Ese vacío, lo llenaré con sexo, y si no puedo, lo llenaré con sangre...
–Naraku Spider, líder vampírico.
La habitación permanecía en la absoluta penumbra, solamente él, su botella de sangre y la espada que acababa de usar para asesinar a sus "aliados" Húngaros.
Con las tropas ya en su poder, no necesitaba de ningún humano y mucho menos de sujetos tan insignificantes, así que limpió el camino como siempre lo ha hecho.
Se acomodó mejor en el sillón de caoba tapizado en su color favorito, el negro; llevó la cabeza hacia atrás dejando caer la copa que impactó contra la alfombra, vio las vigas del techo buscando una respuesta que jamás sería contestada, algo que jamás podría encontrar y anhelando algo que ni siquiera sabía lo que era, simplemente estaban las vigas de madera, el techo y las telarañas. Una de sus concubinas entró para relajar a su señor, él se dejó ser y mientras la mujer le abre el pantalón para llevarse el miembro a la boca, Naraku no sentía más que un placer vago y monótono el cual no le llenaba en lo absoluto, de hecho, cada vez le irritaba más no poder conseguir eso que tanto promueven los humanos, su autorealizacion, su propósito en la existencia.
—Propósito. — susurra, Esa mujer siempre decía eso, pero aún no podía encontrar el suyo, ¿cuál era su propósito?.
—¿Los asesinaste a todos?.— pregunta Kikyo observando el desorden de miembros desmembrados sobre la alfombra.
—Sí.— exhala cansado. Toma a la concubina por los cabellos y le lanza contra el piso, ya se estaba cansando. —Ven...— ordena a su esposa apuntando esa parte de su anatomía que era lo único no muerto en él.
—No tengo humor.— contesta arrugando el gesto, lo detestaba.
El hombre se ajustó los pantalones y se puso de pie, caminó hasta ella y la golpeó en el rostro tan fuerte que Kikyo cayó al suelo, se tocó la mejilla iracunda contra ese maldito monstruo.
—¿No quieres complacer a tu esposo, querida? — le tomó del brazo con ira. — , ¿preferirías tener el de tu amado en la boca?, maldita golfa. — le jaloneo para que se parara y le llevó por los incontables pasillos de NightShadow mientras decapitaba a cualquiera que osase a verlos.
—¿A dónde me llevas?.
—Con tu amante.
Los ojos de la mujer casi se salen de sus órbitas por el impacto de tales palabras, su corazón palpito y estalló como la pólvora en un instante solo para esparcirse en miles de fragmentos al notar de lo que hablaba su esposo, en la entrada a los calabozos estaba colgada la cabeza de Inuyasha, de su querido Inuyasha. Gritó frenética, su esposo la lanzó al suelo, le agarró de los cabellos y se bajó los pantalones para que Kikyo entre medio de lágrimas, asco y lujuria terminara lo que la concubina había comenzado. Naraku se concentró en los ojos pardos que le ven con odio y desprecio, amaba que Midoriko lo viera así, era la única humana que amaba lo despreciara, le odiara; entre más grande su odió, más vibraba su alma corrupta.
Afuera de las murallas del castillo, los soldados humanos eran mordidos para ser transformados en criaturas de la noche.
Kikyo finalmente es consiente de hasta donde llegaba su degradación, sus bajos instintos eran superiores al amor que alguna vez sintió por Inuyasha y eso le pesó en gran manera a tal punto de gritar confundida entre la vergüenza y el orgasmo que experimentó luego que su esposo eyaculó en su rostro.
—Ramera.— le jaló por los cabellos para que saliera, no sin antes tocar la intimidad de su esposa, se vanaglorio de lo que sintió. —Vete con la cabeza de tu amante. — le entregó el cráneo medio calcinado y en descomposición a la mujer que, se fue directo a su habitación y masturbarse frente a ese regalo macabro.
—Eres escoria. — dice Midoriko asqueada.
—Por supuesto que lo soy, soy escoria, una bestia, soy oscuridad y muerte...—
—Y el ser más patético del mundo.— interrumpe.
—¡Sí! — grita. — , ¡soy patético!
—¿Sabes por qué ni siquiera esta guerra logrará hacerte feliz?—
—Ilustrame. —
—Porque estás vacío, las personas como tú nunca podrán ser felices.—
La carcajada del sujeto rebotó en cada una de las paredes, Midoriko le observó extrañada.
—Patetica mujer humana, ¿no entiendes?. — rió más fuerte. —Ese vacío, lo llenaré con sexo, y si no puedo, lo llenaré con sangre...
La sacerdotisa se quedó muda observando la locura del vampiro, el mundo debía cuidarse, porque un hombre sin límites y sin propósito era peligroso.
Tuvieron que irse del poblado, era peligroso permanecer allí después de lo sucedido, así que se fueron en cuanto pudieron reunir sus cosas.
Nadie quería mencionar las interrogantes que se debían hacer, hasta que Miroku paró y vio a los ojos a la mujer que representaba ahora un círculo de intrigas; abrió la boca decidido.
—Hable. —
Kagome miró el cielo, ya amanecía en el horizonte, se sentó entre un montón de hojas y abrió su corazón a sus compañeros, cada detalle de su vida desde la boda de su hermana hasta como terminó siendo desterrada, ambos escuchaban atentamente sintiendo el peso, el arrepentimiento y el sufrimiento de la mujer, Kagome no intentó limpiar su nombre ni maquillar su culpabilidad en lo sucedido, pero ellos no pudieron evitar empatizar con ella, Kagome ha arrastrado su vida entera por un solo error.
—¿Y ahora?. — pregunta Sesshomaru cruzado de brazos, poco a poco el ardor de la rabia aminoraba, quizás, sentía empatía por ella.
Kagome apretó los labios, evidentemente no tenía idea del por qué Taisho se transformó y mucho menos de qué debían hacer, se suponía ya no poseía ninguna habilidad vampírica.
—¿Puedo ver su cuello señorita Kagome?. — pregunta Miroku sentándose cerca de ella.
Higurashi apartó los cabellos y dejó su cuello al descubierto, los ojos azul cobalto de Miroku se centraron en la marca, no parecía de colmillos, efectivamente estaban frente a un espécimen tan preciado como peligroso, quién lo podría imaginar... esa mujer de la vida galante y andrajosa, una vampiro pura desterrada.
—¿Sabe lo que era eso que le inyectaron?. —
—No, solo vi que era negro, un líquido negro. —
Miroku miró a Sesshomaru quien asintió, ya sabía de lo que se trataba y como contrarestrarlo.
—Debemos ir con la mujer. — mascuya el cazador.
Kagome no entendía a lo que se referían, ¿la ayudarían?.
—Así que...— la dama de cabellos plateados vio al joven frente a ella con curiosidad, era igual a su difunto esposo. —¿Este es nuestro hijo?. —
Irazue Taisho, mujer enigmática de ojos bañados en un atardecer dorado igual a los de Sesshomaru quien, la estudia con atención. Él sabía que había encontrado más de lo que hubiera imaginado, buscaba a alguien que le entrenara en el arte del combate y encontró al último vestigio de su familia, encontró a su madre.
Ahora, Sesshomaru regresaría a casa en busca de respuestas. Sonrió.
Continuará.
Perdón la tardanza chicas, espero que disfrutaran del capítulo *insertar corazones*
