Sangre Pura.

Yan_skyblue/sesshome.

Capítulo 18. PRESAGIO.


El amor nace de nada y muere de todo.

-Jean Baptiste Alphonse Karr.


Los libros en la pequeña estantería, una otoma color carne, la cómoda con espejo estilo francés, velas en la mesita cerca de la cama, un sofá pequeño y las gruesas cortinas oscuras, todos testigos silenciosos de estas dos personas en la cama sin más malicia de acompañar su alma rota.

Kagome Higurashi abrió los ojos lentamente acostumbrándose a la luz de vela, las cortinas evitaban que cualquier luz solar entrara, para la mujer era innecesario pero para su acompañante era vida o muerte.

Se removió en la cama adolorida hasta sentir algo a su lado, volteó y se enterneció; Sesshomaru dormía a su lado, sostenía una de sus manos tan callado y calmado como una melodía de acapela, ella sonrió, se movió para estar de lado para poderlo ver mejor, con bonanza.

El sosiego que él le transmitía iba fluyendo como melifluo riachuelo desde el centro de su pecho hasta el infinito de su cuerpo, apretó su mano buscando sentirse segura, se concentró en los pómulos varoniles, en la nariz fina, en las pestañas no muy espesas, en los labios finos y en la barbilla, en la respiración pausada.

Se suponía que los vampiros eran esclavos de sus bajos instintos, en ellos el hambre y el sexo son las necesidades básicas, las únicas que pueden existir en bestias marginadas de la oscuridad pero ver a Sesshomaru la hacía pensar en esa emoción que creyó experimentar hace años pero fue tan superflua como un suspiro, esa que le costó más que solo lágrimas amargas, aunque en Sesshomaru encontraba que fuera del miedo, la crisálida de su corazón se transformaba poco a poco en algo más profundo.

Nuevamente Kagome pensaba en el amor…

—Despertaste. — dijo el cazador abriendo sus otoñales ojos para enfocarlo en ella y solo en ella regalandole el atardecer y el amanecer iluminandole la vida misma.

Kagome asintió enérgica, era como una mujer nueva, una que entendía lo que su hasta ahora callado y sumiso corazón había gritado por años.

—Lamento si te preocupé. — llevó un dedo hasta la cabellera plateada para acomodarla y descubrirle bien el rostro.

—Ser un subordinado no es algo que me agrade. — le tomó la mano frunciendo el ceño. —En efecto, estaba preocupado. — la soltó lentamente suavizando el gesto, tocarla era como electricidad.

—Es lo normal, los vampiros mordidos siguen a su amo en lo que sea, le sirven, pelean por ellos, viven por ellos, los protegen, se… — para sonrojada.

—¿Se aparean con ellos?. — terminó la frase sin un ápice de vergüenza.

—No es obligación, supongo que es un instinto y puede reprimirse. — contestó sentándose.

La cobija ahora apenas le cubría las piernas, el camisón de seda era muy grande y se deslizó a un lado dejando el hombro izquierdo y medio pecho al descubierto, las pupilas del subordinado se dilataron. Contra cualquier instinto o pensamiento Sesshomaru se acercó a ella buscando apoderarse de su clavícula, de esa piel que aunque no era tersa, sus cicatrices también expedían sensualidad.

Kagome cerró los ojos pero al último momento, cuando el aliento del hombre y sus colmillos estaban tan cerca que le daban una sensación fantasmal, se retiró alegando seguir cansada, él se quedó quieto sopesando lo que estuvo a punto de hacer, se levantó de la cama.

—Volveré en un rato. — se retiró sin esperar una respuesta de ella. Afuera contra la puerta que los separa a, suspiró, si no se conociera diría que si hubiera tocado a esa mujer, la habría hecho suya.

No podía faltar a su palabra… ¡él buscaba ese amor que habló Sara!.

Escuchó un ruido y volvió a la habitación solo para ver a la mujer tumbada en el suelo, casi desnuda, con sus cabellos desparramados por el suelo de madera, con una expresión de aturdimiento, corrió hacia ella y le alzó en brazos para dejarla en la cama.

—Lo siento, quería salir pero me maree. — apretó las sábanas. Si seguía así Sesshomaru nunca la vería como una ama fuerte y digna de él.

—Está bien. — tomó asiento en el sofá al lado. —Me quedaré aquí. — desde que vivía en Oltenia no recordaba lo que era desear cuidar de alguien en especial con tu vida, dar hasta tus huesos.

