mantuvo durante unos extensos metros más, deteniéndose en medio de un claro, entre las altas flores silvestres. Las oscuras orbes, como perlas rebosantes de negrura infinita, recorrían cada detalle del paisaje con meticulosidad, demostrando así su diligente enfoque para no perder peculiaridad alguna entre la flora y fauna fantástica.
-Merlín! – nuevamente exclamó en un tono agudo y sumamente femenino el volador ente.
-Está allá…trabajando con sus ridículas piedras- notificó una nueva voz a la fémina ser, tratándose de un antropomórfico duendecillo de tez jade y vestimentas carmesíes con ligaduras de cuero negro.
-Otra vez? Siempre igual…- fastidiada de repente, los hombros de la criatura fantástica cayeron en simultáneo que se paraba sobre la hoja de un cercano plantín.
Soltando un suspiro repleto de desgano en vísperas de que su descanso aún debía de esperar, el alado ser femenino realizó un escueto ademán de despedida antes de retomar vuelo entre la espesa flora autóctona. Eterno le pareció recorrer la distancia que le deparaba su destino, agradeciendo por dentro que algunas rayos de luz se filtraran entre las aberturas oscilantes que las ramas creaban en altura, para finalmente dejar atrás la oscuridad y hacer frente a un enceguecedor sol iluminaba un vasto prado.
Sobre el esmeralda césped silvestre, una grácil y esbelta figura femenina movía con dificultad sobre sus hombros un enorme pilar de roca maciza entre varias más que estaban de pie en el suelo formando un perímetro circular. Concentrada lucía ella en su labor, ignorando las gruesas hebras blancas pertenecientes a su cabellera que estaba mojado por el sudor del esfuerzo, así como también desestimaba el menester de guardar decoro en la selección de vestimenta, siendo que apenas tenía una fina tela cubriendo la zona mamaria mientras el resto de las mismas colgaban de su cintura.
-Merlín! – chilló una vez más la voladora figura femenina, cruzando uno de los enormes umbrales de piedra en el proceso.
Percatándose de la presencia del ser que identificó como un hada, la peliblanca depositó primeramente la roca en el lugar que deseaba, para después dejarse caer en el suelo y apoyar su espalda en el lateral curvo del menhir, librando un cansino gemido en sincronía que estiraba la mano diestra y veía el aterrizaje del maravilloso ente en la misma.
-Para qué levantas esto? No tiene lógica…- inquirió la minúscula dama voladora, girando la cabeza en todas direcciones e intentando comprender la razón del proyecto.
-No me interesa la lógica, Banharim. Me gusta sembrar misterios. Los misterios son buena cosa…- esbozando una creciente sonrisa en su engatusador fas, la mujer de blancos cabellos alegó, acercando poco a poco su mano hasta el rostro.
-Tú estás loca, lo cual es lógico. Tu padre fue un duende negro. Eso es suficiente- sentada en la palma de la incomprendida figura que tanto tiempo gastó en buscar, el hada prosiguió con el diálogo mientras trataba de no caer rendida a los encantadores orbes que su receptora poseía.
-Bésame, Banharim. Y dime por qué me buscas- ladina, Merlín provocó al saber que su amiga estaba siendo influenciada por el aura instintiva que emanaba, aunque sin dejar a un lado la curiosidad que tenía por el apuro de la misma.
Dejándose llegar por instinto hasta el delicado rostro sudado de la mujer por unos segundos, la pequeña alada cerró súbitamente los ojos y sacudió la cabeza, mirando luego a la mestiza con gran molestia por sus retorcidos dotes sobrenaturales previo a alzar vuelo, alejándose del asir.
-Laliana quiere verte. Parece ser grave…- pronunció el hada, batiendo sus alas y tomando altura, siendo así desapercibida para ella el fruncido ceño que adoptó la peliblanca.
-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-
Las entrelazadas raíces amarronadas, por causa del lodo y la humedad sofocante de la caverna, decoraban cada sencilla pulgada del lugar, escondiendo entre sus rebarbas un sinfín de encorvadas figuras arrugadas que se caracterizaban por tener orejas puntiagudas y estirados rostros inexpresivos, como si estuviesen analizando cada mísero detalle de la naturaleza en todo momento.
Aun así, en la obscuridad absorbente que la madre tierra proporcionaba como refugio para sus queridas criaturas, una delgada figura de rasgos femeninos se hallaba sentada sobre un rústico tocón a modo de trono representativo, imponiendo su presencia sobre el resto con una larga túnica rojiza como las rosas y una extensa manufacturada con hiedras cosidas a mano, materia prima empleada también en la confección a un extravagante sombrero de ala ancha y protuberancia cónica en el centro.
