Humano, ser un humano...
Siempre le intrigó la fragilidad humana. Los seres humanos han sido un misterio para los vampiros, para la raza vampírica todo es tan sencillo. Naces o eres mordido, si naces eres un "Sangre Pura" y perteneces a los mayores estratos pero condenado a ser tratado como un monigote de atracción útil solamente en tiempos de guerra... si eres mordido perteneces a los estratos bajos a menos que tu valor sea visto en batalla. Eres un casi esclavo. Los vampiros responden a sus instintos y solo unos pocos usan su inteligencia. Comer y tener sexo, es la única preocupación de un vampiro en los grandes estratos, para los otros es servir a su amo...
Entonces... si los seres humanos también tienen instintos primordiales y también se dividen de la misma forma... ¿Por qué son tan diferentes?
En esos años viviendo entre ellos aprendió tanto y a la vez no había conocido la mejor cara de la humanidad. Supo del dolor, de los bajos instintos, supo de los pecados... la lujuria, la envidia, la ira, la codicia, la gula y la pereza.
La lujuria que te lleva a cometer actos deplorables, actos contra su propia hermana, a violar a una chica desprotegida, a intentar ultrajar a tu propia hija...
La envidia que arde en los corazones incapaces de sentir amor por los logros de los demás, la envidia te lleva a desear al amante de tu hermana y cometer los actos más bajos, o quizás, a evidiarse entre familiares por el mismo hombre...
La ira, la mayoría de seres humanos comenten actos tan despreciables movidos por su ira, los vampiros igual son capaces de quemar un pueblo entero y asesinar al amante de su esposa frente a ella por ira...
Codiciar más, querer más, desear más, siempre más... puede llevarte a asesinar tu familia...
La gula, siempre vio como los humanos se atiborraban mientras, ella, moría sin nada qué le sustentara, siempre tienen que tener todo, nunca satisfechos... igual a las interminables fiestas vampíricas con copas y copas de sangre.
Y la pereza de no pelear por lo justo, no queres hacer nada y quedarte sentado, ver como una mujer es juzgada y mancillada, ver como un hombre es asesinado y no hacer nada...
Kagome conocía la oscuridad, la mortandad de ambas especies, pero aún le faltaba recordar lo bueno y conocer lo maravilloso, porque no siempre es malo, el eclipse no puede permanecer eternamente y mientras las flores se marchitan la esperanza está por llegar prometiendo nuevos caminos y sueños...
Mañana, quizás, ya no haga tanto frío ni esté tan oscuro.
Kikyo, la grande, la inmaculada, la frágil...
Se vio al espejo recorriendo su cuerpo con las manos, cerró los ojos imaginando a Inuyasha, debía pensar en él para no flaquear ante el asco que representaba dejar que el duque y sus allegados hicieran con ella lo que quisieran... apretó los labios. ¿Por qué no era capaz de sentir remordimientos? ¿Por qué a pesar de todo no podía dejar sus sentimientos malévolos? ¿Por qué, aunque tuviera los dulces recuerdos del amor, no podía dejar atrás el salvajismo de Naraku?
Lloró impotente, estaba atrapada, atrapada entre el odio y los sentimientos más asquerosos pero no podía huir de ellos...
¿Por qué?
Llamaron a su puerta, era su esposo. Abrió lentamente cubriendo el traje negro con una bata, Naraku estaba guapísimo con su traje negro y su sonrisa cínica. Le ofreció la mano y ella la tomó, suspiró.
-Espero un gran espectáculo de tu parte querida- dijo Naraku mientras caminan por los pasillos del casi castillo representante de lo que fue una vez el consejo vampírico.
Ella sonrió, le mostraría de lo que era capaz, aunque la creyeran derrotada ella seguiría adelante, porque su odio era más grande que su dolor.
-Ya lo verás...- susurró, sus ojos se inyectaron en sangre, estaba lista.
La puerta secundaria del salón de baile se abrieron, Naraku entró solo, su esposa ya haría su entrada. Recibió al duque y sus tres invitados, les ofreció asiento en la mesa puesta en medio del salón con cinco sillas y manjares sobre ella, los invitados agradecieron y ocuparon sus lugares.
La música de una pequeña orquesta sonó y Kikyo entró por las puertas principales ubicadas en el segundo piso, ella apareció contonendose con la bata algo desaliñada dejando ver parte de su atuendo, la mujer bajó por las escaleras, sin apartar la vista de los cinco hombres que morían expectantes por ver su espectáculo.
Llegó al primer piso, sonrió, la música cambió de tono a uno más sugerente, ella fue moviendo su cuerpo al ritmo despojandose poco a poco de la bata dejando al descubierto su atrevido atuendo. Tenía la completa atención de ellos, siguió moviendo su flexible cuerpo hasta acercarse a la mesa, se sentó en ella y se recostó, dejó sus pechos al descubrierto haciendo movimientos insitantes, los presentes se levantaron para manosearla, se bajó de la mesa y siguió bailando, se quitó lo que quedaba de ropa que medio cubría su cuerpo, estaba completamente desnuda, volvió a acercarse a la mesa, tomó una copa de "vino tinto" y lo esparció por su cuerpo, tiró todo en la mesa para acostarse con su sexo ya lubricado apuntado hacia ellos. Los humanos no se lo esperaron más y decidieron comenzar a tocarla, en pocos minutos ya estaban desnudos follando cualquier orificio de la mujer bañada en "vino" mientras su esposo bebé una copa y se masturba, uno de sus mayores placeres era ver a su esposa en esas situaciones.