Y ante el silencio extraño, Higurashi prefirió contarle a Taisho sus aventuras como vampiro y humana, de cómo dejó en libertad a su lobo mascota cuando encontró pareja, de cómo descubrió que podía volar y que hacía bromas a los sirvientes, de cómo salvó a un bebé de morir mientras su hermana asediaba una aldea y cómo siendo humana aprendió a cocinar, coser y hasta a sonreír de nuevo, él escuchó a tentó contestando sólo lo necesario.

—Kaede y yo llegamos a una cascada tan grande que parecía el fin del mundo, hubieras visto— alzó los brazos. —, se formaba un arco iris hermoso, al verlo pensé que era imposible ver tantos colores juntos… —

Verla sonreír lo alegró, ya no habían pensamientos lascivos, solo ternura hacia alguien que se aferraba a la poca felicidad que recordaba y eso le pareció admirable, Kagome era diferente a cualquier persona que conoció hasta ahora, solo deseaba que su sufrimiento desapareciera a su lado, deseaba él hacerla feliz.

—¿Qué hay de ti?. — preguntó ilusionada.

Taisho sonrió, recordó la primera vez que le habló de él a ella en aquel río.

Sesshomaru contó su vida desde la niñez hasta que se convirtió en cazador. Kagome, movida por un sentimiento voraz por dentro preguntó aunque la respuesta sabía le dolería de alguna forma.

—¿Amaba a su esposa?, ¿cómo se siente que te amen?. —

—Sara siempre profesó su amor abiertamente, yo en cambio nunca pude contestar a sus palabras y es algo que me perseguirá externamente, creo es por eso ninguna mujer ha opacado su recuerdo. — guardó silencio un momento. —Lamentablemente no le dí lo que buscaba y en cambio recibí todo de ella. —

Kagome asintió dolida, acababa de entender entre líneas lo que él trataba de decir, y el chaparrón de la decepción la empapó por completo lavando cualquier ilusión que pudiera surgir.

—Al menos ella se fue sin culpas, dio su corazón sin remordimiento alguno… — susurro. — espero no le ofendan mis palabras. —

—¿Qué hay de ti?. — menciona contrariado, era un nuevo enfoque que jamás se cuestionó.

—Le hice daño a Kikyo creyendo amar a Naraku— miró el techo, ya sabía todo de ella misma, ya no estaba perdida. —, pero aunque lo adoraba al punto de mis errores no era amor, al amor de pareja no lo conozco y está bien. — sonrió. —Conozco el amor a través de los demás, uno diferente. —

Taisho se le quedó viendo, ¿por qué esa vampiro lo hacía querer cuidarla desde antes de ser mordido, por qué le atraía?, ¿por qué sus palabras le fracturaban sus murallas?.


Días después.

Miroku abrió la ventana, basta de tanta penumbra, la señorita Kagome ya estaba lista para poder salir de la cama y qué mejor que comenzar el día con muchas energías y luz de sol, sabía que los sangre pura no les afectaba el sol.

—Joven Miroku. — preguntó la mujer ruborizada.

Él le prestó atención, que Kagome se viera tan tierna era suficiente para querer escuchar lo que fuera que tuviera que decir.

—¿Conoció usted a la esposa de Sesshomaru?. — dijo al fin decidida, sabía que dentro de ella crecía un sentimiento hermoso pero necesitaba saber si tenía oportunidad para dejarlo florecer o marchitarlo de una buena vez.

—No realmente señorita Kagome, solo que era hija de un terrateniente y una criatura noble y hermosa. —

—Era una dama… — menciona algo contrariada.

—¡Oh sí!, Sara era una dama en toda forma y Sesshomaru el amor de su vida, su primer y único hombre, ella era dulce y buena con los hermanos de Sesshomaru. Lástima que nunca hemos vuelto a ver a la pequeña Rin, aún la buscamos. — se lamentó triste.

Kagome se sentó en el sofá, vio por la ventana a dos pájaros hacer su nido, y sintió un vacío enorme que le rasgó las entrañas hasta los pies, sin darse cuenta lágrimas resbalaron por sus ahora redondas mejillas y supo que sus sentimientos y su cuerpo jamás sería recibido con amor por Taisho, ella no podía darle nada más que su corazón medio resquebrajado. Además, Sesshomaru vivía para su venganza en nombre de esa mujer que fue tan importante para él y para tratar de encontrar a su hermana Rin.

—¿Se enamoró de él?. — indaga el monje arrepentido de lo que dijo caminando hasta ella, le extendió un pañuelo.

—Supongo que estaba a un paso de hacerlo, pero creo que es mejor dejar esto entre usted y yo como un secreto. — forzó una sonrisa.

—Podría luchar si siente que vale la pena. — trató de animar.

