Un adiós y un amor
Los personajes no me pertenecen, son de la gran Rumiko Takahashi esto es sin fines de lucro solo diversión por y para los fans.
Esta obra se reserva en su totalidad los derechos de autor, prohibida su copia o uso.
Una historia AU (universo alterno) solo tomo prestado los personajes, no necesariamente deben apegarse a sus personalidades.
Advertencia: está clasificada para mayores de edad, puede contener violencia física o emocional así como escenas eróticas y lenguaje soez.
—O—
Tendido sobre el suelo se encontraba Ranma, la risa sórdida de Soun hacía vibrar la habitación. Ryoga quedó estupefacto al verlo caer luego de los impactos, el ojiazul había dado órdenes expresas; ¡Que arda todo! incluso si él todavía estaba dentro. El ojimiel se alejó antes de que Tendo le disparara y junto a un grupo de hombres comenzaron a prender fuego en distintos puntos de la lujosa mansión, Hibiki había dispuesto de líquido acelerante el cual derramó estratégicamente por instrucciones específicas de Ranma.
Dentro de esas cuatro paredes Soun se acercó lentamente al nuevo líder del clan Yamamoto sin dejar de sonreír…
—¡Pero qué imbécil fuiste! Igual que tu padre, fue demasiado fácil acabar contigo… y tan sencillo como fue apuñalar Nodoka —soltó con tono burlón.
Ranma nunca había perdido la conciencia, los disparos dolían, pero Kimura siempre le insistía en que llevase el chaleco antibalas y esta no era la excepción. Solo un poco más y le daría fin a ese monstruo que le arrebató todo cuanto amaba.
Soun se inclinó hacia el cuerpo del azabache y pasó la punta de su pistola por la frente de Ranma…
—Esa tarde cuando tu madre murió —comenzó a susurrar— estuvo a punto de ser mía, se defendió como una leona tanto que terminé matándola en el intento —finalizó desatando toda esa ira contenida por años, Ranma tomó su tobillo y este abrió los ojos sorprendido.
Tendo quiso retroceder pero en ese momento Saotome le clavó otra cuchilla en la pierna, los ojos saltones y enrojecidos del patriarca le veían boquiabierto y es que juraba que lo había asesinado. Ranma sacó la afilada arma y la volvió a enterrar dos veces más en la misma pierna, se sujetó de las ropas del mismo Soun y se puso de pie, lo miró lleno de odio.
—Esto termina hoy, uno de los dos morirá —musitó Saotome tomándolo por el cuello para estrangularlo con todas sus fuerzas y entonces lo empujó sobre una pared azotando su viejo cuerpo.
De pronto gritos despavoridos se oyeron, Ranma lo supo, todo comenzaba a arder…
—¿Qué hiciste? —preguntaba Soun poniéndose de pie con dificultad, asomó hacia la ventana y vio a la gente correr, muertos sobre el verde pasto vibrante de su jardín, la cochera estaba en llamas y el ruido de la madera crujir se hacía cada vez más cercana —¡Maldito, mi casa! —gritó yendo hacia Ranma con un puñal en sus manos.
Soun lanzó su primera estocada hiriendo el brazo derecho de Ranma, volvió a arremeter pero esta vez el joven heredero lo esquivó y lanzó un corte directo al rostro, desde la ceja cruzando por el ojo y terminando en la se echó hacia atrás para cubrir la herida con sus manos, en cuanto vio la sangre se enfureció.
—¡Bastardo! Pagarás, te juro que pagarás por esto —aseguró Soun.
—¡Deja de hablar! —gritó Ranma yendo con todo.
Los hombres se enfrentaban usando todo, puños y piernas además de la cuchilla que cada quien cargaba, Ranma no se iría de allí sin antes verle agonizar y es que era la promesa que hizo en la tumba de su madre.
Tomados de los brazos forcejando por quien recibiría otra herida, los dos se veían iracundos a los ojos…
—Tu venganza llega muy tarde bastardo —masculló entre dientes Soun.
—Aunque me hubiese tomado toda la vida, estoy seguro de que volvería a estar aquí. Todo comenzó en esta casa, hoy te quitaré esto al igual que lo hiciste con mi padre —aseguró el más joven.
Soun lo empujó con las últimas fuerzas que le quedaban, estaba muy herido y ya no era tan joven, Ranma retrocedió dos pasos y giró pateándolo en el pecho. Lo volvió a tomar de la ropa y clavó su puñal en el cuello de Soun, justo en el lado izquierdo, en donde Nodoka le había dejado una cicatriz.
Ranma gritó con todas sus fuerzas y lo empujó hasta chocar contra la pared, Soun botaba sangre por la boca, se aferró a la solapa de su enemigo y lo miró fijamente, de pronto una parte del techo cedió, las llamas entraban a la habitación en donde se encontraban y el calor se acercaba consumiendo todo a su paso, el humo comenzaba a abarcar todo alrededor.
—No te librarás de mí, así como así — susurró Soun hiriéndolo por la espalda.
Ranma soltó un suspiro de dolor y arrancó el puñal del cuello de Soun.
—No esperaba menos, ¡vil monstruo! ¡Te odio! —le gritó balanceándose hacia atrás para apuñalarle el corazón, Tendo detuvo la afilada hoja con sus manos, la sangre corría por su piel y goteaba al suelo. Con la mandíbula apretada y sus azules clavados en los ojos negros del asesino de sus padres, recordó cada dolor que este le provocó incluyendo la muerte de su amigo.
