Muy buenos días gente querida de esta plataforma!
Cómo están? Están volviendo a tener migrañas con esto de la nueva variante del COVID?
Personalmente debo confesar que mi razón para no actualizar antes se debe a que mis jefes en el trabajo recordaron que el año se acaba y debían tener hecho numerosos informes.
Pues adivinen a quién le toco hacerlos...seh, a mí.
Ya, dejando eso de lado, me alegra ver que tuvo un buen recibimiento este fic. Por lo que planeo terminarlo lo más pronto posible.
No soy dueño de ningún personaje, todo le corresponde a su respectivo creador.
Capítulo 2: El Niño Rey
Negra era la mancha que se movilizaba a un ritmo parsimonioso por el cielo nublado, donde el sol tenía terminantemente prohibido asomar siquiera uno de sus rayos lumínicos, consiguiendo así que la zona circundante parezca estar sumida en un melancólico ambiente gutural y ominoso.
Los intrincados diseños antinaturales de la reseca flora que decoraban el paisaje, se elevaban imponentes en el firmamento gris, bosquejando esqueléticas manos que atentaban con asir a cualquier forma de vida que no perteneciera allí y succionarles la esperanza hasta dejarlos catatónicos.
Hipnótico el batir de las azabaches alas era, poniendo en trance a quien fuera capaz de verlo, graznando esporádicamente ante su descontento por lo lejano que se localizaba el destino al cual pensaba tocar con sus delgadas patas amarillentas. Los inteligentes ojos del cuervo observaban perezosos su reflejo en el turbio lago que servía de defensa natural en el recóndito islote donde una torre se alzaba temeraria, demostrando lo segura que era de sí misma ante cualquier eventualidad que quisiera amenazar a su residentes.
Cada vez más lento el aleteo se volvió, dejando paso a un lento planeo que le permitía al ave sentir el roce del viento contra sus alas, meciéndolas hasta pegarse al pequeño cuerpo y convirtiéndolo así en una obra de arte voladora. Descendiendo, el cuervo dejó atrás el lúgubre paisaje muerto, como así también el extenso cuerpo de agua circundante, para enfocarse en una abertura localizada en lo alto de la torre.
Atravesando el ventanal, toda luz natural murió al instante, siendo reemplazado meramente por unas escasas velos en proceso de derretimiento, esparciendo un fuerte aroma a sebo y cera de abejas en el vasto habitáculo gélido. Dando un único batir de alas, el plumífero ser alcanzó posarse sobre un atril rudimentario, viendo fijamente lo que frente suyo sucedía.
Dentro de una enorme tina de hierro fundido, con exquisitos detalles tétricos de hombres ahorcando a otros con serpientes, una grácil figura femenina adolescente se erguía entre vahos espesos con el fin de que dos pares de manos arrugadas procurasen en tallar cada centímetro de piel posible, exfoliando y bañando en fragancias a la dueña de tan envidiable figura.
En un majestuoso movimiento, la joven dama extrajo la pierna derecha de la bañera y pisó el gélido suelo obsidiana, mostrándose inexpresiva ante el cambio brusco de temperaturas aun cuando repitió el previo accionar con la extremidad restante, dejando atrás a un par de ancianas sirvientas ciegas y llevando consigo el espero vapor que rodeaba su cuerpo como si de un vestido se tratara.
-No tienes nada para decirme, Phantasm? Nada has visto? Tan astuto es Merlín? – en las tinieblas, los ojos de la blonda se posaron directos al cuervo.
Animal que graznó solo una vez, procediendo luego a ser rodeado por vapor grisáceo como las cenizas, dejando entrever cómo la diminuta figura se derretía cual cirio para dejar emerger en un sonido pastoso una antropomórfica silueta masculina cubierta de plumaje negro, tan oscuro que le permitía mimetizarse en el entorno tétrico.
Ojos sin pupilas miraron a sus contrapartes aguamarinas durante una fracción de segundos antes de dirigirse el suelo en señal de respeto, acción acompañada con una leve inclinación servicial. Satisfecha con la muestra sumisión, la rubia fémina esbozó una falsa sonrisa en simultáneo que movía ambos brazos en torno al vaho que le circundaba, haciendo gala de sus sobrenaturales habilidades al solidificar el vapor y transmutarlo a una extensa sábana que paulatinamente iba humedeciéndose con las diversas gotas de agua que caía de los cabellos.
-Tan astuto es Merlín…- manteniendo la vista en la superficie pétrea que pisaba, Phantasm musitó aquellas mismas palabras con las que su ama describió al a condenada hechicera.