-Es grave, Merlín…Es cada vez más difícil tratar con los humanos…Son torpes y brutales, contaminan la tierra con su barbarie…Hemos pensado en volver al Otro Mundo- vocalizó la emisora principal del numeroso grupo oculto en una de las decenas de bocas que poseía la montaña.
Agrio se tornó el mefistofélico semblante de la peliblanca, afirmándose sobre su cayado mientras el barro se filtraba entre los dedos de sus pies, sin importarle que su túnica rojiza fuese a ensuciarse más de lo que estaba.
Las implicaciones no eran de su total agrado, y los seres frente a ella lo sabían muy bien. No siempre las palabras eran requeridas entre ellos para comunicarse, prefiriendo el tácito trato de la naturaleza salvaje y desconocida que les envolvía, guiándolos por instinto a sus caminos designados, expectantes a cumplir los inoportunos destinos escritos.
-No. Sería el fin de todo…No puedes dejarlos solos…Son como niños locos…Además, si lo hacen viviremos en un mundo gris y helado…Un mundo en el cual desapareceríamos paulatinamente hasta que no quedara ni siquiera nuestro recuerdo- entrecortada la dicción del monólogo fue, enfatizando cada sentencia como si de un martillazo sobre una forja se tratara, indicando lo importante que era para Merlín todo aquello.
Blancos ojos hundidos en las sombras que rodeaban los finos rasgos de la mujer en la caverna analizaron con sumo detalle la postura de quien mandó a llamar, queriendo ver flaquezas en su monólogo, mas hallando una férrea resolución inamovible.
-Qué sugieres? – demostrando ser antigua mediante la entonación solemne que usó, Laliana interpeló.
Violáceas orbes, llenas de tormento a futuro. En ello se vieron reflejados todos los habitantes ocultos del mundo más allá al humano, sintiendo por un breve segundo la muerte rondar entre pequeños espacios en puntas de pie, casi como si no quisiera hacer sonido con tal de atraparlos desprevenidos.
-Crearé un reino perfecto…y un rey perfecto. Y todos nosotros, hadas, elfos, magos, espíritus blancos, todos podremos vivir en paz con ellos- exteriorizó su anhelo la mujer de níveos cabellos.
No obstante, los dichos fallaron en dejar sin habla a los oyentes, pues al instante se irguieron vociferando sus protestas, creando un ensordecedor eco a lo largo de toda la cueva.
-Deliras, Merlín! Los hombres son bestias carniceras! – clamó en señal de protesta una antropomórfica figura femenina que compartía similitudes con un árbol, llevándose la extremidad superior siniestra al seno de su torso y enseñando que únicamente tenía cuatro dedos allí.
-Sí! Cuál es ese rey perfecto que crearías? – concordando con el ente anterior, un arrugado duendecillo gruñó en simultáneo que daba un paso al frente, revelando su amarillento tono de piel y el improvisado jubón compuesto por miles de hojas resecas.
La peliblanca notaba con claridad entre las penumbras el escepticismo de los seres fantásticos. Dudosos de su juicio, de sus predicciones, de su deseo. Y sin embargo, también notó un leve resquicio de esperanza que trataban de ver en tales anhelos, queriendo rozarlo con las yemas de los dedos para así al menos sentirse a salvos.
-Aún no ha nacido…pero aquel que será su padre se llama Uther Pendragon- ultimó la maga, bajando la mirada y permitiendo que las sombras repten por sus mejillas, dejando únicamente el brillo violeta de sus orbes a la vista de todos.
-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-
El insoportable hedor a óxido invasivo, sea proveniente del metal que abundaba en armaduras y armas o de la sangre que bañaba el suelo, era todo lo que reinaba en aquellas tierras sajonas donde la niebla entorpecía hasta las mejores de las visiones. Gritos y aullidos lastimeros, ensordeciendo las planicies por amplias hectáreas, clamando victorias y derrotas por igual, mientras sus estandartes flamean con rebosante orgullo infantil, aun si estas estaban ya roídas o manchadas en las heces de los muertos que remataban en los suelos desnivelados.
-Retroceden! A ellos! – perdido entre la muchedumbre, las exclamaciones imperativas de un líder se alzaban en ascuas al igual que su espada tosca.
-Es inútil, señor…Hemos tenido demasiados muertos- un caballero replicó al lado de su dirigente, de rodillas sobre el fango y sosteniéndose gracias a la alabarda que cargaba, observando cabizbajo a través de las rendijas que su casco tenía a sus compañeros caídos.