Empujó con fuerza hasta clavarle el puñal en el pecho, Ranma nunca olvidaría ese característico sonido, la afilada hoja entrando por la piel y cómo este quedaba sin aliento. Solo tres segundos después el cuerpo mal herido de Soun Tendo se deslizaba por la pared hasta quedar sentado, el azabache levantó su cabeza para que viera las llamas que consumían todo a su alrededor, el viejo patriarca daba sus últimos respiros y por sus mejillas corrían lágrimas mezcladas con su propia sangre.
El aire era irrespirable, la tos no lo dejaba en paz. Ranma vio la única salida posible, un ventanal largo que se encontraba cerrado, tomó la mesa y la lanzó con todas sus fuerzas rompiéndolo. Era la única forma de hacerse paso y no quemarse, de un salto largo cayó fuera rodando. Se levantó con dificultad por sus heridas, miró hacia dentro y vio como el cuerpo de Soun Tendo ardía en llamas.
Ranma tragaba lágrimas, un peso que había cargado por más de diez años lo dejaba allí junto a las llamas, sus piernas temblequearon y es que al fin todo se acababa.
De pronto un carro se acercaba a toda velocidad, vio el rostro de Hibiki asomar por la ventana junto a otro hombre, bajó casi corriendo.
—¡Por un demonio Saotome, en serio creí que estabas rostizado! —exclamó llevándolo hasta el carro.
—¡Conduce rápido! —exclamó el otro hombre.
—¿A dónde vamos? La policía llegará pronto —mencionó Ryoga.
—Llévame a la casa Yoshida —soltó Ranma quejándose por la herida en su espalda baja.
—¡Estás herido! ¡Las balas no te hicieron nada pero dejaste que te apuñalara! —vociferaba Hibiki al ver la sangre que manchaba su costoso traje.
—Ya cállate, debo rescatar a alguien muy importante —adujo Saotome pensando en ella, en su Akane.
El camino se hacía eterno, el coche iba a cien kilómetros por hora y para Ranma no era suficiente, la herida en la espalda le molestaba así es que en el camino a rescatar a Akane, Ryoga lo vendó para que resistiera lo que se venía.
—¿Cómo pretendes entrar? —preguntaba el Hibiki.
—Ese infeliz me está esperando —respondió el ojiazul.
—Escucha, con Tendo fue "más sencillo" únicamente porque me tenías dentro, pero dices que tus hombres no pudieron filtrarse con los Yoshida.
—Taro quiere que vaya por Akane porque quiere eliminarme, esto es una puta guerra de poder. Lo mataré y rescataré a Akane ¿comprendes?
—Vas mal herido, esto es suicida, la mitad de tu gente murió allá…
—Mi clan sigue vivo Habiki, mientras yo viva mi gente leal no me dejará solo.
—Te apoyaré, dime qué quieres que haga —mencionó el ojimiel.
—Si no logro salir, llévatela lejos…
—No jodas, claro que saldrás acabas de librarte de ese incendio e incluso de la mano de Tendo.
—Solo protégela —insistió Saotome, este asintió.
Mientras tanto durante el vuelo a Estados Unidos…
—Tranquilízate, Kasumi estará bien —decía Ryu tomando de su mano.
—No puedo, necesito verla con mis propios ojos. Además, tengo un mal presentimiento no sé qué carajos pasará cuando bajemos de este avión.
—Escúchame, apenas toquemos tierra la buscaremos y nos comunicaremos con Saotome.
—¡Ay Akane! ¡Por un demonio! Le dije tantas veces que se fuera lejos, es una terca —refunfuñaba tocándose la frente.
—Akane no es una presa fácil y lo sabes.
—Mi padre nos dará caza Ryu ¿estás preparado para ello? —Kumon la vio a los ojos y esquivó la mirada — ¿Qué sucede? —cuestionó al notar su reacción.
—No sé cómo decirlo…
—¡Qué cosa! —chilló.
—Nabiki —pronunció— la casa en donde viviste a esta hora debe estar consumida por las llamas.
La castaña palideció, abrió sus ojos marrones y luego llevó una mano a su pecho…
—¿Desde cuándo sabes esto?
—Solo hace unas horas…
—¡Por qué no me lo dijiste! —chilló muy exaltada.
—Porque descubrí muchos bidones con combustible en la bodega trasera, justo antes de la pelea con tu padre, no encontraba el momento para decírtelo.
Nabiki cerró sus ojos y se imaginó lo peor… ¿estaría muerto? Fue lo primero que vino a su mente y de ser así, tanto ella como sus hermanas ¿podrían vivir en paz? La incertidumbre sería su mayor problema lo que le restaba de viaje, solo al llegar a tierra podría saber la verdad.
—O—
Mientras en la mansión Yoshida…
Taro se alistaba para recibir a quien fuera su "hermano" de clan, Ranma llegaría en cualquier momento y eso le emocionaba, quería asesinarlo con sus propias manos y por fin adueñarse del clan Yamamoto.
Iba camino a la pequeña y oscura habitación en donde tenía maniatado a su hermano menor, Haru y a Akane, de pronto varios de sus lacayos se le acercaron con urgencia…
—¡Tendo, está muerto! —exclamó uno y este no lo podía creer.
—¡Es verdad, la policía ya llegó a la casona, estaba ardiendo en llamas! —exclamó otro.
—No puede ser —musitó Taro— ¿Acaso Saotome concluyó su venganza? —se preguntó ignorando el desconcierto de sus guardias.
De ser así todo sería perfecto, ir y adueñarse de la fortuna de ese viejo, de sus negocios y por supuesto, del norte de Japón. Continuó su camino muy confiado, entrar al hogar que lo albergó en su niñez fue demasiado fácil, sobre todo porque muchos lo reconocieron en cuanto llegó facilitando así su entrada.