—Yo solo soy la mitad de una mujer joven Miroku, él merece un amor completo y no los vestigios de amores pasados, aunque en la cama nunca di amor ni me dieron amor. — se puso de pie para salir, hoy comenzaría a aprender a usar la espada junto a Lady Irasue y debía dar lo mejor de sí.

Miroku la vio irse algo apesarado, sabía que ella si se lo proponía, podía dar un amor tan puro como cualquier dama, lastimosamente en tiempos de guerra no hay lugar para el amor.

Irasue la esperaba en el patio, le entregó una espada y comenzaron a entrenar mientras Sesshomaru les observa desde la biblioteca oculto del sol y Miroku busca entre los libros de la sacerdotisa formas de fortalecer su poder espiritual, todos sabían que esta guerra inminente terminaría con más de una lágrima.


Midoriko vio a Naraku, el sujeto cada día la contemplaba con más anhelo y sabía lo que significaba, lo supo desde su primer encuentro, desde que la visitaba, desde que le desnudaba el alma solo a ella.

—¿Acaso el gran Naraku se enamoró de una sacerdotisa?. — pregunta altiva con una sonrisa de lado.

—La única a la que no puedo tocar o someter. — finalmente admitió sus escrúpulos con los ojos prendados en ella. —Por eso estás aquí cautiva y no muerta como tu clan. —

Ella sonrió, negó con la cabeza.

—La vida es irónica Naraku, sabes que nunca podré corresponder tus instintos. —

—Y por eso estoy vacío. — se acercó a la celda. Sentía el poder espiritual de la mujer que a pesar de los años no disminuye y aunque quemaba esta vez no cedería.

—No puedo llenar ése vacío, lo sabes. — aumentó la fuerza de su poder, estaba maltratada por los años pero su voluntad seguía férrea.

—Dame al menos algo que me haga opacar mis demonios. — tocó la mejilla de la sacerdotisa.

Ella bajó la intensidad del poder espiritual, presentía que era hora de dejar ir. Sintió el beso de ese ser sádico, despreciable y maldito; lo dejó besarla, lo dejó tocarla con suavidad.

Cuando conoció los ojos carmín de Naraku fue en la ciudad de Brasov, su clan llegó por el llamado de auxilio de ataque vampírico, Spider había asesinado a todos en el pueblo junto a sus subordinados, ella le hizo frente y poco a poco su clan murió hasta que solamente ella quedó, ella frente a los ojos escarlata de ese monstruo, pero él se mofó de su fortaleza humana y pureza, la beso y le golpeó desprevenida, desde entonces estaba en esa celda atrapada.

Hasta ahora que el filo de una daga le atravesó el vientre, Naraku se alejó empuñando la daga ensangrentada, ella vio la sangre salir de su cuerpo y busco en él una respuesta a tan bajo acto, creyó al menos no sería desprevenida.

—Te amo… — dijo la bestia nocturna derramando lágrimas. —, por besarte y tenerte sería capaz de todo y no puedo. — dejó caer la daga.

Abrazó a su sacerdotisa mientras se desangra. La amaba y lo sabía pero amaba más el dolor y la destrucción, debía dejarla ir para seguir adelante en su guerra, él era Naraku Spider, no podía ser débil.

—Es lo mejor Naraku. — dijo Midoriko con una sonrisa. —Yo te odio y seré libre. —

—Lo sé. —

Le acuna entre sus brazos hasta que ya no había vida en su cuerpo, mandó a sus soldados a quemar el cuerpo y fue hasta sus aposentos, entendía su vacío y su falta de placer pero ya que ella no estaba.

—Llenaré el vacío con sangre. —

Afuera su ejército estaba siendo dividido en unidades de asedio. Llenaría el mundo de cadáveres para callar su vacío.


Rin mira el agua clara del río, tantos años viviendo en el castillo y aún le gustaba quedarse de más viendo el río. Los vampiros le golpeaban si llegaba tarde con el agua para su baño. Recordar cuando fue mordida y llevada a ese castillo oscuro la ponía triste, ¿Cómo estarían sus hermanos?.

Suspiró y corrió de regreso con los baldes, si tardaba Hakudoshi tendría que interceder por ella de nuevo y no estaba en buena estima con los vampiros porque antes fue monaguillo de una iglesia. Vio el cielo oscuro y una ráfaga de viento helado le recorrió.

"Mal presagio" pensó. Esa guerra que pensaban lanzar los vampiros definitivamente era un mal presagio.

Continuará…

Nos acercamos al final chicas, solo quedan unos cuantos capítulos.