-En alguna parte está el bastardo de Gorlois…Dónde? – inmediatamente el fruncido entrecejo de Morgan se volvió notorio al movilizarse cerca de una flama, donde las sombras juguetearon con los finos rasgos que poseía para demarcar también el horrible monstruo que dentro suyo crecía.
A partir de un sencillo ademán realizado por la mujer joven, el mágico hombre con rasgos aviares se enderezó y cruzó los brazos a la altura del plexo, adoptando una regia postura que rememoraba al mismo animal que era minutos atrás. Aún sin moverse, un imperceptible virar en los globos oculares indicaba cómo seguía cada detallada movimiento de la blonda, deleitándose con el narcótico vaivén ejercido en sus pasos.
-Si no lo hallo…cómo haré para destruirlo? – volteando nuevamente en dirección a su consejero, la hija de Igraine inquirió, parándose delante frente a un cirio.
-Cómo harás…? – replicó con la misma interrogante el varón, atestiguando el posible augurio que deparaba el destino al notar cómo una corona de flamas se proyectaba alrededor de la cabeza rubia.
Meditativo, Phantasm viró su figura en sentido opuesto a donde su ama se localizaba, optando por deleitarse con el fúnebre paisaje frío y nebuloso que la zona geográfica les brindaba, sin contar del efecto padecido gracias a los poderes fuera de lo humano que se manifestaba de forma constante en la torre, corroyendo la vida a su paso.
-Necesitas ayuda- a pesar de que la voz fuese pronunciada en un susurro, el vacío habitáculo permitía que las palabras se hicieran eco por todo el lugar, casi como si un sinfín de rostros humanos se asomaras desde las sombras y hablaran en simultáneo.
-Ayuda? Soy Morgan Le Fay! No necesito ayuda de nadie! – a poco de sonar ofendida, una perpleja adolescente siseó en simultáneo que sus nudillos se volvían blancos de tanta fuerza ejercida en el asir a las lienzos.
Omisa fue la atención dada al reclamo alegado, pues el mágico ser cambia formas se dio la vuelta y caminó pensativo un par de metros, realizando inconscientemente un leve movimiento con las alas que pendían de los hombros cada tres pasos, como si intentara sacudirse alguna molestia de encima.
Solo para detenerse abruptamente al enfrentar un vitral carmesí y dar medio giro de manera dramática, consiguiendo de dicha forma que un halo sangriento se formara alrededor de su azabache cabeza, realzando el blanco inhumano de los ojos mientras la extremidad superior siniestra permitía que el mentón reposara sobre este.
-Y si es así, por qué no has hallado aún al bastardo? Sí. Necesitas ayuda- inquirió inquisitivamente el mágico ente semi humano, alzando una pulgada la comisura izquierda de los labios para enfatizar la burla que entrelazaba en las palabras.
Las miradas se cruzaron en un mutismo escabroso, donde solo las sombras de ambos, reflejadas por las titilantes velas en ascuas, se desdibujaban continuamente en los muros adyacentes para posteriormente bosquejar amenazantes poses que trataban de devorarse el uno al otro en una lucha de apabullante obscuridad.
-Habla- comandó la dama, adoptando un gélido comportamiento que solo consiguió pronunciar más la mueca de quien tenía delante.
-Primero debes liberar a un monstruo- definió el cuervo humanizado, cruzándose de brazos nuevamente y dejando que las sombras lo devoren hasta que solo los blancos ojos eran visibles.
-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-
Opaco, pero repleto de vida, era el verde que la naturaleza salvaje proporcionaba en lo más profundo del bosque bretón, donde los árboles brotaban florecientes y los pastos se extendían hasta donde el cielo se fundía en una misma línea borrosa. Los sonidos envolventes de seres sintientes repercutía en cada punto cardinal, efectuando una magnífica sinfonía pacificadora que permitía a cierto intruso revolotear de lado a lado como un hada, riendo y agitando los brazos mientras daba súbitas exclamaciones a invisibles enemigos que derrotados caían a sus pies.
-El niño crece. Míralo- una aguda voz llegó a los oídos de la mencionada, seguido de un constante zumbido producto del frenético batir de alas estriadas bajo la profunda sombra del árbol que usaba como refugio.
-Sí. No sabe quién es. Cree que Sir Hector es su padre y Kay su hermano- alegó la fémina de cabellos blancos, cuyos ojos violáceos estaban fijos en cada movimiento del párvulo que frente a ella se divertía.
Una vez más el tácito diálogo se hizo presente, optando por mantener sus vistas en el niño de rubia cabellera áurea, quien inocente del mundo cruel reía y desbordaba la misma calidez que un radiante sol de verano, acaparando sin saber la atención de muchos seres mágicos que rondaban.
