Quizás el sufrimiento y el amor tienen una capacidad de redención que los hombres han olvidado o, al menos, descuidado.

-Martin Luther King.


Años después... Ciudad de Buzău

-¡Salvanos señor de estas criaturas, envialas al averno de donde salieron!- el padre Kaijinbo Cornelius agita las manos hacia el cielo -¡Protege a tu creación señor!- terminó el sermón de la mañana totalmente exaltado por la agitación y la mejillas coloradas.

-Creo que el padre se pasó hoy- susurró Kagura a su amiga Sango.

-Ni que lo digas- rió -Solo debes verle el rostro, lo trae todo colorado- volvió a reír.

Ambas recogieron sus chals y se encaminaron a la salida de la capilla abriéndose paso entre la multitud. Caminaron pausado por el sendero de grava conversando de listones y vestidos hasta que vieron a alguien.

Kagura entorno los ojos, su buen humor se esfumó, la ramera Perla se acercaba con su vestido harapiento y su olor a cerveza, todo un espanto. Sango simplemente bajó la mirada, entablar siquiera una conversación con ella era la muerte social.

La mujer llevaba un canasto de ropa recién lavada, se le notaba sudada y acalorada por el esfuerzo, el dobladillo de su desgastado faldón tenía al menos dos centímetros de polvo y estaba deshilachado, el delantal se veía viejo, los cabellos negros se escapaban del moño medio improvisado y el rostro reflejaba ya varias noches de insomnio. Ambas mujeres se le quedaron viendo, una con desaprobación y otra con curiosidad.

Ella era Perla, sin apellido ni pasado, sólo Perla. Llegó al pueblo hace dos años, se le veía demacrada y abandonada al mundo, pidió trabajo en la taberna/posada del poblado, allí se quedó como la flamante mesera la cual ofrecía más que solo el menú del lugar. Muchos aseguraban y daban crédito de sus buenos servicios y su disponibilidad, aunque nadie daba exactamente detalles. Así la forastera se ganó la mancha de ramera del pueblo, más barata que una jarra de cerveza servdas por montones cada noche, especialmente en sábado que era el día preferido por los borrachines para reunirse. Perla pasó junto a ellas sin pena ni gloria perdida en sus propios pensamientos con los ojos azules fijos en el camino y su inconfundible sonrisa medio alegre, medio triste, medio todo y medio nada.

Las dos chicas le observaron hasta que se perdió por la curva que se dirigía por la derecha a la taberna.

-Por un momento- dijo Kagura conteniendo el aliento -Creí ver su mirada cambiar...

-No digas bobadas- sonrió Sango quitando algo de estrés, ésa mujer era extraña en demasiados aspectos.


-No deberías esforzarte tanto mi niña- dijo la anciana sentada en el catre cubierta con varias capas de mantas -Enfermarás

-No se preocupe anciana Kaede- la mujer dejó el canasto sobre la pequeña mesa de madera fue hasta la improvisada cocina y sirvió el té en la taza para pasárselo a la señora. Kaede rondaba los setenta y tantos, era increíble que fuera tan anciana, normalmente las mujeres vivían hasta los 40 cuando mucho y los hombres mucho menos, especialmente los pobres. Sonrió observando a su niña colgar la ropa en la cuerda que amarró a dos bigas, podía apreciarla con su único ojo bueno, escapar de los sirvientes de la niña Kikyo no fue fácil y perdió un ojo en el proceso.

Kagome cada día se veía más marchita. Aunque no le gustaba le llamara por ése nombre, ella ahora era Perla, la mesera de una taberna, una humana más. Suspiró, ella debería ya haber limpiado su sistema del remedio que le inyectó su hermana, pero seguía sin poder usar ninguna habilidad vampírica. Era sumamente extraño.

-Kaede, ¿Oiste?- llamó la pelinegra por tercera vez. La anciana le miró perdida, no había escuchado nada, Kagome sonrió -Se rumora en el pueblo que los vampiros han extendido la zona muerta muy rápido, en poco tiempo estarán aquí...- terminó en un hilo de voz.

La anciana palmeo el espacio a su lado para que se sentara. Así lo hizo.

-¿Quieres que nos vayamos?- pregunta la anciana soltandole los cabellos de ése feo moño -Sé que no quieres Kikyo te encuentre- comenzó a peinarle con sus dedos algo chuecos por la artritis.

-Ya me había acostumbrado a vivir en éste lugar- cerró los ojos tranquila, le encantaba cuando masajeaban su cabello.

-Lo sé mi niña- suspiró comenzando a armar un recogido más bonito.

Ambas guardaron silencio, sabían era inevitable marcharse, la respuesta ya estaba dada.


9:56 pm, Iglesia Ortodoxa Rumana "Sf. Gheorghe", Buzău.