Kikyo sabía que dolía, pero haría lo que fuera por el poder, hasta olvidar a Inuyasha, por más imposible que pareciera. Se quedaría al lado de su esposo y su raza porque era lo único que conocía y... aunque fueras vampiro o humano, siempre buscamos seguridad.
Madre, padre, Kaede...Creí que estaría con ustedes, sin embargo, me encuentro aquí, en éste vacío, flotando sin rumbo, estoy sola, tengo miedo.
Kagome, llora, era nuevamente una niña, como cuando fue presentada en la sociedad vampírica. Una niña en el vacío de su subconsciente llorando la perdida de aquellos a quienes amó.
Estaba en el vacío oscuro, no podía escuchar nada más que el eco de sus sollozos, tenía miedo, mucho miedo. Estaba atrapada sin salida.
Las imágenes de su pasado se presentaron una por una, los momentos con sus padres, con su nana Kaede, ser niña y jugar con Kikyo a las escondidas, pero también sus ojos rencorosos y malévolos, recordó las travesuras, las risas, los rechazos de su hermana mayor a medida crecía, el odio con que Kikyo le hablaba. El alma se le resquebrajada a pedazos igual que todo aquel espacio negro donde se encontraba.
El vacío, el inmenso vacío, las lágrimas, la amargura y el dolor...
Todo cuanto conocía era esto, se reducía a esto, soledad. Estaba sola incluso cuando no lo estaba.
Hasta que sintió una ráfaga de calidez emanar de lo más recóndito del espacio, chispas moradas danzando alrededor y escuchó una voz.
"No te rindas" "No te rindas mujer" escuchó antes que un aguacero comenzara a caer quebrando lo que quedaba del espacio oscuro, al fin la luz iluminaba incandescente.
Se puso de pie, ya no era esa niña, ahora era una mujer, debía luchar, por ellos, por ella, por todos...
Iba a vengarse. Iba a devolverles todo lo que hicieron con ella.
-Sesshomaru- llamó Miroku.
Anoche después de matar a la vampiro decidieron retirarse. El monje le regaló su daga a esa bella castaña que fue su salvadora, prometió en silencio volverse a ver. Taisho contra todo pronóstico se llevó cargando en espalda a la desconocida quién seguía desmayada y prendida en fiebre.
Caminaron hasta estar lo suficientemente lejos que el humo de los restos del pueblo ya no fueron visibles. Miroku nunca vio a Sesshomaru tan serio ni con tantas ganas de ayudar a alguien, ¿Quizás fuera por Sara?
Terminaron en una cabaña abandonada a unos pasos del camino, allí se intalaron para descansar. Taisho colocaba paños de agua que empapaba con la poca agua que cargaban con ellos, le hablaba a la desconocida pidiéndole no rendirse pero la fiebre no bajaba. Miroku se vio en la penosa situación de abrirle los ojos a su amigo, quizás la mujer moriría, debía dejarla...
-¿Qué quieres?- preguntó el cazador recostado contra la pared de la cabaña sin apartar la vista del cuerpo de la mujer a su derecha.
-No se recuperará, lo sabes- dijo el monje.
-Hmp- cerró sus ojos. Ése sonido Miroku lo conocía y sabía su significado.
-Entonces... ¿Por qué?- preguntó.
Taisho abrió sus ojos para clavar aquella mirada de otoño en su amigo, le explicaba en silencio la razón de su lucha. Era porque quería saber que lo intentó, que ella y él lo intentaron y aunque se fracase se tiene el consuelo de haberlo intentado.
Miroku resoplo, salió de la cabaña para poner sus ideas en orden.
Sesshomaru cerró de nuevo sus ojos. Esperaría cualquiera que fuera el resultado, si una vida se salvaba o se perdía.
-No te rindas- dijo con su voz de chaparrón -No te rindas mujer...- ordenó.
Apenas y terminó escuchó un gemido, se acercó a ella, la vio quejarse y abrir los ojos. Sesshomaru conoció el cielo despejado en ése momento, un cielo tan melancólico como ardiente.
-¿Estoy viva?- dijo la mujer antes de centrar su atención en el sujeto a su lado, suspiró ante la imagen de la serenidad hecha persona e inmediatamente la calidez de antes se instaló en su pecho, supo entonces que todo estaría bien...
Sin saberlo, su aventura juntos estaba por comenzar.
Continuará...
Nuevo capítulo, yeiiiiiiii
Espero estén disfrutando la historia
Nos vemos en el siguiente capítulo