-Cómo es? – volando hasta posarse en el hombro izquierdo de la maga, el pequeño ser antropomórficamente femenino cuestionó mientras ignoraba algunos mechones blancos que se mecían frente su cara por la brisa.
-Fuerte. Valeroso. Hermoso- Merlín empezó a describir a quien tiempo atrás fue un mero infante en sus brazos, para después utilizar un sencillo adjetivo que subjetivamente entrelazaba un sentimiento más profundo e irreconocible para ella misma.
Por un breve instante, el hada se dejó sugestionar por lo expresado previamente, pudiendo inclusive imaginarse aquel futuro que tanto añoraba la hechicera para todos ellos. Un hombre gallardo, de dorados cabellos y gentil sonrisa, siempre predispuesto a ayudarles.
Mas este pensamiento pronto se topó con un abrupto choque de realidad, donde los sueños terminan donde comienza la discordia.
-Pero el mundo de los hombres es un caos…No hay orden…Se matan incesantemente. Nuestras gentes están asustadas- incapaz de contener los temores que compartía junto a varios más a espaldas de la peliblanca, musitó la voladora ser que tenía su físico recubierto en una frondosa enredadera.
-Pronto será rey. Pronto…- sonriendo, a pesar de lo oído con anterioridad, replicó la mágica dama en simultáneo que dejaba caer todo su peso en el nuevo bastón de apoyo que tenía.
Sumergida en su pleitesía onírica, la mujer ignoró el segundo en que su acompañante se irguió y batió las alas, perdiéndose en el frondoso bosque para reunirse con sus pares. Al igual que las comisuras labiales alzadas, un peculiar brillo vivaz en las violáceas orbes era capaz de notarse a una legua, demostrando de tal forma lo extasiada que se hallaba al atestiguar la serenidad envidiable que emanaba el risueño joven.
Obligándola a contenerse para no unirse al juego sin reglas, y dejar a un lado la formalidad con la que se desenvolvía en cada ocasión que las voces acarreadas por el viento reclamaban presencialidad.
Fue por ello, que apenas consiguió reaccionar al bullicio de ramas quebrándose y hojas resecas rompiéndose a su espalda, volteando para ver con un semblante inexpresivo al diminuto duende de ojos negros y fas arrugada que corría en su dirección.
-Merlín! Merlín! La Bestia Negra ha despertado! – el tono repleto de miedo era perceptible, pues complementaba el tremor en las delgadas extremidades del fantástico ser de ovalada cabeza y vestimenta hecha con ramas pardas.
-No puede ser…Estaba encantada. Quién liberaría a semejante fiera? Quien…? – girando completamente su figura oculta entre varias capas de túnicas, la maga tuvo que recomponerse mentalmente para hacer frente a la noticia inesperada.
Anonada, como también perturbada por la confidencia, la dama de níveos cabellos empezó a caminar ciegamente por el denso bosque, intentando alejarse inconscientemente del inocente niño en un afán de protegerlo, a sabiendas que si no interceptaba primera a la bestia, entonces todo sería en vano.
A cada paso, el sol mantenía su transcurso, alcanzando el límite entre el cielo y la tierra mientras consigo se llevaba a luz con el fin de ser reemplazado por un hosco y tenue fulgor lunar que fuerzas realizaba para sobreponerse a las nubes moradas que tintaban el cielo con desesperación y terror.
-Oh, no…Morgan Le Fay- en su empeño por negar la realidad ineludible, la mujer asió de manera asfixiante su báculo mientras musitaba el nombre de la persona que se había vuelto la contraparte perfecta de todo lo que deseaba.
Aquel verde paisaje había mutado a un avejentado conjunto de resecas ramas repletas de grietas retorcidas, uniéndose entre sí como extremidades suplicantes de compañía agónica, formando un imperfecto domo de silencio gris donde solitarias raíces buscaban sujetar la región inferior de la maga con tal de evitar su escape mientras una presencia iba tornándose notoria.
De enormes cuernos adosados a una máscara negra, la respiración brusca corrompió el mutismo del paisaje gutural hizo clara la aparición de un gigante ser antropomórfico que atentaba caminar como un hombre mas sus extremidades nervudas demostraban ser articuladas de forma antinatural, revestido en corazas de metal y piel carmesí.
-Estoy aquí…Soy libre! Dónde está Merlín? – la declaración magnánima del espeluznante ser se hizo eco en todo lo salvaje, retumbando como una tormenta desaforada.