Haru le pidió que se fuera pero este se aprovechó de su buena voluntad y terminó noqueando a su propia sangre, el menor de los Yoshida nunca sería un obstáculo para sus planes.
En cuanto los guardias que custodiaban la puerta lo vieron, se hicieron a un lado. Taro entró y encendió la luz cegando a sus rehenes, notó cómo su hermanito intentaba patéticamente proteger a esa mujer.
—¡Pero qué haces! No seas idiota, Akane fue policía sabe hasta cómo usar un arma —vociferó fuerte —Ah… verdad que no puedes hablar —agregó señalándole al tipo que tenía más cerca para que le quitara la mordaza de la boca.
—¡Para qué haces esto! —dijo Haru en cuanto se la quitó.
—Vine por lo que me pertenece, o te callas y bajas la cabeza o simplemente me deshago de ti —masculló sin un ápice de cordura.
Akane le veía con repudio, solo deseaba liberarse para ponerle las manos encima.
—Esto es ridículo, ni siquiera te importo es decir, me abandonaste hace tanto no solo a mí incluso tu apellido. No tienes derecho a hacer esto —adujo Haru lleno de rabia.
—No me reclames sentimentalismos, papá era así y mira cómo terminó…
—No lo nombres, eres una desgracia si él viera en la clase de basura en la que te has convertido…— en ese momento Taro lo golpeó en la boca haciéndolo sangrar.
—Ya cállate, ahora recuerdo por qué no me gustaba estar contigo, nunca te callabas.
—Haz lo que quieras conmigo pero déjala ir… —pidió Haru y en ese instante los ojos rasgados de Taro se centraban en la fémina.
—¿Te gusta Akane? eres demasiado obvio…
—Ella no te ha hecho nada, no tiene que ver con esto además si su padre se entera ¿crees que no vendrá por ti?
—No tienes idea todo lo que esta entrometida mujer ha hecho por mí, arruinó mis planes desde que entró a la casa de Kimura, y claro… se revolcaba con Saotome, lo siento hermanito pero esta zorra solo mira peces grandes, es más, aún estoy pensando si la dejo para mí…
—¡De qué hablas! —gritó un enfurecido Haru.
—Además… Tendo ya no será problema —escupió mirándola de frente, bajó la mordaza de la boca de Akane y chocó su frente junto a la de ella —tu querido papi, ¡está muerto! —Akane le veía con odio— Vaya, al parecer no te afecta —agregó.
—Mi padre murió el día que me enteré que asesinó a mi madre —respondió ella.
—Que molestia eso de los padres ¿verdad? Los míos murieron en un accidente y los tuyos asesinados…
—No compares, ¿cómo puedes ser tan cruel? —cuestionó Haru.
—Eso es lo que te falta para este negocio, sangre fría, somos mafiosos, imbécil, no una beneficencia. Aunque quedemos huérfanos somos la cara visible de cada clan, los putos jefes ¿cuándo lo entenderás? —reprochaba Taro.
—Porque mejor no me sueltas, ¡maldito cobarde! —chilló Akane.
—¿No crees que en verdad está muerto? Pero si ya es más que un rumor, la residencia Tendo está llena de tus ex colegas, la policía y de seguro hasta bomberos, al parecer Saotome fue un tanto dramático, una bomba hubiese bastado pero él quemó todo ¿qué tal?
Con la mandíbula llena de temblores y un deseo potente por acabar con todo, Akane le dio un cabezazo provocándole un fuerte dolor en la frente.
—¡Ash, por un demonio cómo haces eso! —gritó dolorido, se levantó y la bofeteó cobardemente.
—Si me vas a matar hazlo y ya, deja el preámbulo —mencionó Akane desde el suelo.
—No será tan fácil, tu amado viene hacia acá.
—¡No! Él no vendrá no tiene nada qué hacer aquí —replicó enfadada.
—Tontita… ¿por qué crees que quité la argolla de tu dedo?
—¿Qué hiciste? —cuestionó alarmada.
—Solo le envié un regalo, ya casi viene por su doncella… no te preocupes, me encargaré de que lo veas morir antes de eliminarte —masculló lleno de sorna.
—Eso no sucederá, Ranma cree que me fui de Japón. No te creo nada ¡bastardo animal!
Taro rodó los ojos cabreado, uno de sus guardias se acercaba a mostrarle la imagen de la cámara principal, la pantalla de su móvil era muy clara, Ranma llegaba y no venía solo. Soltó una risotada irónica y le mostró a la incrédula Akane lo que tanto negaba…
—No puede ser —susurró apenas audible.
—Te lo dije, todo viene como anillo al dedo, me hizo el favor de eliminar a Tendo y ahora viene a mí como si nada… seré dueño de todo Japón —soltó ufanándose de la situación, se giró para entregar el móvil cuando un par de brazos se colgaron de su cuello con fuerza.
—¡Debiste matarme antes! —Gritó Akane estrangulándolo con una llave— ¡No se acerquen, le quebraré el cuello! —volvió a gritar.
Los hombres la miraban con recelo, viendo las pocas o casi nulas posibilidades de hacer algo al respecto.
—No lo hagas Akane, no te ensucies tus manos con él… —pedía Haru.
Taro intentaba moverse pero ella poseía una fuerza extraordinaria, no era una simple mujer, tenía entrenamiento y por más que trataba de zafarse no podía.
—Hazle caso —musitó apenas.
—No debiste traerlo aquí, es suficiente, asesinaste a su mejor amigo…
—¡Calla ya! —gritó caminando hacia atrás golpeando la espalada de Akane en la pared pero ella no cedió y usó sus dientes al morderle la oreja y no conforme con ello continuo mordiendo hasta sacarle un trozo.
