Disclaimer: Esta historia está inspirada, en parte, en el universo de Harry Potter de J.K Rowling. Salvo algún que otro personaje de mi invención, todos los ambientes, personajes, argumentos, hechizos y todo lo reconocible pertenece a la autora, yo solo los tomo los mezclo y agrego cosas.

*Esta historia va a tener mucha cosa inventada por mí. Todo lo que no pertenezca a la historia original de Harry Potter saldrá de las profundidades de mi mente.

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Capitulo 2:

Volvía a aquel plano luego de mucho tiempo. Para ser exactos volvía a ese plano casi dos mil años después. Uno de los dioses primarios, Cronos, había establecido una forma de contar el tiempo en el mismo centro de la primera explosión que les dio origen y por eso es que Dikalion podía medir aproximadamente la extensión de su ausencia.

Con la primera explosión, muchos planos o reinos se habían creado y de ella los doce primeros dioses habían surgido. Alrededor del punto de ignición se había creado un vasto espacio solido en el que muchos de ellos decidieron quedarse.

Cuando Mirkali y Astraleon decidieron comenzar a tener hijos y reclamar algunos planos o reinos para sí mismos, Dikalion había tomado la decisión de marcharse hacia uno de los planos inferiores que les pertenecía. Allí había creado un estéril hogar que solo era visitado de vez en cuando por Obscurium.

Obscurium y Dikalion eran los únicos dioses que no habían surgido acompañados de una contraparte femenina. Dada la violencia de sus nacimientos, el desbalance entre luz y oscuridad había sido algo predecible y ambos dioses se habían abrazado a su naturaleza oscura y violenta.

Ellos habían surgido de la misma fuente y les gustaba llamarse a sí mismos hermanos, aunque realmente no lo fueran. Obscurium tenía su piel y cabellos oscuros y una malicia que había asustado incluso a sus hermanas que también representaban el origen del mal. Dikalion poseía una belleza divina que contrastaba con su naturaleza intrínsecamente malvada.

Dikalion tenía el cabello casi blanco, su piel era dorada y sus ojos parecían el océano primordial en medio de una tempestad. Él realmente se veía como un dios de la luz, solo sus alas eran tan negras como su alma.

Mientras que Dikalion había decidido aliarse a Mirkali y Astraleon, Obscurium había permanecido solo y usando su sangre y barro había creado una legión demoniaca para que lo sirviese. Los Badalies, como los había nombrado, eran los primeros demonios nacidos en aquel inhóspito sitio al que todos ellos habían llamado hogar a penas surgieron.

Sus pieles tenían el color de la sangre de Obscurium, que era roja al igual que la de los demás dioses oscuros y manaban veneno que usaban para matarse unos a otros hasta que su creador les dio una fuente de alimento. A pesar de su naturaleza malvada, Obscurium había sido el primero de ellos en convertirse en un dios creador.

Dikalion volvía a ese plano superior porque Mirkali lo había hecho llamar. Su reina no aceptaba un no como respuesta y tenía el poder de patear su trasero hasta el olvido, así que rápidamente se había puesto en marcha.

Había estado allí por última vez cuando Herythania había nacido. La diosa infante había sido tan pequeñita que Dikalion había sentido verdadero pánico cuando Mirkali la puso en sus brazos y lo nombró su protector. Al contrario que su madre y él, Herythania representaba la luz heredada de su padre. Con su primera risa ella había hecho surgir un gran arco de siete vivos colores en el firmamento.

El dios primario se hallaba a las puertas del gran sitio que Astraleon había hecho para sus hijos y esposa. El primer arco de colores de Herythania podía verse a lo lejos y el olor de los azahares y jazmines le dijeron que Zimphora estaba cerca.

La joven diosa había nacido partenogenicamente de Astraleon, en el momento que Mirkali anunció su embarazo. El optimismo congénito de Zimphora había sido contagioso incluso para Dikalion, que solía ser cuestionado por su actitud pesimista ante todo.

- DIKALIOOOON.

Un borrón de cabellos dorados trepó sobre él quitándole el aire y casi lo hizo caer sobre su trasero. Un tornado llamado Zimphora lo había atrapado entre sus brazos olvidando que aunque pareciera débil, era una de las diosas más fuertes del panteón.