La diferencia de alturas entre ambas entidades era abismal, donde la fémina parecía enfrentar un obscuro obelisco de tormento que con cada paso buscaba devorarla en su infinita maldad que era irradiada por los poros en simultáneo que una espesa niebla se envolvía helicoidalmente alrededor de ellos.
-Aquí- abnegada, principalmente por la recurrente memoria del joven blondo que dejó atrás, la hechicera replicó con decisión.
El animal bufido bajo la inexpresiva máscara de hierro negro, junto a los poderosos pasos que hacían temblar la tierra, intentaron intimidar a la mujer. No obstante, la elección estaba hecha por parte de ella, lista para enfrentar cualquier calamidad a costa de su propia vida inclusive.
-Ella me liberó, maga. Lo sabes, verdad? Me necesita para destruirte a ti y a tu gente- posicionándose a meros metros de la susodicha, el amorfo ser bípedo gruñó apenas entendible.
-No puedes destruirme, Bestia- aún si ya no podía ver nada a excepción del abominable animal parlante, Merlín declaró manteniendo el entrecejo fruncido y los nudillos blancos de la fuerza con la que se aferraba a su báculo.
Nada pudo hacer ella para reprimir su asombro cuando una tosca risa cavernosa poco a poco dejó de sonar aplacada por la máscara de hierro negro que la bestia cargaba en su rostro, pues las garras que poseía por manos se dirigieron hacia la parte posterior de la cabeza con el fin de liberar unos cerrojos opresores.
-Oh, sí. Morgan y yo, juntos podemos hacerlo- emitió su vehemente confirmación La Bestia Negra, al mismo tiempo que sus largas garras terminaban de romper los seguros de la máscara.
Por un breve instante, la inamovible hechicera estuvo tentada a retroceder al divisar la monstruosidad que se erigía frente a ella, donde el aroma a sudor invadió cada centímetro del claro y una quemada fas que desfiguró en su totalidad cualquier rasgo humano.
Profundos ojos sin párpados y una boca que enseñaba por la eternidad unos afilados colmillos debido a la carencia de labios, quedó grabada en la memoria de la peliblanca. Mujer que en lo más profundo de su ser temió a la idea de que su futuro rey hiciera frente a tal monstruo.
-Mira mi sonrisa, hechicera. Volverás a verla cuando te hundas en las oscuridades únicas- expresó el horrible ente oscuro, inclinándose levemente sobre la pequeña figura de la dama mágica, haciendo tintinear en el proceso las alhajas doradas que pendían de los desfigurados lóbulos y quemado cuello.
Saboreando en el aire denso el trémulo imperceptible de la fémina, La Bestia Negra decidió ocultar de nuevo su fas al mundo, haciendo resonar los cerrojos en el claro como tijeras malditas cortando hilos del destino, dándole a entender a la hechicera que él era una fuerza de la magia a la cual temer, pues el caos y la desgracia le acompañaban.
-Volveré. Morgan me necesita ahora- gesticuló una mueca repleta de sorna bajo la férrea prisión facial, para posteriormente darle la espalda a la maga y retirarse entre la espesa niebla.
Con pasos lentos y desbordantes de umbría, el antropomórfico ser bípedo se movilizó a través del paisaje mágico que proporcionaba la habilidad innata de quien le despertó en primer lugar. A sus ojos, el mundo se mostraba melancólico y exuberante en tonos grisáceos, donde la felicidad era solo una narración infantil que todos se mofaban al final ya que nada era más real que el sufrimiento y las desgarradoras exclamaciones que conseguían sonsacarle a los prisioneros.
Tierra. Agua. Flora salvaje. Animales autóctonos. Todos parecía evadir el camino del ser con cuernos de hierro, caminando erguido a lo largo de un extenso corredor fabricado con retorcidas ramas de viejos robles tocados por la podredumbre en simultáneo que un mar de niebla le acompañaba y ocultaba las extremidades inferiores.
Una simbiosis perfecta se llevaba a cabo entre el ente y la niebla, permitiéndole atravesar el área líquida que circundaba una tétrica torre, para posteriormente proceder a subir las escaleras, donde sus pisadas resonaron en cada peldaño e indicaban la pronta llegada al destino predilecto.
Zona donde la luz era devorada con ímpetu por las sombras, a excepción de unas diminutas velas en ascuas que brotaban como brasas dispersas en un incendio apagado entre tanta oscuridad, iluminando apenas la recostada figura de una muchacha blonda cuyo cuerpo era cubierto con una delgada sábana sedosa bermellón.
-Has llegado, Bestia? Te esperaba- alegó, perezosa, la rubia hija de Igraine.