Los gritos de Taro se escuchaban por todo el lugar, incluso Ranma los oyó desde la entrada poniéndolo ansioso.
Entonces Akane lo empujó de una patada en la espalda haciendo que cayera sobre los dos hombres que le acompañaban, tomó la mano de Haru y lo arrastró fuera…
—¡Guíame porque no sé en dónde carajos está la salida! —chilló ella pero este la detuvo al final del pasillo.
—No podemos, no hay salida, vendrá por nosotros y nos matará —replicó Haru viendo la boca ensangrentada de Akane.
—¡¿De qué hablas?! Podemos salir, solo dime por donde —suplicó con urgencia —Haru, no eres como él, termina con toda esta mierda —agregó Akane.
Solo tres segundos después que parecieron una eternidad Yoshida respondió…
—Arriba, tengo un helicóptero —mencionó aferrándose a la pequeña mano de Akane para sacarla de allí, incluso si moría prefería intentarlo.
Corrieron a toda velocidad, detrás los disparos le seguían de cerca…
—¡Disparen! ¡Mátenla! ¡La quiero muerta! —gritaba Taro quien también corría junto a los guardias.
Haru entró por una puerta secreta que tenía una escala estrecha y larga…
—¡Sube, sube y no mires atrás! —exclamó empujándola dentro.
—No digas tonteras, iremos juntos, saldremos de este infierno —replicó Akane.
—Hay que distraerlos, a mí no me hará nada…
—¿Cómo puedes estar tan seguro? —cuestionó ella con los ojos lagrimosos.
—Soy su hermano menor haré lo que me pida, escucha; arriba dentro de la enorme maceta encontrarás la llave de mi helicóptero.
—No sé usarlo, cómo voy a subirme allí, debes pilotearlo tú.
—¡Akane no hay tiempo que perder! — gritó fuerte, tomó sus manos —gracias por intentar salvarme… pero nací aquí, la mafia es todo cuanto conozco. Ahora eres libre, solo vete —pidió cerrándole la puerta.
Akane miró el suelo y tragó el nudo en su garganta, subió las escaleras a toda prisa sin embargo, afuera de esa puerta Haru recibía el castigo por ayudarla…
—¡Habla ya, en dónde la escondiste! —gritaba Taro al tiempo que lo golpeaba una y otra vez mientras sus hombres lo sostenían de los brazos.
—La perdí, ella corrió rápido podría estar en cualquier parte de la casa —mencionaba un herido Haru.
—¿Crees que no sé, que la dejaste pasar por esa puerta? —cuestionó luego de haberle destrozado la cara a golpes y un par costillas.
—¡Esa puerta no sirve Taro! —gritó su hermano menor, los hombres la abrieron en dos segundos y entonces comenzaron a ascender incluso con Haru acuestas.
Mientras tanto en la entrada…
Ranma rompía cabezas y cortaba cuellos sin cesar, sus hombres le ayudaban a entrar a la residencia Yoshida y en solo un minuto lograba hacerlo.
—¡Maldición Saotome, la policía te tiene identificado! —gritó Hibiki quien le acompañaba de cerca.
—No me importa, que vengan por mí los estaré esperando —respondió Ranma sin tapujos.
—Hagamos esto rápido, tomamos a la mujer y nos vamos ¿te parece?
—Eso es lo que quiero —contestó Ranma clavando su cuchilla en el pecho de un pobre infeliz.
—¡Arriba, arriba! —Gritó gente de Yamamoto— los vieron subir— agregó.
Ranma tomó vuelo y corrió junto a Ryoga quien lo ayudaba…
—Solo me importa ella, ¿entiendes? —gritó Ranma corriendo.
—Lo sé, lo sé, la sacaré de aquí… —replicó Hibiki.
Mientras tanto arriba junto al helicóptero…
Akane encontraba la llave, pero no tenía idea de cómo pilotearlo. Miró hacia abajo y lanzarse no era opción a menos que quisiera morir… el lugar era bastante grande, lo único en medio era el helicóptero y entró a este para ocultarse.
La puerta se abría y detrás aparecía Taro junto a sus hombres y un abatido Haru que lanzaron al suelo…
—¡Sal de allí! no tienes a dónde ir Akane —decía el traidor.
—No está aquí… —gritaba Haru con la pocas fuerzas que le quedaban.
—Ya haz silencio, me tienes harto con tu pose de "buen defensor" —masculló su hermano mayor.
—¡Sal o le disparo! Lo mataré Akane, así como con Kimura… aunque con él usé otro método, igualmente lo haré y lo sabes —gritó Taro a viva voz— ¡tráiganlo! —ordenó.
Sus hombres lo arrastraron y lo dejaron a sus pies, Taro tomó a su hermano del cabello y alzó su cabeza…
—¡Morirás por esa perra! ¿Quieres decirle algo? —preguntó irónicamente.
—Nada, no esperaba menos de un traidor como tú… —respondió muy mal herido.
—¡Espera! —chilló Akane bajando del helicóptero.
—¡No! ¡No! —gritó Haru cuando este lo soltó.
—Lo sabía, eres demasiado buena o muy tonta… ¿crees que te dejaré vivir luego de lo que me hiciste?
—¡Solo dispárame! —gritó ella al borde del precipicio.
En ese preciso instante Ranma llegaba arriba, la escena era sórdida… Taro le apuntaba a Akane quien estaba a una distancia poco alcanzable, a su lado Haru muy ensangrentado y los hombres de Taro le apuntaban a ellos.
—¡Qué crees que haces mal nacido! —gritó el azabache emputecido.
—No puede ser —respondió Taro girándose para verle— iba a matarla, llegas justo a tiempo —respondió muy irónico.
