El fuego se extendió dónde está Hipo y el se arrojó fuera del camino, golpeando la pata de una Pesadilla Monstruosa. El Dragón lo miró e Hipo se congeló, con los ojos muy abiertos y asustado. También conoce a ese Dragón, y como Chimuelo, a veces lo observaba, curioso y maravillado.

Le ronroneó e Hipo supo instantáneamente que no era una bestia salvaje que necesitaba ser asesinada. El esta a salvo en su presencia. El joven vikingo se puso de pie, colocando lentamente una mano cuidadosamente sobre el hocico del animal. El Dragón cerró los ojos y luego los abrió de golpe cuando algo crujió con fuerza. Hipo miró hacia atrás con sorpresa, pero el Dragón lo alejo rápidamente. Algo grande se estrelló donde él había estado parado hace unos momentos e Hipo sintió que el corazón salto en su garganta.

-Gracias- le dijo al Dragón.

Asintió con la cabeza hacia él y despegó hacia el cielo. Hipo siguió su ascenso y miró al enorme Dragón que lanzaba llamas sobre su aldea. En algún lugar a lo lejos, pudo escuchar a su padre gritar órdenes.

Los dragones en el cielo apenas estaban atacando la aldea, si es que lo hacían. Es el enorme Dragón azul el que los está atacando. Hipo se preguntó si estaba enojado o algo por el estilo. Pudo ver a varios dragones atacando a ese, como si ellos estuvieran protegiendo la aldea.

El joven vikingo reconoció al Nader Mortal que había venido a examinarlo una y otra vez junto con Chimuelo. Ambos están atacando al enorme Dragón con su potencia de fuego, sentados en las casas para tener una mejor vista.

La Muerte Roja, Hipo la había llamado así, a pesar de su color azulado, rugió de ira contra los dos pequeños Dragones, disparándoles su propio fuego y demoliendo las casas bajo sus pies.

-¡Hipo!-

Hipo rápidamente miró a su alrededor para ver a Astrid, quien corría hacia él con un hacha en sus manos. Tenía hollín en la cara y había un desgarro en la ropa, pero por lo demás parecía estar bien. Hipo sabía que se veía más o menos igual.

-¿Estás bien?- ella le preguntó mientras se acercaba.

-Estoy bien- le dijo -Tenemos que ayudar a los Dragones- agregó.

El rostro de Astrid se transformó en uno confuso -¿Qué?- preguntó ella sin rodeos.

-Chimuelo y esos otros Dragones están tratando de evitar que la aldea se queme hasta los cimientos- explicó Hipo, señalando a través de la oscuridad a los dos Dragones que disparaban a la Muerte Roja.

-¿Le pusiste nombre a un Dragón?- Astrid preguntó con incredulidad.

-No importa en este momento, voy a ayudarlo- dijo Hipo, girando sobre sus talones para desaparecer en el fuego.

-Ese idiota va a hacer que lo maten- murmuró Astrid, corriendo detrás de él.

La rubia siguió a Hipo, quien corrió a través del fuego y se abrió paso entre Vikingos y Dragones por igual. Ignoró todo, con los ojos puestos solo en Chimuelo por una vez. Se acercaba con cada paso, y el Dragón pareció notar que se acercaba.

-¡Chimuelo!- Hipo gritó, por primera vez, dirigido directamente al Dragón.

Las orejas del animal negro se pusieron de punta y gruñó, el Nadder se fue del techo en el que estaban sentados. La Furia Nocturna se zambulló y se deslizó por el suelo hacia Hipo, quien dejó de correr lo suficientemente rápido. La bestia aterrizó frente a él y lo miró con ojos curiosos. Hipo jadeó, sin aliento por correr.

-Déjame ayudarte- dijo Hipo en voz baja, apenas audible por el alboroto que los rodeaba.

Astrid estando detrás de él, con los ojos muy abiertos y sorprendida de cómo el Dragón está allí, sin tratar de matarlos. Apenas podía creer lo que veía cuando Hipo puso su mano sobre el hocico del Dragón, acariciando cuidadosamente las brillantes escamas.

Chimuelo ronroneó y le mostró la espalda a Hipo. Astrid vio cómo su amigo se subía al Dragón y voló, aturdida. Ella estaba a punto de seguir luchando, cuando un Nader Mortal aterrizó justo a su lado.

La miró por un momento, antes de mirar hacia arriba, hacia donde Hipo y Chimuelo estaban luchando en el cielo. Astrid supo al instante lo que quería y se sintió en conflicto. Había luchado contra dragones toda su vida, y ahora uno quería dejarla montar en su espalda.

-¿Está seguro?- preguntó, sin esperar una respuesta.

El Dragón se rió y bajo al suelo. Astrid sabía que era ahora o nunca. Ella saltó sobre su espalda y volaron hacia el fuego y a una muerte segura.


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