Los maltrechos ojos del retorcido ser oscuro observaron con impotencia libidinosa el cómo se removía entre las telas aquella mujer que le despertó de su letargo eterno. Las delgadas extremidades pálidas, estirándose en lo alto mientras su figura exquisita era revelada tras la caída suave de la seda rojiza, exponiendo sin recato alguno lo que a muchas personas volvería dementes por conseguir incluso si debían de sacrificarlo todo.
-Me has liberado. Qué debo hacer? – buscó saber el animalesco ente, dejando caer la piel que ocultaba la ampollada tez con la cual vivía, como si internamente anhelara probar el sabor de la carne joven.
Algo que Morgan percibió, ocasionándole una sardónica mueca en los fantásticos rasgos faciales que poseía, demostrando en silencio que nunca se rebajaría a dicho acto. Aún si el poder no estuviese de su lado.
-Solo una cosa. Deberás buscar a un niño humano...- ignorando los actos del súbdito feroz que tenía a merced, la hechicera oscura respondió a la interrogante en simultáneo que daba un paso al frente.
Una acción que ilusionó al ser bajo la máscara de hierro fundido, mas el ensueño se resquebrajó cual espejo estrellado contra el suelo, esparciendo los deseos en cientos de pedazos capaces de lastimarlo ante el menor movimiento en falso.
La impactante desnudez de la joven era apetecible para el lado animal de La Bestia Oscura, pero a pesar de ello, de tanta belleza hipnótica, un agonizante dolor repercutió en el alma del antropomórfico monstruo. Una penuria que caló físicamente en lo más hondo del pecho, desgarrándole segundo a segundos los músculos mientras la cera caliente de los cirios era derramada sobre la burbujeante sangre putrefacta.
-Tú podrás rastrearlo…- continuó hablando la adolescente, poniendo un pie delante del otro, frunciendo el entrecejo y apretando los dientes.
Hacia atrás fue el paso que dio el ente, subyugado por el imponente aura venenoso y desbordante de malicia que se proyectaba en toda la torre y sus alrededores. El hálito dulce, embriagador, nublaba la psique de la entidad solicitada por la rubia, provocando paradójicamente más terror en todo su ser, pues lejos quedó la confianza que tuvo cuando frente a él tuvo a Merlín.
-Luego lo buscarás…- las palabras de Le Fay resonaron en todo el paisaje, determinando enfáticamente el menester al mismo tiempo que los bellos rasgos se tornaban similares al de una hada aulladora.
Sin aire se quedó la bestia, sucumbiendo al invisible peso y cayendo en consecuencia de rodillas al gélido suelo pétreo. Cada parte de su cuerpo vibraba al punto de la locura cuando un ensordecedor grito se elevó desde cada rincón de la torre, siendo este un cántico que los sirvientes fieles emitían para acompasar las furibundas emociones que enseñaba en ese mismo momento la rubia.
-Luego lo buscarás! – repitió imperativamente Morgan Le Fay, sujetando con fuerza la máscara metálica del monstruo y clavando sus uñas en una demostración de brutalidad frenética.
-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-
Pausado el andar de los caballos era en el sinuoso camino custodiado por frondosos árboles, los cuales servían de protección contra el calor a un par de lanceros que cargaban pesadas armaduras y pieles. Esporádicos relinchos rompían la monotonía continua que persistía en la cabalgata, así también algún que otro quejido lejano que causaba la fatiga física.
Repentino, el azabache corcel que lideraba la marcha se detuvo, coceando tres veces previo a sacudir la cabeza hacia la izquierda, extrañando en demasía a sus dueños. Curiosos por el raro actuar de los animales, viraron su atención en la misma dirección que indicaban el frisón.
-Y eso? – indicando con el dedo índice al objeto que reflejaba los rayos solares desde lejos, el jinete que vestía una piel de lobo sobre sus hombros preguntó.
-No sé…Nunca lo había visto aquí- admitió el caballero que lucía un tosco casco que apenas dejaba ver sus ojos inyectados en sangre por el cansancio acumulado.
inmersos en la curiosidad que generaba el reconocible objeto incrustado hasta la mitad en una roca sólida, el dúo se puso de cuclillas para poder leer detenidamente lo que inscripto había en un costado bajo capas de musgo.
'Quien pueda sacar esta espada de la piedra será rey por mérito de su sangre elegida'
El epitafio petrificó a los caballeros, incapacitándolos de siquiera moverse por meros segundos, para luego cruzar miradas ávidas y abalanzarse sobre dicho objeto, desesperados por comprobar cuán cierta era la indicación.
Olvidados los códigos quedaron ante la tentación de un futuro que inciertamente podía prometerles algo mejor. Cual depredador frente a una indefensa presa, el par batallaba en silencio por saber quién tendría el honor de extraer la espada, distanciados simétricamente de la misma, aguardando por una señal divina con la cual moverse.
