Cuando Hipo se despertó, el sol brillaba en sus ojos y parpadeó pesadamente, gimiendo por los latidos en su cabeza que empeoraron cuando trató de levantarlo. Con cuidado, se dio la vuelta y se tapó los ojos con una mano, bloqueándolos del sol.
Se preguntó cómo no lo habían matado esa noche, liberando a un Dragón tan peligroso como la Furia Nocturna. Solo le había rugido, mientras que Bocon le había dicho que un Dragón siempre ataca a matar. Hipo esta confundido.
-¿Por qué no me mató?- se preguntó en voz alta.
Se sentó lentamente, parpadeando un par de veces para despejar el borrón de su visión. La cala estaba silenciosa y hermosa a la luz del mediodía, e Hipo la miró por un momento, sintiéndose en paz. Ahora que no había matado a un Dragón, probablemente avergonzaría a su apellido, pero a Hipo no le importaba nada. No iba a matar a una criatura que tuviera emociones y pensamientos como los suyos. No podía soportar la idea.
El joven vikingo se puso de pie y se estiró, frotándose los músculos doloridos. Dormir en el suelo del bosque, especialmente de noche, era una idea horrible. Fue un milagro que no se hubiera muerto de frío.
Entonces Hipo notó algo extraño. A su alrededor, el suelo del bosque se había quemado, pequeñas bocanadas de humo salían de la hierba, como si alguien lo hubiera calentado para mantenerlo caliente. Hipo se agachó y tocó la hierba quemada. Seguía siendo cálido y acogedor, mientras que el suelo a su alrededor estaba frío como una piedra. Dentro del círculo hacía menos frío, pero tampoco caliente.
Hipo no sabía qué pensar sobre esto. ¿Quién había hecho algo así para evitar que muriera de frío? Berk era conocido por sus noches frías, después de todo, era casi otoño. Hipo no tenía idea, y con su cabeza palpitante no quería averiguarlo de inmediato. Se puso de pie de nuevo y se sacudió el polvo, dirigiéndose hacia la pequeña entrada que había utilizado para entrar a la cala.
Lo atravesó y corrió de regreso a Berk, sintiéndose mareado y sin aliento cuando regresó. Se apoyó contra la casa más cercana y se hundió contra eso, colocando su mano a la cabeza.
Como el pensaba, tiene fiebre. Debe haber sido por dormir al aire libre. Hipo sintió que su cuerpo era de plomo y tenía problemas para volver a levantarse. Intentó dar un paso, solo para derrumbarse donde está, hundiéndose contra la casa. Su respiración se aceleró e Hipo comenzó a sentirse bastante caliente.
Esto está mal. Sus ojos se fueron cerrándose, y un momento después todo estaba tan oscuro como lo había estado esa noche en la cala.
Cuando se despertó de nuevo, Hipo se encontró acostado en su propia cama, con una toalla fría en la frente. Tres mantas están apiladas sobre su cuerpo y se sentía cómodo. Abrió los ojos adormilado y vio una figura oscura moverse por la habitación, murmurando maldiciones y oraciones.
-¿papá?- Hipo logro hablar con voz ronca.
La forma oscura dejó de caminar y se acercó a él, revelándose como Estoico el Vasto. Tenía una expresión de preocupación en su rostro, con ojeras por la falta de sueño.
-¡Hipo!- exclamó, envolviendo al joven vikingo en un abrazo aplastante.
-Pensé que te había perdido- dijo el hombre.
-¿Qué paso?- Hipo preguntó, muy confundido y perplejo.
-Te desmayaste detrás de la casa de Astrid, y ella te encontró allí. Tenías fiebre alta, hijo- respondió Estoico, colocando su mano en la frente de Hipo para sentir su temperatura -Gothi trató de ayudarte tanto como pudo, pero dijo que solo los dioses podían ayudarte adecuadamente. ¡Gracias Thor, estás bien!-
Hipo se sentó aturdido, frunciendo el ceño a su padre por unos momentos –Pensé…- comenzó.
-No, eso no importa. Estás vivo y no puedo pedirte más. ¡Debí haberlo visto venir!- Estoico se reprendió a sí mismo -El chico está lejos de ser frágil para este tipo de cosas...- murmuró.
-Atrapé un Dragón- dijo Hipo en voz baja, congelando a su padre en su lugar.
-¿Tu qué?- preguntó el Jefe, desconcertado.
Hipo respiró hondo -Atrape uno, con la red, por pura suerte. Pero cuando estaba a punto de matarlo, no pude hacerlo... Me miró, papá, y pude verme reflejado en sus ojos. Simplemente no pude hacerlo-
Hipo sintió las lágrimas obstruir su garganta y respiro, apartando la mirada de su padre, que todavía lo miraba. El hombre más grande se sentó en silencio en la cama de Hipo y tomó su mano, calentándola entre las suyas.
-Está bien hijo, hiciste tu mejor esfuerzo. Te creo. Te pareces mucho a tu madre en ese sentido. Ella tampoco podía matar a un Dragón... -
Hipo conocía esa historia, sobre cómo su madre había sido secuestrada por un Dragón simplemente porque no pudo matarlo. Ella lo había estado protegiendo, pero el Dragón no lo había lastimado ni a él ni a ella antes de llevársela.
Hipo se preguntó si ella todavía estaría viva, si el Dragón tenía la intención de llevársela. Si vio algo en ella que otros no pudieron. ¿Era tan parecido a ella que un Dragón tampoco lo veía como una amenaza, sino como algo completamente diferente?
-Avergoncé el apellido...- Hipo resopló, mirando a su padre con ojos llorosos.
Estoico negó con la cabeza -No, Hipo, hiciste algo valiente. Y sobreviviste al encuentro, que es más de lo que puedo decir de los demás- sonrió.
Hipo puso los ojos en blanco y se los secó con la manga, luego se inclinó para abrazar a su padre. Puede que ellos no se vean cara a cara todo el tiempo, pero Hipo ama mucho a su padre. Y su padre lo ama a también, incluso si no siempre le muestra a Hipo cuánto.
En este momento, sin embargo, no importaba del todo, porque Hipo todavía está vivo y eso era todo lo que le importa a su padre. La matanza de dragones seguramente podría esperar unos años más.
