Lo poco que sé del amor, se lo debo al desamor.
-Ulises Sánchez.
Las cortinas se mecen apacibles por la fresca brisa de mediados de agosto, la sutil ráfaga se cuela por toda la habitación pintada en tonos magenta y verde real, va hasta el tocador donde la joven se ve en el espejo redondo de tamaño mediano color caoba, es una de las pocas que puede apreciar su rostro reflejado. Ella no sabía hasta dónde su sangre pura le diferenciaba de las demás, solo sabía que no era igual a los otros vampiros. Lo supo desde su presentación en la sociedad vampírica, "La joya del mundo vampiro" la chica de "Sangre pura" todos le admiraban como a una atracción, ella nada más sonreía con el mentón alzado y sus nervios a flor de piel. Su padre siempre le enseñó, que como un bien preciado, ella debía estar a la altura. Así, Kagome conoció que no era igual a sus semejantes, ella, era su mascota. Mascota que era alabada desde lejos, mientras fuera objeto de su curiosidad, mientras ella no supiera de su alcance, mientras ella fuera dócil. Pero los vientos de cambio siempre soplan, aunque no se quiera, en direcciones nunca imaginadas. La pequeña ráfaga acaricia la pálida tez de la joven. Kagome se ajusta el adorno estrambótico que debe lucir en su elaborado atuendo, la ceremonia será de lo más formal. Suspira mientra Yuka, su doncella, le ajusta la últimas flores blancas en su lugar. El lacio cabello azabache era ahora un intrincado nido de pájaros adornado con florecillas, pero todo fuera por su hermana y su paz mental. Yuka va al armario de madera de caoba tallada con murciélagos a cada lado de las puertas, le abre y saca el más ostentoso y recargado de los vestidos. La joven soltó un resoplido, ésa cosa era incómoda, pero... lo haría por su hermana, todo por su hermana. Se mira al espejo mientras la chica alisa la tela del atuendo sobre la enorme cama de docel, también de madera tallada, con bellas cortinas de seda blanca como nubes. Los cojines en bordados dorados y magenta son retirados, el extravagante vestido descansa sobre las sábanas de piel, estupendas para el frío. Éso que creen los humanos sobre dormir en ataúdes era puro cuento. Nada más alejado de la realidad, como el que morían por una estaca al corazón, los vampiros son espectros nocturnos, están entre esta vida y la otra, tambaleantes, burlando los límites de la naturaleza. Por supuesto podían terminar su existencia, pero, eso era algo complicado de hacer. Lo más efectivo era usar agua bendita, el agua les recordaba su naturaleza fuera de lo santo, lo permitido por Dios. Cortar su cabeza, también funcionaba, y quemarle. ¿Por qué quemarlos?
Porque deben volver al infierno al que pertenecen. Así ha sido siempre.
-¿Lista my Lady?- pregunta la doncella sosteniendo el ajuar del vestido para comenzar con la complicada tarea de armar el atuendo.
Kagome, derrotada, se puso de pie mientras su doncella comenzaba la tarea. Sus pensamientos fueron hasta el día en que su hermana presentó la ofrenda en sangre para que el consejo aprobara su enlace con el hijo prodigio y amado de uno de los líderes. Naraku Spider era como Kagome, era un Sangre Pura, pero también era un aristócrata de buena posición, por no decir que la mejor, en el círculo vampírico. Kikyo fue aprobada como prometida del joven al mostrar que sería una esposa fuerte y devota, capaz de hacer lo que fuera por su marido. Ella pariría vampiros poderosos, puros, sanos. El consejo no pudo estar más de acuerdo. Kagome hubiera sido candidata para casarse con Naraku, pero, ella jamás podría parir criaturas poderosas. Las mujeres nacidas como ella no podían procrear, a diferencia de los hombres cuyo esperma parecía ser más abundante que el de un vampiro promedio, las mujeres puras eran estériles, como si la vida les mostrara lo que eran, meros espectros, muertos en vida.
Yuka terminó su trabajo, la joven se vio en el espejo de cuerpo completo al lado de la cama justo en medio de las dos ventanas de su bonita y acogedora habitación, tan grande como un salón mediano, aunque a ella no le importaba lo bonita de la habitación o lo elegante que se veía al espejo, a ella le importaba la ceremonia de enlace. Le importaba lo que sentiría al ver a Naraku casarse con Kikyo, besarla, prometerle fidelidad y compañía eterna, pensaba en ellos siendo padres de sus sobrinos. Apretó sus labios pintados de negro muy fuerte mientras su cuerpo se eriza, ella no quería que el hombre al cual pertenecía su corazón se casara, mucho menos con su hermana. Estaba mal. Ella lo quería en su cama, para que la follara como cada noche, para que le partiera los intestinos con ése miembro delicioso que tenía, ella quería casarse con él, con Naraku, su futuro cuñado...