Suceso que ocurrió cuando el batir de alas, pertenecientes a un petirrojo, sacudieron las ramas de un árbol aledaño.
-Ha llegado el momento de la paz! Ha llegado el momento de que por fin tengamos un rey! La espada será quien lo señale! – sujetando con ambas manos la empuñadura de cuero que la espada tenía, el sujeto con tosco yelmo de hierro grisáceo se dedicó a realizar fuerza con el fin de quitar el alma de la prisión natural que tenía.
-Pero…Quién es? La maldita espada ni se mueve! – atinó a exclamar, tras presenciar lo que ocurría con su par, el hombre con piel de lobo sobre los hombros.
Siendo un evento predecible, el rumor corrió cual infante risueño bajo la brisa primaveral, esparciendo la noticia de boca en boca a todos y cada uno de los habitantes que se localizaban en tierras sajonas, algunas veces siendo veraces mientras que muchas más exageraban los premios por conseguir, lo que alimentaban exponencialmente los ambiciosos anhelos de hombres sin rumbo.
Desde cada punto cartográfico la gente viajaba para probar suerte con la espada, mas fatuos eran los resultados que recibían, tornándolos molestos e inclusive eufóricos, lo que develaba luego un esperable desenlace en las tabernas donde saciaban los sueños rotos con alcohol y el pecado de la carne.
A pesar de todo, en la periferia salvaje del bosque mágico dos vigías observaban imperturbables lo que diariamente ocurría.
-No entiendo, Merlín…Por qué hiciste eso? Él es un niño aún…- portando una corona de vides que descendían a lo largo de toda su espalda hasta el suelo, Laliana inquirió con suma curiosidad mientras se mantenía oculta entre las sombras brindadas por los árboles.
-Yo no fui- la acotación resonó hastiada por parte de la hechicera de blancos cabellos, la cual sujetaba férreamente su báculo sin importarle que de tal manera las astillas se hundiesen en las frágiles palmas.
El asombro se hizo presente en el impávido rostro pálido de la figura femenina que se cernía sobre los hombros de la maga, incapaz de procesar con diligencia las palabras dichas con anterioridad. Rápidos pensamientos, acompañados de fuertes cacofonías brindadas por frustrados caballeros variopintos que maldecían a la mala fortuna tras fallar en el intento de extraer la espada, confundían de sobremanera al ente antropomórfico que se mimetizaba con la naturaleza.
-Qué dices? – recuperando el yerto semblante que le caracterizaba, Laliana buscó saber.
-No lo entiendes? Fue Morgan y la Bestia Negra. Una vez que sepan quién es el rey, podrán destruirlo. Son tan astutos…- explayó Merlín, negándose a quitar la vista de la espada como venía haciéndolo desde hace varios días si las marcas bajo los violáceos ojos denotaban algo.
No obstante, el agonizante suplicio que le carcomía internamente ante el peligro que representaba para aquel joven que tanto cuidaba hizo que tomara una radical decisión. Efectuando medio giro, por primera vez después de largas jornadas, la manipuladora de magia inhumana dio un paso en dirección opuesta al mal espectáculo que los caballeros demostraban, arrancando en el proceso decenas de enredaderas que habían comenzado a crecer y reptar por sus piernas y bastón.
-…Pero yo seré más astuta que ellos. Debo prevenir a Sir Hector- murmuró para sí misma, en una promesa fiel, la dama de nívea cabellera.
Sin tomar en cuenta las decenas de orbes en movimiento que le observaban con gran curiosidad, pues cargaba consigo un rostro pétreo, la fémina dejó tras de sí un notable rastro de huellas impresas en el verde césped salvaje del bosque, llevándose como recuerdo una cuantiosa cantidad de lodo en las túnicas que paulatinamente iban perdiendo la coloración rojiza para tornarse oscuras.
La falta de sueño y crecientes pesadillas que involucraban a la criatura invocada por Morgan tan solo empeoraban los ánimos de la mujer, rechinando en consecuencia los dientes y apretando aún más el asir al báculo, dibujando un delineamiento carmesí a lo largo del trozo de madera.
Pese a ello, un sutil suspiro escapó de los resecos labios al avistar la conocida choza que vigilaba todos estos años pasados, donde actualmente un anciano de calva cabeza y grisáceo bigote emitió una pequeña sonrisa de reconocimiento. Mueca que perdió al escuchar lo que ella tenía para decir.