-Zimph suéltame o me ahogarás.

Zimphora soltó al dios oscuro y le sonrió ampliamente. Había estado esperando su regreso por casi dos mil años. Sabía que la partida de Dikalion era lo correcto para que todo sucediese como debía ser, pero perder a su amigo por tanto tiempo había sido duro.

- ven, ven. Te estábamos esperando.

- tengo una audiencia con Mirkali. No he vuelto para quedarme.

- tonterías. Yo convencí a Mirkali de que te convocara.

-¿por qué lo hiciste?

- para que salieras de ese lúgubre lugar al que sueles llamar hogar.

- ¿Qué tiene de malo mi reino?

Ella tomó su mano y tiró de él hacia el jardín que Astraleon había hecho aparecer para que Herythania jugase mientras crecía.

- es un buen lugar.

- oscuro, frio, húmedo y lleno de demonios muertos no es lo que se llame hogar dulce hogar, Dikalion. Ese sitio ni siquiera huele bien.

- No todos podemos hacer florecer a las rocas, Zimph. He llamado hogar a mi reino por dos mil años, apreciaría que no lo insultes.

Herythania no sabía por qué había hecho caso a su hermana Zimphora. Hacía mucho ella había decidido irse del reino de sus padres y explorar el vasto territorio que había quedado luego de la explosión primordial.

Ella estaba particularmente interesada en lo que los dioses de la fuente estaban haciendo con sus vidas y como habían modificado el entorno creando nuevos paisajes y criaturas para poblarlo. La mayoría de ellos habían sido hostiles con su curiosidad pero le habían permitido aprender de sus costumbres.

Había vuelto a casa luego de que Zimphora enviase emisarios en su búsqueda en repetidas ocasiones. Su hermana podía parecer un ser dulce y amistoso hasta que algo se le ponía en mente. Cuando Zimphora decidía algo ni siquiera una nueva explosión masiva podría doblegar su voluntad.

El huerto estaba especialmente florecido ese día. Jugosas manzanas doradas colgaban de los árboles y las pequeñas criaturas aladas a las que su madre había nombrado mariposas volaban a su alrededor.

Dikalion reía mientras se dejaba arrastrar por el ímpetu de Zimphora. Ella, comparada con él, veía todo con ojos de niña y nunca sería capaz de negarle algo con tal de que jamás dejase de hacerlo. El equilibrio del universo aun se inclinaba hacia la oscuridad y perder alguien tan valioso para la luz, como lo era Zimphora, sería una catástrofe.

Cuando llegaron al huerto algo llamó su atención. La visión lo golpeó en el pecho y lo dejó estaqueado allí mismo. Una hermosa mujer de cabellos castaños y ensortijados caminaba entre los arboles mientras las mariposas volaban a su alrededor y se posaban sobre su cabello como si fueran adornos.

La más dulces de las visiones se presentó ante sus ojos y de golpe veía todo más claro, los colores eran más vibrantes y sus poderes lo hicieron creer que podría llegar a ser completamente invencible.

- ve. Ella es Herythania, ya ha crecido y es hora de que ustedes hablen.

Zimphora besó la mejilla de Dikalion y luego abandono el huerto. Su hermanita estaba lista para sentar cabeza y descongelar el helado corazón del dios primordial del inframundo.

Había estado intentando obtener una particularmente apetecible fruta cuando oyó los pasos de Zimphora y el tintineo de los cascabeles que solía usar en su cabello. Junto a ella había otro dios. Un dios que Herythania no conocía pero que su sola presencia hacia que su sangre corriese espesa y un inexplicable calor subiese a sus mejillas.

Ataviado en una armadura negra, ella solo podía ver su rostro y sus largos cabellos casi blancos. Su mirada depredadora la intimidó hasta los huesos pero por alguna razón supo que él jamás sería capaz de hacerle verdadero daño.

Dikalion siempre había sido orgulloso y seguro de sí mismo. De todos los dioses primordiales él era el único que nunca había mostrado debilidades ni se había puesto en ridículo. Él jamás había dado un paso en falso ni cometido un tropiezo desde que había surgido de la fuente. Pero al parecer, eso cambió desde que puso los ojos sobre Herythania.