-Maldición! Casi tenía en mis manos a ese perro de Gorlois! – repleto de furia iracunda, el líder espetó mientras descendía de su caballo y lanzaba su elaborado casco a un lado para marchar directamente a una tienda donde previamente divisó el ingreso de una figura encapuchada.
Sacudiendo con brusquedad los faldones gruesos, capaces de retener apenas el frío clima del exterior, aquel líder de atada cabellera blonda sucia y descuidada barba arribó al lugar donde aguardaba una silenciosa maga que miraba fijamente un punto negro en el suelo, absorta del mundo que le rodeaba. Sumida en los más profundos y secretos pensamientos privados.
-Merlín…Dónde está la ayuda que me prometiste? – exigió respuestas el corpulento varón, reduciendo la brecha entre él y la mujer.
-Yo no ayudo a matar hombres, Uther. No comprendo tu encarnizamiento contra Gorlois- negándose a quitar su vista del inmóvil punto azabache creado por las sombras, la peliblanca determinó la postura que tenía en relación al tema.
Oír eso generó en el líder un brillo de locura ocular, donde el instinto lujurioso parecía apoderarse de su persona. Acortando aún más la brecha que les separaba, Pendragon quiso posar sus ojos sedientos en la mujer frente a él, mas una neutra mirada de soslayo le hizo recapacitar.
-Yo te lo explicaré. Igraine, su mujer, Merlín…Un sueño hecho carne que me mantiene despierto en las noches! – en sus poco convencionales cabales, el líder de los caballeros que aguardaban en las afueras de la tiendas proclamó vehementemente las motivaciones que le seducían a continuar.
Mas esto provocó el izar de la hiel por la garganta de la maga, quien viró milimétricamente su cabeza en dirección al hombre, teniendo en consecuencia la mitad diestra del rostro iluminado por un fino haz de luz que se introducía de manera burlona entre las telas de la campiña.
-Es eso tu guerra? Todos esos muertos por tu deseo insatisfecho? – duras y rogando por una falsa mentira como respuesta, Merlín interpeló en simultáneo que apretaba los dientes al punto en que su mandíbula dolía.
-Necesito a esa mujer, Merlín! Tú tienes que obtenerla para mí! – una vez más Uther sobrepuso sus menesteres libidinosos, demostrando cuan bajo era capaz de caer con el fin de obtener su objetivo.
Lo que terminó por consolidad lo que tanto llevaba pensando la mágica mujer encapuchada. Ella sabía que el hombre frente a ella nunca sería el perfecto rey que buscaba. Sin embargo, sabía de la posibilidad de que él fuese el conductor hacia lo que anhelaba. Por esto mismo, pagaría el precio de indignidad.
-Está bien. Te llevaré con ella- en un tono ominoso, la fémina acotó, irguiéndose de forma desganada y casi arrepentida.
-Cuándo? Cuándo!? – ansioso cual infante frente a un regalo, Uther trató de averiguar el momento exacto de los hechos.
-Mañana…cuando Gorlois ataque- dándole la espalda al líder de los caballeros, Merlín respondió, para luego hacer a un lado los faldones y perderse entre los guerreros.
-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-
Sobre un pardo corcel se hallaba un gallardo hombre de sencilla armadura y capa verde, alzando su espada de doble filo en sincronía que sacudía con la mano izquierda las riendas del animal para que empezara a correr por delante de cientos de hombres que compartían de manera precaria los distintivos colores en trozos de tela alrededor de los cuellos, pero vivían en carne propia la carismática personalidad del cabecilla que les infectaba a grandes velocidades.
-Adelante, mis valientes! Exterminemos hasta el recuerdo de los Pendragon! – vocalizó el hombre que se había convertido en el culpable de las desgracias que Uther decía padecer, marchando con apuro sobre un desnivelado listo para colisionar contra los enemigos.
No muy lejos de allí, al otro lado de un lago, un dúo se reservaba sus comentarios mientras divisaban las acciones de ambas facciones. Ruidos de metal chocando entre sí, seguido de exclamaciones que rogaban auxilio o sentenciaban muerte, abarcaron todo el paisaje previamente manso.
Dejándolos con sentimientos contradictorios, dependiendo de la persona, ante lo que iban a hacer.
-Ahora. Ven conmigo…pero antes…- sujetando de manera inconsciente su báculo al punto de tornar blancos los nudillos, la dama de cabellera nívea parló, volteando a donde el hombre estaba.
Tomándolo por sorpresa cuando ella levó la mano derecha hasta su cara, con cuidado para no rozar siquiera un pelo de la barba.
-…Deberé cambiar tu aspecto- finalizó el previo diálogo la hechicera, emitiendo un enceguecedor fulgor que envolvió en nieblas al varón.
