Sangre Pura.

Yan_skyblue/sesshome.

Capítulo 19.


Las hojas de los árboles ceden ante el viento que las arrastra con él hacia su muerte inminente, el mundo estaba cambiando, los sentimientos madurando, los corazones uniéndose en un lazo invisible y los rumores de guerra se extendían por todo Transilvania llenando de miedo un pueblo ya aterrorizado causando que miles decidieran moverse hasta la capital buscando protección de su rey quien poco o nada hacía por un pueblo en agonía.

Junto a Irasue Kagome aprendía el arte de la espada, a pelear con su cuerpo y a conocer las debilidades de los de su propia raza, toda información que le fue negada por ser solo un monigote que debía verse hermosa para los altos mandos vampíricos. Ahora ella se fortalecía a punta de golpes, cortes, sangre y caídas, Sesshomaru clavaba las uñas en el sofá cada que ella caía al suelo, cada que su piel nevada se lastimaba, cada que sentía corría peligro sus instintos le gritaban ir por ella, cuidarla con su vida; sentimiento que dolía y ardía en lo profundo de sus entrañas a tal punto que solo el hecho de escuchar a su madre gritarle o tocarla deseaba asesinarla, era ridículo cuán extremos eran sus instintos por ella, porque, ¿eran sólo instintos? Con esta pregunta se libró una batalla interior que terminaría por hacerlo ceder en lo que creyó imposible, sus muros terminaron por derrumbarse.

Kagome al contrario, parecía que se alejaba más de él, parecía que su interior se congelaba junto con la estación, porque el temido invierno estaba tocando su puerta gritando que el tiempo se les acababa y debían actuar rápido.

Hoy, bajo la luz de algunas velas se limpiaba el rostro pensando en que pronto tendría que asesinar al único familiar que le quedaba, Kikyo representaba en su corazón el último vestigio que unía su vida a este mundo, cuando ella no existiera… cuando Naraku igual se desvaneciera, ella los seguiría para librar al mundo y liberar a Sesshomaru de su atadura. Sesshomaru pensaba entre tristezas envueltas en suspiros, él cuando fuera libre podría volver a amar a alguien que lo mereciera.

La puerta se abrió despacio, el hombre rondando los pensamientos de aquella mujer marcada por las desgracias entró cauteloso, se detuvo tras ella tratando de encontrar palabras qué decir pero estaba en completo trance viendo su cabello enredado y sintiendo el olor embriagantes que le llenaba más allá de sus fosas nasales, le llenaba el alma.

Tomó el cepillo, con una delicadeza que no recordaba desde aquellos años en que se encargaba de su hermana menor comenzó a peinar las hebras oscuras, Kagome se tensó al principio pero poco a poco las caricias le hipnotizaron y cerró sus ojos ya no perdida entre pensamientos de muerte si no en una lucha interior de amor o libertad.

—Gracias. — susurró apacible.

Él no contestó, sólo amarró el cabello con una tira acariciándolo por última vez sintiéndose vacío por dejarlo ir.

—Sesshomaru… — se giró para verlo a la cara, lo que diría es lo que terminaría de zanjar esa separación que venía trabajando desde hacía tiempo, cuando se dio cuenta que él no podría amarle y ella no podría ofrecerle más que un corazón marchito. —Cuando terminemos con ello, por favor — miró los ojos oscuros por la noche apenas iluminados en luz de vela. —, por favor matame. — dijo con total convicción. —Mátame para que puedas ser feliz. —

Él tomó asiento en la cama, la miró fijo sin emitir palabra alguna por eternos segundos que le estaban matando, sentía una opresión crecer desde su estómago hasta la garganta.

Copos de nieve atrevidos que decidían adelantarse a su estación comenzaron a caer afuera, silenciosos cubriendo la vegetación, las calles y los edificios, trayendo frío plagado de silencio con ellos. Las velas iluminan lo mejor que pueden el cuarto mientras ellos dos se observan tratando de descubrir lo que él otro traía por dentro, si sus sentimientos estarían bien, si él amor era siquiera una opción a estas alturas.

Sesshomaru decidió que por esta vez, no escucharía a Kagome, olvidaría sus absurdas palabras y buscaría en ella eso que desde su nacimiento se le había escapado como fugitivo. Se agachó, le tomó las frías manos, sin perder vista la tristeza de esos ojos azules se acercó hasta besarla con fervor efervescente hasta que finalmente cerró los ojos dejándose llevar; necesitaba besarla, necesitaba quererla, necesitaba verla feliz y sobre todo necesitaba darle un motivo para no querer irse aunque ese motivo fuera un sentimiento que él mismo no sabía cómo nombrar, necesitaba decirle con su boca pero en silencio que si ella se iba él estaría perdido… si ella se iba él partiría en espíritu con ella y vagaría por el mundo buscándola en cada persona, ¿era acaso suficiente para retenerla a su lado?, ¿era egoísta desear perpetuar su existencia sólo porque no imaginaba futuro sin su presencia?, ¿era bueno, era malo, qué era?.