Queriendo acercarse a ella, Dikalion tropezó con la raíz de un árbol y trastabilló por varios metros humillándose a sí mismo en aquel horrible acto de torpeza. Pero haberse humillado había valido la pena. La mas celestial de las risas había surgido de la muchacha mientras sus rizos se agitaban a su alrededor.

- ¿se encuentra bien mi señor?

- para nada. Es usted una asesina mi señora.

Herythania estaba confundida. Si bien había reído momentáneamente del tropiezo de aquel hombre, no creía que haberlo hecho ameritase que le dijese asesina.

- Lo siento pero no lo comprendo. ¿A qué se refiere?

Dikalion sonrió al ver como la menuda mujer fruncía el seño.

- lo que dije. Su risa se me ha clavado en el pecho robándome el aliento. He muerto en ese instante y permaneceré así hasta volver a oírla, señora mía.

Herythania no pudo evitarlo y volvió a reírse.

- ha vuelto a reírse. ¡Por la fuente!, es un milagro, ¡he vuelto a la vida!

- ¡lo siento tanto!, temí haberte ofendido gravemente por haberme reído de tu tropiezo. Sé que no debía pero no pude evitarlo.

- no se disculpe mi señora. Con tal de oír su melodiosa risa me pondría en ridículo cada día de mi vida.

- ¿está usted coqueteando conmigo?

- no en realidad. Solo señalo un hecho trascendente.

Herythania se sintió decepcionada al oír que el dios en realizad no estaba interesado en ella. Hasta ahora no había encontrado un compañero y no había sido lo suficientemente valiente como para explorar con cualquier hombre como hacían sus hermanas Himora y Timora, pero bien podría haber hecho la excepción con aquel dios que llevaba la armadura oscura.

- aun no nos hemos presentado. Mi nombre es Herythania. Soy la hija de Astraleon y Mirkali. ¿Usted es?

- Dikalion.

A Dikalion se le secó la boca cuando Herythania formó una perfecta O con sus carnosos labios color carmesí. Estaba obnubilado por su belleza.

- Se quién es. Es usted mi protector. El dios al que mi madre amenazó con hace sufrir si no me protegía con su vida.

- el mismo.

- debo decir, mi señor, que usted ha estado haciendo una pésima labor. Ha desaparecido de mi vida por demasiado tiempo. ¿Ha venido a enfrentarse al castigo de mi madre?

Automáticamente Dikalion extrajo una espada de su costado, hincó una rodilla en el suelo y elevó el arma ofreciéndosela a Herythania.

- te entrego mi espada, bella Herythania. Si he de morir a manos de una diosa, prefiero que sean las tuyas las que me envíen al siguiente estado.

- levántate protector mío. No será mi mano la que te quite la vida. Jamás haría daño a un ser que es capaz de ofrecerme su espada para que lo asesine cuando yo solo bromeaba. ¿Paseas conmigo por el huerto?

Dikalion se incorporó y envainó su espada. Casi al instante de surgir de la fuente él había ideado una forma de matar a otros dioses. Roca y fuego fueron la solución. El acero en su espada le permitiría atacar antes de ser atacado.

- si me lo pidiera, princesa, pasearía con usted sobre brasas ardientes.

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Hermione y Luna cargaban cajas a la cubierta del barco bajo el implacable sol de las islas Seychelles, en África Oriental. Incluso los dos nuevos navegantes también ayudaban en la faena.

Luego de semanas de discusiones Draco les había dado dinero suficiente para los trasladores, el sueldo de los navegantes discretos y el alquiler del barco que los llevaría al punto cero donde pretendían comenzar la exploración.

Iniciarían en una pequeña isla bastante remota que estaba cubierta de un frondoso bosque. Según la teoría de Hermione, esa debía ser alguna de las colinas Lemurianas que no fue sumergida completamente. Esperaban que allí hubiese al menos una prueba del continente hundido.

En la cubierta, ambos navegantes movían trastos de un sitio a otro para asegurar la flotabilidad del pequeño barco. Habían elegido una nave veloz y lo suficientemente pequeña como para que pudiesen atracarla en cualquier sitio que creyesen conveniente.