Atrás quedó la figura del fornido hombre de rubios cabellos sucios con mirada lujuriosa. En su lugar, un gallardo hombre miró apopléjico su reflejo en el agua cristalina mientras hincaba una rodilla y rozaba con incredulidad los rasgos que actualmente compartía, transformando consecuentemente la sorpresiva gesticulación oral en una de total satisfacción propia e inmensa soberbia.
-Soy la viva imagen de Gorlois! – aclamó Uther, irguiéndose y dando media vuelta en dirección a su acompañante.
-Apúrate- aquella única palabra fue todo lo que comunicó la mujer que perpetuaba un neutro rostro, subida ya a su caballo y procurando ocultarse bajo la gran capucha de su vestimenta.
Sin necesidad de retrasar más su objetivo añorado, el líder de los caballeros montó a su propia movilidad y sacudió fuerte las riendas en simultáneo que golpeaba con los talones la región posterior del abdomen animal, provocando que el corcel esprintara directo a Tintagel.
Los escarpados niveles de suelo que conducían al castillo en lo alto de un monte no detenían por un instante el desesperado deseo de Uther, apresurando paulatinamente más a su caballo para que redujera el tiempo de distancia, dejando a su paso un espeso rastro de polvo que se alzaba en cada golpeteo de las pezuñas contra la reseca tierra del camino. Siendo esta señal lo que advirtió a los centinelas de su regreso inesperado e hizo que abrieran las puertas levadizas mientras inclinaban sus cabezas en muestra de respeto.
-Fuera del paso! Fuera! Dónde está la reina? – gritó en una voz ajena a la suya, Uther.
-En su cuarto, señor…Le avisaré- uno de los guardias respondió extrañado, viendo cómo su dirigente descendía del corcel y corría a toda prisa por las escaleras, dejando atrás a su encapuchado acompañante.
-No! Iré yo mismo! – ignorando su falta de conocimiento en cuanto al diseño del castillo, aquel que usurpaba la imagen de Gorlois exclamó listo para reclamar su premio.
Los pesados pasos se hicieron eco en todo el pedregoso establecimiento, resonando en cada pasillo recóndito y habitación más alejada, perturbando a todas y cada una de las personas que residían en el momento, desconcentrándolos de sus labores diligentes. Tal era el caso de una mujer que arrodillada se hallaba frente a una cruz, con los ojos cerrados y los dedos entrelazados contra su frente, orando sin detenimiento alguno por el bienestar de su señor en medio de la penumbra.
Sumida en sus plegarias, el brusco abrir de la puerta hizo que se asustara, principalmente porque un haz de luz ingresó con prepotencia en la recámara e iluminó el enorme símbolo metálico mientras un frío viento soplaba tempestuosamente.
Como si un mal presagio dictaminara el inicio de una cadena de eventos desgraciados.
-Pero…Señor…Vos aquí? Creí que…la batalla -atónita por la sorpresiva aparición de su esposo y regente del castillo, musitó a través de los labios entreabiertos Igraine al mismo tiempo que trataba de pararse.
-No es el momento de hablar! – espetó en un rugido el farsante, obviando el retrocedo instintivo que la fémina dio al oírle.
Grande abrió los ojos la mujer, aterrorizada por el súbito cambio de humor que su usual esposo calmo tenía en privado, pudiendo solo elevar ambas manos con intención de imponer distancia cuando la gallarda figura se abalanzó sobre su delgada fisionomía, acorralándola contra el frío suelo de piedra.
-Por favor…Me lastimáis- suplicó asustada Igraine al ver que las enormes manos sujetaban el extremo inferior de su vestido y comenzaban a subir, exponiendo paulatinamente sus piernas.
-Ah. He esperado por esto…- relamiéndose ante la vista del atesorado secreto que recelosamente guardaba la mujer para su esposo nada más, Uther falló en contener la vocalización de los pensamientos que tenía en el momento.
Acto seguido, guturales sonidos roncos invadieron los oscuros pasillos del castillo, acompañados de dolorosos gemidos que conseguían describir el sufrimiento de una persona que se oponía al trato que recibía mas nada podía hacer para contrarrestarlo más que resignarse.
Asimismo, entre las sombras que fabricaban los gruesos pilares, Merlín se encontraba sentada evitando sentir el calor del sol que se filtraba por una ventaba, percibiéndose indigna de ello. Dispuesta a pagar el precio final por el hecho de que los suyos puedan seguir viviendo en dicho mundo salvaje y predominante en belicismo.