Sus besos quemaron en los labios, ardieron como mecha tan rápido que maniató cualquier excusa que ella podría haber impuesto, le quemó tanto que sólo pudo dejarse llevar rebosando sus murallas auto impuestas dejando escapar el amor prohibido. Él la abrazó tan fuerte que sentía que en cualquier momento podría fundirse en su cuerpo, la besó y le alzó en brazos dejándola sobre la cama. La ropa fue desapareciendo poco a poco, los besos le fueron recorriendo el cuerpo hasta que no supo en qué momento ya se encontraba jadeando de placer bajo las caricias del hombre que le regalaba una pasión tan diferente como tierna, inexperta, ilusoria.

Dejó escapar un gritito cuando Sesshomaru le besó en su centro, cuando agarró sus piernas con fuerzas para alzar la un poco e introdujo la lengua, ella miró en cielo al fin cuando ése hombre que jamás había experimentado el sexo le provocó su primer orgasmo real en años, volvió en sí, cayendo junto a los copos de nieve a la tierra envuelta en delirii, con ganas de ser ardiente esta vez por amor.

Logró que él terminará debajo de ella, dejó un camino de besos por el torso desnudo, lamió y mordió, hasta que llegó a la virilidad masculina, besó primero con ternura y luego con pasión haciendo que él, un hombre tan fuerte, estuviera indefenso ante sus caricias, su boca, su experiencia y ante un amor en silencio que se creía indigno.

Kagome vio el rostro de Taisho, escuchó sus gruñidos y gemidos, cuando le dijo con voz atropellada y ronca que no lo torturara ella al fin lo dejó entrar en su ser.

Era ella, ella, Kagome, quien llevaba el ritmo de los movimientos, ella sobre él dándole su vida entera, ella que gritaría sin tapujo alguno su desenfrenado amor. Era él quien le pediría voltearse, quien entonces terminaría el trabajo haciéndola estallar como la pólvora y él mismo derramando su ser dentro.

Cuando los dos cuerpos yacían sobre la cama recuperando la cordura, ella lloró arrepentida.

Se vistió con rapidez saliendo del cuarto asustada de lo que acababa de hacer, decir. Se fue con vergüenza y lágrimas en los ojos arrepentida de su debilidad, de su amor torpe.

Sesshomaru se sentó en la cama reflexionando de lo que pasó, ella lo amaba, se lo dijo. ¿Él la amaba?, ¿qué sentía?, ¿por qué le hinchaba el corazón haberla hecho gritar de amor?.

Vio las velas perdido en la llama buscando una respuesta a sus preguntas, concluyó que aunque no sabía si era amor sí sentía algo por ella, tanto que lo que acababan de hacer no era sexo, no, eso no podía ser sexo porque sintió el calor de su corazón, sintió sus emociones y el latido de su corazón, sintió… ¿Era acaso por la mordida?, ¿era instinto?, no, Kagome lo amaba y él… él…

Se revolvió los cabellos, tomó su ropa para salir a buscarla. Sintió su olor afuera en el patio, ella lloraba desconsolada como si un dolor inmensurable le partiera por dentro, se acercó cauteloso para envolverla en un abrigo.

—Vamos adentro. —

Ella negó con la cabeza hecha un ovillo en su tristeza.

—Lo siento — dijo tan bajito que si no fuera por su oído sensible jamás la habría escuchado. —, debí detenerme más aún debí guardar mis palabras. — apretó los ojos avergonzada.

—No sé qué es el amor, pero estoy seguro que lo que pasó dependió enteramente de mí. — contestó. —Yo quería que pasara, yo comencé, yo recibí tu cuerpo y tus palabras. —

—¡Lo hiciste por la mordida!, Dios mío, he manchado tu deseo y lo convertí en una aberración casual. — solloza, era una total ignominia.

Él la abraza.

—Solo esperaba poder convencerte de no abandonarme. — admitió. —No fue una aberración, podría volver a besarte y a tocarte sin remordimiento alguno. —

Ella se aferró a sus brazos colgada de una pequeña esperanza, se aferró a esa afirmación llorando, limpiando sus pensamientos.

Irasue los observó desde la ventana del estudio, supo que su hijo más allá de cualquier instinto vampírico, había encontrado algo verdadero y valioso. Esperaba pudieran conservarlo hasta el último momento.

Continuará…

Nos acercamos al final chicas.

Espero que les haya gustado el capitulo