El sacerdote Kaijinbo Cornelius descansa viendo el techo de su estudio, le diría a su aprendiz Hakudoshi que mañana ospiciara el bautismo que le pidieron porque... un vampiro, claro está, no puede tocar agua bendita. Sonrió, era el perfecto disfraz, no deseaba morir en la guerra de expansión del matrimonio Spider, tampoco a manos de ellos por desobedecer, era mejor huir. Cerró los ojos recordando esos años privilegiados viviendo en ... como herrero del consejo vampírico, era muy bueno, no lo podía negar, pero Naraku se reveló contra su padre y todos los vampiros pertenecientes al círculo influenciado por su esposa, la muy arpía mató hasta a sus padres y hermana, extraño contando que Kagome era Sangre Pura, quién sabe la artimaña usada por esa mujer, al enterarse de lo ocurrido decidió huir, se avecinaban tiempos oscuros y no se equivocó.

Después de un rato de meditación el sentimiento de ser observado lo sobrecogió, abrió sus orbes, sus ojos casi se salen de su órbita.

-¡Yura!- exclamó espantado rogando fuera una ilusión de su mente somnolienta aferrándose a la silla.

-Señor Kaijinbo- dijo la mujer sentándose en el escritorio cruzando la pierna dejando ver esa parte de su cuerpo, el diminuto vestido de cuero negro no dejaba nada a la imaginación -Los señores demandan su presencia, necesitan un herrero, el anterior...- apretó sus delicados labios color vino - Digamos que ya no está en éste mundo- se inclinó posando su mano derecha en la madera mostrando sus rebosantes pechos.

Supo no era un sueño o ilusión, el más primitivo sentimiento de terror se apoderó de él.

-No... n-n-no... yo-yo...- titubeó espantado, sabía el resultado de esa visita.

Yura iba a hablar pero la puerta se abrió, era el aprendiz.

-Padre Cornelius- dijo el muchacho, paró al ver ése ser demoníaco.

Yura siseo, abrió la boca mostrando sus fieros colmillos, sus ojos sangrientos, se abalanzó sobre Hakudoshi, el muchacho corrió lo más rápido sus pies le permitieron, tiró el candelabro con la vela encendida, llegó hasta la capilla, la mujer iba tras él sedienta de sangre, el chico se acercó a la pileta de bautismo ya preparada para mañana, tomó agua entre sus manos y se la lanzó a ése demonio, ella aullo de dolor, Hakudoshi escapó.

Kaijinbo pretendía seguirlo pero la vampiro lo pescó del brazo, comenzó una batalla entre ambas bestias infernales mientras el fuego se extiende sin control.


-Mira a ése sujeto- susurró uno de los clientes en la taberna a su amigo frente a él.

-No lo veas tanto pedazo de idiota- rugió su compañero sin despegar los ojos de su jarra de cerveza -Es el famoso cazador.

El otro se atragantó, bajó la mirada y siguió bebiendo en silencio, en todo el lugar se sentía la tensión por tener a alguien de semejante reputación en al lugar.

La mesera se movía por todo el lugar sonriendo y sirviendo, coqueteaba aquí y allá, guiñaba el ojo, bromeaba como cualquier pirata y reía a carcajada partida.

El forastero observaba detenidamente a la mujer, algo en ella le hacía ver tristeza, no como su fallecida esposa, era un dolor distinto, más tajante. Cuando se acercó para servirle su trago, pudo apreciar mejor esos ojos y supo que ella era una de esas personas que viven sin vivir realmente, buscando algo que no pueden encontrar. Sesshomaru vio lo mismo que veía en él en esa mesera.

Kagome encontró en aquella taberna un par de ojos preciosos que le recordaron ése otoño donde su vida se perdió, no pudo con las sensaciones, corrió afuera. Él la siguió, llamenlo curiosidad o lo que sea, simplemente la siguió.

Allí estaban esos dos desconocidos parados uno frente al otro detrás de la mugrienta taberna, en silencio, sin saber qué comenzar o dónde terminar.

Kagome experimentó la timidez, Sesshomaru la curiosidad, hasta que gritos y llamados de auxilio rompieron el momento extraño, el pueblo estaba en llamas.

-Kaede...- susurró la mujer antes de echar a correr.

Continuará...

Creo no las hice esperar mucho chicas

Bueno

Sí se vieron, poquito pero se vieron

Qué más pasará?

Habrá que esperar para saberlo

Muchas muchas gracias por comentar, sé que la personalidad de Kagome puede ser chocante para algunos pero estamos hablando de una vampiro, son criaturas de las tinieblas y de bajos instintos que se rigen por sus leyes despiadadas y sus instintos, espero realmente me comprendan y como no se pueden poner elogios pondré besos y abrazos así xoxoxoxoxoxoxo