—Te dije que no la tocaras —adujo Ranma apretando sus manos en puño, sus nudillos se ponían blancos de la fuerza que ejercía.
—Si apenas la toqué, es una fiera, casi me tuerce el cuello —replicó con una cínica sonrisa en los labios.
—¡Vete, no debiste venir! —gritó ella, Ranma dio un paso pero los hombres de Taro le apuntaron.
—Te mataré, rogarás por tu vida miserable —aseguró el ojiazul moviéndose tan rápido que el sujeto que le apuntaba no vio venir la daga que se clavaba justo en su ojo derecho.
La distracción era perfecta, Akane se movía pero no era la única, Ryoga peleaba con el otro sujeto para desamarlo mientras que Ranma ya le había quitado la pistola a su contrincante.
El hombre cayó de rodillas al suelo y en cuanto llevó sus manos al ojo mutilado el azabache giró sin siquiera mirarlo y terminó por apuñalarle el cuello. Su único objetivo era él, Taro miraba cabreado la situación ¿cómo es que nadie podía detenerlo? Se preguntaba muy enojado, pero entonces Haru pasaba por su lado en dirección hacia Akane lo cual no pasó desapercibido, alzó su arma y con la espalda de su hermano menor de frente disparó en una de sus piernas…
—¡No sigas, mira lo que me haces hacer! —gritaba furioso, Haru miraba a Akane quien quiso ir por él pero este le gritaba…
—Vete, vete ya —pero ella no le hiso caso y fue hasta él, lo tomó por los hombros y le ayudó a avanzar.
—Mira lo que te hizo… eres tan ingenuo — comentó muy afectada al verle su cara hinchada y herida por los golpes sin medida que el desgraciado de Taro le propinó.
—¡Baja esa arma! —gritó Ranma, Taro ni siquiera lo miró.
—Te dije que no te enamoraras de esa mujer, te dije que no quería que te entrometieras en mis negocios — replicaba el Yoshida mayor sacándole el seguro a su arma.
Tanto Haru como Akane lo vieron con desprecio, Taro apuntaba directo al pecho de su hermano…
—¿Qué harás? —preguntó Taro mirándolos.
—Déjala ir… haré lo que me pidas —respondía Haru.
—No te preguntaba a ti —replicó Taro presionando el gatillo, la posición de su mano pasó de la derecha lentamente hacia su izquierda, la bala iba a la cabeza de Akane y Ranma no podría hacer nada desde su posición.
El grito ensordecedor de Saotome enchinó la piel de la menor de los Tendo, era su fin, sin embargo en ese lastimoso y horroroso escenario él no era el único que la amaba. Haru quien estaba más cerca la cubrió con su cuerpo, con sus largos brazos protegió su rostro el cual no pasó inmaculado frente a la tragedia. Yoshida Haru moría de un disparo que atravesaba su cabeza y la sangre salpicaba las blancas mejillas de Akane.
El cuerpo pesado del hombre se derrumbaba sobre la menuda mujer, quien temblaba incrédula de lo que vivía.
—No, no, no, no —repetía una nerviosa Akane mirándole los ojos al chico, quien derramaba una lágrima por su rostro ensangrentado— ¡Haru, no! —gritó al darse cuenta que no le respondía.
Tendo tocaba las manos del chico quien yacía muerto en sus brazos…
Taro avanzó hacia su hermano pero no pudo llegar, Ranma lo cogía por detrás y de una patada en la espalda lo lanzó al suelo.
—Mira lo que hiciste, a tu propia sangre ¡eres un ser tan miserable! —masculló Ranma levantándolo por el cabello.
—¡Yo no quería, él se interpuso, debía morir esa perra de Tendo! —contestó.
—¡Ya cállate! —gritó Ranma enterrándole la cuchilla en la espalda y arrastrándola desde el omoplato hasta las costillas.
El grito que salía de la boca de Taro era música para los oídos de Ranma, la única cosa que lo había mantenido con vida tantos años era la ira, sin ella habría muerto hace mucho y aunque la muerte de Soun alivió su carga, su hermano putativo era una puta espina que debía eliminar.
Saotome sacó la daga de su espalda y lo volteó para verle el rostro…
—Solo mátame —pidió sin un ápice de vergüenza.
—Dije que suplicarías —respondió el ojiazul cercenándole uno a uno los dedos de la mano izquierda.
Ryoga veía un tanto impactado las acciones sangrientas y crueles que su amigo llevaba a cabo, pero él solo tenía una misión, sacar a Akane de allí ante el peligro, solo que ahora no lo estaba.
De espaldas a Akane Ranma juntaba las partes de los dedos que había arrancado de Taro, era su fin…
—¡Ya no más, solo mátame! —gritaba entre lágrimas y dolor el traidor.
—Esto no es solo por el hecho de secuestrar a Akane, esto es por Kimura y ahora por tu hermano — aseguró metiéndole los restos de carne en la boca y posando sus manos manchadas de la sangre de muchos sobre la boca de Taro.
Lo asfixiaba, lo ahogaría hasta matarlo, el hombre se retorcía en el suelo por un poco de aire cuando Akane le gritó…
—¡Déjame hacerlo! —pedía nublada de odio y resentimiento.
Su voz era como su cable a tierra, Ranma la miró y negó con la cabeza…
—No veas esto, no mires en lo que me he convertido —suplicó.
—Ese maldito mató a su hermano, esa bala iba para mí…
—¡Basta Akane! no dejaré que manches tus manos, no permitiré que se quebrante tu moral… para mí es tarde no para ti.
Entonces se oyeron sirenas, la policía venía acercándose, Ryoga se lo dijo lo estaban buscando y al parecer estaba plenamente identificado.