-Sí. Hay un gran torneo…Mi hijo es uno de los que participan…pero Arthur es un niño apenas- revalidó el anciano hombre, buscando aligerar la carga psicoemocional que soportaba Merlín.
-No lo dejéis acercarse a la espada, Sir Hector. Su tiempo no ha llegado aún- el temor que se tejía con minuciosidad a las palabras traicionaron la gélida fas que portaba la dama.
Apiadándose de ella, el avejentado caballero acortó la brecha que les separaba, asentando con suavidad la mano izquierda en el hombro diestro de la fémina para transmitirle su apoyo incondicional.
-Descuida, Merlín. Está a salvo conmigo. Y mientras tanto nadie ha podido desclavar la espada mágica- aseguró el hombre que dispuso de los años necesarios para cuidar meticulosamente al joven blondo producto de un pérfido acto.
No muy lejos de la hechicera, una oscura figura femenina se escabullía silenciosamente hasta quedar cerca de un árbol tupido, utilizando el arrugado tronco como soporte en simultáneo que un escudriñador ave de plumaje azabache saltaba del hombro izquierdo hasta el antebrazo de dicha extremidad, observando en la misma dirección que su ama.
-Dónde está el niño? En algún momento aparecerá. Y lo estaremos esperando…- aquella adolescente de pálidos cabellos áureos espetó repleta de ponzoña, viendo con asco los fatuos intentos de caballeros que osaban extraer el arma blanca enterrada.
-Si…Y mientras tanto los nobles del reino se agotan forcejeando con la espada- aún si los pensamientos de la bruja eran privados, el cuervo supo complementarlos.
En tanto aquellas dos féminas manipuladoras de magia se compenetraban en sus labores opuestas, una seguidilla de tiendas se erigían bajo el cálido sol anglosajón, haciendo sudar a decenas de caballeros que vestían complejas armaduras y sacaban risas joviales a un muchacho de alborotado cabellos dorado como los mismos rayos solares.
Muchacho que detuvo su esprintar frente a un joven adulto de confiada mueca engatusadora, hincándose con la finalidad de asegurar los amarres en las correas de cuero que componían las opacas grebas metálicas.
-Mira, Arthur…Los mejores guerreros del mundo están aquí. Es mi oportunidad para ganar fama y gloria- depositando la enorme mano izquierda en la cabeza del nombrado, el caballero parló anhelante de un sueño casi real.
-Lo conseguirás, Kay. Eres el más fuerte de todos- alzando la vibrante visión verde que poseía, el rubio clamó en un tono inocente que no hizo más que ablandar el corazón del gigante, conmovido por el carisma que emitía inconscientemente.
Mas esto no evitó que la congoja se hiciera presente en los rasgos del adulto, el cual se percató de un detalle más que particular, pues se trataba de algo fundamental para el cumplimiento de su deseo.
-Gracias, hermanito. Pero…y mi espada? Dónde está mi espada? – cuestionó, girando la cabeza en diversas direcciones bajo la creencia de haber sido un error propio, el hijo de Sir Hector.
-Oh, no…creo…Creo que la olvidé en casa! – pánico y desespero transmitió a través de sus orbes el niño, quien agarrando varios mechones de sus cabellos terminó por confesar su error.
Poniéndose rápidamente de pie, y con el corazón latiendo al mismo ritmo de un caballo galopante, el joven empezó a correr con apuro ante las atónitas miradas de los demás participantes del torneo que iba a llevarse a cabo en cuestión de horas.
-Espera, Kay! Iré a buscarla! – exclamó sin siquiera notar cómo su figura fraterna intentaba detenerlo, adentrándose al bosque en consecuencia.
Saltando rocas y desniveles, cubriéndose el rostro con ambos brazos para evitar ser golpeado por las ramas, respirando con la boca abierta debido a la agitación, tomándose de las costillas para mitigar las punzadas de dolor ante los cambios de aire. Todas aquellas acciones llevaba a cabo el preadolescente con ojos rojizos por las lágrimas que atentaban con derramarse, todo por creer que le fallaría a su hermano, provocando vergüenza a su persona.
Con la culpa devorándose a medida que el tiempo transcurría, más erráticas las zancadas se volvían, teniendo parte del jubón desgarrado y minúsculas laceraciones en la parte superior del cuerpo gracias a las traicioneras ramas de la intrincada flora que muy bien ocultaba a seres fantásticos.
Seres que vigilaban a cada minuto el avance del muchacho, como si aguardaran algo especial. Algo que solo ellos sabían, mas negaban comunicarlo al resto de la humanidad.
Un suceso que empezó a desarrollarse desde el día en que Arthur Pendragon nació producto de un vil acto. Un niño nacido del pecado para traer la salvación. Un joven de espíritu inocente y desbordante de amor hacia sus allegados, buscando siempre lo mejor para ellos.