Eternos minutos transcurrieron para la peliblanca, sumida en la vorágine de pensamientos que apabullaban la misteriosa mente que poseía, aferrándose con gran fuerza a su cayado, luchando contra sí misma para reaccionar contra el hombre que servía.
-Vamos, Merlín! Ja, ja, ja! Ahora podemos volver a la batalla! – tal como sucedió antes, las puertas de la recámara se abrieron bruscamente, dejando ver a la falsa figura de Gorlois acomodándose la armadura mientras clamaba orgulloso las siguientes órdenes.
Todo después de saciar su lujuria.
-Id, señor…Yo esperaré aún aquí- bajando la cabeza para evitar ver la satisfacción en el rostro del hombre, la maga comunicó, soltando un suspiro cuando los pasos se alejaron con apuro.
No mucho debió de esperar la peliblanca para receptar auditivamente un nuevo par de pisadas, siendo estas mucho más silenciosas y esporádicas, como si pertenecieran a una persona sumamente asustada. Detalle no muy alejado de la realidad, ya que a través del umbral se asomó una temblorosa figura femenina, con las ropas desgarradas y numerosas marcas de dientes por toda la tersa tez.
-Mi marido…Jamás actuó de una manera tan brutal…Era…Era como un desconocido para mí- trémula, aunque no por el clima gélido, se hallaba Igraine en simultáneo que se esforzaba en ocultar su desnudo cuerpo con el resto de vestido que le quedaba.
Los labios cerrados de Merlín se abstuvieron de pronunciar comentario alguno, cerrando los ojos con pesadez y preparándose para una consecuencia inmediata que pudo prever desde el momento en que Uther confesó aquel carnal deseo cegador.
Gritos y llantos de una mujer iban en aumento a medida que unos pasos resonaban con mayor claridad, indicando la proximidad que tenía con respecto al dúo de mujeres que permanecía en la penumbra esquiva de luz.
-Pero…Qué ocurre, Vinovere? – inquirió la reina del castillo ante la aparición agitada y melancólica de una anciana dama de compañía.
-Oh, señora! Es el rey Gorlois! Traen su cuerpo! Fue muerto en batalla! – histérica, la avejentada fémina exclamó, dejándose caer de rodillas frente a su mandataria para asir con sus arrugadas manos los harapos que apenas cubrían a la reciente viuda.
-El rey? Pero…Él…El acaba de estar…Acaba de…- desconcertada con la inesperada noticia, la monarca empezó a descender sus brazos, descubriendo en consecuencia parte de su plexo solar repleto de marcas.
-Nuestro pobre señor…- la dama de compañía persistió con su sollozo lastimero, ignorando cómo la encapuchada figura femenina a un lado se ponía de pie con ayuda de su bastón.
Pese a ello, alguien sí había notado los movimientos de la peliblanca, siendo la reina quien viró rápida la cabeza y miró de manera fija a la maga.
-Tú…- como si acabara de resolver un misterio oculto entre espesas nieblas, Igraine susurró.
Para posteriormente enseñar una espeluznante contorción facial, dejando atrás su deslumbramiento y reemplazándolo con una agria gesticulación, frunciendo el ceño y mostrando los dientes, de la misma forma que un animal rabioso a punto de morder a su siguiente víctima.
-Esto ha sido tu obra, Merlín. Ese miserable me ha engañado con tu ayuda- dio inicio a la acusación la monarca viuda.
Lo que previamente fueron pasos temblorosos, ahora eran pisadas dignas de un gigante, retumbando en cada recoveco del enorme castillo y haciendo cimbrar los pocos vitrales que decoraban algunas habitaciones. Con cada pasos, Igraine se dejaba iluminar más por el haz de luz que ingresaba por una abertura lateral, enfocándose primariamente en su torso mientras que detrás se reflejaba el resto de su sombra sobre la cruz que atendía a sus oraciones antes.
-Maldito seas, Merlín…y maldito sea todo lo que nazca de esta horrible falsedad. No conozco tus razones pero sea lo que sea que planearas, un día mi venganza te alcanzará- la viuda, de pie a meros metros de distancia y apuntándole acusadoramente con el dedo índice siniestro, fulminó con tales palabras el destino de la maga que en silencio se encontraba.
Incapaz de decir algo en su defensa.
-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-
En silencio junto a un calmo lago.
En silencio con sus pensamientos.
En silencio…
Nada perturbaba la etérea paz en la que se mimetizaba una fémina de blancos cabellos y ojos violetas, observándolo todo y nada al mismo tiempo, permitiendo que la flora del lugar crezca durante días y noches a su alrededor, subiendo de manera pausada por sus rojizas túnicas y desgastado cayado de madera torcida.