Ranma soltó a Taro quien escupió sus trozos de dedos y volvió a respirar con mucha dificultad.
—¡Yo termino esto, vete ahora Ranma! —le gritó Akane.
No obstante, el heredero del clan Yamamoto no daría un paso en falso otra vez, el asesino de su amigo pagaría ahora mismo su traición, porque esa es la primera regla de la mafia, vida por vida y Taro ya se había llevado no solo una, sino dos.
—¡Llévatela Ryoga! —exclamó apartando la vista de ella.
Akane quiso alcanzarlo pero Hibiki la detuvo, Akane no forcejeó y se quedó allí mirando lo que haría él…
Taro se arrastraba por el suelo intentando ponerse de pie, las balizas sonaban cada vez más cerca.
—Déjame vivir, podemos irnos en el helicóptero —pedía Taro.
—Basura, ¿cómo puedes pedirme esto luego de lo que hiciste?
—La policía nos tomará a los dos, los clanes quedarán sin líder…
—¿Clanes? ¿De qué hablas? Tú no eres nadie, tú no tienes nada —reprochó Ranma.
—Vamos Saotome, por los viejos tiempos, eres de Yamamoto yo soy un Yoshida lleguemos a un acuerdo ¿sí?
Ranma lo levantó del suelo y lo puso de pie, le abrió la camisa y notó el tatuaje en el pecho que representaba a la casa Yoshida.
—Antes de matarte, arrancaré todo vestigio de lo que fuiste, serás un perro más del montón, no eres un Yamamoto y tampoco un Yoshida —sentenció fijando sus ojos en las serpientes cruzadas en su pecho, lo tomó del cuello y lo inclinó hacia atrás en el borde del muro, sacó un encendedor de su bolsillo; ese que usaba Kimura cuando quería fumar, calentó la hoja de su daga la cual limpió con su propia ropa antes, y luego de unos segundos la puso sobre el tatuaje quemándole la piel, el hombre gritaba por el dolor y a continuación clavó la hoja de su daga de tal forma que le arrancó un buen trozo de piel, eliminando así la marca que lo identificaba como heredero del clan Yoshida.
—¡Enciende el maldito helicóptero! —gritó Akane más allá a Ryoga quien la veía sorprendido.
—Solo pilotee una vez, no creo poder hacerlo.
—Escucha, es la única forma de salir de aquí con vida —argumentó llena de urgencia, Tendo tenía razón, la policía llegaba a la entrada de la casa y entonces sería el final.
Ryoga corrió hasta el helicóptero con Akane detrás…
—Siempre supe que serías una piedra en el zapato… debí matarte antes, pero no creí en tu venganza —dijo Taro respirando con mucho dolor.
—Más de diez años canalizando la ira, hoy acabé con el asesino de mis padres y solo faltas tú —respondió Ranma hiriéndolo en el pecho, el hombre escupía mucha sangre por la boca.
El megáfono de la policía se escuchaba fuerte y claro: "Arriba las manos"
Quizás solo un par de minutos y llegarían a su ubicación, la hélice del helicóptero comenzaba a sonar estrepitosamente.
—¡Dame una oportunidad! —gritó Taro con tono suplicante.
—Así como se la diste a Kimura ¿o a tu hermano? —lo tomó por el cuello y lo acercó a sus ojos chocando sus frentes— ¡Jamás! Nos vemos en el infierno —agregó clavándole el puñal en la cabeza, justo en la sien.
El cuerpo de Taro dio un paso hacia atrás y en consecuencia cayó al vacío, Ranma asomó a mirar y el cuerpo de Yoshida se precipitó sobre unos de los carros policiales, reventándose en el acto.
—¡Ranma! —gritó Akane y este volteó, un poco aturdido caminó hacia ella.
—Vamos —dijo él tomando su pequeña mano.
La mujer lo siguió hasta el helicóptero, este subió primero y giró para ayudarle pero ella se alejó soltando su mano…
—¡Qué haces! —exclamó frunciendo el ceño.
—No iré contigo, vete —suplicó.
Ryoga comenzó a ascender lentamente…
—¿Akane? —Ranma la veía directamente a los ojos.
—Alguien tiene que dar la cara con ellos, soy una policía en retiro ¿recuerdas? —fue lo último que salió de su boca, fue alejándose a medida que este se movía.
—¡Eres libre Akane! —Gritó Ranma con lágrimas contenidas —¡Es lo único que pude darte! —agregó mientras ella se alejaba más y más ya que el movimiento oscilante del helicóptero era peligroso.
El viento que formaba la hélice alrededor de ella hacía que sus lágrimas se secaran de ipso facto. Sus miradas decían muchas cosas ¿se extrañarían? Claro que sí, pero no era el momento de estar juntos, en realidad nunca lo fue.
Cuando la policía llegó, el helicóptero ya se había marchado, Akane miraba con resignación la situación. Su amigo policía, aquel que le brindaba información la apresó. Por más que le hablara ella no respondía, estaba en estado de shock.
Los policías veían con mala cara la cantidad de muertos, la casa Yoshida estaba repleta de ellos, la sangre era la nueva decoración y la única que salía con vida de allí era ella, Akane Tendo; policía retirada.
Doce horas después…
—Akane, necesito que cooperes debemos esclarecer todo esto ¿comprendes? —cuestionaba su ex colega.
—Ya te lo dije, estuve secuestrada en esa casa…
—Pero tu secuestrador ¡está muerto! El cuerpo de ese… Taro Yoshida —mencionó al ver los papeles sobre su escritorio, la sala de interrogaciones era tan fría y oscura aunque a ella eso no le importaba.
