Hipo sintió que lo están observando y, por alguna extraña razón, no se sentía como si ningún humano lo estuviera mirando. Los ojos constantemente en su espalda se sentían penetrantes y anormales, como si un animal lo estuviera mirando en el lugar de las personas del pueblo a quienes también podía ver mirándolo.
Hipo sintió como si un Dragón lo estuviera mirando.
En realidad, sabía que un Dragón lo está mirando, pero sospechaba que varios más se habían interesado en él debido que hay uno que lo está mirando. Por supuesto, los Dragones no se habían mostrado, sabiendo muy bien que serían atacados si alguno de los vikingos los veían, pero Hipo los había visto un par de veces. Incluso el Dragón negro que no había podido matar se había mostrado unas cuantas veces al chico.
Ahora, mientras Hipo está afilando otra hacha, se estremeció al sentir esas miradas. Ellos están absolutamente en todas partes, y aunque las miradas de la aldea ya no le molestaban, las miradas de los Dragones sí. Eran más inquisitivos y extraños, y se volvieron descuidados al esconderse cuando se sintieron agobiados por la curiosidad.
Hipo había visto un Nader Mortal casi ser descubierto por su padre cuando la bestia estaba sentada en su techo para examinarlo temprano en la mañana. Hipo lo había ahuyentado rápidamente antes de que el Jefe pudiera verlo. Lo más extraño fue que el Dragón se dejó espantar, lo que confundió mucho al joven vikingo. ¿Por qué un Dragón escucharía a un humano?
Los dragones mataban a los humanos, y siempre iban a matar. Sin embargo, ahora que había dragones en la aldea que no habían atacado a nadie, y solo tenían ojos para Hipo, el tenia curiosidad por ellos. El libro de Dragones no contenía nada que pudiera ayudarlo, e Hipo se mordió el labio presionando el hacha con más fuerza sobre la piedra de afilar.
-¡Woah! Cuidado de no raspar todo-interceptó Bocon, agarrando el hacha de Hipo con una mirada penetrante.
-Lo siento- Hipo se disculpó, parpadeando para alejar sus pensamientos.
-¿Estás en Berk con tu cabeza?- Preguntó Bocon, exasperado.
-No, no lo estaba- respondió Hipo con altivez.
Bocon suspiró ruidosamente, moviendo el hacha hacia abajo para mirar a Hipo correctamente. El joven vikingo había detenido la piedra de afilar y respiró hondo.
-¿Qué tienes en mente?- preguntó el hombre, con una mirada preocupada.
-Dragones- respondió Hipo sin rodeos.
Bocón rodó sus ojos -No vas a salir a matar a uno, no con tu padre tan preocupado-
Hipo lo sabía bien. Su padre le había prohibido salir de la aldea, preocupado de que el Dragón volviera en busca de venganza. Qué equivocado esta, pensó Hipo. Estoico ni siquiera sabía que los Dragones ya estaban aquí, observando cada uno de sus movimientos. Hipo solo tuvo que mirar hacia arriba y pudo ver al Dragón negro sentado en su casa, cómodamente descansando detrás del mascarón de proa.
Hipo lo había llamado Chimuelo, pensando que era un nombre apropiado para un Dragón que tiene dientes retráctiles.
Los otros dragones aún no tenían nombres, Hipo no los conocía lo suficientemente bien como para hacerlo. Por el contrario, sentía que conocía bastante bien a Chimuelo. El Dragón tiene un temperamento similar al de Hipo. Inquisitivo, aventurero y terco.
Hipo vio todo eso y más en el Dragón. Había sentido como esos ojos verdes reflejaban su alma en el momento en que se fijaron en él, sus seres en un estado similar. Hipo sintió que entendía a Chimuelo en un nivel más profundo.
Sobre todo, Hipo quería saber por qué los Dragones robaron sus ganados y mataron a sus hombres. No era algo que viera hacer a los Dragones sin razón. Los dragones también comían pescado en su mayoría, y los vio llevarse el ganado, nunca comerlo ellos mismos.
Estoico había estado buscando su nido durante mucho tiempo y cada vez regresaba derrotado. Hipo se preguntó si podría ayudar de alguna manera. Tal vez podría intentar hacerse amigo de Chimuelo y encontrar el nido él mismo. Tal vez podrían descubrir por qué los dragones los atacaban de esa manera.
-No estaba planeando matar a otro, lo prometo- le dijo Hipo a Bocon con sinceridad.
Bocon asintió con la cabeza sabiamente -Bien, bien. Ahora vete a casa, no vas a ser de ninguna ayuda en este momento-
Hipo suspiró -Bien, me iré- dijo.
Se desató el delantal y lo colgó en su lugar, regresando a su casa, sin perder de vista al Dragón en su techo. Chimuelo lo miró a su vez, envuelto por la oscuridad de la noche. Solo Hipo podía verlo, sabiendo exactamente dónde había aterrizado el Dragón cuando el crepúsculo llegó a la aldea.
Los ojos verdes llenos de intelecto lo observaban día y noche, e Hipo, por alguna extraña razón, sintió como si una cálida presencia hubiera caído sobre él como una manta.
Gracias por leer! y a Fraanrmz por comentar
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