- ¿por qué Lemuria no está en un sitio en el que no haga un calor infernal?

- por enésima vez Malfoy. Si lo deseas puedes quedarte en el hotel o volver a Inglaterra. La travesía que emprenderemos no es algo a lo que estés acostumbrado.

Draco ignoró lo que Granger le decía y se refugió bajo el pequeño toldo que había hecho montar a los navegantes. Dicha sea la verdad, él había hecho simulacros de supervivencia en sitios más calurosos que aquel pero eso era un secreto del entrenamiento como inefable y nadie podría saberlo nunca.

- hey Bastián, ¿podrías traer el equipo de submarinismo bajo cubierta?, juro que se hace más pesado cada vez que intento moverlo.

- por supuesto señorita Lovegood.

- dime Luna, Bastián. Estaremos en este barco por mucho tiempo, es hora de dejar las formalidades.

El alto, musculoso y moreno hombre deslumbró a Luna con una sonrisa para luego levantar el equipo de submarinismo como si no pesase nada. Él y su sobrino Ankise eran los primeros que se habían presentado cuando Hermione publicó la búsqueda de navegantes en el Quisquilloso.

Ankise, al contrario que su tío, tenía unos rizos dorados por los cuales cualquiera mataría y sus ojos eran de un color gris perlado que podían quitar el aliento de cualquier mujer que fuese menos testaruda que Hermione o menos despistada que Luna.

Según sus antecedentes, Bastián y Ankise pertenecían a una antigua y casi extinta familia mágica de Grecia. Si bien ninguno guardaba parecido con los típicos magos griegos. Su apellido, Katérgaris, parecía lo suficientemente griego para ellas.

Ankise se tomó un momento del trabajo para limpiar el sudor de su frente. El nuevo jefe había arribado al barco diez minutos antes y lo único que había hecho era quejarse mientras Hermione lo fulminaba con la mirada. Draco Malfoy comenzaba a caerle mal, y sea su padre reencarnado o no, Ankise estaba dispuesto a patearle el culo si no dejaba de insultar la inteligencia de su madre, o mejor dicho de la reencarnación de esta.

- ¿ellos no se llevan nada bien no?

- para nada… es como si compitiesen por cuál de ellos es mas insultante. No lo comprendo, Zimphora dijo que ellos estaban muy enamorados.

- sshhhh. Chico habla más bajo. No quieres ir a decirles, "hola mamá, hola papá"…

- cierra la boca Antikabe.

- Bastián. Me llaman Bastián. Recuerda el libreto. Te vuelves más tonto con cada siglo…

Los hombres siguieron trabajando. Más tarde en su camarote comenzarían a trazar un plan para traer los poderes de ambos de la fuente e intentar despertar a los demás dioses que moraban en el templo oculto de la isla a la que pronto irían. Zimphora había hundido Lemuria pero la parte superior del templo donde los dioses dormían había permanecido sobre el nivel del mar.

Bastián, o Antikabe, había despertado luego de una gran explosión atómica realizada cerca del templo. Al parecer los humanos habían estado explorando el uso de armas de destrucción masiva. Por lo que él sabía, el sueño en el que Zimphora lo había sumido no era tan fuerte como el de los demás o sus poderes eran diferentes a los del panteón de Lemuria y por eso él había despertado en medio de la segunda guerra mundial.

Había vagado por el desconocido mundo hasta que casualmente dio con Ankise. Reconoció la protección de Zimphora en él y desde ese momento habían estado cerca buscando a Dikalion y Herythania renacidos.

Antikabe había estado destrozado cuando supo que Zimphora había muerto como una anciana poco después de que Ankise alcanzase los cincuenta años de edad. Su bella diosa había perdido su inmortalidad y divinidad para darles tiempo de recuperar sus poderes.

Desde ese momento Antikabe había decidido cerrar su corazón. Su diosa del amor fue y sería la única que sostendría en sus brazos y le profesaría adoración. Sin Zimphora, el mundo era un lugar oscuro.