—Taro me secuestró desde el aeropuerto…
—¿A dónde ibas?
—A Estados Unidos, mi hermana mayor se encuentra en Los Ángeles —respondió.
—Necesito más, sabes cómo es todo esto.
—Escucha, ese hombre estuvo a punto de matarme… vi cómo asesinó a su propio hermano. Solo soy testigo de un crimen, no necesito esto, déjame ir —replicó la mujer ya cansada de tantas preguntas.
—¿Qué hay del helicóptero? ¿Quién iba allí? ¿Por qué lo proteges? —cuestionaba sin parar el sigiloso policía.
—Supongo… que iba gente que trabajaba para él.
—¡Akane! tu padre está muerto, todos dicen que un tal Yamamoto lo asesinó, era cosa de la mafia japonesa. ¿No te importa?
La mujer miraba sus manos y sin poder evitarlo recordó cuando Ranma la tomó para subir al helicóptero… soltar sus largos dedos manchados de sangre fue lo más difícil que había hecho hasta ahora.
—Tengo que ir a un funeral, debo notificarle esto a mis hermanas y ¡llevo doce malditas horas aquí!
—Bien, no podrás salir del país por un tiempo hasta que esclarezcamos esta situación.
—Cómo quieras… —respondió ella sin ánimos de discutir más.
La mujer logró salir al fin de la sala de interrogaciones, pidió un teléfono prestado y lo primero que hizo fue notificar a su hermana Nabiki, quien había llegado hace solo cuatro horas a Estados Unidos…
—¡Está hecho! —exclamó apenas ella le contestó.
—Akane… ¿estás bien?
—Sigo respirando…
—Vi las noticias —mencionó Nabiki.
—Sí, murió, casi no puedo creerlo —un silencio se interpuso entre las dos hermanas.
—¿Y él?...
—Murió —volvió a decir, su ex colega oía desde cerca cada palabra que salía de la boca de Akane, aunque era obvio que Nabiki preguntaba por Saotome ella contestó tajante.
—Apenas logro contener a Kasumi, intentaré viajar cuanto antes —aseguró la castaña.
—No lo hagas, yo me encargo de todo. Espera un poco, no es buen momento —indicó la menor.
—Hay cosas que son mejor verlas juntas Akane…
—No quiero. Te llamaré cuando pueda, dile a Kasumi que deje de llorar —soltó sin mostrar emociones, colgó la llamada e inmediatamente Nabiki se deshizo del chip.
El policía la observaba y notaba cambios en la actitud, mirada e incluso la postura de Akane.
—Iremos a que te revisen —musitó.
—¿Ahora? ¡Estás loco! Solo quiero largarme de aquí, necesito ver lo que quedó de Soun —el policía quedó impresionado, era la primera vez que ella se refería a su padre por su nombre sin honoríficos ni respeto.
El hombre la escoltó hasta donde el forense, allí estaba el cuerpo quemado de su padre; le entregaron una pequeña bolsa con algunos objetos de valor que este portaba al momento de morir. Su anillo, la cadena de oro con las iniciales de sus hijas que cargaba en el cuello y dos de sus dientes de oro que durante el examen se soltaron dentro de su misma boca.
—No es necesario que lo veas —adujo el médico forense.
—Me da ¿unos minutos?
—No lo hagas, es algo perturbador —insistió él.
—Gracias por la advertencia, pero necesito corroborar con mis propios ojos que ese hombre es quien me dio la vida — replicó ella.
El galeno se alejó y esperó afuera junto al policía…
Akane se acercó lentamente a la camilla de acero y con las manos temblorosas fue bajando lentamente la tela que le cubría, sus bonitos ojos marrones veían con horror el rostro desfigurado de su padre. Lo que quedaba de piel aun marcaba sus facciones aunque la nariz casi estaba solo un trozo de cartílago; su larga cabellera no estaba en realidad, solo era un trozo de carne muy quemado.
Le dolía, sí, era su padre después de todo pero no tanto como lo esperó. Su castigo era su vida y la perdió dolorosamente, pero no podía dejar de preguntarse ¿qué habrá sentido él? ¿Alivio? ¿Felicidad? ¿Satisfacción?
De pronto se le revolvió el estómago y salió corriendo de allí, el policía la asistió mientras ella vomitaba, a continuación la llevó a un centro médico en donde trataron algunas heridas menores y la deshidratación.
Akane pasó una noche internada, no tenía nada de gravedad y por la mañana se fue rumbo a reconstruir una nueva vida, sin familia, sin nada, solo ella y su libertad la que consiguió luego de tantas lágrimas y sangre derramada; porque ese amor no solo le dio un adiós, también le había otorgado un nuevo comienzo.
—O—
Un año después, Tokio Japón…
Esta vez no era un hotel, era el jardín de una enorme mansión de un político en ascenso. Akane trabajaba como guarda espalda personal, junto a unas veinte personas más. Esa noche ella como escolta principal, usaba un hermoso vestido negro que dejaba ver sus cremosos hombros aunque debajo de la costosa tela estaba cargada de misiles que serían usados en caso de tener que proteger a su cliente.
Los invitados llegaban en exuberantes limosinas para luego pisar una afelpada alfombra roja, no eran famosos cantantes pero sí el mundo de la elite empresarial, hacían ostento de un derroche sin igual, todo porque ya tenían a su candidato para las próximas elecciones.
La noche era cálida, las luces destellaban otorgando un ambiente idóneo de una gala. La orquesta hacía sonar sus instrumentos, el murmullo y las risas de los miembros de aquella organización hacían eco por cada rincón.
—Tendo, quiero que lleven a un invitado muy especial a mi despacho personal —comentó su cliente.