Contuvo las ganas de llorar cuando su doncella le alababa por lo bien que se veía todo el atuendo ya listo y armado, sonrió, pero no porque le gustara, si no que, por que era horrible. Parecía que Kikyo lo había hecho a propósito, es que nadie podría escoger un vestido y un peinado más espantoso si no fuera para molestar. Sonrió de lado ante la idea, ya conocía a su hermana y estaba segura que fue porque era el día de su boda, nadie podía verse mejor o brillar más que ella, sin más, derrotada y al punto de la asfixia, dijo que soportaría la tortura por el bien de todos, pero no estaba segura de poder soportar ver al único hombre que ha querido casarse con su familiar más amado. Sus ojos azules se aguaron. Yuka fue a buscar un pañuelo y evitar el maquillaje se corriera.
Antes que Higurashi terminara de procesar todo en su mente su madre llegó para anunciarle la ceremonia comenzaría en cualquier momento. Sonrió como le enseñaron desde niña, recogió la falda de su vestido con dignidad y movió sus pies para salir de la recámara con el corazón hecho papilla y sus esperanzas de que algo impidiera la boda totalmente conflictuadas.
-Acepto- dijo Kikyo con una sonrisa extraña en sus labios carmín. Miró a los presentes buscando un rostro entre el mar de gente.
La capilla era enorme, estilo Barroco, con bellos vitrales de imágenes santas y lugares hermosos. Estaba adornada con lazos de seda negra y rosas rojas, pétalos en la alfombra negra que iba desde la entrada hasta el altar y un piano al fondo para animar la ceremonia, Kikyo estaba radiante en su vestido tafetán color rojo que resaltaba su piel cuyas mangas caían en cascada por sus brazos, la cola parecía ser la de una sirena y el maquillaje era impecable, toda ella desbordaba belleza y elegancia, sin dudas, la perfecta elección para el novio quien se admiraba arrebatador con su traje negro a la medida resaltando sus ojos carmesí. Todos los invitados se mostraron satisfechos con la ceremonia y la novia, era un gran enlace en pro de su raza. Pero Kagome sentía que el corsé no le dejaba respirar y su corazón iba cual caballo desbocado, se sentía devastada.
-Los declaro- dijo el clérigo, quien fue allí en contra de su voluntad porque Dios jamás consentiría el matrimonio de dos espectros de la noche y mucho menos en su iglesia -Marido y mujer- hizo la cruz con sus manos -Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre...
Todos se pusieron de pie vitoreando. La nueva pareja salió de la capilla entre felicitaciones y una lluvia de pétalos, la madrina, se quedó atrás recogiendo el ramo que Kikyo lanzó en su frenesí y nadie vio, solo ella, solo la chica de sangre pura y estéril que por causa de su naturaleza, perdió al hombre que le provocaba los mejores orgasmos en su vida. Lo perdió todo en un día.
-Yo hubiera sido una buena esposa- susurra. Las manos le tiemblan al contemplar el ramo, siente una ira inmensa y lo hace cachitos. Los odiaba a ambos.
La nueva señora Spider sonrió triunfal al ver el ataque de ira de su rival, eso le mostraría su lugar en el mundo. Kikyo sabía de los encuentros entre su hermana y su ahora esposo, aun así, decidió seguir con su plan de casarse con él, era el indicado, era el que prometía un mundo de riquezas y poder, sobretodo el poder. Así que poco le importó su hermana y sus patéticas hormonas.
Apenas y llegaron a NightShadow el casi castillo de estilo rococó donde las más importantes familias del mundo vampírico reciden, la fiesta comenzó, fue una enorme celebración, sangre por todas partes, copas y copas de sangre mezclada con el alcohol más fuerte, prostitutas humanas danzando, parejas casadas ebrias copulando en cada esquina, incluso la madre de las Higurashi se veía semi desnuda mientras el padre le chupaba la sangre en los pezones como si fuera un infante. Las mujeres humanas eran masacradas mientras esparcian su sangre caliente entre el tumulto de gente que se retorcía y gemía cual animales.
Naraku llevó a su esposa al lecho nupcial dejando atrás la orgía de cuerpos bañados en el rojizo líquido mientras los ojos azules de Kagome lloran su amor perdido y su sexo palpita por la excitación. Pero sabía que como mujer soltera, no podía ser partícipe del acto, así que corrió a su habitación para saciar su creciente fuego.
Ésa boda, fue, sin dudas, memorable. Para todos, lo quisieran o no. Anunciaba un nuevo ciclo, eran aires de cambio.
Continuará...
Espero les haya gustado
Ésta historia será larga, aún no he pensado realmente cuántos capítulos pero será larga.
Daré todo de mí para que la disfruten de principio a fin
Nos vemos en el siguiente capítulo