Un niño que, entre la espesa flora salvaje, divisó una peculiar espada enterrada en una roca.
Sin detenerse a pensarlo dos veces, y por el temor de fallarle a su hermano, el blondo asió con ambas manos la empuñadura del arma, halándola segundos posteriores con gran fuerza ante la sospecha de que le costaría extraerla. No obstante, a pesar de las vides que la apresaban y el óxido que acumuló a lo largo de los años, la espada presentó nula fricción, deslizándose con suavidad y provocando por poco la caída de bruces del rubio.
Persona que feliz de su logro empezó a correr nuevamente hacia donde las tiendas de campaña se localizaban, ignorando cómo cientos de hadas se llenaban de esperanza, así como una figura femenina de larga cabellera dorada pálida paulatinamente adoptaba una mueca de resolución sádica.
-Aquí tienes, Kay! Buena suerte! – sosteniéndola sobre las palmas de ambas manos, Arthur presentó a su figura fraterna la espada que requería para la competencia.
-Pero…- volteando mientras sujetaba lo que parecía ser un arma prestada por otro caballero, el hijo de Sir Kay musitó confuso.
Solo para dejar caer el objeto al suelo y recibir boquiabierto lo que su hermano le tendía, observando atónito las reconocibles hiedras y manchas de óxido que recubrían gran parte de la espada.
-Oh, Dios…- murmuró Kay, hallando inevitable el que las manos le temblaran.
-Es la espada…- dijo en voz baja un caballero invitado al torneo que previamente había visto con sus propios ojos el arma enterrada en una piedra.
-Sí…- confirmó otro guerrero, quien agradecía el portar una máscara que ocultara su reacción facial.
Buscando no perder más tiempo, ya que lo que acababan de ver solo significaba algo, todos y cada uno de los presentes tácitamente empezó a hincar la rodilla, bajando la cabeza en señal de sumo respeto.
-Pero Kay…Qué haces? – confundido y asustado, Arthur balbuceó, incómodo con el actuar de quienes le rodeaban.
Pese a ello, el adulto nombrado izó la cabeza y regaló una sonrisa pacificadora en simultáneo que alzaba sobre sus manos la dichosa espada.
-Te rindo homenaje, mi rey. El juicio de la espada ha hablado- sentenció la progenie de Sir Hector, feliz de que su hermano haya sido quien fuese capaz de sacar el arma de la prisión a la que fue confinada.
Para los guerreros que habían viajado desde lejos para el torneo, supieron que el niño de áureos cabellos tenía una actitud humilde y risueña, obligándolos a comprender que si un rey debía de nacer entre ellos, nadie mejor que Arthur podía ocupar dicho puesto.
Para los lugareños, que crecieron a la par del infante y conocían todos sus manierismos, compartieron ineludiblemente la mueca de felicidad que Kay mantenía en su cara. Pues aquel niño de gran corazón podía reavivar desde las apagadas brasas un reino que se convirtiera en el estandarte del mundo.
Por ello, al unísono, las voces se alzaron junto a decenas de espadas. Todas apuntando al cielo, esperando que los vientos acarreasen el vivaz grito de descubrimiento. El aullido que marcaría una nueva era. Una nueva leyenda. Un nuevo cambio.
-Viva el rey! –
Y desde el otro lado del bosque, en el sentido contrario a donde Morgan estaba, una mujer de blanca cabellera y ojos violetas lloraba en una amalgama de emociones contradictorias. El niño que tanto se había esforzado en proteger había sido manipulado por los destinos caprichosos, llevándolo directo a la trampa de su némesis. Mas verlo de pie y recibiendo el cariño de la gente hizo que su corazón latiera de júbilo, orgullosa de que rey empezara a cumplir el profundo anhelo que tenía.
Final del capítulo número dos, gente!
Qué les pareció?
Está gustando el desarrollo que le voy dando a la trama?
Creen que los personajes tendrán sentimientos contradictorios entre ellos?
Habrá un encuentro entre Arthur y Morgan?
Para los que saben del mito, qué espada sacó de la piedra Arthur?
DEJEN SUS RESPUESTAS, CRÍTICAS, DUDAS, SUGERENCIAS, ETC. SOLO DE DICHA MANERA PUEDO SABER QUÉ HACER PARA MEJORAR.
Saludos y hasta la próxima!
PD1: Hay pronóstico de futuro fic one-shot de Resident Evil.
PD2: No sean tacaños y dejen una review por favor. Todavía no soy psíquico para saber lo que piensan.