Ella asintió, por el pequeño audífono en su oído le avisaban que la limosina con patente terminada en "S" había llegado.
—Ya está aquí —señaló Akane escoltando al político hacia dentro de la casa.
—Que nadie nos moleste —musitó él una vez quedó instalado dentro.
Akane salió y cerró la puerta para esperar al invitado especial cuando de pronto comenzó a oír la hermosa sonata de violín de Midori Goto; por un momento cerró los ojos y un par de ojos azules profundo venían a ella, la hermosa melodía le trajo un recuerdo de su amor.
—¿Disculpe? ¿Señorita? —hablaba un hombre que la hizo salir de sus cavilaciones.
Akane abrió sus ojos y vio como cinco hombres escoltaban a uno más, vestido en un traje de negro brillante y con una perfecta humita en el cuello, sus hombres le hicieron un ademan indicándole que él era la visita esperada. Los mismos ojos azules de hace instantes en su mente ahora la miraban de frente pero con una profundidad que pensó que una gran ola de mar la tragaba por completo, sintió sus pies entumecer, su corazón se paralizó por un microsegundo y sus labios se abrieron incrédula de lo que sus bellos orbes le mostraban.
Ranma hizo un gesto con la mano y los cinco hombres se voltearon para darles privacidad. Avanzó dos pasos al frente y ella tuvo que apoyar su espalda en la puerta y es que las piernas le temblaban…
—Vine por negocios, pero no sabía que te volvería a ver —musitó cerca de su oído enchinándole la piel.
—Estoy trabajando —respondió ella apenas— ¿Cómo has estado? —preguntó curiosa.
—Vivo ¿y tú? —preguntó él sumergido en su aroma a melocotón.
—También —respondió.
De pronto la puerta se abrió, Ranma le dedicó una mirada más y es que no podía sacarle de encima los ojos. Ella se compuso y lo hizo pasar, el hombre que lo esperaba dentro lo recibió con mucha algarabía casi que le lamía los brillantes zapatos.
Akane los dejó a solas y salió, necesitaba aire y corrió luego de dejar a un compañero de labores en su lugar. Dentro de ese extenso jardín estuvo intentando recuperar la respiración y es que aún no daba cuenta de lo que vio.
Sabía que estaba vivo, lo sabía lejos, quizás en una casa en medio de un bosque… pero su imagen era otra, la elegancia, el poder, su voz, esa mirada penetrante.
Ranma no era el mismo de hace un año atrás, se veía tan seguro de sí que se sintió pequeña a su lado. Como si su cuerpo fuera una enorme pared de concreto, miró la hora en su reloj y notó que había pasado treinta minutos exactos; entonces lo vio, iba ya de salida y al parecer sin intenciones de quedarse. Extendió sus finos y largos dedos con la imberbe intención de llamarle pero no, cada quien tomó caminos diferentes, ya había pasado un tiempo y además… nunca hubo promesas ni mucho menos palabras de amor entre ellos.
Tomó valor, se plantó bien sobre sus tacones y giró para devolverse por la parte trasera solo que una mano la atajaba, le ardía la piel ante su contacto y sus ojos volvieron a chocar con los de él.
—¿Ya te vas? —soltó ella con una sonrisa conformista en los labios.
—Sí, solo vine por esta noche —respondió.
Akane desvió la mirada y luego volvió verle…
—Te extrañé —mencionó él sin siquiera pestañear— te extrañé demasiado —agregó.
Ella posó su mano sobre la de él y la retiró de su delgado brazo…
—No te creo —esbozó con una sonrisa muy diferente a la anterior. Se giró para apartarse pero este la volvió a detener…
Ranma tomó su rostro entre sus manos y la besó, su beso fue largo y profundo, Akane se desarmó ante el contacto y no pudo más que recibirlo y corresponderle porque la vida era demasiado corta para arrepentimientos. Cuando abrió sus ojos él soltaba su boca lentamente…
—Tengo un vuelo en seis horas ¿quieres pasar esta noche conmigo? —preguntó rosando sus labios.
Akane se sacó el micrófono y el audífono, lo dejó sobre la fuente de agua que había cerca, tomó su mano y este le sonrió.
Todo lo que quería estaba justo a su lado, no sabía que le deparaba el futuro, pero el destino los volvía a juntar solo por algunas horas; de nuevo en una fiesta solo que ahora no le dispararía al corazón.
Fin
Nota del autor
Estimado lector, gracias a cada uno de ustedes por leer asiduamente cada semana mis actualizaciones. Este es el capítulo final, pero pretendo hacer un breve epílogo aunque de todas formas deseo saber sus opiniones.
La venganza se concretó, tanto Soun como Taro murieron. Pero tristemente dejó una vida más joven en el camino, Haru protegió a Akane y en consecuencia dejó de existir.
Nabiki fue por su hermana y sí, quizás quedo al debe con ellos pero lo podrán leer en el epílogo. Además no olvido la venganza que planeaban los hermanos Kuno. Sin embargo el final de esta historia debía centrarse en los protagonistas.
No hay un "felices por siempre" la trama era drama junto a una venganza y es por ello que los separé por un año completo; podrán estar juntos por unas horas ¿creen que Ranma se irá sin ella? ¿Podría pasar algo más?
Sinceramente se me ocurren muchas ideas, como una segunda parte, pero por el momento esto llega hasta aquí.
Saludos a México, El Salvador, Guatemala, Venezuela, Colombia, Perú, Argentina, Estados Unidos, Italia, Rusia y por supuesto a mis pares chilenos.
Sería genial leer sus preciados review.
Desde Chile una fanática más de Ranma.
Sweetsimphony._