Reviviendo a cada segundo las acciones que tomó para cumplir con el deber que tenía. Lo indigna y orgullosa que se sentía al mismo tiempo, siendo un gran oxímoron que el destino le deparó sin siquiera imaginarlo, convirtiéndola en el foco de risas que un ente más allá de la comprensión racional emitía.
Las orbes violáceos viraron hacia la derecha cuando un repetitivo batir de alas perturbó la serenidad del lugar, hallando a una pequeña hada de rostro pálido acompañado con un par de orejas alargadas y ojos negros como carbones.
-Por qué estás así, Merlín? Todo lo que planeaste ha salido bien. Uther Pendragon es rey y se ha desposado con Igraine, la viuda de Gorlois. Incluso esperan su primer niño- la diminuta ser se expresó una vez que se posó sobre las rodillas recogidas de la portadora de magia.
-Pero Gorlois e Igraine tenían ya una niña…- ronca y carente de emociones, la hechicera acotó veraz.
-Sí. Morgan. Es muy extraña. Provoca tormentas y lluvias, y desaparece en los relámpagos…dicen que repite tu nombre sin cesar- el propio tono agudo del volador ser se agravó tras aquella sentencia, demostrando que el tema era serio.
Fue debido a lo último pronunciado por el hada, que Merlín se puso de pie después de tanto tiempo a solas, arrancando del suelo las raíces de que aquellas plantas rastreras que intentaron convertirla en una con ellas, como también buscaron darle vida al viejo bastón con algunas enredaderas que ocupaban un tercio del objeto.
-Has dicho que la reina Igraine espera un niño? Creo que es el momento de ir a verlos- obviando el dolor en las piernas por el tiempo que permaneció quieta, como así también la encorvada espalda que tenía símil al de una anciana octogenaria, la peliblanca declaró mientras dejaba atrás el calmo lago.
Para enfrentarse al bullicioso castillo donde los reyes residían.
-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-
Tenues eran las llamas de los braseros, llenando la recámara en una tóxica nube que se impregnaba en todas las telas presentes, intentando dejar un rastro eterno de su vivencia para luego ser recordado cuando los usuarios recorran extensos caminos y se reúnan con sus pares.
Y así como el humo buscaba vivir en la cima de los anhelos, la mirada fría que tenía enfrente Merlín solo añoraba calar en lo más hondo de su alma y cimentarse allí, fecundando un odio verde y lacerante, humeante, líquido, casi vivo en su furia.
-Sí, el niño nació anoche y es un varón…No quiero verlo. Ni quiero veros a vosotros, rey y bruja. Fuera! Fuera de aquí! – postrada en una gran cama, con el rostro marcado de arrugas y manchas de sudor sin limpiar, una desaliñada Igraine exclamó con desdés mientras a un lado se hallaba una vieja nodriza sosteniendo un bulto oculto entre sábanas.
Sabiendo que el pensamiento primario de la reina no flaquearía, todos aquellos que de pie se encontraban alrededor de la cama se turnaron para salir de la recámara en silencio, dejando en su soledad a la rota mujer entre los hipnotizantes bailes sin patrón alguno que las volutas de humo creaban en todo el espacio asignado.
Recorriendo los interminables pasillos, que parecían abandonados debido a la ausencia de vida que ocupara algún trabajo allí, el trío avanzaba a paso lento con sus individuales miradas extraviadas, sumergidos en pensamientos propios, inconscientes del constante golpeteo que el sucio extremo inferior del báculo realizaba contra el suelo.
Un sonido que asemejaba el pulsar de un corazón tan calmo que parecía estar a punto de detenerse.
-Es como vivir con una fiera…Tampoco quiere ver a su hijo- ignorante del motivo causal por el cual Igraine reaccionaba así, Uther liberó sus lamentos con la maga que delante de él caminaba.
-Dámelo- fue todo lo que ella pronunció, deteniendo de forma abrupta el andar y volteando para ver fijamente al nuevo rey Pendragon.
Esa sencilla petición imperativa paralizó en sus lugares a la nodriza y el monarca, descreyendo en su totalidad el haber escuchados aquello de alguien que su trato con la gente era mínimo en el último tiempo, prefiriendo la quietud de la naturaleza mágica.
-Olvidas que es mi heredero? – en una amalgama de incredulidad y enfado, Uther interpeló con vehemencia, formando un puño con la mano derecha conteniendo entre los dedos un puñado de tela azul perteneciente a la capa de su armadura.
-Dame el niño. Yo me ocuparé de prepararlo para que sea uno de los más grandes reyes jamás visto- decidida, Merlín declaró, anhelante de sacar del ambiente sombría al infante que todavía permanecía oculto bajo las mantas.