Draco maldijo haberse vestido de negro ese día. No era fanático de la ropa de color pero, en un sitio tan caliente como el infierno, usar ropa oscura solo haría que se le recalentasen las ideas. El fino vestido de Granger se pegaba a sus curvas dejando ver un diminuto bikini que comenzaba a llamarle demasiado la atención para su gusto.

- hey, muchacho…

Ankise miró hacia Draco y luego de dejar la carga caminó hacia él. Según su tía Zimphora, Dikalion jamás había sido arrogante, pero en esta vida si lo era.

- ¿si?

- me dijo Granger que tú y tu tío son magos. ¿Cuál es su estatus?

- Sangre pura, señor.

Draco lo observó mejor. No llegaba a creerle dado que ambos decidían cargar objetos como si fueran simples muggles y a pesar de sus portes regios no podía ver altanería en ellos.

- ¿seguro? No conozco a la familia Katérgaris. No me suenan.

Además, Katérgaris significaba embaucador en griego y eso era algo que no se le había pasado por alto. Puede que Lovegood y Granger confiaran en Ankise y su tío pero Draco Malfoy no lo haría tan fácilmente.

- es porque nuestra familia no se ha vinculado con las demás por un largo tiempo. Pero le aseguro que mi sangre es mucho más pura que cualquier otra.

- me pregunto quién fue él que eligió tan singular apellido para tu familia.

"fue el idiota de Antikabe", pensó Ankise. Pero eso no podría decirlo en voz alta. Draco comenzaba a sospechar de él.

- no sabría decirle. Aunque parece una práctica común entre los nuestros, dado que el suyo significa mala fe.

- embaucadores, maliciosos, tu solo nómbralo. Tenemos de todo en nuestras filas sangre pura.

- así es… si me permite, debo seguir trabajando.

Con un gesto de su mano despidió al muchacho. En realidad Ankise no debía ser mucho más joven que él, pero en ese momento Draco se sentía bastante más viejo. Según sus cedulas, Ankise tenía veinticinco y Bastián treinta, y ambos no compartían mas similitudes que la altura y la contextura física.

Según Hermione, Bastián era un Squib y Ankise un mago normal. Ambos habían perdido a sus padres durante la guerra y Bastián se había hecho cargo de su sobrino menor un tiempo después de eso.

Hermione hervía de la ira mientras Malfoy observaba impávido, bajo un toldo, como ellos se esforzaban cargando cosas para la travesía. Llevaba mordiendo su lengua por varios minutos. Trataba de mantener los insultos al mínimo o él podría decidir no seguir financiando la expedición.

- mira nada más. Malfoy ha estado ejercitando todos estos años.

- ¿qué?

Hermione soltó una caja y siguió con la vista la dirección en la que Luna miraba.

- no lo ves, Herms. Draco se ha quitado la camisa, yo podría darle un mordisco a ese tatuaje cuando él quisiera.

- ¡LUNA!

- ¿Queee? No me digas que no lo has pensado. Ya sé. Tú prefieres a nuestros sexys navegantes. Puedes quedarte con el joven. Bastián es mío…

- eres incorregible.

- y tu, mi querida amiga, te has vuelto una mojigata desde que Ron te dejó por Lavender.

- ¿necesitas recordármelo siempre?

- no, pero tú necesitas tirar una cana al aire de vez en cuando y dado que estaremos en un barco por semanas, con tres solteros inundados de testosterona, yo te aconsejo que elijas sabiamente. Aunque repito, Bastián es mío.

- el sol definitivamente ha freído tu cerebro.

- todos me llaman Lunática. ¿Por qué tendría que evitarles tener la razón?

Ambas amigas siguieron yendo y viniendo entre el muelle y la cubierta. Había demasiados objetos por subir y siendo solo cuatro voluntarios, el trabajo se hacía mucho más pesado. Pero valía la pena el esfuerzo. En pocos días ellos estarían sobre la zona en la que creían se encontraba Lemuria y pronto cambiarían el curso de la historia.

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N.a: ¡Hola! Fin del capítulo dos. Espero que les haya gustado y quieran hacérmelo saber. He escrito este capítulo como mi propio regalo de cumpleaños y decidí subirlo hoy. Sin más, ¡hasta la próxima!