Un niño cuyo rostro desconocía, pero con un destino escrito por su propia mano. Una gran orden que responderá a sus palabras y manufacturará epopeyas magníficas que quedarán grabadas en el flujo del tiempo.
-Hmmm…Cuidarás de que crezca como un caballero? – tras meditarlo durante unos segundos, donde una fresca brisca hizo mecer la desaliñada barba que tenía, Pendragon habló.
-Te lo juro- aseguró la peliblanca mientras veía a la nodriza acercársele renuente.
Dubitativa, la anciana mujer tendió el pequeño bulto que realizaba un imperceptible movimiento de subir y bajar, indicando que el niño respiraba tranquilo en su sueño. Merlín, por su parte, inexperta principalmente, cogió dicha carga y buscó la manera acorde de sostenerlo contra su pecho, consiguiendo así de forma inesperada el poder vislumbrar la cara del infante cuando un céfiro sopló a lo largo del pasillo.
Las verdes orbes más vibrantes que alguna vez vio en su vida se fijaron en ella, puesto que la criatura había despertado cuando la manta le fue arrebatada de su rostro y el clima frío enrojeció en cuestión de segundos sus mejillas. El áureo cabello corto y lacio, como una naciente corona de rayos solares, decoraba la pequeña cabeza. Las regordetas manos, que sin control alguno, se movieron de lado a lado hasta finalmente alcanzar a rozar el mentón de la maga, soltando en consecuencia una inentendible risa desdentada.
Nunca, en su larga vida, Merlín creyó ver algo tan precioso y frágil en sus brazos. Un niño que cargaría con un extenuante deber impuesto por ella misma en un egoísta deseo. Arrepentimiento comenzaba a sentir en lo más profundo de su ser, no obstante era demasiado tarde para retractarse, pues la rueda del destino había sido puesta en marcha y nada la detendría, por lo que simplemente avocaría su vida a ese niño.
A verlo crecer.
A verlo traer esperanza.
A verlo ser el rey más grande de toda la historia.
-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-
Entendía a la perfección la renuencia que tuvo aquella nodriza en el castillo cuando le fue cedido el cuidado del infante, ya que ella misma estaba padeciéndolo al entregarlo a una pareja cuyo territorio lindaba con un gran bosque.
-Cuidadlo, Sir Hector. Hasta que su destino lo reclame será como un hijo vuestro- parlamentó la hechicera al hombre de frondoso bigote y una saya con oscuras líneas verticales.
-Descuida, Merlín…A todo esto, cuál será su nombre? – observando lo encariñada que su esposa estaba con el bebé, el propietario de la zona acotó, para luego saciar una única curiosidad que merodeaba en su mente.
-Arthur- notificó en simultáneo que volteaba, soltando ese sencillo nombre con amor desde sus labios.
Adentrándose en el bosque repleto de enredaderas y árboles con troncos torcidos como las mentes más díscolas, los ojos color violeta volvieron a ver después de tanto tiempo a Laliana. Magnánima en todo su esplendor, la antropomórfica y mágica figura femenina se alzaba desde la cima de un pequeño monte, con su cuerpo envuelto en una larga túnica rojiza que dejaba entrever filigranas de obsidiana con patrones rúnicos, como así también su característica capa verde compuesta por hiedras mucho más vivaces que antes.
-El niño correrá peligro? – inquirió la pálida mujer.
-Oh, sí. Su padre deja tras de sí demasiados enemigos. Deberá velar por él día y noche- confirmó la peliblanca, sin querer dejar ver el desprecio que tenía por Uther ante su descuidado accionar.
Un suspiro emitió la fantástica figura mágica, bajando la cabeza y generando así que las sombras se desplieguen sobre la parte superior de su fas, enseñando nada más que sus antinaturales ojos blancos sin pupilas.
-Pero…Qué es eso? – de inmediato, al sentir un enrarecimiento en el ambiente, Laliana elevó la mirada a un punto localizado a la siniestra de Merlín.
-Parece…- quiso decir la peliblanca al percatarse de un naciente humo negro como el alquitrán naciendo desde el suelo, pudriéndolo en el trayecto.
Hasta formar una humanoide figura infantil de una niña con largo cabello rubio pálido y un cuervo oscuro posado en el hombro derecho, ambos viendo fijamente a la maga.
-Merlín…Sabes quién soy yo? – formuló la interrogante en un tono bajo la niña.
-Morgan. La hija de Gorlois e Igraine…- habiendo escuchado susurros en el viento sobre los dones de la susodicha, respondió la peliblanca en simultáneo que giraba su cuerpo y reposaba todo el peso en el báculo.
-Sí…Esa soy yo…Mi padre, asesinado por Uther Pendragon, y mi madre mancillada con tu ayuda…- comunicó guturalmente la joven rubia, incomodando a los presentes.
Sensación que fue en incremento cuando un aura de muerte y desastre se posó sobre ellas, ahogándolas en desesperación y caos.
-Y en alguna parte está ese bastardo al que tú planeas hacer rey para que proteja a tus míseras criaturas de la noche eterna…Pero yo lo destruiré y te destruiré a ti y a tu miserable rebaño! Ay de ti, Merlín, pues nuestra guerra ha comenzado! No me menosprecies. Mi poder es inmenso como mi odio…y ambos crecerán con el tiempo. Sigue levantando tus piedras. Una de ellas te servirá de lápida. Para tu lascivo rey no harán falta- sentenció Morgan, remarcando enfáticamente cada una de sus palabras con gran emoción, al punto de escupir el veneno de su lengua en plan de infectarlos con el miedo.
Desapareciendo luego en una artificial corriente de aire caliente que marchitó las flores y resecó el fangoso suelo, haciéndolo incapaz de crear vida allí nuevamente.
-Es verdad lo que he oído. Ella se ha aliado con los espíritus negros. Qué quiso decir con lo del rey? – Laliana, al recuperar la facultad del habla, emitió su interrogante.
-No sé…Tal vez…Oh, no! – dudosa y en shock por lo que acababa de atestiguar, Merlín atinó a balbucear por unos momentos, para luego abrir grande los ojos y clamar con pavor.
Echándose a correr, la maga hizo caso omiso a toda roca escarpada que pisaba, a todo lodo que ensuciaba en demasía sus túnicas, al descontrol de cabellos que los vientos en su contra generaban. Solo una teoría se llevaba a cabo en la psique de la hechicera, una hipótesis que no deseaba ver en realidad, pues a pesar del desdén que sentía por aquel hombre, tenía un deber que cumplir para con su hijo.
Por ello mismo, ella hizo a un lado a los guardias del castillo, empujó a las criadas e incluso espantó a los pequeños animalejos que rondaban en los infinitos pasillos sin retorno que la infraestructura poseía. Decidida a localizar su objetivo, y así finalmente soltar un suspiro de alivio.
Sin embargo, el tintineo de unas gotas chocando contra metal helaron la sangre de Merlín, quien se detuvo frente al mismo umbral que tiempo atrás cuidó como un centinela. Nuevamente un haz de luz se filtró en la recámara obscura, iluminando la enorme cruz de hierro, donde reflejó un par de figuras a nivel del suelo como muestra de acto divino.
-Pasa, Merlín. Allí lo tienes…Ahora quedas tú…y ese monstruo engendrado en mí con brujería- Igraine voceó como un animal rabioso, empuñando en la mano izquierda una afilada daga.
Arma con la cual mató a Uther. Hombre que murió con los ojos abiertos, reflejando el terror hacia una traición previsible que prefirió no hacer caso, ocasionando su pronto final.
-No…El niño no…Él debe vivir- negándose al cruel destino que la vida buscaba impartir en Arthur, la maga asió su bastón y se adentró a la habitación.
-Morgan lo buscará! Morgan lo hallará y lo destruirá! – aún de cuclillas, la monarca gritó eufórica, lista para atacar ante la menor señal de ofensa.
Lo que hizo detener a Merlín, mas no sin antes permitirle gesticular una cruel mueca ladina.
-Eso también puedo hacerlo yo…Será una guerra sin cuartel- aceptando la declaración que previo decidió ignorar por boca de la niña, respondió mientras se retiraba firme la peliblanca.
Buscando regresar al bosque.
Un bosque lleno de vida que debía proteger.
Así como también debía proteger ahora a su futuro rey.
Pese a todo, metros previos a perderse en el verde tenebroso de criaturas inhumanas, Merlín oyó un graznido de cuervo…y por un segundo ese chillido sonó como la escalofriante carcajada de un jorobado.
La guerra recién iniciaba.
Final del primer capítulo, amados lectores!
Qué les pareció?
Fue de su agrado el tipo de narrativa?
Qué creen que pasará en el futuro?
Habrá algún vistazo al futuro donde todos estén en Chaldea?
POR FAVOR DEJEN SUS COMENTARIOS, CRÍTICAS, DUDAS, SUGERENCIAS, ETC! SOLO ASÍ SABRÉ CÓMO MEJORAR EN EL FUTURO!
Saludos y hasta la próxima!
PD: No sean tacaños, dejen una reviews. Siempre me sacan una sonrisa.
